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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo cincuenta y siete: De cuando Harry sigue siendo despertado por las noches (¡pero hay buenos motivos esta vez, en serio!)

—¿…cómo les fue cuando conversaron sobre la elección de carreras con el profesor Snape, antes de los TIMO's?

Los tres Slytherin sentados en el carruaje intercambiaron miradas cuando Hermione interrumpió su explicación a Luna sobre el funcionamiento de los TIMO's, que tendría ese año, para hacerles una pregunta. Estaban en uno de los asientos, Pansy en el medio, con las manos unidas en el regazo y una postura que sólo habría delatado una ligera incomodidad para quien la conociese más allá de la figura sangrepura. La Ravenclaw estaba en el puesto de al frente; Luna, con su usual aire distraído, la separaba de un Ron que no dejaba de removerse y echarle ojeadas, al parecer, magistralmente ignoradas por ella.

Por varios minutos, lo único que se escuchó fueron las ruedas del carruaje al avanzar y el débil murmullo que conformaban las conversaciones ajenas, de quienes iban en otros. Harry, que ya no sabía hacia dónde girar el rostro para dejar de sentir la atención de cierta persona, no podía estarle más agradecido.

—Yo hablé con Ioannidis —explicó, consiguiendo que ella arquease las cejas—, sé que no se supone que fuese así, se lo dije. Pero le pareció bien porque tenía algo que decirme, y no creo que a Snape le haya importado mucho. La única vez que sí me llamó a su oficina fue para confirmar cuáles TIMO's iba a tomar.

—Eso es raro. A nosotros, Flitwick nos llamaba por las noches, entre la cena y el toque de queda, y leíamos, hablábamos sobre las carreras…

—Sprout nos da consejos a nosotros —agregó Ron, dando un pequeño brinco en su puesto. Toda muestra de ánimo, sin embargo, se esfumó en él cuando Hermione rodó los ojos y miró en otra dirección— y- ahm, bueno, nos invita a tomar el té en su oficina. Nos pregunta si ya tenemos mentor y qué queremos hacer, revisa en qué somos buenos.

—¿Mentor? —repitió Pansy, interesada. El chico asintió.

—Los de sexto, que tienen mucho tiempo libre por haber descartado varias materias, ayudan un poco a los de quinto con los TIMO's, para prepararse, ya saben —él dio un vistazo alrededor, como si esperase una señal de entendimiento, y al no conseguirla, se encogió de hombros—. Creí que lo hacían todas las Casas.

—Pues no —contestó Draco, en tono quedo—, en Slytherin apenas se habla del tema. Cada quien a lo suyo.

—¿Así que Snape no les dio ningún tipo de orientación? —Hermione los vio intercambiar otra mirada, con ojos enormes e incrédulos.

—Es complicado —murmuró Pansy, con una leve sonrisa—; puede parecer que hay muchas opciones en el mundo mágico, y sí, claro, las hay, pero-

—Pero no para los sangrepura —intervino su compañero, para simplificar—. Desde niños sabemos que vamos a tener nuestro Legado y un deber con nuestra familia, así que es una pérdida de tiempo intentar que nos desviemos de ese camino. Nadie le pregunta a un heredero sangrepura qué quiere hacer con su vida, sólo esperan que cumpla.

—Entonces- entonces- —Hermione boqueó unos instantes, gesticulando en vano—. Eso no es como- me refiero a que pueden hacer más que cuidar de su fortuna familiar, ¿saben? Y deberían hablarlo con ustedes y hacérselo saber a todos los sangrepura, no sólo-

—No, no es cierto. No podemos. Yo no puedo.

Por unos segundos, la Ravenclaw no hizo más que parpadear y observar a Pansy, que mantenía su expresión tranquila después de hacer ese comentario.

—¿Cómo…?

—Mi hermano presentó su abdicación a finales del verano —ella levantó la mano y les mostró, a los cinco, un grueso anillo oscuro que llevaba en el dedo anular. Supuso que Draco ya lo había visto, porque fue el único que no se inclinó para detallarlo—. Conserva el apellido de padre y una parte de la fortuna, la que toca por derecho a cualquier Parkinson, pero me nombró su heredera, como dijo que haría cuando le contesté que lo quería. Nosotros, los Parkinson, mantenemos el Vivero con nuestra magia; ese es nuestro Legado. No podría dedicarme a una carrera como ustedes, una vez que el Legado me reciba. Y así muchas otras familias pasan por situaciones parecidas.

Hermione estaba boquiabierta. Harry, que se preguntaba por qué nunca escuchó al respecto, también.

—¿Cómo funciona eso…? ¿Por qué…? No entiendo —musitó lo último, con un hilo de voz, barriendo con su mirada a los demás—, ¿todos van a pasar por eso? ¿Ninguno puede…ya saben, elegir, hacer lo que les guste?

—Oh, no, yo sí puedo —Ron sonrió sin humor—. Ventajas de que haya varios hijos por delante, supongo.

—A mí, papá me dio esto —Luna deslizó uno de sus collares de cuencas, latas y conchas fuera del refugio que consistía su capa, movió el hilo entre los dedos, hasta dar con un anillo delgado, de oro blanco y una piedra pequeña del mismo color—, y el Legado me aceptó cuando tenía trece, porque no exige tanto como otros.

—¿Qué hace tu Legado? —inquirió Harry, sacándole una sonrisa a la chica.

—Me deja ver dentro de los corazones de las personas cuando hago esto —desprendió la pieza del colgante, sosteniéndola entre el índice y el pulgar, se lo acercó a un ojo, a manera de lente, que enfocó en él. Harry tragó en seco y se removió—, y así,  cómo se sienten. Papá le llama 'empatía'. Tiene muchas utilidades, aunque no lo parezca.

—Tú ves las emociones de las personas —recapituló Hermione, señalándola, y luego a su compañera Slytherin—, y tú mantienes un jardín, ¿cierto?

—Y afecto mágicamente el estado de las plantas —a modo de demostración, Pansy se estiró hacia atrás desde el carruaje, que estaba por alcanzar la entrada a Hogwarts, y rozó la rama de un árbol con los dedos. Esta se agitó, enroscó, y hojas nuevas le brotaron desde diferentes puntos. Ella volvió a sentarse y se alisó pliegues inexistentes de la falda, como si no acabase de hacer gran cosa—. Es un regalo precioso, si me lo preguntan. Padre decía que los Parkinson somos los únicos entre los Sagrados Veintiocho que damos vida.

Hermione asentía, con el entrecejo arrugado en una expresión que le hacía pensar en las horas de estudio antes de los TIMO's, cuando estaba sumergida en la lectura de un pergamino. Harry lo encontraba gracioso, hasta que lo apuntó a él.

—¿Qué hacen los Potter?

Sintió las miradas del resto de sus amigos y se encogió de hombros, más rígido de lo que le habría gustado.

—No tengo idea. Papá nunca me ha hablado de eso, él no le presta mucha atención a estas cosas de ser sangrepura.

—Es porque todavía no te toca —escuchó que decía Draco, y se volteó hacia él—, los Potter heredan oficialmente a los diecisiete, junto a la mayoría de edad. Es una de las familias que tarda más en mostrar a sus herederos al mundo mágico.

Él parpadeó, sin saber qué responder. Estaba seguro de que su padre tampoco le había dicho eso.

—¿Cómo lo sabes? —Draco casi sonrió a la pregunta de la chica, extendiendo un brazo sobre los hombros de su mejor amiga, para tocarle el de Harry, que se tensó por reflejo. Luego se reacomodó y replicó, con un tono demasiado tranquilo:

—Madre y yo estamos de acuerdo en que podría casarme con Potter dentro de unos años, y es natural que me haga estudiar eso. Cosas de sangrepura, Granger, no creo que lo entiendas.

Harry no sabía si contenía la respiración, si el rostro le ardía, o si tenía una expresión confundida, porque sólo atinó a observar a su compañero, en silencio, a la espera de que este diese signos de que se trataba de una especie de broma. Ya que no lo hizo, sino que se levantó con calma cuando el carruaje se detuvo y bajó primero, para tenderle la mano a su mejor amiga y ayudarla a hacer lo mismo, miró hacia el resto.

Luna le pasó por un lado con una sonrisa pequeña, y saltó hacia Draco, abalanzándose contra él, en lugar de sostener su mano como la otra chica. Ron tenía cara de estar frente a una jugada compleja en el ajedrez mágico y Hermione tenía las mejillas rojas cuando carraspeó.

—Yo no sabía- —volvió a aclararse la garganta, viendo a Harry por un instante y luego hacia otra parte—, lo siento, de verdad, no- no sabía que era tan serio- no hubiese preguntado si, bueno, si-

Ella calló cuando se percató de que Harry fruncía el ceño. Se puso de pie y bajó de un salto del carruaje, acercándose al trío que ya había dejado los asientos un momento atrás.

—¡Oye!

Detrás de él, sus dos amigos dejaban el carruaje también y este se marchaba, tirado por las criaturas invisibles de siempre. Los demás estudiantes se dirigían al castillo entre pláticas y bromas, sin prestarles atención.

Se cruzó de brazos. Draco, al darse la vuelta para encararlo, elevó una ceja, y aquello, por alguna razón, hizo que la sangre le hirviese.

—¿Qué se supone que fue ese comentario? —siseó, entre dientes, inclinándose más hacia él, porque no quería que el resto lo escuchase. Era ridículo, por supuesto, si oyeron lo anterior de todos modos.

—¿Lo de que los Potter heredan tarde o…?

—No te hagas el tonto.

Él se limitó a dedicarle una mirada larga y serena. Si una de las comisuras de su boca no se hubiese levantado un poco, habría sido una clara muestra de la máscara de indiferencia Malfoy que tanto odiaba.

—No bromees con algo así.

—¿Quién bromeaba?

—¡Draco! —volvió a sisearle, con el ceño fruncido, pero el chico no parecía alterarse por la reprimenda absurda, así que emitió un sonido frustrado—. Diles que no es cierto, no puedes bromear con algo como-

Entonces Draco lo interrumpió con un teatral suspiro. Los chicos ya los rodeaban y sentía que las mejillas y orejas le ardían.

—En realidad, yo tendría que casarme con Pansy, pero Jacint le hizo un enorme favor al darle su Legado para que mantenga cierta estabilidad mágica —la emoción desagradable que se le retorció en el pecho causó que le dedicara una mirada horrible a su amiga, que le restó importancia con un gesto—, pero madre y yo lo habíamos discutido hace varios meses ya y llegamos a la conclusión de que mi Legado y el de Pans supondrían una mala combinación y una verdadera carga para nuestros herederos, de tenerlos en el futuro, así que…

Harry no podía creer lo que oía. Peor aún, la facilidad con que lo decía.

Apretó las manos en puños.

—¿Todo se trata de política sangrepura?

—No —él dejó caer los hombros, como si la cuestión hubiese desvanecido el argumento que tenía dentro de su cabeza. Lucía en verdad aturdido—, no, Harry, claro que no es-

—¿Todo —repitió, con mayor énfasis en la palabra— se trata de política sangrepura, Draco?

—Ya te dije que no —contestó, más firme, pero no añadió más y él soltó un resoplido—. Harry, en serio, es sólo una-

Entrechocó sus hombros cuando le pasó por un lado y siguió el camino hacia el castillo, cruzándose de brazos. Idiota.

No sabía por qué todavía se sorprendía. Era un idiota. Los dos eran unos idiotas.

Y pensar que, cuando llegó al andén esa mañana, al verlo sentado en el mismo banco que Pansy, conversando con calma, el primer impulso que tuvo fue acercarse y besarlo, para recuperar el tiempo perdido. No lo había visto más desde la visita de los cinco a la Mansión, y podría jurar que aún percibía el contacto de los labios en los suyos.

Idiota.

Estuvo a punto de soltar un comentario desagradable a quien le sujetó el hombro, después de escuchar los pasos que lo seguían, cuando se dio la vuelta y se percató de que era Ron. Su mejor amigo jadeaba por correr detrás de él, momentos después de que se hubiese ido.

Harry continuó cruzado de brazos y ceñudo, aunque incapaz de dirigir esa emoción que le bullía en el pecho al otro chico. Por encima de su hombro, unos metros más allá, distinguía a Pansy apretándose el puente de la nariz y a Draco hablándole, consternado.

—Sólo una cosa —Ron levantó el índice para enfatizar su punto. Tomó una profunda bocanada de aire—, ¿te vas a casar con Malfoy en unos años?

Él tragó en seco. Las contradicciones crecían en su cabeza, al igual que ese sentimiento que hacía que quisiera lloriquear como un niño.

Idiota.

Draco siempre era un idiota.

—Yo no- yo- —balbuceó, rehuyendo de su mirada. Ron lucía más curioso que otra cosa y aguardó un momento, por si hacía otro intento de explicar.

Ya que no ocurrió, el chico bufó y colocó las manos en sus hombros, dándole un leve apretón.

—Mira, aunque a mí me encantó que le dejaras esa cara de horror cuando te fuiste —mencionó, con una sonrisa burlona, que desapareció en apenas unos segundos—, creo que es más- bueno, tú lo conoces mejor que yo, ¿no? A veces parece que lo que dice y lo que piensa no están muy conectados. Y de todas formas, con la cantidad de veces que se besar-

Harry ahogó un grito y se sacudió bajo su agarre, hasta ser soltado.

—¿Tú nos viste? —su tono agudo hizo que su mejor amigo se carcajeara, rodando los ojos.

—Compañero, todos estábamos ahí, no tomé suficiente alcohol para borrar esas escenas desagradables y traumatizantes de mi memoria, y Mione seguía molesta conmigo como para obliviarme —Ron se encogió de hombros, en un gesto que era casi culpable—. Además, recuerdo, más o menos, que después de que estábamos en el cuarto, ella preguntaba por ustedes, y Pansy se reía, y-

Se detuvo cuando Harry le cubrió la boca con las manos. Murmuró algo más contra la piel de sus palmas, y luego se lo quitó de encima.

—El punto es que pensé que ya eran algo, como- tú entiendes.

—Pues no —replicó él, dándose la vuelta para entrar al castillo. Su amigo lo siguió con largas zancadas.

—Pero  quieres que lo sean, ¿cierto?

Frenó bajo el umbral de la entrada. La marea de estudiantes menguaba de a poco, no eran suficientes para arrastrarlos o empujarlos, y la puerta tenía espacio de sobra para los grupos que entraban, entusiasmados por el banquete de bienvenida y la nueva Selección. Ron aguardó su respuesta, mientras cambiaba el peso de un pie al otro y desviaba la mirada.

Al final del sendero en donde se paraban los carruajes, Pansy continuaba hablándole a su mejor amigo. Draco se envolvía con sus propios brazos y tenía el rostro girado, los ojos fijos en donde estaban ellos. Parecía considerar algo.

—¿Hola? ¿Hogwarts llamando a Harry? —Ron agitó una mano por delante de su cara, sobresaltándolo. Se rio cuando lo vio dar un brinco hacia atrás y volver a fruncir el ceño—. Amigo, en serio estás mal, ¿verdad?

—Mira quién habla, el que se perdió por meses con una chica y-

—Era el efecto de los bichos esos que estaban por ahí —se defendió él, arrugando el entrecejo—, además, besaba bien, y  éramos algo.

—Y luego Mione se enojó contigo…

—Bueno, sí, pero se le pasará y-

—O te seguirá ignorando la mayoría de las veces, como en el viaje en carruaje.

Ron bufó.

—Estoy seguro de que no hablábamos de mí hace un momento —se posicionó junto a él y le rodeó el cuello con los brazos, jalándolo hacia el comedor en cuanto retomó la marcha. El bullicio general ya se percibía desde ahí y supuso que iban un poco más tarde de lo debido—. ¿Vas a hacer algo respecto a Malfoy?

Él vaciló. Podría jurar que algunas miradas curiosas se centraron en ellos, pero bien pudo ser su paranoia. Vivir en Slytherin causaba eso.

—Lo tomaré como un "sí, Ron, pienso hacer algo, pero todavía no sé qué; gracias por ser un amigo tan comprensivo conmigo, a pesar de que justo ahora estoy ido, con un montón de Malfoy's besucones en mi cabeza".

Harry le dio un codazo en las costillas, a manera de protesta.

—No pienso en eso.

—¿De verdad? —Ron parpadeó, luego arrugó la nariz—. Mejor así.

Él rodó los ojos. La entrada al comedor estaba delante de ellos, la marea de estudiantes era casi inexistente. Ron lo retuvo, apretándole el hombro.

—Hey —susurró, recargándose contra uno de sus costados—, sabes que, sobre eso- tú puedes salir con quien quieras, compañero, y supongo que también puedes elegir no salir con alguien, incluso si es obvio que estás loco por él…

—Yo no estoy-

—…pero —continuó, haciendo caso omiso de su intervención—, creo que todo el mundo se merece una respuesta clara. Incluso los cretinos como Malfoy —Pareció considerarlo un momento, para después apartarse de él y resoplar—, sobre todo, los cretinos como Malfoy, probablemente —se corrigió, despidiéndolo con un gesto vago cuando lo llamaron desde su mesa de Hufflepuff.

Harry lo observó ir a ocupar uno de los asientos de su mesa y unirse a la conversación de sus compañeros, evitando, cuidadosamente, la mirada de su ex novia. Bueno, supuso que no era el único con algunos asuntos pendientes con los que tenía que lidiar.

Estaba a mitad de camino de la mesa de los Slytherin cuando escuchó su nombre, y antes de que se hubiese dado la vuelta, Daphne Greengrass deslizó un brazo debajo del suyo, llevándolo enganchado el resto del trayecto.

—Hola, Harry —le sonrió—, ¿qué tal tu verano?

Él resopló, divertido.

—Estuvo bien, Daphne, ¿y el tuyo? —luego la chica procedió a contarle sobre un viaje con su hermana y su padre a una isla perdida en el pacífico, indetectable para los muggles, hasta que se sentaron, momento en que Zabini los interrumpió para saludar y preguntar por Pansy. Él se encogió de hombros en respuesta.

Cuando la Selección estaba por comenzar, buscó una familiar cabellera rubia entre la multitud y por la entrada, ya vacía. No se percató de que lo hacía, pero tal vez otra persona sí.

0—

—…te he oído soltar cosas tontas —decía Pansy, con una suavidad impropia de una reprimenda. No lo habría parecido, si no la conociese lo suficiente para detectar esa llama que estaba detrás de sus ojos verdes—, y cosas horribles, y cosas no muy agradables, sin ser malas. Y justo ahora, no fuiste muy listo, Draco.

El chico apretó los labios en una línea recta. Sí, no lo fue, lo admitía para sus adentros.

No creyó que sonaría como lo hizo, y se dio cuenta enseguida, al ver la manera en que la expresión de Harry se cerraba para él. Por supuesto que no pensó que se marcharía así, sin dejar que se explicase.

—La verdad es que lo hiciste ver como si fuese una cosa de interés —siguió Hermione, con el rostro contraído por una emoción extraña. Casi parecía que se contenía de tocarle el hombro para reconfortarlo—, como si hubieses dicho que te casarías con él por la fortuna Potter de su abuelo, ¿sabes?

—Lo que menos necesito es su dinero, y sinceramente, me parece absurdo llegar a la conclusión de que yo podría interesarme en alguien por un motivo como ese —espetó, sin pensar, a la defensiva, y ambas chicas intercambiaron miradas.

—¿Pero se lo has dicho? —de pronto, los tres se daban la vuelta. Luna tenía las manos unidas por delante, sus dedos jugueteaban con el más largo de sus colgantes, ahora fuera de la ropa—. No lo del dinero —aclaró, arrugando apenas el entrecejo cuando estuvo a punto de contestarle—, ¿le has dicho que quieres estar con él?

—Bueno, yo pensé-

—Él pensó —repitieron Pansy y Hermione a la vez, la primera negando, la segunda rodó los ojos. Draco mantuvo la boca cerrada un instante, mientras ordenaba las ideas dentro de su cabeza; llegarían tarde al banquete de bienvenida, de seguir así. Snape iba a ir a buscarlos por el colegio si se retrasaban y notaba sus asientos vacíos durante la ceremonia.

—Supuse que, después de todo, era un poco obvio y Harry se daría cuenta-

Harry se daría cuenta —insistieron Pansy y Hermione, en un tono que dejaba en claro que eso no pasaría.

—Bien, no se lo he dicho, ¿de acuerdo? Es que decir algo así- eso- eso no es para mí.

—Demostrar sentimientos, sí, claro que no es para ti —le dirigió una mirada desagradable a Hermione que, como de costumbre, no bastó para amedrentarla. Ella elevó la barbilla—. A menos que quieras que Harry nunca se entere de nada y piense lo peor de ti-

—Merlín —exhaló, hastiado—, no es para tanto. Es que él tendría que darse cuenta de que yo…

Bajó el volumen de su voz a medida que lo decía, porque Pansy arqueó las cejas, Hermione le siguió poco después, y Luna esbozaba una sonrisa de lado, enternecida. Al captar el punto, soltó un bufido poco digno de un Malfoy. Le hacía falta el anillo familiar para hacerlo girar entre los dedos y sentir que se desahogaba.

—Estamos hablando de Harry —continuó Pansy, en voz baja, acercándose para sostenerle las manos y darle un ligero apretón—, y Harry no eres tú. A él le gustaría que fueses sincero y directo, y lo hablasen. Y que le digas.

—Y, de preferencia, que no sea con términos y argumentos sobre matrimonio y sangrepuras —añadió la otra chica—, intenta con algo más normal. Como decirle que te gusta.

—O que estás enamorado.

—O simplemente que quieres estar con él.

—O pedirle una cita y dejar que el resto fluya.

No siguieron, se imaginó, por la expresión de horror que debía tener en ese instante, la misma que bastó para que Luna ahogase la risa contra la palma de su mano. Despacio, se deshizo del agarre de su mejor amiga.

—Eso no es lo mío. Las palabras-

Las palabras no salían, no se formaban. Se le atoraban en la garganta cuando estaba frente a esos ojos verdes y brillantes, expectantes, y sabía que podía dar un paso falso, lo que terminaría mal, muy mal. Lo único que no quería era que terminase así.

Y fue justo lo que ocurrió, aparentemente.

Se rodeó con sus propios brazos, para sentir que tenía, al menos, un escudo entre él y las chicas. Pansy se apretó el puente de la nariz un segundo, suspirando.

—Pero, si tú quieres a Harry —explicó su amiga, con cuidado—, a veces tendrás que hacer algunas cosas que sí sean lo suyo. Y esto lo es. Él querría- él necesita oírte decirlo, porque te conocemos bien, Draco.

Él arrugó el entrecejo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Si tú lo dijeras, si lo exteriorizas- —Pansy gesticuló, para hacerse entender con mayor facilidad, pero él continuaba mirándola como si hubiese enloquecido—. Sabemos cómo eres, y que esto no es lo tuyo, pero es precisamente por eso, porque Harry también es consciente, que si tú se lo dijeses, sería tan importante. Sería valioso. Sería, de por sí, una muestra de que él significa más que tu orgullo y esta fachada que nos han enseñado a mantener.

El silencio en que se sumieron sólo era interrumpido por débiles murmullos de charlas ajenas, cada vez más distantes a medida que los estudiantes se retiraban hacia el interior del castillo. Era tarde, comenzaba a hacer frío.

Draco bajó la mirada hacia sus manos y abrió y cerró los dedos; de nuevo, se lamentó de no tener el anillo.

Asintió, sin mirar a ninguna de las chicas, y dejó que Pansy le tocase el hombro.

—No siempre debes estar preparado y saberlo todo, Draco. No hay nada de malo en que te confundas, en que lo quieras, ni siquiera si pierdes la compostura por él —el contacto cuidadoso le palpó las mejillas. Su mejor amiga le acunó el rostro e hizo que la observase. Tenía una de las sonrisas más bonitas que le había visto cuando se estiró para besarle la frente y se rio de su expresión—. Si lo quieres en verdad, nada de lo que nos han enseñado toda la vida puede servirte en este campo. Vas a perder la cabeza por él, pero luego será maravilloso, te lo prometo.

Tras unos segundos, él arrugó la nariz, esbozando una sonrisa ladeada.

—Iugh. Sentimientos, cursilerías —alzó los brazos para sostenerle las manos y alejarlas de su rostro—. Necesito una nueva amiga, que no se haya convertido en Puff de la noche a la mañana.

Pansy meneó la cabeza con una sonrisa.

—Al menos, yo nunca le hice creer a Blas que estaba con él por interés.

—Hey —la señaló con el índice, en una advertencia silenciosa, que no le afectó en lo más mínimo—, fue un accidente. Y gran parte de eso se debe a la forma extraña en que Harry interpreta las cosas.

—Fue una tontería —Hermione permitió que la otra chica deslizase un brazo del debajo del suyo, y se encogió de hombros cuando Draco le frunció el ceño—. Es la verdad.

—Recuérdame cuántas de las cartas de Weasley contestaste este verano, Granger, olvidé tus lloriqueos sobre-

—Hey —fue el turno de ella de amenazar, estrechando los ojos. Draco levantó la barbilla.

—No se peleen, vamos tarde —intervino Pansy, dándole un leve tirón a su amiga, para que comenzasen a caminar hacia el castillo. Él las vio alejarse algunos metros.

Durante el verano, en el encierro no-del-todo-autoimpuesto, intercambió correspondencia varias veces con Granger. En su mayoría, fueron notas breves para hablar sobre Pansy y su 'nuevo amigo', el remitente de una serie de cartas que le llegaron cada semana, junto a un ejemplar de una flor que no se cultivaba en Gran Bretaña, congelada mágicamente para preservarla intacta. Ya que ella no consideraba que fuese un inconveniente, y Draco se prometió estar en alerta, sin entrometerse más de lo justo, puede que luego hubiesen tocado otros puntos, casi sin darse cuenta de que lo hacían.

Entre ellos, el hecho de que Hermione no contestó a las cartas de Weasley. O que Harry no respondía a algunas de las suyas.

En retrospectiva, nunca habría sabido cómo explicar por qué lo mencionó, qué los llevó a mantener ese tipo de conversaciones cuando jamás las tuvieron en persona. Quizás fuese ese el motivo.

Si no estaba cerca, no vería su rostro.

Si no veía su rostro, no sentía que tuviese que conservar su postura rígida e inflexible.

Y si no se sentía en la obligación a nada, era todo más simple.

Una idea comenzaba a formarse dentro de su cabeza.

—Es increíble —la vocecita de Luna hizo que volviese el rostro hacia ella. Sonreía. Tenía el anillo Lovegood en lo alto y lo veía a través de este—, eres como un volcán. Justo ahora, tus emociones son casi tan fuertes como las de Harry. Tú…te contienes más.

La chica bajó el brazo, reacomodó el anillo en el colgante, y se lo metió dentro de la ropa para mantenerlo fuera de vista, a excepción de los otros, que estaban expuestos para quien se fijase en ella. Draco también avanzó cuando empezó a moverse, por lo que caminaron hombro con hombro hacia el castillo.

—¿Casi? —cuestionó, su mente maquinaba a toda velocidad—. Tú lo viste, ¿cierto? En el carruaje, fue a él a quien examinaste.

—Sí, ¿por qué? —replicó ella, mirándolo de reojo.

—¿No te das cuenta? —aguardó una respuesta, la que fuese, pero Luna no hizo más que seguir observándolo, y bufó—. Tú puedes decirme cómo se siente, respecto a mí, y así, yo podría actuar en consecuencia a-

—No lo creo —Luna meneó la cabeza y siguió con los ojos puestos al frente. Draco titubeó.

—¿Por qué no quieres hacerlo?

—No es que no quiera —aclaró ella, despacio, con cuidado—, pero- tú sabes, pienso que Pansy tiene razón en esto. Y hay ciertas cosas que deberías hacer solo.

Él volvió a bufar, incrédulo.

—A mí me suena a que no te da la gana de ayudarme.

—Tú no necesitas esa supuesta ayuda —cuando Luna se detuvo cerca de la entrada, él también lo hizo, frunciéndole el ceño. No se inmutó—, sabes bien lo que siente, y lo que tú sientes, desde hace mucho. Sólo estás asustado, te da miedo, terror, arruinarlo, perderlo. Para ti, Harry es lo más increíble que existe en el mundo. Lo mejor que has conocido.

Draco sentía la boca seca.

—Yo no- nunca dije que-

Ella sonrió.

—Oh, no, nunca me lo dijiste —retomó su andar balanceante y suave, dejándolo unos pasos atrás a causa del aturdimiento—, pero tengo ojos y oídos, y me gusta prestar atención, aunque las personas crean que no lo hago. Y esta no es la primera vez que hablamos de esto, ¿recuerdas? Ni la primera vez que lo uso en ti.

No tuvo más opción que suspirar y dejarla marchar cuando llegaron al comedor. Luna le besó la mejilla y le pasó por un lado, para ir hacia su mesa. La Selección ya había iniciado.

Caminó hacia la mesa de los Slytherin, se abrió un espacio entre Pansy y Zabini, con absoluta intención de interrumpir su plática sobre lo que hicieron el verano, y tras contestar las cuestiones más básicas de los demás chicos, se sumió en sus pensamientos.

En el lado opuesto, Harry se reía de un comentario de Daphne Greengrass, por el que luego sacudía la cabeza con ganas. Tenía la risa más linda del mundo. Por supuesto que estaba en la lista de cosas que no sabía cómo decirle a alguien más.

Mientras escuchaba nombres que no retendría, de los de primero que entraban ese año, y luego probaba bocado de la cena de bienvenida, la idea que se esbozaba dentro de su cabeza comenzó a tomar más fuerza.

0—

—…pst. Pst, Harry, Harry, psst, ¡Potter!

—Estoy intentando dormir, Draco.

—No tienes voz de "tengo sueño" —contestó el chico, y lo siguiente que supo era que la cortina de su dosel era descorrida. Harry mantuvo los ojos entrecerrados ante el lumos de su compañero, parado junto a la cama. Lep estaba bajo su cabeza, una superficie tibia, suave y de pelos, que usaba a manera de almohada. Al menos el conejo no se despertó.

—¿Ah, no? —se sentó en el colchón, dejando que las cobijas se deslizaran hacia abajo. No debían ser más de las once, y si bien, no tenía sueño, prácticamente huyó de la Sala Común en cuanto el círculo de muebles con los Sly de sexto se disolvió, después de conversar sobre el verano, incentivados por Daphne y Blaise, como de costumbre— ¿y de qué se supone que tengo voz? —replicó, con un deje irritado. Había arruinado sus planes.

Tenía la esperanza de que Draco, que estuvo sentado en un banco aislado la mayor parte del tiempo, divagase durante el tiempo suficiente para que la oscuridad del cuarto y el silencio, en verdad consiguiesen darle sueño. Al parecer, el mundo no estaba del lado de Harry Potter.

—Tienes voz de "otra vez estás molestando cuando te intento evitar" —puntualizó Draco, casi con humor, cruzado de brazos. Él rodó los ojos, pero supuso que no podría percatarse.

—Es el efecto del sueño.

—Ajá, ¿y por qué no bostezas? —entonces Harry emitió un sonido largo y ronco, que quiso creer que imitaba sus bostezos, cubriéndose la boca con la mano. Podría jurar que notaba la ceja elevada de su compañero, gracias a la luz blanca de la varita—. Eso no es un bostezo, Potter.

—¿No? ¿Y qué más va a ser? Es obvio que- —fingió detenerse por otro bostezo, uno más dramático y fuerte. Draco continuó de brazos cruzados.

—Tú no bostezas así.

—¿Cómo que no? ¿Es que acaso tengo una manera específica de…?

—De hecho, sí. Aprietas la mandíbula para contener el bostezo y frunces los labios, y después no te cubres la boca, y tus ojos se ponen más pequeños —aclaró. Harry parpadeó y detuvo su actuación. Se miraron en silencio por un momento—. ¿Qué? Llevo los últimos seis años viendo tu cara con sueño cada mañana por meses seguidos.

—Pues yo no tengo idea de cómo bostezas —se burló él, ganándose un bufido del chico.

—Soy observador. Y eso no es lo importante —Harry acababa de abrir la boca para contestarle, cuando lo vio inclinarse desde un lado de la cama. Draco presionó ambas palmas en el colchón y se estiró hacia él; por mero reflejo, se echó hacia atrás cuando sus rostros quedaron demasiado cerca.

—No pensé que fueses a impedirme dormir para hablar de cómo bostezo, en realidad.

Bien, no le tembló la voz. Todo el cuerpo le temblaba, pero no la voz. Aquello era un avance.

—Obviamente —ahora sí podía notar que rodaba los ojos—, esto sí es algo relevante. ¿Vienes?

Harry retuvo un suspiro, dejando caer los hombros.

—Draco, yo- estoy cansando del viaje, ¿sabes? Tú eres la única persona en todo Hogwarts que tendría energía para correr a oscuras por el castillo después de la bienvenida.

—Quiero mostrarte algo.

—¿Y no puede esperar hasta mañana?

Draco vaciló. Lo hizo de un modo demasiado obvio, jugueteando con los dedos y abriendo y cerrando la boca, sin hacer sonido alguno. Él volvió a parpadear.

—¿Qué pasa? —una vaga señal de alerta se encendió en su cabeza cuando se arrastró hacia el borde del colchón. Draco no lo miraba— ¿es- es algo grave? ¿Es…?

—No —musitó él, con un hilo de voz—, yo no diría que es grave, sólo es- es- creo que, bueno- la verdad es que no creo que pueda decírtelo en otro momento —declaró luego, seguido de una risa ahogada y sin humor. Harry arrugó el entrecejo.

—¿De qué trata todo esto, Draco?

Pero no le respondió. Mantuvo las manos unidas por delante y volvió a fijarse en él. Sus ojos se veían aún más brillantes y grises, de lo que ya eran de por sí, bajo el enfoque de la luz del lumos. Harry no estaba seguro de qué hacer bajo esa atención.

Verlo por demasiado tiempo le recordaba al verano, a la visita en la Mansión. Labios suaves en contacto con los suyos. No eran pensamientos que debiese tener en esa situación, lo volvían incapaz de sostenerle la mirada.

—¿De verdad no puede esperar?

—No soy tan valiente como para esperar —la respuesta lo tomó por sorpresa, por lo que levantó la cabeza de inmediato, frunciendo el ceño. Él tomaba una profunda respiración—, probablemente no pueda hacerlo cuando se me pase el valor. Y eso no es algo que a mí me dure mucho, de entre todas las personas.

Ya que Harry no hizo más que continuar observándolo, como si le hubiese salido una segunda cabeza de pronto, él resopló de un modo poco digno para un Malfoy.

—Esto es importante para mí, Harry. Me gustaría que vinieras.

Oh, Merlín. Algún día tendría que dejar de ceder a sus caprichos.

Con un bufido, se deslizó fuera de la cama y fue por la capa con amuletos de calor sobre su baúl.

—Sólo para que quede claro, todavía-

—No tienes que ponértela —lo interrumpió, en cuanto pasó la cabeza por la tela, y antes de que tuviese tiempo a reaccionar, unas manos frías le sujetaban la capa para retirársela. Harry boqueó. El chico se había posicionado frente a él, y de repente, la cercanía volvía a ser excesiva. No lo dejaba pensar—, no vamos a salir del castillo.

Bien, aquello se ponía más extraño a cada minuto.

—¿Qué es lo que quieres hacer?

Draco lo sorprendió, de nuevo, al cubrirse la boca con una mano y emitir un débil murmullo contra esta, que amortiguado por la palma, no pudo comprender. Luego meneó la cabeza.

—No hagas preguntas —estaba a punto de replicar cuando sintió que le sujetaba los hombros. Se tensó por un instante bajo su agarre—. Harry, sólo confía en mí. No puedo contestar nada aquí, o no va a servir.

—Te metiste en problemas de alguna manera y ahora tenemos que buscar a un Gryffindor que cuelga de cabeza de un pasadizo escondido, ¿no? ¿Hiciste estallar algo del laboratorio de Snape? ¿Lo que quieres es ayuda para arreglar…?

Harry enmudeció cuando presionó el índice sobre sus labios.

—¿Puedes sólo seguirme?

—¿Pero a dónde vamos?

—A la Sala de los Menesteres, Potter.

¿Por qué querría ir ahí, a esa hora?

Quería hacer más preguntas, pero Draco lo miraba casi suplicante, así que se encogió de hombros.

—¿Tú guías?

Esa sonrisa que le dio podría valer las horas de sueño perdidas. En serio, pensó, tenía que oponer más resistencia algún día.

Hicieron el menor ruido posible al sacar los mapas de los baúles. La capa de invisibilidad fue descartada esa vez, porque Draco decía que era preferible ir rápido por pasadizos y estar atentos, que ir despacio y con cuidado de que la tela no revelase sus pies. Harry le hizo un comentario sobre que no tendrían que descartarla, si él no fuese como un poste de luz.

—Sh, duende Potty.

Si no siguieron discutiendo, fue sólo porque salieron a la Sala Común, y desde ahí, tuvieron que escabullirse entre los Prefectos que tenían turno esa noche y el profesor Snape, que daba una vuelta por las mazmorras para comprobar cómo iba todo. El llegar al piso superior fue un verdadero alivio; más allá, no tenían que hacer más que mantenerse fuera de la atención de Peeves, que ni siquiera estaba en esa área del castillo, y evitar a Filch, lo que era sencillo si tomaban atajos por los cuadros, tras las armaduras y tapices.

Cuando alcanzaron la pared con el punto de referencia, Draco caminó de un lado al otro, tres veces, murmurando de forma ininteligible. La puerta apareció y prácticamente lo metió dentro.

Harry estrechó los ojos, en vano. A pesar de que tomó los lentes apenas escuchó a su compañero acercarse a la cama, en el dormitorio, no podía distinguir nada. Estaba oscuro, y el único débil destello de luz estaba detrás de él, por lo que no producía gran efecto.

Al girarse, localizó el resplandor en una esfera diminuta que Draco sostenía entre los dedos. Se la ofreció.

—¿Ahora  me vas a explicar esto? —arqueó las cejas al tomar la esfera. Por un instante, la imagen de Draco se difuminó. Luego estuvo de regreso; lo observó asentir y extraer de uno de sus bolsillos un vial, que también le tendió— ¿y qué se supone que…?

—Hay tres gotas de veritaserum ahí —le contó, en voz baja. No despegó la mirada de sus ojos, y las palabras simplemente fluyeron, como si estuviesen siendo arrancadas de su boca—. Si crees que miento, hazme tomarlas. Ya me puse otras tres, antes de ir a llamarte —se apresuró a añadir, cuando estaba por hablar, y lo silenció—, pero si es para que te sientas seguro de lo que digo, hazlo, no me importa. Veritaserum sobre veritaserum no hace nada en realidad, y verás que sí me tomé las primeras tres.

Él titubeó en el instante de silencio que le siguió a aquello. Draco aguardó, con las manos en puños a los lados, y supuso que le debía una respuesta. Miró de reojo al frasco en su mano.

—Si dices que te tomaste tres antes, te creo —le devolvió el vial. Draco parecía haberse relajado cuando lo guardó—. ¿Significa que contestarías cualquier cosa o…?

Se detuvo cuando él le pidió silencio con un gesto. Levantó tres dedos.

—¿Tres preguntas?

—Tres peticiones —corrigió, para empezar a enumerar—. Deja que me siente y mantén la esfera; a un metro de distancia, la luz será sólo para ti, y yo no te veré, sólo te voy a oír. No te acerques. Las cosas que preguntes- lo que sea que te diga, te lo estaré diciendo sólo a ti, y a nadie más que a ti, Harry, y no quisiera-

—Entiendo. Secreto —él asintió—. No hubiese pensado en contárselo a nadie, de cualquier forma.

Tras otro momento de silencio, Draco asintió. Se adentró más en la oscuridad, hasta que se escuchó un ruido sordo y él emitió un quejido, supuso que al tropezar con la silla en que se sentó después.

—¿De verdad no me ves? —se le ocurrió preguntar, mientras hacía girar la esfera entre los dedos. Él distinguía al otro con facilidad, a pesar de las penumbras que los envolvían.

—No veo nada, Potter. Ese es el punto.

—¿Por qué?

—Es más sencillo hablar de ciertas cosas cuando no me preocupa tu expresión.

—¿Por qué? —insistió, más suave, aunque por estar solos y aislados, era obvio que iba a escucharlo.

—Odio la idea de decir algo incorrecto y ver cómo te lastima. O cómo te enojas. Cuando te enojas, siento que comienzas a odiarme y no puedo pensar en arreglar lo que sea que haya hecho. Mi mente se bloquea y me comporto…bueno, tú sabes cómo me comporto.

—¿Por qué te odiaría?

Draco se rio. Una risa sin humor.

—No sé. Pero no entiendo cómo no lo haces todavía. No he sido…demasiado bueno algunas veces, y estando en tu posición, si fuese al revés, tal vez yo…yo habría reaccionado diferente. Supongo.

Harry soltó una temblorosa exhalación. La esfera se le resbaló y tuvo que maniobrar en el aire, haciendo uso de sus reflejos de Buscador, para atraparla.

—Realmente tomaste suero de la verdad, ¿no? Merlín, ¿de dónde lo sacaste?

—Se lo pedí a mi padrino.

—¿Y te lo dio, así como así, sólo por ser tú?

—Hice un trato con él —rodó los ojos.

—¿Qué trato te da seis gotas de suero de la verdad?

—Ser voluntario para todo lo que a él no le gusta hacer con los ingredientes de pociones. No fastidiarlo demasiado por su exprometido. No ser Puff cerca de él.

—¿Puff? —Harry se echó a reír— ¿cuándo  has sido al menos un poco Hufflepuff?

—Cuando estoy contigo me sucede seguido, pregúntale a cualquiera.

Se sumieron en un nuevo silencio cuando Harry boqueó, sin saber qué contestar. Tragó en seco.

—¿Sí te das cuenta —comenzó y se detuvo, con una vacilación clara. Apretó la esfera luminosa con fuerza— de lo que has hecho?

—Especifica —pidió, en voz baja. Él carraspeó.

—Puedo preguntarte lo que sea y tendrás que decírmelo.

—Sí, ese es el punto —repitió, rodando los ojos, por segunda vez.

—Estarás obligado a decírmelo, Draco. Cosas que no quieres que sepa, que no has querido decirme nunca, incluso.

Para su sorpresa (y vaya que aquella iba siendo una noche llena de estas), su compañero unió las manos sobre el regazo y sonrió a medias.

—Sí. Exacto.

—¿Cómo se te pudo ocurrir hacer algo así?

—Quiero que me creas.

—Merlín, Draco, no tengo por qué dudar de-

—Sí tienes, tienes mil motivos para dudar de mí —le espetó, con una dureza que, por alguna razón, le dio la impresión de que no estaba dirigida a él—. No te cuento cosas que me importan, o incluso que te involucran, o lo que hago cuando es demasiado tarde. Hay cosas de las que me aterra hablar contigo, pero tampoco podría decírselas a nadie más, ni siquiera a Pansy. Hay cosas que me encantaría decirte, sólo a ti, y tampoco puedo. Y estoy trabajando en esto de- ya sabes, hablar, pero no es algo fácil para mí. No quiero confundirte, ni saber que soy quien te provoca inseguridad, y aunque me esfuerzo, algunas cosas no consigo decirlas todavía, cosas que mereces saber, cosas que deberías oír ahora, y no esperar…esperar que yo supere esta estupidez mía y mis problemas para expresarme.

A Harry le llevó unos segundos reaccionar.

—Entonces- ahm, está bien. Si lo ves así, está bien —se aclaró la garganta. Draco miraba, a ciegas, en dirección al sonido de su voz—. ¿Qué debería preguntar? ¿Qué pensabas cuando hiciste esto?

—Lo que sea —el chico suspiró y cerró los ojos. Supuso que no haría diferencia alguna, si no veía nada de todos modos—, lo que quieras. Simplemente pensé que debías querer algunas respuestas que no me saldrían en otro estado.

Él asintió, a pesar de ser consciente de que no notaría el gesto. Estaba aturdido, su cabeza convertida en un remolino de ideas.

—¿Cuánto tiempo dura el efecto?

—Digamos que como una hora, para estar seguros de que no empieza a desvanecerse. Pero ya perdiste varios minutos.

Harry permaneció en silencio por unos instantes, considerándolo. Tenía preguntas desde hace años, y una importante, reciente, pero decidió comenzar por las más lejanas.

—¿Odias a mi papá?

—No tanto como creía —mencionó, arrugando la nariz—. No me agrada demasiado, no creo que alguna vez lo haga, pero no- no puedo estar enojado con él más tiempo. Es absurdo. Ni siquiera madre lo evita tanto como yo lo hacía.

Interesante dato, reconoció.

—¿Por qué siempre molestas a Ron?

—Además de que se me enseñó que los Weasley, entre las familias sangrepura, eran los peores, porque padre así lo creía, me- me molesta que sean tantos, ruidosos, idiotas, histéricos. Son una falta a los sangrepuras; no tienen porte, ni carácter, ni la educación, y eso- eso- —hizo un sonido ahogado—. Me enloquece la idea de que, aunque son sangrepuras como yo, como Pansy, tuvieron una niñez normal, no estudian en vacaciones, no memorizan listas interminables, no tienen nuestras exigencias. Odio eso. Odio que ellos sean diferentes. Odio que nadie- que nadie me hubiese preguntado si yo quería…ser así.

Se cubrió la boca al finalizar. Harry vaciló.

—¿Quieres que lo dejemos aquí? —preguntó, atacado por la culpa. Estaba claro que ni siquiera Draco se esperaba aquello, pero negó, y tras una bocanada de aire, bajó el brazo.

—Sigue. Sabía que este tipo de cosas pasarían, y no me importa, sólo- sólo dame un momento entre estas preguntas. Es extraño para mí.

Asintió, de nuevo, a pesar de saber que no lo vería.

—¿Odias en realidad a los nacidos muggles o es una fachada?

—Cincuenta, cincuenta —ladeó la cabeza, en un gesto de "más o menos"—. No entiendo por qué estudian en el mismo sitio y las mismas materias que los que son como Pansy o yo. Son diferentes también, y no- no comprendo gran parte de las cosas sobre ellos. Me confunden. Pienso que estaría bien si- si a ellos se les enseñase sobre nuestra cultura también, en lugar de forzarnos a dejar siglos de tradición para que se adapten ellos al mundo mágico. Se siente…como si ellos me estuviesen intentando quitar algo, algo importante, para mi familia y para mí. No quiero mezclarme con tantos hijos de muggles, pero no- no es como si los quisiera muertos ni nada parecido, y sé que, no ahora, pero sí en algún momento, debería intentar aceptarlos más.

—Muy maduro de tu parte —Harry sonrió, a medias. Él bufó.

—Te advierto que lo haré a mi ritmo.

—Me parece bien —lo consideró unos segundos—. ¿Así que consideras a Mione una amiga?

—Sí.

—¿Y Ron?

—…también es un amigo —podía notar la manera en que apretaba la mandíbula, peleándose contra el suero de la verdad, y se sintió casi culpable por reír por lo bajo—. Uno idiota e insoportable, ¿de acuerdo?

—No es muy diferente de lo que diría él de ti —tuvo que morderse el labio un instante, para detener la risa, y continuar—. ¿Has pensado…en tu padre recientemente? Cuando- cuando lo mencionas, suenas diferente, y- sólo me preguntaba- no, olvídalo. No contestes eso, Draco, no es-

—Pienso muy seguido en él —la voz le tembló. Un sentimiento amargo se le asentó a Harry en el estómago; quería pedirle que se detuviese, pero él carraspeó y lo ignoró—, solía preguntarme qué haría mi padre cuando no sabía qué hacer. Era- era mi ejemplo, todo lo que yo quería ser. Ahora me doy cuenta de que un verdadero modelo a seguir no estaría en la prisión mágica —la risa que emitió era ahogada, seca—. Tengo algo de miedo de terminar como él ahora y- y me siento la peor persona del mundo por no haber ido a visitarlo otra vez.

—Él no sabría si vas…

—Pero yo lo sé. Yo sé que no voy, yo sé que no lo he visto.

—Lo siento —Harry parpadeó cuando la vista se le nubló. Frente a él, Draco se talló los ojos despacio, sin abrirlos—, no debí preguntar eso.

Él negó.

—Te dije que cualquier pregunta que quisieras servía. Nunca lo había hablado con nadie y- y es relajante. Liberador. Está bien si eres tú quien lo oye.

Harry pensó en sus opciones por un momento, fingiendo que no se daba cuenta de que Draco echaba la cabeza hacia atrás, la apoyaba en lo alto del respaldar de la silla que se perdía en la oscuridad, y exhalaba despacio.

—Esto me lo he preguntado mucho —empezó, casi sin notarlo—, en primer año, esa vez que tuvimos que llevar la piedra de la luna…sé que lo hemos hablando, ¿pero de verdad…dejaste que te marcara para que no me sucediera a mí, sabiendo que pasaría algo así?

Draco asintió.

—Tenía que cuidarte. Era una amenaza mágica desconocida.

—Siempre pensé- es que fue tan extraño que corrieras un riesgo cuando- tú entiendes. ¿Cuándo no tienes todo bajo control?

—¿Justo ahora? —el intento de broma le arrancó un débil quejido, se imaginó que por la poción buscando sacarle la respuesta—. En ese momento, pensé que lo que fuese que me hiciera, podía arreglarlo. O decirle a Snape que lo hiciera. No me importaba; de saber lo que haría, también lo hubiese hecho. Tú- es- yo no quise que te pasara nada. Me sentía como- como si debiese cuidarte. Todavía me pasa, a veces.

—¿Sólo a veces? —se burló, sin poder evitarlo.

—Me pasa bastante seguido. Tú y Pansy son- son realmente importantes para mí, y- y si hay algo que yo pueda hacer, y les evita cualquier resultado desagradable, yo- yo lo haría.

Harry no sabía que tenía una sonrisa plasmada en el rostro, y por suerte, su compañero no habría sido capaz de verla.

—Eso es lindo.

—No lo menciones —cuando Draco hizo ademán de cubrirse la cara con una mano, él se rio—, sólo sigue, Potter. Se te acaba el tiempo.

—Oh, tranquilo, seguro nos queda un rato —aguardó un momento. Tenía esta duda que no podía sacarse de la cabeza, y se contraponía sobre otras, así que decidió que era la mejor oportunidad de dejar de carcomerse por ella—. ¿Qué piensas de Charlie Weasley?

Sintió que el rostro le ardía, de nuevo, cuando lo vio levantar una ceja.

—Charlie es- bueno en su trabajo. Es listo, fue un gran instructor.

—Pero lo ves como un amigo, ¿cierto? —insistió, cambiando su peso de un pie al otro.

—Es como un consejero idiota, medio Puff.

—¿Qué tipo de consejos te da?

—Sobre- cómo no ser un cretino sangrepura con una persona en particular. Pero no siempre me funcionan.

—¿Alguien que te interesa?

—Exacto.

Él vaciló. Jugueteó con la esfera luminosa entre los dedos, ¿cuánto tiempo le quedaría?

No creía que pudiese retrasarlo más.

—Sobre- sobre las vacaciones —balbuceó, y se tuvo que obligar a carraspear. Descubrió, como supuso que sabía Draco, que era más sencillo si no lo miraba al hablar—, ya sabes, ese- esa noche en- bueno, ¿significó algo? ¿Algo importante?

—Fue el mejor momento del verano para mí —contestó, con voz queda—, y de cualquier otro, también.

—¿Incluso mejor que el verano con los dragones?

—Definitivamente mejor que pasar las tardes detrás de Harriet para que no mordiera a alguien.

Harry contuvo la risa. Su buen humor se desvaneció casi de inmediato.

—Y- lo de hoy en tarde, lo que dijiste sobre casarte conmigo, haberlo discutido con- con tu madre- ¿era verdad?

—Es verdad que lo hablé con ella durante las vacaciones y acordamos que eres una buena opción, tomando en consideración factores importantes para- bueno, compromisos de un heredero —Harry dejó caer los hombros. Sentía que algo se desinfló dentro de él; ya no quería ni siquiera estar ahí—. Pero no es esa la razón por la que lo dije, como piensas.

Por un instante, no hizo más que observarlo. Draco permanecía sentado, sus dedos no dejaban de moverse. Su rostro, que intentaba mantener sereno, se contraía de a momentos.

—¿Y cuál lo es?

—En ese momento, lo hice sin pensar —admitió, seguido de un bufido de risa—, pero, en general, es porque eso es lo que quiero.

—¿A qué te refieres?

—Casarme contigo —especificó, con suavidad—. Quiero casarme contigo.

Harry balbuceó alguna respuesta que le sacó una débil sonrisa a su compañero. Sentía que el suelo perdía consistencia y se rehacía bajo sus pies, las rodillas amenazaban con fallarle. ¿El aire siempre fue tan difícil de inhalar?

—¿Por qué? —fue lo único que se le ocurrió.

—Porque estoy enamorado de ti. Y así funciona el amor que nos enseñan a los sangrepura; como los magos vivimos por tanto tiempo, nuestras relaciones se basan mucho en la convivencia, nos hablan de matrimonio desde niños, y es…es como una forma de decir que es la persona con la que prefieres estar cuando pasen cosas malas. Supongo que no es igual para ti, pero significa mucho para mí.

—¿Por…? —exhaló. No podía formar un hilo de pensamientos coherentes— ¿desde cuándo estás…?

—Cuando un niño tonto de lentes se subió sobre un perro de tres cabezas medio dormido —Draco sonrió, una risa silenciosa y llena de nervios le sacudió los hombros—, y yo- yo pensé que no podía existir una persona más increíble en todo el mundo.

—Eso fue en segundo año —no pudo evitar que la voz le saliese más aguda de lo normal. Él asintió.

—Sí, lo sé.

—Merlín.

—Merlín —Draco tuvo la misma reacción. Lucía como si ni siquiera él pudiese creérselo.

—¿Entonces tú- tú quieres como- tú…?

—Quiero estar contigo más que nada en el mundo.

—¿Como- como una- una pareja? ¿Eso- eso quieres?

—Sí.

La siguiente vez que la esfera se le resbaló, no consiguió atraparla. Cuando la luz se apagó, distinguió el sonido de un cristal que se rompía.

—¿Acabas de romper mi esfera brillante? —cuestionó Draco, en medio de la oscuridad. Él boqueó y sólo atinó a buscar la varita en su pijama.

—¡N-No! ¡No, claro que no!

Buscó a tientas, agachándose. Al estar a punto de cortarse, decidió utilizar un lumos para localizar los restos de cristal. Pronunció un reparo y la vio encender, otra vez, con alivio.

—¿Sabes que puedo escuchar tus hechizos susurrados, porque estamos solos y aislados aquí?

Harry volvió a balbucear y emitió un quejido débil. La risa de Draco llenó la sala cuando intentó cubrirse la boca con el dorso.

—Oh, Merlín. Me gustas —recostó la cabeza en la parte alta del respaldar—, me gustas tanto, incluso cuando te comportas así. Probablemente me gustas más así.

No sabía qué hacer con el cosquilleo que le invadía el cuerpo y entorpecía sus movimientos, la respiración se le trababa. Su corazón había decidido que iba a salirse de control.

—¿De- de verdad?

Draco movió la cabeza de arriba a abajo, sin separarse de su soporte.

—Muchísimo.

Estaba feliz.

Estaba tan jodidamente feliz.

—Si- si es desde segundo, ¿eso- eso no me convertiría en la primera persona que…?

—La única persona —aclaró él, en un susurro—. Eres la única persona que me ha gustado así en mi vida, Harry. No- ni siquiera me imagino pensar en alguien más de ese modo.

Comenzó a aproximarse, arrastrando los pies, tambaleante. Podría jurar que iba a desfallecer de repente. Le temblaban las manos con que sujetaba la esfera.

—Dímelo otra vez —pidió, en un murmullo tembloroso—, ¿quieres…?

Él no lo dejó terminar.

—Quiero estar contigo.

Se detuvo. Estaba frente a la silla.

—Es increíble…lo que hace un poco de suero de la verdad.

Draco esbozó esa sonrisa ladeada que siempre relacionó con los problemas. Ya no estaba seguro de si su concepto cambiaría.

—Harry —se rio—, el veritaserum dejó de hacer efecto después de que me hubiese dado cuenta de que te dije que estoy estúpidamente enamorado desde los doce.

Cuando abrió los ojos, Harry estaba boquiabierto. Soltó una exhalación ahogada, casi una risa nerviosa. Draco le agarró las muñecas cuando estuvo por cubrirse el rostro y lo detuvo.

—¿No tienes nada que decirme?

—Yo- yo creo- —se echó a reír, de nuevo. Los nervios lo consumían, esos ojos grises lo miraban con lo que, hasta entonces, no se le hubiese ocurrido que era tal adoración y cariño—, creoquemevoyamorir, espera.

Se inclinó y apoyó la frente en el hombro de Draco, escondiéndose de su mirada. Si lo observaba como si fuese algomaravilloso, no podía pensar.

—Esa no es una respuesta —protestó, más divertido que enojado, pinchándole un costado, justo sobre un punto de cosquillas que lo hizo saltar y sostenerse de él, para no perder el equilibrio. Cuando estaba por quejarse, sintió que lo envolvía con los brazos y la respiración se le cortó.

Ni siquiera valía la pena ponerse a considerarlo, cuando la respuesta estaba ahí. El corazón le tronaba en los oídos, su estómago tenía una sacudida violenta.

—Creo que voy a necesitar el- el suero para dejar de reírme y hablar, lo siento, no- me pusiste nervioso —balbuceó, enterrando más la cabeza en su hombro.

—Está bien —Draco lo estrechó con un poco más de fuerza durante un instante. Podría jurar que sentía sus latidos descontrolados también, y aquello, por algún motivo, lo llenó de más de esa emoción cosquilleante y enloquecedora—, tomaré esto como un "podemos hacer algo al respecto". Intentar, al menos. Podemos intentar.

—Me gusta la idea de intentar…

—A mí también.


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