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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Él desde pequeño le ha temido a la oscuridad sin saber la razón, algo en ella le aterra y no sabe lo que es. A pesar de ya tener dieciséis años sigue temiendo a eso que se considera demasiado infantil, a pesar de tener vergüenza prefiere aguantarla que estar a solas en la oscuridad.


Inuyasha Taisho a pesar de su edad, aun duerme con una lámpara encendida en su habitación. Eso causa gracia en su padrastro y a su madre, pero ellos no entienden su temor, ellos no saben qué es lo que hay en la oscuridad y por lo visto, no planean entenderlo.


Una noche común, una noche en la que la lámpara de su habitación estará encendida sin importar las burlas de sus mayores, sin importar los comentarios de mal gusto de su padrastro.


―Mocoso cobarde, ¿no eres lo suficientemente grandecito como para seguir durmiendo con la luz encendida?. ―Se burló Takemaru una vez más, él roló los ojos ignorándolo como cada día. ―No me ignores, Inuyasha.


―No me apetece pelear contigo, Takemaru. Lleva tu pesada existencia lejos de mi habitación o atente a las consecuencias. ―Amenazó.


―Me vas a cansar, Inuyasha. Ya verás que nadie se mete conmigo. ―Lo tomó con brusquedad del cuello de su camiseta, Inuyasha mantuvo la misma expresión impasible que le mostraba siempre y que llegaba a exasperarlo demasiado. ―Ya lo verás. ―Lo soltó con brusquedad y se marchó.


Inuyasha entró a su habitación y encendió las luces, estudiaría pero cuidaría de que cada rincón de su habitación estuviera iluminado, no podía arriesgarse. Al mirar su mesita pudo ver su fiel lámpara, la encendió por si acaso.


Pasadas unas horas, sintió el sueño golpearlo con fuerza. Se levantó, guardó sus cosas y se colocó su ropa de dormir. Dejó su lámpara de noche encendida y apagó la luz de su habitación. Se ocultó bajo las sábanas de su cama y procedió a dormir. Cuando ya lo había logrado, su puerta se abrió lentamente. Una sombra entró y quitó el foco de su habitación, antes de salir se llevó consigo la lámpara que reposaba en la mesa junto a la cama. Salió cerrando con llave la habitación. Todo se encontraba en penumbra gracias a que entraba un poco de la luz de la luna por la ventana.


Inuyasha se removió bajo las sábanas, al abrir sus ojos notó la oscuridad de su habitación. Su corazón empezó a latir con rapidez, su cuerpo empezó a temblar. Trató de encender su lámpara pero notó que ya no estaba en su lugar, trató de encender la luz pero no había un foco en su habitación. Se levantó de la cama y empezó a golpear con fuerza su puerta, estaba aterrado.


―¡Takemaru! ¡Abre la maldita puerta!. ―Empezó a gritar. Sabía que su madre no estaba, era enfermera en un hospital local y estaba trabajando doble turno, ella no le ayudaría. ―¡Takemaru!.


Pero el hombre no obedeció, reía en su habitación al escuchar a aquel niño gritar con angustia. Odiaba al adolescente y al sentirse humillado muchas veces, había decidido usar su debilidad para darle una lección. Escuchar esa voz al borde del llanto era divertido para él.


Inuyasha en cambio estaba al borde un ataque de pánico, no dejaba de golpear la puerta suplicando para que aquel cruel hombre le abriera. Se dejó caer al suelo de rodillas, siguió golpeando la puerta con lágrimas en los ojos. La oscuridad lo rodeaba y no quería eso, tenía miedo. Se sentía pequeño en toda esa oscuridad, temía a lo que estaba en ella. Y por eso trató de derribar la puerta pero sus fuerzas no eran suficientes para ello, por más que golpeará, por más que suplicará, por más que llorará esa puerta seguía cerrada, esa oscuridad estaba consumiéndolo.


―Abre, por favor. ―Habló bajo, las palabras se atoraban en su garganta por el nudo formado en ella, sus ojos ya mostraban un largo camino de lágrimas y su cuerpo tembloroso indicaba todo su temor, pero no había nadie que le ayudará a librarse de la oscuridad.


Entonces sintió el miedo en todo su esplendor, estuvo ante lo que le había causado miedo durante todos esos años. Con sus manos empezó a golpear la puerta con más ímpetu, empezó a rasgar la puerta con sus uñas sin importar lastimarse y sin importar la sangre que empezaba a brotar, quería salir inmediatamente de ese lugar.


―¡Abre, Takemaru! ¡Abre la puerta!. ―Sus gritos desesperados hacían eco en el lugar, el hombre no estaba en casa.


Su padrastro se había hartado de sus gritos y súplicas que había decidido irse por ahí para alejarse del escándalo que provocaba. Estaba completamente solo, o al menos eso creerían los demás.


La puerta estaba llena de rasguños, en las marcas de la madera se podía apreciar la sangre y uñas de un adolescente que no había dejado de suplicar por ayuda, un adolescente que temía a la oscuridad y a lo que se ocultaba en ella. Se hizo ovillo en el suelo sin poder detener el fluir de sus lágrimas.


Su largo cabello azabache cubría su rostro enrojecido y con los rastros de sus lágrimas y dolor, cubría su rostro presa del miedo. Sus sollozos era lo único que se escuchaba en esa habitación oscura. 


El ambiente se volvió extremadamente frío, un frío que calaba hasta los huesos. Ante él se presentó el causante de su miedo a la oscuridad, el responsable de su miedo había aparecido al fin y eso provocó que se levantará del suelo sin importarle el dolor de sus manos.


―¿Quien eres? ¿Por qué me has estado observando desde la oscuridad durante todos estos años?. ―Se armó de valor y lo encaró.


Ante él estaba un hombre de largos cabellos plata y unos apagados ojos ámbar, su ropa sencilla pero de un pulcro color blanco resplandecía como su piel translúcida. El recién llegado no mencionó ni una sola palabra, tampoco mostró indicios de cambiar su impasible mirar. Ese extraño le tendió la mano para que la tomará. Lo miró con desconfianza, decidió declinar de su extraña petición silenciosa.


―¿Acaso no hablas?. ―Silencio total. ―¿Que te hizo observarme en la oscuridad? ¿Qué es lo que quieres?.


Siguió con sus preguntas pero no le contestó, limpió su rostro que aún mostraba signos de haber llorado, al mirar sus manos notó lo mal que estaban. Ese ser que seguía causándole miedo seguía ahí con la mano extendida.


―Si no me dices tus intenciones conmigo, no voy a hacerte caso. ―Advirtió.


El hombre de blancos ropajes apuntó hacia su clóset, se acercó con desconfianza y lo abrió, buscó dentro hasta que en el fondo encontró una vieja caja de cartón con el típico letrero de ''Frágil'' y de ''No abrir''. Ignoró la advertencia y la abrió, había muchas cosas dentro pero las ignoró todas. Al ver mejor notó una fotografía enmarcada.


En ella estaba su difunto padre, junto a él un adolescente idéntico al hombre que estaba frente a él. No entendía nada, su padre había muerto hacía unos años atrás y no sabía quién era aquel adolescente en la fotografía, tampoco entendía el interés en ese ser que lo había estado vigilando desde que era un niño, ¿Qué relación podían tener el adolescente de la fotografía con ese hombre extraño que estaba con él?.


Al encararlo nuevamente encontró al adolescente de la fotografía, ya no era el hombre que había visto antes. Lo vio extender su mano nuevamente y esta vez, la tomó. Su cuerpo tomó la forma de un niño de cinco años y ese extraño ser sonrió con calidez. Sin saber porque, sonrió por igual. Ya no le temía y se sentía en paz con ese joven. Sintió como lo abrazaba con necesidad y se dejó hacer, ese extraño joven le transmitía un sentimiento agradable.


...


...


En una habitación, estaba tendido en el suelo el cuerpo de un adolescente sin vida. La puerta se abrió lentamente dejando ver a una mujer con una apariencia similar al joven, ella entraba sin percatarse del cruel escenario. Al entrar completamente gritó con horror al ver el estado del joven en el suelo, sus manos sangrantes y el suelo cubierto de ese líquido carmesí. Vio su rostro con los ojos inflamados como si hubiera llorado por horas y sangre salir de las comisuras de sus labios debido a un desgarre en su garganta gracias a que había gritado con intensidad mientras estuvo vivo. Al girar miró con horror la puerta llena de rasguños y sangre por estar en su lucha por huir del lugar.


La policía no había tardado en hacer su aparición al recibir la llamada de la mujer desconsolada. No había rastro que indicará su extraña muerte, el principal sospechoso había sido el padrastro del joven pero fue dado de inocente ya que había pruebas que apuntaban que él no estaba en la casa a la hora del deceso y el adolescente no presentaba heridas provocadas por terceros.


Lo único extraño que encontraron en la habitación del difunto Inuyasha Taisho había sido una fotografía, una fotografía que mostraba a un hombre, un adolescente y a un niño pelinegro de cinco años en los brazos del adolescente ya mencionado. La madre no entendía esa foto, se suponía que estaba oculta y su difunto hijo no aparecía en ella en un principio.


Revisó la caja en donde esa fotografía estaba, Inuyasha había ignorado el contenido. No vio el recorte de un periódico que anunciaba la muerte de Sesshomaru Taisho a sus quince años a manos de un hombre que trató de secuestrar a su hermanito de cinco años. El adolescente había sido brutalmente asesinado al impedir que aquel hombre se acercará a su hermano y todo porque ambos estaban solos en casa cuando ese hombre atacó. Por el trauma Inuyasha había olvidado a su hermano mayor y su madre había preferido dejarlo así para evitarle todo el sufrimiento.


Nadie supo que el alma atormentada del adolescente se había quedado con su hermano, nadie entendía que el miedo de Inuyasha se debía a esos profundos ojos ámbar que lo seguían a dondequiera que fuera. Nadie era capaz de ver a un adolescente cargar a un niño en sus brazos mientras miraban cómo colocaban el cuerpo sin vida del que alguna vez fue Inuyasha Taisho en una bolsa negra para cadáveres. Nadie vio esa aparición, nadie vio a ambos hermanos caminar hacia una brillante luz donde un hombre les tendía la mano con una sonrisa, nadie vio como Inu no Taisho junto a sus hijos se dirigían hacia su descanso eterno.


El veredicto final acerca del deceso de Inuyasha Taisho fue: Pavor Nocturnus o mejor conocido como Temor Nocturno. Dicha causa de muerte se trata de un trastorno de sueño que se caracteriza por producir un terror extremo, la persona grita de forma súbita, llega a presentar sudoración extrema, taquicardia e hiperventilación y en casos aislados, la muerte.


...


...


Todos tenemos algún miedo, un miedo que se oculta en lo más profundo de nuestro interior y que, al ser libre puede llegar a ser un problema. Todos tienen un miedo, el más común es el miedo a la oscuridad. Pero, ¿Qué tal si el miedo no es la oscuridad en sí? ¿Qué tal si el miedo irracional a la oscuridad en realidad es a lo que se oculta en ella? Y yo te pregunto... ¿le temes a la oscuridad después ver lo que se oculta en ella? Pues Inuyasha dejó de hacerlo, esa oscuridad fue alejada por su hermano que pacientemente le esperó hasta que al fin pudo llevárselo con él. 


Ahora ambos hermanos que habían sido separados injustamente lograron estar juntos de nuevo, Sesshomaru había protegido a su hermanito desde la oscuridad, él siempre estuvo ahí aunque su cuerpo mortal no se lo permitió, él estuvo junto a su hermano aun si este lo había olvidado. 


A veces la oscuridad no es tan aterradora como aparenta, a veces solo debes ver el interior y enfrentar tus temores. Inuyasha no recordaba a su hermano, su hermano regresó por él y ambos se fueron de la mano con su padre para estar juntos como siempre debió haber sido. Inuyasha recuperó a su hermano y gracias a él dejó de temer a la...


Oscuridad.


Fin.


 


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