CAPÍTULO 42
¡Era un tipo verdaderamente grandioso! Max no comprendía como los otros hechiceros y brujas no podían verlo, pero él no tenía dudas, Zwein era estupendo.
Su rostro pétreo no se inmutaba ante los desaires que otros le hacían y trataba con educación a los Aborimenes sin necesidad de que se lo pidieran, lanzaba miradas afiladas a cualquiera que lo mirará con desdén y compartía tiernas muestras de afecto con su Familiar. Quizás la mejor parte era su Familiar, un vampiro, ni siquiera había cumplido la mayoría de edad mínima para ser considerada un adulto y ya dominaba a una de las Bestias más poderosas a las que cualquier mago aspiraba.
Max lo había observado desde que subió a la nave, decepcionado al principio ante el “bonito” aspecto del hombre que admiraba, pero descubriendo con el paso de los días que no se trataba más que del exterior. No se sentía culpable por dudar de Zwein, sus amigos de la capital habrían reaccionado igual. Todos imaginaban al repudiado mago como un hombre imponente, de voz grave y manos de acero. Un idealista que se había atrevido a ir en contra de su familia, el gremio y el mismo destino; una Bestia que se negaba a aceptar el mundo cual era. La sola existencia de ese hombre les daba esperanzas, las cosas podrían haber funcionado de esta manera desde que se podía recordar, pero si un solo hombre o mujer tenía el valor para alzar la voz, podían cambiar.
Las Bestias eran sus hermanos, la magia corría por la sangre de ambos, humanos y criaturas mágicas, esclavizarlos estaba mal en tantas formas que cuando el mundo finalmente abriera los ojos se horrorizaría de las atrocidades que cometió en contra de su propia sangre.
Max sabía que llegaría ese día, tarde o temprano lo haría y él no quería ser como su padre, tíos y abuelos que se sentaban a esperar que ese momento sucediera, él quería ser parte de ese cambio, verlo, sentirlo, provocarlo. No se conformaría con ser como el resto de su familia y mantener a salvo a un puñado de Bestias, las liberaría a todas y les demostraría a los hechiceros y brujas cuan equivocados estaban.
Y Zwein le enseñaría como, él sabría hacerlo. Tenía que ser especial. ¿De qué otra manera habría logrado sobrevivir y sobresalir donde otros tantos habían muerto?
Las bestias humanas eran odiadas, además de Zwein sólo se conocía a un puñado que continuará con vida, la mayoría vivían escondidos en apartadas provincias protegidos por sus familiares, pero alguien que hubiera sido repudiado por su propia gente y aun así encontrado su camino era un caso excepcional.
Sus padres no dejaban de repetirlo desde que le llegaron las primeras noticias del hijo menor de los Apologye.
Y ahora le permitirían asistir a la cena donde la mayoría de los hechiceros y brujas estaban invitados y donde Zwein llevaría a su Familiar pese a que ningún otro mago lo haría, había preguntado al Aborimen encargado de servirlos sobre el Vampiro y la Bestia se había limitado a encogerse de hombros y responder con indiferencia.
“Silencioso y quieto”
Max lo había visto cuando subió al barco, un muchacho un par de años mayor que él cuyos grandes ojos turquesas le daban un aspecto frágil e invalido. Le costaba creer que ese ser, parecido a un niño, con la delicadeza de un hada fuera digno de la fuerza de Zwein, el hermetismo con que el otro mago protegía a su Familiar tan solo afianzaba sus dudas.
Pero esta noche los estudiaría con atención a ambos y descubriría si Zwein era digno de su atención, en caso contrario, no importaría. Él salvaría a las Bestias, encontraría la forma por Lina, ella merecía ser feliz.