Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 30]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Sesshomaru es acusado injustamente por un crimen que no cometió, una década después se descubre lo que en verdad pasó. Sesshomaru había pasado la mitad de su vida sumido en el odio hacia sí mismo y al descubrir la verdad de todo, debe aprender a perdonar y perdonarse.

En un mundo en el que las criaturas mágicas y los humanos coexisten, existe una pequeña aldea junto a un enorme bosque. Pero, había que destacar que aunque humanos y seres feéricos compartieran el entorno, no significa que se llevaran bien. En realidad, era todo lo contrario. Vivían evitándose por miedo o mera precaución.

Porque si, las hadas eran criaturas hermosas y delicadas. Sus semejantes eran seres llamativos pero, si se les antojaba, hacían daño a los humanos y los niños eran los blancos más fáciles. Pero los humanos también eran capaces de hacerles daño, ya sea para defenderse o no. Incluso, había algunos que cobraban para deshacerse de los vecinos feéricos.

...

...

Todo comenzó en una fresca tarde de otoño, un niño de diez años se ocultaba de su pequeño hermano menor de tan solo cinco años. No compartían la madre, su padre era viudo y se había casado con una hermosa y amable mujer. Con el tiempo, inevitablemente nació un niño de esa unión y ese vendría siendo su hermano menor. Claramente, el pequeño Sesshomaru se había opuesto rotundamente ante eso, para él su única madre sería la mujer que ya yacía tres metros bajo tierra durmiendo por la eternidad. A diferencia de Sesshomaru, el tierno Inuyasha estaba más que feliz por tenerlo de hermano mayor.

Para todo el pueblo, era evidente el resentimiento de Sesshomaru hacia su pequeño hermano y su madrastra. Por lo que era normal ver a un adorable niño albino caminar solo por los alrededores mientras llamaba a su hermano mayor para rogar por un poco de su atención. También era normal verlo caminar cabizbajo de regreso a los brazos de su madre con lágrimas mojando sus mejillas.

Y como cualquier otro día, Sesshomaru se ocultaba de su hermanito. Había decidido entrar al bosque oscuro y esconderse ahí debido a que Inuyasha ya había descubierto todos sus escondites en la aldea. Así evitaría ser encontrado por su hermano, eso significaría que al volver a casa le esperaría una reprimenda de su padre por hacer llorar a su pequeño hermano. Pero lo soportaría, era un niño grande. Su orgullo y su rencor podían más.

Al saltar la valla protectora, no fue capaz de notar que el pequeño Inuyasha lo había visto. El niño solo se aferró a su pelota rojo cereza y con sigilo siguió a su hermano mayor. Tenía la intención de sorprenderlo y así aceptara jugar con él. Ambos niños ignoraron las advertencias y entraron al bosque.

...

...

Después de un par de metros de la entrada, Sesshomaru trepó a un árbol y se sentó en una de sus ramas. El ambiente fresco y el delicado movimiento del follaje hizo que empezara dormitar, en pocos minutos se quedó dormido. Cuando despertó de su siesta, era de noche. Alarmado por eso, bajó rápidamente del árbol. A pocos metros del suelo, resbaló provocando que se lastimara las manos, se limpió la sangre y suciedad en su ropa que alguna vez fue de un pulcro blanco.

Ignoró las luces flotantes, los agradables cantos y a algunos animales fantásticos, si no los molestaba, ellos no lo molestarían.

Cuando salió del bosque, los adultos de la aldea estaban reunidos en el límite del bosque y la aldea. Todos estaban armados con antorchas, palos y tridentes. Al frente estaba su padre abrazando a una desconsolada Izayoi. No entendía lo que estaba pasando pero tenía mucho miedo.

—¡Ahí está uno de los niños!.

Tras el grito de uno de los aldeanos, todos se enfocaron en él. Inesperadamente, Izayoi se apartó de su padre y se arrodilló frente a él, le tomó por los hombros y le habló en medio del llanto.

—¿¡Dónde está mi hijo!? ¿¡Dónde está Inuyasha!?.

Y se quedó en blanco. La última vez que había visto a su hermano pequeño había sido por la mañana. Lo había visto hablar con una de las ancianas de la aldea, el pequeño le preguntaba a la mujer por su paradero y él simplemente había optado por tomar el camino contrario y despistarlo.

De repente, todos empezaron a llenarlo de preguntas que no hacían más que agobiarlo. Quería llorar y llamar a su padre, pero el hombre lo miraba de una forma que le causaba temor. Él no sabía donde se encontraba su hermano, no sabía porque todos estaban tan preocupados o porque su madrastra lloraba, no sabía nada. Todo cambió cuando uno de los hombres ahí presentes apuntó a su ropa sucia y con rastros de sangre. Nadie lo dejó hablar, todos empezaron a culparlo y decir que le había hecho daño a su hermano. Muchos dijeron cosas horribles, al final la mujer se apartó de él y su mirada horrorizada le asustó. Se encogió en su lugar, todos lo miraban enfadados, con desprecio y le decían cosas feas. Esperaba ser protegido por su padre, pero el hombre parecía querer llorar y no lo entendía, no entendía lo ocurrido o porque su padre lo miraba de tal forma que le causaba miedo.

Volvió la seriedad, todos empezaron a preguntar qué había hecho con su hermano, en donde lo había ocultado y más barbaries. Pero el miedo y el nudo en su garganta le impedían decir una palabra, su llanto no le dejaba contestar correctamente. Estaba tan asustado por no entender la situación, también porque no había visto a su hermanito entre la multitud.

Esa noche y los días que le siguieron, muchos hombres entraron al bosque armados, con perros rastreadores y con artefactos defensores contra la magia de los habitantes de las sombras. Durante esos días, Sesshomaru no volvió a ver a su hermano. Un día su padre apareció después de haber estado en el bosque, mostraba un aspecto terrible y en sus manos descansaba una pelota color cereza. Nada más.

...

...

Con el pasar del tiempo, la gente empezó a señalarlo y murmurar. Cuando el pequeño Sesshomaru preguntaba por su hermano, ganaba miradas despectivas y malas palabras. La gente empezó a evitarlo, las mujeres impedían que sus niños se le acercaran y empezó a ser tratado como si hubiera cometido la peor de las bajezas. No entendió esas actitudes hasta que cumplió los doce años.

El día en que Sesshomaru había comprendido los susurros y miradas, supo que todos estaban seguros de que el resentimiento que mostraba hacia el infante, era lo suficientemente fuerte como para acabar con su vida. Cuando entendió que su hermano no volvería y que todos lo atribuían a él, decidió escapar. Con tan solo doce años había escapado de casa ya sin poder saber qué hacer.

Su madrastra había entrado en depresión, su padre se volvió duro con él y lo culpaba por todo, no le creyó cuando pudo explicar lo que había pasado en realidad. Todos estaban de acuerdo en que había sido culpa suya y ya sin la protección de su única familia, fue la única forma que encontró. Vagó en solitario por un par de años, cuando cumplió los quince se topó con un grupo de cazadores errantes, un grupo que se especializaba en seres mágicos. Cuando le relató su historia, ellos fueron los únicos que confiaron en él. Una frase del líder le dio una nueva perspectiva y una misión de vida.

Un niño perdido en el bosque, esto me huele a bruja o hada sangrienta.

Si los seres mágicos habían sido los responsables de la desaparición de su hermano, haría que pagaran con sus vidas. Por esa razón, pidió cabida en el grupo y entrenó duro por años. Se forjó una reputación y un nombre temido entre los humanos y los feéricos. Se juró a sí mismo erradicar con las criaturas que se atrevían a dañar a los humanos desprevenidos y niños indefensos, todo en memoria de su hermano pequeño.

...

...

Habían transcurrido ya doce años desde la desaparición de Inuyasha. En ese tiempo, Sesshomaru se volvió fuerte y se encargó de ayudar a los débiles a protegerse de la maldad de la magia. Cada día de su vida se arrepentía por la falta de madurez que tuvo, por no comprender que su hermano no tenía la culpa de haber nacido, que no tenía culpa alguna de que su padre haya querido rehacer su vida con otra mujer. Su hermano pequeño había vivido su corta vida persiguiendolo y desafortunadamente, eso lo llevó a su perdición. No había día en el que no recordara las veces que maltrató al pequeño y lo mucho que se arrepentía, pero de nada servía. Por eso solo se enfocó en su trabajo y ayudar a los niños.

Estaban en una aldea que había tenido una disputa con una dríada. Claro, la dama de los árboles no era un ser peligroso ya que no mataba humanos, pero sí era preocupante que viviera cerca de ellos debido a que si su árbol era atacado, ella atacaría. Los cazadores se encargaron de mantener a la dríada y a los humanos lo más separados posible para evitar más altercados. Sesshomaru no había participado, prefería matar criaturas no hablar con ellas y usar la diplomacia.

Antes de marcharse, había visto a un par de niños pelear, por el parecido era obvio que eran hermanos. Le recordó a su infancia y a las veces en las que ahuyentaba a su hermanito. Ignorando su reputación y su usual comportamiento, se les acercó y decidió hablar con el que parecía el mayor.

—Los hermanos mayores existen para proteger a los menores. No hagas llorar a tu hermanito, hazlo reír y hazle saber lo mucho que lo amas, porque llegará el día en que no puedas volver a hacerlo y lo lamentaras el resto de tu vida.

El niño pareció comprender sus palabras y abrazó a su hermanito. Agradecieron y ambos se fueron riendo y jugando. Una fugaz sonrisa apareció en su rostro, imaginando qué hubiera pasado si en vez de ahuyentar a su hermano, hubiera sido su compañero de travesuras y aventuras.

—¿Recordando el pasado?.

—Como todos los días, Naraku. ¿Algo nuevo?. —Preguntó al hombre recién llegado.

—Una aldea a un día de aquí pidió nuestra ayuda. Según los informes, las jovencitas han estado desapareciendo y muchos creen que se trata de una criatura. Quieren que les entreguemos a las niñas vivas y terminemos con la criatura. Sabes donde es, ¿verdad?.

—Sí. No he pisado ese lugar en diez años.

La aldea que debían visitar, era la misma que había abandonado en su niñez. Desde que se fue no había vuelto, no sabía si su padre aún vivía o si seguía con su esposa. Realmente era difícil, pero iría y cumpliría con su labor. Esas niñas debían volver a sus hogares y él se encargaría de ello.

...

...

Cuando el grupo de cazadores llegó a aquella pequeña aldea, fueron recibidos por madres desconsoladas y padres preocupados. Se les dio una nula información acerca de los hechos, los aldeanos no sabían como habían ocurrido las desapariciones, las jovencitas solo desaparecían de casa y ya no se les volvía a ver. Se decidió que montarían guardia y esperarían, se hospedaron en una pequeña posada. Sesshomaru dejó a sus compañeros, no quería estar cerca de las personas que lo inculparon. Si bien nadie lo reconocería dado que lo última vez que estuvo ahí era cuando era niño, la incomodidad seguía ahí.

Simplemente se fue directo al bosque, jamás admitiría que estaba huyendo para evitar ver a su padre y su mirada desaprobatoria. Usando la excusa de que buscaba pistas, se internó más y más en el bosque, siguió hasta que el sol empezó a ocultarse. Un ruido en la hojarasca lo hizo voltear, un pequeño gato de dos colas lo seguía. La bestia mágica de su compañera de viaje. Seguramente la mujer lo había visto marcharse y había enviado a su pequeño compañero a hacerle compañía.

—Ven aquí, esa mujer se molestara si algo te pasa.

La pequeña criatura entendió sus palabras y saltó a su hombro, siguió caminando hasta que la criatura en su hombro saltó frente a él y se transformó. El pelaje color crema se erizó y la gata mágica empezó a gruñir al frente. Algo raro para el cazador ya que al frente solo estaba la vereda entre los árboles. Además de no sentir ni oír nada más, lo único que destacaba era que estaba en un lugar demasiado oculto y que no parecía que las criaturas pasaran por ahí. Y también una fila de hongos extraños que iban de un extremo al otro. Intrigado, sacó de entre sus ropas un pequeño frasco de polvos creados a partir de la magia y lo arrojó al frente. El frasco explotó al chocar contra algo invisible y se rompió liberando una nube blanca, el frente empezó a deformarse hasta que una cabaña de dudosa procedencia apareció. Había destruido una ilusión.

Al haber destruido el campo que protegía el lugar, desenfundó la espada que solía usar para defenderse y acompañado del gato mágico, empezó a caminar rodeando la cabaña. Parecía ser habitada por alguien pero en ese momento no se encontraba. Tras caminar unos metros detrás del lugar, vio algo que nunca imaginó encontrar. A su frente había varios árboles, en ellos había jovencitas semidesnudas atadas a ellos. Una enredadera cubría las partes necesarias de sus cuerpos, había capullos de flores cerrados en la planta extraña. Según la descripción, eran las niñas perdidas. Todas estaban ahí, se acercó a una y tras comprobar que seguía respirando, envió a su acompañante a dar aviso a los demás. Nunca había visto algo de esa envergadura por lo que decidió no tocar nada.

Las bellas jovencitas en esa posición parecían ser obras de arte, una cruel y sádica obra de arte.

Caminó entre ellas hasta llegar al último de esos árboles extraños, el más grande y llamativo. Ahí había un hombre, por lo visto joven y el único. Dicho joven destacaba más que el resto, al igual que las mujeres, su cuerpo era cubierto por una enredadera. Su cabello platino brillaba con los últimos rayos del sol, algunas enredaderas se adherían en su cabello cubriéndolo con pequeñas flores. Su rostro era delicado, por lo que no pudo apartar su vista de él. A diferencia de las demás, sus manos estaban cautivas sobre su cabeza, atadas con la planta antes mencionada. Era una imagen realmente cautivadora.

La oscuridad empezó a cernir sobre él, no podía dejar de mirar al joven en el árbol. Se veía etéreo, agradable a la vista y supo que sus pensamientos eran crueles, ese joven casi un niño estaba ahí cautivo en contra de su voluntad, no debería pensar de esa forma. Cuando el sol se ocultó, comenzó el espectáculo.

Las flores en el cuerpo del joven, empezaron a abrirse revelando una flor nunca antes vista del color de la sangre. Una flor mágica muy brillante, dándole un aspecto más irreal. El lugar empezó a iluminarse por las flores, las de las mujeres despedían una luz blanca pero menos llamativa que la que tenía al frente. Una extraña fuerza le orilló a querer tocar al joven, su mano se acercó al rostro durmiente y a milímetros de tocarlo, una voz lo interrumpió.

—¿Que haces en mi jardín? ¿Como te atreves a tocar mi mejor creación?.

A su espalda había una mujer sumamente hermosa, supo de inmediato que se trataba de una bruja.

—¿Quien eres y qué les hiciste a estos niños?.

Odiaba hablar pero estaba solo y no podía hacer otra cosa, la seguridad de los niños era primordial. 

—Es de mala educación responder con preguntas. Pero soy benevolente y te contestaré. 

En un instante, Sesshomaru estaba rodeado por las extrañas enredaderas. Parecían extraer su energía ya que buscaban contacto con su piel y empezaba a dejar de sentir sus extremidades. Las flores aparecieron y tomaron un tono rosado demasiado claro, pero empezaban a oscurecerse con el tiempo.

—Estas hermosas flores, son ingredientes para mi elixir de la juventud. Solo florecen durante la noche y se alimentan de la energía vital humana. Estas niñas y su juventud hacen que mis flores florezcan más rápido y su efecto sea más duradero. 

—¿Que hay con el niño? Parece que lo proteges más que a los demás. —Debía ganar tiempo, lo mejor de ese tipo de criaturas era que eran demasiado confiadas y seguras de sí mismas que ignoraban todo lo demás.

—Es mi mejor portador, en él experimenté con las flores por primera vez. ¿Quien diría que un niño soportaría por años todo esto? Gracias a él logré perfeccionar las flores, esa tarde fue fructífera. 

—¿Dijiste hace años? ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto?. —Una suposición había aparecido en su mente, no quería tener falsas esperanzas, pero debía corroborar y ganar tiempo. El gato mágico seguramente seguía avanzando por el bosque.

—Ya que estás tan interesado, te contaré su historia. Hace poco más de una década, estaba buscando algunas hadas para tratar de crear mi elixir. Pero en su lugar, un niño pequeño se me acercó llorando y me preguntó por su hermano mayor. Fue fácil convencerlo de que estaba en mi casa, lo traje conmigo y lo usé para crear este hermoso jardín. ¿No crees que es hermoso? Hasta hace unos momentos no habías dejado de mirarlo.

No había duda, el joven tras él era Inuyasha. El horror se mostró en su rostro, en todo ese tiempo su hermano había estado vivo. No había fallecido como siempre lo creyó. Todos tenían razón, él había tenido la culpa de todo, él había causado la desaparición de su hermano. E iba a remediarlo. La bruja estaba ocupada en su monólogo, como sus brazos estaban inmovilizados, usó sus dedos y los deslizó entre los bolsillos de su ropa. Ahí había un frasco como el que había usado antes, el contenido eliminaba la magia al toque. Con la fuerza de su mano logró romperlo y la nube de polvo hizo secar la planta que lo mantuvo cautivo. La mujer empezó a atacar y con dificultad logró evadirla, su cuerpo aún estaba entumecido. La guió lejos del llamado ''jardín'' y cuando recuperó la movilidad, hizo que su nombre mostrara su valía. 

Atacó con la ira y la tristeza que tenía, la desesperación y el arrepentimiento, atacó sin piedad alguna. Cualquiera que viera su expresión, vería la ira de un hombre herido, también vería las lágrimas que se negó derramar a lo largo de su vida. Esa asquerosa mujer había mantenido a su hermanito encerrado, merecía la muerte y él sería quien se la diera.

Perdió la cordura y atacó, cuando volvió en sí estaba siendo curado por la única mujer del grupo en el que laboraba. Estaba lleno de heridas y cubierto de sangre, sangre que no le pertenecía. La herida más grave que tenía era la de su mano, había roto un frasco de cristal con su mano desnuda y había ganado grandes cortes, incluso aún había tenido los fragmentos incrustados. No solo eso, estaba en la habitación que se le dió en la posada de la aldea. Aún estaba algo aturdido, recordaba todo más no que había pasado con la bruja y su mirada desorientada fue interpretada por la mujer.

—Kirara apareció y nos guió al bosque. Te encontramos tirado en un río de sangre y entre lo que parecían ser trozos de un cadáver, mataste a una criatura humanoide. Sinceramente, la escena fue grotesca y más de uno devolvió sus alimentos.

Antes de otra palabra, se levantó de la cama. Iba a ver a su hermano y cerciorarse de que estaba con bien, además de asegurarse de que no había sido una cruel ilusión. Por eso e ignorando a todos, empezó a revisar cada habitación hasta dar con la de su hermano. Fue fácil reconocerla ya que era custodiada por uno de sus compañeros. Entró y vio en la cama a su hermano, era irreal que estuviera frente a sus ojos, durmiendo tan pacíficamente. Simplemente, suspiró profundo y se acercó. Se arrodilló frente a su cama y tomó su mano, le dio un beso en el dorso sintiendo las lágrimas agolparse. La culpa que sintió al darse cuenta de su destino, lo estaba golpeando con fuerza. 

—Inuyasha. —Llamó suavemente. 

Todos al escuchar ese nombre, lo dejaron solo y cerraron la puerta. Sabían la historia de ese hombre y aún sin entender sus acciones y palabras, decidieron que lo mejor sería que estuviera a solas. Habían pasado unas horas desde que habían rescatado a las jovencitas, todas habían despertado después de liberarlas, el único varón fue el que se mantuvo dormido. Habían esparcido la noticia de que un joven también había estado cautivo, pero nadie lo reclamó y los ancianos de la aldea declararon que tal vez se trataba de un viajero.

Sesshomaru siguió llamando a su hermano, todo sin soltar su mano. No sabía qué efectos traería su condición, había estado atrapado en un árbol por más de una década, sin alimento ni agua, sin moverse ni hablar. Ni siquiera sabía si su hermano había sufrido en su encierro.

—Perdoname, Inuyasha.

Tras unos segundos, su hermano pareció querer despertar. Sus ojos se abrieron lentamente revelando esas joyas miel que nunca se tomó el tiempo de apreciar. Se veía desorientado y en cuanto notó su ausencia, se alegró.

—Papá, no encontré a Sesshomaru. —Habló con un timbre demasiado bajo y ronco, producto de no haber usado sus cuerdas vocales durante mucho tiempo.

Después de hablar un poco, Sesshomaru se dió cuenta de que estaba hablando con su hermanito de cinco años. Inuyasha no parecía saber qué había pasado la última década dormido. Por esa razón Inuyasha creía que estaba hablando con su padre, su gran parecido con Inu no Taisho causó esa confusión. No sabía si eso era algo bueno o realmente malo.

—Sesshomaru me odia, ¿verdad?.

—Solo es un tonto que no sabe apreciar lo que tiene. No te pongas triste por eso, él va a jugar contigo a partir de ahora.

—¿Y si vuelve a ocultarse? No podré encontrarlo si lo hace.

El puchero infantil le comprimió el corazón, ahí estaba su pequeño hermano en el cuerpo de un adolescente. Era culpa suya que eso pasara, si tan solo le hubiera dado una oportunidad a Inuyasha, nada de eso hubiera pasado. Al verlo bostezar, decidió dejarlo hasta que recordó las veces en las que lloraba en su puerta pidiendo que le diera cabida en su cama. Al pequeño Inuyasha le daba miedo la oscuridad y muchas veces lo dejó llorando en su puerta sin atender su llamado. Por esa razón, decidió acostarse a su lado y sentir a su hermano acurrucarse junto a él, fue demasiado. Lo abrazó fuertemente y susurró infinitas disculpas.

...

...

Al día siguiente, Sesshomaru tuvo la idea de explicarle a su hermano lo que pasaba. No podía dejar que se comportara como un niño siendo ya un adolescente. Fue difícil, pero en un par de días Inuyasha ya era capaz de comportarse normalmente. Pero tenía ratos en los que se distraía jugando con el gato de su compañera, solía encontrarlo riendo dulcemente con él. Después de que su hermano había crecido una década en dos semanas, llegó la hora de sacarlo al exterior y comprobar que ya estaba listo para enfrentar su realidad. 

Después de mucho meditarlo, llegó a la conclusión de que debía llevar a Inuyasha a su hogar junto a su familia. No podía seguir manteniendolo alejado. Había recibido informes de que su padre aún vivía junto a Izayoi en la misma casa a las afueras de la aldea. Cuando le explicó a Inuyasha que vería a sus padres nuevamente, saltó la emoción infantil y accedió a ver a sus padres. Para Inuyasha solo habían sido dos semanas, para ellos sería una década y no sabía qué resultados podría traer, pero no era tiempo de echarse para atrás.

Ya por la mañana, tomó a su hermano de la mano y caminaron por la aldea en la que nacieron. No pararon hasta que una pequeña casa estuvo frente a ellos, Sesshomaru aun recordaba el lugar. El huerto familiar, los árboles en los que solía trepar para esconderse, todo estaba igual. Después de unos segundos, se acercó a la puerta y tocó con firmeza. Escuchó pasos acercarse y las ansias empezaron a abrumarlo, no había visto a su padre en mucho tiempo y estaba seguro de que le odiaba. Simplemente dejaría a Inuyasha con ellos para que pudieran educarlo y se marcharía para seguir con su vida errante.

—¿Que ne...?. —La voz del viejo hombre paró al ver a una versión joven suya frente a él.

Sesshomaru vio el semblante de su señor padre, los años se reflejaban en su rostro y las penas igual, algo que consideraba su culpa. Antes de que dijera algo, Inuyasha saltó de detrás suyo y abrazó al hombre mayor. Mientras Inuyasha contaba alegremente que finalmente había logrado encontrar a su hermano, el hombre estaba perplejo y sin saber qué hacer. Tras unos segundos, abrazó a su hijo con fuerza y lloró. Sin que se lo dijeran, sabía que ese niño era su hijo. Podía escuchar el llamado de su sangre. Entraron y la misma reacción de Inu no Taisho, fue imitada por Izayoi. Que abrazó a su hijo llorando de felicidad, porque ella también sentía el llamado. Porque una madre era capaz de reconocer a su cría de entre tantas.

Al ver ese reencuentro, sintió sus ojos humedecerse. Su aspecto desde niño era frío, despectivo si se trataba de su hermano, pero también sentía y se conmovía. Esa escena era demasiado para su mente, por eso se dirigió a la salida y tras una última mirada, decidió seguir con su vida. Sus padres podrían educar a Inuyasha para que pudiera desarrollarse con normalidad. Lamentaba que otra vez su hermano lo buscaría y esta vez tampoco lograría encontrarlo, pero estaría a salvo.

Antes de atravesar el umbral de la puerta, su hermano lo abrazó por detrás. Pudo ver sus delgados brazos aferrarse a él, no sabía qué ocurría.

—Dijiste que jugarías conmigo, por eso no te escondas de mí. —Lo escuchó murmurar. 

Inmediatamente su vista se enfocó en su padre, el hombre lo miraba y pudo notar una pizca de dolor en su mirar. Su madrastra lo miraba con tristeza. Ella no le había dirigido la mirada en mucho tiempo, era raro que lo hiciera nuevamente.

—Hijo, creo que deberíamos hablar.

Obedeció, por suerte su hermano se entretuvo con la madre y lo dejó a solas con el hombre. Ambos se situaron en el jardín trasero y hablaron de lo que había sucedido durante esos años. Le contó sus logros y hazañas, sobre sus amigos, sus viajes y aventuras. El hombre le escuchó atento, añadía algún diálogo de repente. Finalmente, llegó el tema crucial. Le explicó con detalles sobre lo ocurrido con su hermano, como lo había encontrado y en qué condiciones. Le explicó lo que habían visto en Inuyasha tanto él como la madre y la forma de remediarlo. Después de un rato en silencio, el hombre le pidió perdón por lo que le habían hecho, por el desprecio y las falsas acusaciones.

Lo perdonó, porque sabía lo que el resentimiento y el rencor podían causar. Lo perdonó porque nunca sintió odio hacia él, nunca vio a mal que lo culparan porque indirectamente había sido culpable. Perdonó su mala actitud y trató de entenderlo, su padre había sido un hombre herido al que le habían arrebatado una de sus crías y eso no era algo fácil de sobrellevar. El hombre le contó que cuando desapareció, lo buscaron por meses también. Le contó sobre lo mucho que se arrepentía de haber excluido a su pequeño y lo mucho que sufrió cuando se dio cuenta que había perdido a otra de sus crías. También lo habían dado por muerto tras el primer año de haber desaparecido y aunque Inu no Taisho sospechaba de los rumores acerca de un cazador con el mismo nombre y edad que su hijo tendría, no podía corroborar que era el hijo que estuvo buscando.

Al finalizar el día, tuvieron una agradable cena familiar. Escuchando los relatos de Inuyasha y sus vivencias con la gata mágica, sus risas y su voz cantarina. Algo que nunca esperaron presenciar nuevamente. 

...

...

Sesshomaru decidió retirarse temporalmente de su labor, quería pasar tiempo con su hermano y su padre. Quería recuperar el tiempo perdido, además de cumplir su promesa para con su hermano, aún debía jugar con él. Ayudaría con la educación de Inuyasha y estaría con él para que fuera mentalmente mayor y lo ayudaría como debió haber sido desde el principio. Forjaría lazos con él, los haría sólidos para que nada ni nadie pudiera romperlos. 

Al final, Sesshomaru se dió cuenta de que los rencores no lo llevarían a nada bueno. Que la convivencia era mejor que el odio y que solo siendo capaz de perdonar estaría en paz. Su hermano era demasiado inocente como para culparlo, pero no iba a perdonar sus propias acciones, tal vez en un futuro. Simplemente estaría con su hermano, lo haría feliz por todo el tiempo que le arrebató y entendería con el tiempo...

El valor de perdonar.

Fin.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).