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Las fases de la luna (en el trasero de Remus John Lupin) por Marbius

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3.- Cuarto creciente.

 

So I drown it out like I always do

Dancing through our house

With the ghost of you

And I chase it down

With a shot of truth

Dancing through our house

With the ghost of you

5 Seconds of Summer - Ghost of You

 

Remus acabó por no tirar la caja de zapatos con sus recuerdos de Sirius, pero se encargó de hacerla desaparecer de su vista y de su mente al esconderla en lo más recóndito del armario y no ceder a la tentación de husmear dentro en al menos una larga temporada.

Su plan habría sido perfecto para superar el resurgimiento de emociones que el regreso de Sirius a Londres había despertado en él, de no ser porque Remus se negó en rotundo a guardar la camiseta de éste con el resto de sus objetos personales. Así terminó Remus durmiendo con una vieja camiseta de Led Zeppelin que ya era más gris que negra y tenía el logotipo de la banda desdibujado por el paso del tiempo. Remus se esforzó en ser cuidadoso con su paradero, escondiéndola bajo la almohada apenas entraba Teddy a su habitación para despertarlo en las mañanas (siempre treinta minutos antes que su alarma) o buscar mimos.

Con todo, a pesar de que su propio comportamiento a ratos le resultaba de lo más patético, Remus encontró en esa pequeña acción el solaz necesario para hacer las paces con su pasado y empezar a construir una relación presente con Sirius en la que ambos pudieran ser amigos y nada más.

Luego de un mes con los Potter mientras buscaban donde alojarse, Sirius y Regulus habían optado por un piso compartido que contaba con tres habitaciones porque si bien el tío Alphard había decidido que él prefería vivir en el campo, también iba a pasar algunas semanas con ellos y no le importaba pagar su parte de la compra por ese no tan pequeño privilegio.

Sirius además había conseguido rentar un estudio cercano, que básicamente había sido una bodega abandonada en un tercer piso y que él acondicionó para trabajar en sus siguientes obras. Con planes de dibujar, pintar y esculpir para una exhibición que tenía intenciones de presentar al año siguiente, Sirius invitó a sus amigos al estudio cuando terminó de limpiarlo, pintar paredes y decorarlo a su antojo y conveniencia, y todos brindaron por él y su carrera que iba subiendo como la espuma.

A tres meses de su regreso a Londres, Sirius había vuelto a ser una vez más un Merodeador como si los quince años de separación entre ellos jamás hubieran ocurrido, y se adaptó a la perfección a sus nuevos estilos de vida, en donde sus mejores amigos eran padres de familia y él el padrino honorario de cada uno de los cuatro críos con los que contaban.

Especialmente con Harry y Teddy se volvió Sirius cercano porque eran los que vivían en Londres y por su rango de edad eran más niños que bebés, y ya que James y Lily no tenían inconveniente en dejar a su hijo al cuidado de Sirius, pronto venció Remus sus propias reticencias y aceptó que las ofertas de Sirius por fungir de niñero eran totalmente desinteresadas y hechas con el afán de ayudar.

A la par que Sirius parecía sentirse en absoluta comodidad con los críos, Teddy y Harry se habituaron pronto a su tío Padfoot, y al menos un par de veces por semana era él quien pasaba a recogerlos de la escuela y los cuidaba hasta que sus padres estaban libres del trabajo.

Para Remus, que ese semestre estaba impartiendo un seminario extra (necesitaba el dinero porque James y Lily enviarían a Harry a Hogwarts y Remus quería hacer lo mismo por su hijo incluso si no era gracias a becas como había hecho él) la ayuda de Sirius con Teddy se había convertido en su salvación, pues se ahorraba de pagarle a una niñera o tener que llevarlo consigo a la universidad y estar más preocupado por su hijo que por la clase en la que se presentaba.

Remus no hesitó en agradecerle a Sirius por su ayuda e incluso se ofreció a compensárselo de alguna manera, pero éste le respondió que no era necesario.

—No te preocupes. Teddy y yo nos divertimos, no es ninguna molestia cuidar de él —dijo Sirius en repetidas ocasiones, y Remus tuvo que empezar a creerle cuando al volver por su hijo al estudio de su amigo (le quedaba de pasada más que su piso) se llevó la grata sorpresa de encontrarlos a los dos absortos en sus propias creaciones de arte.

Ahí donde Sirius tenía preferencia por el dibujo, las acuarelas y el óleo, Teddy en cambio había quedado fascinado con el modelaje. En su afán de darle al niño una diversión para las horas que pasaban juntos, Sirius al principio lo había instruido en la música que a él le gustaba y después en el uso de la arcilla cuando Teddy preguntó si podía probar.

Remus no entendió cuando un día Sirius le pidió empacar para Teddy una muda de ropa vieja y que no le importaría si se arruinaba, y sólo comprendió de qué se trataba cuando esa misma tarde volvió su hijo con una mancha ocre en la mejilla y mugre bajo las uñas.

—Lo siento —se disculpó Sirius—. Los accidentes pasan en las primeras sesiones, pero prometo lavar su ropa.

—Fue tan divertido, papá —dijo en cambio Teddy.

—Oh, no pasa nada —tranquilizó Remus a Sirius—. Teddy parece contento.

Fue así como a lo largo de septiembre Teddy se familiarizó con los materiales y en octubre le presentó a Remus un cenicero hecho con sus propias habilidades y cocido en horno por Sirius.

—Sé que ya no fumas, pero... —Sirius se disculpó por la elección de proyecto para su ahijado—. Era la muestra más sencilla, y Teddy moría de ganas por enseñarte lo que ha aprendido.

—Da igual, lo usaré para guardar las llaves y el cambio.

Harry también se les unió en algunas de esas sesiones, pero ya que iba un curso por encima de Teddy en la escuela y para él había rugby infantil algunas tardes de la semana, era más común que éste último y Sirius fueran los que más tiempo pasaran en su estudio.

Remus también se sumó en alguna sesión tardía trayendo cena comprada de camino y pasando un par de horas mientras Sirius trabajaba y él y Teddy experimentaban con los materiales a su disposición.

Un tanto cohibido si acaso porque su presencia podía suponer un retraso a las obras en las que Sirius trabajaba y el itinerario que éste se había propuesto para el año siguiente mostrar su obra en una exposición, Remus se había disculpado en más de una ocasión por el tiempo perdido que él y Teddy representaban, pero Sirius no había dudado en informarle que era lo opuesto.

—Debes relajarte, Moony —dijo Sirius con una sonrisa en labios, la vista fija en un lienzo en el que tenía trabajando ya casi cuatro semanas—. Teddy es la mejor compañía que podría haber pedido, y tú eres algo así como una musa.

—¿Una musa? —Repitió éste con sorna, incrédulo del epíteto que le acababan de adjudicar—. ¿Por venir a interrumpir tu trabajo un par de veces a la semana y traer comida como disculpa?

—No deberías de restarte mérito —dijo Sirius, plasmando dos pincelazos largos antes de apartar la vista del cuadro y posarla en Remus—. Tenerte aquí me inspira.

—¿Ah sí?

—Sí —replicó Sirius en un tono que no admitía réplica alguna.

Fuera cierto o no, Remus se descubrió comprobando el número de cuadros y bocetos que aparecían apilados en el estudio conforme transcurrían los meses, y cuya cantidad crecía con cada visita suya.

—Estoy seguro que tu exposición será un éxito —comentó Remus al revisar algunas de las obras que Sirius prospectaba para la ocasión.

—Eso espero. El tema no es el idóneo para mí, aunque...

—¿Tema?

—¿No ves el tema, Moony? —Inquirió Sirius, y desde entonces Remus buscó en las obras de su amigo un punto en común que las uniera.

Remus no era muy entendido de las artes. Al menos no de las artes plásticas. Su fuerte era y había sido desde siempre la literatura, y no en balde se dedicaba a dar clases de eso en su universidad, además de seminarios de escritura creativa porque en su haber tenía un par de poemas y cuentos publicados bajo un seudónimo. Pero en lo referente al arte como se sobreentendía el área de experiencia de Sirius, él era un completo neófito que requería ser guiado paso a paso para poder apreciar una de sus pinturas o establecer una opinión respecto a una de sus esculturas.

Incluso Teddy le superaba en esa área, pues una noche de regreso a su piso lo sorprendió hablándole de las corrientes actuales y a cuál de ellas se adscribía Sirius.

En una subsiguiente conversación, se enteró Remus que Sirius tenía algunos libros de arte a su disposición, y que cuando Teddy se cansaba de manejar la arcilla o no le apetecía dibujar, simplemente se recostaba en el único sillón que ahí había y leía sin parar. Mucho mejor que pagarle a la hija de su vecina para que cuidara a Teddy y a cambio ésta se dedicara a su móvil mientras su hijo se quedaba con la vista fija en el televisor.

—No sé cómo agradecerte toda esta ayuda —dijo Remus en algún punto, y Sirius le tomó la palabra.

—Podrías... invitarme a cenar.

—Oh. —Remus parpadeó—. Bueno, conozco un par de sitios que podrían ser de tu agrado y-...

—Teddy mencionó que sabes cocinar una lasagna de lujo. Esas fueron sus palabras, de lujo, y seguro que no las utilizaría en balde —le interrumpió Sirius, y Remus agradeció que estuvieran a las afueras del estudio de su amigo, donde la iluminación era pobre y así el ligero enrojecimiento que tenía ahora en las mejillas no resaltaba como luces de neón.

Erm, Teddy puede estar exagerando, pero si quieres...

—Me encantaría.

—¿El viernes entonces? Salgo de mi seminario a las seis.

—Lo sé —dijo Sirius, y en verdad así era. Después de varios meses, tenía memorizado su itinerario—. Podría estar ahí a las ocho. Le prometí a Teddy llevarlo a ver la nueva película de Pixar, ¿recuerdas?, así que podría recogerlo a la salida de la escuela y cuidarlo hasta nuestra cita.

Remus tuvo un instante de parálisis cuando la palabra con c que utilizó Sirius para definir su salida no era cena, sino cita, pero se recuperó en tiempo récord.

—¿Estás seguro? Sé que has dicho antes que no te molesta cuidar a Teddy, pero...

—Nos divertiremos —prometió Sirius—. Y de paso me ayudará a elegir un postre para llevar, y una sidra de manzana sin alcohol para acompañar la cena.

—Ya veo tu plan.

—¿Qué, ganarme al hijo para acercarme al padre? —Bromeó Sirius, y después le guiñó el ojo—. No creí ser tan transparente.

Si contaba o no como flirteo, Remus no respondió de manera que pudiera interpretarse como reconocible. En su lugar agradeció de nuevo a Sirius por cuidar a Teddy y confirmó con éste que el viernes tenían esa cena.

Cena. No cita. Que por salud mental, mejor fuera lo primero que lo segundo.

 

En realidad, Remus nunca había hecho planes de pasar tiempo a solas con Sirius. Después de su retorno a Londres a comienzos de ese verano, se había pasado los siguientes meses manteniendo una distancia prudencial en donde dejaba claro que no tenía inconvenientes en reanudar la amistad pero le cedía el honor a James de ser quien más reconectara con su viejo amigo.

Después de todo, así había sido en el colegio. Sirius y James habían sido catalogados como un par imposible de ver separados, y ufanos habían declaro a cualquiera que los escuchara que ellos dos eran hermanos, si no de sangre, al menos por elección propia. Su unión había dejado en el grupo de amigos una brecha en la que el resto no tenía inconvenientes, pues sus dinámicas estaban marcadas para tenerlos a ellos dos como líderes, y a Remus y a Peter felices del papel que desempeñaban desde las sombras.

No exactamente. Los cuatro habían sido los mejores amigos en el mundo y hasta la fecha lo eran, asistiendo a los eventos importantes de los otros y manteniendo el contacto a pesar de que sus años de colegio ya estaban lejos en el pasado, pero era indudable que la relación entre James y Sirius había sido algo fuera de lo ordinario, así que no había rencores entre el resto porque ellos dos llegaran al punto de ser los mejores amigos a un grado en que nadie más se les podía equiparar.

En Hogwarts, Remus no se había tomado a mal ese segundo puesto en la vida de Sirius. Los celos que alguna vez experimentó creyendo que jamás tendría una oportunidad con su amigo porque James era mucho más que él en la vida de Sirius cayeron en saco roto cuando ellos dos comenzaron en secreto su relación, y el propio Sirius no tardó en hacerle saber que James podía ser su mejor amigo, casi un hermano, pero que Remus era su propia persona, y nadie podía suplantarlo en ese aspecto.

Fuera o no válido aquello, lo cierto es que Remus no había tenido mucho tiempo para corroborarlo cuando Sirius se marchó incluso antes de que ellos dos definieran qué era exactamente lo que ocurría en secreto entre ellos dos, y después ya no había tenido importancia.

Remus había creído que a su vuelta a Londres James y Sirius retomarían la amistad con esa misma devoción del uno por el otro, y hasta cierto grado así había sido, pero no del todo como lo tenía prospectado.

Por supuesto, Sirius se había sumado al igual que Remus a las cenas de los jueves en casa de los Potter y con James tenía una tradición de ir a bares a beber y ver los partidos de rugby, pero también dedicaba parte su tiempo libre a Remus, y creía éste que no poco.

Si bien Sirius fungía de niñera de Harry cuando James o Lily se lo pedían como favor, era Teddy quien más pasaba tiempo con él. Y no era que Sirius marcara diferencias, pero Harry generalmente tenía otras actividades vespertinas y dos padres que podían turnarse en su cuidado, en tanto que Remus era padre soltero y trabajando extra para proporcionarle a su hijo lo necesario.

Remus había pasado por un periodo de vergüenza e incomodidad cuando la ocasional tarde de cuidar a Teddy para Sirius se volvió una cuestión recurrente en su vida, al punto en que éste instaló una pequeña cocina en su estudio para tener lo necesario para el pequeño niño. Con apuro había comprobado Remus que Sirius tenía la despensa y el refrigerador repleto de bocadillos para Teddy y que además había acondicionado un espacio para que éste jugara, con juguetes que él mismo había comprado, y aunque insistió que eran saldos y apenas si había gastado un par de libras por cada uno, la sensación de estarse aprovechando de su generosidad no hizo sino crecer más.

—En serio, Remus —insistió Sirius no por primera vez—, me encanta tener a Teddy aquí, y si además puedo ayudarte para que no pagues servicio de guardería en las tardes, mucho mejor para todos los involucrados.

—Pero-...

—No hay peros que valgan aquí. Yo me divierto con Teddy y él hace lo mismo conmigo. Y si quieres agradecerme de alguna manera, sólo tienes que pasar por aquí de vez en cuando y hacernos compañía.

Así como Sirius cumplió con su parte del trato, Remus hizo lo propio, y fueron esos tiempos compartidos los que facilitaron a Remus desprenderse de la incomodidad que era volver a tener a su primer amor de vuelta en su vida y fingir que no era nada más que un viejo amigo con el que no tenía ninguna clase de historia juntos.

Con ánimo de actuar bajo ese acuerdo de borrón y cuenta nueva en el que los dos habían acordado implícitamente participar, Remus se preparó para su cena con Sirius pasando por el supermercado de vuelta a casa de la universidad y poniendo todo su empeño en la única receta que conocía al dedillo y que era infalible para obtener éxito: Lasagna con acompañante de ensalada y de postre un pay de queso y mermelada de moras que podía hornearse al mismo tiempo.

Mientras realizaba sus compras, Remus hesitó al pasar por el pasillo de las bebidas alcohólicas, y una vez más cuando se acercó a las cajas a pagar, pero acabó por descartar aquella compra cuando recordó que Sirius había prometido llevar sidra de manzana.

Una vez en casa, se apresuró con los preparativos y tener todo listo en el horno, de tal manera que cuando Sirius arribó con Teddy hablando a mil por hora porque la película que habían visto en el cine le resultó de lo más entretenida, ya el delicioso aroma de la lasagna impregnaba el ambiente.

—Huele increíble, Moony —le elogió Sirius en la entrada, aceptando entrar a su casa y quitándose los zapatos cuando vio a Teddy hacer lo mismo y a Remus descalzo.

—Es lo mejor que puedo hacer, aunque debería decir que lo único —dijo Remus.

—A papá una vez se le quemó el pavo de Navidad, así que comimos rollitos chinos del congelador —reveló Teddy con una amplia sonrisa en la que ya le faltaba uno de los dientes delanteros.

—Rollitos chinos y medallones de pollo —agregó Remus, que hacía tiempo que había perdido la vergüenza por sus nulas habilidades en la cocina salvo para muy contadas recetas que se tenía perfeccionadas a base de práctica y esfuerzo.

—En ese caso —dijo Sirius con facilidad, ayudando a Teddy a despojarse de su abrigo—, la próxima cena corre por mi cuenta.

«¿La próxima?», pensó Remus, pero se guardó bien de expresar su inquietud en voz alta.

En su lugar guió a Sirius al comedor, que conectado a la cocina, era pequeño pero funcional con su mesa de cuatro asientos.

—Traje la sidra —dijo Sirius al levantar la bolsa de compra que traía consigo—, y también... —Agregó, y reveló una botella de vino que Remus recordaba haber visto en la tienda por la etiqueta—. Para después que Teddy se haya ido a la cama.

—No es justo —se quejó Teddy—, mañana no tengo que levantarme temprano para ir a la escuela.

—Te propongo algo —dijo Remus, a sabiendas de estar a punto de hacer un trato que sólo era beneficioso para él y no Teddy—. Si consigues mantenerte despierto después de la cena, puedes desvelarte hasta las diez.

Teddy dio un par de saltos de celebración, así que Remus puso a buen uso su exceso de energía al pedirle que ayudara a poner los platos y cubiertos en la mesa. Con la ayuda de Sirius para alcanzar los sitios altos, Teddy terminó de poner el último tenedor a tiempo para que Remus sacara la lasagna del horno y Sirius cooperara poniendo el tazón con ensalada a un lado.

—Realmente huele delicioso —elogió Sirius una segunda vez la lasagna de Remus, y éste se mordió la esquina del labio.

—No digas más hasta que la pruebes.

Por decisión propia, la lasagna que Remus había preparado tenía poca carne y abundantes vegetales de los que él y Teddy tenían predilección, y éste temió por un instante que Sirius se opusiera a su receta particular, pero su único comentario fue “¡Calabazas y zanahorias, yumi!” al servirse una porción grande.

—También tiene chícharos —mencionó Teddy mientras Remus le servía su porción.

—Mis favoritos —dijo Sirius, alzando las cejas de modo bromista, y fue Remus quien tuvo que aguantarse la risa floja que pugnó por salir de sus labios.

Mientras que Remus se servía a sí mismo una porción de lasagna, Sirius se encargó de colocar sidra en sus copas, y en el caso de Teddy, en su vaso de plástico porque Remus aún no le confiaba la cristalería.

—¿Vamos a brindar? —Preguntó Teddy con inocencia, su vaso en una mano y una mancha de salsa de tomate en el labio superior.

—Supongo que...

—Hagámoslo, Moony —aceptó Sirius de buena gana, y los tres hicieron chocar sus recipientes.

A Teddy le bastó el tintineo para darse por satisfecho, en tanto que Remus brindó “por la amistad” y Sirius agregó “y los buenos recuerdos”, que de algún modo por el tono le hizo saber que había un significado oculto tras esas cuatro palabras.

La velada transcurrió sin contratiempo alguno, con Teddy haciendo gala de su mejor comportamiento al comer todo lo de su plato sin hacer ningún estropicio, en tanto que los adultos charlaban de temas neutrales y disfrutaban de la cena. Sólo Sirius repitió de la lasagna, insistiendo que era la mejor que había probado en años, y después comieron del pay que Remus había horneado y que resultó tener el toque exacto de dulzura y acidez.

Para entonces, Teddy ya estaba dando cabeceadas sobre su plato, y Remus compartió con Sirius una mirada en su dirección.

—Teddy siempre subestima su capacidad de quedarse despierto después de las nueve —dijo Remus con una media sonrisa—, y es más fácil darle el permiso de desvelarse que recordarle su horario de dormir.

—Ah, la culpa también es mía —dijo Sirius—. Un paseo por el parque y cine cansarían a cualquiera.

—¿Incluso a ti?

—Bueno, yo soy un adulto —respondió Sirius—. Y hablando de cosas de adultos...

—Oh.

Remus recordó entonces la botella de vino que estaba enfriándose en su refrigerador y que con toda certeza era a la que hacía alusión Sirius.

—Pondré a Teddy en la cama —dijo Remus—. El descorchador está en ese cajón.

Cargando a Teddy en brazos y agradecido porque todavía estaba el niño en un peso ligero y él con fuerzas para hacerlo por lo menos ese año, Remus llevó a su hijo a su habitación y se encargó de vestirlo en sus pijamas y arroparlo. La tarea no le demoró más que unos cuantos minutos, y a su vuelta a la cocina Sirius ya había limpiado la mesa y estaba frente al fregadero lavando los platos.

—No deberías molestarte —intentó Remus disuadirlo—. Ya los lavaré mañana.

—Nah, tú cocinaste, ahora me toca a mí esto —replicó Sirius—. Aunque si te molesta, puedes ayudarme a con una toalla para secarlos e indicarme el sitio en el que van.

 Remus optó por mejor ayudarle en eso último, y en tiempo récord tuvieron la cocina limpia mientras charlaban de la película que Teddy y Sirius habían visto en el cine.

—Hace siglos que no veo una película en el cine que no sea de caricaturas o infantil —dijo Remus, puliendo un tenedor antes de guardarlo en el cajón—. Creo que la última vez fue con Dora, y ni siquiera la disfrutamos porque Teddy era demasiado pequeño y no estábamos tranquilos de dejarlo al cuidado de nadie más.

—Podríamos ir tú y yo —sugirió Sirius como si nada.

—Podría ser —respondió Remus, que sin hablar de posibles días u horarios, cambió de tema—. Creo que abriré el vino que trajiste...

Remus descorchó la botella y la sirvió en dos copas.

—Fue Reg quien me recomendó esta botella —dijo Sirius, y juntos se sentaron en el sofá doble de la sala.

—Ya veo porqué —respondió Remus, que al primer sirvió sintió un agradable calor subirle del estómago a las extremidades y extenderse por la yema de sus dedos—. Tiene un gusto excelente.

—Es su área —dijo Sirius, pues no en balde se desenvolvía Regulus en las altas esferas de los negocios como cabeza principal de las empresas a nombre de los Black—. Remus...

—¿Mmm?

—Creo que deberíamos hablar.

Remus exhaló por la nariz. —Oh… ¿Algo en particular o...?

—¿Qué tal un paseo por el camino de los recuerdos?

—Oh, Sirius... —Remus apoyó su copa en su muslo—. ¿Es realmente necesario?

—No te forzaré a tener esta conversación después de tantos años, pero... Siempre quise disculparme contigo.

—¿Por?

—Por marcharme como lo hice.

—Todo está en el pasado, Padfoot.

—James me contó que pasaste el resto de ese curso con los ánimos por los suelos.

Remus apretó los labios. —Bueno, James pudo habérselo atribuido a los TIMOs que presentamos al final de ese año, no del todo a tu partida. Él también sufría lo suyo cuando su mejor amigo de marchó, y supo sobrellevarlo mejor de lo que le podíamos dar crédito.

—Ya es que... Prongs sabía de, uhm, de nosotros y-...

—Wow —le interrumpió Remus, que tras todos esos años en verdad había creído que su secreto estaba a salvo.

Al fin y al cabo, derivaba de ver los últimos quince años de su vida bajo el conocimiento de que James sabía, y no había actuado diferente de manera alguna.

—No se lo tomes a mal por no mencionar nada —pidió Sirius—. James alguna vez me dijo que esperaba que tú lo hicieras, y si no era el caso, entonces no era asunto suyo indagar donde no le correspondía.

—Maldito... considerado —masculló Remus, puesto que tenía dentro de sí un espacio reservado a James y a las muestras de amistad como esa con la que él les recordaba a sus amigos cuán valioso era como elemento en sus existencias.

—Moony... —Volvió Sirius a atraer su atención colocándole una mano en la rodilla y por poco propiciando que éste soltara del susto su copa—. Debes de saber que si me marché como lo hice fue por Regina...

—No lo llames así —dijo Remus al instante—. Ahora es Regulus.

—Lo sé, pero él mismo prefiere tener separadas esas dos facetas de su vida: Regina hasta el día en que Madre amenazó con enviarla a un hospital psiquiátrico para ‘arreglarla’, y Regulus cuando el tío Alphard me devolvió la llamada y nos invitó a sus dos sobrinos a mudarnos con él. —Sirius suspiró—. Fue una decisión fácil, ¿sabes? Puestos en la balanza, mis sentimientos por ti y por Regina eran desiguales...

Remus se mordió la cara interna de la mejilla y asintió. No iba a llorar, porque la familia iba antes que una boba relación a escondidas entre amigos.

—... Pero había una lealtad de hermanos que me unía a ella —finalizó Sirius, y no eran las palabras que Remus había esperado escuchar—. Regina me hizo elegir, pero si te cuento esto no es para depositar culpas en nadie. Yo decidí ir con ella y con el tío Alphard a los Estados Unidos por propia voluntad y no hay un día en que no me arrepienta de mi decisión, incluso si detener una segunda oportunidad, haría lo mismo.

—Entonces... ¿No querías irte?

—No.

—¿Querías quedarte?

—Sí. —Una pausa—. Por ti, Moony.

Remus contuvo la respiración, y contó hasta diez buscando sin éxito tranquilizar su acelerado corazón, que en esos momentos le latía más cerca de las amígdalas que del pecho.

Ya era demasiado tarde, y había trazas de un patetismo que Remus se negaba a aceptar. Porque hablar de amor en esos términos tan absolutos e intensos estaba bien cuando tenían quince años y el mundo se reducía a su entorno con ellos de protagonistas, pero ahora que eran adultos la mera noción de semejante intensidad sólo servía para recordarle cuán cínico era hoy en día.

Sin embargo, por todo lo que le era valioso en esos recuerdos, Remus se forzó a abrir su corazón y revelarle a Sirius su propia verdad.

—Te eché tanto de menos por años... La herida de tu ausencia daba la impresión de ser una llaga que se negaba a sanar. Que no pudiéramos mantener el contacto fue una daga de doble filo; no me dejaba olvidarte, y me hacía preguntarme si esa última carta, esa última postal, era en verdad la última de su tipo...

—Lo siento si te lastimé, Moony. En verdad —dijo Sirius con absoluta sinceridad, y Remus posó su mano sobre la que éste tenía en su rodilla.

—Ya todo está perdonado. Yo... —Remus esbozó una sonrisa, que aunque con trazas de amargura, era sincera—. Aprendí a dejarte ir. Lo conseguí. Tengo a Teddy como prueba. Mi vida siguió adelante sin ti.

—Me sorprendió tanto cuando James me habló de Teddy... —Confesó Sirius—. Eras de nosotros a quien menos imaginaba siendo padre.

—Curioso —dijo Remus—. Ese sitio te lo di yo a ti.

Sirius encogió un hombro. —Probablemente sea así. ¿No te lo dije antes? Aunque a estas alturas ya deberías de sospecharlo... ¡Sorpresa!, soy gay —reveló con sarcasmo—. No lo tuve claro sino hasta que cumplí los veinte, pero no tengo dudas al respecto. Resultó ser cierto lo que dicen de los colegios privados y los dormitorios de chicos...

—Si ese fuera el caso, James y Peter no estarían casados, y yo no, uhm...

—Puedes decirlo, Moony. Tus días de experimentar se terminaron.

—De hecho... —Remus experimentó un súbito momento de vergüenza como no le ocurría en años. Al fin y al cabo entre familia y amigos cercanos no era ningún secreto su bisexualidad, pero siempre estaban presentes los nervios ante personas nuevas—. Soy bisexual.

—Ah, ya veo.

—¿Te molesta?

—Vamos, Moony —dijo Sirius, poniendo los ojos en blanco—. Sería hipócrita de mi parte si así fuera.

—Ya, pero siempre puede resultar una sorpresa. Especialmente cuando saben de Teddy y... Como sea. Es quien soy y no pienso disculparme ante nadie por eso.

 —Entonces no lo hagas —dijo Sirius moviendo su mano debajo de la de Remus, de tal manera que acabaron entrelazando sus dedos y compartiendo un momento de absoluto entendimiento.

—No es así como pensé que terminaría esta charla pendiente entre los dos —dijo Remus al cabo de unos minutos, de pronto en total calma del instante que vivían y de ellos dos como individuos.

—Lo mismo digo.

—Faltó drama y grandes gestos, pero supongo que después de los treinta y con un hijo pequeño son pocas las fuerzas y complicada la elección de dónde gastarlas. Con todo... —Remus dio un último apretón a los dedos de Sirius antes de soltarlo y dejarle ir—. Me alegra que habláramos.

—Igual a mí.

—Te amaba, ¿ok? No lo dije entonces porque… Uf.

—Porque el miedo al rechazo era abrumado —completó Sirius aquella idea—. Lo sé, conozco bien ese sentimiento.

—¿No te preguntas alguna vez cuán diferente pudiera haber sido si...?

—Antes lo hacía a diario, ahora...

—Hemos madurado, Padfoot —bromeó Remus con él—. Y no es malo no habernos estancado en el pasado.

—¿Igual que no lo fue abrir viejas heridas y hablar al respecto?

—Para nada. Era una conversación que teníamos pendiente, ¿o no?

—Correcto.

En un acuerdo implícito para el cual se sentían preparados después de quince años, Remus y Sirius se encontraron a la mitad del camino de un beso corto pero significativo, sin atisbo de lengua o ninguna sensualidad, pero que era el cierre a su gran historia de amor. Que llegaba tarde, pero no tanto como para no apreciarlo como una oportunidad de sanar.

Luego vaciaron el resto de sus copas en un nuevo brindis por la amistad, y se despidieron por la noche con un abrazo y un último beso.

Que para cuestiones prácticas, en realidad no fue el último, sino el primero de muchos otros diferentes que estaban por venir.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (22-Jul)/Sin comentarios (05-Ago).

 

Notas finales:

Sirius definitivamente quiere recuperar el tiempo perdido con Remus, pero además sabe que tiene que incluir a Teddy o sale perdiendo. ¿Apuestan porque todo termina feliz entre él y Remus o...?


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