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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Todo dolor debe ser aliviado, ya sea esperar con el tiempo o tomar un analgesico. Pero, hay dolores que no son tan fáciles de curar y requieren de un tratamiento más intensivo. Y eso mismo hizo él para ayudar a su amigo, le brindó el apoyo y le dio un tratamiento especial para ayudarlo a mejorar olvidándose de sí mismo y todo para salvar a su mejor amigo.

 

Hay dolores que las medicinas no pueden aliviar, dolores que calan en lo más profundo del alma, dolores que lastiman sin piedad. Él tenía ese horrible dolor taladrando su ser, incluso el respirar se le hacía doloroso. Pero, ante cualquier dolor siempre es mejor tomar un analgésico u otra medicina pero... ¿Qué es capaz de curar un corazón roto?.


Siempre pensó que el amor era algo maravilloso, el sentimiento más fuerte que podía existir pero... Estaba equivocado. El único sentimiento más fuerte que nada, era el dolor.


Pero, para entender mejor, hay que ir a ese día en donde comenzó todo.


Un día normal transcurría en la universidad de Tokio, todos los alumnos empezaban a entrar a su respectiva clase, entre ellos un joven de ojos ámbar con un largo cabello negro atado en su regular coleta alta. Él al igual que su novia estudiaban administración y compartían las primeras clases, al entrar al aula y no ver a su amada por ningún lado le preocupó, ella no era de faltar a sus clases y no le había llamado para avisarle.


Todo el día se la había pasado pensando en ella y el porqué de su ausencia, eso había llamado la atención de su amigo de la clase superior. Al otro joven se le hacía raro el comportamiento algo distraído de su mejor amigo.


―Inuyasha, ¿te encuentras bien?. ―Preguntó pero el más joven no contestó, se hallaba demasiado distraído esperando una llamada que parecía nunca llegar. Decidió golpearlo levemente, eso lo hizo reaccionar de golpe.


―¿¡Que te pasa!?.


―Eso mismo quiero saber, ¿Qué demonios te pasa para que me ignores?. ―Su voz molesta hizo sentir mal al pelinegro.


―Lo lamento, Sesshomaru. Es que Kagome no vino hoy y no me ha llamado para explicar porque faltó, estoy preocupado. Eso es todo. ―Explicó. ―Temo que algo le haya pasado porque no contesta mis llamadas.


―Tal vez enfermó, esa debe ser la razón por la cual no asistió. Deberías ir a verla después de clases, te acompañaré si así lo deseas.


―Gracias, eres un gran amigo.


El pelinegro no notó la mueca de frustración que puso el contrario, no notó la punzada al pecho que sintió ante eso. El mayor lo amaba en secreto, era el típico joven que se había enamorado de su mejor amigo aunque era más difícil por el simple hecho de que el más joven no sabía sobre su homosexualidad y mucho menos que estaba perdidamente enamorado de su sonrisa aun si fuese para alguien más.


Al terminar las clases, ambos salieron hasta el centro comercial para comprar algunas cosas para preparar algo de comer en casa de la novia del joven. Compraron lo necesario y después de pagar el monto, pidieron un taxi para que los llevará a casa de la chica. Al llegar y después de pagar el viaje, se acercaron a la casa. Tocaron pero nadie abrió.


―¿Y si le pasó algo? ¿Qué tal que es grave?. ―El pelinegro empezaba a alterarse producto de la preocupación.


―Vamos, Inuyasha. No te pongas histérico, seguramente ella está bien. ¿Tienes la llave? Tal vez está durmiendo. ―Lo vio sacar la llave de una maceta junto a la puerta, abrió y ambos entraron. ―Seguramente ella está...


Ambos se callaron de golpe al ver el interior, la misma chica que buscaban estaba en el sofá de la sala, estaba desnuda bajo un hombre. Inuyasha dejo caer lo que traía en las manos ante la impresión, no creía en lo que veía. El ruido alertó al par de amantes, la chica se alteró al verlo.


―¡Inuyasha, no es lo que parece!.


Pero él no emitió ni un sonido, dio media vuelta y se marchó sin mirar atrás. Sesshomaru lo miró en silencio, le dolía verlo así. Volteó a ver a la causante de todo, ambos amantes se vestían con rapidez.


―Maldita ramera, si te veo de nuevo no dudare en golpearte. No vuelvas a acercarte a Inuyasha de nuevo o atente a las consecuencias. ―Ambos temblaron ante la gélida amenaza, ella lo conocía bien y sabía que esa advertencia era completamente real.


Sin más, salió de esa casa y buscó a su amigo con la mirada, lo vio doblar la esquina. Corrió para alcanzarlo y lo logró pero al llegar vio que su rostro no demostraba ni una emoción, un rostro muerto como el corazón de ese chico. Él caminaba por inercia, ni siquiera sabía a donde dirigirse, el dolor lo estaba dominando.


Lo guió a su departamento, no lo dejaría solo después de eso. Ambos caminaron en silencio, el lugar estaba algo apartado y la personas solo se dedicaban a ver al pelinegro de la mirada perdida.


Al llegar al departamento del peliplata, Inuyasha se dejó caer en un sofá cercano. Su antebrazo cubrió sus ojos y Sesshomaru pudo ver como finas lágrimas empezaban a mojar sus mejillas, lo dejó a solas, lo necesitaba. Estaría al pendiente, no quería que nada malo pasará.


Desde ese día Inuyasha residía con él, así era mejor. Podría supervisarlo y ayudarlo con un buen tratamiento para el dolor.


Y eso nos lleva al principio, ese punzante dolor ya llevaba un mes causando molestias. En ese tiempo recibió pequeñas dosis de medicina por parte de su mejor amigo que casualmente estudiaba medicina. Una cucharada de comprensión cada minuto, una inyección de compañía de manera continua, una dosis de amistad cada cinco minutos y secretamente, una tableta de amor cada segundo. Poco a poco la medicina surtía su efecto pero no era capaz de curar el dolor del corazón y ese era el que más causaba daños que hacían de las otras medicinas, un desperdicio.


El tratamiento había iniciado, después de las medicinas llegaba la rutina para mejorar rápidamente. Un hombro en el cual llorar por las noches, un abrazo cada media hora y una porción de palabras de aliento cada que fuera necesario. Al no surtir efecto la medicina, dobló sus dosis. Con la dosis reforzada el dolor parecía ceder, el estudiante de médico estaba logrando curar a su primer paciente.


Después de pasar por el tratamiento, el paciente después de dos meses podía volver a su rutina diaria pero, no podía dejar su medicina de lado o empeoraría. Por esa razón Sesshomaru siempre estaba a su lado, no sabía si su paciente podía llegar a recaer. De manera lenta el tratamiento parecía sanar el corazón de Inuyasha, poco a poco la herida de su corazón se iba cerrando y eso llenaba de dicha al estudiante de médico, no le gustaba ver a su amigo pasando noches en vela por una mujer que no valía la pena.


El permiso que habían solicitado en la universidad había expirado, significaba que debían volver. Inuyasha estaba algo ansioso, no quería verla. Pero con la ayuda de su mejor amigo, enfrentaría sus problemas y los superaría.


El día empezó como cualquier otro, Inuyasha sentía los nervios en su máximo esplendor y estos aumentaron al ver a la causante de su dolor, esa dulce droga que lo estaba consumiendo lenta y tortuosamente. Esos ojos chocolate que alguna vez lo miraban con amor estaban mirándolo fijamente, ella lo miraba con arrepentimiento. Mentiría si dijera que su corazón no latió con intensidad al verla, su corazón a pesar de estar desfalleciente aun latía por ella.


Era el descanso, ambos jóvenes se dirigieron al patio trasero para hablar sin interrupciones.


Sesshomaru se encontraba buscando a Inuyasha por los pasillos, había ido a su aula y no lo había encontrado, temió que hubiera recaído por esa droga hecha mujer. No le tomó mucho tiempo encontrarlo y al notar que estaba acompañado por ella, sintió que todo había terminado. Su corazón dolió ante esa escena, ambos hablaban y él solo estorbaba, decidió marcharse y dejar que su amigo fuera feliz.


Había estado tan concentrado en su amigo que había olvidado la regla básica en el mundo de la medicina, si el médico no tomaba las medidas preventivas, acabaría por contagiarse inevitablemente. Había estado tan empecinado en curar el corazón de Inuyasha que había olvidado el propio. Olvidó colocarle el equipamiento necesario, olvidó colocarle la muralla de lágrimas de frustración que alguna vez derramó al darse cuenta que era diferente, esas lágrimas que brotaron sin permiso al darse cuenta que amaba con todo su ser a ese joven. Había olvidado reforzar su sistema con un gran ''no caigas de nuevo'', había olvidado que jamás pasaría de ser un simple ''amigo''.


Pero, al menos Inuyasha sería feliz y si volvía a recaer, él estaría ahí pues era su trabajo. Un médico se encarga de la salud de sus pacientes, un amigo se encarga de ayudar a cualquier amigo que lo necesite, un amigo médico se encarga de dar el tratamiento preciso y la ayuda que alguien común no puede dar.


Sin importarle nada más, se marchó a su departamento. Necesitaba administrarse a sí mismo los cuidados necesarios, nadie estaba para él. Nadie estaría para suministrarle la mejor medicina, nadie le haría lo que él hizo con Inuyasha.


Al llegar, se dirigió a su habitación y se recostó, a veces dormir para desconectarse de la realidad era mejor que nada.


No supo cuanto tiempo pasó, la oscuridad reinaba en su habitación. Iba a volver a cerrar los ojos pero, sintió algo en su cama. Al sentarse notó que Inuyasha dormía a su lado, no entendía la razón de ese comportamiento. Estaba seguro que pasaría la noche en su casa o con su novia, no ahí con él.


―¿Que estás haciendo aquí?. ―Murmuró.


Empezó a moverlo para que despertará, quería saber el porqué de sus acciones pero era difícil, sabía que ese pelinegro era perezoso.


―¡Despierta!. ―El gritó hizo que su alterado amigo terminará en el suelo gracias a que se enredó con las sábanas.


―¿¡Que te pasa!?.


―Eso mismo quiero saber, ¿Qué demonios haces en mi cama?.


El menor se levantó del suelo y se sentó en la cama, hablaría con él y sobre lo que había descubierto con aquella mujer.


―Hablé con Kagome. ―Se mantuvo atento ante las expresiones del platinado, notó el semblante triste. ―Le deje bien claro que no voy a volver con ella, no después de lo que hizo.


―¿Que dijo ella?.


―Me insultó y enfureció. Dijo que la deje por ti y también me dijo que tú... ―Gracias a la luz de la luna que entraba por la ventana pudo notar un ligero rubor en las mejillas del pelinegro. ―Dijo que todos veían lo que yo no, todos notaban que tú no quieres ser mi amigo, sino algo más.


Su corazón comenzó a latir con fuerza, no quería que esas simples palabras arruinarán su amistad de años. No soportaría tener que alejarse por culpa de su corazón, no había pedido enamorarse, no había pedido ser diferente pero eso pasó sin que se diera cuenta, un día simplemente se dio cuenta de lo obvio.


―¿Y si así fuera, qué? ¿Me harás a un lado por eso, cierto?. ―Trató de calmarse. ―No es necesario que me tengas lástima, puedo vivir con... ―Un besó lo silenció, Inuyasha se aferraba a su pecho sin romper ese beso.


Siempre había anhelado un contacto así con él, correspondió ese gesto sin saber porque lo hacía. No entendía porque Inuyasha amando a alguien más lo besaba a él, tal vez jugaba con su corazón pero eso ya no le importaba pues su corazón había tenido siempre una fisura que lo lastimaba continuamente, una herida más no era la gran cosa.


Al separarse y tratando de regular su respiración, miró de manera interrogante a Inuyasha.


―¿Porque?.


―Mi mente me dice que vuelva con Kagome, que olvide lo que hizo y volvamos a lo de siempre. Pero, mi corazón me dice que ya no quiere volver a sufrir, quiere que permanezca en el único lugar que soy feliz y ese es a tu lado. ―Alzó la mirada. ―Aun siento algo por Kagome pero, algo empezó a crecer aquí dentro. ―Puso la mano en su pecho. ―Algo aquí me dice que si me alejo de ti sufriré el doble de lo que sufrí con ella y no quiero eso.


―No te entiendo.


―Yo tampoco me entiendo, lo único que sé es que no quiero alejarme de ti. Sé que es raro, sé que es ilógico pero quiero que tomes mi mano y no la sueltes, quiero que me ayudes a dejar atrás el pasado y que seas mi futuro.


―Lo siento, pero mi corazón no soportará otra herida. No quiero ser el remplazo, no quiero sustituir un amor.


―No serás el remplazo y tampoco serás quien sustituya mi pasado amor. Tú serás la medicina. Cúrame, Sesshomaru. Ayúdame a dejar de lado ese incesante dolor y remplázalo con amor. Por favor, solo eso te pido.


Sesshomaru miró los ojos del más chico, estaban cristalizados y sabía que hablaba con sinceridad. Su mente le decía que se negará, que estar con su amigo le traería dolor pues aun quería a aquella chica pero, su corazón solo tuvo una cosa que decir y era: Inténtalo. Si se negaba, dolería. Si aceptaba, dolería. Con cualquier opción sufriría pero, un médico siempre toma riesgos por sus pacientes para encontrar la cura de sus males e Inuyasha quería alejar ese dolor del corazón y siendo él la cura, era algo complicado.


Si ambos lo intentaban y fallaban con la cura, terminarían heridos y posiblemente, de gravedad. Si ambos se equivocaban no solo destruirían su amistad, destruirían sus corazones. Pero, en la vida hay que tomar algunos riesgos. Si te lastimas, tomas el tiempo para curarte y vuelves a andar. Para ser feliz hay que sufrir primero, para dejar de sufrir hay que ser feliz y ambos tomarían el riesgo, ambos buscarían la cura entre ellos.


―Intentémoslo, intentemos curarnos juntos y que el tiempo decida que será de nosotros.


―De acuerdo. Gracias por entenderme, Sesshomaru.


Ese pequeño pacto fue sellado con un abrazo, con el tiempo todo tomaría su forma. Se definiría si Inuyasha sería capaz de dejar atrás aquel dolor para sustituirlo por amor. Sesshomaru intentaría curar a Inuyasha, intentaría curar su corazón y llenarlo de nuevas emociones, nuevos sentimientos y ambos se esforzarían por envolverse por los agridulces brazos del amor. Sabían que sería difícil, sabían que dolería pero aun así no se rendirían ante ningún tropiezo.


Todo médico se esfuerza en encontrar la dosis ideal de medicina para sus pacientes, ni mucha ni poca sino, la correcta. Sesshomaru lo sabía bien, sabía que dosis administrarle a Inuyasha y le recetaría un frasco de tiempo, una caja de perseverancia, una inyección de amor y mucho, pero mucho esfuerzo. A veces el amor podía curarlo todo, a veces podía enfermar un corazón pero con los cuidados necesarios podía ser algo bueno. Algunas veces en vez de lastimar podía curar y eso tratarían de hacerlo juntos, ambos podían llegar a superar ese dolor del corazón y todo gracias al amor que podía llegar a ser...


La mejor medicina.


Fin.


 


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