—Y bueno... el laboratorio se incendió de nuevo, pero ya todo está bien. Reensamblé la máquina, aunque, de igual forma, no funciona- dijo Erskine un poco desanimado — No estoy del todo seguro de que sea la fuente de energía, probablemente, hemos fallado en algunos cálculos.
Ed sonrió al doctor, tratando de comprender a lo que se refería. Por estar internado, no había tenido tiempo de investigar en su libreta, si la otra parte de él había respondido a su pregunta. Sonriéndole para darse un poco más de tiempo, terminó de abotonar su camisa. Le habían dado el alta y no veía las horas de salir de ese aburrido hospital.
—No se preocupe, me pondré en ello apenas pueda- respondió y el doctor, pareció caer en la cuenta de algo.
—Oh, no muchacho. Lo primordial es que cuides tu salud. Debes descansar... Yo solo, me emociono un poco con los proyectos, pero eso es todo.
Ed sonrió nuevamente y observó a Steve acercarse a ellos.
—Ya he hablado con el médico... Podemos irnos- dijo y se acercó a él, para tomarle del brazo.
—Steve, es innecesario. Puedo caminar por mis propios medios – habló, bajándose de la camilla.
—Deja que el muchacho te ayude, Starkenson- le reprendió suavemente, Erskine
Ed rodó los ojos y aceptó el brazo de Steve.
Caminaron lentamente por los pasillos del hospital, mientras escuchaba al doctor Erskine hablar de algunas cosas que habían pasado dentro de Industrias Stark. Al parecer, aún seguía llevándose mal con "Albie"
Ed volteó el rostro para observar a Steve, pensando en que estaba demasiado taciturno, sin embargo, al bajar la mirada, lo único que pudo ver era su cabeza rubia y sus orejas coloradas. Estaba sonrojado.
Poco tiempo tardó en caer en la cuenta de lo que estaba ocurriendo y sintió un nudo en la garganta, al instante en que emociones negativas y positivas le embargaban. Era la primera vez que podían caminar tomados del brazo como una pareja "normal" sin temor a que alguien los censurara por ello. Era la muestra de afecto más grande que habían tenido en público y, sin embargo, estaba disfrazada de motivos un poco más prácticos.
En ese momento, Ed se planteó la situación en la que ambos estaban.
¿Qué podía ofrecerle a Steve, alguien tan viejo como él, que, para colmo de males, era hombre?
Había sido tan egoísta que le había hecho falta estar al borde de la muerte para darse cuenta de que no podía obligar a Steve a permanecer junto a él.
La amargura que le embargó en ese instante, se le hizo casi palpable.
-.-
Las alarmas sonaban con gran estridencia en medio de la noche. Steve corrió hacia los laboratorios, sintiendo su corazón latir con tanta fuerza que, parecía, se le saldría del pecho. No había visto a nadie, no se había percatado de movimientos extraños ¿Cómo había podido ser tan descuidado?
Al ingresar al lugar, observó a los científicos que trabajaban junto a Shuri y el doctor Banner correr de un lado a otro desesperados, mientras tecleaban en las computadoras cuyas pantallas parpadeaban sin parar.
Buscó a alguien que fuera capaz de explicarle lo que estaba sucediendo. Por lo que había visto allí, no había ningún rostro que le resultase desconocido.
—Doctor Banner- llamó, cuando observó a Bruce dando unas órdenes a uno de los asistentes.
—Capitán- dijo el aludido y se acercó a él —Que bueno que lo veo. La señal, viene de una de las celdas de la prisión- soltó con tono urgente
—No sé de qué habla, doctor- admitió preocupado.
—Han intentado hackear el sistema de la máquina.
Una explosión los hizo apartarse. Por instinto, Steve se pegó a Bruce y lo volteó al piso cayéndole encima en una maniobra para protegerle.
—¿Esta bien?
—Si, Capitán, gracias- respondió y Steve se puso de pie, extendiendo su mano para ayudarle a levantarse.
Todos comenzaron a correr para apagar el silencio. La explosión, al parecer, no había sido grande pero sí, bastante destructiva.
—Hemos logrado aislar la señal. Viene de la prisión, Capitán- dijo Bruce y Steve, supo exactamente de quien se trataba.
-.-
La esperó nuevamente en la sala de interrogatorios, aunque sabía que era en vano. Por suerte, había logrado adueñarse de ese extraño aparato que ella había tenido en su poder, antes de que lo destruyera. En esos momentos, Shuri lo estaba analizando y, esperaba, pudieran conseguir algo.
La puerta se abrió violentamente y un par de guardias trajeron a la mujer, sentándola en la silla que había frente a la mesa.
Los hombres se fueron de inmediato, dejando a Steve y a la mujer solos.
Se miraron en silencio unos instantes, sin nada más que decir. Poco y nada quedaba de aquella extrovertida forma de ser de la que Catherinne había hecho gala la primera vez que se vieron.
—¿Cómo ingresó ese artilugio a la prisión? - preguntó Steve y ella sonrió.
—¿No va a felicitarme por mi ingenio?
—No comprendo cual es el punto de encubrir a aquellos que te han mandado a destruir la máquina.
—No todo se limita a mí, Capitán.
—El dinero es para tu familia- afirmó, Steve y ella no le respondió, aunque, no le hacía falta para saber la verdad. —Alguien enfermo, tal vez.
Catherine se cruzó de brazos. Había acertado de nuevo.
—Podemos ayudarte.
—No lo necesito, Capitán.
—Debe ser alguien bastante peligroso, como para que no aceptes mi ayuda.
—Si ya lo sabe todo... O cree que lo sabe ¿Por qué no me deja en paz? Me molestan las personas como usted, con complejo de héroes.
—Deberías...-
—¡Deje de decirme lo que debería o no hacer!
La puerta se abrió en ese instante y Bruce se asomó por ella.
—Lo tenemos- dijo, mirando con seriedad a Steve.
La mujer esbozó una expresión de preocupación y él se dirigió a la puerta.
—Ayude a mi familia, Capitán- suplicó, ella y Steve asintió antes de salir por la puerta.