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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, en esta ocasión, sólo he podido traerles un capitulo, ya empecé a escribir el otro...pero, no esta listo y la verdad los capis de "acción" o el intento que hago de ellas me cuestan más que donde hay dialogos, me gustan más donde hablan de sus sentimientos y todos eso...jejeje.

Respondiendo una en los comentanrios.

 Seguro que pienso crear mas bestias como el Dashure si se da el caso, en realidad me pase horas investigando, quizás no fue tanto, pero si le busqué, si había criaturas del desierto y sólo encontré djing (demonios o genios en la cultura arabe) y ghoul (no como el anime), y los de un clásico de ciencia ficción/fantasía llamado "Las Crónicas de Dune" que son sospechosamente parecidas a las de la peli "Terror en la Tierra" o algo asi, por lo que tuve que crear mi propio monstruillo con resultados, pues no sé...

 Y una vez más, perdonen que no conteste comentarios personalmente. pero me chiveo y no se qué decir, jeje.

De cualquier manera, MUCHAS GRACIAS a los que comentaron en los capi anteriores.

Alondra

  anmamez  

 CaelumHiss 

  LithiumVk 

CAPÍTULO 47

 

Escuchaba los ruidos de las sirvientas cuchicheando, quitando el polvo, fregando el piso, lavando la ropa; se metían en todos los rincones, revolvían todo, le asustaban.

Deseaba silencio. No sabía si era digno o se le permitía quererlo, pero buscaba y anhelaba el silencio igual que una polilla al Sol.

Por eso siempre se escondía en esa habitación, se apretujaba en una esquina, cobijado entre las decenas y decenas de estantes repletos de libros de todos los colores y tamaños y en la semi oscuridad dejaba que el tiempo pasará, se le escurriera entre los dedos, ajeno a su existencia. Hace mucho decidió que el tiempo carecía de significado para él, seguro que existía, porque continuaba experimentando las necesidades básicas de cualquier ser humano, pero no le interesaba, sólo esperaba a que un día llegará a su fin porque entonces su vida habría terminado, no sería feliz, pero tampoco continuaría doliendo.

A veces, sólo a veces sentía curiosidad por ver el contenido de esos libros, recordaba que su Maestro Fergal le había enseñado a leer y escribir, pero el castigo que le darían si lo descubrían no valdría la pena.

Todos su anteriores Maestros habían dicho que era demasiado estúpido para comprender el contenido de esos libros, ni siquiera le permitían limpiarlos. La esposa de uno de sus Maestros lo había descubierto hojeándolos una vez y le quemó las palmas de las manos como castigo, Zwein en realidad le estaba agradecido porque más tarde le dio un ungüento para las quemaduras y apenas se veían las pequeñas cicatrices. Además le enseñó una gran lección, a las Bestias les estaba prohibido el conocimiento.

Escuchó el relajado paso de su Maestra aproximarse a la habitación, se abrazó a si mismo y observó con suspicacia la puerta.

Nunca le había golpeado, insultado, humillado o lastimado de ninguna forma, pero hacía mucho se prometió no volver a confiar en ningún otro ser vivo, sin importar de quien se tratará.

Abrió la puerta con suavidad antes de hablar.

—Zwein, ¿estas aquí? Ya casi es hora de la cena, no quiero obligarte a hacer nada que no quieras, pero no has probado bocado en todo el día.

Zenda examinó la habitación hasta encontrarlo en su rincón, le sonrió con dulzura y fue a sentarse a su lado, olía a frambuesas, le gustaban las fragancias dulces y los vestidos largos como el azul celeste que usaba en ese momento, tenía su larga cabellera negra atada en una cola de caballo que le llegaba hasta media espalda.

—Si quieres convertirte en un ser humano debes de comer, comportarte y pensar como uno. Lo que no siempre es sencillo si me lo preguntas ni siquiera para los que llevamos haciéndolo desde siempre.

Su voz era una aguda, pero reflejaba alegría, siempre parecía en control de sus emociones. A Zwein le gustaba el equilibrio que irradiaba la mayor parte del tiempo.

—Aunque quiero hacerlo no puedo traerte la comida aquí, debes de venir conmigo al comedor y recordar que eres una persona, no un animal.

Zwein quiso replicar que el mundo lo creía una Bestia, ¿qué diferencia habría?, pero no encontró las fuerzas para hablar, hacía tantos años que no pronunciaba el más pequeño de los sonidos, miró hacia los libros con anhelo; si pudiera leer lo que ocultaban en su interior, tal vez no estaría destinado a vivir en soledad para siempre, las palabras susurradas por completos extraños quienes no le conocían le harían compañía.

Zenda se levantó, caminó entre los estantes, recorriendo con el dedo los lomos y leyendo para sí misma los títulos de los libros.

—Este me servirá— declaró orgullosa tomando un libro pequeño y yendo a sentarse a su lado otra vez—. No eres igual a Darío. Puedo verlo en tus ojos. No aceptarás tu destino con tranquilidad, morirás luchando contra él o víctima de la inacción. Y no te salve para que murieras. ¿Comprendes?

Zwein no contestó.

Zenda le entregó el libro.

—No te enseñaré el idioma de los magos, pero si eres capaz de leerlo por ti mismo me convertiré en tu Maestra de magia. Muchos jovencitos en Stigma aspiran a tal honor, pero jamás he tomado a nadie bajo mi tutela. Adelante Zwein, muéstrame que eres más que un ser humano roto, más que una Bestia, incluso más que un Mago.

Intentó acariciarle el rostro, pero él retrocedió asustado, las caricias amables le eran casi desconocidas.

Zenda sonrió con tristeza, se levantó y antes de marcharse anuncio.

—Sólo por esta noche dejaré que te traigan tu cena a la Biblioteca.

Miró el libro con esos extraños signos en la portada e intentó descifrarlos sin mucho éxito.

Lo abrió por la mitad y se concentró…

Su Maestra volvió a la mañana siguiente, lo encontró en el mismo lugar con el libro cerrado a un lado y la mirada fija en los cientos de libros que aguardaban en las estanterías, la comida de la noche anterior yacía fría y sin tocar en el mismo sitio donde la sirvienta la había dejado.

—Supongo que te has dado por vencido— su Maestra se inclinó de rodillas para quedar a su nivel—. Lo lamento Zwein, pero esta es la única manera en que…

—Ma…es…tra…— su voz sonó aguda y apenas entendible por la falta de uso—. ¿Cu…ál… es… su…e…le…men…to…?

— ¿Pudiste leerlo?—preguntó ella sin ocultar su sorpresa.

Asintió suavemente sin añadir lo mucho que le costó al principio, lo desesperado, inútil y estúpido que se sintió durante las primeras horas al no encontrarle sentido a esas extrañas formas, pero como con mucha paciencia, calma y autocontrol las figuras se acomodaron en su cabeza hasta formar letras que se convirtieron en palabras y luego en frases. Ahora sabía que era un libro muy sencillo, para niños de siete u ocho años que apenas estaban introduciéndose en los principios elementales de la magia, pero la noche anterior le había parecido lo más complicado del mundo.

—Yo domino tres de los cinco elementos, pero mi favorito es el aire. ¿Sabes por qué?

Zwein negó con la cabeza.

—De los cuatro elementos es el menos apreciado, el más débil a ojos de muchos, pero combinado con los otros tres y usado por un mago talentoso puede hacer al agua más letal, al fuego más preciso, a la tierra menos firme. A donde quiera que vaya todo lo altera, nada permanece igual a su paso.

 

Zwein deshizó la barrera de fuego que los rodeaba al recordar su primer contacto teórico con la magia, llevaba tanto tiempo viviendo a la defensiva que había olvidado que en una pelea con magia contra un adversario como el Dashure no se trataba de fuerza bruta, tampoco de intimidar al oponente o siquiera amenazarlo, él Dashure no sentía miedo, dudas o ira; si quería tener una oportunidad de ganarle todo se reducía a estrategia.

—Ahí viene— le susurró Aysel señalando con el rostro a la criatura que se desplazaba entre la arena.

Zwein recogió un puñado de granos de arena, recitó un hechizo de tierra rápido y la lanzó en dirección al Dashure, cada vez que la Bestia intentaba avanzar una serie de columnas de piedra de hasta quince metros se interponían en su camino, el Dashure las embestía y destruía con su poderoso cuerpo, pero metros después otras tomaban su lugar, por cada columna que destruía, dos más se creaban a su alrededor, poco a poco, pero sin pausa una muralla de gruesas columnas de tierra se formó alrededor de la criatura hasta que le aprisionó dentro, impidiéndole moverse.

Los gritos de desesperación y angustia del Dashure resonaban dentro de su improvisada prisión, Zwein deseó poder dejarlo ahí, pero ese hechizo, aunque poderoso no lo retendría mucho tiempo, sin agregar la cantidad de magia excesiva que consumía. El sudor escurría por el rostro pálido de Aysel quién no mostraba signo de debilidad o agotamiento, pero por la expresión concentrada de sus ojos la velocidad con que su magia se gastaba debía resultar casi dolorosa. Cada columna que creaba requería de magia constante y el Dashure destruía varias por segundo que casi de inmediato necesitaban ser reemplazadas.

Si tenían una confrontación directa y Aysel estaba agotado estarían en amplia desventaja, tenía que terminar cuanto antes con esa pelea.

Invocó a la alfombra de arena y se elevó por encima de los centenares de columnas.

Palpó con el índice y el pulgar el aire, ambiente seco, poco viento. Perfecto. No tendría que gastar más energía ni magia de la necesaria en un hechizo ya de por si peligroso.

Estudió el paisaje ante sí, memorizó el lugar exacto que las columnas ocupaban bajo sí, imaginó al Dashure y recorrió el vínculo que lo unía a Aysel, asegurándose que tenía suficiente magia, delimitó el espacio y construyó murallas todavía más altas que las columnas alrededor del Dashure.

Lanzó su hechizo, simple, sencillo, diáfano, pero poderoso, porque el poder no yacía en las palabras, sino en las intenciones.

 

Mi estas via Majstro, Nusku

Mi ordonas al vi, forbruligu miajn malamikojn

Reduktu tiujn, kiuj ĝenas min cindron

 

Encerrado en su prisión de piedra, el Dashure ardió en llamas lanzando un grito de pura agonía que le estremeció hasta los huesos.

Los gritos se prolongaron durante quince largos y tortuosos minutos, Zwein no sintió placer en la victoria, ni siquiera alivio, en realidad por un momento se preguntó si a ojos de la Bestia él también era un ser monstruoso.

Pese a la cantidad de magia constante que las columnas y fuego necesitaban para mantenerse Zwein no comenzó a desbaratarlas hasta pasada media hora.

Aysel sólo le dirigió un par palabras en todo ese tiempo.

—Sabía que podías hacerlo.

Le habría gustado decir lo mismo de si mismo, pero había temido que no salieran con vida.

—Vayamos a comprobar el cadáver— exclamó Zwein descendiendo sobre las columnas que volvían a convertirse en lo que eran, simple tierra. El olor a carne quemada le revolvía el estómago.

Fue un parpadeo, una fracción de segundo, un instante…

Sólo alcanzó a sentir como Aysel lo soltaba de la mano y de un empujón lo lanzaba de la alfombra de la arena, el Dashure emergía de la arena con la piel negra en algunas partes y en otras con su característico color rojo descarnado, lanzaba un gemido de furia y expulsaba un torrente de ácido dirigido hacia Zwein, pero que Aysel recibió en pleno rostro, pecho, piernas y brazos.

Zwein perdió la concentración, la alfombra de arena desapareció bajo los pies de Aysel y el vampiro cayo al suelo lanzando horribles gritos de dolor.

Notas finales:

Gracias por leer, saludos...


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