Ed abrió los ojos lentamente y observó la tenue luz del amanecer ingresar por la ventana. Frotándose los ojos. Desperezándose, giró en la cama y observó la pequeña espalda de Steve, quien dormía junto a él. Despacio se incorporó un poco y lo observó dormir por unos minutos, sintiéndose cálido por dentro, depositó un beso en su mejilla.
Se levantó rápidamente, decidido a bajar a la cocina. Necesitaba una buena taza de café para comenzar el día.
Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina dispuesto a prepararse uno, cuando el sonido de unas llaves en la puerta principal, le hicieron abandonar su cometido.
Asomándose por el pasillo, se encontró con Madame Le Pine, quien ingresaba a la casa.
—Gladys... No te esperaba hoy.
La mujer lo miró reprobadoramente y él esbozó una encantadora sonrisa.
—Bonitos calzoncillos- dijo ella y observó con gesto aburrido la ropa interior con estampado de corazones. —No recuerdo haber visto alguna vez, algo tan llamativo... y eso que tengo experiencia con ese tipo de cosas.
—Prefiero evitar pensar en su experiencia y lo que ello conlleva.
La mujer esbozó una burlona sonrisa.
—Vengo a buscar algunas cosas... Hasta donde sé, ésta sigue siendo mi casa.
—No he dicho lo contrario.
—¿Ed... no has visto mí cami...sa?
Madame Le Pine y el aludido alzaron los ojos, para mirar a Steve. El muchacho, bajaba las escaleras con expresión adormilada en el rostro. Vestía una sencilla remera de tirantes y se prendía la hebilla del cinturón en clara alusión al hecho de acabar de ponerse los pantalones.
—Buenos días, chiquillo- saludó ella con un tono que no auguraba nada bueno.
Steve se quedó prácticamente paralizado en su lugar y dirigió una mirada cargada de dudas hacía Ed, antes de devolverle el saludo.
—Buenos días, madame- dijo inclinando levemente la cabeza.
Ella esbozó una sonrisa burlona.
—Anoche la dejaste dentro del placard... ¿Has revisado allí?
—Tienes razón. No, no lo he hecho. - dijo, pero a pesar de sus palabras, se quedó en el mismo lugar, como dudando de lo que debería hacer.
—Ve... calentaré café para ti.
Steve volvió a mirarle y él asintió con la cabeza. El muchacho no era tonto, por supuesto que se había dado cuenta que ella había descubierto la relación que ambos mantenían. Por más que le dijeran lo contrario, que habían dormido en habitaciones separadas o cualquier otra excusa Madame Le Pine, tenía un olfato especial para ese tipo de cosas... Ella lo sabía.
Observó a Steve subir las escaleras y solo cuando él desapareció de su campo de visión, se volteó a ver a la mujer, quién ya estaba devolviéndole la mirada.
—Así que te corresponde... Felicitaciones- dijo con evidente sarcasmo empañándole la voz.
Ed la miró, con una expresión bastante amenazadora en el rostro, a lo que ella simplemente se limitó a sonreír.
—¿Te imaginas lo aterrado que estará, cuando la gente se ponga en su contra? ¿La expresión de horror que se dibujara, en esas facciones que amas tanto?
—¿Cómo puede hablar así? Su propio hijo...- soltó sintiéndose indignado.
—No metas a mi hijo en esto...- masculló entre dientes, con la ira enrojeciendo su rostro — Él está muerto, murió hace años.
—¡Por personas como usted!
—¡Oh, no! No te confundas. Mi hijo no murió por personas como yo. No tengo nada en contra del amor entre varones... pero este es un mundo cruel, para una mujer que no tiene el apoyo masculino de su parte. Debemos sobrevivir a cualquier costo. - suavizó su semblante — No seré una gran piedra en tu zapato, no te preocupes... Tómalo como una retribución a mi caridad.
—¿Qué quiere?
—¿Querer?
—Para guardar el secreto.
—Ah... eso...- soltó con fingido desinterés — Solo aumentaré la cuota. Nada de otro mundo, no te preocupes. ¿Ves que no soy tan cruel como quieres hacerme ver?
Ed se mordió los labios con fuerza.
—Está bien... Pero váyase ahora. Pone nervioso a Steve.
—Por supuesto... Solo me llevaré lo que he venido a buscar- se encaminó hacia la sala y a los pocos minutos, salió de allí con unos papeles. —Déjale mis saludos al muchacho. – dijo y salió de la casa.
De inmediato, Ed subió las escaleras y se adentró a la habitación principal, en donde se encontró con Steve, sentado en el borde de la cama. Tenía la cabeza gacha y parecía más pensativo que angustiado. Acercándose lentamente, puso una mano en su hombro y se colocó de cuclillas, para mirarle a los ojos, sin embargo, Steve no le devolvió el gesto.
—Ella... ¿Va a denunciarnos? – preguntó, Steve, en un hilo de voz.
Ed le sonrió con ternura, tratando de darle valor, a pesar del nudo que se había formado en su estómago.
—No... Yo he hablado con ella. Dijo que nos apoya y que guardará nuestro secreto.
Los ojos azules se alzaron para verle al fin, mostrando la angustia que se escondía en ellos.
—Esto... Es mi culpa, Ed.
—No... ¿Qué dices?... Por supuesto que no es tu culpa, no es la culpa de nadie.
—Pero...
——Estaremos bien, no preocupes. ¿Confías en mí?
Steve volteó el rostro hacia la derecha, en un gesto dudoso.
—¿Lo haces? - preguntó, Ed.
—Si- suspiró y volvió a mirarle.
—Estaremos bien- aseguró y le besó en los labios, antes de abrazarle. Steve correspondió el gesto aferrándose a él con fuerza.
La verdad era, que Ed estaba aterrado.