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Involuntaria domesticación por Marbius

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2.- (Hazme) tuyo.

 

Thought I'd found the highest of highs

You came and topped them all

You shine in the dead of the night

And I was the first to fall

With your love, your love, I'm a better, better man

With your love, your love, I'm a better, better man

Darling, all of my wrongs, they led me right to you

Wrapped in your arms, I swear I'd die for

Your love, your love, I'm a better, better man

5 Seconds of Summer - Better man

 

A tres semanas de su regreso a Londres, Sirius consiguió un empleo voluntario en el área de pediatría donde Lily laboraba, y en donde su trabajo era fungir funciones de niñero para niños de uno a diez años que por alguna razón estuvieran hospitalizados y cuyos padres necesitaran un descanso para reponer fuerzas.

La elección de su trabajo y el que Lily lo recomendara para el puesto no sorprendió a Remus, pero sí lo hizo el detalle de que se tratara de una labor voluntaria, pues eso implicaba un pago apenas simbólico en la forma de vales para el transporte y una comida ahí mismo en el hospital.

—Ah, eso —dijo Sirius cuando Remus preguntó al respecto, los dos compartiendo una taza de té en casa de los Potter—. Supongo que olvidé mencionar que no necesito el dinero. No realmente.

—¿No realmente? —Repitió Remus con las cejas alzadas—. ¿Y eso qué significa?

Sirius se demoró bebiendo un largo sorbo de su té, y James intervino.

—Significa que Sirius tiene dinero de sobra, y que de momento puede ocupar su tiempo con un trabajo que gratifique su alma y no su bolsillo.

—Oh, pues vaya.

Si bien Remus creyó en un inicio que ‘Sirius tiene dinero’ era una expresión que englobaba dinero suficiente para englobar un par de meses de renta, facturas, víveres y gastos personales sin excederse mientras encontraba qué quería hacer de verdad con su vida, Lily no tardó en aclararle cuán equivocado estaba al respecto.

—Vale, no debería ser yo quien te dijera esto pero... Sirius es millonario.

—¿Uh?

—Perdóname la expresión, pero asquerosamente rico. Podría comprarse una isla a mitad del Caribe e ir a vivir ahí si quisiera.

—Creo que no entiendo, Lils...

—Oh, sí lo haces. ¿O cómo crees que Sirius puede estar tan tranquilo haciendo trabajo voluntario? Es muy amable de su parte y todo eso, también es un trabajo que le va como anillo al dedo, pero fue la parte de ‘voluntario’ la que más le interesó cuando le comenté que había una vacante. Porque en realidad, él podría dedicarse a eso el resto de su vida y aun así morir con suficiente dinero como para incinerarlo en una pira de billetes de alta denominación.

Remus parpadeó. —Wow. Eso explicaría por qué insiste siempre en pagar por los dos cuando salimos a tomar café. —Remus volvió a parpadear, y después su mirada se enfocó en Lily—. No es nada ilegal... ¿O sí? Es decir, ¿debo de preocuparme por el origen de ese dinero?

—¿Recuerdas al tío Alphard que a veces menciona? ¿El que fue desterrado de la familia?

Remus asintió, pues en efecto, el nombre de Alphard Black había salido a colación en algunas ocasiones, seguido al lado de Andrómeda porque juntos habían tenido el dudoso honor de ser parte de los Black a los que el resto de su familia ya no consideraban merecedores de un lugar entre los suyos.

—Bueno, cuando Sirius huyó de casa le dejó dinero, y después cuando murió lo hizo su heredero. Alphard no era demasiado mayor, pero nunca tuvo hijos, y Sirius vino a ser algo así como su sobrino favorito, así que le tocó recibir su fortuna íntegra para él solo.

—Pues... Wow —repitió Remus su expresión de antes—. En verdad no sé qué decir.

—Es mejor así. Si lo prefieres, puedes actuar como si no supieras nada al respecto. Sirius está indeciso entre contártelo o mantenerlo en secreto, y ambas opciones tienen sus pros y contras, así que sería mejor si de momento esperas a que sea él quien te lo cuente. Yo sólo lo hago para prevenirte, pero serviría que fingieras sorpresa cuando él lo haga.

Remus accedió, y fue así como durante su quinta semana Sirius le pidió su opinión para decidirse por un piso y el tema del dinero volvió a salir a colación.

—¿No está un poco fuera de tu presupuesto? —Preguntó Remus, pues de antemano Sirius había hablado de conseguir un departamento sencillo, con una habitación, baño y cocina-sala-comedor en uno.

Al fin y al cabo sería él solo, y de momento no parecía necesitar más que lo mínimo y básico, pero el piso en el que se encontraban contaba con tres habitaciones, baño y medio, y el extraño lujo de un balcón en Londres.

—Pensaba en tener visitas —dijo Sirius—, pero ya que lo mencionas...

Al final Sirius no se decidió por ninguno de los pisos que visitaron, y en compensación por hacer a Remus perder la tarde, lo invitó a cenar antes de que tuvieran que pasar a recoger a Teddy con los Potter.

—No sé si debería... —Se excusó Remus, los dos caminando por una calle semi-desierta de Londres—. Es tarde, y Teddy mañana tiene que estar temprano en el kindergarten para un examen de la vista.

—Oh.

Pero... Remus quería ir. Pese a lo que le dictaba su consciencia acerca de irse con pies de plomo con Sirius y no favorecer los momentos íntimos entre los dos, Remus quería mandar todo al diablo e irse con él a cualquier pequeño sitio de comida donde pudieran asegurarse un rato más juntos.

Desde su primer beso, Remus y Sirius habían tenido otros más, todos y cada uno de ellos cuando aprovechando la soledad de unos minutos habían intercambiando una corta mirada de deseo y se habían entregado. En una ocasión el beso había venido incluido con las manos de Remus recorriendo la espalda desnuda de Sirius, y en otro momento más, el dedo índice de éste delineando la pretina de sus jeans y rozando la piel que quedaba oculta.

Ninguno había hablado al respecto, ni mucho menos habían hecho referencia a esas pequeñas escapadas que se daban, pero no era necesario. La atracción por el otro estaba ahí, pero ninguno hacía ningún movimiento definitivo al respecto porque para entonces ya estaba bien claro que Sirius todavía se estaba aclimatando a volver a Londres, y en el caso de Remus, bueno, era un hombre casado y Dora no tardaría de volver de su campamento de entrenamiento.

Lo que en un inicio estaba proyectado para durar dos meses y abarcar julio y agosto, pronto se alargó un mes más, así que Remus todavía tenía por delante cuatro semanas antes de recibir de vuelta a su esposa en casa y con ella tomar una decisión acerca de su futuro.

En su fuero interno, Remus tenía bastante claro que lo suyo con Dora, tanto podía continuar como llegar a su fin. Después de todo, sabían ser civilizados el uno con el otro, dos sueldos siempre eran buenos en un hogar con un niño pequeño, y su devoción hacia Teddy era un fuerte aliciente para esforzarse para mantener una convivencia agradable, pero al mismo tiempo...

No podían engañarse creyendo que eso era vida. No cuando Teddy apenas tenía cinco años y por delante quedaban bastante más antes de que se convirtiera en un adulto listo para volar fuera del niño. Evitarle un divorcio pensando sólo en su bienestar los afectaba a ellos dos, y a la larga se pronosticaba como una razón de peso para guardar rencores y crear conflicto.

En toda honestidad, a Remus no le habría importado esforzarse por hacer de aquel matrimonio una amistad sobre la cual sostener el resto de los aspectos de su vida, pero en el último mes su decisión había ido cambiando, y aunque se aferrara en los momentos lúcidos a creer que era por cuenta propia, lo cierto es que Sirius jugaba un papel mucho más importante del que quería darle crédito.

De estar en su poder, a Remus le gustaría intentarlo con Sirius, y tenía más que un vago sentimiento de que el interés era mutuo, aunque de 95% de certeza al 100% los tramos se contaban diferentes, y antes que perder al nuevo amigo que había hecho durante ese verano, Sirius prefería tomárselo con calma antes que llevar a cabo una resolución definitiva y después arrepentirse por una impulsividad que para nada iba con su manera de pensar y ser.

—¿Y si pasamos por comida para llevar? —Sugirió Remus en lugar de la propuesta que éste tenía antes—. Si no piensas que es muy tarde, podemos ir a mi casa, acuesto a Teddy, y después cenar tú y yo.

—¿A la luz de las velas y con música romántica de fondo? —Bromeó Sirius, pero fue su tono bajo y ligeramente rasposo lo que provocó que Remus se tropezara con una hendidura de la acera.

—Sólo tengo de esas velas que huelen a manzana canela y un disco de viejas canciones navideñas así que lo dudo —dijo con apuro—, pero tengo media botella de vino en el refrigerador que estoy dispuesto a compartir contigo...

—Con eso basta —dijo Sirius, que pasándole el brazo por los hombros, lo arrebujó a su lado y así caminaron hasta llegar a donde Remus tenía estacionado el automóvil.

Después lo dejó ir, pero más claro que el agua quedó entre ambos que ninguno lo quería así.

 

Si Lily o James encontraron raro que Sirius se marchara con Teddy y Remus a una cena tardía a casa de éste a pesar de ser entre semana, ninguno lo mencionó. James sólo inquirió cómo tenía planeado volver a casa (“Un taxi, Prongs, no me atrevería a hacer a Remus conducir de vuelta hasta acá”) y si traía consigo su llave para entrar (Sirius se la mostró, colgando de su cuello con una cadena) y después actuó con normalidad.

A diferencia de la calma con la que intentaba desenvolverse Remus ante la idea de tener a Sirius en su casa y para él solo, Teddy en cambio no tuvo ningún reparo en expresar su contento de tener al adulto con ellos, y durante el camino a casa no olvidó mencionar una vez cada cinco minutos que iban a tener una pijamada y que todos deberían de dormir en la sala.

—Sería divertido quedarme a dormir, Teddy —dijo Sirius con naturalidad, y a su lado Remus apretó el volante—, pero no he traído mi pijama.

—Papá te puede prestar uno de los suyos.

—Tampoco mi cepillo de dientes.

—Oh, tenemos varios repuestos en el botiquín del baño.

—Lo que Sirius intenta decirte es que no puede quedarse a pasar la noche, Teddy —dijo Remus.

—¿Por qué no? —Insistió el niño—. ¿El tío James y la tía Lily no le dieron permiso? Porque podría hablar con ellos y conseguir que dejaran a Sirius quedarse a dormir.

—Teddy...

—Aunque quizá no en mi cama —dijo Teddy como si nada—, porque es pequeña, pero puedes dormir con papá, Sirius.

—¿Puedo? —Bromeó éste, batiendo pestañas y ganándose por parte de Remus un golpe.

—Compórtate —dijo Remus con un tono de voz que pretendía ser serio, pero como había ido descubriendo por su cuenta en el último mes, con Sirius nada podía ser serio sin acabar desechado.

—Ese es un ‘ya veremos’ —dijo Sirius—, así que si me ves en la mañana preparando waffles sabrás que nos hemos salido con la nuestra, ¿eh, Teddy?

—Suerte con eso, la wafflera hace meses que no sirve —replicó Remus, que en realidad prefería hot-cakes y no tenía ningún reparo con la imagen mental de Sirius en su ropa interior, un delantal, la espátula en mano y parado frente de la estufa. De preferencia con un poco barba, y con su cabello negro todavía despeinado después de una larga e intensa noche de...

—Menos mal que tengo un amplio repertorio de desayunos —interrumpió Sirius sus pensamientos, y desde el asiento de atrás, Teddy hizo con él un repaso de platillos ricos y otros que no lo eran tanto.

Remus aprovechó la distracción para aplacar sus nervios, pero estos volvieron con fuerza una vez que se estacionó frente a su casa y cobró consciencia de que Sirius estaba con ellos, que ya era tarde, que Teddy no tardaría en estar en la cama, y que entonces ellos dos no tendrían sólo ‘un par de minutos’ a su disposición, sino todo el tiempo que les viniera en gana para... Lo que fuera.

—Deja te ayudo —se ofreció Sirius a bajar las bolsas con la comida, que para la ocasión eran un par de kebabs, mientras Remus liberaba a Teddy del cinturón de seguridad, y después los tres enfilaron hacia la casa.

Una vez dentro, Teddy obedeció la orden de lavarse las manos mientras Remus y Sirius ponían platos y vasos, y después se sentaron a comer.

—Gracias por la comida —dijo Teddy antes de hincarle el diente a su kebab, y después los dos adultos empezaron a comer con él.

La cena estuvo aderezada con charla ligera, sobre todo entre Remus y Sirius, quienes ya estaban haciendo planes para visitar más departamentos.

—Realmente necesito mi propio espacio —dijo Sirius—. Me encanta estar con James y Lily, me hace recordar los años que pasamos en Hogwarts, pero entonces teníamos personas a nuestro cargo que se encargaban de cocinarnos, lavar la ropa y limpiar por nosotros. Ahora es diferente, y aunque sé que Lily tiene razón cuando me pide que limpie mi habitación...

—No es divertido —intervino Teddy con una mancha en la mejilla que Remus se apresuró a limpiarle—, pero es necesario.

—Veo que has sido correctamente educado —le elogió Sirius, y ello orilló a que Teddy mencionara a su mamá.

—Ah, cierto, Nymphadora.

—Mamá detesta que la llamen así. Prefiere Tonks, pero papá la llama Dora. Ni siquiera a la abuela deja que la llame así, dice que es su culpa por ponerle un nombre tan... tan...

—Estrambótico —suplió Remus la palabra con la que Dora redefinía el Nymphadora que Andrómeda le había otorgado al nacer.

—Bueno, es cuestión familiar —dijo Sirius, que entonces procedió a explicarle a un muy asombrado Teddy el extraño parentesco que tenía de primo con su abuela Andrómeda, y que por lo tanto él era una especie de tío abuelo en segundo grado.

Teddy esbozó un puchero. —Habría preferido que también fueras mi padrino, o al menos un tío, pero... ¿Tío abuelo? Pero si eres de la misma edad que papá.

—De hecho soy mayor —dijo Sirius dándose importancia, pero Remus puso los ojos en blanco y aclaró que sólo era por un par de meses.

Su comentario orilló a que Teddy preguntara por su cumpleaños, y al obtener la fecha, anunció que tenían tiempo para organizarle una fiesta sorpresa... Antes de taparse la boca con una mano y los ojos desorbitados porque acababa de arruinarla.

—No te preocupes, Teddy —le guiñó Sirius el ojo—, te prometo olvidarlo y actuar sorprendido para cuando llegue el día.

Remus rió por lo bajo, y después no le importó que la batuta de la conversación la llevaran entre Sirius y Teddy, que de pronto encontraron como punto en común cierto dibujo animado que pasaban temprano en la mañana y del que los dos eran fanáticos.

—Hora de bañarse, Teddy —le recordó al niño cuando terminaron de comer, y obediente éste dejó su plato y vaso en el fregadero, y se dirigió a su habitación por ropa y una toalla.

—Ciertamente es más obediente que Harry en ese aspecto —comentó Sirius mientras él y Remus terminaban de recoger la mesa y se disponían a lavar la vajilla.

—No siempre lo fue —dijo Remus—. Son cambios recientes, parte de nuestro trato de ‘mamá no está aquí, así que tenemos que cuidarnos el uno al otro tanto como uno mismo’.

Sirius asintió, y por primera vez desde que se conocían, ahondó en el tema. —¿Estoy siendo entrometido si pregunto dónde se encuentra Nymphadora?

—Ah, eso —dijo Remus con una exhalación antes de explicarle que ella se había especializado en computación y que se desempeñaba como cyberpolicia para el gobierno—. Nada de agente secreto ni nada por el estilo —se apresuró a aclarar—. Más bien como encargada para casos de fraude, robos bancarios, y el ocasional caso de red de pornografía infantil...

—Carajo...

—Seh. Es la parte negativa de un trabajo como ese, pero Dora en realidad ama lo que hace. Es buena además, así que le ofrecieron un curso intensivo y después participar en unas conferencias, pero la condición era estar fuera del país por los dos meses de su duración.

—¿Entonces ya está por volver en cualquier momento, no?

—Erm... —Tallando con especial énfasis el plato que tenía entre manos y produciendo más espuma de la que seguro era necesario, Remus denegó con la cabeza—. No. El curso duraba dos meses, y las conferencias empiezan la siguiente semana, así que estará fuera por lo menos un mes más, eso si no se produce ninguna otra eventualidad.

—¿Y Teddy cómo se siente al respecto?

—Al principio estaba triste, pero...

Los movimientos de Sirius con un vaso y la toalla con la que lo secaba se ralentizaron. Si Remus esperaba escabullirse de aquella pregunta, ya podía renunciar a aquella idea.

—No sé si debería hablar de esto contigo —murmuró Remus, que para un asunto tan íntimo y delicado como su matrimonio fallido, apenas si había podido abrirse en contadas ocasiones con Lily y James. Y vale, Sirius era también un amigo y se había ido posicionando como uno de los mejores a pesar del poco tiempo que tenían de conocerse, pero también estaba el no tan pequeño detalle de que se habían besado en ocasiones pasadas, y el de pronto hablar de Dora y de la familia que componían, lo hacían sentirse un poco violento.

—No te debes forzar. Si quieres hacerlo, soy un oído disponible; si no, está bien.

—No es que no quiera, es que... —Remus enjuagó el plato, el último, y cerró la llave del agua con brusquedad—. Imagino que al menos estás enterado hasta cierto punto de lo que pasa en esta casa, porque una madre no abandona a su esposo e hijo con tanta facilidad si todo en su hogar marchara sobre ruedas.

—James mencionó algo —fue la vaga respuesta de Sirius, que tomó el plato que Remus le tendía y procedió a secarlo con la vista fija en su superficie—. No demasiado, por supuesto, pero...  Me pidió ser cauteloso contigo. Darte tu espacio, y no… entrometerme. Creo que —Sirius rió por lo bajo— he fallado en eso último...

—Dora y yo no estamos juntos —dijo Remus sin pensarlo demasiado, sólo deseoso de explicar que Sirius no tenía culpa alguna en ese asunto, que sus besos no habían destruido un hogar—. Es decir, seguimos casados, pero hace años que nos hemos mantenido a distancia el uno del otro. Teddy es en realidad lo único que nos mantiene como marido y mujer, y en todo caso, eso está por verse. Antes de marcharse, hablamos, y... Acordamos tomar una decisión para cuando regresara.

—Oh. ¿Respecto a...?

—Si seguíamos juntos o nos separábamos —suplió Remus las palabras restantes—. Yo podría haberle dado una respuesta ahí mismo en el aeropuerto, y lo mismo ella, pero Teddy estaba presente y no nos pareció justo arruinarle las vacaciones.

—¿Entonces piensas separarte de Nymphadora?

Remus se encogió de hombros. —¿Con toda honestidad? No lo sé. No es lo que se dice una decisión conveniente... La vida en Londres es cara, y como padres hemos sido capaces de darle a Teddy lo que merece. Separarnos sólo lo complicaría más. Además, tendríamos que vender la casa, acordar la custodia de Teddy y... Lo que venga con ello.

Sirius dejó el plato y el trapo con el que lo secaba y le tocó el brazo. —¿Quieres quedarte con Teddy, no es así?

Remus exhaló por la nariz. —¿Tan obvio soy?

—¿Crees que Nymphadora quisiera pelearlo?

—No estoy seguro. Su trabajo es más... No tiene horas fijas como el mío, y Teddy necesita estabilidad en su vida. Ambos lo sabemos, pero un divorcio puede tornarse vengativo, incluso entre los mejores amigos, y sólo para aclararlo, entre Dora y yo ha habido fuertes tensiones en el último año.

—Oh, mierda.

—¡Papá! —Gritó de pronto Teddy desde el baño, y la pequeña burbuja dentro de la cual se habían protegido Remus y Sirius explotó—. ¡Papá, me entró champú en un ojo!

—Vaya —masculló Remus, que se dispuso a ir, pero Sirius le detuvo, y tras examinar su rostro, se ofreció a ir en su lugar.

—Déjamelo a mí, tengo experiencia suficiente con Harry como para lidiar con esto.

Remus asintió y lo dejó marchar, y apenas estuvo fuera de su campo de visión se recargó contra el fregadero y soltó un hondo suspiro.

«Idiota, estás cavando tu propia tumbas, estás...»

Los pensamientos de Remus se sucedieron sin control ni orden, sordos reclamos de su actitud, por abrirse ante Sirius con la misma facilidad que si se tratara de Lily o James, a quienes no les había confesado sino hasta que Teddy tenía dos años que él y Dora dormían en la misma cama dándose la espalda.

«Oh Diox, estoy actuando como un imbécil», se recriminó con la vista fija en el fregadero, en los restos de jabón y en la esponja que ya necesitaba un recambio. En la distancia, escuchó la voz de Sirius y de Teddy, los dos manteniendo una charla animada, y también el ruido de la regadera sirviendo como fondo.

«Contrólate, Lupin», pensó Remus cerrando los ojos y apretando los dientes, respirando hondo un par de veces antes de sentirse fuerte otra vez y capaz de actuar con calma incluso si por dentro se sentía como un manojo de nervios a punto de crisparse.

Para cuando Sirius volvió del baño, traía la camiseta mojada y en su cabello había infinidad de gotas de rocío, pero también sonreía.

—Listo —declaró con orgullo—. He salvado a Teddy de quedarse ciego, aunque no está muy contento de haber perdido el perro lazarillo que le habría servido de guía.

Remus puso los ojos en blanco. —Qué imaginación.

—No puedes culparlo. A esa edad, es el sueño de todo crío tener una mascota. Harry no ha dejado de insistirles a James y a Lily por un cachorro, pero ya tienen un gato, así que tendrá que esperar un poco más.

—Yo siempre quise un perro —dijo Remus de improviso—, pero nunca fue el momento adecuado. En la universidad porque apenas podía mantenerme a mí mismo, y luego que nació Teddy porque era muy pequeño. Da lo mismo, porque igual Dora es alérgica, así que... No perros en este hogar.

Con una sonrisa sardónica, Sirius puso las manos en su cadera y sacó el pecho. —¿Seguro de eso, Moony?

—¿Uh?

—Sirius Black está aquí —dijo con orgullo, y después explicó la broma—. ¿Mi apodo? Padfoot. Bueno, la estrella más brillante del cielo y la principal de la constelación Canis Maior. Un perro. Un perro negro ya que estamos, que en casa se toman muy en serio los nombres de constelaciones y los malos chistes con nuestro apellido.

Remus se tomó unos segundos para apreciar la broma, y después se soltó riendo. —¡Oh, qué terrible!

—¡Lo sé! —Rió Sirius a su vez, inclinándose sobre sí mismo para unas carcajadas en su propio honor.

Así los encontró Teddy, que en pijamas y con el cabello ligeramente húmedo, esperaba por Remus para ponerlo en la cama y arroparlo.

—No me tardo, sólo un par de minutos —se disculpó Remus con Sirius apenas pudo dejar de reír y limpiándose el borde de los ojos, pero éste denegó con la cabeza y le acompañó al cuarto de Teddy para servirle de segundo al mando.

Disfrutando de la compañía de su persona favorita en el mundo y de ese otro adulto que sin proponérselo era casi tan importante en su vida, Teddy se resistió al sueño a pesar de que Remus le leyó su cuento favorito mientras Sirius le acariciaba el cabello en relajantes movimientos circulares, pero acabó por ceder cuando sus ojos se cerraron y se negaron a volverse a abrir.

—Descansa, Teddy —dijo Sirius al besarle la frente, y Remus le imitó al besar el mismo sitio.

Ambos adultos salieron de la habitación de puntillas, y no volvieron a respirar con normalidad hasta que estuvieron de vuelta en la sala, donde el reloj apenas marcaba unos minutos antes de las 9.

—¿Podría quedarme un rato más? —Preguntó Sirius.

—Quédate un rato más —pidió Remus el mismo tiempo, y después ambos compartieron una risita floja por haberse leído el pensamiento con tal facilidad.

Sirius miró de vuelta el reloj. —Sólo debo asegurarme volver a casa pronto. Después de las 10, James empezará a llamar, y para las 11, Lily ya estará estacionada afuera.

—Qué sobreprotectores —bromeó Remus, pero al instante apretó los labios porque no era ninguna acusación infundada. Después del caos que Sirius había sido en sus primeros años de adulto, las viejas costumbres de cuidar de él y velar por sus intereses incluso si él mismo se resistía no morían—. Erm, ¿quieres que prepare un té? Será buen digestivo. Y creo que tengo por ahí un poco de bizcocho.

Sirius aceptó la propuesta, y pronto estuvieron en el sofá de la sala, el de tres piezas y tan alejados como les era físicamente posible el uno del otro.

—Moony —dijo Sirius tras una pausa que se prolongó más de lo que era prudente—. ¿Puedo ser sincero contigo? Realmente sincero.

—Por supuesto —respondió Remus, que tenía su taza de té sujeta con ambas manos porque le temblaban.

Con ojos cerrados y tras una exhalación, Sirius se confesó. —Me gustas.

—Oh...

—Pero es ese ‘me gustas’ donde englobo más que tu apariencia física, que por cierto es muy de mi tipo... No, a lo que me refiero es que me gusta tu personalidad, tu sentido del humor, tu gusto por las películas, la manera en que aspiras el vapor del té antes del primer sorbo...

Con la taza cerca del rostro, Remus se sorprendió precisamente realizando esa acción, y con nervios se mantuvo quieto en su sitio.

—Me gusta tu visión del mundo, y el modo en que te expresas. Teddy es un excelente plus de pasar tiempo contigo, lo cual es raro porque sólo me había ocurrido con Harry y sus otros amigos pueden acabar con mi paciencia en tiempo récord. Uhm. —Sirius revolvió la bolsita de té dentro de su taza y dirigió sus ojos abiertos a Remus, que esperaba conteniendo el aliento por un cierre—. Me gusta como hueles... ¿Qué es? ¿Es el desodorante o…?

—Creo que es mi loción para después de afeitarme —dijo Remus con voz monocorde.

—Ah, pues te sienta de mil maravillas, nunca la cambies por otra —respondió Sirius con la misma tonalidad, que después de su confesión, de pronto tenía aspecto de estar mortificado—. Erm...

—También me gustas, Padfoot —dijo Remus, que al pronunciarse con aquellas cuatro simples palabras en ese exacto orden de pronto se sintió aliviado, más ligero, y como si de pronto una opresión que hasta entonces hubiera ignorado desapareciera de su pecho—. Oh, wow...

—Tengo que ser honesto contigo —dijo Sirius de pronto, con mayor control de sí mismo que minutos atrás—. James y Lily me previnieron de actuar bajo estos sentimientos, al menos mientras...

—Uh... Ya veo.

—Seh —asintió Sirius con solemnidad, pues entre los dos, en el espacio vacío de ese sofá de tres plazas, se encontraba el fantasma de Nymphadora Tonks—. No pretendo nada con mi confesión de antes. Tan sólo quería ser sincero, y de paso cerciorarme si tú te sentías igual. Porque... puedo esperar, ¿sabes? Si es que quieres que lo haga.

—Es... muy amable de tu parte, Sirius, pero... No sé qué decir.

—Y está bien por mí —afirmó éste con una calma que no era tal, a juzgar por la manera rígida con la que sostenía su taza de té—. Es decir, apenas nos conocemos desde un mes atrás y lanzarnos de cabeza a... una nueva relación... ¿No es lo que si dice prudente, o sí?

—No lo es —confirmó Remus—. Técnicamente soy un hombre casado, y aunque Dora y yo hace años que ya no... Que ya no mantenemos relaciones juntos... —Remus encogió un hombro—. Nunca le he sido infiel, uhm, al menos no del todo. Esos besos que compartimos fueron la primera vez en años que tenía contacto íntimo con otra persona, y sé que debí de haberme sentido más culpable por mis acciones, pero lo cierto es que no fue así.

—Ya, yo igual. Erm, la parte de la culpa, no lo otro... —Masculló Sirius, que bebió de su té antes de proseguir—. Sabía que eras casado, pero nunca he sabido bien no tener lo que deseo.

—Ah...

—Pero puedo aprender a esperar, a ser paciente... Creo —dijo Sirius, y alzó la mirada para ver a Remus directo a los ojos— que en este caso valdría la pena.

—Sirius... No puedo prometerte nada ahora mismo.

—Lo sé.

—Y no se trata sólo de esperar a que Dora vuelva y... tener fe en que todo se solucione como por arte de magia.

—Lo entiendo.

—Esto puede tomar... tiempo.

—Como dije —replicó Sirius, dejando la taza en el hueco entre sus piernas y extendiendo ambas manos para rodear las de Remus—, puedo ser paciente.

«No lo creo», pensó Remus, que no consideraba ese adjetivo y el nombre de Sirius en la misma oración. Las historias que sabía de él y las semanas en que lo había tratado le bastaban como prueba de ello, pero porque estaba sufriendo de una fuerte infatuación y el instante se prestaba para creer en promesas lanzadas con emotividad, asintió por los dos.

—Ok.

—¿Ok?

—No quiero promesas —dijo Remus—. Lo mío con Dora puede tardar, tú puedes hartarte de esperar... En todo caso, si no hay reclamos, al menos si esto no funciona todavía podremos ser amigos.

—Amigos... —Dijo Sirius, paladeando el vocablo antes de resignarse a las reglas—. Bien.

—¿Bien?

Y como confirmación de ello, Remus recibió un beso y así lo zanjaron.


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