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La identidad del tiempo por Kuro Kaori

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Notas del capitulo:

Acabo de descubrir que esta página es la que anda horriblemente mal D:

Me subió como 3 veces el capítulo 7 y cuando lo quise eliminar, en lugar de aparecerme un cartelito de "eliminar capítulo" me aparece "eliminar fanfic" Eso es lo que hice la vez pasada TwT

Por eso, niñas y niños, aprendamos a leer antes de darle si. ♥

Casi elimino un comentario, también... así que si alguna vez sucede, por favor, no se me ofendan... 

Sigan comentando ♥♥♥

Ahora sí... el capi :D

Ed abrió los ojos y suspiró con pesadez. El sol de la mañana le daba de lleno en el rostro. Incorporándose lentamente, trató de adivinar donde estaba, hasta que poco a poco, los recuerdos llegaron a su mente.


Estaba en la habitación, que le habían dado en aquel burdel. Aquel lugar no era grande, contaba con un pequeño catre, frente a él, la pequeña ventana por donde entraba el sol y a la derecha de la misma, una silla, una mesa sobre ella, había una jarra y una palangana de acero, junto a la cual, había una brocha de afeitar y un pan de jabón. Un pequeño espejo colgaba de la pared. Frente a la mesa, a pocos pasos, estaba la salida. Nada más había allí.


Al estirarse, sus huesos se quejaron adoloridos, los años estaban comenzando a pasarle factura.


Bostezando, se llevó una mano al pecho para rascarse y allí descubrió los periódicos que se había colocado hacía unos días, para aislar el frio. Se miró a sí mismo y se dio cuenta de que aun llevaba la misma ropa con la que había ingresado al lugar, incluso, sus manos estaban negras, inmundas.


Silvie lo había llevado a esa habitación y él se había arrojado al catre apenas ella terminó de explicarle que el baño estaba en la planta baja y se hubo marchado. Se había quedado profundamente dormido.


¡Carajo!... de seguro, Madame Le Pine estaba planeando sacarlo a patadas de aquel lugar.


Levantándose de golpe, se dirigió hacia el espejo para mirar su reflejo. Su estado era deplorable, los cabellos revueltos, la barba crecida, las mejillas hundidas a causa de haber perdido peso.


Volvió a rascarse el pecho, decidido a quitarse los periódicos, probablemente, ellos además de la mugre que llevaba encima, eran la razón de su picazón. Al quitar el primero, vio un extraño resplandor asomar por la musculosa que llevaba puesta. Sintiéndose alarmado, se quitó esa prenda, observando los papeles caer al piso.


Horrorizado, descubrió un extraño objeto brilloso allí, en su pecho.


Su cabeza dolió terriblemente en ese momento y tuvo que acallar el grito que quiso escapar de sus labios. Llevándose las manos a las sienes, hizo presión en ellas.


Miles imágenes se agolparon en su mente.


Una pelota brillante, un raspón en la rodilla, un hombre ¿Howard Stark? ignorándole.


Una fotografía de su padre con el Capitán América... El mismo Howard mostrándosela y sonriendo con orgullo.


Una mansión enorme, un pasillo solitario, una mujer saliendo de una habitación, mirándole con el ceño fruncido.


Howard saliendo tras ella, llamándola.


—¡María!


Un hombre de traje, llamándole.


—Anthony... es hora de ir a la escuela.


Una mesa navideña... él solo en un enorme salón.


Un acto escolar... el maestro apoyando su mano en su hombro. Él mirando a los demás con sus familiares.


Un premio a un proyecto de ciencias. Su padre sonriéndole a la cámara.


Un muchacho, ofreciéndole drogas, mientras le besaba el cuello.


Flashes... miles de flashes. Fiestas, sonrisas vacías, hipocresía.


Pepper, contándole un chiste.


Un beso en medio de la oscuridad.


Una graduación... Bruce.


Un accidente... Un funeral.


Un secuestro.


El reactor. Un traje mecánico.


La voz de un locutor.


—¡Anthony Stark! ¡Genio, playboy, multimillonario, filántropo!


La gente gritando.


¡Iroman! ¡Ironman!


El hielo. El Capitán América... Steve.


"¿Acaso estas drogado, Stark?"


Un laboratorio en medio de la selva... una maquina extraña.


—¡Basta, Basta, Basta!


Tony se encontró a si mismo sentado con uno de los costados pegados a la pared y golpeándose la frente contra ella.


Ahora lo recordaba... Él era Anthony Stark, hijo de María y Howard Stark y había viajado en el tiempo... pero ¿Qué había pasado? ¿Por qué sus recuerdos habían desaparecido de esa forma?


Su cuerpo volvió a arder en ansiedad, tuvo que inspirar profundamente varias veces para poder calmarse y ponerse en pie. Las piernas le temblaban y el llanto se agolpaba en su garganta. Quería gritar, quería romper cosas... Deseaba drogarse ¡Dios, algo, para olvidar de nuevo esa realidad!


—¡Basta, Basta!- se reprendió tirándose de los cabellos y se acercó nuevamente a espejo. Debía salir de allí. Debía crear la jodida máquina del tiempo. Pero ¿Cómo lo haría, si volvía a olvidarse de las cosas?


Respirando profundo, observó la jarra. Estaba llena de agua.


Procedió a lavarse el rostro e incluso, cuando halló la navaja, se afeitó por completo. El estilo de su barba, se le hacía demasiado moderno para esa época, además, del hecho de que él nunca la había sabido mantener... Tenía un barbero que se encargaba de ello. Aunque, también estaba el hecho de que, probablemente, el mantener su rostro limpio le ayudase a recordar mejor quien era, por si aún corría peligro de olvidarse de las cosas.


Tembloroso, tomó el saco que le había pertenecido, con la finalidad de ocultar el reactor nuevamente. Ignorando el temblor que aún le recorría de manera electrizante el cuerpo, salió de la habitación.


Al comenzar a bajar las escaleras, se encontró con Silvie al pie de ella. La muchacha, ya estaba maquillada en exceso y tenía un vestido verde, igual de corto que el que le había visto la primera vez. Entre sus manos, llevaba una muda de ropa, que, aparentemente, era para él.


—Al fin despiertas- dijo y le sonrió.


—Madame Le Pine ¿Se ha enojado conmigo?


—Ella ha insistido con que te dejásemos descansar. Dijo que eras inútil así de agotado.


—Qué amable- soltó irónico, cuando llegó a ella.


—Esto te lo manda ella... Ordenó que te bañaras y de inmediato te presentes a trabajar.


—Gracias- respondió tomando las cosas de su mano, para encaminarse hacia el baño.


—Oye... Ed.


—¿Sí? - se volteó a ver a la muchacha.


—Te ves muy bien así...- habló ella y se señaló su propio rostro.


Tony sonrió de manera encantadora.


-.-


Tomar un baño había sido lo mejor que le había pasado en días e, incluso, le había permitido aclarar sus ideas.


Tenía una teoría acerca de lo que había sucedido con sus recuerdos y, a decir verdad, no le agradaba para nada.


El pasado estaba convirtiéndolo en parte de él.


Decir que no estaba preocupado, sería mentir descaradamente.


Para multiplicar sus males, estaba el hecho de que no podía soportar el peso de sus adicciones. La abstinencia estaba atacándole de manera inclemente, -tenía que admitirlo de una vez- los temblores en sus miembros le estaban haciendo las cosas difíciles y, ni qué decir, del hecho de llevar un par de horas preparando tragos que no podía beber.


Era un maldito infierno, en el que él mismo se había hundido. Su propio infierno personal.


Si no conseguía alguna droga de inmediato, iba a enloquecer. Podía tomar un trago, sí, pero sabía que eso arruinaría las cosas y regresar a la calle no era una opción que le resultara agradable. También, estaba la posibilidad de preguntarle a alguna de las chicas sobre donde conseguir alguna substancia. Sin embargo, no contaba ni con un centavo para ser capaz de pagarla.


Por esos momentos, su cuerpo estaba tomándose la desintoxicación demasiado bien, pero no tenía fe en que durase demasiado.


—Ed, lleva un whisky a la habitación 10.


El aludido alzó la mirada, para encontrarse con el gesto serio de Madame Le Pine. La mujer estaba al otro lado de la barra, pero se había apoyado a esta para quedar muy cerca de él. No sabía cuánto tiempo llevaba distraído, pero al observar el lugar, se encontró con un número de unos 20 hombres gritando obscenidades y riendo mientras miraban embobados el baile de Miranda, una de las chicas más jóvenes allí.


Tony volvió su rostro hacia Madame Le Pine, pero la mujer ya se hallaba en la otra punta del salón, hablando con un hombre de unos 50 años que reía a gusto. Ella también sonreía, pero Tony era capaz de divisar algo escalofriante en ello.


Decidido a hacer lo que le ordenaba, tomó un vaso y sirvió whisky en él. El anhelo que le creció fue tan grande, que no pudo evitar voltearse y beberlo de un solo trago. Suspiró aliviado al sentir el líquido quemando su garganta al bajar y a punto estuvo de mandar todo al carajo, para servirse otro trago, cuando su mano tembló y el vaso cayó al piso haciéndose añicos.


De inmediato se dispuso a alzar los vidrios del suelo, tratando de hacerlo lo más rápido posible. Si se tardaba poco, no llamaría la atención de Madame Le Pine y podría tomarse otro trago, antes de llevar el de la habitación 10.


Se sintió ansioso, casi desesperado por finalizar. Su cuerpo parecía bullir de deseo. Por eso, sus movimientos fueron torpes y terminó por lastimarse la mano con uno de los vidrios.


Cuando vio su palma sangrando, le pareció que algo dentro de él se silenciaba. La ansiedad parecía haber disminuido y con ella, los temblores de sus miembros. Se sentía bien, extrañamente, se sentía un poco adormilado. Lejos de que le molestase el dolor, parecía, le había dado un poco de paz... Aquella, que hacía días no tenía.


Lo sabía, su cerebro estaba liberando endorfinas, para equilibrar un poco la sensación punzante, sin embargo, el efecto había ido un poco más allá de ello y había calmado por esos segundos, el síndrome de abstinencia. Incluso, se había olvidado de que hasta hacía solo unos segundos, deseaba con todas sus fuerzas un trago.


Tony esbozó una mueca, que se asemejó a una sonrisa y sin pensarlo dos veces, tomó el vidrio que todavía estaba incrustado en su mano y lo hundió un poco más.

Notas finales:

Muchas gracias por leer ♥

Hasta la próxima :D

Saludos n.n/


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