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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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Tony se paseó por las diferentes muestras de armamento que había en la exposición, tomando notas en su libreta. Había visto motores de aviones, prototipos de tanques acompañados de la carrocería, cañones antiaéreos, morteros, fusiles ametralladores y la lista seguía y seguía.


En ese lugar había más personas de las que había imaginado y costaba pasearse entre ellas. Habían asistido, representantes de las empresas de armamento más importantes y algunos miembros del gobierno. Incluso, había corrido el rumor que el presidente Roosevelt asistiría, pero Tony no lo creía posible.


Llevaba media hora allí y ya quería irse. No había encontrado a Steve por ninguna parte, pero no creía que fuese posible hacerlo.


—¿Estudiando a la competencia?


Tony volteó el rostro, para encontrarse con Howard parado detrás de él. Su padre no le miraba exactamente, sino, que tenía puesta su atención en un subfusil expuesto ante sus ojos.


—¿Ingeniero? - bromeó y Howard rió ante ello. Al parecer, si recordaba la conversación que habían tenido la primera vez que se vieron.


—Los reporteros del New York Times quieren tomar una fotografía de ti y de tu equipo frente al motor del tanque. Nos han ordenado que fabriquemos 100 unidades. Estarás bastante ocupado ¡Felicitaciones! - dijo realmente contento


Tony esbozó una media sonrisa al sentir la mano de Howard sobre su hombro, en un gesto cariñoso.


—Preferiría... No estar en la fotografía- contestó, siendo consciente del peligro que hacerlo, significaba.


Los ojos de Howard, al fin se encontraron con los suyos y le obligaron a tragar en seco. Sabía que estaba analizándole, tratando de descifrar que era lo que se escondía detrás de sus palabras... de su falta de interés por salir en la portada de uno de los diarios más importantes de país.


—Está bien- contestó y dándose la vuelta, se encaminó hacia donde estaban los estands de Industrias Stark. Tony ni siquiera supo si estaba o no disgustado por ese rechazo, pero lo mejor era no darle vueltas al asunto. Después de todo, la decepción de su padre era algo con lo que siempre había tenido que lidiar.


Tomó el mismo camino que él y se paró justo en frente a los sonrientes ingenieros y a los empresarios que posaban para las cámaras, junto al motor que él había diseñado. En otras circunstancias, hubiese estado allí con ellos, después de todo, siempre le había agradado que adularan su inteligencia.


—¡Ed!


La conocida voz, causó que volteara en la dirección de donde provenía, para ver a Steve, quien se acercaba a él. El muchacho le sonreía y él no pudo evitar corresponder el gesto.


—¿Por qué no saldrás en la foto? - preguntó con curiosidad, una vez estuvo junto a él.


—No quería obtener todo el crédito... Los miembros del equipo han trabajado mucho.


—¿Desde cuando eres tan modesto? –


—¡Oye! Intento impresionarte con mi nuevo yo- bromeó —Pensé... "Soy perfecto... podría serlo un poco más"


Steve negó divertido.


—No necesito un nuevo tu... Me gustas así.


—¡Por supuesto que te gusto así!


Steve volvió a reír.


-.-


La fiesta en la mansión de Howard Stark, tenía el sello de su apellido impreso en ella. Orquesta en vivo, miles de periodistas, gente tratando de llegar a él para adularlo, hombres enfundados en costosos trajes de etiqueta, mujeres portando costosas joyas y vistiendo vestidos de gala cuya cantidad de tela, se le hacía innecesaria y, por supuesto, alcohol... mucho alcohol, siendo servido por los mozos que recorrían de punta a punta el salón.


Si había algo que caracterizaba a los Stark, más que sus fiestas, era el vaso con alguna bebida alcohólica servido en él y pegado a la mano, como si fuese una extensión de ésta.


Volteándose a ver a Steve, descubrió sus ojos azules con un deje de preocupación en ellos, devolviéndole la mirada. El muchacho portaba un traje gris, bastante deslucido, cortesía de Bucky y se había peinado los cabellos hacia atrás. Se veía tan fuera de lugar, como él lo estaba. Era evidente que ninguno de los dos pertenecía a la clase social que predominaba allí. Sin embargo, Steve se veía bonito, como solo él podía estarlo y eso provocó que Tony sonriera.


—Voy a estar bien- le dijo en un susurro —Solo me quedaré un rato, para que algunos vean que he venido y luego me iré. No quiero salir en las fotografías.


—He estado pensando... ¿Tienes miedo de que alguien de tu pasado, te reconozca?


Tony le miró en silencio unos instantes.


—Puede ser-


Steve no respondió.


—Sé que es difícil creerme. Que probablemente, lo de la falta de memoria parezca conveniente, pero debes saber que no es así... Te estoy diciendo la verdad, Steve. Yo, no sé quién era antes, pero estoy seguro de que, si me entero, no va a agradarme y ya tengo problemas conmigo mismo como para tener más.


—Solo espero que no tengas una esposa e hijos por ahí- respondió el muchacho y se mordió los labios mirándole con preocupación.


—Créeme que no- le sonrió.


Steve volteó el rostro, cuando uno de los mozos con una bandeja repleta de copas de champagne pasó frente a él. Cuando volvió a mirar a Tony, lo descubrió observando en su misma dirección.


—Todo estará bien- dijo Tony, muy poco convencido.


—¡Edward Starkenson!


Tony miró en la dirección de la que lo llamaban y descubrió al doctor Erskine caminando hacia él. Cuando quiso darse cuenta de lo que sucedía, el científico ya lo estaba arrastrando hacia un grupo de personas.


—Hay gente que quiero que conozcas- dijo y sonrió. Aparentemente, estaba algo tomado.


Tony dirigió una mirada a Steve, quien le devolvió un gesto preocupado, antes de perderlo de vista entre la multitud de personas.


No podía recordar los nombres de todos aquellos que reían junto a él. Ni siquiera, era capaz de saber del todo de que estaban hablando. Su atención estaba completamente centrada en el vaso de whisky que alguien le había dado. De repente, su garganta parecía más seca que otras veces y un ligero malestar se había instaurado en la boca del estómago.


Un trago... solo sería un trago y lo dejaría.


Alzó los ojos y observó a su alrededor. Nadie estaba viéndole, nadie se daría cuenta.


Solo sería un trago.


Lentamente y con muchas dudas aún, levantó su mano y llevó el vaso hasta sus labios. Sus ojos se cerraron y todo pareció sumirse en silencio, sus problemas parecían haberse ido e incluso, los temblores ya no estaban allí.


Un trago se repitió, pero no llegó a darlo, una fuerza que no supo explicarse, le obligó a abrir los ojos.


Frente a él, con expresión rota, estaba Steve.


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