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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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—¿Qué has dicho? - preguntó dándose la vuelta para mirarla. Su corazón latía con una prisa tan abrumadora, que las pulsaciones habían llegado hasta sus sienes. El estómago se le contrajo repentinamente a causa de la preocupación.

—Steve no va a irse a ninguna parte... Si colaboras, por supuesto.

Ed miró hacia todos lados como si hubiese alguien más allí, observándole. Sin embargo, las personas a su alrededor iban y venían, ajenas al terror que se había desatado dentro de él.

"Steve" pensó y la imagen del muchacho llegó a su mente haciendo que fuese incapaz de pensar en algo más que no fuese él.

—¿Cómo es que sabes de él? - preguntó, acercándose a ella de manera amenazante, pero la mujer simplemente sonrió.

—Tranquilo... No querrás llamar la atención de toda esta gente.

—¿Cómo es que sabes de él? - habló más bajo apretando los dientes.

—Está a salvo, por ahora.

Ed rio nervioso, pero tratando de disimularlo. Se sentía tan asustado.

—Eso no es verdad... Tú, estás probando tu suerte.

Natasha, si es que así se llamaba, se encogió de hombros.

—Puedes ir a la estación de trenes a comprobar si se encuentra allí. Sin embargo, mientras más tiempo pierdas, peor para ambos.

El corazón de Ed dio un doloroso vuelco. Así que era verdad... Ellos, quienes fuese que eran, tenían a Steve.

—¿Quién eres?... ¿Qué quieres de mí? -

—Por ahora iremos al Central Park, así conversamos con más calma.

—Necesito una prueba... Saber que está bien-

Ella suspiró hastiada.

—Prometo que cuando lleguemos allí, la tendrás.

—No... Yo...

—Tiene unos hermosos ojos azules... ¿Te gustaría uno de ellos?

Ed la miró horrorizado.

—Ahora que comprendes la situación, mejor que comiences a caminar.

-.-

—Parece que tus amigos te han dejado abandonada- comentó con tono burlón y observó a la mujer bufar enojada.

Se encontraban en el puente sobre el lago, hacía ya un par de horas y a medida que pasaba el tiempo la oscuridad se cernía sobre ellos y el frio había aumentado. En esos momentos, si todo hubiese salido bien, estaría con Steve en ese maldito tren camino a Texas. Sin embargo, allí estaba con una extraña mujer, sintiendo que la preocupación aumentaba hasta el punto de hacerle creer que enloquecería.

No hubo pruebas de que Steve estaba bien, pero eso era algo que ya se había esperado. El problema era que no podía arriesgarse a irse corriendo de allí y ni siquiera había gente a su alrededor como para pedir ayuda. El lugar estaba tan desierto, que, por unos momentos, su -profesada inexistente- vena supersticiosa creyó lo peor. El miedo se retorcía en sus entrañas, haciéndole sentir deseos de gemir de dolor.

—Ya está... Ellos no vendrán. Dime donde está Steve y acabamos con esto de una vez.

—Cállate-

—Vamos, preciosa. Empaca tus cosas y vete de shopping o lo que sea que quiera que hagas.

—Dije que te callaras.

—Debes tener cosas mejores para hacer. Por favor.

—Que te...

—¡Por favor! Necesito saber de Steve- suplicó, sintiendo que su angustia se desbordaría en cualquier momento. No quería estar así, viéndose tan patético. Hubiese deseado ser capaz de hacer algo por él para protegerle, hacer cualquier cosa para conseguir que estuviese sano y salvo. El solo imaginarlo en manos de unos extraños, sin saber que estaba sucediendo, hacía que su corazón se comprimiera.

Natasha se removió nerviosa y a él le pareció que estaba conmovida. Quizás, ella no era tan mala después de todo... Quizás, estaban manipulándola.

—¿Ellos te han obligado a hacer esto? - preguntó y ella lo miró sin comprender —Los que tienen a Steve...- completó

Natasha tomó una bocanada de aire y pareció dudar antes de, simplemente, asentir.

—Podemos ir en su contra... Yo puedo ayudarte y veremos la forma de arreglar esta situación, pero necesito que me digas todo lo que sabes y...

Una luz blanca iluminó de repente el lugar, provocando que se voltease a ver en dirección al lago que era desde donde parecía provenir. El destello era tan fuerte, que tuvo que entrecerrar los ojos para soportarlo, pero ni así pudo evitar que ardieran, por lo que se llevó una mano al rostro, tratando de cubrirlos.

Un fuerte viento removió sus cabellos y la blancura pareció enceguecerlo.

—Al fin...- suspiró ella.

-.-

La sensación era extraña en medio de la oscuridad que parecía envolverlo todo. Era como sumergirse en un enorme lago, estando desnudo, si es que alguna vez había hecho algo parecido, y sentir pequeños pececillos mordiéndote la punta de los dedos. Y de repente, ya no había aire, a causa de una enorme presión que parecía aplastar sus pulmones. Estiró las manos, tratando de salir a la superficie, pero al caos que de su mente, lo acalla el silencio que perciben sus oídos, que parecen tapados, que parecen sumidos en una sordera profunda y aterradora.

Tenía el estómago revuelto, la garganta reseca y quería gritar. Abrir los ojos, sentir la calidez de los brazos de Steve envolviéndole.

Había lágrimas en sus mejillas.

—Abre los ojos, Tony- alguien susurró y él no pudo más que obedecer.

Los sonidos de las maquinas se agolparon en sus oídos, todos de una sola vez. La luz lo encegueció, provocando que sus ojos ardieran. Le costaba respirar.

Miró para todos lados y descubrió aparatos que no era capaz de adivinar que eran. Cuadrados con letras brillantes en ellos e incluso, letras brillantes flotando en el aire. Garras mecánicas moviéndose de aquí para allá, cosas flotando, personas observándole y tomando notas. Algo que parecía ser un androide, tubos de oxígeno, cables.

¿Dónde se encontraba? ¿Dónde estaba Steve?

Asustado, se puso de pie rápidamente, descubriendo que estaba vestido con una simple bata y que tenía varios catéteres en las venas.

Sin pensarlo, salió corriendo llevándose varias cosas por delante, los catéteres fueron arrancados con el movimiento brusco de sus brazos y la sangre bajó en hilos por ellos.

Las personas que estaban a su alrededor trataron de detenerlo, sin embargo, fue una especie de caja de cristal, que descendió del techo, la que coartó sus intenciones por huir. Estaba atrapado allí. Comenzó a golpear los vidrios a pesar de saber que no podría romperlos. Necesitaba escapar, necesitaba encontrar a Steve.

Un hombre de mirada preocupada, se acercó a él. Sus ojos marrones y sus cabellos oscuros ondulados con algunas canas, por unos segundos le resultaron familiares, sin embargo, estaba demasiado angustiado como para reparar en ese gesto.

—¡Steve! - llamó —Por favor, dime si Steve está bien-

—Tony- dijo el hombre, pero tampoco hizo caso a ese hecho. Su corazón latía desbocado, casi, como si quisiera salirse de su pecho.
De repente, apareció en la sala, la mujer que lo había llevado allí, vistiendo un curioso traje negro y mirándole de manera extraña.

—Dime si Steve está bien- suplicó —¡Lo prometiste! - golpeó el vidrio sintiéndose frustrado y enojado en partes iguales — Dijiste que me darías pruebas de que él está bien- gritó, sintiendo sus ojos empañándose y la desesperación atacarle al punto en que ya no podía pensar. Su cuerpo se volvió pesado de manera repentina. Ese olor extraño ¿Qué era?

Todo comenzó a dar vueltas y pronto, ya no supo más nada.

 


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