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Siempre más por Marbius

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Sirius consiguió para él y Regulus en par de sesiones para el catálogo de una cadena de tiendas locales, y aunque pasar de las pasarelas internacionales a la página 8 de una publicación con distribución apenas nacional (dudaba que hubiera reparto local porque las tiendas se encontraban en su mayoría en Londres) podía considerarse como una fuerte caída del pedestal del éxito a un agujero sin retorno, era mejor eso que morir en las próximas semanas de hambre o en las calles.

Con un adelanto en el bolsillo y más sosiego en su alma, Sirius volvió a su pisito para encontrar a Regulus matando el tiempo con sus dibujos, aunque en esta ocasión no trabajaba en su cuadernillo, sino que había hecho a un lado la mesita de la sala, y desde el suelo dibujaba sobre unos grandes pliegos de papel.

Arqueando una ceja por la sorpresa, Sirius además apreció la presencia extra de su casera, y con ella una máquina de coser en el rincón.

—Ya llegué —dijo Sirius, un poco apocado en su propio hogar por las visitas recibidas, y tanto la casera como su hermano le dieron la bienvenida—. Uhm, ¿me perdí de algo?

—La señora Robinson pasó a ofrecernos una bolsa con moras que su hermana del campo le envió, y al verme dibujar me preguntó de qué se trataba.

—Habría reconocido el trazo de una falda tableado dondequiera —dijo la señora Robinson con una sonrisa—. Yo solía ser costurera, ¿saben? Antes de manejar este edificio, cuando mis manos no estaban tan mal por la artritis —agregó levantando las palmas y mostrando sus dedos deformados por la enfermedad—. Ahora apenas si puedo hilvanar una aguja sin dolor, pero lo importante permanece aquí —finalizó tocándose la sien con el dedo índice y dándose unos golpecitos.

—Yo... Pensé que sería divertido aprender, matar el rato con una actividad de provecho —dijo Regulus, que desde el piso alzó la vista y miró a Sirius con los mismos ojos asustados con los que se presentaba ante Walburga cuando ésta consideraba que contradecían su voluntad.

Fue el miedo que manifestó Regulus ante él que hizo a Sirius tomar una decisión.

—Genial.

Y así sin más, su suerte estuvo echada.

 

El verano transcurrió lento y con una ola de calor que obligaba a abrir las ventanas desde las 10 de la mañana hasta las últimas horas de la tarde, pero no por ello fue malo.

Al menos no en todos los sentidos.

Por una parte, Regulus y la señora Robinson (Gladys, como insistió ella en ser llamada luego de desarrollar confianza con ambos hermanos) ocuparon cada minuto libre de su tiempo en lecciones teóricas y prácticas de costura. Pronto Regulus pasó de sus bocetos a plasmarlos en papel de estraza, y después a comprar metros de tela y ensayar con la anticuada máquina de coser que su casera le había proporcionado. Con Regulus absorto en su nuevo pasatiempo, le correspondió a Sirius mantenerlos a ambos a flote participando en algunas campañas menores y poco a poco haciéndose cargo de su itinerario igual como había hecho Walburga en el pasado. Una tarea de práctica y error, pero que no tardó en dominar y esta vez lucrar por completo de ella. 

Por otra lado en cambio... Mientras que su vida personal parecía ir en franca mejora, su estatus romántico pasó de un deshonroso puesto al último de sus preocupaciones cuando Remus mantuvo una racha de cancelaciones por “ser su turno de cuidar al bebé”, sus palabras exactas, y aunque invitó a Sirius a hacerle compañía si le apetecía, éste declinó la oferta por celos de una criatura que todavía se alimentaba exclusivamente de leche pero ya tenía toda la devoción del mismo hombre que él quería. Y a Sirius le competencia le sentaba fatal

Así que mientras por un lado su vida volvía al cauce normal (al menos para él) con sesiones y contratos, Sirius se lamentó por el rápido ascenso y drástica caída en su relación con Remus, con quien no había acordado ninguna especie de compromiso formal y ahora perdía a pasos agigantados sin poder hacer nada el respecto.

De la fantasía que había albergado donde Remus siendo padre de una criatura no cambiaba nada entre ellos Sirius se deshizo pronto, y la sustituyó con la realidad, en donde sus sentimientos por Remus se mantenían como siempre, pero la imposibilidad de más los colocaba en un punto de impasse, donde el estira y afloja era más causa de pesar que de felicidad como antes.

«Bueno», razonó Sirius a mitad de la noche en esa ola de calor que no dejaba dormir en paz con las ventanas cerradas y que abiertas permitían la entrada de toda clase de ruidos del exterior. «Uno no puede tener todo lo que desea. Es simplemente... Echar de menos algo

Y como algo quedó catalogado Remus, con quien Sirius mantuvo conversaciones vía mensaje cada vez más esporádicas hasta volver a caer en el silencio.

Al menos el asunto de Regulus con la costura prosperó más de lo que él mismo o Sirius le hubieran dado crédito, pero en su mayor parte se debió gracias a la señora Robinson (“Gladys, mi nombre es Gladys”, seguía ella insistiendo en no ser tan formales con su trato), que con su ayuda y paciencia pronto tuvo al menor de los Black tras la máquina de coser y ensayando costuras simples para después lanzarse a las ligas mayores.

Sirius ni siquiera fue consciente del proceso de aprendizaje por el que pasó su hermano, pues asumiendo como propia la labor de trabajar para mantenerlos a ambos, se mantuvo ocupado durante el otoño con toda clase de sesiones y pasarelas que pudo conseguir, de manera que cuando llegó diciembre y el ritmo bajó por la temporada, se llevó una sorpresa mayúscula cuando éste le presentó su primera creación.

—Ok, sé que has visto mis modelos antes —empezó Regulus con nerviosismo, pues apenas llegar Sirius al piso lo había hecho sentarse en su único sofá y frente a él tenía el maniquí sobre el cual realizaba alteraciones cubierto con una sábana—, pero éste en verdad es mi modelo. No es algo que Gladys me haya dejado de tarea reproducir de una de sus revistas, sino mío en todos los sentidos, mío, Siri. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Un tanto sobrecogido por la solemnidad del momento, Sirius asintió.

—No necesito que seas amable, sino brutalmente honesto, porque... —Regulus se posicionó al lado del maniquí, y sujetando la sábana, inhaló hondo—. Helo aquí.

Regulus tiró de la sábana, y ante Sirius apareció hecho en tela y costuras uno de los dibujos que recordaba haber visto en su cuadernillo. Regulus después había trabajado en una ampliación con tres vistas del mismo modelo, además de anotaciones variadas sobre cada pieza que lo componía. Sirius había visto los papeles sobre la mesa durante las últimas dos semanas cuando temprano en la mañana o muy tarde en la noche se preparaba una taza de té, y somnoliento había pensado en cada ocasión que su hermano tenía lo necesario para triunfar en la industria de la moda si se atrevía a dar ese gran salto de fe.

Y vaya salto que había hecho Regulus, que ante sí encontró Sirius la que a posteriori pasaría a ser la primera prenda confeccionada por Soar Black, la casa de moda que él y su hermano fundarían, y que comenzaba en el aquí y el ahora con una prenda negra en 7 telas diferentes que vendría a marcar nuevas tendencias mundiales, y que hecha al tamaño exacto de Sirius, se convertiría en su gran oportunidad de oro.

Pero de momento, mientras Sirius se deshacía en halagos y Regulus desestimaba un poco sus palabras, todavía tenían por delante un largo trecho por franquear, la incertidumbre todavía los acosaba.

Y no tardaría en llegar su mejor intervención.

 

A escasos 3 años de haberse mudado de Grimmauld Place y cortado lazos con Walburga (al menos en el ámbito profesional; todavía como familia tenían un lazo aunque muy débil y deshilachado), Sirius y Regulus se habían tomado como meta escalar tantos peldaños como les fuera posible para hacer su gran debut con Soar Black. El nombre, elegido porque llevaba las iniciales de sus nombres completos conformando una palabra que dejaba en claro sus intenciones de buscar el éxito (‘soar’ podía interpretarse como remontar el vuelo o elevarse en lo más alto), cada vez se escuchaba más y más en el medio, y sobre todo de boca en boca porque se perfilaba como la nueva marca digna de estar entre los grandes.

A fuerza de reunir el dinero necesario con su esfuerzo como modelo, Sirius le permitió así a Regulus dedicarse a tiempo completo al trabajo del diseño y confección, y con él se unió su vieja casera, a quien contrataron en calidad de asesora técnica y ahora era una más del equipo, cercana a una colaboradora más que a una empleada.

Poco a poco se había ido haciendo de un taller en Londres con empleados y ayudantes, a los que por su esfuerzo conjunto tenían mucho por agradecer. Regulus en especial, que había tenido que aprender desde cero para ver sus diseños realizados, y por lo tanto era quien más esfuerzo demostraba para que sus sueños más imposibles se materializaran.

Soar Black empezó un año después del primer diseño que Regulus hiciera para Sirius como una modesta tienda de ropa underground, toda ella confeccionada por el menor de los Black con sus propias manos y por fortuna promocionada por el mayor de los dos. El ver a Sirius con la ropa de Regulus y ponerla en la mira del público por medio de Instagram favoreció a su rápido ascenso, que en un inicio fueron ingresos modestos y después no tanto.

El gran salto se debió en gran medida a su tío Alphard Black, la única oveja blanca en una familia con un apellido como el suyo, que estaba en malos términos con su hermana Walburga desde hacía más de 30 años atrás, pero que hizo el esfuerzo de acercarse a sus sobrinos y ofrecerles su ayuda. En su opinión, era increíble lo que habían conseguido hasta ese momento con su propio esfuerzo, pero si así lo querían, él podía facilitar que su último gran salto ocurriera antes que después.

Y tanto Regulus como Sirius escogieron antes.

Así que su tío Alphard puso a su disposición un edificio en la mejor zona comercial de Londres para ellos dos y su negocio (por mutuo acuerdo, decidieron mantener la tienda a nivel de calle, el taller y corporativo en los siguientes pisos, y para ellos el desván dividido en dos porciones idénticas para como un domicilio permanente al que acudir cada noche) y una cantidad de dinero nada despreciable que él les aseguró que era un regalo y no un préstamo de ninguna clase para que su negocio llegara a la cima.

—Su éxito, y saber que mi queridísima hermana Walburga se está ahogando en su bilis, será todo el pago que yo aceptaré —dijo Alphard cuando la transacción estuvo completa, y sus dos sobrinos le aseguraron que harían todo lo posible por cumplir su deseo.

Que tal como su tío Alphard había vaticinado, estaba ahora apenas fuera del alcance de sus dedos.

 

Soar Black estaba por cumplir su quinto aniversario como marca cuando Regulus propuso conmemorarlo, además del desfile con las últimas novedades y con la fiesta de rigor, con una nueva campaña que se adicionaría a las que ya tenían en marcha.

Porque ninguno de los dos hermanos Black pretendía encasillar a SB como una marca de lujo (tenían tres líneas: Comercial, de lujo, y haute couture), también habían hecho lo posible por involucrarse con causas sociales que dejaran bien en claro que su afiliación a la moda no se reducía a eso, y en los últimos 2 aniversarios ya habían hecho algo al respecto, primero con una gala de beneficencia y después una colecta.

Regulus ya había hablado de la posibilidad de expandirse en áreas similares, pero de momento no tenían planes concretos, por lo que estaba en sus planes al menos llevar a cabo un proyecto en pequeña escala.

—¿Recuerdas aquella campaña en contra del bullying en la que participamos? —Le preguntó Regulus a Sirius como si éste la hubiera olvidado ya, lo cual no sería el caso ni hoy ni nunca.

—Sí, ¿qué con eso? —Replicó éste, ya de 25 años y recordando esa sesión de una década atrás que le había cambiado por completo la vida.

Bueno, no la sesión en sí, sino Remus Lupin, de quien se había enamorado entonces y hasta la fecha no podía olvidar.

Después del nacimiento de su bebé, Sirius y Remus habían intentado prosperar en su incipiente relación romántica, pero no había sido posible por el caos en sus respectivas vidas en ese momento. Luego Sirius se había enfrascado de lleno con Regulus en la compañía, y Remus por su parte había hecho un esfuerzo de convivencia con la madre de su hijo, y entonces la conexión entre ambos se había tornado inestable.

En cumpleaños, así como en fechas especiales todavía se escribían, y ya que mutuamente se habían seguido en sus carreras tampoco era extraño que intercambiaran mensajes, pero no más. En un cambio de profesión que seguramente el Sirius y el Remus de 10 años atrás escucharían con incredulidad, había sido Sirius quien continuara por propia voluntad como modelo porque ahora que lo hacía por gusto y no por obligación de Walburga era que lo disfrutaba como nunca. Remus tampoco se había quedado atrás en ese aspecto, pues en contraste a sus palabras de sólo haber tomado ese empleo por el dinero, ahora se desempeñaba como docente en una universidad y adicionaba sus ingresos con el ocasional trabajo como modelo.

Remus había adquirido fama como un modelo diferente al resto. Sus cicatrices lo hacían resaltar, a veces para bien y a veces para mal, pero le servían también para campañas en las que él no tenía problemas en representar, y aunque por la edad la profesión de modelo no tardaría en llegar a su fin (ese año había cumplido 30), todavía le iba bien y Sirius estaba feliz por él.

El propio Sirius ya también veía con otros ojos su profesión de toda la vida y la jubilación próxima a la que tendría que resignarse una vez que su look juvenil se desvaneciera del todo, pero ya que recientemente había participado en un par de comerciales y tenía en su curriculum un par de roles menores en películas y series de televisión, en realidad no estaba tan preocupado. Después de todo, tenía su empleo con Soar Black y dinero en el banco para durarle hasta el final de sus días, así que podía dedicarse a lo que le viniera en gana sin miedo o temor de fracasar, y estaba dispuesto a ello.

Creía él que el cambio le sentaría bien, y que estaba listo para emprender esa nueva gran aventura.

—Sirius —lo atrajo de vuelta Regulus a la realidad—, quiero un enfoque diferente al de la campaña de hace años. Negar el bullying servía entonces, pero ahora una campaña de ese tipo merece un cambio de enfoque. De aceptar nuestras diferencias. Y eso es lo que quiero en el desfile de este año.

—Oh, bueno —murmuró Sirius, que no encontró fallos en su plan—. Suena bien, ¿qué tienes en mente?

Regulus le habló de mezclar a los modelos habituales con personas comunes, buscando en la variedad el énfasis por la belleza fuera de lo cotidiano, y Sirius le dio su aprobación.

—Entonces no te importaría si le pido a Remus Lupin participar, ¿correcto? —Corroboró Regulus la información con Sirius, que se encogió de hombros.

—Eres tan transparente, Reg.

—Tú más. Se nota que la idea no te es tan indiferente como intentas aparentar.

Sirius gruñó, porque dicha fuera la verdad, todavía estaba enamorado de Remus, y a la vez creía que un encuentro podría ponerle fin a esos sentimientos almacenados ya por tanto tiempo en su interior.

—Invítalo. Todavía no es seguro que acepte, pero si lo hace, la campaña sería un éxito seguro.

—Puedes apostar.

Y lo fue, en más de un sentido.

 

Fueron casi dos semanas de nerviosismo constante para Sirius antes de que el momento del photoshoot llegara, e incluso entonces fue revivir el primer encuentro que tuviera con Remus, en donde las emociones de su adolescencia y la confusión de su sexualidad todavía eran demasiado intensas para manejarlas.

Ahora los papeles eran diferentes. Sirius era un hombre hecho y derecho, dueño de su propia compañía y manejaba aquella sesión no sólo como modelo, sino como encargado creativo con la experta asesoría de Regulus, pero eso no evitó que con el arribo de los participantes, y con ellos Remus, el estómago se le contrajera dolorosamente en nudos.

—Respira —le aconsejó Regulus en un murmullo.

—Eso intento, caray...

Regulus se acercó a saludar a Remus, y un paso atrás de ellos permaneció Sirius, observando no al único amor serio y perdurable de su vida, sino al pequeño niño que venía con él cogido de la mano y también lo examinaba a él con detenimiento.

—Este es-... —Empezó Remus a presentar al pequeño niño, cuando éste abrió la boca y se dirigió a Sirius.

—Tú eres Sirius, ¿verdad?

—Correcto —confirmó éste—. ¿Y tú eres...?

—Edward Remus Lupin —dijo el niño con soltura—, pero puedes llamarme Teddy.

—Oh, pues en ese caso —le tendió Sirius la mano y apretó la suya—. Mucho gusto, Teddy. Tú puedes llamarme Sirius.

—Lo siento —se disculpó Remus por la educada impertinencia de su hijo—. Hemos estado practicando los saludos y desde entonces ha estado un poco insoportable. Además, la niñera no pudo presentarse a tiempo para cuidarlo así que tuve que traerlo conmigo. Espero no sea un problema.

—Ninguno en absoluto —dijo Regulus—. Será un placer tenerlo con nosotros. Sirius, ¿puedes mostrarles a Remus y a Teddy el camino a la sala de preparación?

Sirius resistió la tentación de poner los ojos en blanco por la estratagema tan obvia de su hermano para dejarlos a solas, pero como de todos modos no era un mal plan, optó por así hacerlo.

—Síganme por acá, por favor —les indicó el camino.

Juntos avanzaron un par de pasos antes de que Remus señalara lo obvio. —Espero no te moleste, le he hablado a Teddy de ti y...

—Lo suponía. Me reconoció en el acto, ¿no?

—Me gustan tus fotografías —dijo Teddy—. Eres bonito.

Sirius sonrió con sinceridad. —Ese es siempre el mejor halago, Teddy. Y tú también eres bonito.

—Porque me parezco a papá —fue la respuesta del niño.

—Todavía estamos practicando en su modestia —dijo Remus, un tanto apenado.

—Cuando sea mayor quiero ser igual que papá.

—Oh, ¿un profesor de universidad entonces? —Preguntó Sirius, a sabiendas de cuál era la verdadera respuesta.

—No, un modelo —dijo Teddy con una amplia sonrisa.

—Creo que podríamos hacer algo al respecto hoy...

—No le prestes atención —intervino Remus—. La semana pasada quería ser bombero, y antes de esa, náufrago profesional.

—¿Uh?

—Vimos Titánic.

—Sólo una parte, antes de quedarme dormido. Es una película muuuy larga —enfatizó Teddy alargando las letras.

—Pero esta semana quieres ser modelo, ¿correcto? —Confirmó Sirius, y ante la amplia sonrisa de Teddy y sus repetidos asentimientos, les indicó dos sillas lado a lado—. ¿Por qué no participan juntos en la campaña de hoy? El tema es la diversidad, y si un padre modelo no rompe estereotipos en la industria...

—Padre soltero —agregó Teddy, sin duda repitiendo las palabras con las que había crecido. Remus lució apenado, y en respuesta Sirius arqueó una ceja con interés.

—Pensé que... No, olvídalo —musitó lo último, sin ánimo de darse esperanzas sin motivo.

Luego Sirius llamó a una de las chicas de maquillaje y peinado, y le indicó atender a Remus y a Teddy para la sesión. Remus se resistió poco a que su hijo participara, y ya fuera porque a Teddy se le aguaron los ojos con el primer ‘no’ y consiguió salirse con la suya batiendo pestañas y poniendo su mejor puchero, o porque era consciente del excelente resultado que obtendrían para la sesión participando juntos, al final acabó por ceder sin más.

—Los veré de vuelta en el plató —dijo Sirius antes de salir de la habitación, y ansioso por la extraña sucesión de acontecimientos (nada estaba saliendo como él lo había imaginado), se apresuró hacia la mesa del buffet en búsqueda de un té verde que le tranquilizara los nervios.

—¿Salió mejor o peor de lo que esperabas? —Preguntó Regulus cuando se le unió minutos después.

—Para nada como imaginaba, y punto —dijo Sirius, bebiendo sorbos cortos de su té—. Y Teddy es...

—¿Como lo imaginabas?

—No. Todo esto es demasiado extraño...

—Ánimo —le palmeó Regulus la espalda—. Todavía tenemos un photoshoot por delante, y si todo sale bien y sabes jugar tus cartas, puede que tengas algo más que esperar al final del día...

Fuera el vaticinio de Regulus o porque en verdad estaba destinado a ser, la sesión de aquel día marchó sobre ruedas con todos los modelos pasando por turnos para sus fotografías individuales y después por grupos de dos o tres antes de la imagen final bajo la cual saldría la campaña.

Cuando fue el turno de Remus, también Teddy posó en algunas tomas, y después al terminar corrió hacia Sirius y se sentó sin más en sus piernas para acosarlo con toda clase de preguntas que éste intentó contestar de la manera más simple posible.

—¿Es cierto que has sido modelo desde siempre?

—Sí.

—¿Incluso cuando eras bebé?

—Algo así.

—Mmm. —Teddy se balanceó sobre sus muslos, y Sirius ahogó un quejido por su peso—. ¿Fue así como conociste a mi papá?

—Ajá.

—¿Alguna vez se han besado?

—Teddy...

—Porque le oí mencionar al tío Prongs que eras tan atroctivo como siempre.

—Atractivo —le corrigió Sirius con un leve calor en las orejas—, y supongo que gracias.

—Pero no a mí, a papá —replicó Teddy con toda seriedad—. Sirius, ¿te puedo contar un secreto?

—Adelante, Teddy.

—Creo que le gustas a mi papá.

Sirius luchó sin éxito contra la sonrisa que pugnaba por manifestarse en sus labios. —¿En serio?

—Sip —dijo Teddy, exagerando el golpe de la p—. También se lo escuché decir.

—¿Al tío Prongs?

—No, a la tía Lily.

Sirius estuvo a punto de indagar más al respecto cuando el peso conocido de una mano sobre su hombro le puso un alto definitivo.

—Siri —dijo la voz de Regulus con toda severidad—. No deberías de aprovecharte de las indiscreciones de un niño para tus propios intereses personales. Eso es deshonesto y ruin hasta para ti.

Al tiempo que Teddy se acurrucaba más en su regazo, Sirius abrazó al niño por la espalda. —No sé de qué hablas. Teddy y yo sólo conversábamos.

—De papá —suplió Teddy.

—Exacto —confirmó Sirius.

—Y de lo mucho que le gusta Sirius —agregó el niño, y Sirius tomó nota mental de pedirle a uno de los asistentes que se encargara de conseguirle un enorme caramelo como soborno o pago, pero eso ya dependería de Teddy.

Regulus puso los ojos en blanco. —Ok, pero debes admitir que no es información novedosa —dijo en voz baja para Sirius—, no en los últimos 10 años al menos.

—Pero yo sólo tengo 5 —dijo Teddy, que pareció no comprender que la historia de su papá y Sirius fuera más allá de su mera existencia.

—Tu papá y Sirius son amigos de mucho tiempo atrás —explicó Regulus, y Teddy asintió con solemnidad.

—¿Tuyo también?

—Sí. Podría decirse que sí.

—Papá nunca dijo que le gustaras, al menos no como Sirius —dijo Teddy.

—Es mejor así —respondió Regulus con afabilidad.

—Y que lo digas —agregó Sirius, que por el rabillo vio a Remus finalizar sus fotografías y acercarse al grupo.

—¿Teddy se ha portado bien? —Preguntó Remus, y desde el regazo de Sirius, su pequeño hijo le sonrió con amplitud—. Puede ser un poco parlanchín, pero...

Regulus rió entre dientes.

—No hay problema —dijo Sirius abrazando al niño y plantándole un beso en la coronilla repleta de rizos color caoba igual a los de Remus—. Ha sido un placer cuidarlo.

Que incluso si era la típica frase de cortesía, no por ello era menos cierta.

 

La sesión llegó a su fin en la tarde, con todos los participantes cansados y a la vez felices por los resultados obtenidos. Regulus en especial, que pidió a los asistentes unos minutos de su tiempo para un breve brindis porque aquella campaña pasaría a formar parte de Soar Black de manera oficial como su entrada a las pasarelas. Los mismos modelos que habían estado presentes ese día lo estarían al inicio de la temporada para desfilar, y en un conjunto variopinto eran la celebración a la diversidad que ambos hermanos Black habían buscado desde un inicio.

Así que brindaron, y salvo Teddy que bebió zumo de uva, el resto dio cuenta a una botella de champagne que Regulus tenía en la oficina precisamente con esa intención.

—Ha resultado incluso mejor que lo que proyectaba para hoy —dijo Regulus a Sirius mientras los dos se despedían de los modelos del día y se iban preparando para su bien merecido descanso.

A Sirius en particular no le pasó por alto que Remus se había quedado rezagado conversando con uno de los fotógrafos, y aunque por un instante tuvo la amarga duda de si no lo hacía para postergar el hablar con él a pesar de una sesión que había fluido como la seda, pronto sus temores se alejaron cuando apenas quedaron unas cuantas personas en la habitación y entre ellas se contaron Remus y Teddy.

—Parece que alguien no está listo para despedirse todavía —dijo Regulus en voz baja—, ¿por qué no lo invitas a beber café en tu piso?

—Shhh, Reg —le amonestó Sirius, que con todo supo mantenerse tranquilo cuando por fin Remus se acercó a despedirse y Teddy se le adelantó.

Con esa naturalidad que sólo los críos y hasta cierta edad tienen, Teddy se abrazó a las piernas de Sirius y le miró con sus grandes ojos dorados idénticos a los de Remus.

—Buen trabajo el de hoy, Teddy —elogió Sirius a al niño, pasándole los dedos por los rizos que adornaban su cabeza. El halago iba no sólo por su buen comportamiento, sino también por su facilidad frente a la cámara para un par de tomas cándidas que con toda seguridad Regulus insistiría en utilizar para su campaña—. Y no me importaría tenerte más para otras sesiones.

—De momento sólo será ésta —intervino Remus, que había cobrado su parte y de paso recibido un cheque por Teddy—. No sé qué pensaría Dora de tener dos modelos en la familia.

—A mamá no le importaría —dijo Teddy con firmeza—, y así podría verme siempre en revistas.

Sirius alzó las cejas por esa última declaración, y Remus clarificó: —Erm, Dora se encuentra ahora mismo en Sudáfrica trabajando.

—No sabía que te habías vuelto padre soltero a tiempo completo.

—Sólo desde el año pasado, pero Teddy y yo nos la apañamos bien.

—Papá ya no quema los huevos en las mañanas —dijo Teddy—. Sólo un poquitín en las orillas y eso cuando se le olvidan.

Remus sonrió incómodo. —Críos, ¿eh? Siempre listos para ponerlo a uno en ridículo.

Recordando lo poco que había tenido esa oportunidad al crecer, Sirius denegó con la cabeza. —Para nada. Está en su naturaleza y no hay malicia de por medio.

—Es una manera de verlo.

—Seh.

—Bueno, en ese caso Teddy y yo nos marcham-...

—Remus —le interrumpió Sirius, que a sabiendas de lo que se jugaba en ese arrebato de valor, igual lo hizo—. ¿Te gustaría tomar una taza de café?

Remus arqueó una ceja. —¿Qué, se acabó el té verde por fin? Y justo ahora que por fin me había acostumbrado al sabor amargo.

—O té, da igual —dijo Sirius con un encogimiento de hombros.

—¿Cuándo?

—Uhm, pensaba que ahora... Pero si no puedes.

—Oh no, sí puedo. Me encantaría, es sólo que... —Remus lo resumió señalando a Teddy, que seguía abrazado a las piernas de Sirius pero con los ojos cerrados—. No sería cómodo llevarlo cargando.

—Mi piso —dijo Sirius de manera abrupta antes de corregirse—. Es decir, podemos subir a mi piso.

—¿Subir?

Sirius sonrió. —El edificio completo es de Reg y mío.

—Ya me extrañaba que la tienda estuviera abajo del estudio.

—Y el penthouse es nuestro penthouse. Bueno, Regulus tiene una parte y yo otra, pero son espacios separados, como dos pisos dúplex.

—Interesante.

—¿Entonces...?

Fue el turno de Remus en sonreírle a Sirius, y el estómago de éste hizo un extraño brinco de puro y simple nerviosismo.

—Si no es una molestia invitarnos a mí y a Teddy a tu piso.

—En lo absoluto.

—Y con eso cerraron un capítulo y se prepararon a comenzar el siguiente.

 

Remus bromeó agradeciendo el elevador porque traía consigo cargando a Teddy en brazos, por lo que Sirius se apresuró a abrir la puerta de su piso para dejarlos pasar, y ya que estaba, enseñarle el dedo medio a Regulus, que salió de su piso a tiempo para dedicarle una mirada conocedora, un guiño, y también una advertencia velada.

—Esta vez no lo arruinen.

—Jódete, Reg —dijo Sirius con atisbos de humor y cerró la puerta.

Adentro, Sirius esperaba instrucciones de dónde podía colocar a Teddy.

—Esa puerta es el cuarto de invitados. Ponlo en la cama y mientras tanto prepararé el té —indicó Sirius con una levísima nota de pánico en su voz por tenerlo ahí, tenerlos a ambos ahí en su piso, pero consiguió recuperarse rápidamente conforme llenaba la tetera con agua y sacaba las tazas y el té.

En contraste al piso de Regulus donde reinaban los colores oscuros y la madera, Sirius había optado en su departamento por blanco y luminosidad. De ahí que hubiera elegido la cara del edificio desde la cual entraba más luz, y aunque a esas horas ya no había sol en el cielo, no por ello había perdido su piso la calidez.

Además de una cocina abierta que también incluía una barra para comer que separaba hacia la sala, también contaba con su dormitorio, uno para los huéspedes (del cual Teddy era el primero), un estudio, y dos baños y medio. El cuarto de lavado amplio, plus un rincón de almacenaje, componían en suma su piso. Eso y un balcón al cual Sirius tenía debilidad y donde mantenía varias macetas para alegrarse el alma.

—Bonito sitio —elogió Remus al volver, y Sirius se recargó contra la barra de la cocina mientras Remus hacia lo mismo del lado opuesto, con una mínima distancia de un escaso metro entre ambos—. ¿Regulus es el que vive al lado?

—Sí. Nos acostumbramos a eso cuando vivíamos con nuestros padres, y ahora la tradición perdura.

—Es genial. Siempre quise un hermano o hermana para tener esa clase de relación, y después cuando no fue posible lo quise para Teddy pero... Sin duda será hijo único.

—¿Ah sí?

—Bueno, Dora no tiene planes de más hijos. Lo mismo yo. Teddy está de acuerdo con ello, supongo porque aún es muy pequeño para entender su significado, pero al menos tiene a Harry para hacerse compañía.

—Bueno, Teddy no podría tener un mejor hermano mayor honorario que Harry, y no lo digo porque sea su padrino —dijo Sirius, que al igual que Remus había mantenido su amistad con los Potter, aunque de nuevo igual que Remus, cada uno se había asegurado de no coincidir con el otro en todos esos años de cenas y visitas a James, Lily y Harry.

—Lo sé, Harry es una especie de segundo hijo para mí —le confió Remus.

Sirius abrió la boca para expresar ese mismo sentimiento, pero entonces la tetera comenzó a silbar y no le quedó de otra más que darle la espalda a Remus mientras servía el té y se tranquilizaba. Apenas moviendo los labios, Sirius ensayó lo que pensaba decirle a Remus a continuación, pero éste se le adelantó reduciendo la distancia entre ambos y abrazándolo por detrás.

Pese a que Sirius era alto, Remus lo era aún más, y éste apoyó el mentón sobre su hombro. —Sirius...

—Dime.

—Corrígeme si me equivoco...

—Es que... —Sirius se humedeció los labios, y giró un poco el rostro en dirección a Remus—. No te equivocas.

—Oh.

—Pero creo que primero deberíamos sentarnos. Y charlarlo con calma. ¿Te parece?

—Por supuesto.

Cada uno con una taza de té en las manos se sentó en el extremo del sofá, y bendita fuera la decisión de Sirius al comprar un mueble de dos places cuando al quedar de cara a cara, sus pies descalzos rozándose en el medio.

—Sólo para dejarlo claro —dijo Sirius, que no quería perder más tiempo ahora que le resultaba tan obvio cuántos errores en el pasado los habían conducido a ese instante en específico—. Nunca dejé de...

—Yo tampoco —replicó Remus—. Ni por un instante.

—Tuvimos una mala racha en el pasado. Yo con Walbur-... Madre y mi incapacidad por aceptar a Teddy.

—Yo también cometí errores. Y no es que el nacimiento de Teddy lo sea, pero...

—Yo no estaba listo para unirme a esa vida.

—Al parecer yo tampoco —murmuró Remus—. Lo intentamos, Dora y yo, pero fracasó. No sé en qué estábamos pensando, un hijo no es garantía de que va a funcionar...

—Tampoco de que va a fracasar —dijo Sirius, acercándose un poco a Remus, y con la mano que no sostenía su taza, tocando a éste en la pierna—. Tengo 25, ¿sabes? Y mi vida no es tan organizada como cabría esperar, de hecho puede ser un tanto caótica a ratos, pero... Te quería en ella hace 10 años, hace 5, y también ahora.

—Oh, Sirius —murmuró Remus, posando su mano sobre la de Sirius—. ¿Lo dices en serio?

—¿Y cuándo no soy serio yo? —Bromeó éste con melancolía—. Lo único que pido es una oportunidad. Creí que teníamos suficiente en el pasado, pero no fue así. Ahora sólo me bastaría con tener más. Lo que estés dispuesto a darme de ti.

—¿Y de Teddy?

—Teddy también —dijo Sirius sin absoluta sinceridad—. Porque me crees, ¿verdad?

—De hecho... Lo hago.

—Excelente —exhaló Sirius, que redujo la distancia entre ambos y con alivio comprobó que había hecho Remus lo mismo, los dos uniéndose en un corto beso cargado de anhelo por lo que había sido, lo que era, y lo que conseguiría ser si ponía cada uno de su parte.

No era una garantía, tampoco un juramento inquebrantable, pero mientras hacían a un lado sus tazas de té intactas y se besuqueaban como adolescentes en el sofá, cada uno llegó por su cuenta a la conclusión de que estaban ante una línea de salida real, y que a partir de ese momento cualquier palabra o acción suya contaba como nunca antes, y por lo tanto, debían de dar lo más de sí para que funcionara.

Siempre más.

Más, más, más... Por ellos y por Teddy. Más.

 

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Notas finales:

Y hemos llegado al final. Cualquier comentario es siempre bien recibido si han conseguido leer hasta este punto :)


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