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Atracción Inevitable por Nickyu

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IV

Peligroso

 

 

Jyuto era consciente de que hacía lo mismo que siempre les reclamó a sus amigos, por ser alphas.

Pero es que de verdad necesitaba respuestas, tenía una fuerza interna que le exigía investigar al rubio.

El rubio no era un alpha.

Podía apostar todo a que no era un alpha.

Entrecerró los ojos, y sujetó el armazón de sus gafas, concentrado. Las luces de neón eran espectaculares. Jamás había entrado a un Host Club, pero quedó maravillado con la extensión y elegancia del lugar, además de que cada anfitrión era excesivamente apuesto, e iba acompañado de alguna mujer u omega masculino.

Fue difícil entrar. Tuvo que pagar un monto sólo por hacerlo, logrando evadir las miradas curiosas… porque era más que lógico que los betas masculinos no frecuentaban ese lugar.

Muy lógico.

Y él no estaba siendo lógico.

Tuvo que también pagar otro monto, por decir que estaba simplemente indeciso, y que no podía escoger a los anfitriones que le recibieron, y que pagaba por adelantado, para escoger luego a alguno. Dolió muy en el fondo de su orgullo, pero una investigación era una investigación, así que una vez adentro, sin más, empezó a buscar con la mirada.

Todos los anfitriones estaban dirigiéndose a una mesa específica. Los host rodeaban al rubio y a un cliente, mientras él, sonriente, abría una botella de champagne que tenía pinta de ser carísima. Una vez abierta a botella, la vertió sobre una torre de copas de cristal. Un hombre también estaba entonando una canción, la cual los acompañantes empezaron a cantar también. Era una canción de cumpleaños. Ellos coreaban,  alegres, mientras el anfitrión  rubio  —por simple intuición, era el más popular, pues vio su retrato con su excesivo costo— vertía más y más botellas en la torre de copas.

Entendía de qué iba el negocio. Los galanes que acompañaban a los clientes, eran los encargados de darles un trato óptimo y cariñoso, pero en cambio, el cliente, se encargaba de sustentar la noche de bebidas.

Paseó sus orbes verdes por toda la estancia, encontrando por fin al pelirrojo en una esquina, con aires de aburrimiento, porque cómo supuso, el omega no asistía a estos lugares, y ahora comprobaba que estaba únicamente por el rubio.  Un anfitrión se acercó al pelirrojo, pero este pareció negar su compañía, señalando al rubio, lo que dejaba clarísimo que no estaba en calidad de cliente… entonces, ¿tenía ciertos privilegios por ser amigo del host más caro?

Continuó observando, porque la música fiestera, las luces de variados colores parpadeantes, y las botellas que el rubio seguía vertiendo para llenar toda la imponente cristalería, eran en serio algo nuevo, un ritual que supuso no era frecuente, y que, por eso, era digno de mirar.

Un toque en su hombro hizo que volteara, cuando un host, con un rostro medio extrañado, le entregaba un especie de catálogo, y deseo morir, al ver a las fotografías de los anfitriones disponibles para esa noche.

Su orgullo moría lentamente, pero sentía que valdría la pena. Su lado curioso estaba siendo satisfecho a costa de su ego, que iba decreciendo cuando alguien deparaba que era un beta…  un beta masculino, en un local en dónde sólo atendían alphas.

Volvió a mirar al sonriente rubio.

O supuestamente.

Le devolvió el catálogo al host, pasándole más dinero, imitando la misma mueca de silencio que le había hecho a Samatoki, afuera de las instalaciones. Por fortuna, el anfitrión asintió y se fue.

Continuó observando hasta que una omega bajita, sonriente, miraba el espectáculo tan sorprendida y maravillada, cómo él.

—Es usted un anfitrión nuevo, ¿no? —Sonrió ella, dirigiéndole de forma fugaz la mirada, para regresarla a la torre de copas de cristal, que se apreciaba a lo lejano. Jyuto agradeció silenciosamente que al fin no lo hayan confundido con un cliente—. Es poco frecuente que un cliente pague por una champagne call, pues es algo costosa, pero yo lo he visto seguido, porque hasta yo pagaría una por Hifumi… —suspiró, y regresó la mirada al anfitrión rubio.

Hifumi…

Así que el rubio se llamaba Hifumi…

Lo había visto en el catálogo, y era el más costoso…

La omega que le había confirmado el nombre de su objetivo, se marchó luego hacia un pasillo —supuso que iba al baño—, y él continuó mirando desde su lugar.

Qué desastroso…  y no, jamás juzgaría a alguien por asistir a este tipo de negocios, era sólo que él jamás se visualizó en uno, y debía tener un aspecto incluso sospechoso, pues no sabía qué hacer… por razones más que obvias, no contrató a alguno de los anfitriones, y, encima, le había pagado a uno por su silencio. 

Se hallaban varios sofás elegantes distribuidos estratégicamente, y seguramente para grupos. Si es que esa celebración de champagne tower acababa, sería su fin, otra vez se reorganizarían los clientes con los host establecidos, lo verían a él sin un acompañante, y entonces en las instalaciones iban a sospechar que algo andaba mal. Muy mal.

Debía haberse informado. De verdad sí había hecho un plan, pero no pensó que el ambiente tuviese en su poder ciertas reglas que desconocía, y así, era obvio que su plan había fallado parcialmente.

Necesitaba calmarse, debía respirar y formular una nueva estrategia.  No tenía que lucir sospechoso, no debía llamar la atención, tenía que adaptarse al lugar y permanecer el tiempo que más le fuese posible. Tenía que obtener respuestas.

Buscó con la mirada al host que le había entregado el catálogo.  

Se le había ocurrido algo interesante.

 

 

 

 

 

Riou parpadeó agotado. Ladeó la cabeza hasta Samatoki, quién parecía dormitar de pie, pero en realidad, sólo tenía los ojos entornados a un nivel casi imposible. Parecía de verdad estar durmiendo.

—Maldición, me quiero ir… —se quejó el albino, frotando sus ojos con el dorso de su mano.

—Este es el barrio rojo de Shinjuku… —dijo, Riou, suspirando, con cansancio— ¿Está bien qué estés aquí? Te podrían reconocer…

—Sabes bien que yo no manejo este tipo de negocios —escupió con molestia el yakuza, recargándose en la pared, agotado—. De todos modos, suponiendo que estuviera relacionado con este sector… no, nadie importante me reconocería. Ni siquiera he estado un día fuera de mi oficina por asuntos de trabajo, y tú eres la más severa excepción con la que me haya encontrado. ¿No deberíamos entrar a ver qué le pasó? Se demora demasiado… a lo mejor a Jyuto si le iban los alphas, y ahora descubrió su paraíso —sonrió burlón Samatoki, y Riou rio de manera involuntaria.

—O lo reclutaron, tal vez —añadió Riou, cerrando los ojos, con una imperceptible sonrisa.

—También. Aunque aún no descarto que a Jyuto le agradara ser mimado… —se volvió a burlar, aunque luego borró la mueca socarrona, al ver al policía a unos metros, con cara enfurruñada— No seas amargado, es broma. ¿Cómo te fue? ¿Encontraste al alpha de tus sueños? —preguntó, esbozando una sonrisa ladina.

La fisonomía  fastidiada del policía, en seguida se relajó, hasta que trazara en sus labios una de esas sonrisas triunfantes, cómo cuando lograba capturar a algún delincuente.

—No es alpha, eso está clarísimo. Pero aún así, son las mujeres que lo contratan, porque son únicamente del sexo femenino; de los tres géneros, alphas, betas y omegas.

—¿Qué? Eso no tiene sentido —Arqueó una ceja elyakuza, bostezando.

—Pensé lo mismo, pero yo estuve ahí; lo vi. Él no es alpha… y tampoco es un beta.

—¿Es un omega? —Riou incluso frunció el ceño, extrañado— ¿Estás seguro?

—Completamente, pero deseo usar más información a mi favor, para sentenciar que efectivamente es un omega.

—Jyuto, no puedes obsesionarte con un anfitrión, amigo.  Apuesto a que te sacaron un riñón en este tiempo… con eso de que te gustó ser mimado… —El albino se burlo, curioso.

—Omitiendo tus bromitas imbéciles, sí, nunca había gastado tanto dinero en tan sólo unas horas… fue… horrible, todos me miraban como si fuera un beta dudoso de su sexualidad… un beta confundido…  —dijo con un tono muy bajo, consternado.

Riou y Samatoki sonrieron cínicos, jamás creyeron que oirían a Jyuto contar ese tipo de situaciones.

—Las llaves —musitó el policía, ladeando la cabeza, cansado—, bebí, así que no puedo conducir. Te lo encargo —se dirigió a Riou, mientras le señalaba el auto.    

—¿Vas a volver, próximamente? —preguntó Riou, con tono apacible. Se dirigió al vehículo, mientras era seguido por sus colegas.

—Tengo que volver. Por supuesto, te ayudaré a investigar sobre tu omega. Sobre Hifumi, esto es mi asunto y no va a entorpecer nuestra investigación, descuida.

—¿Hifumi? —El alpha de cabello blanco preguntó, curioso y patidifuso.

—Su nombre es Hifumi… —aclaró el beta, soñoliento— El más costoso de todos los acompañantes es un omega… y se supone que aquel lugar ofrece servicios de alphas…

—¿Vas extorsionarlo? —aventuró, Samatoki, sonriendo de esa forma torcida y seductora que sólo él podía lograr.

—¿Tan maldito soy? —Jyuto se pensó su pregunta—. Bueno, lo soy… pero, no voy a dañar a un omega, él no hace daño a nadie, ¿por qué debería dañarlo yo? Además… ha captado mi interés, sólo quiero averiguar sobre él,  no quiero arruinarle su vida.

—Hm… él te gusta —dijo, Riou, serio, comprendiendo con una velocidad impresionante el interés repentino de su colega. Subió al auto, mirando hacia atrás, cuando Jyuto se sentó los asientos traseros—. Si dices que es un omega, tiene el aspecto de ser uno muy peculiar.  Es guapo, así que te debe atraer de  alguna manera.

—Yo no soy un alpha, Riou, no tengo que aclarar a cada instante que esos ataques de repentino sentimentalismo, no me atacan a mí.

Riou encendió el auto, permaneciendo callado. ¿Por qué se juntaba con dos cabezas duras? Bueno, en realidad… los tres eran cabezas duras y por eso se toleraban mutuamente.  Jyuto era retorcido y listo, y  Samatoki muy explosivo y reservado, pero no le podían engañar a él, eso jamás.  Su medicamento no incapacitaba su olfato, sólo lo atenuaba.

Y podía oler a Jyuto, que pese a ser un beta, desprendía un aroma extraño, que jamás había percibido…

Cómo si el beta estuviese siendo seducido…

¿Un omega seduciendo a un beta…?

A lo mejor Jyuto tenía razón, y sí se estaba confundiendo…

 

 

 

 

 

—No, no, ¡es que esto es una jodida mierda! —ladró Samatoki, irritado. Había recibido un montón de llamadas en el camino, pero se rehusó a contestar. Incluso después de dejar a Jyuto en su oficina, las llamadas continuaban.

Riou quería darse prisa y dejar a Samatoki en el lugar que le había pedido; el Puerto de Yokohama.  Por alguna razón, si el albino se ponía de mal humor, se lo contagiaba al resto. Por eso prefería tener que lidiar con un Samatoki sarcástico y fastidioso, a uno enojado y enrabietado. Seguro esas llamadas eran muy confidenciales,  y entendía que el yakuza quisiera ocultarlas… debía tener sus razones.

—¿Cómo haces para parecer una piedra todo el tiempo? Nada te molesta —soltó de repente el albino, suspirando, mientras echaba  la cabeza hacia atrás. De verdad parecía agotado.

—Hm… ¿piedra…? —repitió Riou, mirando unos instante de reojo a su acompañante— No lo había visto así, ¿tan estoico parezco? —preguntó, curioso.

—Tranquilo, en realidad. Bueno, si te hacen enojar das miedo, pero eso no sucede casi nunca —aceptó Samatoki, con los ojos entornados.

—Yo… siento mucho haberte sacado de tu trabajo, Samatoki —dijo, repentinamente, el alpha de ojos azules, concentrado en el recorrido—. Espero no haberte causado muchos problemas.   

Samatoki le dirigió la mirada, sonriendo luego de forma sardónica.

—Deja eso, en serio. Lo que estás viendo ahora no son problemas por haber salido un jodido día, es por otros factores… un malnacido desgraciado, y ayudantes ineptos en ese tipo de situaciones. Una maldita porquería, que no sé cómo voy a solucionar, porque pensé que había hecho lo correcto hace años, pero al parecer, esa mierda no se remedia tan fácil.

Muchas maldiciones seguidas. En definitiva, Samatoki la estaba pasando muy mal, y estaba enojadísimo. Si ya de por sí tenía un carácter horrible,  en esas ocasiones empeoraba, y Riou calló, para evitar que siguiera hablando. Si se llegaban a pelear, Jyuto no estaba para impedir cualquier cosa, porque Samatoki era de los extraños factores  que lograba ponerlo de mal humor también.

En lugar de emitir palabra alguna, meditó lo que había dicho Samatoki; «…pensé que había hecho lo correcto hace años, pero al parecer, esa mierda no se remedia tan fácil.»

¿A qué se refería con eso?

Y recordó repentinamente que el pasado de Samatoki era tan misterioso como él mismo.  Había perdido a sus tres buenos colegas y, actualmente, se llevaba pésimo con uno de ellos. Y eso sólo remontándolo al ámbito afectivo. Había muchas cosas que el albino ocultaba, y la muestra de eso era una rabia reprimida, que difícilmente controlaba.

Sólo por ese efímero instante, recordó que era peligroso desenterrar el pasado… y más aún si este seguía teniendo las  secuelas aún vivas…

 

 

 

 

 

 

Riou suspiró, recordando que parte de sus días de descanso, se le habían agotado estrepitosamente. Y es que se la había pasado en el distrito Shinjuku todos esos días, a horas fijas. Cómo ahora, que esperaba el tren que pasaba a las siete de la mañana, pues Doppo tomaba ese tren para ir a trabajar.

Doppo…

De sólo recordar el nombre, su corazón dio un brinco, y se sintió avergonzadísimo, porque como le había reiterado Jyuto, él no era impulsivo. De hecho, hasta se podrá decir que era un poco desinteresado hasta cierto punto.

Pero no podía evitarlo.

Cómo si fuese un títere siendo manipulado, olvidaba completamente la lógica y razonamiento, y seguía sus impulsos liderados por esas fuerzas maquiavélicas. Lo peor era que estaba  consciente, pero no podía hacer nada para revertirlo…

Tal vez si se iba en ese momento, podría escapar de todo lo que conllevaba entrometerse en la vida de un desconocido. Se ahorraría problemas, y probablemente, dejaría de pensar en el bellísimo omega pelirrojo, a pesar de que algo dentro de él le exigía que se acerque, que busque la forma de hacerlo feliz…

No podía escapar, lo sabía bien, pero al menos haría el intento… o eso se dijo, antes de ver al pelirrojo llegar corriendo, desmadejado. Llegó justo al mismo  tiempo que el tren.

 Subió junto a las demás personas, y cómo era costumbre, el transporte quedó repleto. A pesar de estar rodeado de un montón de pasajeros, se distinguía con claridad la cabellera rojiza del omega. Observó entonces que ese día lucía particularmente calmado… cómo si estuviese relajado… en paz.

De alguna forma, eso le alivió también, de manera inconsciente. No soportaba ver esos ojos exóticos, tristes, ni una mirada profundamente transparente, que reflejaba desesperación.

Habían llegado a la siguiente estación, en dónde algunas personas bajaron y subieron otras. Tuvo que moverse un poco, porque alguien atrás era muy insistente, y no quería problemas, él era alguien muy pacífico. Regresó su mirada al oficinista. Doppo se había alejado un poco, hasta quedar frente a una ventanilla.   

Faltaban aún dos estaciones, para quedar cerca del Hospital Central de Shinjuku, área del lugar de trabajo del omega, así que trataba de distraerse, mirando la ventana, por encima de las cabezas de los demás pasajeros, pero sin desearlo, regresó la mirada hasta él.

Entornó los ojos, algo andaba mal… si antes Doppo parecía sereno, ahora estaba nervioso, cabizbajo. Lo vio ladear apenas la cabeza y mover con suavidad los labios, hasta que otra vez fue empujado contra la ventana. La aglomeración de personas le impedía ver bien que pasaba, hasta que se percató de un hombre que se apegaba con insistencia al pelirrojo, mientras le susurraba cerca de la oreja.

Por un momento, su mente quedó en blanco, hasta ser dominado por una furia indescriptible, que parecía haber consumido todo su ser. Empezó a caminar, sin quitarle la vista a ese miserable que acosaba no sólo a su objetivo amoroso, sino a un omega…

Sin importarle ser brusco, se desplazó entre las personas, hasta detenerse frente al tipejo ese.  Cómo sospechó, no sólo se estaba acercando de manera indebida a otra persona, estaba paseando sus dedos en la bonita figura del pelirrojo, aprovechando la exagerada cercanía entre los pasajeros.

Con rapidez, tomó la muñeca, en un fuerte agarre, que hizo que de sus nudillos huyera el color. No pronunció ninguna palabra, pero sus fríos orbes se posaron en el hombre, hiriendo con el filoso presagio de muerte que prometían. El agarre  a la muñeca del extraño, incrementó, y el individuo trató de soltarse, emitiendo un quejido de dolor.

—¡Yo no hice nada! —se defendió el hombre, tirando con fuerza de su brazo, para soltarse del fuerte agarre en su extremidad.  Y cómo si la suerte estuviese de su lado, fue el primero en salir, siendo arrastrado por personas cuando llegaron a la siguiente estación.

La mirada aterrada del pelirrojo le preocupó, y en unos segundos  entendió a que se debía; los pasajeros que se habían quedado los observaban.  Apenas le quiso decir algo, el pelirrojo bajó junto a las demás personas, y él no dudo en seguirlo, sin entender porque había bajado, si aún faltaba una paradas más. 

Recorrió con la vista, a una velocidad impresionante, la estación Higashi-Shinjuku. Encontró a Doppo sentado en los asientos, angustiado, mientras se abrazaba a sí mismo. Antes acercarse hacia él, se dirigió a una máquina expendedora, de la cuál compró una botella de té.

Dudó si acercarse, aunque finalmente lo hizo.

—¿Se encuentra bien…? —preguntó, sabiendo la obvia respuesta, ¿quién iba a estar bien luego de pasar por una situación desagradable como esa? Quería golpearse con algo.

El oficinista levantó la cabeza y, gracias a eso, por fin pudo apreciar con mayor detalle los exquisitos ojos del omega. Ese color inusual, bellísimo… pero lo que más le gustaba era que eran demasiado transparentes… no mostraban temor, más bien era irritación, desagradado.

—Gracias, estoy bien… —susurró el omega, mordiendo su labio inferior— Usted me ayudó, y aún así no le agradecí, en verdad me disculpo por eso —dirigió una de sus manos hasta su bolsillo, de donde extrajo una tarjeta gris, a la vez en que se ponía de pie—. Es un gusto conocerle, este soy yo —le extendió la tarjeta de forma cortés y, Riou por fin pudo obtener de forma legal esos datos que tanto había estado ansiando.

—El gusto es mío, soy Busujima  Mason Riou —se presentó él también, sonriendo de forma tenue, mientras guardaba la tarjeta—. Si usted desea, podemos ir a la estación de policía, a poner la denuncia.

—No, no —negó de inmediato el omega, desviando los ojos—. Lo siento, por preocuparle. Está bien, éstas cosas suceden a menudo, no importa —trató de sonreír, aunque en vez de eso, pareció una mueca desilusionada. Afligido, volvió a tomar asiento.  

—Usted luce apesadumbrado —añadió Riou, atento—. No es algo que se deba obviar, usted fue víctima de un delito.

—Es que no es… ¡no es eso! —se exaltó el oficinista, apretando los labios— ¡Yo no estoy siendo intimidado! Sé defenderme, es por eso que me siento decepcionado de mí mismo, fui atacado y aún así no pude hacer nada…  nunca puedo hacer nada bien…  ni siquiera cuidar de mí mismo… —explicó, con la voz quebrada, aunque posteriormente, lanzó una risa desganada— Da igual… esto fue mi culpa, si yo no me hubiese  distraído, esto probablemente no hubiese pasado…

—¿Cómo podría ser esto su culpa? —preguntó, un poco enojado— No debería culparse por algo que es responsabilidad de otra persona.

Doppo bajó la cabeza, recordando lo que siempre Jakurai le decía: «Debería dejar de culparse de todo, Doppo-Kun, no todo es su culpa».

Pero no podía evitarlo.

—Yo… le he comprado esto, no estoy seguro si le gusta este tipo de té, pero fue lo que conseguí —explicó el alpha, un poco nervioso. Le ofreció la bebida,  y el omega levantó la cabeza, sonriendo de forma tenue, mientras tomaba el objeto.

Apenas Doppo separó los labios para decir algo, su teléfono sonó, logrando exaltarlo. Buscó en el maletín el móvil, entornando los ojos para ver el contacto que lo llamaba.

—Discúlpeme un momento, por favor —pidió el pelirrojo, antes de alejarse un poco,  para contestar.

Riou asintió lentamente, observando a su dialogante caminar.

—Sí, yo… no, no sucede nada. Lamento el retraso, tuve un inconveniente en el tren… —Una pausa, en la que pudo observar con claridad el rostro nervioso del omega— Eh, no, no, no —negó con rapidez, mientras fijaba sus bonitos ojos en el suelo—. Sí, estoy bien, descuide, Jakurai-Sensei. Sí. Estaré allá de inmediato, en serio le agradezco muchísimo. ¿Ellos están allá…? —Calló un momento, mientras su rostro se afligía aún más—. Entiendo, iré en taxi, para llegar rápidamente. Sí. Muchas gracias doctor, lo siento por haberle preocupado —se despidió, finalizando la llamada.

Doppo resopló, cerrando los ojos, como si con ese acto, estuviese obteniendo una valentía que no poseía.  

—Siento mucho la interrupción —dijo el omega, al regresar—.  Y siento mucho haberle hecho comprar el té, ¿cuánto le debo? —añadió, palpando sus bolsillos.

—Eh, no. No es nada, descuide, lo compré para usted —Riou se apresuró en explicar.

—Insisto —reiteró Doppo—, es mi culpa que usted haya gastado su dinero —dijo, frunciendo el ceño, algo extrañado.

Se dirigió hasta los asientos, en dónde había dejado su maletín, abriéndolo, con rostro afligido. Y por fin entendió, cerrando los ojos, con cansancio y frustración.

—Mi billetera… —Recordó Doppo. La había sacado para  dársela al extraño, pensando que esa persona que lo tomó por la cintura, era un ladrón. Al momento de salir, por el trance, olvidó guardarla en el maletín.

—¿Perdió la billetera en el tren? —entendió con rapidez increíble el alpha, acercándose, cauteloso— Seguramente podemos encontrarla si nos comunicamos con la estación de tren.

—La verdad, tengo algo de prisa… así que no importa mucho, es posible recuperarla después —explicó en voz baja el pelirrojo, abatido—. Voy a llamar a un amigo, para así poder retribuirle su dinero, pues además de que tengo que dirigirme de urgencia al hospital.

—¿Necesita ir al hospital? —preguntó lo que ya había mencionado el omega, pero quería cerciorarse. El oficinista asintió lentamente, desconcertado— Me parece que si espera a ese amigo suyo, perderá tiempo valioso. Podemos ir en un taxi, está bien, de todos modos, iba a un lugar que está un poco cerca del Hospital Central.

Doppo negó, un poco angustiado. No podía causarle problemas a un desconocido amable… pero… tampoco quería llamar a Hifumi. Él no solía salir mucho de casa, por sus crisis de pánico. Sería desconsiderado sacarlo, por un asunto que era su culpa.

No quería molestar a Riou, pero tampoco podía exponer a su amigo…  aunque rápidamente, se percató de algo…

—Se lo agradezco muchísimo, de verdad, pero… ¿cómo sabe que debo ir al Hospital Central? Hay algunos hospitales por el área… —preguntó, tratando de no exponer la cautela en su voz, aunque Riou era igual de observador, y pudo notarlo.

Si el omega no estuviese viéndolo con una minuciosidad y curiosidad increíbles, se habría dado una palmada en la frente. 

Idiota.

—Leí que su lugar de trabajo está cerca, de su tarjeta de presentación…  —recordó repentinamente, aparentando calma— Pero si el hospital es otro, podemos ir sin problemas —añadió, casi suspirando del alivio, cuando el omega asintió.

—Sí, ese es el lugar, en verdad se lo agradezco muchísimo… —sonrió de manera tenue el oficinista, mientras recogía el maletín y guardaba el teléfono— Siento mucho causarle problemas. Entonces, debemos salir de prisa, para encontrar un taxi.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

>La llamada de champagne, o champagne call, se da cuando una cliente  ordena un champagne especial, entonces  todos los anfitriones del club abandonan momentáneamente a los clientes que atienden y se reúnen alrededor de su mesa para una "llamada de champán".

Las luces neón y / o la música comienzan cuando se acoplan desde todos los rincones del club. Mientras tanto,  un camarero prepara una bandeja de copas de champán vacías para un brindis, el líder del club toma el micrófono y dirige una canción para beber, misma que todos los anfitriones le cantan a la afortunada. Después de que su artista principal destape el corcho, todos los anfitriones toman un brindis y luego la botella se entrega al cliente para que termine.

 

Fue algo que hallé en mi investigación.  Creo que todos los que escribimos fics del HypMic, al menos, la tenemos difícil en la parte de Jakurai y su entorno: el hospital. La red carece de información elemental, así que, por favor, háganme  saber de algún fallo.  Estoy tratando de adapatarlo lo más posible a la sociedad japonesa. xD 

Sin más, cuídense~ <3

 


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