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No lo hagas, Stiles ||Sterek|| por Dark_Ness

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Notas del capitulo:

    El internet me odia. 

    En serio.

 

   Las flores nunca le habían parecido tan deprimentes.

    Tal vez recordaba por ahí haber leído un dato curioso que decía que las personas tendían a regalar flores en momentos especiales, como un aniversario, un cumpleaños o un funeral. Y Stiles comenzaba a creer que las rosas deberían ser sinónimos de dolor comprimido en bellos pétalos rojos.

    Era el constante recordatorio de la mala noche que había pasado; la cual ya había tenido lugar hacía unos cuantos meses.

    Se sentía patético por no superar aquel episodio tan cruel y bizarro. 

    Pero vale que, no podían culparlo. El chico tenía todas las esperanzas más bonitas e idóneas puestas sobre aquella confesión que nunca llegó a darse. Y es difícil superar el hecho de que no sólo no eres correspondido, sino que también tu amor de casi toda la vida ya tiene pareja y que encima se ve que es muy feliz con ella.

Porque también hubo otro dato curioso que Stiles no logró captar al momento.

Y es que Derek era todo un hombre heterosexual en la regla.

De esos que destilan testosterona con cada exhalación; que demuestran hombría con una mirada y que no necesitan hacerse valer de su palabra para demostrar lo mucho que si heterosexualidad lo caracterizaba. Una vez más, Stiles se vio analizando los hermosos atributos masculinos de Derek y se hundió una vez más en su desgracia.

Aunque, si quería ser desgraciado totalmente, tal vez sería mejor darle cuerda a sus pensamientos y rememorar lo que sucedió después en la casa de Scott.

***

Eran cerca de las dos de la mañana y Stiles llegó caminando a la casa de su mejor amigo, quien cabe destacar, se había ido una hora antes de que terminara la fatídica fiesta de Derek.

No estaba lloviendo en ese momento; pero el frío que calaba entre sus huesos se sentía igual o peor que cuando se empapaba durante aquellos días en donde llovía a cántaros y olvidaba su sombríos o el suéter con capucha.

Stiles tenía dibujado en la frente la palabra rechazo, con esa tinta indeleble que penetraba la epidermis eternamente y que dejaba una cicatriz eterna. Lo peor era que sabía que pudo haberse evitado esa molesta cicatriz; y no lo hizo por la simple y llana razón de querer ser valiente por primera vez en su vida.

Entonces el chico tocó la puerta suavemente. No esperaba ni siquiera que Scott le abriera. Pero una vez más, su hermano no le falló y no lo sólo lo dejó pasar, sino que le dio un abrazo que compensaba todo el dolor y el desamor que adquirió durante ese breve pero intenso encuentro.

—Traté de advertirte —le murmuró Scott con su voz fraternal, de esa que usaba cuando Stiles se raspaba las rodillas al caerse por el tobogán del jardín de infancia para consolarlo. Stiles se apretó contra el abrazo estrecho de su hermano del alma—. De verdad lo siento.

—Lo sé —solamente susurró mientras trataba de no soltar lágrimas. Simplemente el momento no lo valía—. Lo sé, Scott. Creo que siempre lo supe.

Scott le silenció con cariño y lo dejó alargar más el abrazo, hasta que el chico dejara de temblar entre sus brazos y lograra calmarse. Pero en realidad, trataba de prolongar el toque lo suficiente como para que el corazón de Stiles pudiera volver a latir sin ese doloroso ritmo lento y destrozado que tenía.

***

Stiles, de vuelta en el presente, se encontró abriendo la puerta del refrigerador. Quería hurgar lo suficiente como para sacar un frasco de yogurt que no estuviera vencido y así tomárselo sin siquiera respirar.

Había quienes decían también que la tristeza se combatía con lácteos y aún más tristeza; como para consolarte cínicamente con el hecho de que siente habrá alguien más miserable que tú sufriendo en ese mismo momento.

Pero no encontró el frasco.

Sin embargo, la puerta de su casa sonó con tres toques de nudillos.

Era un viernes por la tarde; casi anochecía, por lo que Stiles se puso alerta. Nadie en su sano juicio iría a visitarlo a esa hora, en especial ese día, cuando sabían que habían mejores maneras de pasar un fin de semana sin la compañía de un chico hiperactivo y molesto.

—Sé que estás ahí, Stiles. Tu feo y oxidado Jeep prácticamente brilla aquí afuera como Time Square en año —la voz de Erika, tan hermosa y demandante, le puso los pelos de punta al pobre adolescente que estaba en pijama—. Abre o tiro la puerta.

Y sí. Ya lo había hecho antes; por lo que nada le detenía para hacerlo en ese momento.

Pero eso no le evitaba preguntarse por qué ella, entre todas las personas, estaba ahí un viernes. Sus planes prácticamente eran ir de fiesta con su novio y pasar una hermosa velada en algún lugar del pueblo.

—Te lo advertí —gritó una vez más, a lo que Stiles corrió hacia la puerta para abrirla antes de que la cerradura se volviera a dañar. Entonces Erika sonrió cuando se encontró cara a cara con un nervioso Stiles—. ¡Pero mira nada más! Si estás vivo. Pensé que los ratones y la soledad absoluta habían acabado con todos lo vestigios de tu humanidad.

—Ese era mi plan; pero interrumpiste la primera fase —le respondió, lo que logró sacarle una sonrisa socarrona a la rubia—. ¿Pero qué haces aquí! Que yo recuerde, no hay planes de pasar un viernes en la noche en mi casa.

Erika pasó sin invitación a la casa del sheriff —quien estaba de guardia, por lo sí se lo preguntaban—, y le hizo espacio a aquellos que venían detrás de ella.

Stiles era un tono de pálido bonito, de esos que veías por la calle y notabas porque su color resaltaba otros aspectos de su cuerpo como su cabello o sus rasgos faciales; pero el tono casi mármol que había adquirido fue tan irreal, que muchos de sus amigos se preguntaron si el pobre chico nervioso estaba a punto de desmayarse.

Porque vale, Erika-Caos-Reyes no venía sola.

Al menos que Jackson, Lydia, Scott, Allison, Boyd, Derek y Braeden sean sólo una imaginación vivida y pertubadora de la mente dañada de él.

— ¿Te quedarás viéndolos como idiota o los dejarás pasar? —Erika ya se había puesto cómoda en el sofá de las visitas de Stiles; y a él no le quedó de otra que hacerse a un lado y dejar entrar todo el combo— Bien, eso pensé. Ya viene la pizza. Pasaremos aquí la noche.

Pero Stiles no podía ni siquiera procesar las palabras de su abusadora amiga. Sus sentidos estaban aturdidos viendo a Derek otra vez.

De repente regresó a su mente la manera cobarde en como había huido y evitado a Derek después de... lo que pasó. Y ahora, verlo ahí en la entrada de su casa con esa hermosa chaqueta negra de cuero y su eterno ceño fruncido, hizo cosas que se debatían entre llorar o enrojecerse.

Todos los demás entraron, hasta Braeden, quien ni siquiera sabía por qué estaba ahí en primer lugar. Y Stiles seguía parado ahí frente a Derek, con la camisa estirada del equipo de lacrosse que usaba en los primeros años de instituto, junto a sus pantalones de tartán negros y rojos y una apariencia en general de alguien que estaba pasando un momento difícil.

— ¿Puedo unirme a la reunión? —preguntó Derek al darse cuenta de que Stiles le estaba restringiendo el paso indirectamente con su estoicismo.

Stiles sabía que no debía dejarlo pasar. No después de todo lo que había estado sufriendo.

Pero esta vez no era nadie más quien le advertía una retirada inmediata.

Era él mismo quien no quería acceder.

Y sin embargo...

—... sí. Adelante. Estás en tu casa. —logró murmurar después de que su cerebro se haya apagado con la canción de Windows XP de fondo.

Ahí fue cuando Stiles comprendió, que muchas cosas podían pasar un viernes por la noche.

Y que esas cosas, no siempre eran las que uno se esperaba.

———


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