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Lüdí por Rael Amicsis

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11. El Retorno.

Ya estaba oscureciendo, cuando los monjes comenzaron a agruparse en el jardín principal, frente a la puerta del templo. Según el anciano eran 12 monjes que debían regresar de la aldea, y otros 8 que estaban en poder de la armada. 

WuFei se encontraba sentado en una banca en el jardín, mirando de frente a las puertas. Estaba muy serio y pensativo. La preocupación se le notaba en el rostro. Su presencia agresiva era poco tolerable, por lo que nadie se le acercaba. Incluso Quatre, quien permanecía observando desde las puertas de su habitación no se le acercaba. Le provocaba un profundo miedo estar cerca de él. Desde que le había mencionado al representante de la armada su actitud había cambiado drásticamente.  

Decidió tomar un baño antes de que los monjes llegaran. Seguramente llegarían exhaustos, y enfermos, por lo que debía prepararse para ayudar. Según lo que había leído en las bitácoras sobre Sandrock, ella solía comer grandes cantidades antes de cualquier misión, ya que según el anciano, cuando estaba en la inconsciencia, estaba paralizada y su cuerpo se consumía a sí mismo. Sin embargo, el hacía cosas estando inconsciente. Para todos ellos, él actuaba diferente a como habría hecho en vidas anteriores. Así que no estaban seguros de cómo proseguir. 

El agua estaba en su punto, había puesto unos aceites aromáticos con la esperanza de relajarse debido al aura agresiva que llenaba el templo. Había puesto una toalla de almohada y había logrado relajarse, cuando sintió que alguien lo observaba, y rápidamente se incorporó algo asustado, tomando una daga que había junto a él entre las botellas de aceites y jabones. 

WuFei estaba de pie observándolo, y de la nada su agresividad se esfumó. 

-¡Amo Quatre! Lo lamento… no fue mi intención… sólo quería… los monjes vienen en camino… 

Quatre bajó la daga y se sentó en la tina y dio un largo y sonoro suspiro. 

-… ¿qué fue eso? 

-Es… una de mis habilidades… lo siento, no quise asustarlo… -decía el guarda mientras se ponía de rodillas en el suelo. 

-Iré enseguida. 

-¿Sabe cómo usar una daga? 

-Si… tuve que aprender – dijo Quatre mientras salía de la tina y se vestía bajo la atenta mirada del guarda. Estaba algo avergonzado de que lo observara tanto estando desnudo – mm… esto es un poco incómodo… 

-¡Oh! Lo siento… yo… esperare afuera… 

WuFei estaba sonrojado, se puso de pie y al girarse, sintió que algo tiraba de una de sus mangas. El joven amo se puso de puntillas y le beso suavemente los labios. 

-Ya estás aquí. 

WuFei se sonrió y atrayéndolo con fuerza por la cintura, lo besó por unos minutos, mientras con la mano libre le acariciaba el rostro. 

-Amo… 

-Debemos irnos. 

Ambos salieron de la habitación, y rápidamente WuFei cambió el ambiente agresivo que reinaba en el templo. Sólo debía mantenerse alerta, y nada más. 

En cuanto las puertas se abrieron un grupo de monjes entró al templo, apenas. Otros monjes les ayudaban a entrar y una vez que las cerraron Quatre y WuFei se acercaron al grupo, quienes, al verlos, intentaron reverenciarlos. 

-Tranquilos – dijo Quatre – Quiero ayudarles. Haremos lo posible para que estén bien… 

-Amo Sandrock – dijo el anciano acercándose – faltan 3 monjes. 

-Anciano… ellos estaban demasiado débiles… estaban postrados en una choza, en la propiedad del regente…  

-Iré por ellos amo Quatre… - dijo WuFei adelantándose - será cosa de un par de horas. 

-Ten cuidado. 

Esas dos palabras resonaron en un permanente eco dentro de su cabeza. Nadie, absolutamente nadie, le había dicho que fuera cuidadoso hasta ese momento. Su corazón dio un vuelco, y un extraño calor llenó su pecho. Era extraño y tranquilizador. 

Hizo señas a un par de soldados del templo, le habló a otro y luego de despedirse de Quatre con un ademán, se marchó. Entonces el soldado con el que habló, se acercó al joven amo y se presentó hincándose ante él. 

-Amo Sandrock, mi nombre es Terion, estaré junto a usted hasta que el amo Chang regrese. 

Quatre asintió y comenzó a dar órdenes para que recostaran a los monjes y les atendieran en medio del jardín. Estaban exhaustos, y heridos, y lo mejor era atenderlos en el lugar. Les dieron de comer frutas, pero sólo les provocaban malestares ya que nada salía de sus cuerpos. 

-Anciano, qué sucede… 

-Estuvieron demasiado tiempo expuestos en los huertos, y seguramente no cuidaban de ellos, por lo que no tienen fuerzas… creo que no podrán recuperarse como pasó con los otros monjes… 

-Anciano… algo que leí en la biblioteca… creo que hay un objeto que puede servir, una púa. 

-Eso lo usó en casos extremos, y ella sabía manejarlo… no sabemos lo que le pueda pasar a usted. 

-Por favor, tráigalo. Yo estaré bien. 

El monje más joven sabía de qué se trataba, y se marchó a buscarlo. Pronto regresó y en su pequeña mano llevaba una especie de anillo con una larga y fina punta, en forma de uña. Quatre lo tomó y se lo puso en el pulgar. 

-Discúlpame por lo que haré – le dijo al monje mientras punzaba su muñeca y se la llevaba a los labios. 

Sin forzar la herida, comenzó a aspirar por la boca, y una sustancia negra comenzó a salir junto con gotas de sangre que rodaban por la muñeca del monje. Su sabor era horrible, le quemaba la lengua, le hizo botar un par de lágrimas, pero siguió hasta que ya no salió más. Según los escritos, debía hacerlo de una vez y así evitaría que la persona afectada se pusiera más débil. 

Para cuando WuFei regresó, veía cómo un grupo de monjes se llevaban a los recién llegados uno a uno a sus habitaciones, pero otro grupo más grande observaba lo que sucedía, formando un gran tumulto. Acercaron a los otros 3 monjes en improvisadas camillas que tomaron de la aldea, y se dio cuenta de que todos miraban a Quatre, quien tenía la mano de uno de los monjes que quedaba, pegada a sus labios. 

Dejó caer la mano del monje y se volteó, con el rostro manchado de sangre, la piel grisácea y la vista perdida, como en una especie de trance. Junto a él estaban, el anciano buscando en un par de libros a su alcance, y Terion sosteniendo una gran vasija. 

Un par de monjes se llevaron al que Quatre había atendido, y éste hacía señas para que le acercaran al siguiente. 

-¿Qué sucede? 

-¡¡ Amo Chang!! El amo Sandrock no ha parado de… 

En eso Quatre hace señas a Terion y éste le acercó la vasija, en donde vomitó una sustancia negra y espesa, casi seca. Luego volvió a hacer señas para que le acercaran al siguiente, mientras Terion le limpiaba la boca. 

-Estaré bien – logró decir Quatre con voz rasposa y muy débil – sólo debo terminar… 

Un par de soldados le acercaron a uno de los monjes recién llegados y lo pusieron frente a él. Estaba muy pálido y sus ropas estaban muy harapientas. Se notaba que no había comido en días y sus manos estaban destrozadas por el trabajo de campo. WuFei se acercó a Quatre y se puso detrás de él para colocar sus manos sobre sus hombros pero el joven le hizo señas para que no lo hiciera. 

-Amo Quatre… 

-Si lo haces ahora – susurró – me desmayaré… sólo espera un poco. 

El guarda se puso de rodillas detrás de él, con puños apretados, intentando soportar ver al amo, agotarse con cada monje al que ayudaba. Ya con el último, Quatre cayó exhausto y Terion le ayudó a acercarse a la vasija para expulsar lo último que quedaba concentrado en su estómago.  

WuFei lo alzó en brazos y lo llevó a la enfermería del templo, donde estaban los 3 últimos monjes siendo cuidados, ya que eran los que estaban en estado más crítico. 

-Amo Chang, ¿qué haremos?, el amo está demasiado débil, y mañana por la mañana llegará la armada… 

-Necesito que me traigan las agujas de krionita y los hilos de seda. También frutos negros para el amo. Mientras, alimenten a los recién llegados, y no olviden incinerar la vasija.  

El monje salió de la habitación y otros dos se acercaron para ayudar a WuFei a mover las camas, y ponerlas una junto a la otra para que así estuvieran de frente a él. Ordenó que a todos se les descubriera la parte superior de sus cuerpos, y fueran aseados, ya que necesitaba que sus pieles no tuvieran nada que pudiera entorpecer su actuar. 

Prepararon un enorme cojín en medio de la habitación y encendieron velas nuevas, para que no se oscureciera en ningún momento. Pronto regresó el monje con una larga caja envuelta en telas y un pequeño saco de cuero y las puso junto a un gran cuenco con agua frente al cojín, donde WuFei se sentó, y dejando su espada a un lado, subió las mangas de su ropa, y lavó sus manos, para luego remover las telas y descubrir una hermosa caja de madera muy lisa y brillante. En su interior había una fila de agujas transparentes, largas y de puntas muy finas, a las que le ató a cada una un fino hilo de seda, sacado del pequeño saco de cuero. Una vez que terminó, se acercó a los convalecientes y a cada uno les clavó agujas en las muñecas, sobre el corazón, en la yugular y en la frente en medio de los ojos. 

Tomó cada hilo, y sin tirar, suavemente, los mantuvo entre sus manos, mientras se sentaba de regreso en el cojín, y se dispuso a meditar con los hilos entre los dedos. 

-Amo Chang, ¿está seguro? Son cuatro personas… y el amo Sandrock necesitará más atención… 

-Por eso usaré las agujas. Preparen comida para cuando despierten. Me tomará unas horas. 

Mientras WuFei meditaba con los hilos entre los dedos, los monjes llevaban cuencos con diferentes preparaciones, ropas limpias, y frutos negros para Quatre. Algunas velas se consumieron completamente, y en medio de la penumbra, se podía ver perfectamente como los hilos parecían tener luz propia, al igual que las finas agujas. 

Los monjes, uno a uno, despertaron y fueron advertidos de que se quedaran quietos hasta que Quatre despertara, ya que podrían interrumpir el flujo de energía. 

Para cuando la última vela se apagó, Quatre despertó.  

WuFei soltó los hilos, que al tocar el suelo se desintegraron y apoyó las manos en el suelo, para poder estirar la espalda. Estaba agotado. Un par de monjes se lavaron las manos en el mismo cuenco que él, y comenzaron a sacar las agujas de cada uno, y luego de limpiarlas cuidadosamente con un paño húmedo, las guardaron en la caja. 

Uno de ellos se llevó de regreso la caja y el pequeño saco de cuero, mientras los otros atendían a Quatre y a los monjes. 

-Amo Chang… pronto va a amanecer… debería descansar un poco. 

-Sí. Iré a mi habitación… déjenlos dormir un poco más. Por favor despiértenme en una hora. 

Al llegar a su habitación, WuFei se tendió sobre la cama, y sintió como le dolía cada músculo de sus piernas, por estar tanto tiempo flectadas. Necesitaba dormir, sólo eso. 

Quatre había sido instruido de no moverse mientras le sacaban las agujas. Escuchó a WuFei dar unas órdenes para luego irse a descansar. Su garganta le dolía al hablar, por lo que prefirió no hacerlo hasta sentirse seguro de que le iban a escuchar. Comió frutos negros hasta que el sabor ya no lo soportó, y comió todo lo demás que le ofrecieron. Pronto lo tendría que volver a repetir, con esperanza de que regresaran todos los monjes. 

Se levantó y comprobó el estado de los recién llegados. No entendía lo que WuFei había hecho, pero se sentía mucho mejor que antes, y los monjes estaban en mejor estado del que habían llegado. 

En cuanto amaneció un monje fue a despertar a WuFei, mientras Quatre se dirigía al jardín principal para esperar a los que debían llegar. 

-Amo Quatre, se le ve de mejor color. – notó el guarda al acercarse al joven. 

-Gracias a ti… no se qué hiciste, pero me siento mucho mejor. 

-Pronto ya no necesitará de mi ayuda, amo Quatre. 

-Siempre lo haré – dijo el joven sin pensarlo, y se sonrojó notoriamente - … yo… lo siento… 

-No se disculpe, amo… me alegra escuchar eso. 

Ambos se sonreían mientras abrían las puertas del templo para dejar entrar a los monjes, guiados por el representante de la armada, Trowa. 

-No puede ingresar al templo, señor Barton, la entrada está prohibida – señaló WuFei mientras un par de soldados del templo le cerraban el paso. 

-Ya entré una vez, además me gustaría hablar con el amo Sandrock, tener una conversación con él. 

-Sólo los monjes pasarán – insistió él, colocando su mano en el mango de su espada. 

-Está bien, supongo que esperaré a que visite la aldea. 

Y haciendo una caravana, dio media vuelta y se marchó, dejando a los monjes ingresar al templo. 

Todos ellos, se encontraban en mucho mejor estado que los otros, ya que según el anciano, habían sido capturados un poco antes de que él fuera llevado al templo, por lo que sólo requirieron de alimento y descanso. 

Durante aquel día Quatre se presentó ante los monjes recién llegados, y WuFei coordinó la salida a la aldea, que sería al día siguiente. Todo debía salir bien, ya que el exceso de interés de Trowa en Quatre, lo tenía muy inquieto. Una vez finalizó, se marchó a su habitación a descansar. Debía recuperar fuerzas, luego de haber transmitido tanta energía a cuatro personas a la vez. Se sentía algo mareado y somnoliento, pero era nada comparado a como se sentía al ver a Quatre en un estado de agotamiento tan extremo. 

Intentó dormir un poco, pero fue hasta que vio a Quatre entrar a su habitación, que logró sentir cierto alivio. 

-WuFei, ¿puedo entrar? 

-Sí,… disculpe amo Quatre, necesitaba recuperarme un poco antes de nuestra salida. 

-Por eso traje algo que quizás te pueda ayudar – el joven se sentó en la orilla de la cama, y untó sus manos con algo parecido al aceite, para luego frotárselo al guarda en las sienes y parte del cuello – es algo que mi madre solía hacerme, cuando tenía pesadillas y jaquecas. Ayudaba a relajarme y a dormir. 

WuFei podía sentir el aroma fuerte y fresco del aceite. Parecía ser hierbabuena. 

Sentía los dedos del amo recorrer suavemente sus sienes, y su cuello, provocándole un profundo relajo, y al abrir los ojos, el amo ya no estaba. El aceite estaba sobre su mesita de noche, y la habitación estaba a oscuras. Podía ver la luna por la ventana, y una manta que no era la suya a los pies de su cama. 

Se levantó al oír el sonido del kenghlin, que resonaba muy suave en el eco de los pasillos. Era una melodía nostálgica, muy cargada de emociones. Salió de su habitación y vio a Quatre tocar el instrumento en medio del jardín. Llevaba puesta su ropa de dormir. 

No pudo evitar acercarse sigilosamente y abrazarlo por la espalda, haciendo que soltara el instrumento, y se volteara para sonreírle con lágrimas en los ojos. 

-Amo… ¿está bien? 

-Lo siento… tuve una pesadilla – dijo Quatre mientras se secaba el rostro con la manga – no podía dormir, y a veces esto me ayuda. 

WuFei lo abrazó con fuerza contra su pecho, mientras lo besaba en la cabeza. 

-Amo Quatre… sabe que estoy aquí… y que todo está bien. Todo estará bien en nuestra expedición. 

-Leí muchos de los libros que tienen en su biblioteca… trataron de llevarse a Sandrock tantas veces que perdí la cuenta. Y su guardián arriesgó tantas veces su vida, que me hace pensar lo peor… no soportaría ver o saber que algo así… no soportaría vivir sin ti… es tan abrumador, que me cuesta respirar de solo pensarlo… 

-Amo Quatre, haré lo que me pida. – WuFei enmarcó el rostro de Quatre entre sus manos y lo observó detenidamente – hoy me dijo “ten cuidado” y en mi vida, nadie me lo ha dicho, porque nos enseñaron que nuestras vidas no son importantes. Usted me dijo “ten cuidado” y eso hice. Porque ahora sé que soy importante, aunque sea sólo para usted. Y yo tampoco soportaría que mi ausencia le hiciera daño. Tendré siempre cuidado. Cuidaré de mí, y de usted, porque aunque yo no recuerde, sé que lo que sentimos es mucho más intenso y antiguo que nosotros mismos. 

Quatre dejó caer suavemente el kenghlin y el arco, y se abrazó con fuerza al guarda.  

 


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