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Siempre más por Marbius

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3.- Back to us.

 

And all the things that we dream about

They don't mean what they did before

I just wanna get back to us

'Cause we used to have more

5 Seconds of Summer - More

 

Si Sirius esperaba un cambio radical en su estatus romántico después de besar a Remus, lo cierto es que se llevó un enorme chasco cuando después de la boda éste se tardó un par de días en escribirle un mensaje de texto y sólo para intercambiar amenidades, sin mencionar ni una vez nada de lo ocurrido

—Oh, Reg —se quejó Sirius—. Esto no puede estar pasándome.

—Mmm —fue la respuesta desinteresada de su hermano, que como ya era costumbre en él tenía en su regazo su cuadernillo y dibujaba en él como poseso.

Después de que Sirius lo sorprendiera creando diseños propios, Regulus ya no se escondía ante su hermano cuando en sus momentos libres le apetecía dibujar, pero sí lo hacía con Walburga presente, y a su vez Sirius había sabido captar que su silencio al respecto sería lo mejor.

—¿Qué hice mal? —Prosiguió Sirius con su tirada—. ¿Acaso actué mal al besarnos tan pronto? ¿O es que me olía mal el aliento? Tal vez beso terrible y ahora Remus quiere olvidarse de lo ocurrido. ¿Qué es?

—Pero si ha confirmado contigo que irás a casa de James y Lily a cenar porque él también va —le recordó su hermano—. Si en verdad te estuviera evitando, puedes apostar a que no estaría preguntándote si se pueden ver antes para llegar juntos.

—Como si importara, porque tú estarás ahí —refunfuñó Sirius. Ya que los Potter eran compañía apropiada a ojos de Walburga, ésta había asumido que la invitación tenía tintes laborales antes que amistosos, y había concedido su permiso de dejarlos asistir con la condición de que fueran Sirius y Regulus. El mismo Sirius había estado a punto de montar una pataleta por verse en la necesidad de requerir un permiso especial de Walburga, pero consciente de que no ayudaría a su caso si era así, en su lugar había optado por aceptarlo y hacer lo más de ese momento.

A Regulus no le había importado. Él también tenía buenas memorias de cuando eran niños y James cuidaba de ellos, pero le había confesado a Sirius sentirse terrible por arruinar su tiempo a solas con Remus.

—Te lo dije antes —masculló Regulus con el mentón casi hundido en el pecho—, tú y Remus pueden ir a donde quieran y yo llegaré por mi cuenta con los Potter.

—No —se negó Sirius—. No podría hacerte eso.

—¿Aunque quisieras?

—Eso no está en juego aquí. Sólo... —Sirius suspiró—. Me sentiré igual que la primera vez que nos conocimos. Estaré tan nervioso que probablemente te necesite para servir de amortiguador entre Remus y yo.

—Muchas cosas han cambiado desde entonces. Ten un poco más de confianza en ti mismo ahora que eres mayor de edad y es obvio que Remus no es indiferente a ti.

—Supongo... —Respondió Sirius, cuando en realidad quería especificar que el enamoramiento que había sentido por Remus años atrás era ahora un sentimiento madurado con el tiempo e imposible de pasar por alto.

—Eres Sirius Black —le recordó Regulus con tranquilidad—, y si eso no juega a tu favor, nada lo hará.

—Cierto.

Que por todo a lo que estaban a punto de enfrentarse, en efecto, era nada.

 

Citados a las 19 en casa de los Potter, Sirius y Regulus se dirigieron puntuales a las 17 en una cafetería cercana a su dirección donde Remus ya había reservado una mesa y esperaba su arribo.

—No llegamos tarde, ¿sí? —Preguntó Sirius con ansiedad al revisar su reloj, pero Remus lo tranquilizó al instante.

—No, soy yo el que ha llegado temprano.

Tras intercambiar saludos y Remus ofrecerse a hacer el pedido de sus bebidas, Regulus aprovechó que él y Sirius estaban a solas para confirmarle a éste un cierto temor que había experimentado apenas entrar al local.

—Creo que Remus quiere hablar contigo a solas...

—No me dejes, Reg.

—Les daré media hora. Y si me necesitas puedes enviarme un mensaje al móvil, ¿ok? —Acordó éste, a tiempo para que Remus volviera con sus bebidas.

Ya que aquella cafetería pertenecía a una nueva clase de negocios multifacéticos en los que varios asociados unían esfuerzos por ayudarse mutuamente, Regulus no tardó en hacerse el distraído con varios estantes de libros que se veían en la planta alta del local, y disculpándose para ir a revisar si tenían algún volumen de su interés, se llevó consigo su bebida y dejó atrás a Sirius y a Remus en la privacidad de su mesa.

—Lo siento —fue lo primero que dijo Sirius—. Reg tiene la impresión de que me has citado temprano para hablar y no quiere estar presente para darnos tiempo a solas.

—Sí, verás... Sirius... —Dijo Remus, que a diferencia de apenas una semana atrás en la boda, ahora apenas si podía ver a Sirius a los ojos y daba la impresión de estar repasando mentalmente sus palabras antes de hablar en voz alta.

Sirius supo lo que iba a decir incluso antes de que Remus pudiera formularlo, así que le ahorró el trabajo.

—Si vas a decirme que los besos de la semana pasada son un error, entonces... No, por favor —dijo con voz neutra, ambas manos ceñidas en torno a su taza casi intacta de café—. No soy un crío al que tengas que darle una charla de ‘no eres tú, soy yo’.

Remus se mordió el labio inferior antes de hablar. —En este caso, sí lo es. Al 100%. Realmente no eran estos los términos en los que quería encontrarme contigo, pero sólo es mi culpa y de nadie más.

—Oh, al diablo con eso —gruñó Sirius, para quien la paciencia nunca había sido su fuerte—. ¿De qué se trata? Estoy por cumplir 19, así que ya no es el viejo razonamiento de ser un menor de edad. Sé que la diferencia de años entre nosotros no es la idónea, pero no pensabas eso la semana pasada en la boda cuando me tocabas por debajo de la camisa.

—Sirius... —Dijo Remus, mostrándose por partes iguales abochornado por sus acciones pasadas, tanto como por lo que estaba a punto de compartirle—. No sé ni por dónde empezar...

—Tenemos de aquí hasta las 7 —dijo Sirius con sencillez, extendiendo una de sus manos y tocando los dedos helados de Remus con los suyos calientes por efecto del café—. Empieza por donde tú prefieras y yo te escucharé sin interrumpirte.

Y así lo hizo Remus, exhalando con fuerza, después volviéndose a llenar los pulmones de aire, y por último soltando una bomba que hizo sacudir los cimientos entre él y Sirius.

—En abril, yo... Voy a ser padre.

—Oh... Ya veo.

—Pero Sirius... Yo no pretendía ocultártelo. Es algo de lo que apenas me he enterado yo.

—¿Entonces tienes n-novia? —Articuló Sirius, que recordando los besos de la semana pasada, se sentía terrible pensando en el papel que había jugado.

—No exactamente.

—¿No exactamente? ¿Y eso qué diablos significa? —Gruñó Sirius, un tanto fuera de sí mismo e irritado por su falta de control.

—Mira —dijo Remus, esta vez siendo él quien extendiera su mano para sujetar a Sirius—. Déjame explicarme y después podrás juzgarme.

A la espera de que los 30 minutos de gracia que les había proveído Regulus no se terminaran antes de lo necesario, Sirius reunió valor para escuchar el relato de Remus.

—Antes que nada debo aclarar que me he sentido atraído a ti desde el día en que nos conocimos, pero me había resignado a que nada ocurriría. Entonces porque eras un crío y lo último que me apetecía era una denuncia por corrupción de menores, y después porque... Pues. —Remus resopló—. Eres Sirius Black.

—Ya me había dado cuenta —fue la escueta respuesta de éste.

—No —denegó Remus—, eres Sirius Black. El Sirius Black del que todo mundo habla. El rostro oficial de media docena de campañas, el invitado especial de cuanta fiesta es digna de importancia, la persona por la cual la élite de la moda se disputa por tener en sus pasarelas... Incluso yo, que no sabía nada de esta industria cuando comencé, tenía claro que irías a lo grande hasta ser el mejor. Y... No me puedes culpar por creer que la posibilidad de un nosotros jamás se materializaría. Siempre pensé que cada mensaje que intercambiaríamos podría ser el último, y si no el tiempo se encargaría de desvanecer aquella promesa que nos hicimos.

El “Ya veremos” que Remus le había entregado a Sirius como una antorcha de esperanza que éste siempre había mantenido ardiendo en su interior de pronto amenazó con apagarse. Ciertamente no era un juramento de amor en firme, y Sirius no podía reclamarle a Remus las palabras que le había dicho a su yo de 15 años para apaciguarlo, pero eso estaba en el pasado, y él quería pelear por su presente, y de ser posible, también por su futuro juntos si es que lo había.

—¿Y entonces? —Se forzó Sirius a preguntar para obtener el resto de la historia.

—He salido con varias personas desde el día en que nos conocimos. Una gran mayoría sin que surgiera nada en firme, y después tuve algunas relaciones serias, o algo así. Nunca fui el prototipo de novio ideal, y antes que después estaba de vuelta soltero y más interesado en volver a hablar contigo que en solucionar mi vida amoroso. Luego conocí a Dora...

Sirius se apresuró a beber un trago de su café, porque la garganta se le había secado y sentía una bola de emociones a punto de emprender ascensión por su esófago.

—Dora y yo nunca fuimos muy en serio. Somos demasiado diferentes para eso, y ambos teníamos claro que no iba a durar más allá de un poco de diversión, pero...

—¿Sabías que estaba embarazada la semana pasada cuando me besaste? —Preguntó Sirius, que decidió en el aquí y el ahora que si Remus le daba una respuesta afirmativa, él daría media vuelta y se marcharía.

—No —dijo Remus, complicándolo todavía más para ambos—. Dora no estaba segura de contármelo porque ni ella misma tenía claro si iba a conservar al bebé o no, pero ahora que ha tomado su decisión...

Sirius ni siquiera pidió una confirmación. Después de todo, Remus había soltado esa bomba anunciando que sería padre, así que el resto se deducía por sí mismo.

—¿Entonces ustedes dos van a empezar una familia o...?

A la espera de un golpe en el pecho similar a una puñalada, Sirius experimentó un chispazo de alivio cuando Remus denegó la posibilidad moviendo la cabeza de lado a lado.

—No te mentiré. Yo me ofrecí y después lo consideramos juntos, pero no tiene sentido. Un bebé no hace una familia, y aunque pueda ser injusto, a la larga forzarnos a intentarlo no llevaría a nada. En su lugar decidimos darle una oportunidad a ser madre y padre por separado, y solucionar nuestros problemas uno a la vez.

Sirius exhaló, y de pronto el peso que cargaba sobre los hombros se aligeró. —No sé qué decir.

—Mira, Sirius —se inclinó Remus sobre la mesa para hablar con él en privado—. Lo entiendo si esto te resulta demasiado. Yo mismo todavía no termino de procesarlo y probablemente me tome unas semanas o meses asimilarlo como es debido, así que no espero ninguna respuesta tuya al respecto. De ser estas circunstancias diferentes, había propuesto que después de la cena hoy con James y Lily nosotros planeáramos una cita de dos, pero... Creo que necesitas tiempo y puede que espacio para hacer una elección.

—Puede ser...

—A menos que prefieras decirme aquí mismo que es un no para ti —dijo Remus con voz neutra—. No te lo tomaré a mal si prefieres que sigamos como amigos. Lo último que querría es forzarte a asumir un papel con el que te sientas incómodo.

«¡¿Como padrastro de ese bebé?!», pensó Sirius con repentino pánico, pero supo controlar sus reacciones.

—Remus... —Intentó hablar, pero ninguna voz salió de sus labios.

—Está bien —replicó éste, entendiendo la situación—. No hay problema.

Después Regulus volvió a la mesa trayendo consigo dos gruesos libros dentro de una bolsa de compra, y tras evaluar la atmósfera, sugirió como tema neutral de conversación la gran variedad de volúmenes con las que contaba la librería del segundo piso.

Sirius y Remus aspiraron con alivio al tener de qué conversar de vuelta, y bajo aquel acuerdo, pospusieron hablar después.

Un hipotético después que se prolongaría más allá de lo razonable.

 

Pese a que durante su cena con los Potter Sirius y Remus apenas intercambiaron frases directamente el uno con el otro sin importar que estuvieran sentados lado a lado, Sirius le envió un mensaje la semana siguiente y acordaron reunirse (esta vez sin Regulus) para almorzar.

Sirius había hecho su elección en un sitio donde a veces él y Regulus acudían para disfrutar de su mutua compañía como hermanos antes que como compañeros de profesión. El lugar era íntimo y puede que hasta un poco oscuro. Con toda seguridad, nada que supiera quiénes eran los hermanos Black y que podría obtener fotografías inéditas de ellos ahí pondría un pie dentro del establecimiento, y precisamente por eso era que Sirius lo había escogido.

Sin una respuesta en firme de la relación que esperaba tener con Remus de ahí con adelante, Sirius se valió de las separaciones entre mesa y mesa para besarlo en los labios cuando éste arribó, y Remus a su vez prolongó el contacto poniendo la mano en su mejilla y sujetándolo un par de segundos.

—Hey —lo saludó Sirius apenas separarse, y con las pupilas dilatadas, Remus le correspondió igual.

—Hey...

Y así como así, la perspectiva de comer pasó a un honroso segundo lugar cuando hicieron sus pedidos para llevar y Remus sugirió ir a su piso, que no se encontraba tan lejos.

Al final su almuerzo se convirtió en cena; los alimentos helados y las sábanas calientes.

—Sólo quiero que sepas que yo no... Ya no... Esta no era mi intención cuando te invité a almorzar —dijo Sirius entre bocados, indeciso de si con su premura había marcado un precedente negativo entre ellos dos.

—Tampoco la mía, así que acordemos que fue mutuo y dejémoslo en un empate, ¿ok? —Sugirió Remus con ligereza, pero la mano con la que rozó el muslo de Sirius se tornó posesiva—. No era así como pensé que transcurriría mi tarde, pero no puedo quejarme.

—Ya, yo igual. Sin querer cancelé una sesión de prueba para una colección que presentaré la semana entrante —dijo Sirius, que en una de sus pausas y con Remus en el sanitario, había llamado a Regulus para implorarle que fuera en su lugar, y bendito fuera que su complexión era tan similar (salvo por una pulgada que Sirius era más alto que su hermano) como para que su treta funcionara. Claro que después Walburga estaría al tanto y lo acosaría hasta dar con su paradero por esas horas, pero Sirius no tenía intenciones de revelárselo, no esta vez. No cuando Remus estaba involucrado y su único deseo era mantener el contacto.

—¿No estarás en problemas por eso?

—Nah, no te preocupes —respondió Sirius, que se limpió los labios de migajas y besó a Remus una vez más—. Aunque tendría que estar en casa antes de 2 horas.

—2 horas, ¿uh? —Confirmó Remus, que podía apreciar en Sirius una erección similar a la suya—. Supongo que debemos ser rápidos.

—Tanto como puedas —murmuró Sirius con su boca pegada a la mandíbula de Remus.

Y perdiéndose mutuamente, hicieron que cada minuto contara.

 

A 3 meses desde que la vida de Sirius cambiara porque ahora Remus se encontraba en ella (sin compromisos en firme, funcionando por acciones antes que palabras), fue que éste descubrió en Regulus en cambio por demás anómalo y que lo puso en alerta.

—¿Todo bien, Reggie? —Preguntó Sirius con discreción a su hermano, los dos atendiendo un viaje de medianoche en tren a París para participar en una sesión fotográfica en el aniversario de un famoso perfume, en el que juntos revelarían dos fragancias nuevas.

Su salida había sido cerca de las 3 de la madrugada, con planes para arribar casi a las 6 puesto que se les esperaba en las oficinas a las 7 y en el plató a las 9, y aunque en apariencia aquello sonaba como una especie de pesadilla por las largas horas y el que todo ocurriera tan temprano, tanto para Sirius como para Regulus aquello era de lo más normal y puede que hasta aburrido.

Con toda certeza, así lo había pensado Sirius, que entre sus planes contempló la idea de distraerse con música o una siesta, pero pronto descubrió que le era imposible siquiera distraerse cuando no tenía como ruido de fondo a Regulus y a su lápiz rasgando el papel.

—De maravilla —respondió Regulus sin apartar la mirada de las ventanillas, donde oscuridad y sombras aparecían frente a sus ojos sin parar.

El retraimiento patente de su tono de voz consiguió que Sirius dejara de juguetear con sus audífonos, y éste se tomó unos segundos para examinar la quietud casi melancólica que Remus exudaba.

—Sabes que yo no soy Walburga, ¿verdad? —Insistió con calma, deseoso de mantener conversación con Regulus y no empezar una discusión—. En serio, ¿qué te pasa?

—Nada.

—¿Y por qué no has sacado tu cuaderno y estas enfrascado con tus dibujos? Para estas alturas del viaje, ya habrías cambiado de página al menos 3 veces, y tendrías el dorso de la mano sucio de grafito.

—Ah, ya. No tengo mi cuaderno conmigo.

—¿Lo olvidaste?

—No.

—¿Lo dejaste en casa entonces?

El resoplido cansado de Regulus le dio a Sirius la respuesta que buscaba.

—Ese no eres ti...

—Bah —replicó Regulus, por fin apartando la mirada de la ventana—. ¿Qué sentido tenía? Es sólo un... bobo pasatiempo, nada que en realidad tenga una finalidad. Da lo mismo si dibujo o duermo para pasar el rato; el resultado es el mismo, y no lleva a nada.

—Pero... —Sirius se humedeció los labios con nerviosismo, puesto que estaba a punto de hacer una confesión que con toda seguridad desencadenaría en su hermano una reacción explosiva.

A diferencia de Sirius, que tendía a llevar el corazón expuesto a la vista de terceros y no tenía reparos en actuar bajo el impulso de sus sentimientos, Regulus era más del tipo de persona reservada que tenía dificultades para ser honesto incluso consigo mismo. Ahí donde Sirius era una especie de estrella brillante haciendo honor a su nombre, Regulus era más bien una versión reducida, apenas titilante, que prefería entregar el protagonismo a su hermano.

Al crecer, aquellas peculiaridades entre hermanos Black les habían proporcionado un excelente perfil frente a los medios; cada uno cumplía con su papel y lo representaba a la perfección delante y detrás de cámaras por igual. Sirius la luz, Regulus la oscuridad; cada uno en perfecto equilibrio con el otro. Pero también exponían a Sirius, de la misma manera en que Regulus quedaba oculto...

Incluso para Sirius, Regulus a veces podía ser todo un misterio, y no había sido sino por casualidad que éste revisara uno de sus viejos cuadernillos y descubriera dentro toda clase de dibujos. O mejor dicho, una clase de dibujos en particular: Diseños propios de lo que sin duda podría convertirse en una colección. La primera de muchas por venir si es que la infinidad de hojas que Sirius encontró hasta el hartazgo eran prueba de que aquel no era un ‘bobo pasatiempo’ como Regulus lo acababa de catalogar, sino algo serio.

Una profesión.

Ya que la vida de modelo tenía una fecha de expiración, no era nada fuera de lo habitual que quienes se dedicaban a eso en la industria mantuvieran sus finanzas en orden y tuvieran interés en desarrollar algunas habilidades. Un buen número de modelos desaparecían cada año en empleos anodinos, mientras que otro tanto se incorporaban a la industria en otros papeles. Una porción todavía más pequeña creaba negocios desde cero, capitalizando así su propio dinero y conocimientos para mantenerse en la cúspide, y al parecer era en esa dirección que Regulus soñaba con aspirar.

Sirius había creído que por tener tras de sí el apellido Black y también el dinero que los respaldaba (por no mencionar que él y Regulus eran el primero y segundo respectivamente en líneas de sucesión) su futuro estaba asegurado sin ninguna clase de preocupación. El dinero no era ningún problema, porque tenían su herencia, un fideicomiso, y ahora la fortuna que el modelaje había dejado para ellos, pero era el tiempo libre del que dispondrían después el que al parecer mortificaba a Regulus.

El mismo Regulus que con el mismo secretismo de siempre había tenido un sueño y luego renunciado a él sin pedir ayuda a Sirius.

—Reggie —dijo Sirius—. ¿Y qué si te gusta dibujar? Yo... Eres bueno, ¿sabes? Y no lo digo por ser amable, sino que en realidad eres muy bueno.

—Qué puedes saber tú... —Masculló éste.

—Vi tus dibujos. Encontré uno de tus cuadernos y... —Sirius observó a Regulus apretar los dientes—. No fue intencional, ¿ok?, porque se abrió en una página al azar y pensé que no era asunto mío husmear así, pero... Eran preciosos. Tus diseños eran-...

—No quiero hablar de esto —lo interrumpió Regulus.

—Pues deberíamos.

—¿Por qué? Porque así te lo parece —bufó Regulus—. No lo creo. No hay nada de qué hablar. Fin de la discusión.

—Negarlo no lo hará desaparecer, Reg.

—E insistir no hará que mágicamente sienta deseos de contártelo, Siri.

—Pero-...

—Déjalo.

Y de momento, Sirius lo complació.

 

Regulus volvió a sus dibujos aunque con menor interés del que alguna vez hubiera demostrado. A diferencia de antes, ya no era su cuadernillo el principal de sus bocetos, sino cualquier trozo de papel que cayera en sus manos y una plumilla de tono azul que sustituyó a su fiel lápiz. Sirius consiguió hacerse de algunas de esas creaciones porque Regulus solía dejarlas en todos lados u olvidarlas en los bolsillos de la ropa, y pronto tuvo una colección nada desdeñable para la cual todavía no tenía utilidad.

—Empiecen su propia casa de moda —dijo Remus, que había aceptado la autoinvitación de Sirius a su piso e invariablemente habían terminado en la cama—. Tiene talento, ¿o no? Tú mismo lo has dicho.

—Lo dices como si empezar una marca fuera tan sencillo —masculló Sirius, que bocabajo sobre la cama, estaba laxo y extenuado; simplemente, demasiado cansado luego de sus vigorosos momentos sobre el colchón como para pensar en algo más.

—Nada que valga la pena es sencillo. Además, no tienen que lanzar de pronto la colección primavera-verano. Podrían empezar con un par de prendas y ver cómo marcha a partir de ahí.

—No, ya estaríamos muy tarde para eso. Al menos para la temporada de este año.

—¿Pero y qué tal la del próximo año? O si el prospecto de lanzarse a lo grande es demasiado... ¿Empezar un par de escalones abajo?

—¿Uh? —Abriendo un ojo, puesto que se estaba quedando dormido y en todo caso tenía su tarde libre para hacer con ella lo que le viniera en gana, Sirius le instó a continuar.

—Es decir, ¿no habías mencionado que Regulus y tú querían planear para su retiro? Si los modelos que él dibuja son buenos, podrían empezar desde hoy a planear su siguiente carrera en esa dirección. Ya no en las pasarelas, sino tras bambalinas y moviendo los hilos.

—Suena...

—Llámalo descabellado si quieres, pero es una opción. De hecho, cualquier camino que te plantees lo es, pero a diferencia de cualquier otro oficio, al menos puedes estar seguro de que si Regulus se siente apasionado por el diseño, ustedes dos podrían llegar lejos. Ya son los hermanos Black modelos, ¿qué les impide ser los hermanos Black diseñadores?

Sirius soltó un bufido opacado por la almohada. —Que más bien sería el hermano Black, en singular, diseñador. Yo no sabría qué hacer, no es exactamente mi área. Lo mío es más bien... Modelar. Oh.

Cerrando los ojos, Sirius se arrebujó más entre las mantas, pues la verdad había salido sin esfuerzo y ahora no podía ocultarse de ella.

Al fin y al cabo, ¿qué pecado había en ello? Le gusta el modelaje, modelar y ser modelo, tan simple como eso. Y aunque por periodos de su vida había odiado las cámaras sobre el rostro, los reflectores y las largas caminatas sobre las pasarelas, en realidad lo único que había detestado de verdad había sido a Walburga. Con el resto podía, y quería vivir de tiempo completo.

—Por fortuna para ti —dijo Remus, sacándolo de su pozo de negatividad—, si Regulus lanza su propia marca entonces necesitará modelos, y ¿quién mejor para él que su propio hermano?

—Seríamos como Gianni y Donatella Versace —murmuró Sirius con una sombra de sonrisa en los labios—. Erm, con unos cuantos ajustes.

—¿Para que en verdad seas una Donatella o...? —Inquirió Remus, apartando las sábanas y pegándose a Sirius, que le correspondió uniendo sus cuerpos desnudos.

—Sería más que eso —dijo Sirius antes de besar a Remus—, entre otras cosas...

Pero como ‘otras cosas’ era una categoría demasiado complicada para resolver en las pocas horas que les tocaban juntos ese día, optaron por mejor disfrutar el aquí y el ahora y dejar la incertidumbre del futuro para después.

Un después que llegaría antes que...

 

Por primera vez en su vida, Sirius buscó la manera de enterarse de su balance monetario y cuantificar así la cercanía (o lejanía) de ver cumplido el sueño de Regulus con él como acompañante, y el saldo final que apareció en su cuenta bancaria por poco le produjo un mechón de canas en plena coronilla.

—¿Dinero? ¿Cuál dinero? —Rebatió Walburga cuando una hora después Sirius se presentó ante ella para reclamar lo que le pertenecía, y ésta tuvo el descaro de fingir ignorancia.

—¡Mi dinero! —Estalló Sirius—. ¡El dinero de mi trabajo!

Walburga hizo un quiebre con su muñeca. —Ah, el dinero que yo manejo por ti —dijo ella como si eso lo aclarara todo—. Por supuesto, se ha incluido en las arcas Black como corresponde.

—Madre...

—Walburga —replicó ésta con frialdad—. Porque si vamos a hablar de negocios, quiero ser reconocida por mi propia persona, no por ser la madre de nadie.

Por un segundo, Sirius creyó estar a punto de experimentar un infarto y caer muerto como había hecho su padre tantos años atrás, pero supo contenerse en el último momento.

—En ese caso, estás despedida, Madre —recalcó con absoluto rencor—. Ahora una vez más, ¿dónde está mi jodido dinero?

—No es necesario utilizar ese tono conmigo.

—¡Quiero mi dinero ahora mismo!

—Siempre lo has tenido, ¿o pretendes decirme que alguna vez te han rechazado de alguna tienda por fondos insuficientes? —Le recordó Walburga con satisfacción—. Todo lo que has deseado ha estado al alcance de tus dedos. No veo entonces cuál es el problema.

—Bien —dijo Sirius, que no veía cómo salir de esos argumentos así que optó por cambiarlos—. En ese caso, requiero dinero en efectivo.

El semblante irónico y un tanto burlón que Walburga había mantenido se transformó de pronto en una mueca cruel. —No veo para qué.

—Madre...

—No me llames así.

Sirius apretó las manos en puños a cada lado de su cuerpo. —Contrataré un abogado.

Walburga rió entre dientes. —Ningún abogado que se precie de serlo aceptará pagos de una tarjeta sobregirada...

La amenaza, aunque velada, puso a Sirius de nervios. Pero a sabiendas de que primero tenía que reagruparse con Regulus antes que atacar, se dio media vuelta y sin despedirse salió de Grimmauld Place con un único objetivo en mente: Buscar consuelo en Remus.

 

Sirius pasaría a recordar aquel día de abril como catastrófico en varios sentidos cuando enceguecido por la rabia estuvo a punto de ser arrollado por un taxi, se presentó en el piso de Remus sin encontrarlo ahí, y acabó mojándose bajo la lluvia porque al llamarlo descubrió que éste se encontraba en el hospital a la espera del nacimiento de su hijo.

Con un nudo en la garganta por la inseguridad que sentía en cada aspecto de su vida, Sirius no atinó más que a finalizar la llamada apenas escuchar aquella noticia, y con pensamiento fatalista llamar a Regulus y sentirse que sólo podía confiar en sí mismo y en su hermano.

En nadie más. Ni siquiera Remus. O mejor dicho, ahora más que nunca Remus cuando éste era padre y le iba a dar prioridad a ese bebé en su vida.

—Estamos jodidos, Reg, realmente jodidos —dijo Sirius como saludo, y la voz se le quebró.

—Sirius, ¿pero qué-...?

—Walburga nos ha jodido en verdad —dijo Sirius enunciando cada palabra con cuidado en cada sílaba para no errar con su mensaje.

—Oh, mierda...

Aquello marcaba su punto más bajo, y también sus dos únicas opciones: Rendirse, o luchar.

Y como Blacks iban a elegir siempre lo segundo.

 

Mantenerse a flote por el resto del año les implicó a Sirius y a Regulus cambios enormes en sus vidas.

Con Walburga fuera de la jugada como su manager, creyeron en un inicio que no habría conflicto alguno en manejarse por sí mismos como modelos, pero se dieron de bruces contra un muro invisible cuando descubrieron que su papel no era simplemente el de una secretaria glorificada que manejara sus citas, sino que por ella corría a cargo que esas citas en cuestión existieran.

Sirius así lo descubrió cuando apenas un mes después se encontró con el calendario vacío y ningún trabajo en puerta para él o Regulus.

—Seremos los primeros modelos que salieron de la industria no por falta de interés en su trabajo, sino de conocimientos en cómo manejar su propia agenda —se lamentó Sirius en una de esas mañanas libres que tanto él como Regulus tenían en su piso alquilado.

Cortar lazos con Walburga como su manager también había implicado hacer lo mismo con ella como Madre (desgraciadamente, había hecho un mejor trabajo en lo primero que en lo segundo), y en un acto del que ahora se arrepentían aunque antes preferían tachuelas bajo las uñas de los pies que admitirlo, se habían mudado de su domicilio en Grimmauld Place a un pisito compartido en una zona nada elegante de Londres con el poco dinero que habían conseguido a su disposición.

Regulus odiaba su piso porque no tenían agua caliente más que un par de horas al día, casi siempre en horarios ridículos, porque su casera era una entrometida, porque estaban lejos de cualquier salida del metro y tenían que caminar infinidad de calles para llegar a una, pero sobre todo, porque no era la clase de existencia a la que estaban acostumbrados y no creí poder tolerar más.

A diferencia de su hermano, Sirius se había empeñado en mostrar su mejor cara ante la adversidad, pero luego de un mes, estaba a punto de tener una crisis mayor cuando sin empleo y sin dinero a su disposición, estaban a punto de enfrentarse a la indigencia si en 2 semanas no se hacían de dinero suficiente para pagar el mes de renta, los servicios, sus alimentos, y lo que saliera.

—Me resisto a esto —masculló Regulus, que iba por su tercer día consecutivo desayunando té con pan tostado. Sin nada más porque el azúcar se había acabado, y no tenían ni mantequilla o mermelada—. ¿Cómo hemos podido caer tan bajo?

—Oh, quita esa cara —le reprendió Sirius, que bebía té y comía una manzana ácida que por fortuna había encontrado al fondo de su refrigerador—. Algo saldrá.

—A menos que sea un desfile o una sesión fotográfica entonces no me interesa —dijo Regulus—. ¿Nadie te ha devuelto la llamada?

—Todavía no, pero es normal. El verano es siempre una temporada lenta para todos —respondió Sirius con la verdad, aunque no por ello les tranquilizaba.

Daba igual si en verano la moda se tomaba un corto descanso antes de la fabulosa temporada de otoño-invierno, porque no podían darse ese lujo cuando su alacena estaba tan vacía que ni los ratones se dignaban a darles una visita.

El único argumento por parte de Regulus de buscar un empleo común y corriente para paliar sus cuentas había caído en saco roto cuando juntos habían tratado de encontrar una lista de sus mejores cualidades y no habían encontrado nada. Ni Sirius ni su hermano tenían certificaciones que los avalaran como aptos para algún empleo en específico, y salvo moverse por las pasarelas y posar con sus mejores poses, estaban jodidos.

Más de lo que ya estaban...

—Vale. Me niego a dejarla a ella ganar —dijo Sirius de pronto, tirando el corazón de su manzana a la basura y apurando de té.

—¿Vas a salir?

—Sí.

—¿Con Remus?

—Erm, no —replicó Sirius, que ya iba por la puerta y estaba cogiendo su abrigo ligero del ganchillo de la entrada.

Como padre primerizo, Remus convivía ahora con Dora en el cuidado del bebé, y tras 3 citas canceladas porque Teddy lo necesitaba (Sirius se había enterado de su nombre por teléfono), su relación se había enfriado hasta casi volver a lo que era años atrás: Sólo mensajes de texto y espaciados entre respuestas.

—¿Volverás tarde? —Inquirió Regulus.

—Ni idea.

—Ok.

Pero Sirius quiso creer que si así era, sería bueno para ambos.


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