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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

One shot pedido y hecho especialmente para una gran amiga de Wattpad por su cumpleaños, espero que también  lo disfruten!.

Inuyasha tenía una modesta panadería en la ciudad, el joven hombre vivía de eso. Su amor por la cocina y los postres lo había guiado a abrir dicho establecimiento unos años atrás, le iba bien. No le sobraba pero tampoco le faltaba, tenía una vida sencilla pero cargada de responsabilidades y algunos placeres.

Una pequeña tienda acogedora en un buen punto de la ciudad, anaqueles llenos de dulzuras de varias formas y colores, un aroma agradable durante las mañanas que instaba a entrar y averiguar que deliciosos postres recién salían del horno. El decorado rústico, de madera clara y plantas variadas, hacía de ese lugar algo agradable a la vista. Y, gracias a que también ofrecía servicios como la venta de bebidas para acompañar sus esponjosas y dulces creaciones, la gente gustaba de ordenar café con la especialidad del día. Nada como sentarse en una mesa con un ambiente acogedor; música suave amenizando el lugar, degustando los apetitosos aromas de los panecillos recién salidos del horno y un buen café recién preparado. A Inuyasha le satisfacía ver a las personas disfrutar de su estancia en el negocio que con esfuerzo había levantado.

A pesar de todo, Inuyasha no estaba solo, él tenía alguien a su lado y quien era el motivo de su sonrisa. El hombre que lo hacía suspirar con un inmenso amor respondía al nombre de Koga Ookami: el amor de su vida. Koga estuvo al lado de Inuyasha cuando abrió su negocio y lo había apoyado desde entonces, eran una bella pareja que era alabada por los clientes que se habían encariñado con Inuyasha y su carisma al atenderlos.

Pero, hay cosas que no duran para siempre y una de ellas, desgraciadamente, es el amor.

Con el pasar del tiempo, Koga había cambiado, sus atenciones para con Inuyasha habían sido reducidas a breves encuentros en los que el moreno de ojos claros le pedía dinero a su novio y sin decirle para qué lo necesitaba o inventando excusas nada creíbles. Al final, Inuyasha tenía que estirar su dinero y brindárselo a Koga solo para no decepcionarlo. A veces Koga volvía realmente feliz después de pedirle dinero, algunas otras regresaba con un humor de los mil demonios solo para pedirle más. Pero Inuyasha jamás dijo nada, prefería pasar por malos momentos financieros a que Koga se enojara con él por no prestarle dinero que jamás le devolvería. Y a pesar de que Inuyasha sabía que estaba haciendo mal, se había dejado cegar por el amor que le tenía a ese hombre y las migajas que este le ofrecía.

...

...

Cierto día, Inuyasha se preparaba para abrir su negocio. Antes de que alzara las cortinas de metal de la entrada, un hombre de ojos sangre apareció pero no solo. El desconocido había bajado de un auto que se había aparcado al frente, junto a dicho hombre habían aparecido otros dos que Inuyasha no había logrado distinguir. Solamente se dio cuenta que era sujetado con fuerza por dos enormes gorilas y el hombre de ojos rubí que se ocultaban tras unos lentes oscuros, le había puesto una bolsa de tela de color negro en la cabeza. Sus manos fueron atadas pese a lo mucho que forcejeó, una mordaza fue puesta en su boca sobre la bolsa de tela y cuando menos se lo esperó, fue lanzado a la parte trasera de lo que parecía ser el auto del trío de hombres.

Inuyasha había tratado de liberarse por todos los medios, pero sus manos atadas y su vista inutilizable, lo había vuelto inútil. Se había retorcido a más no poder, sin éxito. Después de varios minutos con el auto en movimiento, este se detuvo. Inuyasha sintió como alguien se lo echaba al hombro como si en verdad no pesara nada y por más que pataleó, no logró zafarse del agarre de acero. Mientras escuchaba las pisadas del trío de hombres y de una puerta de metal abriéndose, el aroma a alcohol, sustancias ilícitas y más, se sintieron con fuerza pese a tener el rostro cubierto. Finalmente y después de atravesar más puertas, Inuyasha terminó en el suelo cayendo cual costal hacia una alfombra.

―Descubran sus ojos. 

Inuyasha escuchó esa voz potente e intimidante, después de esa orden, su rostro quedó al descubierto. El lugar era iluminado tenuemente, luces claras y rojas hacían el ambiente incitante, provocador sin llegar a ser vulgar. Parecía ser un bar de alta categoría, decoraciones modernas monocromáticas que se combinaban armoniosamente entre rojo y negro. Inuyasha descansaba en una gran alfombra con diseño de ajedrez blanco y negro, los azulejos brillantes en color ónix brillaban hermosamente pese a la poca iluminación de lugar. Pero Inuyasha sabía que el buen gusto en el decorado no era lo importante en esa situación, había sido secuestrado sin saber por qué y debía averiguarlo.

Una risilla grave y ronca, sonó frente a Inuyasha y finalmente alzó la mirada. Ante él, un apuesto caballero disfrutaba de su miseria. Un hombre guapo sin duda, ataviado con una camisa blanca arremangada hasta los codos, un chaleco elegante y a la medida que acentuaba el grosor de su fornido torso, una corbata negra y también llevaba un pantalón oscuro de vestir. Su cabello largo inmaculado del color de la plata más pura, sus ojos oro fundido parecían destellar gracias a la iluminación, su apariencia prístina era difícil de ignorar. El hombre que descansaba en un sofá individual, con una pierna sobre la otra y una copa de alguna bebida alcohólica con hielos, lo miraba detalladamente tanto como Inuyasha a él. Sin duda era un hombre apuesto, pensó Inuyasha para sus adentros pero recordó su situación al sentir el escozor de sus muñecas.

―¿Por qué me trajo aquí?. ―Preguntó, con la voz neutral, pensando que quizá era una equivocación y que lo dejarían marchar. ―No recuerdo haberme relacionado con gente como usted.

―¿Gente como yo?. ―Inuyasha se perdió en el movimiento del vaso que ese hombre había agitado suavemente, revolviendo su contenido y haciendo de su aspecto más intimidante. ―Quizá no tú, pero sí tu noviecito.

―¿Koga? ¿De qué habla?. ―Inuyasha trató de levantarse en cuanto el hombre había mencionado a su pareja, un par de manos sobre sus hombros lo obligaron a mantenerse arrodillado y en el suelo.

―¿No lo sabías?. ―Su tono irónico hizo que Inuyasha empezara a perder la paciencia, ese hombre en verdad disfrutaba la situación. ―Tu querido novio estuvo apostando y perdiendo en mi casino y también ha estado revolcándose con mis lindas mujeres, que cabe mencionar, no son nada asequibles. Me debe una cuantiosa cantidad y no ha dado la cara desde entonces.

Inuyasha no supo como reaccionar, no podía ni quería creer en las palabras de un tipo que parecía un mafioso peligroso. Inuyasha no podía aceptar que Koga lo engañaba con viles prostitutas y todo el dinero que con esfuerzo había ganado, haya terminado en un casino de mala muerte. No podía confiar en un hombre que en su vida había visto, sabía que mentía porque confiaba en Koga y en el amor que se tenían. La mirada de Inuyasha se frunció y la sonrisa maliciosa del hombre solo aumentó.

―¡Miente! ¡Koga no es así, él jamás me engañaría!. ―Gritó mientras se levantaba pero un golpe tras sus piernas lo hizo caer al suelo. 

El hombre dejó su bebida de lado y se inclinó a la altura de Inuyasha. Lo tomó del mentón y su boca se acercó al oído del mismo, su aliento caliente chocando con esa parte sensible, estremeció a Inuyasha.

―Me importa un bledo lo que pienses. ―Susurró con un tono aterciopelado y sensual, eso estremeció más a Inuyasha involuntariamente. ―La cuestión aquí es que no veo mi dinero por ningún lado. ―Soltó mientras se alejaba y le daba la espalda. Se cruzó de brazos aun dándole la espalda a Inuyasha y mirando la valiosa colección de vinos que tenía enfrente. ―Levántenlo y desátenlo.

El trío tras Inuyasha hicieron lo ordenado, lo levantaron de un tirón y le retiraron sus ataduras. Inuyasha se masajeó las muñecas doloridas y su mirada fruncida no dejó de ver aquella ancha espalda. El hombre de agraciada apariencia viró momentos después.

―¿Como sé que no me está mintiendo?. ―Espetó con molestia ante la osadía del hombre frente a él y su respuesta fue una nueva risilla masculina.

―Te estoy dando mi palabra, niño. Y si no me crees... ―El hombre le entregó a Inuyasha varios pagarés en blanco firmados con el puño y letra de Koga. ―Esas son mis pruebas y son irrefutables, una vez que ese tipo me pague esa cantidad, dejaré de molestarte.

Inuyasha notó que había demasiados ceros en esos estados de cuenta, ni vendiendo su alma varias veces podría pagar dicha cantidad. Koga se había metido en un gran lío y lo había arrastrado con él, ya era tonto pensar que ese hombre le mentía al mostrar sus pruebas. Su perfecto mundo feliz se había desmoronado en ese momento y su dolorosa expresión fue vista por ese hombre con sonrisa ladina.

―No tengo esta cantidad, ni siquiera vendiendo todo lo que tengo podría obtenerla. ―Susurró dolorosamente. Estaba a punto de perder sus bienes ganados con todo su esfuerzo gracias a un hombre que no valía la pena y que había jugado cruelmente con sus sentimientos.

―Pues de alguna manera tendrás que reponer esa cantidad, está claro que ese imbécil no va a pagarme. ―El hombre se acercó a Inuyasha y lo tomó del mentón, haciendo que su mirada de tonalidad similar se encontrara con la propia. Sus labios se rozaron peligrosamente, aunque Inuyasha lo empujó sin lograr moverlo ni un centímetro. ―No estás en posición de negarte, fierecilla.

Inuyasha le escupió al hombre frente a él mostrándole su repudio, aunque este solo rio ante las provocaciones. El agarre que sentía Inuyasha en su rostro se apretó dolorosamente una vez el hombre guardó silencio, soltó un quejido bajo ante eso.

―Nos veremos muy pronto.

Luego de eso, Inuyasha solo vio la perversa sonrisa perteneciente a ese hombre despiadado antes de que un fuerte dolor en la parte baja de su cabeza lo hiciera perder el conocimiento.

...

...

Cuando Inuyasha volvió en sí, estaba en su casa. Algo aturdido se levantó del sofá donde descansaba y el dolor de su cabeza le hizo ver que no había soñado ese encuentro con aquel enigmático hombre. Sus dedos tantearon su cabeza, para su suerte, no sangraba aunque el dolor era persistente. Inuyasha se volvió a dejar caer en el sofá, estaba endeudado hasta el cuello, tendría que vender todo para poder juntar una mísera parte de la cantidad solicitada. Ante los métodos de ese hombre desconocido, Inuyasha podría pensar que era alguien de temer y muy peligroso. Alguien con el cual no debía tener problemas.

Inuyasha simplemente se dio ánimos y se dijo que no se dejaría vencer por aquel demonio de ojos oro, le pagaría hasta el último céntimo y le partiría la cara a Koga por meterlo en problemas. Inuyasha iba a esforzarse y lograr su acometido, confiaba en sí mismo.

Días después, Inuyasha había abierto su negocio nuevamente, necesitaba reunir dinero y no había recibido noticias acerca de aquel hombre. Internamente deseaba que no enviara a esos tipos peligrosos a cobrarle para evitar asustar a su clientela y atraer malas miradas. Pero cierto día en particular, habría deseado recibir a aquellos gorilas intimidantes que al mismísimo jefe en su modesto negocio.

Ciertamente Inuyasha no había esperado ver a ese hombre de ojos oro atravesar el umbral de la puerta, cegando a las señoritas que hacían sus tareas o simplemente tomaban el té entre ellas con su deslumbrante apariencia. Casi había derramado el café que servía al verlo entrar y sentarse en la barra junto al mostrador. Inuyasha lo vio vistiendo ropa casual y unos lentes oscuros, aunque su largo cabello y su aura resaltaban demasiado. Cuando el hombre se retiró los lentes y le dedicó una mirada que no supo interpretar, Inuyasha se acercó a él.

―¿Qué es lo que quiere?. ―Gritó en voz baja, deseando que nadie escuchara; aunque la mayoría solo susurraba entre sí acerca del modelo de revista que hablaba con él.

―¿Que no es obvio? He venido a tomar algo como todos aquí. ―Respondió con cierto tono burlesco. Se inclinó hacia Inuyasha y atrapó su mentón para acercarlo a sí. ―¿No puedo?.

―¿Qué es lo que desea ordenar?. ―Gruñó resignado, escuchando los suspiros decepcionados de sus clientas habituales.

―Tráeme cualquier cosa que contenga alcohol. ―Hizo un gesto con la mano restando importancia e Inuyasha solo torció su sonrisa forzada y se perdió en la cocina.

Inuyasha volvió con una copa de licor de almendras que usaba para ciertas recetas, ver la mueca de ese hombre del cual aún no conocía el nombre al ver su pedido, le dio una oculta pero cómica satisfacción.

Y esa escena se repitió varias veces, cada ciertos días ese hombre volvía para consumir cualquier cosa y tras los regaños de Inuyasha, solo sonreía con arrogancia y se marchaba. Varias veces a la semana aparecía para probar algún postre que no llegaba a terminar, platicaba un poco con Inuyasha y se retiraba. Después del primer mes, Inuyasha se había acostumbrado y resignado a que no dejaría esa extraña rutina. Hasta que llegó el día en que le revelaría el porqué de sus visitas regulares.

―Ya que no tienes dinero para pagarme, vendré aquí y consumiré tus productos a cambio de tu deuda. 

―¿Si sabe que si me cobra de esta manera, ni viniendo a diario durante años lograré pagarle?.

―Sí. ―Contestó mientras le daba un sorbo a su bebida que había llevado consigo a la falta de alcohol verdadero en ese establecimiento. ―Lo sé.

Inuyasha solo había reído creyendo que era una broma, pero la expresión de Sesshomaru, como se había presentado, era totalmente seria. Ese hombre hablaba en serio, aunque Inuyasha creía que solo lo hacía para molestarlo dado que parecía gustar de divertirse a costa suya. Y así pasaron los días, Inuyasha atendiendo a Sesshomaru y este solo bebiendo mientras lo observaba desenvolverse en el trabajo. Empezaron a ser cercanos gracias a sus pláticas, tanto que Inuyasha ni siquiera había notado que Sesshomaru a veces no consumía nada más que sus propias copas de la bebida en turno que llevaba de su propia colección para acompañar sus platicas entre descansos.

Poco a poco, Inuyasha empezaba a esperar las visitas de Sesshomaru. Siempre había un lugar especial para él en la barra para que ambos pudieran hablar sin interrumpir sus labores, platicaban de todo y nada, de su vida personal y sus vivencias. A decir verdad, Inuyasha era el que hablaba y Sesshomaru solo disfrutaba escuchándolo. Con el pasar de los meses, Inuyasha empezaba a sentir algo por Sesshomaru y este igual. El amor parecía surgir nuevamente en el corazón todavía decepcionado de Inuyasha.

Koga había aparecido un poco más de un año después de su repentina desaparición, había acudido a la casa de Inuyasha. Cuando Inuyasha lo había visto, la mezcla de emociones lo había afectado al igual que la confusión de su corazón.

―¿Qué es lo que quieres? ¿Vienes a ver qué más puedes quitarme?. ―Escupió con asco al verlo.

―Inuyasha, no lo entiendes. ¡Iban a matarme si me quedaba!. ―Gritó con desesperación y trató de acercarse. Inuyasha lo alejó de sí con un puño directo al rostro. 

―¿¡Preferías que me mataran a mí en tu lugar!? ¿¡Eso querías!?. ―La voz de Inuyasha se rompió gracias a la rabia y el dolor. Una parte de él aún amaba a ese hombre, la otra ya amaba a Sesshomaru. ―¿¡No dijiste que me amabas y que enfrentaríamos todo juntos!?.

Las lágrimas de rabia y decepción empezaron a humedecer las mejillas de Inuyasha, mirando la expresión arrepentida del hombre que una parte de su corazón aún amaba. Hablaron, la mayoría de las palabras habían pisoteado el corazón de Inuyasha, más cuando Koga confesó que sí había gastado su dinero en mujeres y apuestas, incluso que había huido con una. Inuyasha quería morir en ese momento, el hombre que había amado le estaba causando tanto dolor, incluso había preferido que jamás volviera para engañarse a sí mismo sobre que nada de eso era verdad. Pero así no funcionaba la vida real y lo había comprobado. Inuyasha lloraba, Koga trataba inútilmente de acercarse a él sin recibir una negativa y cuando Inuyasha le gritó que se alejara, alguien apareció tras Koga y el cañón de una pistola apuntando a su cabeza, calló sus súplicas.

―Sé que no viniste a pagarme y que tu presencia aparte de repugnarme, hace llorar a Inuyasha.

Ante la voz de Sesshomaru, Inuyasha lo miró y ante la mirada sorprendida de Koga, lo abrazó con fuerza y enterró el rostro en su pecho, aferrándose a él como su salvación. Sesshomaru rodeó con su brazo libre a Inuyasha y le susurró que ahora que había aparecido, todo estaría bien. Inuyasha solo se había aferrado más buscando consuelo.

―¿¡Qué está pasando aquí?. ―Gritó Koga ante la escena entre el que aún consideraba su novio y su arrendador.

―No tengo porqué darte explicaciones. ―Contestó Sesshomaru sin disimular la repulsión que le causaba ese hombre. ―Lo único que tengo para decirte, es que si te vuelvo a ver, vaciaré el cartucho de mi arma en tu cabeza. Inuyasha pagará tu deuda, así que piérdete y cuidado de aparecer ante mí o él nuevamente, porque lo lamentaras.

La voz gélida hizo que Koga diera una última mirada a Inuyasha y huyera del lugar, para nunca volver si deseaba conservar su vida. Una vez solos, Sesshomaru guardó su arma y le alzó el rostro a Inuyasha, le dio un beso corto pero profundo que fue correspondido. Le limpió las mejillas enrojecidas y húmedas, las besó en cuanto las lágrimas volvían a dejar su rastro.

―¿Por qué no lo mataste?. ―Susurró.

―¿Me habrías perdonado si lo hiciera?. ―No hubo respuesta. ―Lo supuse.

Sesshomaru abrazó a Inuyasha, dándose cuenta que con el tiempo y la convivencia habían desarrollado una relación más fuerte que arrendador y deudor. Se dio cuenta que era divertido ver las múltiples expresiones que Inuyasha poseía, sacarlas a relucir y ver sus mohines cuando lo molestaba. Pasar sus tardes en aquella panadería era gratificante, más porque era atendido especialmente por el dueño del lugar. Llevaba yendo prácticamente a diario durante más de un año, le gustaba esa rutina que solo había fortalecido el amor que había empezado a sentir por Inuyasha y que estaba volviéndose reciproco. Sin embargo, lograría hacer que Inuyasha soltara ese amargo recuerdo de un amor doloroso y que lo amara a él que podría arrodillarse ante ese panadero risueño y ponerle todo a sus pies. Sería su nuevo objetivo, porque a final de cuentas, esa deuda que los unía estaba lejos de terminar y eso significaba que habrían muchas, muchas reuniones en la...

Panadería del amor.

Fin.

 


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