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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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Notas del capitulo:

Hola :D

He decidido hacer la actualización semanal... así que veré de publicar en un día especifico... Creo que los domingos. Lo digo, para que la esperen... si quieren jajaja

Muchas gracias por leer ♥

Ed estaba enojado.


Ese día, había hecho tanto frio, que las tuberías se habían congelado y no había tenido oportunidad de bañarse. Las muchachas se las arreglaban calentando un par de palanganas con agua, con las cuales se lavaban las partes íntimas, pero hacia tanto frio que decidió por no copiarles.


Él no iba a congelarse el trasero, además, el día anterior se había bañado.


Tomó la camisa blanca, que se hallaba en el espaldar de su silla, y la tocó un poco. Aún estaba húmeda por haberla lavado y maldijo por ello, antes de ponérsela. Era la única que tenía y madame Le Pine ya le había dejado en claro que era su uniforme. Por suerte, la musculosa que llevaba bajo ella, lo ayudaba a mantenerse seco.


Se miró al espejo y la imagen que este le devolvió, resultó de su agrado. Su rostro, completamente limpio de algún rastro de barba y su cabello, perfectamente peinado. Se veía guapo ¿Para qué negarlo? El paso del tiempo lo había vuelto más interesante.


Sonriendo ante sus propios pensamientos, se dirigió rápidamente hacia la salida. Debía evitar peleas con Madame Le Pine, no soportaba que ella le riñera por llegar tarde a su puesto de trabajo.


No habían llegado, aun, demasiados hombres y Ed contaba con que el número se mantuviese por esa noche. Hacía demasiado frio.


Preparó los tragos que le habían pedido y los llevó a las habitaciones – de los pedidos en las mesas, siempre se encargaban las muchachas-


Al poco tiempo se halló sin nada por hacer, más que dedicarse a limpiar las botellas detrás de la barra, pero decidió evitarlo. Últimamente, estaba costándole demasiado el resistirse a beber. Quizás, podía asear los vasos. Las manos estaban temblándole nuevamente y su estómago parecía vacío. Su cuerpo demandaba anhelante, que lo calmara.


Revisando bajo la barra, se encontró con una pequeña libreta, la cual, no dudó en abrir.


Allí, escrito por su propio puño y letra, se encontraban sus datos.


Mi nombre es Edward Starkenson.


Soy hijo único de Harold Starkenson y Martha Colle Carpel.


Nací el 29 de mayo de 1888 y tengo 48 años.


Soy ex combatiente de la primera guerra mundial.


Soy un drogadicto, tratando de rehabilitarme por mi cuenta.


Ed tragó en seco ante la dureza de la última frase. ¿Por qué había escrito eso? ¿Por qué no lograba recordarlo?


A decir verdad, ni siquiera recordaba el rostro de su madre o de su padre.


¿Qué sucedió con ellos?


Era probable, que, por ese motivo, había hecho esas anotaciones. Quizás, las drogas le habían quitado demasiadas cosas, entre ellas, sus recuerdos.


Ed se mordió el labio inferior con fuerza, tratando de retener el gimoteo lastimero que luchaba por salir de ellos. Sus ojos empapados en lágrimas, eran la respuesta al dolor que sentía en su propio pecho.


¿Quién era realmente? ¿Tendría familia en algún sitio?


Se sentía tan solo y perdido.


Suspiró con pesadez, decidido a comenzar una búsqueda. Hallaría la verdad, pero antes, debía estar completamente limpio. Sus propias notas daban a entender, implícitamente, que las drogas habían arruinado su vida.


Poco a poco, el lugar comenzó a llenarse y el trabajo a aumentar, a tal punto, que su mente pudo mantenerse ocupada.


No supo cuántas horas habían pasado, lo que sí sabía, era que era demasiado tarde en la noche, cuando sintió el peso de una mirada clavándose en él. Sin embargo, al alzar el rostro, nadie estaba viéndole.


¿Habría sido una alucinación?


Mejor no preguntárselo.


Un par de horas había bastado para que el lugar se vaciase. Las habitaciones estaban llenas y quienes se habían quedado sin dinero – estúpidamente, según Ed- antes de entrar a ellas, se habían visto forzados a marcharse.


Se encontraba barriendo el piso del salón, sintiendo deseos por irse de una vez, cuando escuchó unos pasos avanzar hacia él.


Volteándose, descubrió a un hombre o, más bien, a un niño de unos 15 años. Su flequillo rubio, caía sobre su rostro tapando, apenas, sus enormes ojos celestes y sus bonitos labios rosados, gruesos como los de una mujer, se fruncían en una mueca dubitativa. Ed no era demasiado alto y aun así, descubrió que le llevaba un par de centímetros. Era flacucho y se veía tan pequeño en el traje que llevaba puesto, que incluso, pensó, que era adorable.


—¿Te has perdido, amigo? - preguntó deteniendo lo que estaba haciendo.


—Yo... eh... ya terminé- se sonrojó hasta las orejas y miró hacia el piso.


Ed soltó una risilla, sintiéndose contento sin saber por qué.


—¿Primera vez aquí? –


El muchacho se frotó las manos, evidentemente, nervioso.


—Si... Yo... vine con mi amigo... y hace frio afuera.


No supo que contestarle, ante las palabras extrañas que acababa de soltar, sin embargo, no hizo falta... Madame Le Pine hizo acto de aparición.


—Veo que te has desocupado- habló ella, sonriendo de esa manera tan característica suya y que, a Ed, le provocaba escalofríos.


—Si, señora- contestó volteándose a mirarla.


—¿Qué tal la experiencia?


—Muy buena- respondió nervioso.


Ella rio de manera que resultó sutilmente burlona.


"¿De qué me estoy perdiendo?" Pensó Ed.


—Me alegro por ello. Edward... - habló Le Pine, volteándose a mirarle —Este muchacho, de seguro querrá esperar a su amigo. Invítale un trago, cortesía de la casa.


—Si, Madame-


—Me retiro- habló ella sonriéndole alegre y el muchacho, hizo una leve reverencia, como si estuviese ante una dama.


Cuando la mujer se hubo ido, el chico avanzó lentamente hacia él y se sentó en uno de los taburetes que estaban frente a la barra. Ed puso un trago de whisky en frente de él, pero cuando lo vio dudar, pensó en que debería haberle preguntado que deseaba.


—¿Vas a tomarte el trago o qué? – preguntó, Ed, ansioso.


¡Carajo! Debía controlarse.


—¡Oh, no!... Estoy bien, muchas gracias- rechazó el chico con suma cortesía.


Sin dar tiempo a que se arrepintiera, Ed tomó el vaso y apuró el trago, agradecido de la suave quemazón en su garganta.


"Menos mal que estaba pensando en rehabilitarme" se reprendió, sin embargo, no pudo evitar suspirar de alivio, aunque al poco tiempo, deseó más.


—¿Cuál es tu nombre, chico? - preguntó, de repente.


—Steve Rogers- respondió y tendió la mano hacia él —Un gusto conocerle-


—Edward Starkenson... El gusto es mío- aceptó el gesto y el tacto le resultó extrañamente cálido, al punto, en que no deseaba soltarle. Había algo en ese chico, que le resultaba terriblemente familiar —Así... que tu primera vez- habló como quien no quiere la cosa.


El muchacho volvió a sonrojarse y Ed, soltó una risilla. Se veía encantador de esa manera.


"¿Acaso, estoy coqueteando con él?" se preguntó, Ed, pero al poco tiempo, se dijo a sí mismo, que era un coqueto por naturaleza.


—Yo... no pude hacerlo- admitió avergonzado.


—No estabas listo... Lo comprendo- trató de consolarle y colocó una mano en su hombro, a la cual, retiró de inmediato.


"Esto está raro"


—Déjame adivinar...- continuó, Ed —Tu amigo te trajo aquí y tú, en realidad, no estabas preparado-


Steve asintió lentamente, sin mirarle.


—Está bien... no te preocupes. Eres joven aún... ¿Cuántos años tienes?


—Cumpliré 18, el 4 de julio, señor.


—No me digas, Señor... Me haces sentir viejo.


—Lo siento, se... ¿Ed? -


El aludido soltó una risilla.


—Mucho mejor- contestó sonriendo —Pensé que eras más joven... de unos 15 años, quizás. Aun así, todavía tienes tiempo.


—Si... eso creo.


—Y dime... ¿Trabajas? ¿Estudias?


—Estudio en...


—¡Espera! ¡Déjame adivinar!... Mmmm...Eres artista... ¿Pintor?


El muchacho abrió los ojos y sus labios formaron una perfecta "O" a causa de la sorpresa.


—¿Cómo...?


—Es fácil...- dijo con aire enigmático, sintiéndose divertido — La camisa de tu traje, que parece que es más de tu talle que el saco que llevas puesto, tiene una pequeña mancha de pintura en ella... Podrías pintar paredes- bromeó — pero los callos entre el índice y dedo mayor en tu mano derecha, me dice que usas demasiado un objeto que va entre ellos... un lápiz, un pincel... es lo mismo. Quizás, podrías ser arquitecto, sin embargo, miras a la gente de una forma especial... como, buscando detalles.


Steve sonrió encantado.


"¿Qué mierda, Ed?... ¿Te gustan los hombres?" se preguntó un poco sorprendido, cuando los ojos azules se encontraron con los suyos.


—Está bien... La última parte me la inventé-


El chico soltó una risilla.


—De igual manera, estoy impresionado. Es usted, como Sherlock Holmes.


—¡Oh, vamos! Sherlock Holmes es un sociópata... Yo soy más encantador que él y más guapo.


Observó las mejillas del muchacho colorearse.


—Podrías mostrarme tus dibujos alguna vez...- se arriesgó, sin saber por qué.


—Yo... En realidad, no me gustaría regresar aquí-


—No es necesario reunirnos aquí.


Steve sonrió nuevamente y Ed se halló a sí mismo, sin poder apartar la mirada.


—Sería un honor para mí, mostrarle mi trabajo.


—En el parque que está a un par de cuadras de aquí... Podríamos vernos mañana... o pasado mañana... o cuando estés libre.


—El viernes, no tengo clases.


—¿Viernes por la mañana?


—A las 11-


—A las 11- repitió Ed y sonrió contento.


—Steve... Creí que estarías en la habitación.


El aludido se volteó a mirar al hombre que estaba parado en la puerta del salón y Ed, alzó el rostro para hacer lo mismo. Se trataba de un muchacho apuesto, de unos 24 años, quizás, de tes blanca, cabellos castaños y ojos celestes. Sonreía a su amigo alegre, notoriamente, pasado de copas.


—Bucky... Yo... estaba conversando con Ed.


El joven, alzó la vista para encontrarse con la de Ed y realizó un pequeño gesto con la cabeza, a modo de saludo. Ed correspondió al mismo gesto y le miró a los ojos, con la misma expresión desafiante que podía ver en los celestes de Bucky.


—Es hora de ir a casa, Steve-


El chico se puso de pie a paso torpe y volteándose a ver a Ed, esbozó una sincera sonrisa, la cual, prontamente fue imitada.


—Nos vemos el viernes.


—Hasta el viernes, Steve- contestó con voz profunda y seductora, sin poder evitarlo.


El chico se volteó un poco turbado y prácticamente corrió hacia su amigo.


—Adiós, Ed- habló el tal Bucky y el aludido, alzó la mano en gesto de despedida.


-.-


Ed entró a su habitación silbando una extraña canción, que no conocía. Estaba contento, el encuentro con aquel chico rubio lo había dejado así y no quería preguntarse el porqué.


Desprendió su camisa y la acomodó prolijamente en su silla. Estaba tan cansado, que deseaba dormir. Desprendió sus pantalones y se los quitó, dejándolos junto a la camisa y se encaminó hacia la cama en donde se recostó, quedándose profundamente dormido.


Se removió inquieto sin saber dónde estaba. Hacía un frio estremecedor y algo caía sobre él, de manera molesta. Abrió los ojos, cayendo en la cuenta de que había estado dormido y se levantó rápidamente de su cama.


Había una gotera bastante grande sobre ella... ¡Maldición!


Corrió el mueble hacia el costado opuesto de la habitación y quitó las sabanas que estaban mojadas. Iba a hacerle mucho frio, pero estaba tan cansado que, esperaba, eso no fuese un problema para dormir.


Se llevó las manos a la musculosa, que no había logrado salvarse de humedecerse y tomándola por los bordes, procedió a quitársela.


Una luz, iluminó las penumbras de aquella habitación y los recuerdos, lo golpearon de manera dolorosa.


Tony sintió una terrible punzada en su cabeza. El dolor era tan insoportable, que no pudo evitar golpearse con fuerza la frente contra la pared, no una, sino, tres veces.


Avanzando aturdido hacia el espejo que colgaba a su costado, miró su propio rostro tratando de reconocerse. La sangre bajaba de la herida que acababa de hacerse y manchaba su rostro.


La angustia formó un nudo en su garganta y no quiso ni pudo evitar sollozar.


Estaba tan confundido, tan perdido como nunca antes lo había estado. Ed y él se mezclaban, se convertían en uno solo, pero esa no era el verdadero problema, sino, que pronto dejaría de ser su verdadero yo.


Pensó en la libreta, en como lo que había anotado en ella se había modificado y luego, se miró el reactor, notándolo un par de centímetros más pequeño.


Lo único que lo devolvía a la realidad, que le hacía tomar conciencia de su verdadero ser... estaba desapareciendo, sin que pudiese hacer nada al respecto.


Tony Stark, moriría y él no quería morir. Quería volver a su hogar, a su taller, a ver a Pepper y a Bruce, a dar órdenes a su IA, a ver a los vengadores... a Steve.


De repente, recordó que él ya lo había visto esa noche y sonrió, sintiéndose un poco más atado al mundo, a su propia realidad, a pesar de que ese Steve aún no se había convertido en el que conocía.

Notas finales:

 



Muchas gracias por sus comentarios tan bonitos ♥

Espero que les haya gustado el capi :D

Esto recien comienza ♥


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