Tony se miró el reactor una vez más, sintiéndose preocupado. Con el avance de los días había notado que una capa de piel cubierta de cicatrices iba ocultando, cada vez más, dicho dispositivo. Era por ello que estaba allí, escondido en el baño de la pensión, con una navaja que había "tomado prestada" de su compañero de habitación.
Llevando la filosa hoja a su pecho procedió a cortar la capa de piel, esperando con ello, lograr descubrir la parte del reactor que estaba bajo ella. Sin embargo, sus deducciones habían fallado; bajo la piel, no había nada más que su propia carne. El reactor no estaba siendo tapado, sino, que estaba siendo reemplazado.
Cerrando los ojos a causa de la sensación de derrota, suspiró con pesadez. Hacía casi un mes que trabajaba en industrias Stark y aun no sabía cómo conseguir inmiscuirse en los planes del doctor Erskine para la construcción de una máquina. Sabía que el mejor momento para sacar el tema, era estando a solas, sin embargo, no había conseguido que esas condiciones se dieran. El problema radicaba, en el hecho de que, en aquellos momentos en los que era Ed movido por su necesidad de estar junto a Steve y por su falta de recuerdos ante la prioridad que significaba el regresar a su época, había hecho que contrataran al muchacho. Por ese motivo, eran escasas las veces en las que podía conversar con el doctor y era más que sabido, que él no compartiría sus secretos, así como así.
Se dio una ducha rápida y salió de allí, dispuesto a ir a ver a Steve. Ese día, era 4 de julio, el cumpleaños número 18 del Capitán.
Tony sonrió con melancolía al pensar en él en esos términos. ¿Le extrañaría el Steve de su época?... y ¿los del equipo?
¿Cómo estarían Bruce y Pepper?
A veces, en las noches, cuando lograba superar sus propias pesadillas y las alucinaciones del delirium tremens, se los imaginaba a todos recibiéndole con los brazos abiertos y sonrisas en su rostro. En su imaginación, las diferencias que pudiesen tener no existían. Los extrañaba, extrañaba pelear junto a ellos y luego bromear, extrañaba los viernes de películas y pizza en la torre y dar órdenes a J.A.R.V.I.S. incluso, extrañaba los gritos de Fury.
Se le estaba haciendo tan difícil aquella soledad en la que se veía sumido, la sensación de no saber si volvería a verlos a todos le hería de tal forma, que a veces deseaba simplemente dejarse vencer por la desesperación. Hundirse para siempre en esa incertidumbre.
Y luego estaba Steve, el Steve de 18 años, que no dejaba de sonreír y sonrojarse por cualquier tontería que le dijera. Él era un haz de luz en aquella oscuridad.
Aferró contra sí, el paquete que contenía el regalo para él. Había encontrado en la calle una radio rota, a la que poco tiempo le tomó restaurar y realmente tenía fe de que a su amigo le gustaría. En ese departamento en el que vivía, no había visto ninguna.
Caminó a paso ligero hasta que dio con aquellas calles oscuras en la parte más baja de Brooklyn. A pesar de ser de día, se veían bastante tenebrosas. Sorteó algunos charcos tratando de recordar cuando había sido la última lluvia y llegó a aquella destartalada escalera de incendios, a la que subió sintiéndose todo un temerario. Atravesó una pasarela, cruzándose con algunas personas en el camino y al fin, dio con la pequeña puerta verde, la cual golpeó con un ritmo casi musical.
Sonrió al pensar en Steve y el gesto quedó congelado en su rostro, al encontrarse con la fría mirada de su amigo.
—Hola... ¿Steve...?
—No está-
—Eso... no es... cierto-
Tony observó al aludido, asomándose a la puerta, por debajo del brazo de su amigo y sonrió al tenerlo en frente, sin embargo, se preocupó al verlo tan agitado.
—¿No has encontrado el inhalador, aun?- cuestionó, Bucky.
—Creí que... lo había dejado sobre la mesa...
—Iré a comprarte uno nuevo.
—N...No... Ya lo encontraré.
—Vamos, no te pongas en necio. En seguida vuelvo. – finalizó, Bucky y salió de allí sin siquiera dirigirle una mirada a Tony.
—Creo... que tu amigo me adora-
Steve soltó una risilla, permitiéndole pasar.
—Él... es así.
—Sumamente carismático.
Steve rio.
—Por favor... toma asiento.
—¿Tienes café?
El muchacho le miró sorprendido unos segundos, antes de hablar.
—Bucky debe tener algo... No lo sé, es un poco caro.
—Dime donde lo encuentro, te prepararé uno.
—No tomo café. La cafeína...
— La cafeína, al ser procesada por el hígado, produce metilxantina que puede abrir un poco las vías respiratorias. Te aliviará un par de horas- soltó sonriéndole —Las suficientes, hasta que tu amigo regrese.
Steve sonrió en respuesta.
—Tú lo sabes todo- dijo, como si realmente creyera en esas palabras, cosa que provocó que Tony riese.
—No tanto.
—¡Oh, no seas modesto! – dijo bromista, riendo.
Steve pronto le indicó donde quedaba el café y Tony no dudó en preparárselo.
—Calidad, Starkenson- dejó la taza frente a él.
—Muchas gracias-
—Ese paquete de allí, es tu regalo. ¡Feliz cumpleaños!
—No te hubieras...
—No empieces.
Steve tomó el paquete entre sus manos y de inmediato, lo desenvolvió.
—Yo... No puedo aceptarlo... Es...
—Es de mala educación, no aceptar un regalo.
—Pero yo...
—Vamos.
—Muchas gracias- la sonrisa cargada de felicidad de Steve, provocó que sentimientos que ya tenía en él y los sentimientos que comenzaban a nacer ante esa faceta del capitán pre-suero, se mezclaran en su interior. Deseaba besarle tanto y a punto estuvo de hacerlo, cuando recordó que no solo estaba el hecho de que ambos eran hombres y en esa época era algo ilegal -razón suficiente para que Steve lo mandase al diablo- sino, que también estaba el hecho de que Steve había tenido una historia con Peggy -heterosexual, por donde lo mires-. Sin embargo, se dio el gusto de besar su mejilla y verlo enrojecer ante la sorpresa.
Steve abrió la boca para decir algo, pero Tony lo interrumpió.
—Tu café se enfriará y créeme cuando te digo que sabe horrible de esa forma.
El aun agitado muchacho, bajó el rostro en un gesto adorablemente tímido y tomando la taza, dio un sorbo a la bebida en ella.
Para cuando Bucky hubo llegado, el asma de Steve había mermado un poco, sin embargo, Tony estaba preocupado por él, sabía que las recaídas del muchacho a veces venían sin avisar. A pesar de ello, tenía que admitir a duras cuestas que la interacción entre Bucky y Steve, dejaba en evidencia un fuerte lazo entre ambos. Bucky, cuidaría de Steve si algo malo le pasaba.
Regresó a la pensión, sintiéndose animado y estando en el pasillo que lo llevaba a su habitación, se encontró con Andrew que iba de salida.
—¿Qué hace, Eddie, mi compañero de habitación favorito? - dijo el hombre y sonrió de manera extraña.
—Soy el único compañero que has tenido, Andrew.
—El mejor que me ha podido tocar.
—No discutiré eso- sonrió de medio lado e intentó entrar, pero el hombre no se lo permitió. Tomándole de los hombros, le miró a los ojos y Tony observó en los ajenos, algo que desde hacía un tiempo, había empezado a reconocer en los propios.
—Deberías venir conmigo una noche de estás, Eddie... Te divertirás.
—No lo creo, Andy.
El hombre comenzó a reír desquiciado.
—Me caes bien, Eddie... Eres simpático- respondió y le liberó del agarre.
Tony ingresó en la habitación huyendo de él. No quería preguntarle donde la conseguía, no deseaba sucumbir, ahora que ya llevaba algunos meses limpio.
Andrew estaba drogado y si lo estaba, significaba que sabía dónde encontrar droga.
El cuerpo de Tony, comenzó a temblar necesitado.
Esa iba a ser una noche larga.