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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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Tony caminó por los pasillos que lo llevarían hacia el área de publicidad. Saludó a un par de personas y sonrió a aquellos que le dieron la mano y bromearon con él, a pesar de que no recordaba quienes eran. Trataría de ser un poco menos social, sino le gustase que siempre pusieran atención en él.


Sonriendo aun, ingresó al salón de dibujo en donde, sabía, estaría Steve. Era la hora del almuerzo y habían acordado ir juntos a la cafetería.


Mirando entre las variadas mesas con atriles, que habían sido abandonadas por los empleados presurosos por ir a almorzar, halló a Steve en la última fila y junto a él se encontraba Howard. No iba a decir que no le sorprendía ver a su padre allí, porque eso sería mentir, sin embargo, no le molestaba tanto ese hecho como la consciencia de saber que, últimamente, se llevaban demasiado bien.


No debería extrañarle, después de todo, sabía que Howard y Steve se convertirían en grandes amigos. No por nada el señor Stark se había pasado gran parte de su vida buscando al capitán América, luego de que desapareciera en la misión contra Hydra. No obstante, mirándolos en esos momentos y permitiéndose ser demasiado irracional... o demasiado racional según el punto de vista, no podía evitar preguntarse si detrás de esa gran amistad que decían tener el uno con el otro, no se escondían otro tipo de sentimientos. Era extraño que Howard se tomase un tiempo para visitar a sus empleados, por lo general, sus asistentes lo hacían.


Mordiéndose con fuerza el labio inferior, decidió por no acercarse a ellos, después de todo, sabía que eso que estaba sintiendo eran celos y no sabía si podría controlarse de decir alguna estupidez. Howard y Steve habían compartido tantos momentos de los que él era completamente ajeno.


Trató de alejar esos pensamientos y centrar su atención en otra cosa para dejar de ser evidente.


Recordó, que esa mañana un niño lo había estado buscando en la pensión, solo para darle la dirección en la cual debería verse con Madame Le Pine. El chiquillo le había dado una tarjeta con una dirección y un horario. No había teléfono para cancelar la cita, ni nada por el estilo, así que ella simplemente asumía que iría y Tony pensaba que lo mejor era no contradecirla. Esa mujer era de temer realmente. Había averiguado donde estaba viviendo en muy poco tiempo, dando a entender que le sería una tarea ardua escapar de ella.


Tenía que cancelar la reunión que habían acordado con Steve al ser el día libre de ambos, pero no deseaba hacerlo. ¿Querría, él, acompañarlo? Sospechaba que pagarle a la mujer no le tomaría demasiado tiempo y, además, era mejor si Steve iba con él. Si se enteraba que se había reunido con ella, quizás malpensara las cosas.


Pronto, Steve notó su presencia y le sonrió, haciéndole una seña para que se acercara. Le tomó un par de segundos a Tony, darse cuenta de que estaba dirigiéndose a él, pero cuando lo hizo, caminó hacia donde Howard y Steve estaban y saludó a ambos educadamente.


—¿Usted qué opina, señor Starkenson? - preguntó Howard señalando el dibujo que estaba realizando Steve.


Volteándose a verlo, observó en la hoja, había un retrato de Howard y bajo él, el logo de Industrias Stark.


—Está bastante bien. Parece una fotografía- sonrió mirando a Steve, quien le devolvió el gesto.


—Estamos discutiendo los colores que debería llevar. Propuse el verde, pero, al parecer, no es muy del agrado de Steve... Igual que el amarillo.


—Podría ser rojo. Es un color poderoso, que llama mucho la atención. Si dejas un cartel rojo en algún punto especifico, seguramente, todas las miradas irán hacia él- opinó.


—El problema con el rojo... - habló Steve — Es que es un color asociado al peligro. Sería bueno si lo combinamos con algo más. Si usted lo desea- se dirigió a Howard —Podemos probar haciendo carteles, rojos, blancos y azules. Se pegan en las paredes con el patrón que deben seguir y la gente lo asociará con la bandera. Industrias Stark, será una insignia patriótica.


Howard sonrió encantado.


—¡Sabía que había hecho muy bien al traerte aquí! Hablaré con el jefe del departamento...- chasqueó los dedos, tratando de recordar- Cuando recuerde como se llama-


Steve rio ante aquello y ambos vieron a Howard salir del salón.


—Has impresionado al señor Stark, eso no es algo fácil de conseguir. Realmente, tienes talento.


—No creo que sea mi supuesto talento el que haya logrado sorprenderlo... Es solo que él y yo compartimos algunas ideas en común acerca del país y ese tipo de cosas. Lo demás, es el señor Stark siendo amable.


—No menosprecies tu trabajo... Lo único que tienes que menospreciar, es la comida que nos darán en la cafetería.


Steve sonrió y se puso de pie.


—Los buenos alimentos, son siempre bienvenidos.


Tony sonrió ante esa respuesta.


-.-


El viaje en autobús había sido de una incómoda hora. Al bajar de él, sintió que su cuerpo entero estaba adolorido.


—Ha sido un viaje largo- dijo Steve y suspiró cansado.


—¿Crees que Madame Le Pine haya buscado a un par de matones y nos asesine? - bromeó y rió al ver a Steve ponerse blanco como el papel.


Caminaron un par de calles buscando la dirección que figuraba en la tarjeta. A Tony le llamó la atención el barrio en el que se encontraban. Todas las casas eran iguales, a excepción de los colores en que estaban pintadas que iba en la gama de pasteles, de dos pisos, con tejas oscuras, con porche con techo a dos aguas sostenido por columnas blancas y enormes ventanales.


—Mira... Allí está Madame Le Pine- dijo Steve con el rostro girado hacia la derecha.


Si a Tony ya le había parecido extraño el lugar, ver a Madame Le Pine con un vestido azul y un sombrero de ala ancha, arreglando unas flores en el jardín de una casa color azul pastel, lo había dejado completamente anonadado.


Steve apuró el paso y él simplemente se limitó a seguirlo, hasta que estuvieron frente a la mujer, quien alzando el rostro le dirigió una expresión amenazadora, que fue suavizada en el momento en el que Steve habló.


—Buenos días, Madame-


—Buenos días a ustedes- dijo ella y sonrió con amabilidad al muchacho —No creí que Ed vendría con compañía.


—Espero que no sea molestia- respondió Steve.


—Por supuesto que no. Por favor, entren a la casa.


—Después de usted- respondió educadamente, Steve y la mujer le devolvió una sonrisa encantada.


—Buenos días, Gladys.


Todos se voltearon en la dirección de donde provenía la voz femenina, descubriendo a una mujer regordeta que empujaba un cochecito. Madame Le Pine, forzó una sonrisa.


—Liv, buenos días.


—Veo que tienes visitas.


Tony observó a Le Pine y le pareció, por un instante, observar en ella ese brillo de peligrosidad. No había que ser un genio para saber que no se llevaban nada bien.


—Mi sobrino y su hijo... Si nos disculpas, están cansados por el viaje.


—No era mi intención importunar. Solo quería avisarte que habrá reunión de mujeres en la casa de Hellen.


Madame Le Pine pareció confundida, por un momento.


—Oh, muchas gracias por avisar. Que tengas buen día, Liv


—Buen día, señora- saludó Steve.


—Buenos días- respondió la mujer y continuó con su camino.


Madame Le Pine se volteó e ingresó rápidamente a la casa.


El interior de la casa era bastante bonito. Las paredes tenían guardas de madera hasta la mitad, pintadas de blanco y el resto era del mismo color azul del exterior. Lo primero que vieron al ingresar, fue una mesa blanca en medio de lo que sería el recibidor, sobre ella había un florero de vidrio con tulipanes amarillos, detrás de ella ubicada a unos pasos había una escalera blanca que dirigía a la planta de arriba, junto a ella a la izquierda, un pasillo que daba a no sabía dónde y a la derecha, una abertura enorme que permitía el acceso a la sala de estar. Madame Le Pine se encaminó hacia allí y Tony y Steve la siguieron.


En el lugar, había una enorme alfombra color vino, con dibujos en marrón claro, los sillones a juego eran Luis XVI dos de un solo cuerpo y uno de tres ubicados frente a un enorme ventanal, cubierto por cortinas blancas, que permitía el tenue ingreso de la luz a la estancia. Detrás de los sillones ubicado a la derecha, había un hogar y junto a él una enorme biblioteca. En la pared pegada a ella, una puerta blanca.


—Será rápido- dijo Le Pine, volteándose a verlos.


—¿Podría, por favor, pasar al baño? – habló Steve, esbozando una expresión que delataba la urgencia del pedido.


—Por el pasillo, la tercera puerta a la izquierda- señaló la mujer


Tony miró a Steve marcharse.


—Deberías disimular un poco más.


—¿Perdón? - preguntó, volteándose a verle.


—Que deberías disimular un poco más... Tu interés por él-


Tony soltó una risilla nerviosa.


—Yo no...


—¡Oh, querido! Ni siquiera lo intentes. Tus esfuerzos por convencerme que no lo miras embobado, no servirán de nada. Está a la vista que estás deslumbrado por él. No es que me interese realmente, pero mantener una relación de ese tipo conlleva un enorme peligro.


Tony sintió todo el aire salir de sus pulmones y su corazón doliendo con fuerza.


—No es como si realmente fuese a pasar algo entre nosotros- sonrió con amargura —Soy hombre y soy mayor que él.


"Muy bien... Ahora dilo sin llorar, Tony" pensó.


La expresión que Le Pine esbozó, se le hizo indescifrable. Luego, la mujer simplemente suspiró y cambió de tema.


—Supongo, que has traído el dinero.


—No he traído la totalidad- habló Tony, sacando de su bolsillo un sobre de papel madera, el cual le entregó.


—Pensé que te iría mejor con Howard. Me he enterado que ya manejas tu propio equipo- dijo tomando el sobre y dirigiéndose a la biblioteca, lo metió en uno de los libros. Ni siquiera había contado el dinero, pero evidentemente, estaba dejando en claro que no le hacía falta hacerlo.


Tony tragó en seco.


—No pensé que...


—¿Estaría tan informada? - sonrió ella y regresó para ubicarse frente a Tony —A esta altura, no debería resultarte una sorpresa.


—Yo... Me han dado al equipo para probar mis habilidades. No es que esté al mando de ellos en realidad.


—Comprendo.


—Así, que... Esta es la casa del comisario- dijo, para dejar entrever que él también tenía sus métodos.


La mujer sonrió.


—Te ves muy desmejorado. Has perdido peso y se nota que no duermes bien. ¿Tienes alucinaciones?


"Touché"


—Silvie... ¿Cómo se encuentra ella?


—Ella está bien... Es una mujer fuerte- respondió, luego de unos segundos en silencio.


—Por favor... Dígale que lo lamento- pidió con suma sinceridad. —No fue mi intención...


—Sé que no ha sido tu intención, pero de igual manera, no le diré nada.


Tony la miró confundido.


—¿Por...?


—Ella tenía sentimientos por ti, lo sabías.


—Si, pero...


—¿Para que alimentarlos? ¿Qué tienes para ofrecerle? ¿Una vida normal?... Jugar a la casita no es para las putas.


Tony la miró, sintiéndose enojado de que hablase así de Silvie y a punto estuvo de quejarse, pero ella habló nuevamente.


—Las putas, no podemos soñar con ese tipo de cosas. Nos han quitado ese derecho. Tan solo, hazte a la idea, si Silvie consiguiera un hombre que esté dispuesto a casarse con ella... ¿Cuánto tiempo te crees que duraría? La gente comenzaría a hablar... ¿Cuánto crees que su marido aguantará eso? ¡Vamos! Tú mismo lo has visto. Solo bastó un par de segundos desde que tú y el muchacho se detuvieron a conversar conmigo, para que alguien comenzara a curiosear. ¿Reunión de mujeres? ¿Te crees que alguna vez me han invitado a una porquería de esas?... Lo único que podemos hacer es sobrevivir. Así que, no... No le diré que lo sientes. Es mejor así... Que sus ilusiones mueran antes de que florezcan demasiado.


Decir que las palabras de Le Pine y el dolor que podía entreverse en ellas no le generaron un regusto amargo, hubiese sido mentir. Comprender lo solas que estaban esas mujeres... Madame Le Pine no era un ángel, lo sabía, pero era lo único a lo que ellas podían aferrarse. La única salida que habían encontrado en ese mundo injusto.


Iba a hablar, sin embargo, los pasos en el pasillo lo disuadieron de hacerlo. Steve ingresó a la sala y dirigió una mirada cargada de curiosidad a ambos.


—¿Está todo bien? - preguntó notoriamente preocupado.


—Si... solo le decía a Gladys que ya nos íbamos-


La mujer le miró con odio al escucharle llamarla por ese nombre.


—Hasta el mes que viene, Edward.

Notas finales:

Espero que les haya gustado ♥

Hasta la semana que viene :D 


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