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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, paso de rapidito, no tengo mucho tiempo.

Perdón por no responder los comentarios personalmente, he pensado que es grosero, pero a veces no tengo tiempo. Y la verdad es que me encanta leerlos, pero no quiero que se sientan obligados a dejarlos para que continúe, aunque seré franco son un GRAN motivador, no creo que deban ser la principal razón por la que alguien escribe. Y que me enredó más, ¿verdad?

Bueno, muchas gracias por sus comentarios, ¡¡¡los AMO!!!

anmamez

CaelumHiss

Alondra

Edmary

Y bueno, quería dejarles por aquí, el lindo dibujo que me ha dejado de CaelumHissde Zwein y Aysel.

Https://www.pinterest.es/pin/687854543071845823/?nic=1

Si gustad que quite el link me avisas y listo, perdón por publicarlo sin avisar.

Lo amé en verdad. ¡MUCHAS GRACIAS!

Y bueno, no sé que decir porque luego digo tonterías.

CAPÍTULO 63

Iyad había estado solo toda su vida, rodeado de compañeros, tutores, maestros, sirvientes, pero en esencia solo; incluso el día en que murió, aunque lo hizo rodeado de decenas de personas y consciente de su misión, no se sintió acompañado. Supuso que por ello apreciaba tanto sus reuniones nocturnas con su Recipiente, aquel joven Vampiro cuyos ojos curiosos desafiaban todo a su alrededor.

Lo vio venir desde lejos y la confianza con la que se conducía le produjo una pizca de orgullo y envidia a partes iguales. A él le había tomado años lo que para él otro era natural. Si tan sólo hubieran tenido más tiempo para enseñarle, educarlo, instruirlo, Aysel no tendría que ser sacrificado.

— ¿Es aburrido este lugar? — preguntó Aysel dejando caer su ropa e introduciéndose en la fresca agua del río que atravesaba el claro.

—No tengo tiempo de aburrirme— respondió—. Cuando tú vives, yo duermo y cuando sueñas, vienes a visitarme. Es un hermoso lugar donde yacer.

— ¿Cómo era tu mundo?

Aysel nadaba en un mismo sitio, se mantenía a flote y los cabellos mojados que le caían sobre la frente le hacían parecer todavía más joven, casi como niño.

—La magia y la tecnología convergían como conceptos independientes. Había miles de millones de seres humanos y decenas de miles de ideas. Las criaturas mágicas éramos admiradas, respetadas, temidas, pero no humilladas y los humanos carecían de éter. Era un mundo donde la magia era un don extraño, único y especial.

Aysel no contestó, dio un par de brazadas hacia atrás y nadó un largo trecho.

Iyad disfrutó observándolo, la cadencia y elegancia de sus movimientos reflejaban paz y alegría; era muy diferente al niño aterrorizado con el que se encontró cuando recién despertó, asustado de su propia fuerza y de haber asesinado a quién planeaba torturarlo hasta la muerte. Salió del agua y se recostó sobre la fina hierba, exponiendo su cuerpo desnudo a los rayos de Sol.

—Debió haber sido un mundo muy extraño— murmuró finalmente.

—A los que vivimos en esa época no nos parecía que lo fuera, era lo normal. Supongo que, si las personas de esa época vieran este mundo, les parecería extraño.

—Quizás tengas razón. ¿Y qué paso con ese mundo? ¿Cómo desapareció?

—No lo sé, mi cuerpo fue sacrificado antes de que sucediera. Tal vez sucedió poco tiempo después de que fuera entregado o mucho después, quizás nunca lo sepa.

Tal vez su hermano y hermana sabrían cuando todo cambio, quizás ellos vivieran un largo tiempo, acaso fueron los suficientemente dóciles para ser mantenidos con vida largo tiempo. Pero todavía no era el momento de que el Recipiente lo supiera, quizás nunca lo fuera. Decidió cambiar de tema.

—Muéstrame lo que sucedió hoy.

Aysel le tendió las manos a modo de respuesta, al principio no pasó nada, podía sentir como la incredulidad y el estrés se acumulaban en el cuerpo de su Recipiente.

—Relájate tal y como te enseñé, Los humanos inventaron las palabras a modo de cadenas, muros que se construyeron a sí mismos, temerosos de lo que podían llegar a hacer, pero las palabras nunca han sido necesarias. El éter no entiende de lenguajes ni signos, los elementos no responden a plegarias invocadas a deidades que no existen. Conecta con el éter que fluye dentro de ti y muéstrame.

En los tiempos de Iyad el culto a las cuatro deidades de los elementos ya estaba cimentado entre los humanos y los hechizos como tales existían, pero ningún usuario del éter, humano o criatura mágica habría creído que gracias a estos la magia se materializaba. Todos sabían que se trataba de talento, concentración, intención, confianza y entrenamiento. Las palabras podían servir como un agradable efecto placebo, pero eran igual de inútiles que sacrificar infantes a Dioses imaginarios. ¿Qué tanto arriesgaba a Aysel al mostrarle esta magia que en su mundo seguramente sería tachada de “primitiva” en el mejor de los casos y muchos dirían que era herejía? Por lo que podía extraer de los recuerdos y pensamientos de su Recipiente, ese humano Zwein en verdad se preocupaba por él; incluso en los pocos momentos que pasó junto al humano, sintió que anteponía el bienestar de Aysel al suyo. Tendría que conformarse por el momento con eso.

Los recuerdos, emociones y sentimientos de Aysel poco a poco fueron fluyendo hacia él, se distanció y la separó en información que le fuera útil: el Maestro estaba deprimido porque su madre había enloquecido, Max continuaba siendo un chico dulce y amable, cada vez que veía a los Centauros el alma se le desgarraba.

—Bien. Abriste las compuertas de tu mente, nos conectamos mediante el éter, ahora cierra esa puerta. No consumas más del necesario, tienes demasiado, pero no es inagotable. Recuerda lo que te enseñé.

—Una puerta que se cierra.

—Exacto, lentamente. Y guarda bien la llave.

Sintió como la respiración de Aysel se regularizaba, soltó sus manos y le sonrió con orgullo.

—Bien hecho, pequeño. Has progresado mucho.

Aysel se miró las manos un momento y las escondió en su pecho.

—No me gusta esa sensación— murmuró con el ceño fruncido—. Es…extraño.

— ¿Duele?

El Vampiro negó con la cabeza.

—No, pero…tampoco es agradable, es como si arrancarán una parte de mí.

—El éter es la fuerza que te permite producir magia, si llegarás a perderlo, morirías. Es tu fuerza vital— le explico Iyad extendiendo los dedos de su mano derecha, los insufló de una pequeñísima pizca de éter y la punta se tiñó de rojo—. Pero el éter no es algo que puedas dar infinitamente, el único capaz de agotarlo eres tú mismo. Por eso el cuerpo de una ser con éter sanará más deprisa que el de un humano, se trata del éter dentro de sí manteniéndolo con vida, pero una criatura mágica que ha decidido no quiere continuar, puede agotar su éter por sí misma y dejarse morir.

—Vi a muchos Familiares morir, ¿por qué su éter no lo salvo?

Los ojos de Aysel transmitían desesperación y angustia.

—Nuestros cuerpos son mortales, el de cualquier criatura en realidad. Podemos morir víctima del hambre, la sed, las heridas, la desesperación y en este mundo hace mucho que se olvidó como canalizar correctamente el éter. Lo que tú llamas Familiares y que son poco menos que esclavos tienen miedo de su propia magia.

Aysel giró sobre sí mismo y le dio la espalda. Iyad odiaba lastimarlo, pero no podía ser indulgente con su Recipiente, el mundo no lo había sido en el pasado y tampoco podía confiar en que ese humano estuviera siempre a su lado para protegerlo.

—El transmitir recuerdos y sentimientos ni siquiera es un hechizo, era algo que los bebes aprendían por si mismos a los pocos días de nacer, para comunicarle a los padres sus deseos y necesidades antes de que supieran hablar. Y a nosotros nos ha llevado semanas que dejes de temerle a tu propio éter.

Su Recipiente no contestó, quizás si hubiera exclamado algún sonido de desesperación o frustración, Iyad no hubiera temido haber sido demasiado duro.

De pronto Aysel giro, con voz cansada y gesto hastiado dijo.

—Enséñame todo lo que sabes, lo bueno y lo malo, lo útil e inservible, todo.

—Lo haré, pero no olvides nuestra promesa.

Aysel ladeó la cabeza y sonrió con gesto amistoso.

— ¿Quieres mi cuerpo? Lo tendrás, pero bajo mis condiciones.

—Te lo dije antes y lo repito ahora, no puedo esperar a que el humano que estúpidamente llamas Maestro muera. Para entonces será demasiado tarde.

Ante la sorpresa de Iyad el vampiro rompió a reír a carcajadas y después todavía desnudo se lanzó sobre él con tanta fuerza que ambos cayeron a la hierba, rodaron un par de veces, antes de que finalmente logrará someter al travieso Vampiro.

— ¿Qué es tan gracioso, Vampiro?

—Toda mi vida me la pasé esperando que alguien me amará y ahora tengo a dos hombres encantados conmigo. Es de lo más divertido.

—Yo no te amo— replicó Iyad.

A modo de réplica Aysel mordió su pezón derecho con tanta fuerza que sangró, en el pequeño oasis de Aysel el dolor no tenía cavidad, el placer se mezcló con el dolor y de los labios de Iyad escapó un gemido de placer.

— ¡No, tú me amas, tanto o incluso más que Zwein, estoy seguro! — un par de gotitas de sangre escurrían por la barbilla de Aysel—. De lo contrario no me habrías dicho como acabar con nuestras vidas. ¡No eres estúpido! Me diste un hermoso regalo para que no te abandonará—. Su recipiente tomó un mechón de su cabello oscuro, su sonrisa se disolvió con la misma rapidez con que apareció—. Y lo comprendo. Haz estado tanto tiempo solo. Lo lamento.

Aysel cerró los ojos como si en verdad lo lamentará.

—Tengo que irme, Zwein tiene pesadillas de nuevo, debo ayudarlo. Pero recuerda esto Recipiente— aquella palabra en los labios del chiquillo presuntuoso le provocó nauseas a Iyad—. Mi mundo, mis reglas. Y cumpliré mi promesa, este cuerpo te pertenecerá cuando no lo necesite. Una vez Zwein haya muerto no tendré razones para vivir. Adiós.

El Recipiente debajo de si desapareció, Iyad se puso de pie sobre la hierba e intentó sentir ira contra Aysel, pero por mucho que busco dentro de sí, sólo encontró curiosidad y un profundo deseo de conocerlo más a fondo.


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