CAPÍTULO 45
La criatura se deslizaba por la arena con la elegancia y confianza de una serpiente acechando a su presa, un par de mujeres lanzaron gritos aterrorizados y algún que otro gemido de horror de un hombre se mezcló entre las exclamaciones de terror e incredulidad de los comensales.
El nombre de la Bestia danzaba en la lengua de todos, pero no había quien se atreviera a pronunciarlo en vos alta. Se trataba de una Dashure, una criatura, mezcla de serpiente y hombre que inducían al terror en cualquiera con la mala fortuna de encontrárselo.
Un torso humanoide de diez metros con dos brazos de cada lado se sostenía sobre una enorme y gruesa cola de serpiente de quince metros que exudaba y expulsaba ácido a voluntad, sobre los hombros un cuello poderoso y anormalmente largo de dos metros sostenía una cabeza de pesadilla cubierta en su totalidad por bocas ridículamente pequeñas atiborradas de dientes puntiagudos y podridos, de vez en cuando alguna lengua negra como la noche salía de entre las más de cien bocas que rodeaban al cráneo por completo. De la espalda un millar de ojos amarillos observaban todo cuánto lo rodeaba. La piel descarnada y al rojo vivo supuraba sangre y pus constantemente dejando un olor nauseabundo por donde quiera que pasará.
No era una criatura con la que se pudiera razonar o pensar.
Se le consideraba “mágica” y se le llamaba “Bestia” porque buscaba, ansiaba y se alimentaba y de magia; pero jamás se había conseguido capturar ninguna con vida, tampoco intercambiar dos palabras coherentes. Ni los humanos o Bestias la reconocían como propias, ambos la evitaban y temían; las más poderosas criaturas al menos le guardaban respeto. Se desconocía su origen y se creía era un mito más.
Cualquier ser con éter en su interior era capaz de sentir su presencia y el anhelo del Dashure por su magia.
— ¡No es posible! — exclamó el Capitán Vastrelly señalando a sus hombres y Aborimenes que se prepararán para pelear.
—No se moleste— le dijo Zwein retrocediendo a un rincón de la nave con Aysel—. Todos los magos juntos y sus débiles criaturas reunidos en esta nave no somos oponentes para ese Dashure.
—Imposible. Los Dashure son criaturas del Tercer Periodo, hace al menos ochocientos años que no se tiene certeza de algún avistamiento o encuentro con ellas. Están extintas— proclamó una mujer tímida que apenas había hablado durante la cena.
— ¿Esa cosa dispuesta a devorarnos vivos le parece una criatura extinta? Al menos véalo por el lado amable, esa pequeña y adorable ninfa que le acompaña no sufrirá, su Familiar tiene tan poca magia que apenas le servirá como aperitivo al Dashure.
La mujer abrió los labios para replicar, pero en cambio prefirió abrazar a su asustada ninfa que voló a sus brazos en busca de consuelo. La bruja la tomó entre sus brazos y le susurró palabras dulces al oído, la ninfa tenía el aspecto de una niña de ocho años de cabellos verdes y grandes ojos dorados, por su comportamiento no debería andar muy lejos de esa edad en años humanos. Maestra y Familiar se olvidaron de las formalidades y normas, aceptando que su destino era morir.
La mayoría de los Familiares que pudieron salir de los camarotes corrieron a encontrarse con sus Maestros, hadas, duendes, sirenas, sílfides; todos sentían el peligro que se aproximaba.
Algunos Maestros ignoraban a sus Familiares incrédulos ante la Bestia que se aproximaba deprisa, otros les ordenaban que se prepararán para la batalla y un último grupo, pequeño, pero existente consolaba a sus Familiares y le insistía en que todo resultaría bien, debían ser valientes. Los enanos, criaturas mágicas cuyo cuerpo y mente no crecía nunca más allá de los doce años se veían especialmente angustiados. Eran inteligentes, astutos e ingeniosos, pero las emociones de las multitudes les inquietaban terriblemente. La bruja que consolaba a la ninfa, ahora sostenía a un enano con el aspecto de un niñito de cinco años cuyos gritos y llantos desgarradores le hicieron concluir a Zwein que para esa mujer esas Bestias, podían ser todo, menos sus esclavos.
— ¿Podemos huir? — le preguntó Zwein al oído a Aysel—. No me importa si todos ellos mueren mientras tú vivas.
—Quizás, pero…
—Aunque sobrevivamos no tendremos ninguna oportunidad en este desierto— terminó Zwein. Se pasó una mano por el cabello, como hacía siempre que se sentía desesperado—. Es muy poderoso y quiere nuestra magia, ante sus ojos somos un enorme y delicioso banquete.
—Confío en ti. ¿Lo haces tú en mí?
Los ojos de Aysel le miraban con absoluta veneración.
—En la cena dijiste que yo era mejor que todos ellos juntos. Permíteme mostrarles. Úsame. Utiliza hasta la última gota de magia en mí. Me contaste que tenías una historia trágica, un apellido famoso, pero ningún acto que te convirtiera en el héroe trágico que necesitas ser para el mundo. Supongo que ha llegado nuestra oportunidad.
—Podríamos morir.
Aysel sonrió, acarició con sus delicados dedos la mejilla de Zwein.
—Yo ya estaba muerto antes de que me sacarás de ese lugar.
—No te fallaré.
—Se qué no lo harás.
Tomó de la mano a Aysel, caminaron hasta el borde de la nave y dirigiéndose hasta el Capitán ordenó.
—No envíe a nadie más hasta que hayamos vencido o sido derrotados. Si la magia de Aysel combinada con mis habilidades no son suficientes para vencer al Dashure nadie más aquí será capaz.
Lanzó al viento la mascada de Aysel que ocultaba el collar que mantenía la mayor parte de sus poderes bloqueados y murmurando un hechizo prohibido que se suponía no debía utilizar en público y sólo podía ser activado por el Maestro de él Familiar, el collar se convirtió en polvo.
Instantes después ambos soltaron tomados de la mano al mar de arena.