Después de que le hubiese pedido disculpas a Steve, los días pasaron, los meses pasaron y la relación había regresado a la normalidad, sin embargo, Ed no podía evitar sentir un cierto resquemor cada vez que estaban juntos.
¿Qué hubiese sucedido, si le hubiese dicho a Steve que no se arrepentía, que lo había besado adrede? ¿Cómo hubiese reaccionado el muchacho, si supiera que, quizás, se estaba enamorando de él? Seguramente, se hubiese molestado, le hubiese dicho millones de cosas hirientes y se hubiese alejado de él para siempre... pero ¿Y si no reaccionaba de esa forma? ¿Y si Steve sentía lo mismo que él?
La duda llevaba repiqueteando su mente de manera insistente desde aquel día.
Y así, habían llegado a fin de año. Steve lo había invitado a pasarlo con él y Bucky y él al principio se había negado, pero el muchacho había insistido con que su amigo se portaría bien. Por eso estaba allí, sentado en el sillón del departamento, sintiéndose bastante incómodo al ver a Steve y Bucky finalizando de cocinar. Se había ofrecido para ayudarlos, pero cuando vieron que la cocina, realmente, no era lo suyo le habían pedido que "descansara"
Quizás, se hubiese sentido más calmo de invitarlos a cenar donde estaba viviendo en esos momentos; la casa que le alquilaba a Madame Le Pine, sin embargo, sabía que la mujer lo mataría de enterarse. Le había costado demasiado convencer de que le permitiera quedarse allí y lo había conseguido bajo la condición de que nunca abriese una de las habitaciones de la planta alta. Ed sospechaba que aquella habitación le había pertenecido a su hijo, solo por eso había hecho a un lado su curiosidad innata y había respetado el pedido de la mujer.
—¿Qué puedes contarnos de tu vida, Ed?
El aludido alzó su mirada del plato de comida que tenía en frente, para observar a Bucky, quien le devolvía un gesto desafiante escondido detrás de una sonrisa. Hacía tan solo un par de minutos que habían comenzado a cenar y el silencio se había encargado de crear cierta tensión en el aire, que no se disipaba con la alegre música que sonaba en la radio.
—No lo sé... ¿Qué es lo que quieres saber? - preguntó, y dirigió nuevamente su atención a su plato, para cortar la carne.
—¿Por qué terminaste en la calle?
—La verdad... Es que un día desperté y me vi durmiendo en un banco del Central park, pero ni siquiera sabía dónde estaba.
—¿Estás diciendo, que no tienes recuerdos? - se llevó un bocado de comida a los labios, con gesto desinteresado.
—No muchos.
—Es curioso... Hasta parece conveniente-
Ed miró a Bucky con sumo odio.
—¿Por qué...?
—¿Está rico, Ed? - intervino Steve y el aludido se vio obligado a ignorar las palabras de Bucky, ante la mirada culposa del muchacho
—Ha quedado muy bien- respondió sonriendo —Eres un buen cocinero.
—Bucky es quien más sabe de cocina... Aprendió en el comedor del orfanato donde vivíamos.
—Allí es donde se conocieron ¿Cierto?
—Si... allí es donde nos conocimos y donde Bucky juró protegerme... Incluso, me enseñó a pelear.
Ed sonrió divertido.
—Y aprendiste muy bien.
—¡Oh, no te burles de mí! - sonrió también, haciendo que Ed soltase una risilla.
La cena luego de eso, había sido amena y Bucky se había comportado con cordialidad, como Steve había prometido. A decir verdad, Ed no lo culpaba. Bucky se había dedicado a proteger a Steve, como si fuese su hermano pequeño, durante los años en los que no tuvieron más que la compañía del otro... y ahora, su aparición era una irrupción un tanto brusca y molesta. Era por ese motivo que le tenía paciencia y no lo mandaba al diablo.
Cuando fue hora de marcharse, Ed se sentía bastante alegre y aliviado, sin saber el motivo de ello. Steve decidió por acompañarlo y ambos bajaron las escaleras conversando acerca de lo bonita que estaba la noche y lo grande que se veía en el cielo, la luna llena.
—Es una noche, como para hacer declaraciones de amor- comentó Ed, una vez habían llegado al callejón y miró a Steve de manera significativa. El muchacho se había quedado parado en uno de los últimos escalones, por lo que estaban a la misma estatura, cosa que le permitía ver mejor sus bonitos ojos azules. No había podido evitarlo, desde que se habían besado, los comentarios como esos, tan fuera de lugar, se escapaban de sus labios sin que fuese capaz de detenerlos. Sin embargo, sabía que arrepentirse de lo que había dicho, lo dejaría en mayor evidencia.
Observó a Steve mirar hacía sus costados, con cierto nerviosismo y supo que lo había arruinado todo.
"Eres un imbécil, Ed" se reprendió mentalmente y a punto estuvo de despedirse, cuando sucedió.
Sintió los brazos de Steve enredándose en su cuello y, con una fuerza que Ed desconocía que tenía, el muchacho le atrajo, para besarle. El contacto, al principio fue brusco, sus dientes habían chocado culpa del impulso y había sido un poco doloroso, incluso, sintió un pequeño regusto a sangre. Quiso liberarse, sorprendido por la violencia de la acción y por ser incapaz de comprender del todo lo que sucedía, pero cuando su cerebro reaccionó al fin, se aferró a la pequeña cintura de Steve y acercándose más a él, profundizo el contacto.
Su corazón latió con fuerza en ese momento y su cuerpo, fue embargado por una sensación de calidez que le recorrió por completo. Aquello se sentía bien, aquello se sentía correcto, como si hubiese sido algo que toda la vida había querido conseguir y justo en ese momento, al fin, había podido alcanzarlo.
Cuando se separaron, se miraron a los ojos unos segundos, aun incrédulos de lo que acababa de suceder, sin embargo, Ed aún podía sentir en sus labios el cosquilleo que el beso había provocado.
—Sal conmigo- dijo, de repente. Ya no deseaba callarlo más, no tenía fuerzas para hacer de cuenta otra vez, que nada había sucedido, porque si había pasado... Todo había pasado.
—¿Qué? -
—Yo... aquella vez que te besé, iba en serio... Me gustas, Steve.
El muchacho frente a él, lo observó unos instantes. Sus ojos se empañaron, de repente y en su rostro, una expresión de tristeza se dibujó, causando que Ed se sintiera desahuciado. Steve bajó la cabeza, para mirar al piso, como si en él hubiese algo de suma importancia y luego de unos segundos, que resultaron eternos, asintió.
—Si- dijo, cuando volvió a alzar el rostro y sus ojos se encontraron nuevamente.
—¿En serio?
Steve afirmó nuevamente con la cabeza.
—Si-
Una sonrisa de incredulidad se formó en los labios de Ed, antes de que soltase una risilla nerviosa y volviese a besar a Steve. El muchacho correspondió al gesto de buena gana, pero se separaron rápidamente, temerosos porque alguien los viera.
Ed sonrió, esta vez, con alegría y los ojos de Steve se iluminaron, cuando imitó de manera tímida el gesto.
—Debo irme, antes de que Bucky venga a buscarme.
Ed asintió y miró a sus costados, antes de acercarse nuevamente a él, para depositar un fugaz beso en sus labios.
Steve sonrió.
—Feliz año nuevo, Ed- le deseó.
—Feliz año nuevo, Steve.
Ed lo observó marcharse, sintiendo su corazón latir con fuerza y su estómago, contraerse de la emoción. Había pasado demasiado tiempo desde que se sintiera tan feliz.