Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Encrucijada por Sioa Shun

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Martes 16 de octubre del 2018.

Capítulo 2: Sentimientos y recuerdos.

By Sioa Shun Uchiha-san.

A la mañana siguiente, Alemania fue el primero en despertar, sentándose en el suelo mientras llevaba una mano a uno de sus adoloridos hombros. Dormir en el piso había sido no solo una de las decisiones más estúpidas que había tomado en su vida, sino la más estúpida, y claramente iba a serlo si la tomó siguiendo el ejemplo de su hermano mayor y de Italia, las personas con menos sentido común que conocía en el planeta.

Resopló para después frotar sus ojos y mirar a su alrededor, notando que Feliciano estaba tirado totalmente despatarrado con medio torso sobre el cuerpo de Gilbert quien también estaba estirado a todo su largo y ancho, con un brazo bajo la mesita de centro del living y las piernas apuntando en otra dirección con un tobillo apoyado en alto sobre el sofá y para completar la escena él tenía sobre su propio regazo las pantorrillas y pies del italiano. -Menudo desastre...- Murmuró moviendo con cuidado las extremidades del amante de la pasta para poder levantarse cuando escuchó un murmullo salir de los labios de su hermano.

-Ita-... chan...- Y más ronquidos bajitos se dejaron oír, haciendo que arqueara una ceja ¿Su hermano estaba soñando con Feliciano? Por la cara de tonto que tenía y la sonrisa ladina de la que se escapaban bajos "Kesesese" entre algunas respiraciones, dudaba mucho que se tratara de algo pervertido, seguramente solo sería otro de esos ridículas sueños que narraría en el desayuno como si se tratara de la mas interesante historia jamás contada.

Últimamente Gilbert estaba extraño y le preocupaba, mucho a decir verdad, ellos eran unidos, muy unidos, aun y cuando la mitad de las veces él tenía que cargar con los platos rotos que dejaba el supuesto "adulto asombroso y responsable", como cuando tenía que costear gastos en casa de Austria por culpa de ese diablo de ojos rojos y sus maldades, o terminaba con su casa dada vuelta por las dichosas reuniones del bad touch trio en su sala, o tenía que ir a buscarlo de la sanja en la que se hubiera caído por la ebriedad.

No era muy diferente a cuando Veneciano lo llamaba hasta para que le atara los cordones, si había una diferencia era que cuando Gilbo lo llamaba en lugar de gritarle tres o cuatro veces "Doitsu" exclamaba un solo y potente "WEST" seguido del favor a pedir que podía incluir que tuviera que sacarlo de la cárcel a él, a Francis y a Antonio por tener cargos de exhibicionismo o vandalismo publico.

-Ah ¿En qué momento me volví su niñero? - Resignado, terminó de levantarse para ir al baño, necesitaba lavarse los dientes para sacarse el rasposo gusto a alcohol de su lengua y garganta, lavarse la cara para terminar de despertarse y luego ir a preparar el bendito desayuno, aunque podría primero tomar una ducha y cambiarse, estaba asqueroso.

Con esos pensamientos en mente tomó el cobertor del sofá para tapar a esos dos desastres con patas y personalidad antes de irse a cumplir sus objetivos.

Al sentir la calidez sobre ellos, ambos hombres bajo las mantas se hicieron un pequeño ovillo para poder dormir un poco más pero menos de una hora después Gilbert despertó sentándose de golpe un poco sobresaltado. -Rayos... ¿Qué hora es?- Preguntó al aire mientras frotaba sus ojos, sintiéndose incomodo con la ropa arrugada y pegada a su cuerpo por el sudor. Él acostumbraba a dormir desnudo, asique ahora mismo se sentía bastante disconforme con la sensación de sentirse apresado por sus prendas. Recorrió la estancia con sus ojos, West no estaba pero Italia estaba a su costado, al levantarse tan bruscamente lo había hecho caer a su lado, pero el chico ni se había inmutado por el golpe.

Prestó un poco más de atención a los ruidos de la casa y se percató de que su hermano estaba en la cocina, seguramente preparando el desayuno para los tres, asique con tranquilidad se levantó y se deshizo de su chaqueta junto a su camisa, colgándolas de su brazo con la intención de irse directamente a la ducha.

-Wow... Gil, tenes muchas cicatrices.- Esa voz lo congeló, giró su rostro para encontrarse con la cara somnolienta de Feliciano que lo miraba entre la fascinación y la preocupación.

-Ah, Guten Morgen, Ita-chan.- Saludó alegre, soltando su característica risa. -Y mis cicatrices son asombrosas ¿Verdad?

El chico gateó un poco por el suelo antes de levantarse y acercarse al mayor, pasando sus manos por su torso desnudo, sintiendo el relieve de cada cicatriz que encontraban sus manos, algunas eran enormes, otras más discretas, algunas estaban curtidas y sobresalían de forma quizás un poco grotesca, como la que tenía en el centro del pecho. -¿No te duelen?

El germano estaba pasmado, sintiendo esas curiosas manos que lo tocaban con inocencia, invadiendo totalmente su preciado espacio personal. -No, Ita-chan, claro que no duelen.- Lo tranquilizó, alzando una mano para despeinar sus cabellos, intentado mantener a raya su sonrojo y su creativa mente que estaba sacando de contexto esas caricias. -¿Te desperté? No fue mi intención, solo iba a ir a ducharme, West esta preparando el desayuno.

-No me despertaste, no te preocupes, Prussia.- Lo despreocupó, abrazándose entonces a su torso y poniéndose de puntitas para alcanzar las mejillas del albino, puede que no fuera tan alto como Alemania, pero seguía siendo más alto que él. -Buongiorno. - Saludo y giró un poco el rostro a la espera de recibir sus besos de buenos días también.

¡Dios! Ese italiano era un peligro e inclinándose deposito un beso también en cada mejilla. -Es mejor que vayas con West, Ita-chan, yo ya voy.

-Ve~ve~ ¿Y si nos bañamos juntos, Prussia? - Ante la pregunta, el hombre estuvo a punto de sufrir un derrame nasal pero el grito de su hermano lo sacó de su paraíso personal.

Italien! No puedes invadir así el espacio personal de la gente, deja que mi bruder vaya a bañarse tranquilo.- Espetó acercándose a ambos y tomando al castaño de la parte trasera del cuello de la camisa, alzándolo un poco, resoplando al ver que este se removía con la intención de abrazarlo entre varias quejas. -Guten Morgen, Bruder.

-Guten Morgen West, déjalo a mi no me molesta que se bañe conmigo Kesesese~ -Y la mirada de advertencia de su hermano que decía claramente "Cómo si fuera a dejar que eso pasara, pervertido" hizo que aumentaran sus carcajadas negando con su cabeza. -Bueno, lo lamento pero tendré que privarlos de mi maravillosa presencia por un rato.- Y silbando bajito se fue directo al baño.

Alemania por su parte tubo, aunque de buena gana, que aceptar el abrazo y los besos de buenos días de su amigo llevándolo a la cocina para que le ayudara a terminar de preparar el desayuno para los tres.

-Italia, últimamente eres más unido a Gilbert ¿Verdad?- No sabía porque estaba preguntando eso, pero es que en alguna medida lo inquietaba, ver al castaño tocando con tanto descaro el torso de su hermano lo había perturbado un poco después de haber escuchado al mayor susurrar ese "Ita-chan" en sueños.

-Si, claro, Prussia es muy divertido y siempre me trata bien, somos amigos.- Afirmó despreocupadamente. -Me gusta pasar tiempo con él ¿Por qué?

-No, por nada.- Se limitó a decir mientras servía las tres tazas de café

-¿Ve? ¿Germania? ¿Te molesta que seamos amigos?- Preguntó entre preocupado y curioso.

-No, Italia, claro que no.- Negó con tranquilidad mirando al chico a los ojos. -Es que estoy algo preocupado por mi Bruder, ha estado raro últimamente.

-¿Raro? yo lo veo tan sombroso como siempre.- Afirmó alegremente.

-Kesesese~ ¡Bien dicho, Ita-chan!- Interrumpió el albino, vistiendo una cómoda remera negra de algodón sin mangas dentro de los pantalones negros de jean de tiro medio que ajustaba con un cinto de cuero y zapatos de vestir, completando su imagen el pequeño Gilbird que descalzaba en su cabeza mientras él atraía a Italia con un brazo por sobre sus hombros contra su pecho. -Ey, West, no digas locuras, yo siempre fui, seré y soy totalmente asombroso.- Aclaró señalando al rubio con un dedo.

-Ah, lo que digas bruder, pero al menos te hubieras terminado de secar el pelo. - Reprochó al ver las gotas de agua que caían de las hebras casi blancas.

-Ah, eso... Es que Gilbird me extrañó, en cuando fui a verlo se subió a mi cabeza y no quise molestarlo.- Alegó alzando una mano para tomar al polluelo, sonriendole a Italia. -¿Quieres sostenerlo?

-¡Si!- Emocionado lo tomó entre sus manos acariciándolo con cuidado. -¡Es tan bonito y suave!- Exclamó encantado.

Gilbert por su parte sonrió y miró a su hermano. -Ahora, secaré mi cabello, West.- Y tras decir eso comenzó a sacudir su cabeza en la dirección del menor, salpicándolo de agua entre fuertes risas.

Interponiendo una mano frente a su rostro para evitar que le salpicara la cara frunció notoriamente el ceño. -¡BRUDER! ¡PARA!

-Kessesese~ estoy haciendo lo que me dijiste.

No pasaron muchos minutos antes de que estuvieras los tres sentados a la mesa comiendo, Gilbert con un golpe hinchado en su cabeza, Alemania con el diario en sus manos y Italia jugando con Gilbird aun.

-Italia ¿Hasta que hora te quedaras?- Preguntó Ludwig sin apartar sus ojos del papel ante él, con el café en sus manos.

-Pensaba irme en la tarde, le dije a mi fratello que cenaríamos juntos hoy con hermano España.

-Bien, yo tengo algunos asuntos que atender en el trabajo ¿No te molesta quedarte con Gilbert?

-No, para nada. - Aceptó de buen agrado. -Pero volverás antes de que me vaya ¿verdad? Quiero poder despedirme de Doitsu también.

-Lo intentaré.

-Ve~ ve~

Luego del desayuno, Alemania se encerró en el estudio, Italia fue a ducharse y Prussia estaba afuera con los perros, jugando con ellos mientras pensaba que debía pronto dejar ese estado de letargo si ya había logrado no solo que Roderich notara el motivo de este, sino que también había preocupado a West.

Él era asombroso, el más asombroso ser en la tierra, era excelente en todo lo que hacía, tendría que comenzar a actuar como siempre y ya, al menos frente a los demás. Ahora que estaba solo se recreaba recordando lo agradable que se sintió dormir junto a Italia, su cuerpo era suave y cálido pero el chico era inquieto, aunque quizás eso había sido culpa del alcohol, y por otro lado, esa mañana había recibido el mejor saludo de buenos días en mucho tiempo, sentir a la nación amante de la pasta contra su piel desnuda, sus dedos recorriendolo con cuidado, esos castos besos en su mejilla, nada de eso tenía precio.

Bueno, en realidad si tenían un precioso y era la calentura que ahora corría por sus venas. Él era de todo menos un hombre casto, y por mucho que esos roces hubieran sido carentes de intención, él no podía convencer a su cuerpo que hervía de solo recordar esas sensaciones ¿Cuándo había sido la ultima vez que había salido de cacería? Dos semanas, quizás tres, necesitaba urgentemente un buen polvo.

Fue arrancado de sus cavilaciones cuando los perros comenzaron a ladrar ruidosamente y al girarse vio a Italia salir de la casa y pocos segundos después ser atacado por tres felices canes que lamían su rostro y sus manos mientras el chico reía y los acariciaba.

-Ve~ Ve~ Prussia ¿Vamos a pasearlos? Parece que quieren salir ¿verdad?- Preguntó mirando a los animales que parecieron entender su pregunta, ladrando y saltando en su lugar como para reafirmar sus palabras.

-Bien, bien, de acuerdo, de todas formas estaba pensando en sacarlos.- Buscó las correas de los tres y tras dar dos ordenes con palabras y sus manos los canes se habían sentado en hilera uno junto al otro, totalmente quietos. Con calma, se agachó y les colocó las correas tomando firmemente dos de ellas y dándole la otra a Italia. -Bien, vamos.

-Wow, siempre me sorprende ver que estén tan bien entrenados.- Admitió mientras se dejaba arrastrar, en su caso parecía más bien que el perro estaban paseandolo a él y no al revés. -¿Los entrenaste vos o los entrenó Doitsu?

-Kesesese~ yo entrené a Aster pero West entrenó a Blackie y a Berlitz. - Explicó mientras se alejaban de la casa con calma.

-Te tomas el entrenamiento tan enserio como Germania ¿Cierto?

-Claro ¿Quién crees que le enseñó todo lo que sabe a West? El no es tan asombroso como yo, pero algo heredo de mi genialidad.

-Yo creo que Germania si es muy genial.

-¿Quieres mucho a West, verdad?

-Si, mucho.- Afirmó alegremente mientras distraía su mirada con las hermosas vistas que ofrecía de si misma la ciudad de Berlin. -Ah, por cierto, Prussia, ayer le di mi regalo a Alemania por la reunificación pero no pude darte el tuyo porque te habías ido y después me distraje.

-¿Ita-chan? ¿Me compraste un regalo?- Preguntó sorprendido y emocionado como un niño, acercándose al chico mientras miraba curioso su rostro. -¿Y qué es? ¿Uh? ¿Qué es?

-Bueno, Germania me dijo que tu escribes diarios asique pensé que esto sería buena idea.- Comentó sacando de un bolsillo interno de su chaqueta un paquete envuelto en papel de regalo plateado con un moño azul. Cual un niño en navidad, Gilbert se abalanzó sobre el objeto arrancando el papel para encontrarse un cuaderno de tapa dura, forrado de cuero como si se tratara de una agenda y un estuche alargado que contenía una fina pluma de color azul marino.

-¡ITA-CHAN! ¡GRACIAS! - Sin ceremonia abrazó al chico contra él, quien correspondió con la misma alegría mientras los perros movían la cola a su alrededor, inquietos y curiosos por esa actitud cariñosa entre ambas personas.

-Me alegro que te gustara, ve~ no sabía que regalarte.

-Es perfecto, Ita-chan, tan asombroso como yo.- Aseveró despeinandolo exageradamente con una mano. -Justo estaban por terminarse las hojas de mi diario actual y pensaba ir a comprarme otro.

-Que bueno, yo no tengo diarios pero si tengo muchos dibujos.- Explicó el país menor con una sonrisa. -¿Qué escribes en tus diarios?

-Escribo todo lo que hago en mis asombrosas aventuras de todos los días.- Exclamó con orgullo. -Si quieres puedo mostrarte alguno un día de estos, tengo cientos, pero vos tendrías que mostrarme algunos e tus dibujos. Sería un intercambio justo.

-Si, claro, eso sería muy divertido.

Reanudaron su caminata hasta llegar al bello parque Tiergarten, donde Italia se tiró a la sombra de un frondoso árbol mientras Gilbert soltaba a los perros para que corrieran un poco y luego se dejó caer no muy alejado del italiano, recostándose boca arriba en el pasto mientras cruzaba sus brazos tras su nuca cerrando sus ojos.

-¿Sabes la historia de este parque, Ita-chan?- Preguntó sin perder su perpetua sonrisa arrogante.

-No ¿qué historia?

-En el siglo XVI los nobles prusianos y yo veníamos a cazar aquí, era nuestro centro recreativo privado hasta que el viejo Fritz decidió hacerlo un parque publico.- Explicó alegremente.

-Ya veo, este lugar te debe traer recuerdos ¿Verdad?

-Si, asombrosos recuerdos kesesese~

Italia sonrió y al ver el cuaderno que le había regalado al germano tirado en el suelo entre ellos, se estiró para alcanzarlo, tomó la pluma que lo acompañaba y abrió la tapa para dar con la primera hoja en blanco. Él lugar era hermoso, dese donde estaban podían ver la casa de las culturas del mundo y Gilbert se veía muy relajado, le parecía algo lindo que dibujar y sin entretenerse más comenzó con los trazos, pasando su vista del cuaderno a su modelo y el paisaje que estaban inspirandolo para poder continuar con su tarea.

Extrañado de escuchar tanto silencio, el prusiano comenzó a pensar que quizás Feliciano se había dormido asique se incorporó para girarse a verlo. No era buena idea que el chico tomara una siesta al aire libre, estaban a 5 de octubre, el otoño ya se hacía sentir y las temperaturas estaban cada vez más bajas, no quería que Italia fuera a enfermarse, sin embargo, en lugar de encontrarlo roncando lo encontró concentrado en el que era su nuevo diario y arqueó una ceja. -¿Ita-chan? ¿Qué haces?

-¿Ah? ¡No, no, vuelve a recostarte Prussia!- Pidió al alzar la vista y encontrarse al albino sentado y girado en su dirección.

-¿Eh? ¿Por qué? ¿Qué estas haciendo?

-Solo hace lo que te pido, prego, Prussia.- Insistió mirándolo con algo parecido a un puchero y el hombre de rojos ojos no pudo negarse, volviendo a su antigua posición con un tenue rubor en sus mejillas. ¿Italia estaba dibujándolo? No podía sentirse más que alagado si era eso lo que estaba pasando, ese iba a ser el diario más asombroso de su colección si lo primero que tenía plasmado en él era un dibujo de si mismo hecho por las lindas manos de Italia del Norte.

Sabía que no era muy asombroso de su parte, pero no podía estar más agradecido de que su pequeño bruder fuera un adicto al trabajo, gracias a eso podía estar pasando la tarde con la lindura castaña que estaba a unos metros de él. Ya había decidido que no iba a permitir que sus sentimientos se hicieran más obvios y que tampoco iba a intervenir entre el amor que ese par de tontos se tenían y que ninguno de los dos se atrevía a confesar de una buena vez.

Bueno, Alemania lo había intentado y había salido terriblemente mal ¿Un anillo de tomate? ¿De donde habría salido su Bruder tan abominablemente torpe en cuestiones del amor? Y pensar que el mocoso tenía el descaro de llamarlo a él pervertido, como si no supiera la exorbitante colección de porno que el rubio tenía escondida en su armario y bajo su cama. Era algo un poco contradictorio, estaba bastante seguro de que su hermanito era virgen, y por sobre todo era muy tímido con las demostraciones de cariño y el contacto físico, pero tenía una mente tan maquiavelica como la suya en lo que a lo sexual refería, en serio no encontraba motivos en su cabeza para que West se contuviera de saltarle encima al lobo vestido de corderito que era Veneciano. Porque eso era otra cosa, Feliciano era la cosa más linda y adorable que habían visto sus ojos, pero no por nada se rumoreaba que en un mundo perfecto los amantes eran Italianos, así como él no dudaba de la castidad de Alemania si dudaba de la de Veneciano, de hecho estaba bastante seguro de que algunas de las cosas aparentemente inocentes que el chico hacia con su hermano, cómo por ejemplo meterse desnudo en su cama, no eran más que intentos de seducir y avispar a su siempre correcto hermanito.

-Ya esta~ - La cantarina voz lo sacó de sus pensamientos. -¿Quieres ver el dibujo, Prussia?

Ja, Klar! - Acercándose a él, se sentó a su lado apoyando la espalda en el tronco del árbol mientras el talentoso artista le mostraba el dibujo hecho en tinta negra. Era impresionante, muy impresionante. Ocupaba toda la hoja, los arboles, el pasto, las sombras, él mismo tirado en el suelo, a pesar de estar hecho solo con tinta negra el dibujo se veía tan real que era como si pudieras meterte en él y en la parte inferior se encontraba la firma del país autor de semejante obra de arte. -Wow, en serio tienes mucho talento, Feli.

-¿Te parece? Siempre me gustó mucho dibujar, el lugar es tan bonito que me dieron ganas de retratarte.

-Se refleja toda mi asombricidad, es perfecto Feli.

-Grazie ~

Volvió a despeinarlo, teniendo cuidado de no tocar el rulo que asomaba de su cabeza cuando vio a los perros correr hacia él, osiqueandolo en busca de atención y se decidió a jugar un poco con ellos antes de emprender el camino de regreso a casa, Feliciano se iría temprano ese día asique no podían entretenerse mucho más. El camino a casa fue tranquilo entre triviales charlas sobre lo que el chico planeaba hacer para la cena con sus hermanos, sobre la relación que Romano y Antonio sostenían, sobre cuando sería la próxima visita y una vez en su hogar, tras dejar a las perros en el patio y guardar el diario se encaminó a la oficina de su hermano, entrando sin tocar como ya era su costumbre.

-West, Ita-chan ya se va, ven a despedirte.

-¿Ya? ¿Pero que hora es?- Preguntó el rubio dejando los papeles que había estado revisando sobre el escritorio.

-Si, bruder, ya son las cinco y media de la tarde. - Le indico lo obvio, señalando el reloj kuku que había en la habitación. -Te abstraes del mundo cuando trabajas West, eso no es sano ni nada asombroso.

Ignorando los reclamos se levantó del asiento, y estiró un poco su agarrotado cuerpo. -Bien, vamos.- Acepto saliendo juntos en dirección a la entrada donde Italia ya los esperaba con una sonrisa, abriendo sus brazos hacia ellos casi con flores y estrellas brotando de él y su sonrisa.

Los germanos se miraron entre ellos y Prussia palmeo la espalda del menor empujándolo en dirección al castaño para que fuera el primero en despedirse. Alemania trastabilló un poco, pero aun así se acerco al chico agachándose para besar sus mejillas, recibiendo a cambio un gesto un tanto humillado. Era vergonzoso para el castaño que el rubio tuviera que inclinarse tanto para saludarlo.

-Te veré pronto, Germania.- Se despidió, teniendo que ponerse de puntitas para abrazarlo y besar sus mejillas, internamente divertido por lo rígido que el rubio se ponía en momentos así y luego se giró a Prussia con quien compartió un abrazo más efusivo y otro par de besos amistosos. -Cuídense, y vengan a mi casa un día de estos a comer, a fratellono a molestarle.- Dijo antes de salir de la casa, corriendo alegremente hacia el portal.

-¡Ve con cuidado, Ita-chan! ¡Te iremos a visitar pronto!- Se despidió Gilbert agitando un brazo, aunque él y su hermano dudaban mucho que a Romano pudieran no molestarle sus presencias en su casa.

-¡Y no te distraigas con los gatos callejeros, Italia!- Regañó en voz fuerte el de ojos azules, siendo olímpicamente ignorando por el italiano que ya se alejaba mientras tarareaba distraidamente, moviendo su cabeza al ritmo de la canción y deteniéndose para dedicarle un "Ciao, Bella" a una mujer que caminaba por la vereda de enfrente, haciendo que el alemán soltara un resoplido fuerte y resignado, llevando una mano a masajear el punte de su nariz. -No tiene remedio.

-Kesesese~ Bueno, pero así de atolondrad te gusta ¿No es cierto, bruder?- Preguntó Prussia con la maliciosa intención de molestarlo.

-WAS? ¡Bruder, no digas tonterías!- Regañó en un grito a viva voz mientras cerraba la puerta principal de un portazo con las mejillas acaloradas.

-Vamos, West ¿Cuándo piensas decírselo? - Inquirió entre risas llenas de travesura.

-Burder, Italia y yo somos amigos.- Le aclaró como si estuviera hablando con un niño pequeño, pausando la voz y remarcando las palabras.

-Kesesesese~ Seh, muy amigos... West e Italia estaban sentados en un árbol~~ - Comenzó a canturrear teniendo que correr por su vida segundos después cuando la enorme mano de su hermano se abalanzó sobre él.

-Halt den Mund! - Resonó su grito por toda la casa. - Preussen!

Antes de que el rubio pudiera poner sus manos sobre su desgraciado hermano este se había encerrado bajo llave en su cuarto. Un día de estos iba a envenenarle la cerveza, sin embargo, lo que más lo atormentaban de sus burlas es que tenían mucho de verdad. Después de mucha meditación y leer unos cuantos libros que en realidad no le habían servido de mucho, se había logrado aceptar a si mismo que los sentimientos que tenía por el menor de los Italia no eran solo amistad. Después de hacer el ridículo ese san valentin con flores, cena y anillo de por medio había tenido que repensar seriamente todas sus emociones, algo en lo que no era precisamente bueno.

Italia le había confesado que una vez había estado interesado en otro hombre, que se había besado con otro hombre y aunque sintió algo de celos también sintió alivio, quizás no era tan descabellado pensar que si tenía posibilidades con el chico, aun así no encontraba la forma de exponerle su sentir a Feliciano, aunque odiara tener que hablar de esos penosos temas lo cierto es que necesitaba un concejo, el problema radicaba en que hablar con Prussia era por lejos la peor de sus opciones, que se reducían a él, Japón o Austria y en realidad las otras dos hasta parecían peor elección que su hermano.

Resoplando regresó sus pasos a su oficina, aunque concentrarse en el trabajo sería complicado cuando en ese momento lo único que rebotaba en su mente era el alegre rostro de Veneciano. Quizás ya era hora de poner todas sus cartas sobre la mesa, necesitaba un plan de acción.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Ahí estaba, sentando en la barra del bar, perfectamente acicalado y con la cuarta cerveza de la noche en su mano. La música era fuerte y jovial, los cuerpos en la pista improvisada de baile se apegaban entre sensuales movimientos y él llevaba un rato mirando su alrededor en busca de una presa. Si, hacia dos o tres semanas que no salía a buscar a alguien con quien saciar su carne, aun tenía frescas en su piel y en su mente las caricias de Feliciano y necesitaba apagar ese incendio que el chico había iniciado sin proponerselo.

Volvió a llevar el vaso a sus labios, probando otro poco de ese adictivo sabor al mismo tiempo que sus ojos reparaban en un chico joven, de quizás unos veinte o veinticinco años que se paró no muy lejos de él contra la barra, pidiendo en un alemán un tanto deficiente una cerveza, él chico era castaño de piel morena y ojos negros, no muy alto pero tampoco bajo, llevaba las orejas perforadas, ropa ajustada y aparentemente era bastante avispado porque no demoró mucho en sentirse observado y girar su mirada a él, devolviendole el escrutinio poco disimulado antes de dedicarle una sonrisa y alejarse con un guiño de ojos y su cerveza en la mano camino a la pista, invitándolo a seguirlo.

Perfecto, atractivo y dispuesto, como le gustaban a él. Levantadose de su lugar en la barra, apuró lo que le quedaba en el vaso y siguió al muchacho que más tarde por su acento y su nombre sospechó que era latino, cosa que confirmó después cuando el joven le dio una escueta explicación sobre su vida, algo de ser un estudiante becado que estaría viviendo en Beril por unos meses. La verdad poco le interesaba, pero tenía que fingir una mínima de empatía si pretendía que esa noche tuviera un final feliz.

Entre bailes, roces indecentes, besos que subían de intensidad tan rápido como la espuma de la leche hervida, terminaron por salir juntos del bar y adentrarse en un hotel de amor no muy alejado.

Amantes de una noche había tenido cientos sino miles durante su larga vida, tenía un libido y una resistencia que muchos hombres y naciones envidiaban, ni hablar de sus cinco metros, antes de darle tiempo a pensar a ese pobre diablo que esa noche sería su amante ya estaba arracandole la ropa mientras lo apresaba con su cuerpo contra la puerta cerrada del cuarto.

Se arrancaron las ropas sin ternura, llegaron entre tropezones a la cama y dos pares de manos inquietas recorrían todo lo que el contrario tenia para ofrecer. Gemidos, jadeos, respiraciones agitadas y maldiciones en español cortaban el aire junto a los chirridos de la cama que estaba siendo maltratada bajo sus cuerpos.

No había delicadeza, había dientes, había uñas, había saliva, había deseo puro y carnal, y como una ronda no bastó para saciarlo, tras un rato entre apacibles charlas poco relevantes la chispa volvió a encenderse y el tornado de lujuria volvió a arrasarlo todo, desterrando la cordura por un rato y dejando que los instintos tomaran el protagonismo de sus acciones.

Con el cuerpo satisfecho, después de una noche de necesitado buen sexo, Gilbert fumaba un cigarrillo apoyado contra la ventana. El cuerpo del joven descansaba desnudo entre las mantas, y podía escuchar su apacible respiración, sin embargo sentía un desagradable sabor en la boca.

Siempre había sido así, siempre buscaba a cualquier fulano de tal para pasar una noche divertida, para tener un buen polvo y luego seguir con su vida, había tenido sus líos también con algunas naciones, con Francia por ejemplo o en sus épocas de imperio había llegado a tener algún que otro acoston interesante con Inglaterra, que vestido de corsario admitía que se veía bastante excitante y que en la cama podía ser bastante menos caballero de lo que le mostraba al mundo en su vida cotidiana pero esta vez sentía un vació desagradable, había fantaseado en su mente mientras tomaba a ese tal "Kevin" que quien tenía bajo su cuerpo era al pequeño Veneciano y por un segundo se había hasta casi creído sus propias mentiras.

Las cosas se le estaban saliendo de control, estaba seguro de haber susurrado el nombre de Feliciano al momento de acabar en la segunda ronda y ante ese recuerdo frunció el ceño, apretando con fuerza desmedida el filtro del cigarrillo mientras lo apartaba de sus labios.

¿Cómo había llegado a eso? Estaba molesto consigo mismo, por permitir que su autocontrol estuviera fallando tan patéticamente. Italia siempre le había parecido lindo ¿Pero en que momento había llegado a este punto?

Dejó a su mente viajar entre recuerdos relativamente resientes y dejó a su mente perderse en uno de ellos, uno que parecía ser de los que más resaltaban y que dejaba a su pecho vació sentir una calidez casi abrumadora.

Desde hacía varias cuadras que lo sentía, alguien lo estaba siguiendo, era como si le estuvieran respirando en la puta nuca y ya era más que suficiente, no estaba de humor para tolerar a ningún imbécil con la tonta intención de asaltarlo a él, al asombroso Prussia. Dobló en la esquina y esperó semi escondido a que el incauto apareciera, con la mejor cara de psicópata de su increíble repertorio. Ese pobre diablo iba a mearse encima del susto.

Cuando vio la silueta acercarse salió del todo y alzó la voz en un tono bastante más amenazante que el de su pequeño hermanito. -Was ist dein Problem?- Inmediatamente se arrepintió, su rostro se deformó en una mueca al ver a Italia ahí, parado frente a él, temblando y a punto de llorar. ¿Qué a punto? Apenas intentó dar un paso el chico comenzó a llorar entre fuertes berridos. -¡Ita-chan! ¡Lo siento mucho! ¡No quise asustarte!

-¡No! ¡No! ¡No! Prussia no me golpee, haré lo que sea... no, no, no... - Tartamudeaba entre llantos el menor.

-Italien, tranquilo, tranquilo, no voy a golpearte.- Se apresuró a decir, cerrando la distancia que los separaba y tomando sus mejillas entre ambas manos, sintiéndose totalmente culpable mientras le secaba las lagrimas. -Ey, tranquilo, ya, ya, pensé que eras algún tonto que intentaba robarme ¿Qué hacías siguiéndome? - Preguntó entre curioso y sorprendido mientras un poco más relajado, notaba que el chico se calmaba por las leves caricias que le prodigaba.

-Perdón, Prussia, pero es que te veías triste estos últimos días, estaba yendo a visitar a Alemania cuando te vi caminando con mucha cara de estar mal y me preocupe.- Explicó de forma un tanto atropellada pero luego le sonrió con algo de nerviosismo. -Me dio curiosidad ver a donde ibas y empecé a seguirte.

-¡Awww... Ita-chan estaba preocupado por mi! No te preocupes Italien, nada puede pasarle al asombroso yo.- Dijo mientras lo abrazaba contra él entre leves risas y de forma más bien fraternal besó su frente, alejándose después al ver que el chico volvía a su alegría habitual ¡Y menos mal que lo hacia! Iba a sentirse terrible si después de eso Italia le temía o iba corriendo con Deutschland llorando para decirle que él lo había amenazado, eso podían ser graves problemas entre él y su bruder.

-Si, me preocupas Prussia, somos amigos.- Afirmó con despreocupada alegría. -¿Pero a dónde vas? ¿Puedo ir contigo?

¡Nhg! Que problema, lo pensó por unos momentos, en realidad si había estado decaído, los últimos días no habían sido nada asombrosos y ese día en especifico no lo había sido pero para nada. Había tenido horribles pesadillas, horribles, no había logrado dormir y eso podía notarse en la bolsas levemente obscuras debajo de sus ojos irritados por la falta de descanso.

Su idea al salir de casa era pasar un poco de increíble tiempo de calidad consigo mismo, ya que él era la mejor compañía que podía haber, y claro... También quería ir a visitar a der Alte Fritz, lo necesitaba, hacia tiempo desde la última vez, bastante tiempo, y las pesadillas y el dolor que lo estaban acosando desde comienzos de esa semana eran lo que lo había impulsado a tomar finalmente la decisión de ir, solo claramente, pero ahí estaba él.

Italia lo miraba con esa expresión que ponen los perritos callejeros como diciéndote "Llévame a casa contigo, por favor" y entre fastidiado y resignado rascó su nuca con una mano. -Bueno, esta bien puedes venir conmigo, Ita-chan.- Aceptó finalmente, dedicándole otra de sus grandes sonrisas. -Te permitiré ser bendecido con mi fabulosa presencia. - Y ante su pose, ridícula a decir verdad, Italia aplaudió un par de veces subiendo aun más su ya de por si inflado ego. Se había encontrado al chico y ya se sentía mucho mejor de lo que había esperado en primer lugar.

En silencio, o al menos él estaba en silencio, comenzaron a caminar, Italia iba cantando bajito. No fue mucho trayecto después cuando Gilbert se debuto para comprar un ramo de flores bajo la atenta, curiosa y confundida mirada del menor.

-Ita-chan, vamos a entrar a un cementerio asique es mejor que dejes de cantar. - El chico asintió un poco sorprendido pero se mantuvo callado y serio.

Caminaron por entre las tumbas con gran respeto y finalmente frente a una de ellas, enorme y bellamente cuidada aunque claramente antigua, se detuvieron. Gilbert se agachó, clavando una rodilla en el suelo para dejar con cuidado sobre el sepelio el ramo de crisantemos blancos y cerrando sus ojos se persigno, sintiendo un movimiento a su lado entreabrió los ojos apenas para notar que Veneciano estaba haciendo lo mismo, arrodillado a su lado y tras persignarse, juntó sus manos en pose de rezo. Con una muy discreta sonrisa le siguió escuchando atento y con una sensación totalmente nostálgica cuando el chico recitaba una antigua bendición en latín, un padre nuestro y otras frases que él, con el todo el respeto que su querido Rey merecía, contestaba. Luego se formó el silencio y se permitió tener un momento de intimidad en su mente con el viejo Fritz, pidiéndole como muchas otras veces que cuidase de él, y además, disculpándose con él por motivos que solo él conocía.

Después de casi veinte minutos, Gilbert se paró firme frente al imponente epitafio y susurró quedamente para si mismo: "Gott mit uns" quedándose callado después de eso.

-Gilbert.- Llamó de forma casi temerosa el castaño. -Esta es la tumba de... de Federico II el grande ¿Verdad?

Giró el rostro a él, ligeramente sorprendido pero luego le sonrió. -Si, lo es, aquí yacen los restos de Friedrich der Grosse.

-Es... ¿Es su aniversario luctuoso?- Se atrevió a susurrar un tanto nervioso.

-No, no aun, es en varios meses... el viejo Fritz nos dejo un 17 de agosto de 1786, pero aun así quería venir a verlo. - Explicó de forma calmada, apreciando que el chico estuviera conteniendo toda su hiperactividad para permanecer junto a él en silencio, pero entonces lo notó agacharse y apoyar despacio sus manos sobre la fría y gastada lapida de piedra.

-Prussia... ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Ya la estas haciendo, Ita-chan, pero si, pregunta lo que quieras que el asombroso yo siempre tiene las mejores respuestas Kesesesese~

-¿Por qué aun sigues vivo?

Bien, esa era la última pregunta que esperaba recibir del pequeño y dulce Italia del Norte, jamás en hubiera imaginado ese cuestionamiento pero podía escuchar en su voz que no estaba intentado insultarlo, no estaba despreciando su existencia como otros países si hacían, se lo veía decaído pero parecía que era por otro motivo.

-¿A qué te refieres, Ita-chan?- Decidió cerciorarse.

-Tu país desapareció, tras la guerra te disolvieron de forma decisiva en 1947, Königsberg ahora es parte de Rusia, otro gran trozo de tu territorio ahora le pertenece a Polonia... Sucedió el gran genocidio Prusiano... Debiste haber muerto en la guerra ¿Cómo es que sigues aquí, vivo, bien, aun y cuando ya no eres una nación?- Formulaba la pregunta como si estuviera hablando consigo mismo, en un tono suave y casi ausente.

Él solo sonrió, entendía la duda del chico. -Fue doloroso ¿Sabes?- Comentó escuetamente y disculpándose de nuevo con su Rey sacó de su chaqueta sus cigarrillos para encender uno de ellos. -Imaginatelo como si te arrancaran los miembros, como si rasgaran tu piel en gajos pero todo es por dentro, no me falta ninguna extremidad, estoy entero, o virtualmente entero, porque de cierta forma es cierto que me desmembraron. - Pudo ver el rostro horrorizado del italiano girando en su dirección y exhalo con calma un voluta de humo. -Es agónico, pero Prussia y Alemania siempre fueron tan unidas que llega un punto en que nuestra historia es casi imposible de diferenciarse, yo soy parte de Alemania ahora. Por eso sobreviví.- Explicó con tranquilidad. -Por eso soporté al ruso del diablo hasta que finalmente el muro cayó y pude volver, me mantuve con vida porque no iba a morir así.- Afirmó seriamente. -Ludwig aun hoy planea devolverle oficialmente el nombre de Prussia a los estados de Berlin y Branderburgo una vez consiga unificarlos, se discutió eso por ultima vez en el año 2009, y quiere reconstruir el palacio real de Berlin, donde residió mi monarquía en el año 1918. - Explicó con calma y una leve sonrisa. -West no me iba a dejar morir, ni aunque hubiese sido yo quien me rindiera, y también esta el pequeño y dulce Matthew, él tiene un estado que se llama New Prussia, y de cierta forma también esta ligado a mi, algunos de mis ciudadanos se establecieron ahí tras huir de la guerra, eso también me mantiene vivo, son partes que aun laten dentro de este cuerpo partido ¿Puedes entenderlo, Ita-cha-? ¿Ita-chan? - Preguntó sorprendido al ser atacado por un repentino abrazo de oso que los hizo caer a ambos, a él sentado sobre la grama y al chico sobre él, rodeando totalmente su torso mientras enterraba su rostro en su pecho. -Ey, ey, calma Ita-chan...

-Lamento haber preguntado algo tan personal.- Admitió en un susurro sin apartar su rostro de su escondite en el pecho del germano. -Pero en serio, en serio, en serio, me alegra que estés vivo ve~

-¿Ita-chan? ¿Qué ocurre?- Preguntó incorporándose un poco hasta lograr sentarse un poco incómodo al sentir que el chico no pensaba soltarlo por ningún motivo.

-Te lo pregunté porque ya una vez... una vez hace mucho tiempo, cuando yo aun era un niño, una nación fue a la guerra y prometió que regresaría.- Explicó tragando saliva. -Odio las batallas, odio las guerras, él abuelo Roma estaba cubierto de cicatrices que se veían dolorosas, se hizo tan grande que por eso desapareció, esa nación que te digo no me escuchó cuando le pedí que no luchara y... y pereció, él no regreso.- Explicó con sus ojos llenos e lagrimas. No era sus chillidos normales, sus llantos continuos, no, estas eran lagrimas reales, dolorosas como puñales que pueden rasgar la piel de solo mirarlos debido a su peligroso filo, era un llanto sentido y ahogado, uno que él podía percibir lo mucho que el pequeño lo había contenido. -Yo te pregunté eso porque necesitaba saber qué fue diferente, por qué vos si regresaste y él no y... y...- No podía seguir hablando, apretaba la chaqueta del mayor a su espalda con bastante fuerza.

-Feliciano, tranquilo.- Pidió de nuevo el germano, sorprendido por lo que el chico confesaba.

Sabiéndose pésimo para consolar a la gente, aun así lo intentó y acarició sus cabellos con una de sus manos de forma muy suave. -Llora si lo necesitas, pero ya no busques motivos, las naciones no somos del todo humanos pero compartimos varias de sus condenas, compartimos la capacidad de sentir, compartimos sus necesidades y compartimos su destino también, somos longevos si tenemos suerte pero no eternos.- Explicó con toda la calma que poseía. -No quería traerte recuerdos dolorosos yo a ti también, pero no te preocupes, puedes desahogarte, solo te pido que no te culpes por ese país que desapareció cuando eras pequeño, eran épocas duras... A veces... A veces las cosas pasan simplemente porque tienen que hacerlo.

Y simplemente se quedaron así, sentados en el suelo, el albino con el pequeño italiano sentado a horcajadas en su regazo, escondido en su pecho, arañando la tela de su chaqueta en su espalda mientras él se limitaba a marear sus cabellos castaños rojizos en medio de la paz de ese campo santo.

-Prussia...

-¿Qué, Ita-chan?

-En serio me alegra que no hayas muerto... por favor, no lo hagas nunca.- Pidió en un susurró agotado, antes de caer rendido por el agotamiento tras tantos minutos sacando de su pecho algo que llevaba años, siglos, agobiandolo.

Sonrió, sonrió mientras observaba ese rostro sonrojado, hinchado y húmedo, totalmente velado por la tranquilidad de la inconsciencia y con el pecho lleno de calidez ante esa última confesión y ese último pedido.

-West va a matarme si te llevo a casa así.- Con cuidado sacó un pañuelo de tela de los pantalones azules de su viejo uniforme militar y secó su rostro, tomándolo en brazos al estilo nupcial para poder dejar al chico descansar como correspondía en la cama de su bruder al llegar a casa, sonrojándose hasta lo indecible al notar que esa linda carita se acurrucaba en su pectoral derecho, murmurando cosas que él no llegaba a entender. ¡Jodidamente lindo era el mocoso!

Salió de su ensoñación cuando un ruido en la cama le recordó en donde estaba, y notó que el cigarrillo se había terminado de consumir en su mano haciendo que chasqueara la lengua con molestia mientras arrojaba el filtro por la ventana y comenzaba a vestirse. Era hora de volver a casa, había dejado la habitación pagada asique no había nada más ahí que lo obligara a quedarse.

Ese día algo en él despertó, la ternura y el cariño que sentía por Italia ya existían antes de ese momento por por algún motivo intuía que las cosas empezaron a cambiar desde ese instante. Había estado vulnerable, Feliciano lo había notado y se permitió abrirse un poco con ese chiquillo, recibiendo a cambio aceptación, cariño y una demostración de confianza cuando el alegre Veneciano había decidido también abrirse a él.

Ya listo y en condiciones presentables salió del hotel para regresar a casa, entrando a hurtadillas para no despertar a su hermano que a semejantes horas estaba claramente dormido, entró a su habitación sin encender la luz y se desvistió con agilidad para poder meterse en su cama, permaneciendo estático en ella por varios minutos.

Esperaba que West fuera lo suficientemente listo y valiente como para dar el maldito paso con Feliciano, porque no sabía cuanto más iba a poder contenerse, cuanto más iba a poner refrenarse a si mismo y a sus sentimientos. Ludwig y Veneciano no eran más que amigos, eso hacia que una parte de él estuviera a la expectativa, tentado a dejar que su parte más baja se diera a la tarea de seducir al chico, de adueñarse de lo que deseaba porque el siempre conseguía lo que quería y técnicamente hablando Italia no tenía ningún compromiso con su hermano, técnicamente tenía vía libre. Necesitaba que se hicieran novios para tener un limite muy real que sabía que no cruzaría, pero con las lineas difusas como estaban no podía evitar pensar en que quería posar sus garras en esa tierna criatura.

Autogolpeandose la frente gruñó entre dientes, no, no, no, no debía dejar que esas ideas lo trastocaran, él era la persona menos indicada para hablar de morar y enseñar las maneras del buen ser, pero había limites que no debería cruzar, no quería traicionar la confianza de su hermano, no debía hacerlo, Ludwig era lo más importante en su vida, lo había dado todo por él y lo seguiría haciendo mientras pudiera.

Cansado, estiró una mano a su mesa de luz y tomó el diario que Italia le había regalado, lo abrió y observo en la penumbra el dibujo que lo recibió en la primera entrada como si se tratara de una portada, dando un suave suspiro mientras sonreía, no le molestaría volver a ser el modelo de ese niño. Con cuidado volteó la página y tomó la pluma.

Querido asombroso diario:

Hoy fue un día asombroso, el increíble yo hizo muchas cosas impresionantes como siempre, pero... No es algo tan asombroso de mi parte estarme enamorando de quien no debo otra vez. Nunca cambiaré.

Querido asombroso diario ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no puedo ahogar este sentimiento?

Preussen.

Cerró el cuaderno y lo dejó a un lado, haciéndose un bollo en la cama. Necesitaba dormir, dormir hasta que esos estúpidos sentimientos decidieran irse.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Continuara.

Notas finales:

San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Jueves 18 de octubre del 2018.

Glosario:

Guten morgen: Buenos días. (Aleman)

Buongiorno: Buenos días (Italiano)

Italien: Italia (Aleman)

Bruder: Hermano (Aleman.)

Germania: Alemania (Italiano)

Fratello: Hermano (Italano)

Doitsu: Alemania (Japones)

Prego: Por favor (Italiano)

Ja, Klar: Si, claro (Aleman)

Grazie: Gracias (Italiano)

Was?: ¿Qué? (Alemán)

Halt den Mund!: ¡Cállate! (Alemán)

Preussen: Prussia. (Alemán)

Was ist dein Problem?: ¿Cuál es tu problema?

Deutschland: Alemania (Alemán)

Der Alte Fritz: El viejo Fritz. (Alemán)

Gott mit uns: Dios con nosotros, fue el lema nacional del Reino de Prussia desde 1701 hasta la reunificacion Alemana y luego fue utilizado por Alemania hasta el año 1970.

Friedrich der Grosse: Federico el grande. (Alemán)

Notas de la autora: Bueno, el curso de la historia parece un poco depresivo pero no todo es tan corta venas. ¿Qué les pareció? Ni pelota le dieron al primer capitulo, pero esta historia me esta gustando y quiero continuarla, por algún motivo desconocido las musas me iluminaron y me dieron inspiración para esto ¿Qué les parece? A mi me parece interesante aunque este muy mal que yo lo diga.

Acepto cualquier sugerencia, aun no me decido si la historia continuara siendo unilateral en cuanto a los sentimientos de Prussia o si Veneciano va a corresponderle, tengo una ligera idea pero necesito que ustedes me digan que prefieren a ver si eso me ayuda. - Y cambie el titulo de la historia porque el original era UNA MIERDA. Por cierto los datos históricos son reales, los investigue pero si alguno quiere corregirme algo o agregar alguna curiosidad que pueda ser útil a la historia bienvenido sea.

Sioa Shun Uchiha-san.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).