CAPÍTULO 3
El mundo se detuvo, la ira de segundos atrás se convirtió en un terror puro y primitivo. Zwein no se atrevió a moverse, temeroso de que el más pequeño de los movimientos lo transformará en la pequeña y sucia bestia humana que años atrás había yacido en esas celdas inmundas. Él no era nadie, nunca lo sería. Jamás escaparía de su destino. Su padre siempre tuvo razón, su nacimiento fue una maldición…
—Señor Francis— la impasible y suave voz de Tirys evitó que se sumergiera en una espiral de angustia—. Discúlpenos, sólo vamos de paso. El señor Zwein ha venido a adquirir una bestia humana.
El hombre clavó sus ojos azules en él con arrogancia.
—Supongo que merezco una disculpa. ¿Qué esperas muchacho? — espetó dirigiéndose a Zwein quién lo miraba con odio—. Por más que seas un niño prodigio no debes olvidar el respeto a tus mayores.
Años después, Zwein miraría hacia atrás y pensaría en el momento en que su destino se decidió y no recordaría el día en que su Madre descubrió sus habilidades mágicas, ni el momento en que su Padre lo arrastró hasta aquellos calabozos oscuros ni la primera vez que su maestra le enseñaría a pronunciar sus hechizos, sino en el instante en que las palabras cargadas de odio, miedo y culpa escaparon de sus labios sin que él pudiera retenerlas.
—Ese vampiro es mío, ya lo he elegido— anunció con voz fuerte—. Es usted, señor, el que me debe una disculpa por lastimar a mi propiedad.
El agradable rostro de Francis se transfiguró en una mueca de odio por un instante antes de darle una fuerza patada al vampiro en el suelo, la criatura no exclamó el menor sonido.
— ¿Es cierto Tirys? ¿Ya lo había elegido antes?
—Lo es señor— mintió la pequeña sirena sin inmutarse—. El señor Zwein ya lo había elegido antes y hoy venía a recogerlo. Pensaba estudiar a las bestias humanas antes de llevárselo, esa es la razón por la que íbamos al último piso.
Los ojos de Francis se entrecerraron con suspicacia antes de asentir, no estaba convencido, pero tampoco pensaba pelear por un vulgar y estúpido vampiro, no cuando había decenas de criaturas hermosas y deseables a su disposición.
—Comprendo— respondió.
Dio media vuelta, murmuró un hechizo de tierra al final del pasillo y desapareció por el compartimento que se abrió.
—Tendrás que llevártelo— añadió Tirys una vez se quedaron solos—. Me he arriesgado mucho mintiendo. Puedes matarlo si lo deseas una vez estés fuera, pero debes llevártelo.
Zwein asintió acercándose a la miserable criatura que yacía sobre el suelo. Era joven, poco más que un niño entre los de su raza. ¿Cuánto tiempo llevaba prisionero en ese lugar?
—Alguna vez fue una grandiosa bestia— agregó Tirys— una fuente inagotable de magia para grandes hechiceros y brujas.
— ¿Cómo terminó aquí? ¿Por qué no es la mascota mimada de algún rico Mago?
No era raro que las bestias más poderosas vivieran entre lujos y placeres, encerrados en jaulas de oro, viendo mermada su magia día tras día.
—Su magia es incontrolable, ha llevado al borde de la muerte a más de un Maestro. No se atreven a decirlo, pero muchos le temen. Es poco más que un niño, obediente, dócil y sumiso, no hay razón para matarlo, pero tampoco para mantenerlo con vida.
Arrodillado a su lado Zwein no se atrevía a tocarlo por temor a lastimarlo.
—Esperaban que murieran— murmuró para sí mismo sin comprender a quien se refería realmente.
Todavía podía escuchar las palabras de su maestra advirtiéndole que en ninguna circunstancia tomará a un vampiro como familiar, pero desde el momento en que vio como el cerdo de Francis lo sacaba de las celdas supo que incluso si su vida dependía de ello no habría dejado a esa pobre criatura en manos de aquel monstruo.
—Me lo llevaré.
— ¿Lo matarás? — y por primera vez reconoció algo más que aburrimiento en la voz de Tirys, ¿ansiedad, deseo, temor quizás?
— ¿Deseas que lo asesine?
Recobrando su tono habitual Tirys respondió.
—Mis deseos no importan.
—No lo haré, pero tampoco impediré que él mismo lo haga.
“Si no puede elegir como vivir” pensó Zwein para si con amargura “Al menos podrá elegir como terminar su vida”
Tirys asintió satisfecha.
—Eres diferente a los Magos que he conocido— tímidamente murmuró.
—Quizás sea porque no soy un hechicero, sino una Bestia.
Zwein centró su atención en el vampiro frente a sí. Lo ideal habría sido examinar el nivel de su magia, el elemento por el que más se inclinaba, incluso su estado anímico, pero supuso que tendría que trabajar con lo que tenía.
Colocó las manos frente a la máscara de hierro, buscó dentro de si la tranquilidad y dulzura del agua, murmurando un par de palabras suaves sumió al cansado vampiro en un profundo sueño.