No tenía ni idea de cómo había llegado a esa situación, había ido a ver cómo estaba la morena después de todo el día trabajando y ahora… estaba en su apartamento. Mal día para olvidarse las llaves a las 4 de la mañana, sin duda.
Estaba todavía en el recibidor del apartamento hasta que la morena se acercó y la invitó a pasar. Era un apartamento de dos pisos: un salón-cocina abiertos y conectados entre sí y en la parte superior, dos habitaciones con sus respectivos baños.
- ¿Quieres darte un baño? – Becca la miró y sonrió, aceptando la invitación. – Te traeré algo de ropa para que puedas cambiarte… Estoy casi segura de que tenemos la misma talla. – Comenzó a subir las escaleras pero paró al ver que Becca no la seguía. - ¿Becs? – La castaña se quedó parada por un momento y sintió un leve escalofrío al escuchar de la boca de la morena aquél diminutivo sobre su nombre.
- Perdón. – Se disculpó rápidamente y siguió a la morena. – Me gusta tu apartamento. – La morena giró ligeramente su rostro y sonrió.
- Gracias. Eres la primera persona que entra.
- ¿En serio?
- Sí. – Sonrió y animó a Becca a que la siguiera hacia su habitación. – No he tenido demasiada vida social desde que llegué, la verdad. – Entró tras ella y vio una enorme cama de matrimonio situada al lado de un gran ventanal que daba paso a un balcón con vistas al mar. Las paredes eran blancas y altas, contrastando a la perfección con el color madera del suelo. Una gran alfombra de color beige a los pies de la cama que invitaba a tumbarse y un gran vestidor tras la puerta de al lado de la cama. - ¿Te gusta? Todavía falta algo de decoración pero… me gusta como está quedando.
- A mí también. – Dijo casi sin pensar. – Es una habitación preciosa. – La morena la miró con una sonrisa y se dirigió al vestidor.
- ¡¿Qué tipo de ropa usas para dormir!? ¡Tengo de todo! – Becca se acercó al vestidor, apoyándose en el marco de la puerta, mirando a la morena perderse entre las prendas.
- Normalmente duermo desnuda pero… - Sintió cómo la morena se quedó parada durante unos segundos y resbaló una de las perchas entre sus manos. - Supongo que una camiseta y un pantalón estaría bien. – Sonrió al ver la torpeza de la Agente y vio cómo escogía una camiseta de manga corta de color azul oscuro y unos pantalones también cortos de color blanco. – Eso es perfecto.
- Te acompaño al baño. – La siguió sin decir nada y le mostró un gran baño al final del pasillo con una ducha enorme cubierta por un cristal totalmente transparente. – Yo estaré duchándome en el baño de mi habitación. ¿Necesitas algo?
- Creo que sé ducharme sola. – Dijo irónicamente con media sonrisa en su rostro. – Gracias Lara. – La morena sonrió y joder, otra vez su sonrisa perfecta. Cerró la puerta tras de sí y Becca comenzó a desnudarse para meterse bajo el chorro de agua caliente durante unos minutos hasta que escuchó unos tímidos golpecitos en la puerta.
- Becca, se me ha olvidado dejarte la toalla. – Becca tragó saliva, el cristal que tapaba la ducha era totalmente transparente y si Lara entrase… Ah, joder, a la mierda.
- Puedes pasar, Lara. – Hubo un par de segundos de silencio.
- ¿Seguro?
- Sí, claro. – Volvieron a pasar un par de segundos hasta que la puerta timidamente se abrió y Lara entró mirando hacia el otro lado, evitando ver a becca. Dejó la toalla sobre el lavabo y evitó mirar hacia el espejo, donde la desnudez de Becca se reflejaba con nitidez.
- Bueno pues… dejo esto por aquí. – Siguió mirando hacia el suelo y se dirigió a la puerta. – V-voy a darme un baño. – Sonrió inconscientemente y de inmediato supo que le gustaba provocar en Lara ese nerviosismo.
Al cabo de un rato, se vistió con la ropa que Lara había dejado sobre el lavabo y respiró profundamente. Olía a ella. Una mezcla entre vainilla y frescor que la estaba empezando a volver loca. Decidió esperarla en el salón cuando observó que todavía estaba duchándose y bajó por las escaleras en busca de algo de agua.
- ¿Pero qué tenemos aquí? – La bolita de pelo blanco se acercó cariñosamente hacia Becca. - ¿Quién es la gata más bonita del mundo? – La estrechó entre sus brazos y la levantó con cariño. Era totalmente de color blanco con un ojo color verde y otro color azul. - ¿Cómo te llamas? – Miró la chapita que adornaba el collar de su cuello y leyó en voz alta…
- Ya has conocido a la reina de la casa. – Se acercó por detrás y acarició las orejas de su gata, la cual ronroneaba con gusto. – A Leia no le suelen gustar los desconocidos… - La miré y vi su pelo echado hacia el lado, todavía húmedo por la ducha y parte de su cuello descubierto.
- Eso nos hace mejores amigas, ¿Verdad? – Se acurrucó en el cuello de Becca y volvió a ronronear. – Tiene unos ojos preciosos.
- Sí… se llama bicromía. – Lara cogió algo de comida de la estantería y llenó el comedero de Leia, la cual saltó de los brazos de Becca y se acercó con ganas a llenar su estómago. – La encontré hace unos años perdida en la montaña de mi pueblo, era apenas una recién nacida cuando la llevé a casa. Estaba herida y decidimos adoptarla. Y ahora es la dueña de todo. - Paseó la mano por su lomo y estiró la cola con gusto.- Es mi debilidad, ¿A que sí, Leia?.
- No te tomaba por una fan de Star wars… - Alzó el ceño y la miró divertida.
- Es la saga favorita de mi padre. – Encogió los hombros. – Y también una de las mías. No se me ocurría un nombre mejor para ella… - Miró cómo la gatita volvía a pasar por las piernas de Lara y Becca sonrió inconscientemente.
- Siempre he querido tener un gato… - Becca se acercó y sonrió.
- ¿Y por qué no?
- Mi madre es alérgica a cualquier cosa que tenga pelo. – Dijo en un suspiro. - Nunca hemos tenido mascotas por ello…
- Puedes pasarte siempre que quieras a ver a Leia. Le has caído muy bien, seguro que le encanta que le hagas visitas.
- ¿No has encontrado una excusa mejor para invitarte a tu casa más veces que esa? Me decepcionas, Lara. – La agente dio un respingo, chocando contra la encimera de la cocina y quejándose levemente. – Oye, cuidado. – Dijo con una sonrisa. - ¿Puedo beber algo de agua?
- Claro. – Le tendió un vaso de agua que aceptó con gusto y bebió de un trago. – Deberíamos dormir… son casi las seis de la mañana.
- Me levanto a las siete. Es mejor no dormir que dormir apenas una hora… - Suspiró y masajeó sus hombros. – Si quieres ir a dormir me quedaré aquí sin hacer mucho ruido…
- No, no. Tienes razón. Dormir poco sienta peor que no dormir… ¿Café? – Sonrió y se acercó a ella.
- No tienes por qué mantenerte despierta, puedo…
- Eres mi invitada, ¿Qué tipo de anfitriona sería si te dejase sola? – Exageró el gesto y agradeció internamente. – ¿A qué hora tienes que ir a la universidad?
- Mis clases empiezan a las ocho. Así que…
- Así que tenemos tiempo de preparar un buen desayuno. – Sus ojos azules miraron a la castaña divertidos. - ¿Preparada para probar mis famosas tortitas?
- ¿Puedo ser tu ayudante de cocina? – Preguntó inocentemente acercándose un poco.
- Quizás aprendas algo. – Respondió juguetona. – No es como si tuvieras una cafetería e hicieras decenas de desayunos al día. – Añadió con ironía y Becca sonrió.
- Es la primera vez que vas a cocinar para mí, estoy emocionada. – Vio a Lara sacando cada uno de los ingredientes de los armarios de su moderna cocina y algún par de ingredientes más del frigorífico. – Puedo ayudarte con eso. – Dijo cuando Lara comenzó a mezclar los ingredientes.
- No te preocupes, puedo… - Sintió la mano de Becca deslizarse por su cintura y posarse sobre el borde de su pantalón, asomándose por el hombro de Lara - Deberías echar un poco más, sino quedará algo líquido. – Giro su rostro y se topó con la cara de Becca más cerca de lo que hubiera pensado. – Se me hace muy difícil cocinar para ti si… no dejas de… corregirme. – Alzó el ceño y Becca sonrió.
- Sólo intento ayudarte. – Lo dijo sin separarse lo más mínimo y sin dejar de mirarla directamente a los ojos. Sentía que estaba jugando con juego y eso le gustaba.
- Y me gusta que lo hagas. Sólo… me gustaría hacer algo por ti. Me llevas demasiada ventaja. Además, te he dejado plantada esta mañana en nuestra… - Lara acalló, temiendo terminar la frase.
- ¿En…? – Empujó un poco la castaña.
- En… - Lara se quedó pensativa, buscando mil y una maneras de escapar de aquella situación. – Quiero decir, ibas a enseñarme la ciudad y… - Lara se movió, separándose levemente de Becca.
- Lara… - Los ojos azules de la policía conectaron con los avellana de Becca. - Lo de esta mañana… ¿Era una cita? - La agente boqueó, rompiendo el contacto con la castaña y volviendo a la receta de las tortitas.
- Pues y-yo… - Carraspeó y respiró profundamente, volviéndose a girar. – Da igual lo que fuera. – Encogió sus hombros intentando escaparse de la situación. - Al final no he podido ir por el puto trabajo… - Endureció sus mandíbulas y Becca se sorprendió por la dureza de la Agente. – No me malinterpretes, me gusta muchísimo mi trabajo pero… joder, realmente me apetecía quedar contigo esta mañana y que me enseñaras la ciudad. – Becca sonrió satisfecha y Lara volvió a desviar la mirada hacia las tortitas.
- ¿Quieres que prepare café? – Sugirió la castaña.
- Sí, claro. – Sonrió. – Yo quiero…
- Sé cómo te gusta el café. – La miró de lado y le guiñó un ojo divertida. – No es como si tuviera una cafetería y vinieras a desayunar casi cada día. – Ironizó y la agente rio ligeramente. Tenía toda la razón.
- Eso empieza a oler muy bien.
- Pues espera a probarlo… - Sugirió la morena prácticamente acabando de preparar prácticamente el desayuno. – Aquí tienes. - Colocó las tortitas casi al mismo tiempo que Becca dejó el humeante café sobre la mesa.
- Tiene muy buena pinta. – Lara se sentó en frente de Becca, mirándola atentamente. – Esto está muy, muy bueno, Lara. ¡Están riquísimas! – Sonrió satisfecha y sorbió de su café, claramente complacida. – Creo que voy a venir a desayunar muchas veces.
- Y yo que pensaba que vendrías a ver a Leia… se va a poner celosa. – Ironizó. – Y ahora resulta que mis desayunos van a robar toda tu atención. – La castaña miró a la Agente, quizás demasiado intensamente. Torció una sonrisa y evitó el comentario que tenía en mente por quizás ser demasiado atrevido para el momento.
- Entonces no lo hagas tan bien. – Alzó el ceño y la Agente sonrió cómplice.
- Es inevitable, tengo buenas manos. – Becca miró a la Agente, esta vez sorprendida por su respuesta. Lara no solía responder de esa manera y eso le gustó. La faceta juguetona de Lara le gustaba, y mucho.
- Quizás es demasiado pronto para decir eso. – Le mantuvo la mirada y Los ojos azules de Lara se clavaron en ella. – Es usted muy atrevida, Agente.
- Sólo me remito a los hechos.
- Quizás necesitaría más… pruebas. – Compartieron una sonrisa cómplice y se formó un silencio muy agradable. Recogieron todo al acabar y tras dejar la cocina en perfectas condiciones, Lara le prestó algo de ropa a Becca, la hora de tener que ir a la universidad se acercaba y la castaña tenía que prepararse.
- Muchas gracias por dejar que me quede, Lara. – Acabó de recogerse el pelo en una coleta alta y la morena la miró desde el marco de la puerta. Sentía una calidez en su pecho que hacía tiempo que no sentía. Se veía desayunando más de un día junto a la castaña y luego dejándola en la universidad para después irse a trabajar. Decidió dejarse llevar y se acercó a la castaña por detrás, quedando las dos reflejadas en el espejo. La castaña desvió la mirada y contactó con la azul de la morena a través del espejo. - Pero debería irme a la universidad.
- Yo te llevo. – La castaña se giró y negó con la cabeza. – No es necesario, de verdad. Ya has hecho mucho por mí.
- No me importa, en serio.
- Tienes que descansar, no has dormido en toda la noche.
- Y tú tampoco lo has hecho.
- No vas a parar hasta que te diga sí, ¿verdad? – Lara asintió y mantuvo una gran sonrisa. – Está bien. – Se dirigió a la puerta, pero la morena la agarró del brazo.
- No vamos en el coche.
- ¿Entonces? – Lara no contestó, simplemente la siguió a través de las escaleras hacia el garaje.
Y ahí estaba, delante de sus narices. Una puta Harley Davidson de color negra y reluciente. Y quizás, sólo quizás, pasó por su mente la idea de ver a la morena vestida de cuero y subida a esa moto. Sólo quizás.
- Joder.
- ¿Te gusta? – Preguntó orgullosa y se acercó, apoyándose ligeramente sobre ella.
- Es muy bonita. – Admitió. – Pero no tengo ni idea de motos. – Rio y le tendió el casco a Becca mientras ella se ponía otro.
- Yo tampoco. – Confesó. – Fue el regalo de mi 18º cumpleaños.
- ¿Te regalaron esta moto en tu 18º cumpleaños? – Preguntó sorprendida.
- Más bien… mi padre tuvo un pequeño accidente con la moto y mi madre le prohibió terminantemente que la volviese a conducir.
- ¿Y deja que tú la conduzcas?
- Digamos que… ella no sabe nada. Será nuestro pequeño secreto.
- No sé si me hace mucha gracia que conduzcas una moto con la que tu padre tuvo un accidente.
- Pequeño accidente. – Remarcó. – Y no te preocupes, llevo cuidado.
- Ya, claro… - Le tendió el casco y lo sujetó sobre su pecho.
- Entonces… ¿vienes? – Becca sonrió y se colocó el casco.
- Tengo que confesar que nunca me he montado en una moto.
- ¿Nunca? – Negó. – Bueno… sólo tienes que agarrarte a mí. – Becca obedeció y cogió su cintura como si fuera un robot. – Intenta relajarte, tienes que disfrutar del camino. – Becca suspiró y se pegó un poco más a Lara, relajando sus brazos y acomodándose. – Así.
- No vayas muy rápido… - La voz de Becca sobre su oído la sobresaltó y erizo el vello de su nuca.
- Tranquila, confía en mí. – Giró su rostro levemente y se topó con la mirada de la castaña. - ¿Preparada?
- Siempre. – Y tal y como la morena dijo, el viaje hacia la universidad hasta lo disfrutó. Se mantuvo aferrada a la cintura de la policía y quiso quedarse allí toda la mañana recorriendo la ciudad sobre su moto.
- La facultad de Medicina está a la derecha del campus. – Alzó la voz para que Lara pudiese escucharla y giró hacia dónde le indicaba, haciendo que Becca se sujetase más fuerte a su cintura. No tardaron más de 5 minutos en llegar allí y Lara paró a pocos metros de la entrada del edificio.
- Hemos llegado a su parada señorita. – Se giró hacia la castaña y ésta le tendió el casco tras separarse de ella.
- Muchas gracias por traerme, de verdad. No tenías por qué hacerlo…
- Pero quería hacerlo. – Zanjó el tema la morena. – De verdad, lo he hecho encantada. Y lo volvería a hacer. – La castaña esbozó una sonrisa y se perdió por un momento en la profundidad de los ojos de Lara. Se podría quedar perfectamente horas aferrada a su cintura mientras recorrían las calles de la ciudad. O compartir otra noche de conversación culminando con un buen desayuno preparado por las dos.
- Tengo que ir a clase… - Dijo con fastidio, no queriendo irse todavía de allí.
- A por ellos, fiera. – Animó la agente, viendo la desgana de la castaña. – La mañana se pasará rápido, ya verás.
- Sí… - Suspiró e hizo el amago de girarse, pero se mantuvo en su sitio. – Oye… Lara. – La Agente alzó el ceño, confundida por el tono que había empleado la castaña.
- ¿Quisieras…? - Se acalló. – Joder, qué difícil es esto.
- ¿Quisiera…? – Animó la policía.
- Ya que lo de la última vez según tú, no fue una cita… - Dijo irónicamente. – Me preguntaba si querrías… - Paró durante unos segundos y volvió a mirar a la morena. - Si quisieras tener una cita conmigo. Una de verdad.
- ¿Una de verdad? – Alzó el ceño divertida, intentando ignorar el agradable nudo que se formó en su estómago.
- Sí, una de verdad. – Afirmó. – En un restaurante, con camareros sirviéndonos y una buena botella de vino acompañándonos. – Sonrió. - ¿Qué dices?
- Pues… - Se quedó dubitativa durante unos segundos sólo para provocar a la castaña, la cual había cambiado totalmente su expresión a una de decepción.
- Sí, ya, entiendo. Es muy precipitado y tendrás trabajo y…
- Me encantaría, Becca. – La cortó antes de que formase en su cabeza una idea equivocada en su cabeza. – Quiero tener una cita contigo.