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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Este One Shot está basado en el San Valentín de Japón y en el Día Blanco, además de algunas experiencias personales. Como muchos sabrán, en Japón solo las chicas regalan dulces el 14 de Febrero y los chicos el 14 de Marzo, por esa razón mostré ambas fechas.

 

PD: Lamento haber tardado tanto, olvidé subirlo en esta plataforma el mero día. El 15 fue mi cumpleaños y no tuve tiempo de usar el pc, los demás días me la pasé escribiendo y cuando lo hago pierdo la moción del tiempo.

La historia comienza el día antes de San Valentín, inicia en una modesta casa familiar. En la cocina de la acogedora casa, una adolescente se embarca en la tarea de preparar el mejor chocolate para su amor imposible. Es observada por su hermano adoptivo, que claramente no pierde detalle de cada movimiento que realiza. Se encuentra memorizando cada acción, ingrediente y tiempo que la jovencita usa.


—Oye, Kagome... ¿No es más fácil comprar chocolates en la tienda de la anciana Kaede?. —Pregunta desde la barra en donde descansa.


—Por supuesto que lo es, tonto. —Contestó sin apartar sus manos del recipiente en donde mezclaba el chocolate. —Pero este chocolate será mi declaración, ya sabes la tradición. Una chica regala un chocolate casero especial a su amado con la esperanza de que le corresponda y siento que este es mi año.


Para Kagome y todas las féminas en la preparatoria, había un amor imposible y se trataba de un profesor. Había empezado a laborar en el plantel cuando ambos entraron a primero, tres años habían pasado tras eso y ya se había ganado el favoritismo de todos los alumnos. Para suerte de la chica, durante los tres años les había tocado ese profesor y aunque fuera estricto, era el mejor. Era raro que no hubiera una señorita suspirando por el profesor y lastimosamente para ellas, no correspondía a ninguna. Cada año en San Valentín, era receptor de dulces y chocolates de todas las mujeres de la institución y eso incluía a Kagome que cada año preparaba su mejor chocolate para él. Pero, todas sabían que ese hombre no consumía ni uno solo de esos dulces pero eso no impedía que se rindieran.


—Eso dijiste hace dos años atrás. Al final, él no va a siquiera mirarlo. —Contestó con un deje de frustración.


El año anterior, habían descubierto el final de los dulces que con mucho esfuerzo y dedicación, las alumnas le obsequiaban al profesor. En un encargo de la madre Higurashi, Inuyasha y Kagome habían salido de casa. Justamente era San Valentín y Kagome ya había regalado su chocolate al profesor. Cuando pasaron frente a un orfanato, vieron a profesor Taisho bajar de su automóvil con varias cajas y la curiosidad les orilló a ver lo que ocurría. Al final, Kagome pudo distinguir el bonito chocolate que había hecho en una de las cajas abiertas y a pesar de que ese gesto fue doloroso, tomó la firme decisión de crear el chocolate perfecto que fuera merecedor de ganar aunque fuera una mirada de ese hombre que amaba.


—Eso no impide que me rinda. Cuando tengas a la merecedora de tu chocolate, comprenderás de lo que hablo.


''Sé de lo que hablas, Kagome. Por eso, este es mi último intento y si falla, olvidaré lo que siento por él.''


Inuyasha siguió mirando como Kagome mezclaba el chocolate, como lo hacía a un lado inconforme y lo volvía a preparar, como fruncía el ceño y empezaba una nueva receta. Por suerte, Kagome había comprado una inmensa cantidad de chocolate para esa ocasión y pensar que él estaba tratando de aprender a hacer uno. No era una chica, solo las chicas regalaban chocolates en esa fecha pero era su último intento.


Su vida era simple, un huérfano que fue adoptado por la mejor amiga de su madre al morir ésta durante el parto, con un padre que no conoció y desconocía su paradero. Adoptado en el seno de una familia que contaba de una madre viuda y con dos hijos que inmediatamente lo aceptaron. Una vida bastante simple en compañía de sus hermanos jurados hasta que conoció por casualidad a la persona que irrumpiría en su mente y corazón. Todo había ocurrido cuando recién cursaba la preparatoria, había sido llamado por el director. Después de hablar con el hombre, se encaminó de nuevo a su aula que había logrado memorizar. En una vuelta, se topó con un hombre que no aparentaba más de treinta y en su rostro podía ver la frustración. Tras verlo, aquel apuesto hombre se le acercó y le pidió indicaciones dando a entender que también era nuevo en el plantel. Había estado tan idiotizado con esa vista que no fue capaz de decir ni una sola palabra, su valentía lo había abandonado. Sin atreverse a mostrar su rostro colorado, le dio la señal para que lo siguiera y de esa forma guiarlo. Había sido amor a primera vista, un amor que estaba seguro, no sería recíproco.


...


...


La noche cayó, no había nada más que dos personas dentro del hogar. La madre trabajaría hasta la mañana en el hospital en el que laboraba, el hijo menor pasaría la noche en casa de su amigo y los únicos que quedaban eran Inuyasha y Kagome. Aunque la última ya dormía y esa era la señal del único varón en la casa. A hurtadillas, Inuyasha abandonó su habitación y se dirigió a la cocina acompañado de convicción y una gran ilusión. El adolescente tenía planeado preparar un especial chocolate con las recetas que había memorizado anteriormente.


Se suponía que en San Valentín los hombres eran los que recibían los dulces, no al revés. Pero, para que pudiera regalar un dulce en el Día Blanco, debía ser porque había recibido algo en San Valentín y era bastante obvio que jamás recibiría algo de ese apuesto hombre en su vida. No se iba a desanimar, aún no. Iba a preparar ese dulce y lo entregaría con una ligera ilusión para después olvidar ese absurdo e infantil sentimiento.


—¡Tú puedes hacerlo!. —Se animó a sí mismo como vio a su hermana hacerlo antes de comenzar a cocinar.


Después de un rato de derretir chocolate y mezclarlo con mantequilla, se dio cuenta que no era tan fácil como su hermana lo había hecho parecer. Se había quemado varias veces, por poco incendia las mangas de su pijama y había quemado en dos ocasiones el chocolate. Para su suerte, Kagome había comprado una excesiva cantidad de chocolate para su receta que había terminado con un hermoso conjunto de chocolates en forma de corazón con un delicioso sabor. Los había probado, había podido sentir ese dulce sabor derretirse en su paladar y quería hacer algo así también. Aunque no todos eran buenos en algo y estaba seguro de que sería la última vez que se acercara a la cocina.


Varios intentos pasaron, sus ilusiones se despedazaban al ver el horrible trabajo que estaba haciendo. El sabor del chocolate que hacía, pasaba del tradicional dulzón a ser más amargo que comer café a pulso. Sus esperanzas se estaban desmoronando con cada mezcla que tiraba a la basura. Al voltear a ver el reloj en la pared, vio que era bastante tarde y si no dormía pronto, no podría dormir más que un poco de tiempo y no podía darse el lujo de faltar a la escuela. Una vez más, derritió una barra de chocolate y la mezcló con mantequilla esperando que saliera bien ya que era su último intento. Inuyasha no era consciente de que era observado desde la escalera por Kagome, la jovencita veía a su hermano quemarse los dedos, maldecir por lo bajo y finalmente, ver su rostro triste y desilusionado.


Finalmente, el chocolate estaba derretido y debía colocarlo en un molde para darle forma. Lo sacó del fuego y al dar un paso, resbaló haciendo que la pequeña olla de chocolate cayera al suelo. Trató de atraparla pero solo logró quemarse la mano por el metal caliente.


—¡Maldición!. —Murmuró al meter la mano en agua fría.


Al terminar de atender su lesión, se arrodilló en el suelo y se apoyó en sus manos, se dispuso a limpiar esa mezcla negra y grumosa que había derramado anteriormente. Al frotar el suelo con un paño, pudo sentir como una cálida gota caía en el dorso de su mano. Se sentó y limpió su rostro. Lágrimas de frustración, una tras otra salían sin su permiso. Entre más frotaba sus ojos, más lágrimas salían. La frustración lo dominó, la cocina había quedado hecha un desastre y todo para nada, no era bueno cocinando, el tiempo se le había acabado y no podría dar ese regalo de despedida. Porque eso era, estaba seguro de que ese profesor no estaría con un hombre y mucho menos, con alguien al cual le doblaba la edad. Además, Inuyasha sabía que muchas bellas señoritas estaban tras él y no sería extraño que le hiciera caso a alguna de ellas.


—No te rindas, no aun. —Su voz baja y temblorosa apenas fue escuchada. No quería dejarse vencer pero era inevitable, la frustración lo había alcanzado y estaba seguro de que se veía patético llorando en el suelo.


—El primer paso para una buena receta, es mantener la estación limpia.


Inuyasha alzó la mirada del suelo y vio a Kagome limpiar la mesa. Ella no dijo otra cosa y empezó a limpiar el desastre causado, en silencio empezó a ayudarle y agradeció internamente que ella no lo hubiera preguntado nada acerca de su situación.


Con ayuda de Kagome y sus enseñanzas, pudo preparar algo decente. Ella le decía que hacer, que cantidad usar y que tiempo debía durar. Gracias a su ayuda, su receta estaba tomando forma. Se fue por lo tradicional, cerezas cubiertas de chocolate. Su hermana había sacado un frasco de cerezas envinadas y le había aconsejado usarlas, el sabor dulce de la fruta contrastaría con el chocolate y sabría bien para ser la receta de un principiante.


Pasó un rato, Inuyasha pudo preparar por sí mismo el chocolate sin quemarlo y cubrir las frutillas con él. Al terminar todo el proceso y haber endurecido el chocolate, siguió la envoltura. En un pequeño recipiente en forma de corazón, vertió sus chocolates y lo metió dentro de una bolsa de celofán y tras atarle un vistoso lazo rojo, supo que estaba listo. Al mirarlo, notó que se veía algo femenino pero peor era nada.


...


...


Una nueva clase inició, Inuyasha pudo ver a sus compañeras entregar los chocolates ''obligados'' y uno que otro de amistad. Había recibido un poco de ambos. Miró disimuladamente su bolso, ahí se encontraba el chocolate que con mucho esfuerzo y lágrimas, había logrado crear. Aunque, la triste realidad era que terminaría siendo desechado sin ganarse una mirada. Aun así, quería cerrar ciclos y superar ese amor que no llegó a desarrollarse. 


Durante el transcurso del día, Inuyasha pudo ver como el escritorio del profesor Taisho se iba colmando de chocolates de ''declaración'' y ver esos dulces, le hacían ver que el suyo era insignificante comparado con ellos. Nuevamente sus ilusiones se despedazaban gracias a la inseguridad, un hombre no regalaba chocolates en San Valentín pero él lo estaba haciendo y no eran tan buenos como el de las chicas.


Sonó la campana final, Inuyasha sumido en la inseguridad, no había entregado el chocolate y planeaba no hacerlo. A final de cuentas, sería como traicionar a su hermana que le había ayudado sin saber quién sería el destinatario. Miró al profesor explicar los últimos detalles de la tarea y cómo poco a poco el aula se vaciaba e hizo lo mismo. Tomó sus cosas y se marchó, hasta que llegó a la puerta principal.


—Ve a casa, Kagome. Tengo algo que hacer. —Le indicó a la adolescente y sin darle tiempo de responder, corrió a su aula antes de que la valentía momentánea se esfumara de su cuerpo.


Cuando llegó al aula, no había nadie. Pero, el maletín del profesor seguía en el escritorio y eso daba a entender que seguía por ahí. Además, los dulces aún estaban a su alrededor. Sacó de su bolso el recipiente con chocolates y con algo de pena, lo dejó en el escritorio junto a los demás dulces.


Inuyasha fue ignorante del adulto que estaba parado al final del pasillo, ignoró que el profesor Taisho pudo ver su rápida entrada y su huida. Cuando el profesor entró nuevamente al aula, pudo ver un sencillo arreglo de dulces que anteriormente no había estado ahí, supo de inmediato de que se trataba.


Un mes después...


El Día Blanco había llegado, Inuyasha obsequió pequeños dulces que había comprado en la tienda para agradecer los que había recibido en San Valentín. Como todos los años, el profesor no regresó ni un solo presente a las féminas y eso muy en el fondo, le daba esperanzas a Inuyasha. Pero, se había hecho a la idea de que debía olvidarle y centrarse en su vida escolar. Y se mantuvo así el resto del horario escolar. Durante el día, Inuyasha pudo ver la decepción en las compañeras al no recibir ni un presente y a su hermana pregonar que no iba a rendirse tan fácilmente. A veces quería tener esa convicción que todas poseían pero después de casi tres años, había perdido las esperanzas.


Al regresar del receso, estudió hasta que la hora de salida llegó. Al abrir su bolso para guardar sus materiales, vio una caja en forma de corazón dentro. Hizo como que no había nada y sacó la tarjeta que acompañaba el obsequio.


''Los chocolates estaban deliciosos, muchas gracias.''


Su rostro se coloreó al instante, esa caligrafía ya la había visto antes. Esa caligrafía era la misma que figuraba en sus libretas al ser revisadas por el profesor. Miró al hombre, este también lo miraba. El profesor le dedicó una disimulada sonrisa y un leve asentimiento. La cara de Inuyasha no podía estar más roja.


Al final de las clases, Inuyasha corrió al baño y revisó el presente en su bolso. Era una costosa caja en forma de corazón, dentro había finos chocolates blancos que se veían apetecibles. Sonrió avergonzado al recordar la tradición. Si el regalo del Día Blanco era más costoso que el de San Valentín, significaba que la declaración era correspondida. Al dar la vuelta, vio al profesor recargado en el marco de la puerta, su corazón empezó a latir con intensidad en cuanto el profesor empezaba a acercarse.


—Profesor yo... —El hombre lo interrumpió en el momento en el que tomaba su mentón con delicadeza, Inuyasha no creía que eso en verdad estaba pasando.


—No hables, no rompas el momento.


Inuyasha y el profesor se miraron fijamente. Cabía mencionar que el hombre mayor no había soltado el rostro de su alumno, lentamente sus rostros se acercaron e Inuyasha instintivamente cerró los ojos. Ni en sus más locas fantasías, Inuyasha había soñado con algo así. Nunca pensó que el profesor le correspondería. Y cuando sintió la respiración del mayor mezclándose con la suya, relamió sus labios. Pocos segundos después, sintió los labios del profesor en su frente. Abrió los ojos y la sonrisa que mostraba el profesor, hizo que su corazón palpitara con rapidez.


—Crece un poco más, solo así funcionará esto.


Tras esas palabras, el profesor se marchó. Inuyasha abrazó su regalo con la cara roja, estaba tan avergonzado por esos acontecimientos. Pero, también estaba feliz por haber logrado conquistar aquel frío corazón sin saber en verdad como lo había hecho. Aunque, él no se daba cuenta de las miradas de su profesor o la incomodidad del hombre al verlo hablar animadamente con sus compañeras, algo mejor catalogado como ''celos''.


Ese sin duda había sido el mejor Día Blanco de su aún corta vida, nunca esperó recibir algo. Mucho menos que el profesor fuera el que se lo enviará. Pero, gracias a que encontró la convicción en su hermana, había logrado crear ese chocolate que los unió. Tendría que soportar la lástima en su corazón, su hermana también había estado tras aquel hombre y lo sabía pero aun así, no podía decirle a su corazón que lo olvidara. Además, literalmente él lo había visto primero.


Al final, el día de San Valentín había resultado de maravilla. Había logrado hacer su chocolate y había recibido uno en el Día Blanco, significando que una futura relación se avecinaba. Aún era demasiado joven y la respuesta que el profesor le había dado significaba que le esperaría. Se unirían gracias a una conocida festividad, en el futuro estarían juntos gracias a una simple pero linda tradición y todo gracias a...


Un Chocolate Especial.


Fin. 


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