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Siempre más por Marbius

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—No adivinarás jamás quién ha hecho un excelente contrato como el nuevo rostro oficial de Malkin’s —dijo Regulus como frase de bienvenida una vez que Sirius fue dado de alta de la clínica en donde había estado internado 90 días y éste pasó a recogerlo en un automóvil con chofer.

Sentados en el asiento trasero del automóvil, Sirius recibió de su hermano una revista que ya tenía un separador de la página exacta.

—¿Lockhart de vuelta? —Inquirió Sirius, sin mucho interés. Él mismo había sido un candidato, pero ya que por motivos de ‘salud’ había tenido que retirarse unos meses del ojo público, era más que evidente que no habían esperado por él y el contrato había terminado en otras manos.

—¿Ese pomposo engreído? Qué va —desdeñó Regulus con un quiebre de su muñeca—. No. Compruébalo por ti mismo y asómbrate.

Sirius cambió las páginas hasta dar con la que buscaba, y en efecto, se asombró...

—Oh.

Que de cara a la cámara y demostrando que era más que un rostro bello (sus cicatrices lo hacían destacarse por encima de cualquier otro modelo), Remus hacía gala de las mejores prendas de Malkin’s y le confería a la marca una recién descubierta frescura que sin dudas atraería a un nuevo sector demográfico a su clientela.

—¿Te dijo algo la última vez que hablaron? Aunque tras 3 meses y quién sabe cuánto tiempo más desde la última vez que intercambiaron mensajes —dijo Regulus, que no tenía conocimiento alguno de la última vez que su hermano y Remus habían tenido otro de sus periodos de comunicación.

Porque le había avergonzado en demasía su comportamiento en Moscú, Sirius no le había hablado a Regulus de la charla que mantuvo con Remus vía teléfono antes que mensajería instantánea. En gran medida porque no habían tenido oportunidad ese día ni los que le siguieron, mucho menos durante su estancia en la clínica, pero después fue porque Sirius había querido atesorar el recuerdo de su voz y la sensación similar a cosquillas en el cuerpo que le atacaba cada vez que recordaba sus palabras. En una extraña mezcla donde se confundían sus consejos y el enamoramiento que había sufrido por Remus en su adolescencia, Sirius quería atesorar el recuerdo de aquella noche, aunque se temía que antes que después tendría que confesarse con Regulus, si acaso para tener en quién guardarse sus confidencias.

—Debe ser algo reciente —dijo en su lugar—. Yo era un candidato para esa campaña, y Remus no me dijo nada al respecto la última vez que hablamos.

—Ah, ya. Y pensar que se resistía a una carrera como modelo, ¿eh? Un poco hipócrita de su parte ahora que lo puedes ver doquier como rostro oficial de varias campañas.

—Así es como se paga la universidad, Reg.

—Ya, pero... ¿Y después? Será el rostro oficial de Malkin’s por al menos un año, y mientras tanto tendrá ofertas. Mejores ofertas que las que la docencia puede ofrecerle, eso por seguro... Sería un idiota si lo deja ir ahora que es su oportunidad de triunfar.

Sirius bufó por lo bajo, que cuando se trataba de Remus, odiaba mostrarse tan protector de su persona.

—Como sea —dijo Regulus, que intuyó el malestar de su hermano y cambió de tema—. Ten, para ti.

Regulus le extendió un móvil nuevo, y Sirius torció el gesto al comprobar que era el mismo modelo que utilizaba, pero recién salido de fábrica.

—No hubo manera de reparar el anterior —explicó Regulus—. Según el técnico que lo revisó, el daño por agua había sido excesivo, y no pudo rescatar nada, así que te he comprado uno nuevo.

—¿Y los datos? ¿Mis fotografías, los contactos...? —«El número de Remus», pensó con malestar por su pérdida, pues a nadie más quería escribirle que a él en esos momentos—. ¿Todo?

—Todo —confirmó Regulus—. Las tarjetas de memoria estaban arruinadas. Y puedes estar agradecido, que Walburga insistió en revisarlas exhaustivamente para buscar cualquier pista que indicara cómo ayudarte durante tu estancia en la clínica.

Sirius rió entre dientes. —Seguro —ironizó.

Regulus le acompañó con una risa seca. —Exacto. Sabía que tú lo entenderías.

—En ese caso, la pérdida de mi otro móvil ha sido lo mejor —dijo Sirius, que no lo creía del todo, no sin el número de contacto de Remus, pero a sabiendas de que había escapado del chantaje de Walburga porque en su móvil anterior tenía material de sobra para ser extorsionado, se dio por bien servido con el final que había obtenido.

Y a ese pensamiento se aferró.

 

En un mundo en el que estaba acostumbrado a obtener lo que quería con el chasquido de sus dedos sólo porque su rostro, nombre o fama lo precedía, Sirius se mostró irritado cuando uno más de sus intentos por recuperar el número de Remus no salió como él quería.

Confiando en que la agencia de Greyback se mostraría dispuesta a cooperar con él, Sirius había llamado para preguntar por el número privado de Remus, pero la secretaria que lo atendió se mostró gélida al informarle que ella no podía proporcionarle ese tipo de información de uno de sus empleados. Sirius insistió, le dijo que ellos dos eran amigos, y que necesitaba ese número con urgencia, pero sin éxito. De poco le sirvió esgrimir sus credenciales, porque la secretaria se mostró firme en su política de privacidad, y al final Sirius tuvo que rendirse, no sin antes agradecerle su falta humanidad y colgar.

—No frunzas el ceño —dijo Regulus a su lado, los dos en una limousina y de camino al rodaje de una película donde tenían papeles secundarios como extras—, te vas a arrugar y Walburga insistirá en cremas con colágeno.

—No me importa —refutó Sirius, que sentía aquel intento como un tercer strike.

Su primer intento por establecer comunicación con Remus había sido esperar a que éste lo hiciera primero. Fácil, ¿no? En todos los medios había aparecido su rostro cuando al salir de la clínica se había hablado de su recuperación y pronta vuelta a los reflectores. Sirius había pasado las dos primeras semanas luego de su estancia en confinamiento atendiendo toda clase de entrevistas y sesiones en donde había tenido que seguir al pie de la letra el guión que Walburga le proporcionó y en donde él tenía que hacer hincapié en su deseo de recuperación y lo agradecido que estaba con sus fans por estar a su lado en todo momento.

En el proceso también había tenido que descartar rumores acerca de sus excesos con la bebida y las drogas, mirando directo a la cámara para afirmar que esas eran mentiras maliciosas, y de paso también aclarado respecto a su sexualidad que no había nadie especial en su vida en esos momentos, y que era todo lo que diría al respecto.

Walburga había estado furiosa, por supuesto, ante la indirecta velada de que Sirius podía encajar en el modelo sexualmente ambiguo de un modelo con el uso de ‘pareja’ antes que revelar un sexo, pero se le pasó cuando los medios lo reportaron bajo una luz favorable, y entonces le indicó a Sirius seguir bajo ese camino.

Tanto si quería o si no, Sirius así lo hizo, y mientras bajaba la fiebre de interés por su regreso, siguió anhelando que cada nuevo mensaje o llamada que recibía fuera de Remus, pero sin éxito. Remus no le escribió ni una sola vez durante el mes posterior a su dada de alta de la clínica, y a la llegada del segundo mes fue que él decidió tomar cartas en el asunto.

Su segundo intento incluyó enviarle un mensaje directo por Instagram, pero Regulus se encargó de reventar esa burbuja de esperanza al recordarle que tanto él como Remus eran figuras públicas, y su mensaje bien podía perderse entre otros tantos que seguro a diario éste recibía. El propio Sirius tuvo que darle la razón, pues a diario podía él encontrar 50 o más mensajes en sus notificaciones, y raras veces hacía más que leerlos en sus tiempos libres.

Remus no respondió, y al cabo de 15 días y 15 intentos, Sirius se había dado por vencido utilizando las nuevas tecnologías para probar con un método más directo.

Su tercer strike, que como había comprobado él, no había funcionado en lo absoluto.

—A este paso me resultará más fácil presentarme en la agencia de Greyback y exigir ver a Remus —masculló Sirius, tamborileando los dedos sobre su muslo—. Oh, ayúdame, Reg.

—No sé cómo podría —replicó éste, que a diferencia de su hermano, ocupaba su tiempo libre con un cuaderno en su regazo y un lápiz en su mano—. Tal vez Remus no quiere saber más de ti. Al fin y al cabo, le mostraste una faceta terrible de ti, y puede que haya borrado tu número.

Sirius resopló, pues nuevamente tenía una confirmación de lo insensible que podía mostrarse Regulus sin siquiera intentarlo. Luego de sus intentos fallidos, Sirius le había contado a Regulus lo ocurrido en la suite de Moscú, sin omitirse detalles, y a cambio su hermano le había plantado la idea de que posiblemente Remus no quisiera lidiar más con él luego de semejante exabrupto.

—Eres cruel.

—Sólo quiero que pienses en el peor escenario posible —replicó éste—.  Que en tu caso es erróneo como en un 80%, así que puedes tranquilizarte.

—Es ese 20% el que me pone de nervios.

—No deberías. Has hecho lo que has podido por volver a contactar con Remus, y has fallado, ¿vale?, pero no es el fin del mundo. Si sus caminos están destinados a volverse a encontrar, así será. Y en esta industria puedes apostar que ocurrirá antes que después.

En el pasado, Sirius habría refutado aquella idea, pero ya no más. No desde que aparentemente Remus Lupin se había convertido en un modelo con una moderada fanbase y trabajos ocasionales en un nombre reconocido a la altura de los hermanos Black y otros más. Un hecho por demás que contrastante con los intereses de Remus, que hasta donde Sirius estaba enterado, el modelaje había sido su carrera secundaria mientras estudiaba para docente, pero parecía que ya no más.

—No le des tantas vueltas —le aconsejó Regulus, que al mismo tiempo que la limousina se detenía, él cerró su cuaderno y lo guardó en su maletín—. Hemos llegado.

Y ya que el chofer se había apresurado para abrirles puertas y afuera un grupo de fans esperaba por ellos para verlos antes del rodaje y pedir un autógrafo, Sirius hizo caso de su consejo y cambió la mueca de su rostro por una sonrisa fácil, que acompañada de unos minutos de calidad al lado de su fanbase, ayudaron a convertir su expresión falsa en una verdadera. Idéntica al ojo de cualquiera, excepto para Sirius, que estuvo agradecido como nunca por todavía ser capaz de fingir a ese nivel y mostrarse carismático, lo sintiera o no.

Ni más ni menos, lo que esperaban de él.

 

A la espera de tener algún tipo de comunicación con Remus, fue que Sirius descubrió por boca de Walburga que tenía en su itinerario el atender junto con Regulus a la boda de una celebridad mayor en Inglaterra, a quien los medios adoraban, y que de paso pasaba a formar parte de la realeza por casarse con un príncipe que estaba en las dos cifras con respecto a su oportunidad de convertirse alguna vez en rey a la corona.

—Yo no podré asistir —les recordó Walburga—, pero espero de ustedes dos su mejor comportamiento.

—¿Es realmente necesario? —Preguntó Sirius, para quien la idea de pasar su día como uno más de los invitados a una boda le resultaba un muermo total.

—Absolutamente —replicó Walburga—. Fleur Delacour pertenece a un grupo de inversionistas franceses con intenciones de expandirse en el Reino Unido, y ella quedó bastante satisfecha con ustedes dos en el rodaje de su última película —les recordó con una media sonrisa—. Prueba de que las clases de francés rindieron sus frutos como debían.

«Oh, si supieras, Madre querida...», pensó Sirius, que durante los descansos había conversado con Miss Delacour en francés para ensayar su repertorio de majaderías y palabras altisonantes, y era eso y no las conexiones de Walburga las que les habían asegurado un sitio en la boda del año.

Sirius y Regulus también habían hecho buenas migas con el novio consorte de Fleur durante el mismo rodaje en el que la conocieron a ella, un miembro menor de la realeza que pertenecía a la estirpe Weasley y se llamaba William, aunque insistió con afabilidad que lo llamaran Bill. Por ser ellos mismos Black, tanto Sirius como Regulus le aseguraron a Bill conocer a algunos miembros de su familia, y ya fuera por eso o porque en verdad los Black no podían faltar al evento del año, aquel simple encuentro les había asegurado sus invitaciones para la boda.

Con prisas porque la celebración tendría lugar a mediodía y tenían que estar presentes para la ceremonia igual que para el banquete y la fiesta, Sirius y Regulus pronto estuvieron en sus mejores atuendos y de camino a la abadía de Westminster.

—Esto promete ser un día imposible de olvidar —dijo Sirius, que consideraba su asistencia a la boda más como un protocolo por cumplir que como un divertimiento de su tiempo libre del que de por sí ya estaba escaso.

—Sólo será aburrido si te empeñas en que así sea —le recordó Regulus, que nuevamente tenía sobre su regazo un cuadernillo y trabajaba en él con ahínco utilizando un lápiz afilado—. Según tengo entendido, la comida será buena y la música también.

—¿Pero y qué tal la compañía?

—Me tienes a mí, ¿o no?

—Sabes bien a qué me refiero, Reg.

Una pausa, y Regulus levantó la vista del papel. —Seh... Pero saldremos adelante.

Sirius había tenido dos grandes razones para no sentirse entusiasta respecto a asistir a esa boda. La primera, que el alcohol fluiría libre entre los invitados y él todavía no se sentía listo para beber una copa sin terminar de vuelta en el baño haciéndole a un desconocido una felación a cambio de una línea de coca. La segunda, y que escapa de su control, eran los mismos invitados que sin duda pasarían por su mesa buscando su compañía o algo más... Peor si se trataba de ir en pos de Regulus, a quien Sirius todavía veía como su indefenso hermano menor.

Claro que Regulus sabía cómo lidiar con esas propuestas y también con las manos torpes que se negaban a recibir un ‘no’ por respuesta, pero a Sirius le hervía la sangre cuando la suposición generalizada de que ellos dos fueran modelos y se les hubiera invitado a la boda fuera como compañía de lujo (y más por un módico precio) y no como dos más de los invitados.

En más de una ocasión se había visto Sirius en un brete cuando ante la negativa de acostarse con otra persona, ésta le reclamara un mal servicio. La frase “Soy modelo, no escort ni mucho menos tu querido” había quedado engranada en Sirius para la eternidad, y era mucho más cortés que la de Regulus, quien en una ocasión le había clavado en la mano el tenedor a un inversionista que le tocaba el muslo y desde entonces era una leyenda susurrada en secreto como advertencia.

—Ánimo —dijo Regulus cuando arribaron a su destino, y los paparazzi prepararon sus cámaras para darles el único recibimiento que conocían a los recién llegados.

—Sólo 12 horas más de esta mierda —masculló Sirius para sí, que consiguió sonreír a tiempo para salir de la limousina y presentarse erguido al lado de Regulus en su mejor pose.

Fotografías que darían de qué hablar a la mañana siguiente... Entre otras.

 

Sirius soportó estoico gran parte de la ceremonia y los festejos. Con apenas un par de bostezos bien disimulados tras la manga de su traje, se dedicó a buscar rostros conocidos entre la concurrencia y no tardó en encontrarlos. En primera fila, los Weasley: La familia del novio y reconocible por su cantidad de hijos, todos ellos pelirrojos y menores que Bill, que era el primero en casarse después de muchos años sin enlaces. A su derecha, dos filas arriba, los Lovegood, tan extravagantes como siempre pero fieles a la corona también. Sirius creyó ver a su prima Bellatrix Lestrange, y se removió incómodo en su asiento porque de niño su esposo Rodolphus había intentado tocarlo durante una cena en casa de los Black y desde entonces no toleraba siquiera verlo.

—Mira allá —señaló Regulus con discreción—. ¿No es ese Fleamont Potter y su esposa Euphemia?

Sirius giró el rostro en esa dirección, y por primera vez en la velada, mostró una sonrisa natural.

—Son ellos. Tenemos que pasar a saludarlos.

Los Potter eran parientes de los Black de forma lejana. Sirius ya no recordaba en qué grado aunque para ello tenían un tapete en casa con las líneas de sucesión y matrimonios políticos a la vista, pero sí tenía claro que Fleamont y Euphemia eran excelentes personas y parte de un selecto grupo al que él profesaba respeto genuino.

De pequeño, los Black y los Potter habían mantenido tratos mercantiles en los que Orion Black era la cabecilla, pero luego que el capital ascendiera, ambas partes habían vendido sus acciones y disfrutado del dinero sin mayores preocupaciones. Sirius recordaba a los Potter en sus visitas mensuales para cenar, y con ellos traían a James, su único hijo, a quien por aquel entonces Sirius admiraba porque era el prototipo que él consideraba ideal: Alto, seguro de sí mismo, deportista y atractivo.

Sólo a la vuelta de los años y con mayor entendimiento de sus deseos había entendido Sirius que por aquel entonces albergaba una especie de enamoramiento del chico Potter, pero por fortuna era ya un asunto olvidado y que no le produciría bochorno por si acaso éste se encontraba presente.

Era una pena que la amistad no perdurara, pero era de esperarse considerando que James era mayor que él y Regulus por algunos años, y su asistencia a Hogwarts en Escocia había puesto una distancia infranqueable. De haber continuado Sirius con sus estudios en lugar de centrarse tanto en el modelaje, quizá hubieran coincidido algunos años en la escuela y tendrían ahora un vínculo más cercano que sólo la memoria de algunas tardes de jugar en el jardín cuando eran críos.

—Qué bien que invitaron al tío Alphard —dijo Regulus de pronto—. En todo caso quería charlar con él.

—¿Uh? —Inquirió Sirius, pero entonces se les pidió ponerse en pie y la feliz pareja de novio y novia cruzó el pasillo central a la vista del resto de los invitados.

Un aplauso atronador puso fin a los cotilleos entre Regulus y Sirius, pero éste último hizo nota de no olvidar preguntarle a su hermano qué asuntos podía tener él con su tío Alphard, que como oveja negra de la familia, no era precisamente la clase de compañía que Walburga toleraba cerca de ellos.

Pero más tarde; ahora la boda le requería de su completa atención.

 

La fiesta con banquete incluyó asientos reservados, y Sirius no pudo evitar sonreír ampliamente cuando al lado de su mesa se sentaron Fleamont y Euphemia Potter.

Con el mismo afecto que él y Regulus les dispensaron, los Potter mencionaron que James y su esposa Lily iban a estar presentes y que no tardarían en llegar. De su boca se enteró Sirius que James había terminado una carrera en fisioterapia deportiva luego de que él mismo sufriera una lesión grave en el rugby que le impidiera lanzarse a ello profesionalmente, y que estaba casado con una compañera de la universidad que estaba especializada en leyes. Juntos habían tenido un pequeño bebé a mediados de ese año, y Euphemia les mostró orgullosa la fotografía de su primer nieto.

—Es idéntico a James —elogió Sirius al bebé.

—Pero esos ojos verdes... —Dijo Regulus.

—Son los de Lily —aclaró Fleamont—. Ojalá pudieran conocerlo, pero en esta clase de eventos es impensable traer a un bebé.

—Por supuesto —asintió Sirius.

—Pero deberían ir a casa a visitarnos —dijo Euphemia—. Sería como en los viejos tiempos.

—No creo que a James le apetezca jugar un dos a uno con Reg y conmigo —rió Sirius, pero ambos Potter insistieron en que sí.

Sirius se demoró unos minutos más en su mesa aprovechando que todavía tenían asientos disponibles, y justo cuando ya estaba por despedirse fue que la mirada de Fleamont se perdió detrás de él y Sirius tuvo claro que James y su esposa habían arribado al fin.

Con lo que no contó fue que trajeran consigo un tercer invitado, y que éste se mostrara tan sorprendido como él de verlo ahí.

—Remus...

—¿Sirius?

—¿Se conocen? —Preguntó la pelirroja que venía cogida del brazo de James, y que por los ojos, Sirius dedujo que era Lily. Realmente tenían la misma tonalidad de verde que Harry.

—Erm...

—Hace tiempo trabajamos juntos —dijo Regulus, que sin perder el ritmo, extendió su mano para saludar a los recién llegados como era apropiado.

El momento fue sumamente incómodo para Sirius, que sólo entonces apreció que su asiento tenía al frente una pequeña tarjeta indicando su pertenencia, y el R. Lupin obvio que aparecía impreso en relieve le habría ahorrado gran parte de su bochorno.

Moviéndose a su propia mesa, Sirius al menos pudo estar agradecido de darle la espalda a Remus, y éste a su vez tuvo vista privilegiada de él al tenerlo directo en línea de vista.

—Esto promete ser largo —masculló Sirius apenas él y Regulus se sentaron de vuelta en sus asientos.

—E interesante —replicó éste.

Que cómo no, tendría toda la razón.

 

El banquete fue largo y fastuoso con una selección de varias entradas y platillos desfilando sobre las meses. El brindis se prolongó por más de 2 horas sin fin, como una especie de biografía no oficial que los familiares y amigos del novio y la novia compartieron de ellos. Luego siguió el baile, y para entonces Sirius apenas si conseguía mantenerse quieto en su asiento sin ponerse en pie y gritar que ya no podía tolerar ni un minuto más de aquella tortura interminable.

Viendo a través de él como era su costumbre, Regulus le entregó la hoja en la que estaba escrito su nombre como invitado y un lápiz.

—Ten. Distráete como puedas y no montes una escena.

Sirius aceptó a regañadientes el ofrecimiento, y con un interés que no había demostrado antes porque no se había visto en la necesidad, estiró un poco el cuello para ver que Regulus ya había llenado su propia hoja de reserva con unos cuantos garabatos.

O mejor dicho, con dibujos bastante precisos de siluetas y ropa. Sirius arqueó una ceja, divertido por la precisión del dibujo, que aunque en un espacio pequeño, era fácilmente reconocible por sus detalles. ¿Y desde cuándo podía dibujar Regulus con tanto talento?

—Hey —intentó llamar su atención, pero su hermano cubrió discretamente la hoja con una mano y le impidió ver más—. Oh, vamos...

—Shhh —le amonestó Regulus—. Después.

«Y has de pensar que se me va a olvidar, pero puedes apostar a que no, querido hermano», pensó Sirius, que se dedicó los siguientes diez minutos haciendo trazos con su lápiz sobre el grueso cartoncillo y preguntándose si Regulus tenía un talento que él no o era simple práctica.

Aunque claro que la práctica tenía que venir de la mano de la motivación, y la disparidad entre los dibujos de ambos hermanos se podía apreciar a simple vista. Tras un fallido dibujo de un abrigo, Sirius lo tachó con excesiva fuerza y por poco perdió la punta de grafito de su lápiz, así que se contentó con realizar unos cuantos trazos de letras. Primero su nombre imitando la tipografía de la tarjeta, luego su firma, y por último tres iniciales: RJL.

—Ah —suspiró Sirius para sí, a tiempo para una tanda de aplausos y que los novios los deleitaran con un último baile antes de permitir a los invitados ponerse en pie.

Indeciso entre ser él quien se acercara a Remus o salir huyendo en la dirección opuesta, Sirius se llevó una sorpresa mayúscula cuando James se acercó a su mesa a saludar con mayor detenimiento que antes, trayendo consigo a su esposa, y también a Remus.

—Moony mencionó que te conoce —dijo James, y Sirius intercambió una mirada con Remus.

—Erm, algo así —respondió, no del todo seguro cuál era la historia que éste le había compartido.

—Espero no te moleste —dijo Remus—. Prongs ha sido mi mejor amigo en la universidad, y todo gracias a Lily.

—¿James es Prongs? —Preguntó Sirius, que de pronto pudo asociar los nombres con las personas a las que Remus hacía referencia en sus mensajes—. Pero...

—Si te sirve de consuelo, tampoco sabía que tú eras el Padfoot al que Remus hacía alusión —dijo James.

—¿Padfoot? —Repitió Sirius—. ¿Yo soy Padfoot?

Remus se mostró un poco avergonzado. —No podía confiarles así como así que intercambiaba mensajes con Sirius Black, el modelo. O sea, sí, cuando descubrí que tú y James se conocían y son familia lejana, pero antes pensé que sería mejor si lo mantenía en secreto.

—¿Y ese apodo?

—Oh. —Remus apretó los labios en una sonrisa tímida—. Fue lo primero que se me vino a la mente. Porque pensé en un perro negro por, erm, tu nombre, y el resto fue una jugarreta de mi cerebro. Olvídalo, no te llamaré así si te molesta.

—Ni hablar —se negó Sirius en redondo—. Me gusta, Moony —dijo Sirius eligiendo utilizar el apodo que había escuchado a James enunciar antes.

—Y espera a que sepas por qué le decimos así —se sumó Lily a la charla, y pronto ellos cuatro más Regulus formaron un grupo en esa mesa.

El resto de la fiesta transcurrió entre charla amena, bocadillos y abundantes bebidas, aunque Sirius se cuidó de pedir para él sólo agua mineral, y Remus le imitó. Pese a que como grupo los cinco hicieron buenas migas, para el final de la velada Remus se separó de los Potter y Sirius de Regulus, y juntos buscaron un sitio en los jardines para conversar sin interrupciones.

—Iré directo al grano —dijo Sirius apenas encontraron una banca de piedra y un seto tras el cual protegerse de miradas y oídos indiscretos—. Gracias por aquella noche. No estoy orgulloso de la persona que era entonces, y después en rehabilitación... Fue tu recuerdo el que me hizo seguir adelante. Por mí mismo, como dijiste, pero... Contigo en mente, porque igual que con Reggie, no quería decepcionarte.

—Entonces yo también seré honesto —respondió Remus, que le tomó la mano y entrelazó sus dedos—. Estaba aterrado después de que terminamos aquella llamada. Pensé que mis palabras habían hecho más mal que bien, y después cuando las noticias de tu ausencia salieron a la luz... Pensé lo peor. Y no te puedes imaginar el alivio que fue verte de nuevo en las revistas en tu mejor versión. —El agarre de sus dedos se intensificó—. ¿Estás bien ahora?

—Estoy mejor —recalcó Sirius—. Mucho mejor que en los últimos años… El cambio ha sido para bien.

—Me alegro.

—Perdí tu número después de aquella noche —dijo Sirius—. Mi móvil se pasó horas bajo el agua, y después fue imposible contactar contigo. Créeme que lo intenté, y casi me había resignado a esperar a que tú lo hicieras primero.

—Oh —musitó Remus, inclinando la cabeza—. De hecho yo esperé que tú dieras ese primer paso. No quería forzarte a hablar conmigo después de esa noche tan...

—Intensa, seh.

Un silencio agradable se instauró entre ambos, y después Remus se giró hacia él y sonrió. —Hay que verlo por el lado positivo.

—¿Y ese es...?

—Que ahora puedes ser tú quien me pida mi número.

—Maldito Reg —masculló Sirius—, pero supongo que debo estarle agradecido. De otra manera, no estaría aquí, así, contigo. No, definitivamente no.

—Entonces yo también estoy agradecido con Regulus.

—Mmm —vocalizó Sirius, que de pronto sonrió para sí—. Puedes agradecerle con un beso. Es más —se apresuró a decir—, yo me podría encargar de dárselo.

—¿Ah sí?

—Sí.

—En ese caso...

Remus se acercó a Sirius, y éste se mantuvo quieto mientras sus labios le rozaban la mejilla.

—Ese es para Regulus, y... —Remus se desvió y sus bocas se unieron en un segundo beso que había tardado más de 4 años en ser correspondido—. Éste para ti.

Y en la privacidad del sitio que habían elegido para disfrutar de su reencuentro, Sirius y Remus compartieron un tercer, cuarto y quinto beso en sucesión.

Después perdieron la cuenta, y a ninguno de los dos le importó que fuera así.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (14-Jun)/Sin comentarios (28-Jun).

Notas finales:

Digamos que ésta es una historia de lento romance, si acaso porque cuando Sirius quería la diferencia de edad era mayor, y después eran otros problemas los que se interponían. Pero eso está ahora solucionado... ¿O sí?


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