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Campechana de historias por lizergchan

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Notas del capitulo:

En el gran continente de Acraya, existía un bosque maldito y temido, pues en el habitaba toda clase de demonios y criaturas salvajes. En el centro de aquella espesura olvidada por la mano de Dios, existía una gran torre que se perdía entre las nubes y era tan negra como una noche sin luna o estrellas.

 

La Torre era habitada por un ser que no era hombre ni bestia. Algunos decían que una vez fue humano, otros que jamás lo fue, pero todos estaban de acuerdo que había sucumbido a las tinieblas a causa de la pérdida de su amor, y enloquecido por el dolor, se arrancó su propio corazón.

Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marver Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión. Créditos a los autores de las imágenes de portada en turno.

Personajes: Diferentes parejas.

Aclaraciones y advertencia: Romance, angustia, muerte de personaje, mpreg, violación, pactos demoníacos y lo que se me vaya ocurriendo (depende de la historia), kesesesese.

 

Resumen: Conjunto de historias.

Beta Reader:

 

—d

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

 

El Hechicero de la Torre Oscura no tiene corazón

 

 (MagicShield)

 

 

Capítulo único

 

 

En el gran continente de Acraya, existía un bosque maldito y temido, pues en el habitaba toda clase de demonios y criaturas salvajes. En el centro de aquella espesura olvidada por la mano de Dios, existía una gran torre que se perdía entre las nubes y era tan negra como una noche sin luna o estrellas.

 

La Torre era habitada por un ser que no era hombre ni bestia. Algunos decían que una vez fue humano, otros que jamás lo fue, pero todos estaban de acuerdo que había sucumbido a las tinieblas a causa de la pérdida de su amor, y enloquecido por el dolor, se arrancó su propio corazón.

Su nombre era Stephen Strange y se había autoexiliado en el corazón del bosque que, con el tiempo y gracias a la influencia de su magia; se volvió maldito a los ojos de la gente. Las historias contaban que era alto, con largos cuernos, garras en vez de manos, ojos como dos pozos de alquitrán. Sin una pisca de bondad en su inexistente corazón, pero con un odio voraz por los humanos a quienes culpaba de su gran pérdida.

 

Sucedió hace más de más de mil años, en un pequeño, pero prospero reino llamado Iroh, del que ya solo ruinas quedaban. Fue gobernado por Tony Stark y su amada esposa Virgina. Tuvieron una hermosa hija, Morgan, la última princesa, cuya trágica historia se perdió en las arenas del tiempo.

Morgan tenía un guardia personal, de gran corazón y noble espíritu; Sir Steve Rogers. La joven princesa era amada por todo su pueblo; se decía que poseía tal encanto que todo aquel que la conociera, la adoraba.

 

—Y era verdad —susurró carente de emoción. No tenía corazón, pero en ocasiones no podía evitar recordar el lejano tiempo en que fue feliz y la tragedia que esto le trajo.

 

Conoció a la princesa Morgan y a su fiel escolta durante un incidente. La joven de quince años regresaba de visitar al Gran Duque Peter, a quien consideraba un hermano, pues estuvo muchos años bajo la tutela de su padre, por supuesto, eso fue antes de que ella naciera o si quiera se casara con su madre. Fueron atacados por un pequeño grupo de Goblins. Hubiese sido su fin, de no ser por Stephen, un Inefable.

 

Desde el momento en que conoció a Morgan, sintió curiosidad y ganas de permanecer a su lado, pero no fue tanto su deseo, como el que experimentó al cruzar su mirada con el apuesto caballero.

 

Stephen se integró con facilidad a la corte de Iroh, convirtiéndose en el profesor de Morgan.

Desde un principio, Rogers le resultó interesante. Un humano como pocos; leal, honesto. No tenía prejuicios contra él por ser de una raza diferente, abierto a aprender, aún aquello que a ojos de los demás (la Iglesia), pudiese ser considerado una aberración, aunque bueno, el rey también era muy abierto a aprender cosas nuevas y jamás cuartaba el acceso al conocimiento.

Strange se sentía alegre cada vez que pasaba tiempo con Steve; su magia lo sentía correcto.

 

Transcurrieron los meses. Stephen solía dar largos paseos en los márgenes del bosque. No extrañaba su antigua vida, después de todo la naturaleza y él eran uno solo y aunque no estuviera en ella su conexión permanecería siempre. Con el tiempo, Steve comenzó a hacerle compañía, desde entonces, pasaban largas horas en compañía de él, mientras observaban el cielo nocturno y él le contaba toda clase de historias.

 

—El universo es infinito. Supongo que existen otras civilizaciones muy lejos de aquí —dijo Steve observando la bóveda celestial; estaba maravillado con la historia de Strange. El inefable sonrió, conmovido. No se atrevió a refutar las palabras del humano, ¿para qué? Era feliz creyéndolo, aunque sí, había infinidad de mundos. —. Me imagino las grandes maravillas que pueden existir en esos mundos. ¿Has visitado alguno?

—¿Por qué piensas que lo he hecho? —cuestionó mientras hacia lo que más le gustaba: perderse en la mirada del humano.

 

Steve guardó silencio por un momento, pensando una respuesta que no insultara a su amigo ‹‹aunque lo conocía lo suficiente para saber que no le interesaba lo que un humano pensara››. Strange sonrió.

 

—Nunca he sentido el deseo de visitar otros mundos —dijo sin despegar la atención de esas hermosas joyas. —Antes porque era muy joven…

—¿Y ahora? —Stephen le miró confundido. —¿Iras a visitar otros mundos?

 

El inefable negó inmediatamente. No necesitaba viajar para conocer la más grande maravilla pues bastaba con mirar los hermosos ojos de Steve para encontrarla.

 

—Aquí, en Ironh está la única maravilla que quiero ver —susurró antes de unir sus labios con el humano.

 

Fue la primera vez que se besaron. Increíble, maravillosa; esa noche abrió las puertas a una relación más cercana, más, íntima.

 

Fue durante un crepúsculo que compartieron su amor por primera vez.

 

—Viajemos juntos —susurró Strange mientras disfrutaba de las delicias del pos orgasmo. —Quiero que conozcamos juntos el mundo lejos de este continente —besó el hombro desnudo de su amante.

 

Steve lo miró con anhelo y preocupación.

 

—No puedo dejar a la princesa —dijo mordiéndose los labios. Stephen suspiró melancólico.

 

Lo sabía. Él tampoco se sentía capaz de abandonar a Morgan, pero quería que Steve conociera lo que sus congéneres no podían ver o alcanzar. Su humano era especial y merecía el mundo.

 

Dos años pasaron. El amor, aunque florecía en ellos, permaneció oculto al mundo, al menos para los extraños, pues la familia real conocía y aceptaba su relación.

 

Stephen y Steve se encontraban juntos en el gran salón cuando el rey Tony les informó de la buena nueva: su esposa estaba embarazada. La noticia fue bien recibida por la pareja, que felicitó al monarca; su amigo, pero abrió una herida que Rogers no sabía que existía.

 

‹‹Por mucho que amara a Stephen, jamás podrían tener hijos››.

 

 

El nuevo príncipe nació durante una terrible tormenta que duró por tres días y 3 noches; su salud era frágil y los galenos auguraban muy pocas esperanzas.

 

—¡Tienes que hacer algo! —exigió Steve al inefable. Sus ojos estaban brillantes por las lágrimas. A Strange le rompía el corazón verlo así; sabía que, al igual que los reyes, sufría por el destino del bebé.

 

Pero no podía…

 

La magia protegía el equilibrio, no se le permitía interferir en la corriente natural que existía entre la vida y la muerte. Él. Como un inefable, no podía ir en contra de lo que está destinado a suceder.

 

—No puedo hacer nada —Stephen se sentía devastado. ¿De qué servía tanto poder si no podía usarse?, era una pregunta recurrente entre los jóvenes inefables, pero él ya contaba con varios milenios a sus espaldas y conocía bien las consecuencias de transgredir las leyes naturales; sin mencionar que la magia tenía un precio, algo del mismo valor de lo que se deseara. —. La Dama Viuda ya lo ha marcado.

 

Rogers no tomo la explicación muy bien. No lo aceptaba.

 

—Tú me salvaste cuando me hirieron de gravedad. Me desangraba —espetó comenzando a enojarse —. Me arrancaste de las garras de la muerte, ¡puedes hacer lo mismo por el príncipe!

 

Stephen negó con la cabeza. Sí. Curó a Steve de su herida, así como lo hizo con muchos otros, pero ninguno había sido marcado aun por la muerte, tenían esperanza de vivir.

 

—Si intento hacer lo que quieren, la Dama Viuda reclamará lo que le pertenece y más —dijo desviando la mirada, no se sentía digno de mirar a su amado a la cara. —Vida por vida.

—Entonces que tome la mía —la conversación de la pareja fue interrumpida por el rey.

Strange contempló a su amigo que parecía haber envejecido diez años en tan solo un par de días.

 

—Si una vida es lo que quiere, que sea la mía y no la de mi hijo —agregó con firmeza.

—Alteza, usted no puede… —protestó Rogers. —Lo haré yo, sus hijos lo necesitan…

—No será nadie, ¡entiendan! —dijo Stephen, molesto con la sola idea de perder a su amado por otro humano, sin importar que fuese el hijo de un buen amigo.

—Esta no es tu decisión, Strange —masculló Tony mirando enojado al inefable. —Es la vida de mi hijo de la que estamos hablando.

 —Lo comprendo y lo lamento, pero la Dama Viuda no es como ningún otro hijo de la magia, es un ser primigenio, incluso los dioses le temen —estaba desesperado, no quería perder a su amado, ni a su amigo, pero si seguían por ese camino, lo haría. —Ella no aceptará que se rompa el equilibrio natural; no va a tomar solo un alma por otra. Va a tomar todas.

—¿Cómo puedes saberlo si no se ha hecho antes?

 

Oh, por supuesto que otros lo habían intentado antes, inefables tontos e ingenuos; arrogantes magos y hechiceros que se creían más poderosos y listos que la misma Muerte, sobra decir que su fracaso condujo a un genocidio en sus aldeas, reinos o ciudades.

 

… una vida no vale miles…

 

Pero los humanos eran tercos y si Stephen no los ayudaba, ellos buscarían la manera.

 

El rey ordenó que se anunciara por todo el reino y fuera de sus fronteras; que ofrecería una gran recompensa a quién pudiera salvar a su hijo de las garras de “La Dama Viuda”. Fue una bruja llamada Wanda quien atendió al llamado del rey.

 

Stephen no le agradó en absoluto; un humano con magia era tan peligroso como un niño jugando con fuego cerca de una montaña de pólvora.

 

El “tratamiento” que Wanda le dio al joven príncipe parecía dar resultado; el niño adquirió un color rosado, lloraba como un bebé normal y comía con entusiasmo la leche de su nodriza. Por supuesto que tal hazaña le valió un lugar en la corte, desplazando a Stephen como el consejero principal del rey.

 

 —No me agrada —dijo el inefable. Se encontraba sentado en el alféizar de la ventana de la habitación que compartía con Steve. —No es porque sea humana.

Aparentemente se encontraba solo, pues era el único en el cuarto (al menos así era a ojo común).

 

—No estoy celoso —gruño molesto. Risas infantiles se escucharon.

—Tu humano la trata como una niña, apostaría que la quiere como a una hija —frente a Stephen, se dejó ver una pequeña hada de piel blanca, llevaba una flor azul a modo de gorro, hojas verdes conformaban sus ropas. —Deberías dejarlo y regresar con nosotras antes de que La Dama Viuda se enoje de verdad.

—No pienso abandonar a Steve —gruñó. Molesto, el hada lo encaró.

—Él ya ni siquiera te habla, prefiere estar en compañía de esa bruja —Stephen apretó las manos, odiaba admitir que ella tenía razón. Steve había dejado de hablarle desde que el tratamiento de Wanda pareció dar resultado, ni siquiera compartían el lecho desde hace ya casi dos lunas.

—Solo está enojado —estaba seguro de sus palabras, aun así, sabía lo rencoroso que eran los humanos y lo fácil que su corazón podía cambiar.

—La Dama Viuda ya ha puesto los ojos en este reino —dijo el hada cambiando radicalmente el tema. Ya había hecho sufrir suficiente al inefable mayor —. Las plantas alrededor han comenzado a morir, igual que los animales y el agua comienza a escasear. Pronto tendremos que irnos.

 

Era la forma de advertir que la Dama Viuda estaba enojada por la intervención en su trabajo. Primero la naturaleza alrededor sufría los estragos, después la población humana de la región sucumbiría por una extraña enfermedad de la que nadie conocería origen o mucho menos cura, si él, o los transgresores no corregían su falta, ella dejaría que su ira se desatara.

 

—Yo me quedaré.

—Ese humano será tu perdición —lo sabía mejor que nadie, aun así, no pensaba dejarlo, aunque eso lo destruyera.

 

 

Un par de días después, la gente comenzó a morir en las calles, nadie sabía la razón; en un momento gozaban de excelente salud y al otro comenzaban a toser sangre para finalmente caer sin vida.

 

Esta vez, la magia y trucos de Wanda no podían evitarlo.

 

—¡Tienes que detenerte! —le exigió el inefable a Wanda. El rey los había reunido para encontrar una solución a la crisis. —¿Es que no lo ven? La Dama Viuda no se va a detener hasta que se restaure el equilibrio.

—¿Te escuchas? —crítico la mujer. La corte e incluso Steve miraba a Strange con molestia. —Sugieres matar a un inocente solo por el capricho de un inefable que se cree superior a nosotros.

 

‹‹Así como lo hacen todos los de su especie››.

‹‹Se sienten superiores a nosotros››.

‹‹El también cree que es mejor que los humanos››.

 

Él los ignoró.

 

—No. Digo que debemos dejar el orden natural.

—¿El orden natural? —Masculló un Duque, era gordo y calvo, no recordaba su nombre, pero lo detestaba. —Curas heridas sin importar la gravedad, haces llover, puedes hacer que las cosas se muevan por sí solas, ¡incluso eres un sodomita que hechizó a Lord Rogers, arrastrándolo al pecado!, ¿Y dices que salvar la vida de un bebé, ¡tú príncipe!, rompe el orden natural? —agregó con burla.

—Gente inocente seguirá muriendo…

—¡Son plebeyos! —espetó otro noble —, sus vidas no valen más que las de él.

El suelo retumbó. Los dos nobles que habían denigrado la existencia de aquellos que no nacieron en noble cuna; comenzaron a asfixiarse.

 

—¡Stephen! —gritó Steve desesperado, al siguiente segundo el inefable fue golpeado por un ataque mágico de Wanda que, si bien no lo lastimó de gravedad, si hizo que regresara a la realidad.

—¡Ven lo que pasa cuando dejamos entrar a esas criaturas vulgares e hijos del diablo a nuestros hogares! —chilló uno de los nobles agraviados. —¡Intentó matarnos!

—¡Y eso mismo quiere hacer con su majestad!

 

Tony tuvo que intervenir para evitar que las cosas se pusieran más complicadas. Pidió a Steve sacar a Strange y llevarlo a un lugar donde pudiera enfriar su cabeza.

 

—¿Estás loco? —lo reprendió Rogers una vez estuvieron en la seguridad de su habitación. El inefable le miró con el ceño fruncido, aunque por dentro se sentía herido. —Lo que hiciste, se puede considerar traición, ¡ya de por sí los nobles lo están pensando por tu insistencia de matar al príncipe!

—Vámonos —Steve lo miró sin entender —. La dama Viuda está cada vez más cerca, puedo sentir como su furia aumenta con cada día que no ha tomado lo que le pertenece.

 

Rogers negó con la cabeza; su expresión, una mezcla de rencor y traición. No podía creer que Stephen pensara en matar a un inocente bebé. Por una estúpida creencia atentaba contra la familia real; aunque Steve, bien sabía que entre los inefables no existía la Nobleza y mucho menos la realeza, sin leyes más allá de las naturales; dudaba que comprendieran que atentar contra un noble ‹‹así fuese solo de palabra››, era una sentencia de muerte.

 

Si Stephen aún conservaba la cabeza en su lugar era solo por el beneplácito del rey.

 

—¿Qué? —susurró casi sin aliento.

—Una vez me dijiste que te irías conmigo si te lo pedía —el inefable tomó las manos de su humano. Le miró con anhelo —Vámonos. Te estoy pidiendo que te vayas conmigo, que viajemos a donde ningún otro de tu especie ha ido jamás.

 

Rogers se soltó, brusco. Se mordió el labio al darse cuenta de la mirada herida de su pareja. Lo amaba, pero no podía dejar a sus amigos y su deber.

 

—No —Strange retrocedió un paso, asintió con la cabeza. Una solitaria lágrima escapó de sus ojos. Hizo un movimiento con la mano y al instante, todo indicio de su presencia en la habitación desapareció. —Stephen… yo. Te amo.

 

El inefable rio, mordaz.

 

—Los humanos no saben el significado de esa palabra —dijo con veneno. Caminó a la ventana, vaciló un momento hasta que por fin se decidió mirar al hombre una última vez —. Si no es demasiado tarde y decides que yo te importo un poco más que tu… honor, sabes cómo buscarme —dijo y desapareció en el aire.

 

Steve se dejó caer de rodillas. Rompió en llano. Acababa de perder al amor de su vida.

 

 

 

 

Strange apareció en el corazón de lo que alguna vez fue un bosque rebosante de vida; ahora no era más que podredumbre y muerte.

 

—¡Muéstrate! —exigió y al instante una alta figura ataviada en un vestido negro y cubierta con un velo se hizo presente frente a él.

—Hermano —dijo el ente con voz dulce. La tela negra, translucida que coronaba su cabeza permitía ver la forma de una hermosa mujer, pero Stephen sabía la verdad. Conocía su verdadero rostro. —Me alegro que dejaras a esos humanos.

—Quiero que te detengas —ella dejó escapar una risilla.

—Esos mortales creen que pueden quitarme a mi bebé —dijo al tiempo que caminaba alrededor de Stephen —. Es mío. Mío para reclamar. Es la voluntad de la naturaleza.

 

Strange lo sabía, pero tenía la esperanza que la Dama Viuda se apiadara de su desgracia, aunque era imposible hacer que cambie de opinión, el equilibrio dependía de ella.

 

—Al menos, por favor, perdónale la vida a él —la mujer ladeó la cabeza. Bajo el velo sonrió, pronunció el verdadero nombre de su hermano, pues Stephen Strange era como le llamaban los humanos.

—Dame a mi bebé y les perdonaré —el inefable asintió con la cabeza, agradeció a la Dama por su benevolencia, hizo una reverencia y se marchó.

 

Aguardó a que anocheciera para colarse en la habitación del príncipe. El niño dormía en su cuna, custodiado por su nodriza que pernoctaba en una silla junto a él.

Como una serpiente se acercó a su víctima; lo contempló por un momento. Piel grisácea en vez de rosada, tenía partes negruzcas, como si la carne comenzara a pudrirse. No sabía que era lo que hacía Wanda para mantener la llama de la vida en ese cuerpo descompuesto; miró alrededor de la habitación, todo estaba cubierto por las tinieblas, pero no era un problema para los ojos de un inefable.

 

En una esquina descubrió varios frascos, algunos vacíos y otros con un líquido extraño en el interior, tomó uno para inspeccionarlo.

 

Dentro del frasco había algo viscoso de un tono carmesí; una inspección más detallada lo hizo descubrir partes de alas y pequeñas extremidades: cadáveres machacados de hadas.

Stephen se cubrió la boca con una mano, horrorizado. Ahora comprendía porque la Dama Viuda estaba más furiosa que en otras ocasiones; esa bruja estaba asesinando inefables para mantener con “vida” un cuerpo dañado.

Frunció el ceño, se acercó de nuevo a la cuna, listo para cumplir su propósito.

 

Rezó a sus ancestros para que el niño fuese bien recibido. Levantó la mirada al sentir una presencia; la Dama Viuda se encontraba en la cabecera de la cuna, ansiosa.

 

—Lo siento… —susurró abatido al tiempo que colocaba una mano en la frente del bebé, quien frunció el ceño, pero no despertó.

 

Stephen comenzó a recitar un conjuro; debía eliminar el trabajo de Wanda para permitir que la Dama Viuda tomara lo que le pertenecía.

 

—¡Detente! —un golpe seco lo alejó de la cuna, el grito despertó a la nodriza que, aterrorizada salió de la habitación en busca de ayuda.

—Steve —susurró al darse cuenta de la identidad del intruso.

 

Rogers se encontraba de pie, espada en mano, su rostro deformado por la ira que lo embargaba en ese momento.

 

—Wanda dijo que intentarías algo así, pero no creí que en verdad fueses capaz.

—Hazte a un lado, no quiero lastimarte —siseo, molesto. En verdad no quería hacerle daño a su pareja (¿ex pareja?), pero lo haría con tal de mantenerlo vivo.

—¿Estás loco? No voy a dejar que lastimes al bebé —Steve se colocó en posición de ataque, en una abierta amenaza. —No permitiré que te condenes por una tonta creencia.

 

La risa burlona de la Dama Viuda hizo que Stephen frunciera el ceño.

 

—Esa bruja… Esa asesina, mantiene encerrado el alma de ese niño en un cuerpo putrefacto.

—¡Mientes! —Stephen le pidió que lo descubriera él mismo, pero Rogers solo vio un hermoso bebé de rosada piel. Wanda había usado un hechizo para que nadie se diera cuenta de la estafa.

—Eres un monstruo —los guardias y el mismo Tony habían llegado, todos amenazándolo con sus espadas.

—Stephen. Te creí mi amigo —dijo Tony con una mezcla de dolor —. Te abrí las puertas de mi reino ¿y así es como me pagas?

—Lo lamento mucho, pero no puedo dejar que mueran por esto —respondió el inefable dolido.

—Todos moriremos en algún momento —espetó Steve —, incluso tú.

 

Strange negó con la cabeza. Morir no era el problema, pero si era causa de la ira de la Dama Viuda, jamás encontrarían el descanso; sus almas serían condenadas a un sufrimiento indescriptible, mucho peor que el infierno.

 

—En verdad lo siento —se movió rápido, dispuesto a asesinar al bebé, pero Steve reaccionó a tiempo, atacó al inefable, hundiendo su espada en el estómago del que fue su pareja.

 

Strange miró el arma que penetraba su cuerpo; encaró al responsable. Su rostro una mueca incomprensible. No podía creer que esto estuviera pasando.

 

—Lo siento —sollozó Steve al tiempo que el inefable sacaba el arma; sangre de color verde manchaba sus ropas, el suelo y la espada.

Stephen cayó de rodillas, Rogers intentó ir en su ayuda, pero la fiera mirada del hombre se lo impidió.

 

—Tú. Me traicionaste —su magia le curó en un instante. Los guardias se prepararon para atacar, pero el inefable los acabó con un solo movimiento de manos.

—Stephen… espera… yo…

—Oh, no te preocupes, comprendo —dijo con voz fría —¡Dama Viuda! —La llamó y al instante la mujer apareció junto a él, haciendo temblar a los presentes. —Te doy mi corazón, has con él lo que te plazca.

 

La mujer sonrió bajo el velo; se colocó frente al inefable y de un golpe limpio le sacó el corazón, o al menos eso parecía, pues en la enguantada mamo había un objeto amorfo de color rojizo que brillaba con luz propia.

 

Un corazón puro, digno de un inefable.

 

—Hermoso —susurró con voz dulce. Segundos después, el corazón comenzó a congelarse, provocando dolor en su dueño, que gritó sin poder contenerse, pero tan rápido como lo hizo así se detuvo.

—Stephen… —Rogers quiso acercarse, pero la gélida mirada del inefable lo detuvo.

—Son todos tuyos —Strange dio la vuelta y desapareció en una columna de humo negro.

 

 

Los gritos desesperados de la gente se escucharon por días, hasta que solo quedó uno: Steve Rogers, quién fue obligado a presenciar el horror.

 

—¿Satisfecho? —La Dama Viuda le miraba a través del velo. —¿Qué se siente haber traicionado a tu pareja por algo que no valía la pena?

 

Steve no le contestó; era un manojo de nervios que sollozaba y suplicaba por piedad. La inefable rio entre dientes.

 

—Los humanos que logran obtener el corazón de alguien de nuestra raza son siempre bendecidos con buena fortuna, todo lo que pueda ser considerado imposible, para ellos no lo será, pero… —dijo tomando a Steve por las mejillas que se sobresaltó por el contacto. —¿Sabes lo que sucede con aquellos que los rompen?

—Por favor… por favor… —suplicó desesperado. Ella hizo aparecer un bulto cubierto en mantas entre los brazos de Steve.

—Es hermoso, ¿no te parece? —Susurró al tiempo que desvelaba el contenido de las mantas. Steve gritó aterrorizado; entre sus brazos, el cadáver descompuesto del joven príncipe se removía con violencia.

 

Entonces, se lanzó contra Rogers, destrozando la piel, la carne y el hueso hasta causarle la muerte.

 

El silencio volvió a reinar. La Dama Viuda dejó aquellas yermas tierras; malditas desde ese momento.

Stephen regresó con el tiempo, con su magia hizo crecer un bosque y en dónde una vez estuvo el castillo, creó una torre tan alta que se perdía entre las nubes; con el tiempo el bosque se convirtió en el hogar de los demonios y bestias atraídos por el olor de los cadáveres y almas en desgracia.

 

Algunos dicen que el hechicero de la torre oscura aguardaba por su corazón; cuentan que quien se lo regrese será amado por él y ganará gran fortuna, la realidad era que nadie se atrevía a entrar a su territorio por miedo a ser asesinado.

 

 

 

¿Te atreverías a intentarlo?...

 

 

Fin…

 

 

 

 

Bueno, es mi primer fic de esta pareja y entre me gustó y entre que no XD

 

Si les interesa que haga una versión extendida, por favor hagan un ritual donde sacrifiquen un león zurdo homosexual albido de un ojo amarillo y el otro rosa

 

XD

 

Ok, no, solo díganme y si son más de 10 personas, lo hago. Bye, bye.

 


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