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Las fases de la luna (en el trasero de Remus John Lupin) por Marbius

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2.- Luna nueva.

 

Remus llegó puntual a casa de los Potter y se apeó del automóvil con nudos en el estómago al descubrir una figura en el porche y a todas luces fumando un cigarrillo.

En sus años en Hogwarts, sólo James no había fumado porque estaba en el equipo de rugby y no quería estropearse los pulmones que tanta ayudaba le daban en los partidos, pero en mayor o menor medida el resto lo hacía, y al parecer Sirius no había sido capaz de deshacerse de ese asqueroso hábito. Remus tampoco, ya que estaba en el camino de la hipocresía, pero limitaba su consumo a uno o dos en la ocasional fiesta a la que asistía. Ni siquiera era un hábito de diario, pero más veces que no sentía Remus remordimientos por la cajetilla que tenía escondida en el garaje de su casa para que Teddy no se enterara de su sucio vicio.

Cargando consigo una botella de vino como regalo de bienvenida, Remus le abrió a Teddy la reja para pasar, y al instante corrió el niño a saludar a la persona que se encontraba en el porche.

—¡Tío Padfoot! —Abrazó Teddy al desconocido, para mortificación de Remus, y ese sentimiento sólo creció cuando al acercarse a la luz descubrió que aquel no era Sirius.

No, definitivamente no. Sin importar que los ojos grises fueran idénticos o que la misma mata de cabello negro le cayera ligeramente larga por los costados y permaneciera detrás de las orejas, aquel no era Sirius. Incluso el contorno de su nariz era el mismo, lo mismo que la forma de los labios, y por una fracción de segundo tuvo Remus un agridulce sobresalto al descubrirse atraído hacia esa persona por el mero hecho de guardar parecido con su primer amor. Pero aquel no era Sirius, la confusión terminaba ahí.

—Tú debes de ser Teddy —dijo el desconocido, y al instante aplastó su cigarrillo contra un cenicero cercano y exhaló el humo en dirección opuesta—. Hola, Remus.

—¿Hola? —Remus tuvo un instante de absoluto desconcierto, y se vio reflejado en la media sonrisa que la persona ante sí tenía en labios.

Teddy se soltó del desconocido, y con ojos atentos lo examinó. —¿También eres mi tío?

—Podrías llamarme así si lo prefieres, por mí está bien —replicó el desconocido.

—¿Eres el tío de Harry?

—Sí.

—Ok —dijo Teddy, que a su corta edad tenía una visión del mundo bastante simplificada y se dio por bien servido.

Remus en cambio tuvo un cortocircuito neuronal, en donde su cerebro dio con la respuesta correcta de lo que ocurría ante sí, pero su boca se negó a cooperar.

Por fortuna (o desgracia, según se viera), la puerta de la casa se abrió y Remus perdió toda noción de dónde y cuándo se encontraba cuando Sirius, su querido amigo Padfoot, apareció frente a él.

—Oye, Reg-... —Alcanzó Sirius a enunciar antes de toparse con el cuadro completo y paralizarse.

«¿Reg?», repitió Remus el nombre que quedó incompleto. Como en Regina, la hermana menor de Sirius...

—¿Tú sí eres mi tío Padfoot? —Se dirigió Teddy al recién llegado adulto, y de alguna manera consiguió Sirius sobreponerse en tiempo récord para confirmar que así era y cargarlo en brazos cuando el niño se lo pidió.

—Harry me ha hablado sin parar de ti, Teddy —le dijo Sirius al niño, y Teddy sonrió.

—Eso es porque somos mejores amigos.

—Los mejores, ¿uh?

—¡Sí! —Remus contempló la escena con el corazón dándole palpitaciones aceleradas e irregulares en el pecho, y un dolor sordo se agregó a esas sensaciones cuando ‘Reg’ atrajo de vuelta su atención.

—Erm, creo que debería presentarme formalmente contigo una vez más —dijo al extenderla una mano que Remus estrechó por inercia—. Soy Regulus Black, el hermano menor de Sirius.

—Mi único hermano —intervino Sirius, un tanto protector y trayendo memorias a Remus de cuando éste hacía lo mismo por Regina.

—Mucho gusto, Regulus —respondió Remus, entendiendo a la perfección qué ocurría ahí y dispuesto a no hacerlo más grande de lo que era—. ¿Feliz de volver a Londres? James mencionó que Sirius traía consigo familia, pero no fue claro de quién se trataba.

Sus manos se soltaron, y Regulus mencionó que los Estados Unidos los habían tratado bien, pero que cruzando la mitad de su vida viviendo allá, habían descubierto que su hogar siempre estaría en Londres y querían volver a sus orígenes.

—El tío Alphard se nos unirá después —dijo Sirius—, pero mientras tanto seremos Reg y yo de vuelta en la ciudad que nos vio crecer.

Bajando a Teddy porque el niño pesaba lo suyo, los cuatro entraron a la casa, y James y Lily reaccionaron con sorpresa al descubrir que dos de sus invitados estaban ahí y ellos no estaban enterados.

—Te ayudaré en la cocina, Lils —se ofreció Remus al instante, y no perdió oportunidad en retirarse del resto de los invitados bajo ese pretexto.

—Fuiste tan obvio —le recriminó Lily.

—No me importa —masculló Remus, que tomó como labor propia el terminar la ensalada de la que Lily sólo tenía la mitad. Con un cuchillo en la mano y unas hojas de lechuga en la otra, preguntó—. ¿Sabías lo de... Regulus?

—Sólo algunas partes —respondió Lily frente a la estufa—. ¿Te molesta?

—No, en lo absoluto. Si él es feliz… Pero me ha sorprendido.

Con toda honestidad, así era. Remus recordaba a Regina Black como una belleza equiparable a las primas Black hijas de Cygnus que habían asistido a los últimos cursos de Hogwarts cuando él y sus amigos apenas iban en primer año. Por aquel entonces, la mayor llamada Andrómeda ya se había graduado, pero sus otras dos hermanas, Bellatrix y Narcissa seguían en el colegio, y eran la delicia de cualquiera con dos ojos. Regina les había ido a la par cuando al año siguiente entró a Hogwarts, y hasta el cuarto curso que llevó con ellos era considerada una belleza entre las chicas.

Remus recordaba con claridad que Regina como una versión femenina de Sirius, quien por su parte era reconocido como uno de los más atractivos en su curso, ya no se diga en el resto del colegio, y con ella ocurría algo similar. No había entre el alumnado quien no hubiera tenido en algún punto de su vida debilidad por Regina (él incluido, aunque sólo por un corto periodo en su tercer año y superado cuando dilucidó que prefería a su amigo), y su belleza había sido uno de tantos factores para que cada día de San Valentín fuera quien más cartas y obsequios recibiera que nadie.

«Si supieran que ahora se hace llamar Regulus...», pensó Remus, quien podía estimar que al menos la mitad de esos admiradores lo lamentarían, y al resto no le importaría porque en su nueva persona continuaba manteniendo su atractivo intacto que hacía perder el aliento. Si acaso para él, con sus inclinaciones bisexuales, le resultaba más tentador como Regulus que como alguna vez había sido Regina.

—A todos nos ha sorprendido por igual. Sirius alguna vez mencionó que Reg estaba mejor que nunca en los Estados Unidos, que era una nueva persona, pero nunca imaginamos hasta qué grado.

—Reg —musitó Remus para sí, pues era como Sirius solía llamar también a Regina. Eso o Reggie cuando era afectuoso o quería molestarla, y al parecer había influido en la elección de su nuevo nombre.

—Harry se ha tomado bien la sorpresa de que su tía Regina es en realidad su tío Regulus —dijo Lily con un suspiro—. Por un segundo creí que se soltaría llorando por la decepción, pero supo controlarse mejor de lo que le daba crédito.

—Mejor que muchas personas que le triplican la edad —comentó Remus, terminando con la lechuga y prosiguiendo con las espinacas.

—Es la ventaja de los niños pequeños: No tienen cabida dentro de sí para juzgar.

Mientras Remus y Lily terminaban la comida, llegó Peter con su esposa Mary y los pequeños Erwin y Dorothy, que de dos y tres años respectivamente, se quedaron con ellos en lugar de subir con Teddy y Harry a subir a su habitación.

Peter también se llevó una sorpresa al descubrir que la hermana menor de Sirius era ahora su hermano, pero supo mostrar sensibilidad suficiente después de meter la pata al preguntar por Regina, así que nadie le reprochó nada.

Remus salió de la cocina sólo cuando fue necesario empezar a servir la cena, y procuró para sí un asiento alejado de Sirius, de modo que terminó con Mary a su derecha y Teddy a su izquierda.

—Y bien, ¿qué tal la vida en los Estados Unidos? —Preguntó Peter una vez empezaron a comer—. Todavía suenan tan británicos como la mismísima reina en su palacio.

Sirius y Regulus compartieron una risa, y fue éste último quien respondió: —Es lo mismo con el tío Alphard, él jamás perdió su acento a pesar de que lleva casi cuarenta años fuera de Inglaterra.

—Y ver televisión británica también contribuyó —dijo Sirius—. Además, New York tiene una población multicultural, y encajar no implica renunciar a tu identidad.

A su lado, Regulus se removió un poco en su asiento. —En New York las personas son más tolerantes que en otros sitios. El tío Alphard solía vivir en Nueva Inglaterra, pero después de mudarnos con él optó por un colegio de tolerancia total y compró un piso en Manhattan para vivir los tres ahí.

—Fueron buenos años —concluyó Sirius con una sonrisa—. Nos gustó tanto la ciudad que asistimos a Columbia, aunque nos especializamos en áreas completamente opuestas.

Regulus puso los ojos en blanco. —Bueno, uno de los dos tenía que encargarse del negocio familiar, y ya que el talento en las artes no es mi área...

En su mayor parte, Remus comió y bebió con lentitud para evitar en la medida de lo posible tener que participar en la conversación que se desarrollaba en torno a la mesa y que versó en su mayor parte acerca de las andanzas de Sirius y Regulus en los años que tenían fuera del país. Una buena porción se centró en sus años escolares y sus profesiones después de la graduación, con Regulus trabajando codo a codo con el tío Alphard en los negocios familiares y Sirius centrándose en su arte, en el cual era ya un artista reconocido en su esfera social y ganaba ingresos a la par de su hermano.

—Sirius no debería ser tan modesto —intervino Regulus—, porque la verdad es que este último año sus pinturas se vendieron como nunca antes, y pronto abrirá aquí en Londres una exposición de su obra.

Porque la falsa modestia nunca había sido parte de su carácter, Sirius aceptó el brindis que James pidió en su honor, y Remus se unió a los buenos deseos alzando su copa intacta y bebió un trago mínimo.

Si bien había conseguido mantenerse ecuánime durante la velada, por dentro Remus era un manojo de nervios que no veía la hora para retirarse lo antes posible y fingir que aquel reencuentro no lo tenía caminando sobre la punta de sus pies.

Que Sirius siguiera tan atractivo como siempre era un problema, pero más lo había sido redescubrir por él una atracción imposible de sofocar, y Remus comprobó horrorizado que los sentimientos de su adolescencia no se habían consumido como brasas dejando sólo cenizas detrás, sino que se habían conservado intactos todos aquellos años, y lo que antes era apenas un recuerdo agridulce, durante la cena se fue intensificando hasta casi enfermarlo físicamente.

—Papá —atrajo Teddy su atención al tirarle de la manga—, ¿puedo comer más puré?

—Uhm, sí —respondió Remus, atendiendo a su hijo y después excusándose para acudir al sanitario.

Una vez ahí, Remus se sentó en la tapa del inodoro y contempló su reflejo en el espejo. Un hombre de treinta con más cabellos blancos de los que era aconsejable para su edad, enamorado todavía de su primer amor de quince años atrás, que dicho sea de paso no había envejecido, sólo madurado, y que era incluso más atractivo de lo que lo recordaba.

—Esto no puede estarme pasando —masculló Remus, que procedió a lavarse el rostro con agua fría y mojarse un poco las muñecas y la nuca para ver si así conseguía tranquilizarse un poco.

A su retorno a la mesa, los platos de la comida ya habían sido retirados y Lily estaba sacando la vajilla para el pastel de chocolate que habían traído Peter y Mary. Remus se ofreció a ayudarle, y declinó para sí una rebanada a pesar de que era su favorito porque se sentía indispuesto y a punto de vomitar.

—¿Ya no es el chocolate tu favorito, Moony? —Preguntó Sirius directamente, y Remus experimentó una punzada en el pecho.

—Erm, sí. Pero ahora mismo no me apetece.

—¿Te duele el estómago? —Preguntó Teddy—. Porque cuando a mí me duele tampoco quiero comer chocolate.

—Mmm, no —dijo Remus, que odió tener de pronto todas las miradas en él—. Creo que mejor me prepararé un té.

—Yo te ayudo —se ofreció Lily, pero Remus declinó la oferta.

—No te preocupes. Sé dónde está la tetera y las bolsas.

Deseoso de beber su té y hacer una retirada temprana a pesar de que la reunión tenía toda la pinta de extenderse, Remus por poco dejó caer la tetera cuando ningún otro más que Sirius entró a la cocina y lo llamó por su viejo apodo.

—Moony...

Remus cerró los ojos, pues la última vez que recordaba esa voz dirigirse a él de esa manera, habían estado los dos tras la protección de las cortinas de dosel en la cama de Sirius. Los dos disfrutando una tarde libre antes de las vacaciones de Navidad, quejándose del frío y por lo tanto buscando calor en el cuerpo del otro.

—Padfoot —respondió Remus, estrujando la caja metálica del té antes de elegir una bolsa—. ¿También te apetece un té?

—Me encantaría.

La facilidad con la que se desenvolvieron en la cocina (Remus colocando las dos tazas y las bolsitas dentro mientras Sirius llenaba la tetera y la colocaba al fuego) les otorgó tiempo para que ambos pudieran ordenar sus pensamientos, y Remus fue el más agradecido cuando por fin consiguió articular la pregunta que le había acosado todos aquellos años y de la que ahora tenía una sospecha absoluta de cuál era.

—¿Te marchaste por Regulus?

Él me necesitaba —enfatizó Sirius—. En casa... Con nuestros padres...Yo siempre fui su constante decepción, pero cuando se trató de Regina... Fue imperativo salir de Grimmauld Place a como diera lugar porque era su vida la que estaba en juego.

Remus intentó por todos los medios no sonar irritado por un asunto que no le correspondía juzgar, pero fue imposible. La pregunta brotó de sus labios igual que veneno.

—¿No pudiste al menor contarme la razón de tu partida?

—Remus...

—Siempre fuiste tan esquivo. Las veces que pregunté nunca respondías nada, y llegué a creer que tenía que ver conmigo —gruñó Remus, cruzándose de brazos—. Habría bastado que dijeras cualquier excusa.

—No quería mentirte, Moony.

—Tampoco querías contarme la verdad.

—No podía, que es diferente. Era un asunto totalmente de Reg, y no podía traicionar su confianza. No fueron años fáciles para nadie, pero sobre todo para él.

Frustrado, Remus desvió la vista. Las razones que Sirius le presentaba eran justas, y si Regulus se lo había pedido, Sirius tenía con su hermano una deuda mayor que la que tenía con él, con quien sólo había tenido un romance a escondidas quince años atrás.

—Da igual —se forzó Remus a decir—. El pasado está en el pasado.

—Oh, Moony...

—Es sólo que... Me costó superarlo. —«A veces creo que no lo conseguí»—. Y siempre me pregunté si había sido mi culpa y por eso habíamos perdido contacto tú y yo, porque con James...

—Fueron circunstancias diferentes —murmuró Sirius—. Con James no tenía esa clase de historia como contigo y... ¿Me perdonas al menos? Me tomó quince años entender que no hice lo correcto contigo, y ahora que he vuelto a Londres me gustaría remediar mis errores.

—No hay nada que perdonar, Sirius.

—Pero-...

—Está bien —dijo Remus, encogiéndose de hombros—. Pasó hace tanto ya... Comportémonos como los adultos que somos ahora y no como los críos que iban a Hogwarts, ¿ok?, y estaremos bien.

Que si el silbido de la tetera anunciando que el agua estaba lista era una señal, sólo podía serlo de la inminencia de cambio a la que se encontraban.

 

—El tío Padfoot prometió a Harry y a mí llevarnos al parque cuando quisiéramos —dijo Teddy en el camino de regreso a casa, y se pasó gran parte del trayecto hablando maravillas del nuevo adulto que había entrado a su vida y que con esa misma facilidad lo tenía encandilado.

Regulus también salió a colación, pero no con el mismo entusiasmo. A diferencia de su hermano que tenía una fascinación por los críos y sabía colocarse a su nivel para jugar como un igual, Regulus era más reservado y había optado por comportarse con propiedad en presencia de Teddy y Harry, de tal modo que al final de la velada los niños habían tenido una predilección por el hermano Black mayor.

Ya que él mismo compartía esos sentimientos, Remus no dijo nada más de frases genéricas de regreso a casa, y accedió con Teddy a darle permiso para salir con Harry y Sirius si es que éste cumplía su promesa de llevarlos al zoológico la semana entrante.

—Pero no debes de decepcionarte si no pasa, Teddy —le recordó a su único una vez que entraron a la casa—. Sirius planea buscar un piso y empleo, y eso toma tiempo.

—¿Mucho tiempo?

—Al menos un par de semanas.

—Ok. ¿Y después podrá llevarnos?

—Probablemente sea así.

Teddy se dio por satisfecho con aquella respuesta, y pronto empezaron él y Remus los preparativos para su noche con un baño, lavarse los dientes, y el cuento de rigor antes de dormir.

—¿Papá?

—¿Sí, Teddy?

—¿Tú y el tío Padfoot eran amigos?

—Ajá.

—¿Igual que como lo eres con el tío Prongs?

—Exacto.

—¿Y ellos dos también son amigos entre ellos?

—Precisamente.

—¿Los tres eran mejores amigos?

—Los tres y el tío Wormtail. Íbamos al mismo colegio.

—¿A Hogwarts, verdad?

—Ahí mismo. Compartíamos habitación y hacíamos un par de travesuras en nuestros tiempos libres.

—¿Hasta que Sirius se marchó?

—No, ya éramos un poco mayorcitos para hacer bromas cuando Sirius se marchó, pero... —Remus apretó los labios—. Creo que ya es tarde, Teddy, y mañana tienes que ir a la escuela.

—Ach —rezongó éste, pero no se quejó más cuando Remus apagó su lámpara de noche y le acarició la cabeza, donde Teddy tenía idénticos rizos en color cobrizo igual que su padre—. Buenas noches, papá.

—Buenas noches, Teddy.

Remus se quedó con Teddy hasta que éste se durmió, y después con rigidez en las extremidades se dirigió a su armario, de donde sacó del estante más alto una caja de zapatos anudada con un listón satinado que delataba su procedencia y uso.

En cuarto año en Hogwarts, Sirius había prescindido del corte formal que en su familia le exigían, y ya que el colegio era permisivo mientras el cabello no le estorbara en el rostro, Sirius se había dejado crecer el suyo y lo había sujetado en la base de la nuca con la misma cinta que Remus tenía ahora entre sus dedos.

Sentado a los pies de su cama, Remus entrelazó la cinta entre sus dedos recordando días en Hogwarts en los que había hecho lo mismo y se había divertido jugando con la melena de Sirius. De aquellos días momentos, sólo quedaban recuerdos desdibujados y esa cinta de la que nunca había podido desprenderse, igual que del resto del contenido en la caja que ahora tenía sobre sus muslos.

Levantando la tapa para descubrir su contenido, Remus contuvo la respiración cuando una oleada de memorias le invadió, y por un segundo estuvo tentado de desprenderse de la caja sin examinar su contenido, pero se descubrió arrepintiéndose incluso antes de llevar a cabo aquella acción.

Por su bien y salud mental, tenía primero que reconocer cada objeto en su interior, decidir si en verdad aportaban algo a su vida actual, y después decirle adiós.

—Oh, Marie Kondo podría estar orgullosa de mí —murmuró Remus para sí, pero la broma sólo lo hizo sonreír unos segundos antes de que el corazón se le estrujara.

En realidad, era poco lo que conservaba de Sirius. En su mayoría, cartas que se habían intercambiado en vacaciones cuando todavía estaban en Hogwarts, y que eran el paquete más voluminoso y estaban separadas del resto. Después de Hogwarts, la correspondencia entre ellos dos había sido más bien escasa. Apenas unas cartas, unas cuantas postales, y en una memorable ocasión, un telegrama con apenas unas palabras: Pensando en ti.

Remus también conservaba de Sirius fotografías. En su mayoría eran recortes del periódico escolar que un chico de su curso había instaurado como su legado en todos los años que estuvieron ellos ahí, así que Remus se había hecho de una colección decente de imágenes de Sirius como miembro del equipo de rugby, atendiendo el club de artes, y ganando un par de premios. El ser un Black y por lo tanto realeza en Hogwarts también le había acarreado algunas portadas, y Remus las conservaba todas, ya amarillentas con el paso del tiempo. También había instantáneas de una cámara que había pertenecido a Peter, y Remus las revisó con creciente angustia ante la idea de deshacerse de ellas. Las que menos eran fotografías simples, casi siempre de ellos en grupo, y sólo una, excesivamente manoseada, de él y Sirius en el jardín de los Potter y sonriendo a la cámara. Había sido tomada en las mismas vacaciones en la que todo entre ellos había dado comienzo, y Remus recordaba con dolorosa claridad que todavía eran amigos, pero en un par de horas respecto a esa foto, serían algo más...

—Vaya... —Masculló presionándose la nariz entre dos dedos—. Esto es más difícil de lo que pensé...

Remus se preparó una taza de té y volvió a su dormitorio a revisar el resto de las pertenencias en la caja, que podían catalogarse como misceláneas en todos los sentidos.

Al marcharse de Hogwarts después de las vacaciones de invierno, Sirius se había llevado consigo la mayoría de sus objetos personales. Atrás habían quedado sólo lo que el conserje no identificó de la lista que le había sido entregada, así que a su vuelta en enero, había sido Remus quien reconociera las huellas del paso de su mejor amigo por sus vidas.

—Ah, ya había olvidado esto —murmuró Remus al sacar una camiseta que había pertenecido a Sirius y que quedó en su propiedad porque antes de las vacaciones Sirius se había despojado de ella en la cama de Remus y la prenda había quedado debajo de una almohada.

Había sido su favorita años atrás, un regalo de su tío Alphard porque éste tenía predilección por Led Zeppelin y quería compartir con él ese gusto, así que Sirius no había querido despedirse de ella cuando se hizo vieja y se llenó de agujeros por lo que terminó en convertirla en su pijama.

En secreto, Remus la había conservado para sí sin contárselo a nadie. Durante el primer mes incluso había dormido con ella, y más noches de las que se creía capaz de admitir, había terminado llorando al reconocer el aroma característico de Sirius en el cuello. Luego la había guardado al fondo de su baúl e intentado olvidarse de esa camiseta deslavada, que incluso después de todos esos años y algunas pasadas por la lavadora, al acercársela a la nariz siguió oliendo a Sirius.

«Al menos a la versión de él que yo todavía recuerdo», pensó Remus, puesto que ahora Sirius olía diferente, a un perfume que no reconocía, y que nada se asemejaba a la persona que era entonces.

El resto en la caja de zapatos era basura, al menos al ojo de un desconocido que no tuviera nociones de su historia juntos.

Había tickets de cine para películas que se habían convertido en clásicos o caído en el pasado; un cuaderno repleto de dibujos hechos por ellos dos, los de Remus como garabatos y los de Sirius prospectando la carrera de arte que seguiría después; unas gafas de sol sin un cristal que Remus había recogido de la basura porque había tenido tan poco a qué aferrarse cuando Sirius se marchó...

—Ah, qué patético soy —dijo para sí, bebiendo de su té ya helado por la distracción, y considerando tirar la caja en su totalidad a la basura y olvidarse de ese pasado en común que compartía con Sirius.

Después de todo, nada extraordinario había ocurrido durante la cena de esa noche. Remus no había hecho ninguna reacción notable después de que enterarse que Sirius tenía más de un año sin pareja porque su último novio le había sido infiel, y Sirius se había mantenido impertérrito cuando Remus desgajó su historia familiar, de cómo él y Dora habían sido felices mientras duró, pero al final sólo quedó Teddy como prueba de ese amor.

Convencido de que era hora de dar vuelta a esa página y no aferrarse más al pasado, Remus devolvió todo el contenido de la caja a su sitio y la cerró de vuelta con el listón en un primoroso moño que lo hacía ver como un regalo cuando en realidad iba a la basura.

Remus bebió lo último de su té con regusto amargo y dejó la caja encima de la mesa de la cocina, convencido de que tomaría cartas en el asunto a la mañana siguiente. Con el pecho un poco más ligero y una extraña paz interna, se preparó para dormir. Excepto que el sueño le fue elusivo por la siguiente hora, y en un cambio de planes del que después se arrepentiría, volvió por la caja de zapatos, la abrió con prisa, y sujetando la vieja camiseta de Sirius contra su nariz, se maravilló por la permanencia de la fragancia y la memoria olfativa que le devolvió a sus años en Hogwarts y a la felicidad que sólo ahí había experimentado.

Sin ser una sorpresa para él, esa noche soñó con Sirius. El Sirius de dieciséis cuando él tenía quince y que había sido su primer amor.

 

Cleaning up today

Found that old Zepplin shirt

You wore when you ran away

And no one could feel your hurt

We're too young, too dumb

To know things like love

But I know better now

(Better now)

5 Seconds of Summer - Ghost of You

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (15-Jul)/Sin comentarios (29-Jul).

Notas finales:

¿Esperaban que la razón de Sirius para marcharse fuera Reg? Y lo que está por venir~


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