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Tardes de canícula por Marbius

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8.- En las cuatro estaciones de una vida.

 

We burned too bright, now the fire's gone, watch it all fall down, Babylon.

5 Seconds of Summer - Babylon

 

Como suele suceder siempre en los planes que se estipulan milimétricamente, las estaciones posteriores al último verano que Sirius, Remus, Regulus y Teddy pasaron en la villa del tío Alphard se sucedieron en orden como estaba establecido, pero fueron los acontecimientos de su vida los que se desordenaron.

Siempre temeroso de sus padres, Sirius se sorprendió sobremanera cuando Padre enfermó del corazón y por un largo año de convalecencia su mano férrea perdió poder. Madre se encargó de suplantar su autoridad, por supuesto, y los cambios en su dinámica familiar colocaron sobre los hombros de Sirius un terrible peso para apresurarse a tomar las riendas de los negocios Black y asegurar para todos la misma holgura monetaria a la que estaban acostumbrados.

Padre acabó muriendo en los días entre Navidad y Año Nuevo, colocando así un nuevo velo oscuro en Grimmauld Place, y también fue en esas vacaciones cuando Regulus llevó a Sirius aparte y le reveló un secreto que mantenía desde hacía pocas semanas atrás.

—Lo sueño...

—¿Qué?

—Un lobo —dijo Regulus, frunciendo el ceño—. Es una cría, pero sin lugar a dudas es un lobo. No han confusión en eso.

Al regreso de Regulus a Hogwarts, Sirius habló con Remus del asunto, y tras darse a sí mismo unos segundos de contemplación, éste le reveló que los Potter estaban esperando a su primer bebé.

—Puede que no sea nada, pero puede que sí —dijo sin comprometerse en sus vaticinios, pero Sirius tomó nota de buscar visitarlos ese verano cuando naciera el bebé, y llevar a Regulus consigo.

 

El verano, incluso si sólo les proporcionó una corta semana en la villa del tío Alphard, trajo consigo una vez más a los Errantes y a los hermanos Black en el mismo sitio.

Lily y James Potter habían recibido por fin a su primogénito, un bello bebé al que llamaron Harry y que cohibió a Regulus cuando él y Sirius se presentaron con regalos para celebrar su nacimiento.

—¿Es él? —Preguntó Sirius en voz baja a su hermano.

—No lo sé —respondió éste, pero no había necesidad de confirmarlo con palabras cuando los ojos de Regulus apenas podían dejar ir al recién nacido.

Lily lo intuyó sin problemas, y sin mediar una sílaba obligó a Regulus a tomar asiento y le entregó al pequeño bebé en brazos.

—Sostén su cabeza así, perfecto —le dio las indicaciones básicas—. No lo dejes caer.

—No me atrevería... —Murmuró Regulus, abrazando al bebé contra su pecho y aspirando de su cabecita repleta de cabello oscuro contra su mentón.

En silencio, fingiendo no haberse dado cuenta, Sirius y Remus observaron sin juzgar.

 

Con Sirius y Regulus acudiendo a la misma universidad, Madre cedió un poco al permitirles rentar un departamento más cerca del campus, y aquello facilitó por fin que Remus pudiera tener su espacio al lado de su compañero. Teddy se les unió en una tercera recámara porque él también empezaría sus estudios en el siguiente curso, y aunque la convivencia no siempre fue perfecta, consiguieron salir adelante sin mayores complicaciones.

En el ínterin de aquel año en el que se respiró la libertad, Madre enfermó. A diferencia de Padre, ella anunció sin más durante un reglamentario desayuno de los domingos que tenía cáncer, y que planeaba luchar contra la enfermedad y ganar.

Sirius no lo puso en duda. La mujer que se hacía llamar su progenitora era terca como una mula, y con esa misma entereza afrontó sus tratamientos con regularidad, aunque... La balanza no parecía estar muy inclinada a su favor.

Durante ese segundo año de universidad de Sirius, Madre comenzó a perder peso, a encorvarse, a teñirse sus cabellos otrora negros de gris, y a dar muestras que era humana como cualquier otro.

Regulus fue quien demostró tener mayor entereza a renunciar a su tiempo libre ese verano para adelantar algunos cursos en la universidad, de tal manera que al volver al otoño le faltaban pocos créditos para estar en el mismo semestre que Sirius.

—¿Es que planeas saltarte mi derecho de primogénito para heredar y quedarte con la empresa? —Le chanceó Sirius, pero el semblante sombrío de su hermano le dio la respuesta que buscaba.

—No fue una buena madre —dijo su hermano en más de una ocasión—, pero fue nuestra Madre, y... Merece marcharse en paz.

Y así fue, cuando precisamente el verano antes de su tercer año Madre murmuró una última vez una de sus acostumbradas sartas de quejas, y con un último resoplido, murió.

Que según a qué hijo se le preguntara, lo hizo en paz o no.

 

Sin sus padres respirándoles en la nuca, Sirius no encontró muchos alicientes para terminar su educación universitaria ahora que Regulus bien podía terminar la suya y encargarse sin más demora de los negocios familiares, pero Remus le convenció de llevar a cabo sus últimos cursos y servirles de buen ejemplo a su hermano, sí, pero también a su hijastro.

—Me cuesta pensar en Teddy de esa manera, pero vale —accedió Sirius, que un año después se presentó con su título y deseo de empezar realmente a vivir su vida.

Porque así estaba decidido, Sirius y Regulus le pidieron al tío Alphard pasar el verano en su villa, y éste accedió gustoso de volver a tenerlos con él.

Remus y Teddy, en compañía del resto de su grupo de Errantes se sumó de nueva cuenta, y fue así como en compañía de su nueva familia, con Regulus cerca porque él ya lo era, Sirius recibió la mordida durante una noche de luna llena y puso un alto a su envejecimiento.

—Está hecho —dijo ufano cuando al volver en la madrugada del bosque les mostró a todos el leve trazo de dientes en el nacimiento del glúteo izquierdo.

Por elección propia, la localización de la mordida era un asunto personal. Había quienes preferían un brazo o una pierna, otros el nacimiento de la nuca, y los que menos el pecho o alguna otra área. Sirius había sido de esos últimos, si acaso porque su ceremonia había incluido sexo, y en el calor del momento, Remus no se había contenido.

También a su regreso lo sorprendió Regulus al mostrarle la marca de una dentadura pequeña en la cara interna de su muñeca, y un gesto contrariado.

—Harry me ha mordido —reveló más tarde, sólo para ellos dos.

—¿Entonces ahora tú...?

—No lo creo... ¿O sí? Nadie me pudo dar explicaciones —dijo Regulus con un encogimiento—. En todo caso, son los dientes de leche de Harry, y por lo que Lily me contó, no entiende de significados. Sólo me mordió porque en el último mes es de lo único que se hablaba contigo y con Remus. Seguro que no es nada.

«O seguro que lo es todo», pensó Sirius, pero ya que su hermano parecía nervioso y poco proclive a creer en hechos sobrenaturales incluso si convivía día a día con ellos, no mencionó nada.

El tiempo le daría o no la razón.

 

Muchos, muchos veranos después, el tío Alphard citó por última vez a Sirius y a Regulus para despedirse de ellos ahora que el mismo tipo de cáncer que alguna vez acabara con su hermana ahora estuviera finiquitándolo a él.

—Mi abogado los contactará después que yo... —Dijo Alphard, recostado en su cama en un nido de almohadas. La señora Winky amagó taparlo con una manta, pero la apartó con ligereza—. En todo caso, ustedes son mis herederos universales y quiero que lo tengan todo. No me importa qué hagan con el dinero o el resto de las propiedades, pero esta villa...

—No te preocupes, tío —le aseguró Regulus—. Significa demasiado para nosotros como para venderla o dejar que caiga en el olvido.

—Y la señora Winky...

—Siempre tendrá un trabajo con nosotros —prometió Sirius—, y cuando quiera retirarse también una pensión y el sitio que a ella le apetezca para pasar sus días finales.

La señora Winky bufó como si la idea de jubilarse estuviera en sus planes. A pesar de ser casi tan vieja como el tío Alphard y tener arrugas y el cabello entrecano, se mantenía tan activa como la recordaban desde niños, y en sus intenciones estaba el conservarse así hasta la muerte.

—Me alegro, me alegro mucho —murmuró el tío Alphard, que cada vez más se cansaba hasta el agotamiento y no tenía por delante muchas más fuerzas—. Puede que sus primas Bella y Cissy intenten hacerles alguna jugarreta peleando por una parte de la herencia, pero mi abogado ha sido meticuloso con las estipulaciones. No les den nada que no merezcan —indicó con una profunda exhalación.

—Nada tío.

—No cederemos ni un ápice.

—Muy bien.

Luego el tío Alphard pidió estar a solas, asó que Sirius y Regulus bajaron a la cocina, donde Remus y Teddy habían preparado para ellos un modesto servicio de té y galletas para esperar.

La hora del deceso fue horas después, curiosamente con una llena iluminando la habitación del tío Alphard cuando Sirius subió una vez más para comprobar su estado y lo encontró dormido. Al menos creyó que dormido, hasta que al tocarlo lo encontró inerte, y supo que se había marchado.

—Gracias por todo, tío Alphard —murmuró Sirius al despedirse una última vez de él, y tras limpiarse los ojos con los nudillos, se dispuso a dar la noticia.

Que buena o mala, quedaba a interpretación del oyente.

 

Regulus fue quien se encargó de hacer que los negocios Black prosperaran hasta amasarles a él y a Sirius una enorme fortuna, pero ya que al cabo de casi dos décadas su apariencia seguía tan lozana como aquella noche de luna llena en que Harry le clavó los dientes siendo un bebé, no le quedó de otra más que resignarse a su evidente suerte y tomar una decisión.

—Considéralo una retiración anticipada y resígnate —le sugirió Sirius, que junto a su hermano y Remus, vivían los tres en la villa que alguna vez perteneciera al tío Alphard y ahora era suya.

La señora Winky todavía vivía, y era la cabeza encargada del servicio a pesar de que a su edad se desplazaba con bastón y estaba sorda de un oído, pero por lo demás era tan eficiente como cuando ellos eran niños.

—Me moriría de aburrimiento —dijo Regulus, que había tomado las riendas del negocio familiar y ahora no sabía cómo dejarlas ir.

—Ya encontrarás qué hacer con tu tiempo libre. Este verano Harry también estará de visita —le recordó Remus, pues los Errantes seguían acampando en la propiedad igual que siempre.

Harry había crecido en los últimos años hasta convertirse en un joven que estaba por cursar su último año en Hogwarts (Regulus había hecho el ofrecimiento, y los Potter habían accedido), y no ocultaba su fascinación por aquel a quien desde nacimiento había elegido como suyo.

Por supuesto, Regulus se había resistido a la idea de encontrar a su alma gemela en un crío que no existía cuando él era mayor de edad, y aunque la diferencia de edad podía mostrarse como el mayor impedimento para una relación entre ellos dos, el que Harry lo hubiera mordido siendo apenas un infante había favorecido para que en apariencia Regulus sólo se viera mayor por un par de años.

—A riesgo de sonar como un cliché —le había dicho Remus en una ocasión—, la edad es sólo un número, y es más válido que nunca entre lobos y sus compañeros.

Sólo por él, Remus le había dicho a Regulus su verdadera edad, y éste había pasado de encontrar la diferencia entre él y Harry como peccata minuta y el darse una oportunidad como una posibilidad tangible.

Con Lily y James de acuerdo con su relación porque ellos también tenían una diferencia de edad notable incluso si al mirar sus rostros nadie podía apreciarlo, Regulus había decidido por fin años atrás a aceptar a un niño Harry como su sombra, a un púber Harry como su protegido, y a un adolescente Harry como su perpetuo admirador.

Ahora tocaba ver qué sorpresas le traería adulto Harry ese verano.

 

Sirius perdió la cuenta de los veranos que había pasado al lado de Remus.

De pronto otra vez era verano en la villa, y sólo estaban ellos dos porque Teddy había encontrado a su compañera en Francia, una chica llamada Victoire que resultó estar lejanamente emparentada con Fleur y que corroboró su teoría de cómo algunas familias tenían un atractivo natural hacia los lobos.

Regulus y Harry habían hecho lo mismo por fin, luego de que Harry alcanzara su madurez y Regulus ya no se sintiera tan cohibido con la aparente diferencia de edad.

Y él y Remus, bueno... Estaban considerando adoptar.

La vida era por completo diferente a la época en la que habían vivido durante la década en que se conocieron. Su relación ya no era tabú, e incluso habían sido de los primeros en celebrar primero una unión civil y después un matrimonio en toda regla cuando llevar a cabo la ceremonia se hizo una realidad. Remus había accedido a sus caprichos por simple deseo de satisfacerlo, pero había salido de él la posibilidad de adoptar ahora que tenían tantos años juntos, y la villa se sentía demasiado grande para ellos dos solos.

Con la población de lobos en declive, incluso la opción de engendrar estaba sobre la mesa, y nuevamente había sido Tonks quien se acercara a Remus y le otorgara el honor de ser una vez más el padre de su futuro bebé.

—Rosamund —dijo Sirius de pronto, y Remus le miró con atención.

—¿Quién?

—Ah, pensaba en nombres de bebé. Rosamund si es niña. Todavía no me he decidido por un nombre por si acaso vuelve a ser niño.

—¿Entonces has tomado una decisión? —Inquirió Remus, abrazando a Sirius por la espalda y apoyando su mentón sobre su hombro.

Sirius sonrió. —Sí —confirmó—, lo he hecho.

Pues como todo había sido en su vida desde conocer a Remus, no había una decisión por tomar, sino un instinto primitivo por seguir.

Y bajo esa regla se regía él como su compañero.

 

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Notas finales:

Llegamos al final, ¿vieron venir quién era el alma gemela de Regulus? Porque si lo hicieron, se le adelantaron hasta a la autora. Yo sólo pensé en ese casi al final y la pareja me encantó~ Quizá algún día escriba más, quizá no.
En todo caso, fue mi primer acercamiento al género de fantasía/sobrenatural, así que estoy dispuesta a aceptar comentarios, críticas, opiniones, lo-que-sea. Siempre me gusta saber qué piensan, especialmente hoy que es el fin del fic y... El fic de una serie.
Graxie por acompañarme y leer hasta el final y hacer este camino tan gratificante como lo fue :*


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