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Sweet, sweet omega. por David_tank

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Kakuzu aún no podía creer en que se había metido, se suponía que solo tenía que ir a buscar a otro chico problema, pero no, ahora estaba mirando al pequeño omega retorcerse en el asiento trasero de su auto, gimiendo bajo y respirando agitado. Todo el automóvil apestaba a esa suave y dulce esencia, que le mantenía inquieto.

Su lado alfa rogaba por follarlo en ese mismo momento y lugar, pero debía controlarse, no podía llevarlo al centro juvenil, sería seguramente violado por todos esos alfas adolecentes. Sería una sentencia.

Se detuvo en una farmacia y cerró el auto con seguro para que no escapara, compró inyecciones supresoras de efecto rápido y regresó, tomando asiento en la parte trasera, junto a Hidan, el cual se removió intentando escapar.

            –Alejate…–Gruñó el menor, sus mejillas estaban calientes, de un hermoso rojo que contrastaba con sus ojos lila claro.  Su voz temblaba ante la excitación y no pudo omitir el aroma caliente y picante del alfa, su genética le hizo gemir en apreciación y de inmediato se tapó la boca con ambas manos.

            –Quedate quieto, son supresores, así que dame tu maldito brazo antes de que no pueda controlarme. –Dijo en modo de regaño, peleando cuando Hidan no quiso entregarle su brazo.        

            –¡No! ¡Suelta…Maldito viejo…!–Pateó lo que pudo hasta que Kakuzu le sentó en sus piernas, le tomó el brazo y en un movimiento rápido le inyectó la formula, gimoteó y lloriqueó, solía casi atragantarse con supresores en capsulas, las inyecciones eran nuevas para él y además ¿Qué le aseguraba que lo estaba sedando o algo? Gimió cuando la aguja fue retirada y notó la erección entre sus nalgas, cerró los ojos y movió un poco su cadera, aquello no debería gustarle, menos con un viejo que apenas conocía, pero saber que de alguna manera le atraía, era extraño, nuevo.

            –No vuelvas a hacer esa maldita cosa o…–El moreno quiso amenazarlo, el cuerpo del alvino se tensó de inmediato, seguramente no lo había  hecho consiente. Inhaló el aroma de Hidan de su cuello y le acarició el brazo, podía sentir apenas como se relajaba y tras unos segundos le volvió a empujar contra el asiento y salió del auto, caminando un poco, necesitaba tranquilizarse o terminaría violando al mocoso, tomó su celular, realizando una llamada.

            –Hey, Kizame…–Dijo en cuando se escuchó una respiración–Tenemos un problema, el chico que fui a buscar, ya sabes, menor de edad, robo, Hidan. –Intentó hacerle recordar a su colega. –Es un omega, ah, pero no es todo, el niño esta en celo. –Pudo escuchar un cambio en la respiración ajena.

            –Mierda, eso no es bueno…–Dijo tras unos segundos. –No lo puedes traer acá y lo sabes, es un caso excepcional ¿Estas bien con él? Quiero decir, con tu lado Alfa.

            –Por ahora lo controlo bien.

            –Entonces perfecto, estará bajo tu protección hasta…El tiene 17 años y seis meses, ¿Qué tal los seis meses? Le informaré a Pain.

            –¿Qué mierda? No jodas, acordamos que no tomaría mas por protección y lo sabes.

            –Entonces déjalo conmigo, no hay problema, pero ahora estoy en un caso fuera de la ciudad, solo podría tomarlo mañana y vemos el tema del papeleo con Pain.

            –Correcto. –Gruñó de mala gana, tener jóvenes por protección era complicado, porque no era una adopción como tal, solo eran meses donde los cuidabas casi como hijo, el gobierno te aportaba para cuidarlos, pero todos esos chicos eran bastante jodidos, casos únicos, especiales.

            –Nos vemos. –Guardó su celular y suspiró, regresando al automóvil, Hidan tenía el ceño fruncido y  parecía apenas un poco menos agitado, abrió su ventana, intentando ignorar el aroma del menor. No hubo palabras hasta que llegó a su hogar, de hecho, Hidan estaba dormido, mucho mas tranquilo y optó aquello para cargarle hasta el cuarto de invitados, era amplio, con baño propio y tenía televisor, un mueble y un sofá. Lo solía ocupar para los casos de protección.

El menor no despertó, apenas hizo un ruido y en ese segundo el moreno se dio cuenta de algo, estaba bastante ojeroso y parecía pesar poco para ser alguien de su edad, le recostó con cuidado y salió, cerrando la puerta con llave, necesitaba una ducha larga y mientras mas fría mejor.

Cuando había entrado a estudiar para ser asistente social, nunca pensó que por su casa vivirían niños y jóvenes, si bien, era algo que se podía negar, en primera instancia Kakuzu creyó que sería capaz y no, claramente su paciencia con mocosos por su casa era horrible.

Tras la ducha, se había puesto un pantalón de chándal negro y una camiseta sin mangas gris, el cabello suelo y aún húmedo, no tenía que aparentar ser un hombre de traje en su casa así que fue a preparar comida para ambos hasta que unos golpes le alertaron. Seguramente el mocoso había despertado.

            –¡Dejame salir! –Gritó golpeando una y otra vez la puerta, el mayor la abrió y vio a Hidan con el rostro rojo, seguro por el esfuerzo. –¿Dónde mierda estoy?

            –Mira, mocoso sin respeto. –Reprendió Kakuzu cerrando la puerta tras de sí, notando como el alvino retrocedía unos pasos. –Estas en mi casa, hasta mañana estarás acá porque al ser omega no se te puede llevar al centro juvenil. Luego vendrá alguien mas por ti y te cuidará por lo menos hasta que seas capaz de ser alguien por tu cuenta.

            –Soy alguien por mi cuenta, maldito anciano, déjame ir y te mostraré, no soy un maldito omega que no puede hacer mierda por su cuenta, sé vivir solo. –Gruñó indignado ante las palabras del mayor.

            –¿Acaso no sabes que estas en peligro? Ser omega te hace vulnerable, años en los que yo no veía  a uno, eres uno entre miles, así que te quedarás callado, tomarás un baño y luego comerás.

            –No. Soy. Vulnerable. –Quería golpear al imbécil, ¿Cómo se atrevía? Estaba por arremeter contra él cuando notó que su pantalón aun estaba húmedo y pegajoso. La vergüenza recorrió todo su ser.

            –Ve a bañarte. –Ordenó y cerró la puerta con llave.

Hidan comenzaba a odiar que le mandara como si nada, como si fuera su jefe, todos los malditos alfas eran así, mandones, malhumorados, con aires de ser grandes Reyes solo por su condición, si bien, eran bastante mas normales que los omegas, la mayoría de las personas eran solo betas. Por su lado, odiaba ser un omega, odiaba los calores, odiaba depender de supresores desde que tenía 12 años, odiaba todo aquello.

Cuando tomó por fin la ducha, se sintió cansado, probablemente ser un omega no podía para nada las cosas fáciles, la humedad en su entrada aun era presente y odiaba incluso tocarse a sí mismo, a pesar del dolor y la necesidad, nunca lo había hecho, odiaba su condición mas que cualquier cosa y hacer aquello sería aceptarla, sin duda prefería seguir tragando pastillas.

Tras salir del agua tibia, buscó en los muebles, había ropa en bolsas nuevas, ropa horrible, de color negro, gris o blanco, sacó ropa interior, un pantalón y una camiseta negra, sería imposible salir, las ventanas estaban con rejas y la puerta cerrada.

Se sentó y respiró, debía saber el nombre de esa inyección, porque se sentía totalmente bien, como si su celo nunca hubiese comenzado en absoluto.

            –Te traje la comida. –El mayor pasó al cuarto, dando una mirada de reojo al menor y dejó la bandeja sobre el mueble, un plato con arroz, carne picada, verduras y un postre de fruta picada con crema. –Come. –Ordenó antes de salir.

Por un segundo Hidan había olvidado que mas allá de ser un amargado, Kakuzu era humano, se vestía despreocupado en casa, mostrando sus hombros marcados, su cabello suelto le hacía ver un poco varonil y su estomago se volteó ante la idea, comería e ignoraría su cuerpo.

Al despertar se removió un poco, le costó unos minutos reaccionar en donde estaba y respiró contra la almohada, su rostro estaba caliente, pero había dormido tan bien, una cama cómoda y seguramente había dormido mas de ocho horas. Frotó su rostro contra la almohada un par de veces y comenzó a notar que su cuerpo nuevamente estaba caliente, había apenas un poco de lubricación en su entrepierna y gimoteó frustrado, había esperado que la inyección durase mas tiempo. No tenía intención de levantarse aún cuando la puerta fue tocada y abierta a los segundos.

            –Hidan. –Comentó Kakuzu en modo de saludo, ingresando con otro hombre igual de grande y construido que él. –Vienen por ti. –Anunció y el menor apenas entendía de que se trataba antes de sentarse en la cama.

            –Necesito otra inyección. –Dijo en voz ronca, casi exigiendo, el aroma de dos alfas cerca de si le intimidaba, aún mas sabiendo que su calor en el segundo día era un poco mas intenso.

            –Es una por ciclo, niño. –Comentó el hombre de cabello azul, mirando de forma evaluativa al alvino.

            –No entiendes ni mierda, puedo tomarme un bote de pastillas en mi ciclo y no me harán nada ¿Entiendes? Necesito supresores. –Exigió nuevamente, apretando los puños contra las mantas. Ambos Alfas fruncieron el ceño, usualmente era normal tomar cuatro o cinco pastillas para un omega en un celo o una inyección de carga hormonal, no un bote que tenían entre 20 a 40 capsulas.

            –Estas mal de la cabeza, no te daremos nada, ve a bañarte y luego baja a desayunar. –Gruñó Kakuzu y salió junto al contrario, dejando al menor solo.

            –¿Qué te pareció? –Preguntó el castaño mientras bajaba a la cocina, preparando la cafetera y extendiendo una taza a su compañero.

            –Totalmente follable, pero…–Tosió cuando notó la molestia de su amigo. –Oh vamos, es un omega, es claro que en su celo va a ser…tentador, pero para ser un omega, tiene una lengua afilada, lo cuidaré bien. –Guiñó el ojo y notó la molestia ajena. –¿Estas interesado en él o solo es tu lado alfa?

            –Callate, solo es mi lado alfa, es un mocoso irrespetuoso y problemático…–Vio de reojo como Hidan pasaba hacía la puerta de la calle y rodó los ojos, estaba cerrada y no había forma de salir. –Hablando de…

            –Yo iré. –Kizame se levantó, viendo al menor intentando girar la perilla principal sin logro alguno, caminó hasta quedar con su pecho sobre la espalda del menor, el cual se estremeció. –No me he presentado apropiadamente ¿No es así? –Preguntó sosteniendo la cadera del menor, inhalando el dulce aroma de su cuello, aspirando casi obscenamente.
Hidan se quedó sin aire ante la sensación nauseabunda de sus cuerpos tan juntos. –Kizame, seré tu cuidador, cuidaré tan bien de ti. –Rozó sus labios al cuello ajeno y este se estremeció.

            –Te castraré como me vuelvas a tocar. –Dijo en defensa Hidan y fue girado rápidamente para quedar frente a frente, la sonrisa puntiaguda del mayor le hizo sentir miedo, pavor.

            –Te enseñaré como respetar a un alfa, omega. –Gruñó tomándole por el trasero, Hidan gimió en defensa con desagrado, su cuerpo reaccionaría aunque él no quisiera. –Te haré…

            –¿Qué le harás? –Preguntó una profunda y molesta voz desde su espalda, Kizame apretó el agarre en Hidan.


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