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La luz de tus ojos y lo oscuro de tu corazón por Marbius

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3.- Oh, Valentine.

 

En ese año de 1981, la batalla en el mundo mágico se recrudeció como nunca antes.

Uno a uno fueron cayendo miembros de la Orden, lo mismo que del bando de los Mortífagos, pero los decesos no se reducían a victorias ni derrotas, pues se acumulaban como un dolor sordo y debilitante para el cual no había ninguna cura, sólo un final que no daba la impresión de estar próximo.

En medio del caos, los Potter escaparon a duras penas no una, sino dos veces de Lord Voldemort, y el precio por sus cabezas aumentó de manera exponencial.

—Dumbledore ha considerado que nuestra mejor opción es el encantamiento Fidelius —dijo Lily una tarde en que los Merodeadores y ella se reunieron para darles normalidad a su vida.

Apretujados en la pequeña cocina con la que contaban en esos momentos, todos estaban sentados alrededor de la mesa y era Sirius quien tenía a Harry en su regazo y lo dejaba hacer lo que quisiera con largos mechones de su cabello negro.

—Pero eso implicaría... —Dijo Remus, sin ánimos de continuar su oración.

—Sí —confirmó James con pesar—, que sólo el guardián sabría nuestro paradero y que su vida correría peligro. También... Que puede tratarse de un acuerdo indefinido hasta el final de la guerra.

—De momento todavía no hemos tomado una decisión al respecto —dijo Lily—. Poner la vida de alguien en riesgo de esa manera...

Remus se removió incómodo en su asiento, puesto que Lily no iba demasiado desencaminada en ese aspecto. Hasta hacía un par de semanas atrás, Dumbledore había sido el guardián secreto de Regulus en su escondite, pero siendo que ya lo era de la Orden, había considerado adecuado cederle ese honor a Remus, y ahora era él quien velaba por completo del hermano de Sirius.

Lo peor, por supuesto, no era vivir con el miedo constante, mirando por encima de su hombro y a la espera de un ataque furtivo que revelara el paradero de Regulus, sino mentirle a Sirius, y con ello poner entre ambos un muro invisible.

En gran medida y porque Regulus era una pieza valiosa, Dumbledore había puesto una pausa a las misiones de Remus con los hombres lobos y en su lugar lo había devuelto a su trabajo de escritorio, buscando codo con codo junto a Regulus una manera para destruir el guardapelo que había pertenecido a Lord Voldemort y con ello ponerle un alto a esa guerra.

Remus no tenía quejas, él también quería lo mejor para el mundo mágico y además había descubierto con Regulus un punto neutral en el que los dos habían hecho a un lado sus diferencias en pos de un bien mayor, pero a su regreso al piso que compartía con Sirius siempre cargaba consigo la culpa de sus mentiras, de ocultar información y de estar al tanto del paradero de Regulus...

Que a oídos de Sirius había llegado del rumor de la desaparición de su hermano, y aunque sólo lo compartió con Remus, ya tarde en la noche en su cama porque temía de su muerte a manos de sus propios camaradas Mortífagos, éste se sintió terrible por tener que mantener la verdad en secreto.

—Yo podría hacerlo —se ofreció Sirius de pronto, sacando a Remus del pozo de miseria en el que se encontraba y trayéndolo a la realidad, donde Harry descansaba acurrucado en sus brazos y él ofrecía su vida a cambio de la de sus mejores amigos y ahijado—. No me importaría.

James se quedó quieto, y fue Lily la que respondió. —Pero no podríamos pedirte eso, Sirius. Es demasiado egoísta, y te pondría en riesgo.

—Nadie me pide nada, soy yo el que se ofrece —declaró éste con fiereza—. ¿Y qué si hay riesgo inherente en su guardián secreto? No es como si los últimos años hubieran sido un paseo en el parque luchando contra Mortífagos. Le di la espalda a los Black que son mi sangre, porque ustedes son mi verdadera familia, y haría lo que fuera por su seguridad.

Sin avergonzarse por su reacción, James se retiró las gafas y se limpió el borde de los ojos, en tanto que Lily rompió a llorar abiertamente. Harry sólo miró a sus padres con relativa curiosidad, pero se distrajo de vuelta con el cabello de Sirius.

Sólo Remus y Peter se sintieron fuera de lugar, que compartiendo una breve mirada por encima de la mesa, pensaron cada uno por su cuenta que estaban llegando a un punto de quiebre para el cual no habría retorno alguno.

 

A mediados de aquel año tan caótico, Remus volvió al piso que compartía con Sirius luego de haber pasado las últimas doce horas con Regulus inspeccionando ciertos libros de magia oscura que versaban de almas y su partición por medios aberrantes, pero también compartiendo una modesta cena y por primera vez hablando de asuntos mundanos (básicamente de Londres, y las diferencias entre el Diagon Alley y las calles muggles más céntricas) que habían acabado por retrasarlo.

A su retorno, Sirius estaba ligeramente ofuscado, y su ánimo sólo empeoró cuando Remus rechazó su propuesta de bajar por un poco de curry del que vendían en la esquina.

—¿Dónde estabas? —Preguntó Sirius, que examinaba a Remus con unos ojos inquietos que a éste no le gustaron.

—Cumpliendo asuntos de la orden —dijo tras una leve hesitación de su parte, y sólo por si acaso, agregó—: Dumbledore así me lo pidió.

—Oh, ya veo.

Pero el tono no era el adecuado, y Remus se sintió frustrado.

—¿Es que acaso no me crees?

—No fue eso lo que dije.

—Ya, pero esa fue la impresión que me dio.

Sirius se cruzó de brazos. —¿Qué, es esa tu manera de empezar una pelea?

—No quiero pelear, Sirius, pero tengo la impresión de que tú sí.

—¡¿Yo?! ¡¿Por preguntar dónde estabas las últimas horas?!

—¡Te lo dije, Dumbledore tenía un encargo para mí! —Estalló Remus a su vez—. No es la primera vez que lo hago, pero sí la primera vez que lo pones en duda.

—Porque... —Sirius encogió un hombro—. Porque no hueles a lobo. Siempre que vuelves de tus misiones hueles diferente...

—No dije que estuviera trabajando con hombres lobo.

—¿Entonces qué-...?

—No es asunto mío el revelarlo ni el tuyo estar al tanto —replicó Remus, que a pesar de la frase lo hizo con cautela—. Dumbledore decidirá cuándo incluirte, ¿ok?

Sirius bufó. —Probablemente nunca. Pero… Ok.

Y de momento, era una tregua.

 

Got nothing but love for you, fall more in love every day

Valentine, valentine

5 Seconds of Summer - Valentine

 

La relación entre Remus y Sirius se deterioró a ojos vistas durante la segunda mitad de ese 1981, y pronto se hizo habitual para ambos dormir en horarios diferentes para no tener que compartir la cama.

Con todo, ninguno faltó a su saludo de bienvenida, con una pregunta de rigor que no significaba nada, y una declaración de amor que lo era todo, donde quedaba patente que la confianza era absoluta.

Todavía al menos.

—No luces muy contento hoy de estar aquí, Lupin —dijo Regulus, que lo había observado de reojo durante la última hora que tenían repasando algunos libros de genealogía buscando antepasados en común con los Gaunt y Lord Voldemort.

Usualmente Remus traía los libros y junto con Regulus revisaban los volúmenes de inicio a fin en búsqueda de los encargos que Dumbledore tenía para ellos y para los que era secretivo, aunque sus dos ayudantes ya se hacían una idea de qué buscaba y para qué, así que se tomaban su trabajo en serio.

Remus se talló los ojos y gruñó: —¿Y eso a ti qué te importa?

Regulus puso los ojos en blanco. —Pensé que ya habíamos cruzado la línea hacia la mínima cortesía.

—Eres un Mortífago, mi única cortesía contigo es no poder mi varita contra tu cuello y hacerte lamentar el día en que te uniste a la causa de Lord Voldemort.

—¿Una vez un Mortífago siempre un Mortífago, uh? —Resumió Regulus, quien en los meses que tenía ya escondido y bajo vigilancia de Dumbledore y Remus no había hecho sino cooperar y ser una gran ayuda.

Remus detestaba esa parte de sí mismo que le hacía desconfiar invariablemente de todos y todo (excepto Sirius, y a veces también de él...), pero ya en el pasado sus dudas le habían salvado la vida en más de una ocasión por lo que se sentía justificado, pero con Regulus... El hermano menor de Sirius no le daba a Remus la sensación de tener que afianzar su varita en todo momento y tener listo entre labios un hechizo de protección.

En un inicio sí, cuando los dos apenas estaban tanteando terreno y hasta la tarea de ofrecerse una taza de té como distracción estaba siempre acompañada de la sospecha de estar a punto de ser envenenado, pero esos días habían pasado y ahora eran casa civiles el uno con el otro.

Casi como la palabra clave, porque igual que dos colegas con una meta en común pero que por su naturaleza se odiaban, la inquina entre los dos subía y bajaba como las mareas por merced de la luna, o en su caso, las frustraciones que Remus vivía fuera y traía consigo al momento de encerrarse con Regulus a trabajar.

—Cualquiera diría que después de mis favores prestados a su causa se me concedería un perdón, al menos parcial —comentó Regulus al cabo de unos minutos de silencio, y Remus golpeó la mesa con el puño y tiró el tintero, que salió rodando y manchó los pergaminos sobre los que tomaban apuntes.

—¿Nuestra causa? —Enfatizó Remus con creciente frustración—. A estas alturas, ya debería ser tu causa también si es que aprecias vivir.

Regulus tuvo al menos la decencia de mostrarse avergonzado. —Nuestra causa en común, entonces, aunque sea por razones diferenciadas...

Experimentando un brote de frustración como sólo Sirius había conseguido provocarle en el pasado, Remus apreció el que fuera precisamente Regulus quien lo sacara de sus casillas, y al mismo tiempo lo odió por ello. Como siempre, reconectar a Sirius con Regulus traía consigo viejas nociones de exasperación, en donde a Remus le fastidiaba el parentesco casi tanto como a Sirius estar emparentado con los Black, aunque curiosamente no con Regulus, pero Remus no tenía esas consideraciones, y mucho menos en esos instantes en los que prefería atacarlo con un hechizo aturdidor y mejor trabajar a solas.

—No soy tu enemigo particular, Lupin. De hecho, ya no soy el de nadie —masculló Regulus, que en un cambio de actitud había puesto en pie el tintero y trataba de limpiar el desorden con unos restos de pergamino—. Esos días se acabaron para mí, y si Dumbledore lo sabe, tú también deberías estar al tanto.

—Ya —gruñó Remus, que se apiadó de Regulus sin su varita y limpió por él el desastre con un quiebre de su muñeca—. Pero no confío para nada en ti.

—¿No?

—No. ¿Cómo podría? El guardapelo con el que apareciste es una excelente carta de presentación, pero no tiene nada que ver conmigo y mis amigos. Es parte de la guerra y la táctica para ganarla, pero no guarda relación a mis amigos, a mi familia...

Regulus le miró fijo unos segundos y después dijo: —El guardapelo era mi mejor carta para acercarme a Dumbledore, pero no fue lo único que entregué a cambio de su protección. También... —Regulus se humedeció los labios—. Le hablé del traidor.

—¿De ti mismo?

—No, del traidor de su bando.

—Ah...

El rumor, aunque comentado a susurros entre los miembros de la Orden durante los dos años anteriores, había cobrado fuerza durante los últimos meses. Básicamente hablaba de alguien en su bando pasando información al lado enemigo, y como prueba estaban algunos ataques infructuosas, emboscadas, y el que los Potter estuvieran en perpetua huida porque de algún modo Lord Voldemort conseguía dar con su paradero y atacarlos a la menor oportunidad.

—Veo que Dumbledore no te ha contado nada al respecto...

—Ese no es el estilo de Dumbledore, él sabe guardarse sus mejores cartas para el final —replicó Remus—. Además, en caso de ser cierto-...

—Lo es —interrumpió Regulus—. Claro que lo es. Yo estuve presente cuando le entregó al Señor Oscuro el nuevo paradero de los Potter en Essex.

Remus se paralizó, la boca seca y los ojos grandes, porque en efecto, los Potter habían salido por los pelos de su casa en Essex cuando de pronto fueron emboscados por una docena de Mortífagos y Lord Voldemort en persona.

—¿Quién-...?

—No lo sé —denegó Regulus con la cabeza, y al instante lo sujetó Remus por el cuello de su túnica y lo sacudió con fuerza—. Tú lo sabes mejor que nadie, los Mortífagos llevan máscaras y se ocultan tras nombres clave. Nunca vi su rostro, y tampoco lo reconocí, pero...

—Pero hay un traidor entre nosotros —completó Remus aquella oración, y el corazón le hizo un extraño martilleo cerca de los oídos.

—Exacto —confirmó Regulus, a quien Remus soltó lentamente y dejó ir—. Una maldita rata traidora.

Que como epifanía, Remus habría de comprenderla tarde.

 

Remus y Sirius asistieron una última vez juntos con los Potter para celebrar el primer cumpleaños de Harry y disfrutarlo como familia. A su lado estuvieron algunos miembros de la Orden, al menos aquellos sobrevivientes de las últimas luchas, pero fueron muchos los asientos vacíos. Los Prewett ya no estaban, y en su representación asistió Molly con sus seis hijos y una barriga de embarazo que parecía a punto de explotar.

Peter estuvo con ellos, pero estuvo mentalmente ausente y nadie lo culpó. Mary Macdonald había muerto a inicios de año, y aunque lo suyo era apenas una relación tentativa, no había conseguido reponerse del todo.

Además, no era el único que ostentaba señales de estrés y decaimiento físico y moral. Muchos de ellos se mostraron apáticos y demasiado solemnes para una fiesta de cumpleaños, y no fue sino hasta que Lily insistió en soplar las velas de la tarta que había cocinado para la feliz ocasión que empezaron a aparecer las primeras sonrisas en los rostros de sus invitados.

En algún punto de la velada, James pidió su atención para revelar que él, junto con los Longbottom se iban a retirar a la clandestinidad, y que hasta nuevo aviso sus caminos no volverían a encontrarse.

Remus se sintió devastado, y a su lado Sirius le tomó de la mano y apretó con fuerza.

—No era lo que ninguno de los dos hubiera elegido, pero Dumbledore ha sido firme... —Le dijo Lily a Remus más tarde, los dos lavando algunos platos y vasos en el fregadero a la usanza muggle y charlando en susurros—. Frank y Alice tampoco querían hacerlo, pero su preocupación por Neville los ha hecho recapacitar, y lo mismo nos ha pasado a nosotros con Harry. Pero... Los echaré tanto de menos.

—Y nosotros a ustedes, Lily. No lo dudes ni por un momento.

—No, yo... —Lily se enjugó el rostro refregándose la mejilla contra el hombro—. Esta guerra ha sido demasiado cruel para todos nosotros... Sólo quisiera que terminara de una vez.

«No eres la única», pensó Remus al hacer a un lado al trapo con el que secaba los platos y abrazar a Lily con fuerza. Él también coexistía con el temor constante de perder a sus amigos, de perder a Sirius, y a veces aquellos pensamientos le hacían perder el sueño y el apetito, también incluso las ganas de vivir.

—Seremos los vencedores —dijo en su lugar—. Me niego a aceptar menos que eso.

Que entre el dicho y el hecho, estaban a muy poco de llegar a su final particular.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (03-Jun)/Sin comentarios (17-Jun).

Notas finales:

La trama avanza~ Pero Remus está demasiado ofuscado como para apreciar que las ratas traidoras son literalmente ratas...


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