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Encrucijada por Sioa Shun

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San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Lunes 01 de Julio del 2019.

Encrucijada.

Capítulo 9 Final: En la vida y en el amor, a veces se gana y a veces se pierde.

By Sioa Shun Uchiha-san.

Cuando la alarma de su celular sonó a las cinco de la mañana, abrió sus ojos y sintió un peso extra sobre su pecho. Miró hacia abajo y descubrió una cabeza castaña recostada entre sus pectorales, Italia tenía una mano acurrucada contra su propio torso y la otra apoyada sobre sus abdominales y una pierna sobre él, entrelazada con las suyas.

Despacio, intentando moverse lo menos posible alcanzó su celular con su mano disponible y apagó la arma quedandose tendido unos segundos mientras sonreía ¿Cómo haría ahora para levantarse sin despertar al menor? No quería tener que moverse, odiaba con todo su ser tener que alistarse para ir al aeropuerto, resoplando entre dientes escuchó en medio del silencio de la madrugada los movimientos que venían del cuarto de al lado su hermano claramente ya estaba levantado.

Volvió a fijarse en Feliciano, el chico respiraba liguero y su aliento hacía cosquillas contra su pálida piel, mordió discreto su labio inferior al notar un suave movimiento del chico que acomodó su pierna entre las propias arrimandose un poco más y un sonrojo decoró sus mejillas.

¡Mierda! No había pensado en ese detalle cuando lo invitó a quedarse a su lado la noche anterior, ahora lo tenía tan pegado que era difícil mantener pensamientos castos.

-Ita-chan…- Murmuró usando la mano con la que había abrazado su cadera para comenzar a acariciar su espalda, su piel era suave y cálida, pudo sentir algunas cicatrices bajo la yema de sus dedos y frunció suavemente el ceño, no era algo de lo que sorprenderse, todos ellos tenían en su piel la marca de sus guerras, de sus desastres naturales, llevaban en la carne las marcas de su historia, pero siendo Italia un joven tan alegre y dulce era complicado darse cuenta que también había sufrido tanto como cualquiera.

-¡Mnngh…!- Escuchó la queja ahogada y como la mano que estaba sobre su abdomen envolvía su cadera con algo más de fuerza al mismo tiempo que la mejilla de la castaña nación se frotaba contra él obligándolo a ahogar un suspiro.

-Ita-chan, es hora de despertar.- Insistió intentado mostrar toda la calma que interiormente no tenía y despacio comenzó a moverse para poner algo de distancia entre ellos, si seguía sintiendo a la nación mediterránea tan pegada a él no iba a poder mantener sus manos quietas y no solo no tenía tiempo para distraerse sino que no se permitiría ser tan descaradamente irrespetuoso con el chico estando dormido.

Entre sus sueños escuchó la voz que lo llamaba y los movimientos bajo él así que entreabrió sus ojos antes de parpadear lentamente aun somnoliento. -Che succede? - Preguntó con la voz arrastrada incorporándose despacio hasta quedar sentado en la cama con sus piernas flexionadas a los lados de su cuerpo, frotando sus ojos con ambas manos.

Prusia lo observó por un largo momento que pareció eterno, la imagen del castaño recién despertado estaba entre las cosas más adorables que hubiera visto en su vida y disimulando un poco su fascinación le sonrió ampliamente mientras también se sentaba en el borde del lecho apoyando sus pies en el piso fuera del lecho. -Guten morgen, Ita-chan. - Saludó alegremente. -Lamento haber tenido que despertarte pero si no me soltabas no podía levantarme.- Explicó al mismo tiempo que salía totalmente de la cama paseandose en boxer por el cuarto hasta la silla donde su conjunto de ropa descansaba perfectamente doblado. -Puedes volver a dormir ahora.

El italiano miró a su alrededor algo confundido ¿Por qué estaba con Prusia? Recordó entonces vagamente su fallida incursión de espionaje la noche anterior mientras fijaba ahora sus ojos en la silueta del albino moviéndose diligente para comenzar a vestirse.

-Boungiorno Prussia. -Saludó con una sonrisa ya más despabilado. -¿Qué hora es? - Consultó al recordar que desgraciadamente sus vicitas regresaban a su casa ese día, no veía el caso en volver a dormirse, quizás pudiera despedirlos ahora que ya estaba despierto.

-Deben ser las cinco y diez de la mañana. - Contestó volteando a mirarlo mientras se colocaba la camisa, abotonándola con pasividad. -¿Dormiste bien anoche?

-Si, eres muy calentito.- Comentó con alegría mientras cruzaba sus piernas a lo indio en el centro de la cama. -Dormí muy cómodo.

-Kesesesese me alegra oír eso ¿No vas a volver a dormir? Es muy temprano Ita-chan.

Negando con su cabeza con sus ojos aun atentos a las acciones del teutón el italiano volvió a hablar. -No, está bien, ya me desperté así que creo que podría acompañarlos a desayunar antes de que se vayan, es una lástima que tengan que marcharse tan pronto.

-¿Esa es una invitación para que me quedé, Ita-chan?- Bromeó arqueando una ceja con divertimento mientras tomaba el pantalón para comenzar a ponerselo.

Algo sonrojado por esa pregunta rió y se encogió de hombros. -Me gustaría que se quedarán pero sé que ambos tienen trabajo que hacer con su jefe.

-West se encarga de esas cosas.- Contestó el albino con calma acomodando la camisa bajo el pantalón para luego proceder a colocarse el cinturón para luego acercarse a la cama y sentarse junto al castaño, estirando su mano para acariciar suavemente sus cabellos. -¿Qué pasó anoche, Italia? ¿Por qué no podías dormir?

La pregunta lo tomó desprevenido y giró su rostro para poder mirar esos ojos escarlatas que ahora lo miraban con cierta preocupación, hizo una leve mueca y se encogió de hombros. -No es nada, Prusia.

-No voy a presionar para que me digas nada Ita-chan pero has estado un poco triste estos últimos días, me preocupas.- Admitió con seriedad paseando sus dedos entre los castaños cabellos con suavidad. -Sé que has estado llorando, solo quiero que sepas que puedes contarme lo que sea que te cruce por la cabeza.

La nación mediterránea soltó un ahogado suspiro desvió su mirada a las mantas, quizás Prusia no fuera el más indicado para discutir las preocupaciones que rondaban su mente, ya había hablado con Hungría al respecto pero el hombre a su lado le inspiraba confianza, cerrando sus ojos dejó caer ambas manos sobre sus tobillos cruzados. -Solo estoy muy confundido.- Admitió en un tono débil. -Anoche no podía dormir porque no dejaba de pensar… en ustedes...en Germania y en vos.

El antiguo imperio tragó saliva con dificultad al ver ese rostro decaído y pensativo, dolía verlo así por su causa, Italia era una persona enérgica y feliz, verlo en ese estado era descorazonador. -Lamento que te hayamos puesto en una situación difícil, Italia.

El chico negó con su cabeza y volvió a alzar sus ojos ambarinos a los escarlata de su interlocutor. -No es su culpa.- Contestó con más firmeza. -Soy yo que no puedo aclararme y tengo miedo de lastimarlos.- Admitió con tristeza. -Estuve enamorado de Germania por mucho tiempo y ahora simplemente no sé qué siento, ayer cuando me besó después de nuestra cita yo no sentí lo que pensé que sentiría.

Prusia detuvo las caricias, dejando su mano inmóvil sobre la cabeza del chico mientras procesaba la información que acababa de recibir ¿West había besado a Italia? Sentía como si acababa de tragarse una roca que había caído pesada y dolorosamente en su estómago.

-¿Prusia?- Preguntó al notar el gesto estático del germano.

-Perdón Ita-cha, solo me tomaste desprevenido.- Se justificó volviendo a acariciar las castañas hebras con delicadeza. -Dime ¿Qué pensaste qué sentirías? A veces uno idealiza las cosas y por eso luego resultan un poco decepcionantes pero eso no quiere decir que haya sido realmente malo, solo es nuestra cabeza haciéndonos una mala jugada. - Sabía que estaba sirviendo todo en bandeja de plata para que el país mediterráneo huyera de su cama y fuera a buscar a su hermano, pero nunca sería tan rastrero como para usar la confusión del chico en su beneficio, solo quería que Italia fuera feliz y no que un día despertara a su lado mirándolo con resentimiento por causa de acciones deleznables por su parte.

Pensó las palabras del hombre con cuidado, si, era cierto que siempre había idealizado a Alemanía y la forma en que su relación podría avanzar al siguiente escalon, había imaginado que sentiría con sus besos, con sus caricias, con poder decirle mi amor en las mañanas, pero no estaba seguro realmente de que eso tuviera realmente que ver. Si, había pensado en todo eso pero porque estaba enamorado de él y ahora lo miraba y… y veía a su gran amigo Alemania, ese beso había sido cálido, lleno de emociones mezcladas e inconexas, pero luego se había sentido casi vacío y decepcionado, muy profundamente en su interior supo que en aquel nexo no había habido al menos de su parte ningún sentimiento que fuera más allá del cariño, ni siquiera sintió esa chispa de pasión, para su propio tormento se descubrió en una situación similar a la de un niño pequeño que esperó un año para recibir un regalo en navidad por el que suplicó con ahínco pero al tenerlo en sus manos descubrió que ya no era de su interés, y aunque atesora el obsequio, solo es uno más de los muchos otros que tiene sin nada de especial.

Una lágrima solitaria bajo por su mejilla, pero ésta fue borrada por el pulgar del albino a su lado obligándolo a alzar sus ojos ámbar a esos inquietantes rubíes que lo alteraban. -Italia, ya no llores.- Pidió con la voz dulcificada y tranquila, intentado transmitirle calma a su interlocutor. -En asuntos del corazón no debes apresurarte demasiado, quizás estamos presionando demasiado y te hemos abrumado, hazme un favor, respira profundo. - Pidió sonriendo levemente al ver al chico cerrar sus ojos y obedecer con confianza ciega en él. -Recuerda que no importa lo que pase, West y yo siempre vamos a estar para ti ¿Si? No vas a perder a nadie y este no es un asunto de vida o muerte.

-Pero… ¿Entonces porque siento que se me acaba el tiempo? - Susurró sin abrir sus ojos, dejando ver pequeñas gotas de agua salina atrapadas entre sus pestañas.

-Italia, West y yo nos marchamos a casa ahora, pero nada más, puedes ir a visitarnos, podemos venir a verte, nada va a cambiar, esto no es una carrera.- Le aclaró inclinándose a besar suavemente la comisura de uno de sus ojos. -Tomate un tiempo para pensar si crees que es lo que necesitas, se impulsivo si crees que eso te ayudará, pero recuerda que tomes la desición que tomes, el mundo no se acabara por eso y no perderás la amistad de nadie. - Tras terminar de hablar sintió al más bajo moverse en la cama de forma algo brusca, y en cuestión de un instante tenía los delgados brazos del amante de la pasta enredándose en su cuello, el diminuto cuerpo del chico parecía caber a la perfección contra su pecho y aunque por un segundo no supo qué hacer su cuerpo fue más rápido que su mente y envolvió sus caderas para corresponder al cálido y necesitado abrazo.

-Gracias, necesitaba escuchar eso. - Susurró contra el cuello del antiguo imperio, ignorando los estragos que su aliento acariciante provocaba en él.

Involuntariamente apretó más el abrazo, no quería soltar al joven con alma de artista y un suspiro suave escapó de su boca mientras giraba un poco su cabeza para poder apreciar el rostro contrario, dejándolos a ambos a escasos centímetros de distancia, siendo consciente de que la puerta continua se abría y el ruido de una valija y pasos se alejaba por el pasillo, su hermano ya estaba listo para partir. -Ita-chan, tengo que irme. - Murmuró casi temiendo romper el ambiente en torno a ellos, hechizado por los ojos entreabiertos de su adoración.

El italiano no respondió, ni deshizo el contacto que los unía, el rostro del teutón estaba tan cerca que podía sentir su respiración levemente acelerada contra su rostro y su mirada se redirigió a sus labios. Nuevamente los pensamientos sobre cómo serían sus besos lo asaltaron, ahora más que nunca necesitaba probarlos, no había otro pensamiento en su mente, solo la necesidad que estaba cosquilleando en su cuerpo por sentir al germano más cerca y esa sensación asfixiante en su corazón acelerado que solo parecía gritarle por qué se acercara más, haciéndolo sentir incapaz de controlarse.

Las manos de Prusia subieron por su espalda, erizandole la piel ante la casi inocente caricia y volvió a cerrar sus ojos mientras se acercaba a él, nadie supo decir quién había iniciado el movimiento, pero ambos sintieron la electricidad sacudir sus cuerpos en cuanto sus labios se encontraron.

Despacio el albino separó sus bocas sólo por milímetros dejando salir un suspiro ahogado pero antes de que terminara de expulsarlo, Italiana estaba succionando despacio su labio inferior y aquellas delicadas manos subían en una caricia seductora por su nunca hasta sus cabellos. Incapaz de pensar impulsó su cuerpo contra él, dejando salir su lengua para para acariciar su labio superior y eso fue todo.

Sus bocas habían iniciado una danza lenta, buscándose mutuamente, un gemido sofocado cortó el aire pero nunca se supo a quién pertenecía y sus lenguas se encontraron por primera vez, se envolvían, se reconocían, invadian el territorio ajeno y luego se dejaban invadir. Los delgados dedos del castaño tiraron de los blanquecinos cabellos para acercar aún más a aquel hombre contra él como si eso pudiera ser posible y las heladas del más alto apretaron su columna para hacer colisionar sus pechos que se agitaban con la cadencia acelerada de su respiración.

Nunca supieron si fue Italia quien se dejó caer en la cama para llevar al otro consigo o si fue el teutón quien lo empujó al lecho, todo era suave, fluido, simplemente natural, todo a su alrededor había dejado de existir. Habían olvidado donde estaban, sus obligación, el hecho de que Prusia tenía un vuelo que tomar en solo poco más en una hora y media.

Las caricias que se regalaban eran lentas, se exploraban la nación mediterránea había dejado a sus dedos bajar por los formados hombros ajenos para luego deslizarse sobre el pecho, sintiendo la dureza de los músculos bajo la tela como si fuera la primera vez que tocaba a su acompañante, como si no conociera su cuerpo y Prusia subía con sus manos por los bordes de la estrecha cintura, apoyando su peso en un brazo que apoyaba junto al rostro de más bajo dibujando un camino imaginario con sus dedos hasta alcanzar una de las mejillas del castaño, sosteniendola con adoración mientras su pulgar acariciaba la piel.

Nada de sexual había en aquella escena, el beso jamás aumento el ritmo, solo estaban ahí conociéndose de una manera distinta, obnubilados por las sensaciones y los sentimientos que se agolpaban en sus pechos disfrutando de ese éxtasis alcanzado que nada tenía que ver con lo carnal y así, con la misma lentitud con que habían empezado ambos se separaron al unísono y abrieron sus ojos para mirarse a los ojos en silencio.

Ninguno de los dos pudo dilucidar qué demonios había pasado, cuando o como habían terminados en aquella posición en la cama, una sonrisa entre la travesura y la incredulidad surcó sus rostros y fue el albino quien dejo salir una carcajada mientras apoyaba su frente en la contraria sintiendo que su cuello era nuevamente abrigado por los delgados brazos del italiano.

-¿Qué fue eso, Ita-chan? - Preguntó casi en un ronroneó ladeando apenas su rostro para dejar que sus narices se rozaran con delicadeza en un gesto mimoso.

Aquello volvió a enviar escalofríos por su cuerpo. Jamás había imaginado que Prusia podía ser tan delicado, tan dulce y tan… tan.. no podía describir lo que sentía con palabras, quizás aquel beso no tenía nada de extraordinario, pero jamás se había sentido tan pleno, y en paz después de beso, jamás había sentido que algo tan simple como aquello podía sentirse tan íntimo. -No tengo idea…- Respondió con la voz apenas risueña, pero todo el ambiente fue interrumpido cuando se escucharon dos fuertes golpes en la puerta.

-Bruter, wir müssen gehen. - La voz de Alemania los sacó de su ensoñación y casi como polos idénticos de dos imanes, se repelieron mutuamente, levantandose de la cama cada uno un costado distinto.

-Ich gehe, West! - Gritó para dar aviso al menor de que lo había escuchado y que no dormía, se apresuró a tomar su maleta y su chaqueta y se giró a ver al castaño que sonreía suavemente para él, transmitiendole un poco de consuelo a esa sensación de haber sido atrapado como una rata en una situación delicada.

Fue el castaño quien se acercó a la puerta primero para abrirla y le sonrió al rubio que lo miraba desconcertado, pues lo último que esperaba era ver a su interes romantico a esa horas en el cuarto de su hermano.

-Italien, Was…? - Su pregunta fue interrumpida por el italiano que alzó sus brazos a él mientras giraba su rostro, esperando sus besos de buenos días.

-Ve~ ve~ Buongiorno Germania. - Saludó con calma, por primera vez en todos esos vertiginosos días se sentía realmente tranquilo.

-Guten morgen, Italien. - Saludó resignado a que seguramente el chico habría despertado para despedirlo, seguramente habría ido primero a buscarlo a él y al no encontrarlo fue con su hermano al cuarto continuo. Con calma se agachó para besar ambas mejillas del chico y luego recibir los suyos. -Ya es tarde tenemos que partir.

-Tranquilizate West, el avión no se irá sin nosotros. - Interrumpió Prusia con tono jovial. -Ita-chan solo quiere despedirse.

-Si, los acompañaré a la puerta. -Sin importarle el hecho de que vestía solo una camisa abierta y unos boxers bajó con ellos al recibidor y allí abrazó a ambos, primero al rubio y luego al albino, notando como la cercanía de este último parecía hacer que cada nervio de su anatomía se activará de una manera placentera y casi relajante. -Buon viaggio.

Vio a los hermanos irse, conversando entre ellos en su áspera lengua madre y no fue hasta que los vio a lo lejos subirse a la góndola que cerró la puerta, suspirando con pesadez.

Ahora las cosas estaban más claras, pero las aguas seguían agitadas. Lo sucedido esa mañana era algo que aún necesitaba digerir.

-.-.-.-.-.-

LLegar a casa después de un viaje siempre es gratificante pero para los germanos aquel hecho también estaba velado de incertidumbre. Prusia sonrió al escuchar que los perros habían comenzado a ladrar en cuanto el taxi los había dejado en la entrada y tras dejar las cosas en el pasillo se dirigió al patio trasero para ir a saludar a sus mascotas, Alemania había procedido a hacer lo mismo y tras varios saltos, ladridos, llantos y lamidas de los caninos se giró a ver a su hermano.

-¿Que hacía italia en tu habitación, bruter? - Consultó mirándolo de reojo.

Golpeado por sus palabras los ojos carmesí del mayor se dirigieron sorprendidos a los pozos celeste cielo del contrario. -Durmió conmigo anoche, al parecer tenía pesadillas o algo así y no podía dormir.

Un suspiro de resignación abandono los labios del rubio que dejó caer sus hombros y negó con su cabeza. -¿Cuándo dejará de actuar como un niño?

-Kesesese, Ita-chan es adorable cuando hace eso, dejalo West.- Defendió divertido el albino. -¿Te encargas de sacar a los perros? Yo necesito guardar mis cosas y dormir un poco, Ita-chan casi me mata de un infarto cuando entró en el cuarto a hurtadillas anoche y dormí muy poco.

-Claro, descansa. - Accedió mientras buscaba las correas de los perro para sacarlos a pasear.

Prusia volvió al interior de la saca, tomó su valija e ingresó en el sótano que era su cuarto, Gilbrid piaba desesperado, así que abrió su jaula y lo saludo con cariño, dejando que el ave revoloteaba con libertad mientras él guardaba nuevamente sus pertenencias, separando aquellas cosas que tendría que poner a lavar, aun pensando con una sonrisa en aquel beso que había compartido con el castaño.

Estaba feliz, solo quería terminar con eso para poder recostarse y escribir en su asombroso diario lo asombroso que había sido tener a Italia de esa forma al menos por una vez en su vida, pero, una de vez desarmado todo su equipaje se encontró con un aterrador detalle.

Su diario no estaba.

Buscó desesperado, volvió a sacar cada prenda que acababa de guardar, dio vuelta sus bolsos, revisó en el piso pero nada, no quería entrar en pánico pero es que ¡No estaba! ¡Ese era el momento más indicado para entrar en pánico! ¿Cómo era posible que haya desaparecido? ¡No podía perder el más asombroso diario de toda su asombrosa colección!

Se detuvo en seco para respirar profundo e intentar calmarse ¿Donde lo había visto por última vez? ¿Lo había sacado en el avión? No podía recordarlo ¿En la góndola? Tampoco podía acordarse ¿Lo había guardado si quiera? ¡Si, claro que lo había guardado! ¿Cómo no guardar algo tan importante? Espera… ¿Y si no lo guardó? No podía recordar haber tomado el cuaderno para meterlo en las maletas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Luego de despedir a sus visitantes había regresado a su cuarto para dormir un poco más pero por más que intentaba conciliar el sueño no lo lograba, no podía dejar de pensar en el beso de esa mañana.

No era tonto, sabía que Prusia había despertado en él cosas con ese beso que no había sentido antes, una mezcla entre pasión y paz llena de sentimientos indefinidos pero definitivamente agradables, había sido diferente a lo que él pensaba que serían los besos del teutón pero para nada decepcionante, el problema radicaba en ¿Qué iba a hacer ahora?

No sentía amor por el albino, pero tampoco podía negar que le movía los cimientos. Estaba siendo testarudo. Con pesadez se sentó en su cama y soltó un suspiro. Después de todo resultaba que su hermano tenía razón y él solo era un idiota.

Pasaban ya de las diez de la mañana, llevaba casi cinco horas pensando y girando en su cama como un perro que persigue su cola y ya estaba harto así que era mejor dedicarse a algo productivo.

Se levantó, se duchó, se vistió, desayunó y luego se dispuso a limpiar su casa, Romano aun dormía como si su vida fuera en ello asique sabía que no había forma de que el ruido de la aspiradora pudiera perturbarlo. Decidió empezar arriba por su propio cuarto y el baño, luego cargado de sábanas limpias, perfumes ambientales, sanitizante y otros implementos de aseo entró en el cuarto de invitados que había ocupado Alemania. Sonrió encantado. Como siempre, su capitán era un hombre pulcro y terriblemente considerado. La cama estaba desarmada, las sabanas estaba prolijamente dobladas una sobre otra junto a las fundas de las almohadas a los pies de la cama y a su lado estaba el cobertor, la ventana estaba abierta dejando ventilar el espacio, la mesa de luz despejada, el pequeño tacho de basura junto a ella tenía su correspondiente bolsa llena de papeles perfectamente anudada esperando a ser retirada y el armario estaba cerrado pero al abrirlo comprobó que las perchas estaban todas acomodadas ordenadamente en un costado.

Con calma limpió, armó la cama con sábanas nuevas, sacó la basura y se dirigió al cuarto de al lado que había sido usado por Prusia, lo encontró ordenado a excepción de la cama que estaba tal cual la habían dejado esa mañana con la mantas deshechas. Un pequeño sonrojo cruzó su rostro al volver a recordar los eventos de esa madrugada y negó con su cabeza para disponerse a terminar con sus tareas, más cuando estaba ya todo casi terminado y se dedicaba a barrer el suelo el escobillón chocó con algo pesado debajo de la cama asique se agachó para recoger el objeto. Se trataba del diario del antiguo imperio.

Sorprendido en primera instancia por encontrar tan preciado objeto olvidado se cuestionó cómo había ido a parar eso ahí pero su cerebro fue rápido en recordarle que eso era su culpa. Él había estado mirándolo antes de que el albino lo redujera en la cama pensado que era una amenaza, probablemente lo había dejado caer y en la mañana gracias a que ambos estaban distraídos a Prusia se le hizo tarde, los dos habían olvidado aquel diario.

Seguramente el hombre estaría desesperado por encontrarlo en cuanto notara que no lo tenía consigo, sonrió un poco divertido al imaginar la cómica escena del germano dando vuelta todos los muebles gritando con la voz en cuello en la casa de Alemania. Suavemente guardó el objeto en su delantal y se dispuso a terminar con la limpieza.

Para las tres de la tarde, no solo ya toda la casa relucía de limpio sino que ya había almorzado en compañía de su hermano y ya no tenía otra ocupación que lo entretuviera asique se encerró en su cuarto sin tener realmente ánimos de salir.

Con calma se sentó en su cama tomando el diario de Prusia entre sus manos y volvió a hojearlo, ahora mismo se detestaba por no saber hablar alemán pese a los años que había pasado en casa de austria y el tiempo de amistad que tenía con Alemania, solo entendía alguna que otra palabra suelta y su propio nombre que se repetía demasiado en cada página y que estaba matandolo de la curiosidad. ¿Qué era lo que decía sobre él el albino? ¿Por qué lo mencionaba tanto?

¿Qué podía hacer? Sabía que estaba mal estar hurgando así en algo tan persona, pero Prusia había prometido que lo iba a dejar leer uno de sus diarios a cambio de su dibujo y él ya había cumplido su parte del trato, leer aquellas hojas no era nada terrible, solo estaba cobrando lo que el de ojos carmesí le debía, se preguntó si el señor Austria sería lo suficientemente amable de traducir aquellos escritos para él, pero de inmediato se imaginó al aristócrata dándole un largo discurso de moralidad y tocando enfurecido una pieza de piano para intentar que él entendiera porque aquello estaba mal, Suiza dudaba que siquiera volteara a verlo si iba a pedirle ese favor y sabía que su hermana Hungría también entendía esa lengua pero no quería pedirle a ella, que era toda una hermosa y correcta dama, hacer algo así.

Tenía otra opción, con calma se levantó para buscar su portátil y regresó a la cama. El traductor de google no era muy fiable pero al menos serviría para entender a rasgos generales los pensamientos que ese hombre había dejado plasmados en el papel para la posteridad.

Le tomó un par de horas transcribir hoja por hoja e ir leyendo la traducción, pero al terminar sus mejillas estaban tan rojas que sentía su rostro a punto de explotar. Estaba tan conmovido como avergonzado y profundamente halagado, y aunque sabía que lo que acababa de hacer era moralmente cuestionable no se arrepentía para nada.

Ahora se sentía más seguro para tomar una decisión, era arriesgada quizás, pero se permitiría ser valiente. Se tomó unos minutos para dejar todo listo y luego se recostó para tomar una larga y reparadora siesta bien merecida.

-.-.-.-.-.-

Rendido tras haber buscado como energúmeno, Prusia decidió escribirle a Italia para preguntar si había olvidado allí su diario, pero el castaño nunca contestó, asique harto había terminado por acostarse a dormir. Despertó entrada la noche, cerca de las diez y se levantó con gesto abatido.

Perezoso estiró su cuerpo una vez sentado en la cama y luego se estiró para tomar su teléfono y comprobar la hora a la par que revisaba si tenía algún mensaje de Ita-chan pero nada, no le había contestado.

Resignado se levantó se vistió y salió del sótano para ir a la cocina donde el agradable aroma a comida lo animó un poco. -¡West! ¿Qué cocinaste? - Preguntó acercándose a él para observar sobre el hombro del menor lo que sería su cena.

-Has dormido todo el día ¿te sientes bien, bruter? - Preguntó el rubio girándose a verlo con una ceja arqueada.

-Si, si, estoy bien, solo llevaba varios días mal dormido nada más. - Lo relajó con un movimiento de su mano de forma despreocupada.-¿Qué hay de cenar?

-Sauerkraut.- Respondió finalmente girando su cabeza para verlo mientras revolvía el contenido de la olla. -Mejor has algo productivo y pon la mesa o ayudame con el puré.

-Bien, bien, que gruñón. - Se mofó el albino mientras se disponía a probar si las papas que estaban en la otra olla estaban ya cocidas para luego disponerse a colarlas y preparar el puré.

-Sabes… - Llamó su atención el rubio, mirándolo de reojo con un tenue rubor en sus mejillas. -Besé a Italia…

Riendo bajito el antiguo imperio dejó lo que hacía para girarse a ver a su hermano . -Lo sé, West, Italia me lo contó.

-Ah.- Se limitó a decir volviendo su atención a la olla pero para Prusia era obvio que él menor aún tenía algo que quería decirle así que estiró una mano para apoyarla sobre el hombro de su hermano menor.

-¿Qué ocurre, West?- Consultó con tono más suave pero aún risueño. -Ey, soy tu hermano, hablale a tu hermano mayor.

-No es tan sencillo, Prusia, no con… con este tema…- Cortó con sus mejillas aun levemente sonrojadas pero sin perder nunca el semblante serio que lo caracterizaba.

-Ey, no seas idiota.- Protestó dándole un golpe en la nuca para luego desordenar los perfectos cabellos del rubio. -Olvidemos la estúpida declaración de guerra, bruter ¿qué te preocupa?

Respirando profundo el alemán bajó el fuego a mínimo y se giró a ver al mayor con sus brazos ahora cruzados. -No creo que Italia me corresponda.

Eso dejó al albino algo descolocado, como siempre Alemania iba directo al punto cuando se decidía a hablar y aunque estaba acostumbrado a eso por unos cortos segundos se había quedado sin palabras. -¿Y qué con eso, West? - Preguntó para luego negar con su cabeza, había sonado demasiado cruel. -Escuchá, para, déjame ordenar la idea…- Dijo apartándose un poco llevando una mano a su rostro para frotarlo un poco con frustración y luego tiró sus cabellos hacia atrás. -Escucha, creo que hemos agobiado a Italia, ambos, hablé con él en la mañana antes de nuestro vuelo y el pobre está muy confundido, no creo que sea que no te corresponda sino que… todo esto fue muy repentino.

El rubio analizó sus palabras pero luego negó levemente con su cabeza con aires resignados. -No lo entiendo, nunca logro entender qué es lo que pasa por la cabeza de italia, él es quien siempre hace cosas repentinas y agobiantes.

Aquellas palabras ocasionaron que el albino soltara una estruendosa carcajada mientras negaba con su cabeza. -West, tú piensas demasiado, no tiene nada de malo ser un poco afectuoso ¿sabes? Y en serio, no te preocupes, es mejor solo darle tiempo a todo esto pero tambien tengo algo que admitir.

El rubio lo miró con una ceja arqueada mientras revolvía nuevamente la olla. -¿De qué se trata?

-Italia me besó esta mañana. - Confesó con fingida soltura pues sus hombros estaban tensos y sus manos que se aferraban ahora a la mesada de madera estaban tan apretadas que sus pálidos nudillos estaban aún más blancos. -Fue algo espontáneo, no voy a darte ningun detalle, no soy tan cruel pero no me hago ilusiones, él aún siente algo por ti asique no te preocupes tanto, en todo caso, él ya sabe de nuestros sentimientos e intenciones ahora está en sus manos, también podría mandarnos no querer nada con ninguno de nosotros y tendremos que aceptarlo ¿cierto? Yo le prometí que no iba a perdernos como amigos, no me hagas romper mi promesa, hermanito.

-Ah, odio cuando tienes razón.- Protestó entre dientes. -Dame los platos. - Pidió apagando el fuego haciendo que el mayor soltara una carcajada más relajada.

-El increible yo, siempre tiene razón, hermanito. - Contestó triunfante y sirvió el puré en los platos para luego pasarlos de a uno al rubio y así poder sentarse a cenar.

Para distender un poco el ambiente en torno a ambos, tras comer ambos se fueron al living a beber un par de cervezas mientras miraban un partido de football, era una repetición pero eso no hacía que ellos estuvieran menos emocionados o que dejarán de gritarle al árbitro de la pantalla como si él pudiera escucharlos.

Una noche normal entre los germanos pasó, Alemania se había ido a acostar relativamente temprano al día siguiente tendría una reunión con su jefe para explicarle todo lo hablado durante la reunión y las mociones votadas, entregar los informes y tener algunas reuniones con ministros, en fin, mucho trabajo y necesitaba descansar un poco.

Prusia sin embargo había dormido todo el día asique por más que lo intentó, acostarse había sido inútil asique volvió a tomar su teléfono a la espera de la respuesta de la nación mediterránea, sonriendo levemente al notar que efectivamente tenía un mensaje de él.

-Hola Prusia! Si, si, tu diario quedó olvidado aquí, lo encontré cuando limpiaba el cuarto ¿Cómo llegaron?

Sintió como si su alma hubiera regresado a su cuerpo tras leer la breve respuesta, al menos no había perdido aquel importante objeto, asique rodando sobre su espalda se acomodó boca arriba en la cama para contestar, pasaban ya de las dos de la mañana no creía que el italiano estuviera despierto, pero mejor contestar tarde que nunca.

-¡Menos mal que está ahí! ¡Creí que lo había perdido! ¿Podrías enviarmelo por correo, Ita-chan? Y hemos llegado bien, Gilbrid esta molesto conmigo aún por haberlo dejado y mañana West estará tapado de trabajo, asique volvimos a la aburrida y nada asombrosa rutina de siempre. - Sonrió un poco e iba a dejar el celular a un costado cuando la palabra escribiendo apareció bajo el nombre de Italia.

-Pensaba ir a llevartelo, Romano es él que se encargará de hablar con nuestro jefe y esas cosas, me grita porque dice que no soy bueno para manejar documentos así que él prefiere hacer esas cosas ¿Crees que a Alemania le moleste que vaya a visitarlos en unos días? - Italia estaba en una situación parecida en su cuarto, no lograba dormir a pesar de estar ya acostado asique cuando su celular sonó anunciando un mensaje se apresuró a responder, sin poder evitar sonreír al ver que se trataba del teutón aunque la mención del diario lo puso un poco nervioso, se preguntaba si el albino se molestaría con él al saber que había leído las pocas páginas escritas que este tenía.

-Por supuesto que no, Ita-chan, de todos modos siempre vienes cuando quieres asique no te preocupes aunque si vienes a ver a West seguro estará tapado de trabajo estos días. - Una visita de Italia siempre era bienvenida en su casa apenas lo había visto esa misma mañana pero ciertamente ya echaba un poco en falta la alegría y la energía que destilaba el castaño.

-Veré de conseguir un vuelo para la semana siguiente, así te doy el diario en persona y voy a visitarlos a ambos, no solo a Germania. - Contestó algo apresurado, volvió a leer el mensaje enviado y dudó por unos segundos antes de volver a escribir. -En realidad, quiero hablar contigo, Prusia.

El teutón leyó el mensaje una, dos, tres hasta cinco veces sin saber exactamente qué contestar ¿Italia quería hablar con él? ¿De qué? Probablemente quisiera rechazarlo en persona, la nación mediterránea tendría fama de cobarde pero él sabía que el castaño no era tan descorazonado como para darle una respuesta definitiva a sus cortejos por teléfono o por carta, no sabía muy bien que contestar a eso y volvió a quedarse inmóvil al ver que el castaño estaba escribiendo un nuevo mensaje.

-Leí tu diario. - Aquellas tres palabras dejaron al de ojos carmín en jaque por unos segundos sonrojándose levemente mientras comprendía el peso de esa afirmación.

-Creí que no entendías alemán. - Fue toda su contestación porque no estaba preparado ni mental ni emocionalmente como para hacer otra pregunta, no sabía si debía disculparse por las cosas en esas hojas plasmadas, lo que en realidad al final de cuentas no tenía sentido, el diario era suyo tenía todo derecho de escribir lo que quisiera en él se suponía que debería estar molesto por esa invasión a su privacidad pero simplemente no podía enfadarse con el castaño, al final solo se sentía bastante abochornado.

-En realidad no, use internet para traducirlo, lo siento, sé que estuvo mal. - Se apresuró a contestar el castaño mordiendo su labio inferior con cierto nerviosismo, respirando profundo para darse valor antes de preguntar lo que realmente quería. -Todo lo que escribiste de mi… ¿Todo es verdad?

-¿Por qué escribiría mentiras en uno de mis asombrosos diarios? Las mentiras no son asombrosas Ita-chan. - Leyó su propio mensaje y luego suspiro antes de continuar escribiendo. -Es mejor hablar de esto en persona ¿No crees, Ita-chan?

-Iré en unos días, pero… solo quería saber si todo lo que leí era verdad. - Estaba nervioso, a pesar de que se encontraba solo en su cuarto a obscuras se sentía un tanto vulnerable con esa charla.

-No me miento a mi mismo, Ita-chan, eso no es nada asombroso para alguien como yo ¿Por qué leíste el diario en primer lugar? - Consultó sabiéndose totalmente expuesto, aunque al menos agradece que el castaño solo hubiera leído ese diario y no él anterior donde había quizas cosas aun más comprometidas o íntimas de sí mismo.

-Dijiste que ibas a dejarme leer uno de tus diarios, no pensé que fueran tan malo leer este, estaba aquí y me dio curiosidad. - La respuesta fue sincera, Prusia no esperaba menos del castaño y sonrió suavemente ante eso.

-Está bien, no estoy molesto, había olvidado que te prometí eso. - Miró la pantalla por unos segundos y se giró de lado en la cama con el rostro congelado en una mueca meditativa. -Ita-chan, si vas a rechazarme preferiría que me lo dijeras ahora.

-Tengo sueño, mejor me voy a dormir ya, hablaremos en unos días. - Había sido cobarde de su parte contestar tan tajantemente a ese mensaje pero realmente no pensaba que fuera buena idea hablar de eso por teléfono, su decisión estaba clara ya en su cabeza a pesar de las dudas y el miedo que siempre está presente en situaciones así, pero quería ver a Prusia a los ojos cuando decidiera dar su respuesta.

El albino suspiró ante esa contestación y se levantó pesadamente de la cama, necesitaba algo de aire. -Descansa, Ita-chan.- Se despidió antes de cambiarse para salir a caminar por las frías calles de Berlín.

-.-.-.-.-.-.-

Al final para desdicha de pruso él también había terminado hundido en trabajo, no había tenido más opciones que ayudar a su hermano, asistir a varias reuniones, llenar papeleo y discutir con humanos. Al menos había estado jodidamente ocupado durante la semana sin dejarle demasiado tiempo a su mente de volver a divagar por terrenos sinuosos.

Así había llegado el fin de semana, y había decidido retomar su saludable rutina antes de verse envuelto por el espiral caótico en el que había estado los últimos meses y se levantó de la cama a las siete y media de la mañana se vistió con un pantalón negro de gimnasia sus zapatillas y una musculosa blanca de hombros anchos, al salir del sótano y entrar en la cocina se encontró con su hermano quien también vestía un conjunto deportivo aunque totalmente negro mientras desayunaba despreocupadamente una manzana.

-Ah, guten morgen, bruter. - Saludó con calma mirándolo sorprendido.

-Guten morgen, West ¿Aún no sales?- Preguntó mientras tomaba una fruta para sí mismo.

-No ¿Irás a correr?- Preguntó sorprendido aunque aliviado de que su hermano finalmente volviera a su rutina normal, había extrañado su compañía en los ejercicios matinales.

-Si, creo que ya me estoy oxidando de tanto no hacer nada, eso no es nada asombroso. - Rió mientras devoraba su desayuno.

-Bien, apresúrate que se hará tarde. - Contestó el rubio con una diminuta sonrisa mientras salía de la cocina con paso marcial.

-Voy detrás de ti, bruder. - Contestó saliendo tras él de la casa para luego sonreír ladino antes de darle una fuerte palmada en su espalda y comenzar a correr tan rápido como le era posible. -¡El que llegue al último limpiara solo la casa por un mes! - Gritó mientras tomaba la ventaja.

-¡PREUSSEN! - Gritó molesto mientras corría tras él por esa infantil apuesta, su hermano no cambiaba más, su personalidad era un dolor de cabeza, pero honestamente prefería verlo así de animado antes que taciturno y constantemente ausente de la casa.

Les tomó una tres horas su rutina de ejercicios antes de regresar a su casa ambos sudando a raudales cansados y tratando uno junto a otro a buen ritmo.

-Ni creas que voy a hacerme cargo solo de la limpieza de la casa por un mes, Prusia. - Advirtió el rubio con molestia.

-No seas mal perdedor, hermanito, gané la carrera así que acepta su derrota kesesese.- Comentó entre jadeos leves por el esfuerzo.

-Tomaste una ventaja injusta. - Protestó ya con pocas ganas el alemán, sabía que iba a lograr que al mayor se le quite de la cabeza esa estúpida apuesta.

-La vida no es justa, West. -Contestó entre risas más al notar que el rubio dejaba de mirarlo giró su cabeza hacia el frente y la sonrisa que desbordó su boca fue imposible de contener al ver parado frente a su puerta a Italia del norte, agitando su mano a ellos a modo de saludo.

De manera casi automática ambos aceleraron el paso de su trote en en apenas unos instantes alcanzaron la reja de la casa justo a tiempo para que Italia la abriera y se arrojara sobre ambos, besando primero la mejilla del rubio y luego la del albino.

-Buon Giorno, ve~ - Saludó alegremente para luego apartarse con una sonrisa alegre. -Están todos mojados.

-Salimos a entrenar, Italia. - Contestó Alemania rascando un poco su nuca con su mano derecha.

-ve~ Pero es sábado.- Comentó el castaño ladeando un poco su cabeza. -Y es muy temprano… ¿Y mi saludo? - Preguntó entonces sonriendo mientras entrelaza sus manos juntas a su espalda inclinándose al frente a la espera de sus besos de bienvenida.

Riendo el albino levantó un poco su remera para usar la tela de toalla y secar un poco su sudoroso rostro antes de inclinarse a besar ambas mejillas del castaño. -Bienvenido Ita-chan. - Saludó alegremente.

Alemania solo suspiro y se inclinó también a besar sus mejillas. -¿Qué haces aquí, Italien? - Preguntó arqueando una ceja.

-Vine de visita ¿No podía venir de visita, Germania? - Preguntó ahora un poco dudoso el mediterráneo.

-No seas malo con Ita-chan, West.- Protestó el albino con tono afable. -Claro que puedes venir cuando quieras Ita-can, vamos adentro, está poniendose frío aquí. - Alegó haciendo un ademán con su mano tomando de paso la valija que estaba junto a la puerta y que asumió era del amante de la pasta para luego abrir la puerta. -Ponte cómodo, Ita-chan, nosotros vamos a ducharnos.

-No rompas nada. - Pidió el rubio cerrando la puerta tras ellos para irse luego al baño del segundo piso.

-Sì, capitano.- Contestó apresuradamente el castaño con aire distraído parándose firme y haciendo un saludo marcial que arrancó una leve risa del prusiano mientras Alemania solo dejaba caer sus hombros y suspiró rendido totalmente a esas actitudes de su amigo.

Una vez solo, Italia se quitó su abrigo, todo estaba como siempre, ninguno de los dos germanos lo trataba diferente ese aire de normalidad había alcanzado para calmar sus nervios, Prusia parecía haberle dicho la verdad y pese a la extraña situación en que estaban los tres ellos no dejaban de quererlo y tratarlo como siempre.

Estaba ahí para dar su respuesta, así que armándose de valor encaminó sus pasos al sótano. Pocas veces había estado ahí, Prusia y él solían pasar su tiempo juntos fuera de la casa o en el salón de la misma asique dudo un poco antes de tomar el picaporte, sin embargo finalmente lo hizo y con andar algo inseguro se encaminó dentro de la habitación.

Todo estaba como lo recordaba, todo perfectamente ordenado, sonrió divertido ante el piar de Gilbird y extendió sus manos para dejar que el polluelo se posara en ellas, acariciándolo despacio después mientras se sentaba en la cama del antiguo imperio, esperando por él. Tenían que hablar.

No habrían pasado más de diez minutos cuando escuchó la puerta abrirse y luego los pasos en las escaleras acompañados de un relajado silbido, haciendo que levantara la vista, arrepintiéndose segundos después al notar con aterradora claridad que el dueño de ese cuarto vestía solo una diminuta toalla atada a la cintura.

-¡Ita-chan! ¿Qué…? ¿Qué haces aquí? - Consultó sorprendido el albino al llegar al final de la escalera y notar que el castaño estaba sentado en su cama.

-Estaba esperándote para hablar con vos pero mejor dejo que te cambies primero. - Contestó levantándose de la cama algo apresurado, ahora ya no parecía tan buena idea haberse metido en el sótano, más cuando el albino sonrió ladino y cruzó sus brazos sobre su fuerte pecho.

-No hace falta que te vayas, Ita-chan, solo me sorprendiste. - Contestó acercándose a él a paso lento. -¿Qué pasa? ¿Hay algo que te ponga nervioso?- Consultó con malicia deteniéndose justo frente al castaño dejando su cuerpo semi desnudo totalmente a la vista del mediterráneo mientras apoyaba ahora ambas manos a cada lado de su cadera.

Los ojos almendra del europeo recorrieron la anatomía el albino expuesta frente a él y sus mejillas fueron adquiriendo un tenue rubor, ciertamente se sentía algo nervioso aunque no fuera esa la primera vez que tenía la oportunidad de ver de esa forma al antiguo imperio pero ese no era el momento para perderse en la contemplación y negó apenas con su cabeza. -No, solo… solo venía a hablar con vos.

-Bien, entonces espera un momento a que me cambie, Ita-chan. - Aceptó sin perder su sonrisa, alejándose del castaño con andar relajado mientras se quitaba sin pudor alguno la toalla, usandola para secar un poco su cuerpo al mismo tiempo que abría su armario para buscar algo que ponerse.

Italia enmudeció y desvió su mirada mientras sentía su corazón acelerarse aún más de nervios y también ¿Por qué no admitirlo? de excitación, tenía a Prusia integramente desnudo a unos metros de distancia y no era tan tonto como para no darse cuenta de que el mayor estaba provocandolo intencionalmente, quizás como un juego, quizás con toda la doble intención del mundo, el hombre sabía que era atractivo y no tenía ningún pudor o problema con presumir su cuerpo.

Tan concentrado estaba en evitar el contacto visual con el teutón que no fue consciente de su acercamiento hasta que sintió la cama hundirse a su costado devolviendo su mente al plano terrenal.

-¿De qué querías hablarme, Italia? - Escuchó su voz, repentinamente desprovista de su tono jocoso o burlista, tan seria, tan profunda que lo obligó a girarse para enfrentarse a su mirada carmesí.

-Sabes de que lo que quiero hablarte, Prusia.- Contestó tras tomar una bocanada de aire, mostrando su lado serio, sereno, sin atisbo de su atolondrada personalidad diaria.

Una discreta sonrisa apareció en los labios del teutón, estirando su mano derecha para acariciar suavemente el cabello castaño y luego bajar a su mejilla con delicadeza, sosteniendola en su palma sin romper el contacto visual en ningún momento. -Entonces supongo que ya tienes mi respuesta, Ita-chan ¿Me darás una oportunidad? - Cuestionó directamente, intentando ocultar su propio nerviosismo al mismo tiempo que se preparaba mentalmente para cualquiera fuera la respuesta del chico.

-Yo… no te amo, Prusia.- Contestó mientras levantaba su mano para tomar suavemente la del mayor y presionarla un poco contra su rostro mientras apoyaba su mejilla en él, notando la tristeza velada que aquellos ojos rojos cual rubíes.

-Lo sé, Ita-chan, gracias por decirmelo en persona. - Contestó inclinándose a besar su frente con suavidad.

El castaño cerró sus ojos ante aquel inocente contacto, plenamente consciente de que la mano ajena que sostenía estaba temblando. -No he terminado de hablar, Prusia.

-No tienes que hacerlo, Ita-chan, no tienes que explicarme nada. - Contestó apartándose despacio. -Solo quiero que seas feliz, entiendo que no me ames y no puedo hacer nada al respecto, no estás obligado a corresponderme y supe desde el principio que esto iba a terminar… - Sus palabras fueron silenciadas por los suaves labios del castaño sobre los propios y aunque al principio la sorpresa fue demasiada, relajó su cuerpo para permitirse corresponder a esa íntima caricia, dejando que sus bocas se reconocieran por unos segundos en un mimo delicado antes de que el menor se apartara unos centímetros apoyando después su frente en la propia.

-No, déjame hablar. -Insistió y esta vez el germano asintió en silencio. Italia cerró sus ojos y suavemente apoyó sus manos sobre el pecho aún descubierto del albino. -No te amo, pero… pero creo que podría llegar a hacerlo. - Admitió en un murmullo. -Quiero darnos una oportunidad, me gustas Prusia, me gustas mucho y… quiero intentarlo.

Un estremecimiento recorrió todo el cuerpo de la caída nación llevando ambas manos al rostro del menor lo obligó a levantarlo un poco para poder apreciar sus facciones. -¿Estás seguro, Italia?

-No…- Admitió entreabriendo sus ojos con verguenza. -Tengo miedo de que todo salga mal pero…

-¿Y lo que sientes por West?- Consultó, inseguro de todo aquello, era algo demasiado bueno para ser cierto, que Italia lo aceptara a él por encima de su hermano era demasiado bueno, algo así no le podía pasar a él con su suerte tan maldita.

El italiano negó con su cabeza suavemente. -Lo quiero, lo quiero mucho pero no de esta forma. - Admitió con cierto nerviosismo. -Germania siempre va a ser especial para mi pero en algún momento solo dejé de amarlo de forma romántica, no se explicarlo pero él…- Sintió su sonrojo aumentar aún mes y llevó una de sus manos a su pecho, sobre su propio corazón acelerado. -Él ya no hace que me sienta tan agitado como me siento cuando estoy contigo, con él no me siento así... quiero saber a dónde nos llevará esto.

Prusia tragó saliva con dificultad y acortó la poca distancia que lo separaba del castaño para volver a apoderarse de sus labios en un beso nervioso y cargado de emoción. -Descubramoslo juntos, Italia.- Murmuró contra su boca recibiendo esta vez él un beso de aquella boca mientras las delicadas y suaves manos del artista se envolvían en su cuello.

Ambos lo sintieron, esa magia, esa chispa de algo que crecía en sus pechos mientras sus lenguas eran quienes ahora tomaban protagonismo en el beso acariciandose de forma suave, descubriendose, explorandose mientras sus torsos se pegaban uno al otro como si no quisiera que si quiera el aire se interpuciera entre ambos.

Las manos del italiano acariciaban suavemente la nuca y los cabellos a su alcance, mientras que el germano se conformaba con dibujar suaves figuras abstractas sobre la cadera y la espalda del menor por los largos minutos que duró su nexo hasta que el aire fue necesario para ambos.

-Entonces…¿Aceptas ser mi novio, Italia? - Preguntó el prusiano en un murmullo agitado sin desligarse del abrazo que los mantenía unidos.

-Sì. - Confirmó el castaño sonriendo ante la suave caricia de la nariz del mayor contra la propia. -Pero si todo sale mal…

-Ese es un problema que aún no tenemos, asique no te preocupes. - Pidió con calma, negando suavemente con su cabeza mientras una risa floja escapaba de sus labios. -Ahora… ahora tenemos que hablar con West.

-Yo hablaré con él. - Indicó el castaño apartándose despacio mientras se levantaba de la cama. -Solo espero que no lastimarlo.

El albino tiró sus cabellos hacia atrás con un gesto preocupado. -Así es la guerra, Italia, y la vida, a veces se gana y a veces se pierde, hay que vivir con eso. West estará bien.- Le prometió levantándose para acariciar los castaños cabellos del menor. -Solo necesitará tiempo, sé que esto quizás me haga una mala persona pero… estoy feliz de que me aceptaras.

Sonriendo el artista se paró apenas en puntitas para dejar otro beso en los labios del mayor. -No te hace una mala persona, no digas eso, gracias por todo esto.

-¿Por qué agradeces?- Preguntó un poco sorprendido por esa extraña combinación de palabras mientras abrazaba las caderas del más bajo para atraerlo a él.

-No sé si esto va a funcionar o no, Prusia, pero… me alegra poder tomar un paso al frente y avanzar, llevaba demasiado tiempo engañándome a mí mismo con un amor que ya no sentía. - Admitió con una sonrisa algo triste. -No importa que pase, solo estoy feliz de haberme decidido a continuar, iré a hablar con Germania.

-¿Seguro no quieres que te acompañe? - Consultó con calma y soltó un suave suspiro al verlo negar con su cabeza. -Está bien…- Tras un último beso el menor avanzó escaleras arriba dejando al antiguo imperio desarmado.

-Dankeschön, der alte Fritz. - Murmuró para si mismo el albino dejándose caer en su cama cuan largo y ancho era mientras una sonrisa aparecía en sus labios, parecía que finalmente ese era su turno de ser feliz.

-.-.-.-.-.-.-

Abrió las alacenas de la izquierda y soltó un resoplido resignado, más pasta ¿Por qué rayos todas sus alacenas estaban llenas de pasta? Ah, si, ya lo recordaba ese fin de semana su cuñado vendría a quedarse por un mes en su casa.

-¡Bruter! ¿Dónde están mis conserva de Chucrut?- Gritó desde la cocina con el ceño fruncido.

-¡Las puse en la heladera, West!- Contestó el teutón que ingresaba a lugar con una toalla rodeando su cuello que usaba para secar el sudor de su frente, recién terminaba de hacer una rutina de ejercicios en el gimnasio de su casa.

-¿No te parece demasiado exagerada la cantidad de pasta que compraste? - Preguntó con el ceño fruncido mientras abría la heladera para tomar el frasco de vidrio con su preciado chucrut.

-Prácticamente es lo único que come aquí, siempre se queja de nuestra comida ¿Qué más quieres que haga? Algo tiene que comer.- Comentó divertido mientras se aproximaba para tomar una botella de agua.

-Lo consientes demasiado, bruter.- Resopló entre dientes mientras negaba con su cabeza.

-Kesesesese~ Intentá vos decirle que no a la linda carita de Ita-chan. - Contestó dándole una fuerte palmada en su espalda. -De todos modos no te fastidiaremos tanto, solo estaremos aquí una semana.

Ante esa información el rubio arqueó una ceja. -¿Perdón? ¿A dónde irán?

-Es una sorpresa para Ita-chan, cumplimos seis meses quería hacer algo especial así que pensaba llevarlo de viaje, lo llevaré a Kasse, alquile una cabaña por dos semanas y luego dejaré que él elija a donde ir. - Admitió con una sonrisa divertida.

-No sabía que podías ser romántico, bruter. - Se permitió la mofa con una sonrisa de incredulidad.

-¡Ay, ya callate West, es solo un viaje! - Protestó alejándose con el rostro ligeramente sonrojado escuchando mientras se encaminaba a la puerta del sótano la risa de su hermano menor.

Alemania detuvo su carcajada luego de unos instantes y se dispuso a continuar con su tostadas con chucrut como aperitivo de media tarde. Si, al principio había sido difícil para él aceptar la relación naciente de su hermano y su primer amor pero verlos a ellos tan felices, ver cómo mes a mes su relación se fortalecía era suficiente premio de consolación.

Nunca había visto a su hermano tan feliz, tan atolondradamente feliz y si antes había pensado que Italia podía ser ruidoso o molesto no había tenido en consideración que algún día lo iba a tener correteando por la casa con su hermano como si fueran unos críos de cinco años.

No podía sentir rencor ni estar enfadado con ninguno de ellos, los dos eran de las personas más importantes de su vida, y aunque a veces era doloroso encontrandolos besándose en el sofá del salón o verlos dormir abrazados en aquel lugar con la televisión encendida la verdad era que era incapaz de tenerles resentimiento.

Con su aperitivo ya preparado se dirigió a su oficina para terminar con su trabajo y sonrió de manera distraída mientras ordenaba los documentos en los que trabajaba. Seis meses hacía que esos dos eran pareja y aunque su primera decepción amorosa había sido aplastante, desde el fondo de su corazón les deseo a ambos toda la felicidad que ambos merecían, y resopló resignado al escuchar el golpeteo rítmico de su puerta que luego fue acompañado del irritante sonido del timbre.

-¡Ita-chan!- Escuchó el escandaloso sonido de la voz de su hermano gritando desde el sótano y sus pesados borcegos trotando por las escaleras y luego por el pasillo hacia la puerta.

¿En qué momento había terminado teniendo que soportar un romance adolescente en su casa? Negó con su cabeza al escuchar la puerta de entrada ser abierta y la alegre voz de Italia saludando a su pareja, luego el sonido de algo cayendo, una queja, risas y un golpe. ¿Y ahora qué mierda había roto esos dos?

-¡PRUSIA, ITALIA!- Gritó con fuerzas desde su oficina y más escandalosas risas se dejaron escuchar acompañadas de una despedida y un portazo, esos dos habían huido antes de que pudiera atraparlos con la manos en la mesa.

Salió del estudio para apresurarse al recibidor donde vio el jarrón que su jefe le había regalado y que tenía a modo de decoración en la entrada tumbado en el suelo y hecho pedazos, arqueo una ceja y miró por la ventana de su puerta encontrado que a unos cuantos metros Prusia e Italia corrían tomados de la mano entre risas.

Ya iba a gritarles cuando regresaran. Maldita su suerte de tener que pagar los platos rotos por hacer a esos dos cabezas de corcho felices.

-.-.-.-.-.-.- Fin.

Glosario de traducciones:

wir müssen gehen (Alemán) : Tenemos que irnos.

Ich gehe (Alemán): Ya voy.

Notas de Sioa Shun Uchiha-san : ¡Hola! Me van a matar lo sé, me demoré siglos con esto pero juro que no es solo mi culpa mis circunstancias fueron una mierda, entre la falta de inspiración, el hecho de que mi computadora decidió romperse, no tener un peso partido al medio para arreglarla, sumarle una mudanza a la otra punta del país, las fiestas, búsqueda de trabajo y finalmente la cuarentena fueron una suma de muchos inconvenientes como para terminar esto, pero finalmente está aquí, tarde pero está.

La verdad estoy bastante conforme con el final pero me quedé con las ganas de escribir un par de cosas que quedaban muy colgadas de los pelos en este capítulo asique habrá un extra o un epílogo que publicaré si dios quiere y me ayuda en una o dos semanas.

Desde ya quiero agradecerles muchísimo a todas las personas que le dieron una oportunidad a esta historia, espero que el final haya sido de su agrado y que la espera haya valido la pena, gracias de verdad por todo el apoyo incluso a aquellas personitas que se tomaron hasta el trabajo de corregir algunos errores cometidos en las frases en otros idiomas, le haré una edición a cada capítulo para corregir todas esas cosas ahora que tengo tiempo y que finalmente está terminado el fic.

Bueno, no tengo mucho más que decir, espero sus comentarios que son de mucha ayuda, la devolución de ustedes los lectores ayuda mucho a los autores a mejorar y conocer sus propias fallas además de que da muchos ánimos saber que lo que se escribió fue disfrutado.

Espero verlos también en algunos de mis otros trabajos.

Hats la próxima.

Sioa Shun Uchiha-san.


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