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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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Steve acarició los cabellos de Ed, quien aún se aferraba a su cintura con fuerza. Parecía haberse quedado tranquilo al fin, sin embargo, en ningún momento había aflojado su agarre. Era como si temiera que se alejara de él en algún momento, pero por supuesto que no lo haría.


Habían permanecido en silencio desde que Ed le había dicho lo de no saber dónde regresar y él no se había permitido seguir indagando. El verlo tan angustiado y desesperado, había hecho que él también se sintiera de esa forma y su corazón había dolido ante las ansias de consolarle.


Era probable que una parte de Ed, aquella cuya vida había olvidado, luchase por emerger desde la oscuridad de su memoria. Y Steve no sabía por qué, pero tenía miedo de que aquello significase que iban a alejarse, sin embargo, sus temores tenían pocos fundamentos ¿Cierto?


Sintió a Ed removiéndose en su regazo y le liberó de sus manos para observarlo incorporarse. Tenía los ojos rojos y grandes ojeras bajo ellos, pero, a pesar de eso, se lo veía bien, más tranquilo. Steve sintió deseos de hablar, no obstante, no sabía que decirle. Probablemente, debería admitir que lo había extrañado, que su ausencia había dolido, tal vez, debía confesarle sus sentimientos decirle que lo amaba.


—Pensé que no vendrías- admitió, Ed, en un susurro antes de que él pudiera hablar. —Yo...


Ni siquiera lo pensó. Simplemente se abalanzó sobre él para besarle y el contacto lo llenó de esa calidez que su ser había estado suplicando todo ese tiempo. Ed se tardó en corresponder, quizás, porque estaba sorprendido o confundido, no lo sabía, pero pronto sintió sus manos en su espalda, desesperadas por atraerle más cerca. Y él también devolvió el gesto, abrazándolo como si la vida se le fuera en ello.


—Lo siento... Lo siento- se disculpó, Ed, en los pocos segundos en que se permitieron separar sus labios y Steve, ni siquiera supo porque se disculpaba ni le importaba. Solo quería estar con él, solo quería que estuvieran juntos.


—Te extrañé- confesó.


—Yo también, Steve... Yo también te extrañé.


Liberándole de repente, Ed le miró con ternura a los ojos, antes de alzar una mano hacia su mejilla y sonreírle.


—Quédate conmigo- suplicó y Steve tomó la mano que Ed tenía sobre su rostro, ejerciendo una ligera presión.


—No iré a ninguna parte.


-.-


Ed mordisqueó su hombro y enterró su rostro en su cuello mientras él enredaba más sus dedos en la mano sobre su cintura apretándola un poco. No sabía en qué momento se habían quedado dormidos, pero le agradaba esa posición en la que estaban. Así, dándole la espalda a Ed, y sintiendo todo su cuerpo tan cerca, le pareció que estaba a salvo a su lado.


Llevó la mano de Ed a sus labios y besó sus nudillos con ternura.


—Me gustan los lunares en tu hombro. Sí los uniéramos con una línea, serían un triángulo equilátero perfecto.


Steve soltó una risilla. Se habían quitado las camisas, permaneciendo en musculosa ambos, cuando las caricias habían ido un poco más lejos. Por un momento, creyó que no podría detenerse, pero Ed era paciente, siempre tan bueno, anteponiendo las necesidades de Steve, por sobre las suyas.


Tenía miedo de no ser suficiente, de ser demasiado inexperto... pero, también, tenía miedo de no poder. No había querido decírselo, pero pensó que le daría un ataque de asma. ¿Qué haría el día que Ed no pudiese seguir esperándole? ¿Cómo le diría que, quizás, no podrían hacerlo nunca? Era la primera vez que se planteaba que sus enfermedades, también, resultasen ser un impedimento.


"Basta, Steve, basta" se reprendió mentalmente, tratando de no arruinar ese momento. "Después de todo, él se ha detenido"


—Supongo, que es lo más lindo que me has dicho- contestó, forzando una sonrisa y tratando de eliminar sus pensamientos negativos. Sintió los labios de Ed sobre su hombro y la calidez volvió a inundarle.


—Tienes muchos lunares, pero esos son los más notorios.


—Pecas.


—¿Qué?


—Se llaman pecas.


Ed soltó un resoplido y su aliento, le erizó los vellos del cuello.


—Tienes razón... Y también peco cuando te miro.


—Oh...- soltó, riendo avergonzado.


Ed le hizo voltearse boca arriba y quedó inclinado sobre él. Steve, alzó los brazos para enredarlos en su cuello y lo miró a los ojos.


—Eres muy hermoso-


—Eso es más lindo que lo del triángulo equilátero- bromeó.


—Oh... ¿Te burlas de mi triangulo? - sonrió — Si quieres, puedo hablarte de composición. —miró distraído el hombro y alzando la mano, comenzó a trazar pequeños círculos sobre la piel expuesta — Proporción aurea, ¿Quizás? — regresó su vista a los ojos de Steve, antes de volver su atención a lo que estaba haciendo— Cuando los griegos la estudiaron, pensaron que sería el canon de belleza perfecta, por lo que se supone que los objetos que tienen correspondencia con ella nos parecen bellos. Por ejemplo, la proporción aurea tiene relaciones en la forma de la pirámide de Keops, que fue declarada como una de las 7 maravillas del mundo por los cronistas helenos. Y visto y considerando, que tus lunares tienen la composición de la pirámide, podemos decir que los cronistas concordarían conmigo, si digo que comparten el puesto con ella.


Steve río.


—Eres muy cursi.


—Solo cuando estoy contigo- respondió y le besó.


Se miraron cerca, muy cerca, con sus alientos chocando contra sus rostros, en un espacio muy íntimo y Ed sonrió.


—Tengo algo para decirte- rápidamente y sin dar tiempo a que Steve contestara, saltó de la cama y se puso unos zapatos.


—¿Dónde vas?


—Ya regreso- dijo y salió de la habitación.


Al poco tiempo, Ed saltaba sobre la cama y se acomodaba sobre él mientras sostenía un objeto, al cual le costó enfocar por la cercanía, frente a sus ojos.


—¿Una llave? - preguntó curioso, mientras la tomaba entre sus dedos.


—La cantidad de pruebas IQ que debes haber superado, para semejante descubrimiento, debe ser impresionante- bromeó Ed y él le dio un pequeño golpe en las costillas —¡Auch! - se quejó divertido —Tienes fuerza- rio.


—Ya... Dime de que es esa llave.


—De una cerradura.


Steve sonrió y volvió a golpearle en el mismo lugar.


—¡Auch! -


—Volveré a golpearte- amenazó con tono jocoso.


—Ya no sé si quiero quedarme contigo... Eres muy violento.


Steve se mordió los labios sonriendo aún.


—Madame Le Pine, me la dio- contó al fin, dejando las bromas. —Le hice un favor y...


—¿Qué tipo de favor?


—Oye... No me mires así. No he hecho nada malo- respondió ofendido.


—Ya... Está bien es solo...


—Que eres un prejuicioso.


—¿Qué? ¡No!


—Porque Madame Le Pine es pros...


—¡Que no!


—Si, Steve... Admítelo.


El muchacho tragó en seco sintiéndose mal repentinamente.


—No te preocupes... Yo también lo soy muchas veces. Más de las que me gusta admitir, pero... No me agrada que desconfíes de mí.


—Ed, Yo...


—Ya... Ya... No es así como quería que fuese esto.


—Lo siento.


—Está bien... En fin. Es la llave de una casa... En un pueblo en Texas.


—No entiendo.


—Dijo que ese pueblo, es un lugar sin leyes... sin embargo, parece que se puede vivir de igual manera... o no lo sé. La cosa es que... dijo que tú y yo podríamos vivir allí, sin tener que escondernos.


Steve se quedó en silencio, los segundos que su cerebro decidió tomarse para comprender lo que Ed le estaba queriendo decir. Un par de balbuceos tontos salió de sus labios y Ed esbozó una expresión preocupada.


—¿Tu... quieres que tú y yo?... ¿Me estás pidiendo que...?


—Te estoy pidiendo que te vayas conmigo... Que huyamos juntos, sí.


—Yo...


—Sé que no es una decisión fácil. Lo entiendo. Tienes demasiado que perder... Tu universidad, tus proyectos... Bucky. Podemos quedarnos, si quieres... pero ¿Cuánto tiempo soportaremos mirando por encima de nuestro hombro, Steve? Yo solo... piénsalo ¿Sí?


Steve miró la llave como si jamás hubiese visto algo igual. La acarició unos instantes, tratando de comprender que aquello era real. Ed estaba pidiéndole que se fugaran juntos. Ed... quería que se fuera con él, porque... Ed ¿Lo quería? Pero lo más importante... ¿Él quería a Ed? Sí...él amaba a Ed y lo seguiría hasta el fin del mundo de ser necesario... sin embargo, Bucky... ¿No volvería a verlo? La sola idea hacía que su corazón se partiera en dos. Bucky era como su hermano, habían vivido tantas cosas juntos... habían compartido tanto ¿Cómo podría pensar en abandonarlo, así como así?


—Lo pensaré- respondió, al fin


Ed le besó y sonrió contento. Allí, observando sus hermosos ojos cafés brillar y las arruguitas formándose en los contornos, Steve dudó que hubiese vez alguna, en la que pudiese negarle algo.


-.-


Los ojos de Steve se habían acostumbrado a la ligera oscuridad de aquella habitación. Las blancas cortinas se movían suavemente, gracias a la ligera brisa que entraba por la ventana. Era una noche fresca y húmeda. En años anteriores, le hubiese costado un poco respirar por ello, sin embargo, en esos momentos podía suspirar libremente.


Debería sentirse feliz, no obstante, no podía deshacerse de esa sensación de inmensa angustia.


Hacía tan solo unos instantes atrás, había estado conversando con Nat. La espía, era quien iría a buscar a Tony al pasado y por lo que Bruce había dicho, solo tenía una hora para realizar la misión -lo que valía a 6 horas en los años '30- porque la máquina tenía problemas de estabilidad o algo así.


Él no podía ir a buscar a Tony, porque correría peligro si se encontraba con el Steve del pasado y por eso se había visto en la obligación de hablar con Nat de todo lo que sabía acerca de Ed.


—¿Qué harás? –


—No lo sé... Quizás, vaya a buscarlo a la casa y trate de convencerlo que voy de parte de Erskine. Bruce me advirtió que debo seguirle el juego... Tratar de no darle información acerca de quién es, porque puede resultar perjudicial - se encogió de hombros — Sabemos cómo es Tony- sonrió — Se dejará convencer ante la posibilidad de coquetear conmigo... Bruce piensa lo mismo.


Steve tragó en seco tratando de deshacer el nudo que se había formado en su garganta...


"Así que fue por eso..."


—De igual manera, supongo que él desconfiará un poco.


—No te preocupes, traeré a Tony de vuelta- ella se descruzó de brazos y se separó del mueble en el que había estado apoyada, para dirigirse hacia la salida.


—Nat.


—¿Sí? - preguntó, volteándose a verle.


—Yo... La vez que Ed desapareció, habíamos acordado de vernos en la estación de trenes.


Ella pareció meditar unos instantes, antes de volver a hablar.


—Tú...- dijo frunciendo el ceño y pareció pensar nuevamente, lo que estaba por decir —Steve... ¿Tú y Tony...?


El corazón de Steve dio un vuelco ante la pregunta. Horrorizado, ante la idea de que ella supiese la verdad, no pudo más que negarlo.


—No... ¿Cómo... se te ocurre?


Ella sonrió y se acercó a él para darle un apretón en el hombro.


—Eso me deja más tranquila- dijo y se dirigió hacia la salida. —Descansa, Steve. Mañana será un día largo.


Hacía unos minutos Nat se había ido y él no podía dejar de sentir ese regusto amargo ante lo todo lo que había dicho. Su mente estaba hecha un lio, pero en lo único que podía centrarse, era en el hecho de que Ed, lo había abandonado por ella.


La certeza de ello, hacía que su corazón no dejara de doler.


"Así que fue por eso..."


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