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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola mis queridas lectoras. Estoy de vuelta como se los prometí con un nuevo capítulo de la historia. Espero les guste como los demás. Ian conocerá a unas personas inesperadas para él. ¿Quiénes serán??? Pues averígüenlo.

 

Gracias por sus comentarios, son un aliciente para darle con muchas más ganas a la historia. Gracias en verdad *_*

“CAPITULO SEIS”

 

 

 

Ian estaba encantado porque durante la semana siguiente Jake iba a estar fuera casi todo el tiempo. Jake, sin embargo, se había encargado de que tuviese trabajo de sobra. Cuando llegó la tarde del viernes, estaba agotado y deseando tomarse un respiro.

 

Estaba recogiendo la mesa cuando Jake lo detuvo. Llevaba un traje hecho a medida y una camisa blanca inmaculada.

 

--En cuanto a esta noche…- empezó a decir Jake.

 

--¿Esta noche, qué…?

 

--Podría mandarte un coche, pero creo que es mejor que te recoja yo mismo.

 

--Recogerme, ¿para qué?

 

--Para la cena, ¿no has leído el memorándum?

 

Ian lo miraba sin entender nada.

 

--¿Qué memorándum?

 

--El que dejé en tu mesa. Estoy seguro de que te lo dejé- dijo Jake mientras miraba por toda la mesa.

 

--No lo he visto- reconoció el rubio a la vez que comprobaba que su bandeja de asuntos pendientes estaba vacía.

 

--Entonces no sabes de lo que te hablo- replicó Jake con el ceño fruncido. Ian negó con la cabeza.

 

--Lo siento.

 

--Hay un banquete que se celebra todos los años, dan unos premios y, normalmente, me acompaña Brenda- lo miró suplicante.

 

--¿Quieres que vaya?

 

--Eres mi ayudante….al menos por el momento.

 

--Sí pero…- no encontró la excusa adecuada.

 

--Comprendo que te pille un poco por sorpresa.

 

--Desde luego es una sorpresa- dijo Ian disfrutando de lo que parecía un cambio de actitud. Podía notar que no estaba seguro de lo que iba a responder y que lo preocupaba.

 

--¿Tienes la noche libre?- lo miró Jake intentando intimidarlo.

 

--No tenía pensado trabajar esta noche…- hizo una pausa intencionada- pero supongo que podré hacerlo si es importante. ¿A qué hora es y cuánto durará?

 

Quería que tuviese claro que iría únicamente por trabajo.

 

--El cóctel empieza a las siete, luego hay una cena y el resto del programa. Terminará como a las once.

 

--¿Tan tarde?

 

--¿Hay algún inconveniente?

 

--No- no sabía por qué actuaba como si fuese un problema- Si me dices el hotel, tomaré un taxi y te veré ahí.

 

--No hace falta, puedo pasar a recogerte.

 

Montaría en su Porsche. No sería una cita, pero, desde luego, parecía algo más que una reunión de trabajo.

 

--De acuerdo.

 

--¿Te parece a las seis?

 

--Muy bien.

 

--Perfecto- se estaba yendo cuando se paró de repente- Por cierto, es bastante formal, necesitarás un traje adecuado.

 

Jake entró en su despacho e Ian sintió un ataque de pánico. No tenía nada que se pudiese considerar formal. Todos sus trajes estaban chapados a la antigua y por supuesto no iba a pedirle prestado uno de sus vestidos a su hermana ¡Por Dios Santo!  ¡¿Qué iba hacer ahora?!

 

Ian se riñó a sí mismo después. El atuendo no lo era todo en una persona después de todo. Con llevar puesto un atuendo sencillo y de acuerdo a la ocasión estaría bien. Además, era tan solo un trabajo por el que le pagaban bien y podría cobrar horas extras. Sería como las cenas de Chicago, aunque un poco más formal.

 

La idea de ver a su jefe con esmoquin estremeció a Ian un poco. La última vez que había visto a un hombre vestido elegantemente fue cuando acudió a la fiesta de fin de curso en el instituto, y vio con ojos de enamoramiento a su apuesto profesor de Literatura. Franco Smith. Profesor por el cual se pasó todo el año suspirando y soñando ser algo más que un simple alumno de su salón. Pero para su mala suerte, su amor platónico estaba casado y venía en camino su primer retoño para ese entonces.

 

Su madre siempre le decía a su hermana: “Ponle un esmoquin a un hombre y se convierte en un príncipe”. Ian sabía que Jake era como un príncipe incluso sin esmoquin. Aunque para él era simplemente su jefe, con esmoquin o sin él. ¿Entonces por qué el corazón le latía de esa forma solo de pensar que iba a pasar la noche con él?

 

--¡Estás guapísimo!- dijo Emma al ver a Ian con el traje de dos piezas en color negro casi ceñido a su cuerpo.

 

--¡Fantástico!- añadió Richard.

 

--Se los agradezco mucho chicos. No sé que hubiera hecho algo sin ustedes- dijo Ian con un agradecimiento sincero a su hermana y a su futuro cuñado.

 

--No tienes que agradecer nada, hermanito. Después de todo, es un regalo para ti con mucho cariño de nuestra parte.

 

--Pero…- objetó Ian, pero su hermana lo cortó en el instante

.

--Pero nada. Además es un traje de segunda mano. Así que no tienes que preocuparte por lo que pudo haber costado uno nuevo, ¿ok?

 

--Así es, Ian- acotó Richard mientras abrazaba por la espalda a su futura esposa- No tienes porque preocuparte. Lo hablamos y decidimos que sería nuestro regalo de cumpleaños adelantado.

 

--Además, es una cena formal. Lo que significa que todos los hombres irán bien arreglados y bien trajeados- Emma intentaba tranquilizar un poco a su hermano mayor.

 

--Está bien…muchas gracias, en verdad- les agradeció el pequeño rubio mientras se veía por quincuagésima vez al espejo de cuerpo entero- Pero no les parece que está un poco ceñido al cuerpo.

 

--Por Dios Santo, Ian- lo reprendió con cariño Emma- No te vas a poner uno de tus trajes anchos y sencillos ¿verdad? Ese nuevo traje es perfecto para ti, ¿no es así, Richard?

 

--Ya lo creo que sí. Vas a dejarlos boquiabiertos.

 

--No es para tanto. Aunque no quisiera ser el centro de atención. Solo quiero encajar en una cena formal- dijo Ian intentando tranquilizarse. Y lo tenía que hacer porque por más que Emma y Richard dijeran lo contrario, el traje era entalladamente ceñido a su figura. Y ni que se diga de los pantalones, hacían resaltar aún más su pequeño pero redondeado trasero.

 

--Créeme, que lo harás- intervino Richard nuevamente.

 

--¿Qué pensará mi jefe?

 

--Por lo que has contado, diría que es el traje indicado para ponerlo en su sitio- insistió Emma- Estoy ansiosa por ver su cara cuando te vea.

 

--No vas a verlo- dijo Ian- He quedado con él abajo.

 

--¿Cómo dices?- se quejó su hermana.

 

--No es una cita, Emma. Es trabajo. Será mejor que me vaya. No me esperen despiertos- se puso un abrigo y salió.

 

Jake llegaba justo en el momento en que el rubio salía. Apretó el paso un poco para que su jefe no tuviese la oportunidad de abrirle la puerta, pero Jake se le adelantó.

 

Lo ayudó a entrar en el Porsche asegurándose de que estuviese cómodo.

 

--Gracias- murmuró Ian deseando no tener esa sensación de ir a una cita.

 

Cuando Jake dio la vuelta al coche para entrar, Ian no pudo evitar fijarse en el magnífico aspecto que tenía con esmoquin. Su madre tenía razón. El hombre medio se convertía en un príncipe con esmoquin, pero Jake no era un hombre medio como él. Era alto, con anchas espaldas y lo miraba como si no pudiese esperar a llegar a la cena. Al sentarse junto a él, el aroma de su colonia estimuló los sentidos de Ian y se acordó de lo que decían algunos científicos sobre la función sexual del olfato.

 

--Estas muy atractivo- dijo Jake con una voz ronca que le acarició todo el cuerpo.

 

--Gracias- consiguió decir a pesar de que tenía la boca seca como el algodón. “Es tu jefe”, le recordaba una vocecita dentro de su cabeza- Supongo que esta noche me la pagarás como extra- continuó para darle un aire profesional a la conversación.

 

Jake se puso rígido.

 

--Claro. La cobrarás como extra- dijo él después inexpresivamente y arrancó.

 

Había desaparecido la sonrisa que tenía cuando lo vio salir de su casa. Y Jake ya no lo miraba.

 

--¿Qué tipo de premios dan en esta cena?- dijo Ian intentando romper el incómodo silencio.

 

--Grandes, de oro, con la base de madera- contestó el otro.

 

--Esa respuesta es un tanto ambigua. ¿Son premios empresariales?

 

--En cierta forma.

 

Ian comprendió que Jake no tenía muchas ganas de hablar, de forma que se reclinó en el asiento y esperó hasta que llegaron. Jake introdujo el Porsche en una entrada cubierta y un portero les abrió la puerta. A partir de ese momento los trataron como a reyes.

 

Jake era el centro de atención. Todo el mundo se acercaba a saludarlo, a menudo empujando a Ian, hasta que este, cansado, se apartó un poco. Le gustaba verlo todo desde cierta distancia. Nunca dejarían de sorprenderlo sus cambios de actitud. Ese era el motivo por el que esos trabajos resultaban tan peligrosos. El carismático Jake era muy enigmático. De repente, se dio cuenta de que el pelinegro lo estaba buscando con la expresión que tenía cuando estaba enfadado. Ian se acercó.

 

--¿Dónde te habías metido?

 

--En ninguna parte. Tus fans me han echado.

 

--A partir de ahora, quédate junto a mí. No quiero perderte- le dijo al oído y tomándolo por el codo.

 

“No quiero perderte”. Sería maravilloso que un hombre le dijera esas cosas por los motivos correctos: porque no podía estar ni un segundo lejos de su asistente temporal, pero Jake lo trataba como a un principiante, no quería que se metiese en líos.

 

--Ahí están. Ven por aquí- lo llevó a un salón donde unas personas sonreían a Jake y le hacían gestos- Ian, te presento a mis padres, mi abuela, mi hermana Caroline y su marido, Tom.

 

Ian consiguió decir algunas frases de compromiso a pesar de que lo habían pillado con la guardia baja. Eran muy amables y simpáticos y estaban deseando hablar con Jake, lo cual lo incomodaba un poco. Pareció aliviado cuando anunciaron que había que pasar al comedor para la cena. Jake paso una mano por el brazo de Ian. El comedor estaba lleno de mesas con manteles de lino, vajilla de porcelana y cubertería de plata. Sin embargo, lo que más lo impresionó fue la gigantesca pancarta que había sobre un podio en el estrado y en la que se podía leer: Jake Cambell. Hombre del año. Ian comprendió por qué estaba la familia de Jake.

 

--La fiesta es en tu honor.

 

--¿Había dicho otra cosa?- Jake seguía saludando como si fuese un político en campaña electoral.

 

--Pero es algo muy especial, yo no tendría por qué estar aquí. Solo soy un ayudante temporal.

 

--Que ha trabajado mucho. Además, quiero que estés- dijo con una voz que lo estremeció de los pies a la cabeza- Sonríe y finge no estar sorprendido. No creo que diese muy buena impresión que mi ayudante administrativo no estuviese de acuerdo con la elección del hombre del año, ¿verdad?

 

Era como un sueño. La comida, el champán, los discursos. Se sentía como acompañado por un héroe, no por un hombre dispuesto a despedirlo por cualquier motivo. Escuchaba el relato de los logros de Jake y tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le desencajara la mandíbula. Uno a uno, los hombres de negocios, los políticos y los líderes sociales pasaron a rendirle tributo con una sinceridad emociónate. En treinta minutos se enteró de más cosas de su jefe de las que habría podido averiguar en meses de investigación. Era el menor de una familia muy numerosa y pronto destacó como empresario emprendedor al poner un puesto de limonada y galletas a la salida de una fábrica. Gracias a las magníficas galletas de su madre y a su tesón, ese puesto se convirtió en una cadena de carritos que atendían a empresas locales y acontecimientos deportivos. Jake se había pagado sus estudios y nunca había olvidado a nadie que lo hubiera ayudado en su camino. Además, realizaba trabajos para la comunidad y hacía generosas aportaciones a obras de caridad. Su benevolencia permitía que muchos jóvenes mejorasen de vida, dándoles becas y la oportunidad de trabajar en alguno de los “Puestos de Limonada Jake” que seguían funcionando por la ciudad.

 

Ian notaba que las alabanzas incomodaban a Jake, pero cuanto más escuchaba, más respeto sentía hacia su jefe. Empresario, filántropo, humanitario. Nadie tenía nada malo que decir sobre él. Al final le tocó hablar al propio Jake. Había desaparecido el hombre de negocios estricto que Ian veía todos los días. Aceptó con elegancia el honor que le habían concedido y, con una modestia que a Ian le pareció encantadora, dio las gracias a todos y rindió tributo a su familia. Al terminar el discurso, todo el mundo estaba de pie aplaudiendo.

 

Después de las felicitaciones y los saludos. La familia de Jake se acercó a él. A Ian le habría gustado poner una excusa para alejarse, pero el padre no se lo permitió.

 

--Hemos oído a todo el mundo menos a la persona que pasa más tiempo a su lado. ¿Tú qué opinas Ian?, ¿no nos vas a contar cómo es el verdadero Jake en la oficina?

 

El corazón le dio un vuelco.

 

--Yo…

 

Jake le dio un codazo.

 

--Ahora tienes la oportunidad de contar qué tipo de jefe es el hombre del año. Cuando te lo propones tienes muchas cosas que decir…así que adelante.

 

--Bueno…- se detuvo. Jake lo miraba, desafiante, como si lo retara a decir la verdad. La cuestión era si podría.

 

Sim embargo, se adelantó la madre.

 

--Ian, espero que no te haga trabajar a la hora del almuerzo. Se concentra tanto en las cosas que a veces se le olvida que tiene que comer.

 

--Eso es porque una vez que empieza algo no para hasta terminarlo- explicó Caroline- Siempre ha sido igual, pero no debes permitir que abuse, Ian. Detrás de esa careta de hombre duro hay mucha sensibilidad.

 

Era algo que a Ian le habría gustado comprobar por sí mismo. Notar la mirada tierna que dirigía a su familia.

 

--Nunca abuso, ¿verdad, Ian?- la sonrisa de Jake escondía el mismo tono burlón que sus palabras.

 

--Bueno…- sonrió y levantó las cejas provocando la risa del grupo.

 

--Está bien, Ian- dijo el padre de Jake dándole una palmada en la espalda- No tienes que cortarte. Todos sabemos cómo trabaja Jake y nos imaginamos que exige lo mismo a quienes lo rodean.

 

--Es verdad, trabaja mucho, pero creo que lo puedo soportar- dijo Ian para quitar hierro al asunto.

 

--Desde luego que puede- afirmó Jake- Creía que nadie podría igualar a Brenda, pero A su Servicio Temporal me mandó a Ian.

 

Era un alago que no esperaba y no pudo evitar ruborizarse.

 

--Evidentemente, no pensaba lo mismo cuando me despidió- dijo Ian en tono jocoso para disimular su turbación.

 

--¿Te despidió?- dijeron la madre y la hermana a coro.

 

--¿Hay algo que deberíamos saber?- continuó Caroline.

 

--No tiene ninguna importancia, de verdad- dijo Ian arrepentido de haber sacado el tema.

 

--Me imagino que no la tiene cuando estás con nosotros esta noche- intervino el señor Cambell con una cálida sonrisa- Siempre hay malentendidos.

 

Ian se encontró con la mirada de Jake.

 

--Claro, no pasa nada.

 

--¿Por qué no le dices a mi madre la verdad? Que me equivoqué y que fui injusto contigo- dijo Jake con una mirada retadora.

 

--Entonces, ¿lo despediste?- insistió Caroline.

 

--Casi- corrigió Jake.

 

Para Ian era evidente que su jefe se había olvidado de la primera vez. Pensó en recordárselo, pero comprendió que no eran ni el momento ni el lugar apropiado.

 

--Es verdad- dijo Ian- Pero me pidió disculpas.

 

El enfado de Caroline se tornó en una sonrisa.

 

--Eso es más propio del hermano que conozco. Si algo lo distingue es que es un hombre justo. No creo que tengas que preocuparte por que vuelva a ocurrir. A juzgar por las alabanzas que me ha hecho de ti, la que debe preocuparse es Brenda.

 

Ian levantó las manos a la defensiva.

 

--El puesto de Brenda está seguro. Yo solo soy un empleado temporal.

 

--Eres algo más que eso- dijo Jake con una sonrisa que derritió a Ian.

 

Los altavoces anunciaban que la fiesta seguiría en el salón de baile. Se abrieron unas puertas y la gente empezó a moverse.

 

Ian no sabía que querría hacer su jefe. ¿Querría irse una vez que ya se había terminado la ceremonia? Ante su sorpresa, lo tomó del brazo y lo arrastró hacia un lugar apartado, dicho más propiamente lo condujo a uno de los balcones más alejados del salón.

 

--Espero no incomodarte, pero me gustaría que me concedas esta pieza, Ian. Sé que no es lo más común en estas circunstancias, pero me considero una persona lo bastantemente seria y abierta como para pedírtelo seas del género que fueses. Te lo hubiese pedido dentro, pero supuse que te hubieses molestado. Es por eso que te traje a este lugar donde hay menos gente.

 

--Donde prácticamente no hay ni una sola alma viva- bromeó Ian, para canalizar el nerviosismo que sentía en esos precisos instantes al escuchar el pedido locuaz e inesperado de Jake.

 

-Entonces, que dice señor MacLean…¿Me concede esta pieza?

 

--Por supuesto que sí, señor Campbell.

 

Y sin más preguntas que hacer, Jake tomó de la mano a Ian y lo condujo al centro del balcón. Era verdad que el lugar era el más adecuado para que ambos iniciaran su baile sin personas prejuiciosas que incomodaran a la pareja o a otras personas. Además que la luz tenue y la música ayudaron a Ian a tranquilizarse.

 

Jake no era un bailarín tímido. Su cuerpo se movía al compás del de Ian, los muslos de ambos se rozaban y sus cuerpos se curvaban fundidos en uno. Era como si cada paso fuese una caricia.

 

Ian se preguntaba si Jake sentiría lo mismo: que ya no eran jefe y empleado. Él levantó la cabeza para mirarlo, con la esperanza de percibir que el pelinegro estaba tan alterado por la proximidad como lo estaba él mismo. Comprobó que así era. Jake lo apretó contra sí e Ian comprendió que, aunque no podía olvidar el motivo por el que estaba allí, solo quería disfrutar de la sensación de estar entre sus brazos. Después de todo, el mismo Jake le había dicho que no era prejuicioso ante este tipo de circunstancias poco inusuales. Dos hombres bailando entre sí, aún no era bien visto entre esos círculos sociales un tanto ortodoxos. Pero a Ian eso no le importaba. Él tampoco era cerrado a ese tipo de situaciones. Se enorgullecía de ser lo que era y eso no cambiaría nunca por más que el mismísimo presidente de la nación hubiese asistido a esa celebración. Se preguntó si Jake Campbell era igual que él, y eso lo llenó de mucha ilusión.

 

Por una noche, se permitiría la fantasía de creer que Jake solo era un hombre guapo y él otro hombre especial para su jefe. Al día siguiente, todo cambiaría, y eso lo llenaba de angustia y de una inmensa tristeza.

 

 

****

 

 

--Tu familia es encantadora- le dijo Ian mientras lo llevaba a casa.

 

--¿Te sorprende?

 

--No.

 

--Mentiroso.

 

--Bueno, no esperaba que fuesen tan simpáticos.

 

--Así que piensas que tiendo a abusar de mis empleados.

 

--No, pero a veces olvidas que somos seres humanos y que podemos equivocarnos.

 

--No espero que seas perfecto, Ian. ¿No me disculpé cuando me di cuenta de que me había equivocado en el asunto Farrell?- era una pregunta que no esperaba respuesta. No quería hablar de trabajo- ¿Te has divertido esta noche?

 

--Sí, ha sido una fiesta maravillosa. Me alegro de que contaras conmigo. Ahora entiendo que quisieras que estuviese. Habría parecido raro que el ayudante no estuviese en una cena en honor de su jefe.

 

--Ese no es el único motivo- Jake se preguntaba si podría contarle los otros motivos. Como por ejemplo de que era bisexual. Pero acabó decidiendo que no le diría que se había buscado una excusa para quedar con él- ¿Sabes lo que he pensado durante toda la noche?, que el hombre que tenía a mi lado no podía ser el mismo que trabajó para mí hace cinco años.

 

--En ese momento era joven…muy joven.

 

--Sí, y yo debería de haberlo tenido en cuenta.

 

--¿Quieres decir que no me habrías despedido?

 

Le habría gustado decir que sí, pero la verdad era que ya no sabía lo que habría hecho.

 

--¿Para qué hablar del pasado? Ya no se puede cambiar.

 

El esbelto rubio no hizo caso de su sugerencia.

 

--¿Te preocupa haberme despedido? Me di cuenta de que lo ocultabas cuando salió la conversación con tu familia.

 

--Fue porque quería evitarte un mal rato.

 

--Muchas gracias por ser tan considerado con mis sentimientos- dijo Ian con una buena dosis de sarcasmo- Lo habría agradecido mucho cuando se me acusó falsamente de uso ilícito del correo electrónico.

 

--¿Falsamente? Ian, eras la única persona con acceso a tu buzón.

 

--En teoría era así, pero alguien pudo enterarse de mi contraseña y utilizar mi buzón.

 

--Y…¿cómo pudo ocurrir tal cosa?

 

--Ya te lo he dicho, era joven e ingenuo.

 

--¿Quieres decir que le diste la contraseña a otra persona?

 

Se hizo un largo silencio.

 

--Sí, un chico de la oficina estaba en un apuro y tenía que utilizar Internet para escribir un documento. Quería hacerlo durante la hora de la comida y no tenía tiempo para usar el laboratorio informático del instituto.

 

--¿No tenía su propia contraseña?

 

--No para Internet.

 

--¿Y le dejaste el tuyo?- intentó que no se le notara la incredulidad, pero el gesto de Ian le indicó que no lo había conseguido.

 

--Steve y yo éramos buenos amigos. Nuestra situación era parecida. Su madre estaba enferma e intentaba terminar el instituto a la vez que ayudaba en su casa. Pensé que era una persona responsable, que buscaría algunos datos, imprimiría el documento y nada más.

 

--Pero no lo hizo.

 

--No. Entró en mi buzón y leyó correspondencia personal. El resto ya lo sabes.

 

--La copió y la distribuyó. ¿Por qué no me lo dijiste?

 

--Lo intenté, pero no me diste ninguna oportunidad. Además, no debería haberle dado mi contraseña, me habrías despedido en cualquier caso- Jake sabía que eso era verdad- No podría haber demostrado mi inocencia sin inculpar a Steve y sabía que eso lo habría destrozado en sus circunstancias. Además, podrías habernos despedido a los dos.

 

--No lo habría hecho- afirmó el otro tajantemente.

 

--¿Estás seguro?

 

Ian sabía que si Jake era sincero, no podría decir que sí.

 

--En esa época era un ejecutivo que estaba empezando a labrarme una posición. Quizá me precipitara en mi juicio, pero no tenía muchas alternativas. Yo también tenía mucha presión.

 

Terminaron el viaje en silencio. Al aparcar frente al apartamento de Ian, Jake volvió a mirarlo y a sorprenderse de lo hermoso que estaba esa noche. Algunas hebras rubias se habían soltado de su moño estilo samurái. Quería acariciarlos, mirarlo a los ojos y…

 

--Es tarde. Me subo a casa- Ian se giró para abrir la puerta.

 

--Espera- le ordenó el pelinegro- Quiero agradecerte que me hayas acompañado esta noche.

 

--No tienes que agradecerme nada. Cualquier ayudante administrativo habría hecho lo mismo.

 

Esas palabras le cayeron como un jarro de agua fría. Le recordaron que era su empleado.

 

--No creo que bailar sea una función administrativa- replicó Jake secamente.

 

--Fue muy agradable.

 

--¿Te gustó?

 

--¿No se notó? Después de todo, yo tampoco soy prejuicioso ante esas circunstancias.

 

--La verdad es que sí te agradó y me siento un poco culpable. Pensé que si fueses mi novio no me gustaría que bailases con otro hombre, aunque fuese tu jefe. Espero no haberte causado ningún problema con tu novio.

 

Ian lo miró desconcertado.

 

--No tengo novio.

 

--¿No…?

 

--No.

 

--¿Acabas de romper con alguien?

 

El rubio se rió.

 

--No, me temo que entre Samanta y el trabajo no me queda mucho tiempo para la vida social.

 

Jake no entendía nada. Le había dado la oportunidad de contarle la verdad e insistía en que no había nadie.

 

En el balcón Ian había estado extraordinariamente sexy. Se había derretido entre sus brazos como si fuese mantequilla. Había resultado mucho más fascinante que cualquiera de sus últimas conquistas. Había coqueteado con él y le había correspondido como un hombre que es acompañado por alguien que le gustaba.

 

El pequeño rubio, desde luego, no sabía que Jake lo había visto comprando un anillo con otro hombre que lo había llevado al trabajo la mañana siguiente. A Jake lo enfurecía que coquetease con él cuando estaba con otro. Sim embargo, esa noche, había tenido que controlarse al máximo para no llevarlo contra el rincón más oscuro del balcón donde pudiesen estar más cerca el uno del otro. Sus labios anhelaban besar los suyos, acariciarle la piel, que sería tan dulce como la colonia que utilizaba.

 

--En fin…buenas noches- dijo Ian desconocedor de los pensamientos que pasaban por la cabeza de Jake.

 

--Te acompaño hasta la puerta- dijo el pelinegro secamente.

 

--No hace falta.

 

--Esta noche soy responsable de lo que te pueda pasar- Jake estaba irritado y se preguntaba si lo que le preocupaba a Ian era que pudiese verlos el hombre castaño.

 

--Eres muy amable. Este barrio no es el más elegante de la ciudad, pero tampoco es más peligroso que cualquier otro.

 

--Por eso te voy a acompañar hasta la puerta- insistió Jake mientras se bajaba del coche. A pesar de las quejas de Ian, él estaba dispuesto a enterarse de quién vivía en ese apartamento.

 

Cuando llegaron al segundo piso se detuvieron ante la puerta 212.

 

--Ya estoy en casa sano y salvo.

 

Jake estaba a punto de preguntarle si lo invitaba a tomar un café cuando se abrió la puerta y apareció el hombre de la joyería.

 

--¡Ian! ¡Pensábamos que no llegarías nunca!

 

Jake se cruzó de brazos preguntándose cómo explicaría esa situación su asistente temporal.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno espero que la espera haya valido la pena con este capítulo. ¿Qué irá a decir Ian ante esa situación??? ¿Jake le creerá si le dice la verdad??? Pues estas preguntas serán contestadas en el siguiente capítulo del miércoles. Ojalá les haya gustado el baile que tuvieron Ian y Jake, a q no se lo esperaban. Cada vez más, estos dos se sienten atraídos el uno del otro. :) 

Espero en verdad recibir sus comentarios de qué les pareció el capítulo de hoy. Recuerden que sus comentarios valen mucho para una escritora.

 

Gracias por leer la historia y nos vemos pronto ^_^


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