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Brothers por knaxzerim

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Notas del capitulo:

Kana: Snif Snif, las amamos!!!

Zerim: y gracias por la cooperación, no apareció el manga, pero al menos les gustó la historia 

(girando los ojos)

Bueno, como mis co-hijas han dicho, os agradesco mucho el tiempo que dedicaran a esta historia, se que no es perfecta, y que carece de explicaciones lógicas en algunas partes, pero al final de cuentas ese es el objetivo. 

Hoy les comparto penúltimo capitulo de Brothers, y a decir mío uno de mis favoritos. gracias por los rews, en la medida de lo posible los respondo antes o despues de actualizar. 

besos.  

Capitulo 11 Elecciones

 

Un par de días era suficiente, un par de días era suficiente para aclarar sus pensamientos, o al menos eso se había dicho, tras dejar a Kisara en el aeropuerto, un par de días para determinar su estrategia para acercarse a un Joey Wheller al que su hermano había lastimado y al que él, sin saber cómo le había lastimado mucho más de lo que Mokuba pudo hacer.

Y sin embargo ya habían pasado semanas, semanas en las que a pesar de que extrañaba a Kisara, también esperaba con anhelo el tiempo con el rubio, gustaba de compartir su oficina con el perro, y también de ver su cara cada que bajaba a los laboratorios, trasteando entre maquinas, y prototipos, incluso le había visto espiando en el área médica con la esperanza en sus ojos.

Aun así, a pesar de la fascinación de su cara, el rubio nunca aceptó su propuesta, le invitó a sus laboratorios, le instó a dejar su trabajo actual y a formar parte de K.C., a formar parte de su vida en una forma más real, mas cierta; pero el chico no aceptó.

Vio en su rostro el temor de emocionarse por tener algo y despues perderlo de la forma mas cruel posible. Y lamentablemente lo entendía, sabía lo que era anhelar algo cuando no se poseía nada; recordaba con gracia sus palabras al llegar a su departamento cuando le buscó para ayudar a Mokuba.

“Sé que no es una mansión, pero es mío, así que te agradecería te ahorres comentarios idiotas”

Ese espíritu de lucha y reto, se quebró ante sus ojos aquella noche que Rolland lo llevó a la mansión hecho un guiñapo, cuando el rubio se desplomó en sus brazos, llorando por la angustia que atenazaba su pecho, Seto sintió aun más respeto por el hombre; porque tras oír el relato de su jefe de seguridad, supo que aun en la desgracia el rubio luchaba como sólo él sabía hacerlo.

Pero también estaba el otro extremo, Kisara y él habían pasado tanto juntos, tanto en su forma espiritual, como en su actual forma física, la joven era delicada y bella, suave como la brisa de un oasis en el desierto, le había salvado la vida, cuando la tormenta de arena, y se había entregado a él cuando estuvo mejor.

Ambos se entendían en el plano espiritual, y en el físico, eran una comunión perfecta. La entrega de la joven era tan voraz que desconcertó al castaño, no temía demostrar su deseo, y al mismo tiempo sus ojos destellaban en el fuego de la pasión, cómo sólo el dragón de los ojos azules podía hacerlo.

A pesar de saber que él estaba confuso, Kisara se entregó a él, riendo, y feliz, “alguien más te ama, alguien más sabe lo maravilloso que eres”, aun en su interior, la joven agradecia a sus dioses que en el mundo existiera otra persona de buen corazón que le mirara sin juzgar, que le apreciara sin codicia; Seto no podía dejar de pensar en sí mismo como un monstruo corrupto que no se merecía el amor de aquella mujer, porque en sus brazos, anhelaba la presencia del joven rubio, ¿Quien en su sano juicio estaría feliz de saber que el objeto de sus afectos era deseado por alguien más? Pero estaba hablando no de una persona, Kisara podía tener un cuerpo en este tiempo, pero ella era más que solo la piel que la cubría, ella era un espíritu milenario que le buscó a través de los eones, y le brindó cobijo en su momento de mayor necesidad.

Tanto en su forma espiritual, como en su forma física, era un refugio, que calmaba el temor y la angustia de su pasado. ¿Pero entonces Joey? Cerca de él era tan agradable, chispeante, cálido. Se mostraba claro y sin máscaras, era tan sincero con él y con todo el mundo que era capaz de hacerle sonreír ante sus comentarios llenos de ignorancia y curiosidad, alguna vez le cuestionó porque era tan importante la empresa, si en realidad él había sufrido por tenerla.

Confiando sin querer hacerlo, confesó, lo que solo para Mokuba, Rolland y él era la única verdad: Por las personas que la conforman; Kaiba Corp había sido forjada para ser una empresa bélica, para fabricar armas, y distribuir la muerte, cuando mató a Gozaburo, quiso destruir todo piedra por piedra, hasta desaparecerla. Sin embargo, cuando supo acerca de la cantidad de personas que dependían de lo que se hacía, no pudo si no enfermarse al saber. Si destrozaba todo, si desmantelaba toda la operación, cientos si no miles de personas sufrirían, y lo harían por mucho tiempo, aun con las entrañas ateridas de horror, decidió transformarlo todo, si no podía deshacerse de Kaiba Corp, la transformaría.

Joey, al conocer la historia completa, le obsequio esa sonrisa tan suya y sonrojado de emoción le abrazó.

“No eres tan hijo de puta”

Sin darle mayor importancia al saberlo un asesino, el rubio le dijo que tenía hambre y que mataría por un chocolate caliente; confundido, le cuestionó con la mirada lo que no podía expresar en palabras, y a pesar de no decirlo en voz alta, el rubio lo supo.

“Todos tenemos un pasado, hiciste lo que tenías que hacer, y lo hiciste bien”

Su temor su mayor miedo, ese que le despertaba en pesadillas algunas noches, esas noches en las que se lamentaba de la sangre que manchaba sus manos, de la vergüenza de convertirse en un monstruo por el bien mayor; por que no podía negarse su naturaleza, él había disfrutado matar al anciano, y disfrutaba derribar a sus enemigos, con una frialdad clínica. Sin embargo, había días en los que el mirarse al espejo era imposible, si él no era capaz de mirarse al espejo, si él se consideraba un adefesio corrupto, cómo era posible que dos personas como Kisara y como Joey, le amaran con el desparpajo que lo hacían, con la calidez que manaban, que no se asquearan siquiera de estar a su lado en la misma habitación.

Melancólico miró su camafeo, en el interior la fotografía de infante de su hermano le saludaba, como muestra de su compromiso para con lo que quedaba de su fracturada familia, Mokuba y él portaban aquellos colgantes como símbolo de su compromiso como hermanos, cuando el más joven se apartó de él, pensó que era porque al fin se había dado cuenta de la clase de persona en la que se había convertido. Al conocer la verdad, al saber que su hermanito había amado y herido al “perro” por la simple razón que Wheller le prefería, no hizo sino pensar en sí mismo, y sin dudarlo compartió su alegría de saberse amado con la única otra persona que lo apreciaba. Pero ¿Quién podría culparlo? Él, que siempre tuvo que ser fuerte, él, que siempre vio por otros, él, que siempre pensó que no merecía el amor de nadie. Él, que nunca fue un niño.

Que, a pesar de sus palabras, anhelaba la complicidad que los mocosos de la pandillita compartían, que entendió el alma perdida de Athem aun antes de saber que el Faraón y Yugui no eran la misma persona, que se obsesionó por ser siempre el mejor, y que cuando lo logró se dio cuenta que el éxito en soledad era tan doloroso como el fracaso.

Y el beso, ese simple rose de sus labios en los del rubio, alteraban por completo sus esquemas, porque al mirar al rubio, supo que, si se lo pedía, ambos habrían terminado en la cama esa noche, porque era un deseo que el chico reprimía quien sabe desde cuándo, y el pensar en sus cuerpos entrelazados no le era aversivo, pero igual, ese cosquilleo de excitación que le animara el recuerdo de la calidez de Kisara, se encontraba ausente. 

Tras un trago y dos horas de maquinación en su despacho, optó por tomar cartas en el asunto, después de todo estaba acostumbrado a tomar decisiones, flemático como era, estaba seguro que solo había una forma para resolver sus dudas.

Se tomó el tiempo de acicalarse y usar uno de sus trajes más cómodos, y que sin embargo, era uno que lo hacia ver deseable y sexy; no por nada había sido votado como el soltero mejor vestido de la ciudad en una de las revistas del corazón de Dominó.

Al bajar a la planta principal, se topó con Mokuba que charlaba con sus amigos del ejército, despatarrado en uno de los sillones.

_¿Seto? 

“Hola señor Seto”

Gritaron los dos mocosos en la pantalla, a sabiendas que detestaba que le dijeran eso, aun así, fue respetuoso y les saludó con una inclinación de cabeza.

_buenas noches; Erick, Jhonas, ¿Aún se encuentran de descanso?

“si, comenzamos entrenamiento en dos días, estábamos avisando a Mokuba”

_les deseo éxito entonces. Mokuba saldré con Joey, espero no sea problema

Comentó mientras buscaba uno de sus abrigos en la puerta del armario cerca de la salida principal.

_¿Le invitaste a salir?

Cuestionó Mokuba, mientras daba la vuelta, la tableta con la que había estado charlando con sus amigos, se encontraba boca abajo en el asiento, y los ojos del menor le buscaban la mirada, con cierto deje de reto.

_no, pero estoy seguro que no tiene planes, le invitaré a cenar y lo devolveré a casa.

_es grosero que dispongas del tiempo de otras personas de esa forma

Se levantó y avanzó hasta él, Seto confundido por su reacción, le sujetó los hombros, y le atrajo para un abrazo que desarmó al moreno. Ninguno de los dos estaba acostumbrado a las muestras de afecto, no después de su separación.

_no quiero lastimarlos más, creo que es necesario que aclare mis emociones, no es justo ni para Joey, ni para Kisara.

_¿Cuánto tiempo?

Cuestionó su hermano mientras se tornaba laxo entre sus brazos; temiendo lo peor se apartó y miró temor en sus ojos, pero no le mentiría, a Mokuba, nunca le mentiría.

_espero que tras esta noche no queden dudas en mi corazón.

Tras esas palabras salió del sitio, camino del garaje, tenía ganas de conducir, y conociendo lo tímido que era el rubio respecto de viajar con alguno de sus choferes, prefería no forzarlo.

“¡¡MOKUBA!!, ¡¡MOKUBA!!, ¡¡MOKUBA!!”

Resonó por algunos momentos en la habitación, mientras el moreno miraba la puerta que su hermano recién acababa de cerrar, una voz alterada le llamaba desde alguna parte, mientras él: pensaba.

Pensaba que su hermano en realidad se veía muy bien con esa ropa, que estaba feliz que después de todas las cosas que le había dicho, aun fuera capaz de mirarlo con el cariño de hermano mayor que siempre le profesó, pero algo no cuadraba, una neblina espesa se había plantado frente a sus ojos, y ahora estaba aturdido por ella.

“¡¡MOKUBA!!, ¡¡CONTESTA COÑO!!,”

El grito ahogado, le hizo despertar de su letargo, corrió a la tableta y la giró, esperando que el temblor de sus manos, no se notara.

_lo siento

“¡Mokuba! _gritó Erick, y al verle la cara complementó_ respira_ al notarlo un poco más calmado, fue Jhonas quien le dio la orden_ ¡Corre tras él!”

_de-de que hablan_ respondió aturdido, mientras trataba de hacer algo con su propio cuerpo, parecía mirarse a sí mismo desde un tercer plano y todos sus movimientos parecían realizados por un autómata descompuesto_ yo_ Jhonas le miró severo desde la pantalla, y con gestos bastante explícitos le señaló un lugar indeterminado fuera de la cámara. 

“Seto hará su movimiento hoy, si no haces nada, vas a perder a Joey”

_no, no puedo hacerlo, Seto…Seto lo quiere

“tú y tu hermano son igual de idiotas, ¡Detenlo, vas a perder al amor de tu vida!”

Complementó Erick mientras veía como se sacudía la pantalla al otro lado del mundo, sus amigos estaban desesperados por su ineptitud, y a pesar de aun sentirse aturdido, asintió y corrió al garaje, tenía que llegar a Joey antes que su hermano.

Seto llegó al departamento en tiempo record, cuando el rubio le abrió, no pudo si no sorprenderse al notar su aspecto; estaba delicioso.

_¿Seto?

_Joey, vamos a cenar

Afirmó el castaño mirándole a los ojos y con una sonrisa apenas insinuada en el rostro, el rubio miró a Seto, y después se miró a si mismo, usando ropa de estar en casa y calcetines afelpados, ya que había amenaza de tormenta esa noche, tras repasar algunos proyectos de su trabajo y preparar algo de té, pensaba pasar un rato en casa acurrucado frente al televisor.

_Espera_ elevó los brazos, y mirando con algo de confusión al castaño, complementó_ yo, tenía mis planes.

_cámbialos, tengo reservación en media hora

Afirmó el CEO, mientras le dedicaba una mirada escrutadora y se inclinó para robarle un leve beso. Al encontrar su mirada, supo que no podría negarse, así que resignado, le abrió su casa y lo sentó modosito en el sofá más grande, mientras le pedía quince minutos para adecentarse. Al cabo del plazo, Joey salió de su habitación usando un conjunto casual y roquero, con una chaqueta de cuero oscura que complementaba el suéter polo alto y los jeans ajustados.

Seto se tomó el tiempo de evaluar la forma en como Joey se había alistado para su cita; le gustaba mucho, el rubio poseía una chispa única que lo hacía ver elegante, a pesar de los trapos que usara encima.

_has adelgazado

Comentó ya en el coche, cuando el rubio se colocaba el cinturón de seguridad. Joey aturdido, miró al castaño con algo de duda y después mucho rubor en las mejillas.

_me eh dado el tiempo de hacer algo de ejercicio, los mocosos del parque no son los únicos que buscan problemas por aquí.

_¿Estas tomando clases de defensa?

_no, soy un peleador callejero, el box es lo mío

Charlaron con serenidad, entre bromas y sonrisas tranquilas, Joey aturdido por la forma en que Seto llego a su casa pero de igual forma feliz, que el castaño le visitara, la cena fue algo agridulce; el castaño le llevó a un restaurant, dónde la comida se servía en cinco tiempos, y donde el montón de cubiertos en la mesa le abrumó, al grado de no atreverse a tomar ningún instrumento hasta que su acompañante hiciera lo propio, temía equivocarse.

El metre a pesar de ser deferente y lambiscón con Seto, pudo notar su mirada escrutadora, y el desprecio hacia su ropa de motero sin moto. Cosa que en realidad no le importaba, pero que podía meter en líos al empresario. Seto le tradujo la carta casi al completo, pero cuando probó la comida se sintió estafado cuando las porciones apenas alcanzaban para un par de bocados, cada uno mas delicioso que el anterior, y parecían mas bien un fantasma que dejaba su esencia en su paladar, mucho rato después.

_esto es delicioso, me gustaría saber con qué lo hacen

Comentó al aire cuando probaban un bocado de mariscos con reducción en vino tinto, Seto sonriendo le explicó que podía pedirle al metre que los llevara a las cocinas si es que en realidad le daba tanta curiosidad. Joey aceptó, siempre y cuando el castaño aceptara confesarle cuál era su platillo favorito.

_nunca lo eh pensado, pero creo que puedo disfrutar de un buen corte de carne, si es que lo preparan adecuadamente. ¿Y el tuyo?

_la sopa miso

_¿Un poco convencional, no crees?

_quizá, pero el abuelo de Yugi me la ofrecía cuando me encontraba en la calle luego de alguna pelea, me hace recordar que el ancianito me cuidó por años.

Seto pensó un poco entonces, el y Mokuba compartían el gusto por la pasta de arroz y pescado, y los bollitos de carne con verduras.

_los bollos de carne

Afirmó serio, a lo que Joey le miró como un cachorro al que acaban de darle un juguete nuevo.

_en el orfanato, nos daban uno a cada uno, pero Mokuba era muy pequeño para terminarlo, y si dejábamos comida, en la siguiente ronda nos daban menos porción, Moki escondía su bollo entre la ropa, y cuando los cuidadores no nos veían me lo obsequiaba. Son bastante simples, pero recuerdo la mano pequeña de mi hermano mientras me lo extendía.

Continuaron la charla por bastante tiempo, cuando el postre fue seguido por dos copas de vino y un helado de sabor indeterminado, Joey se animó a preguntar.

_me vas a explicar ¿Por qué me invitaste a salir tan de repente?

Seto, sereno como sólo él podía estarlo a pesar de la creciente tensión en el ambiente, respondió con un guiño pícaro en los ojos y una sonrisa apenas insinuada en su boca.

_¿Te molesta?

_en realidad no, pero me intriga

_no tendría por que

_eres el rey de la paranoia y el cuadradismo, un acto de espontaneidad tuyo, no es más que el preludio de algún plan malvado o algo por el estilo. ¿Piensas hacer algo malo esta noche?

Una risa ligera emergió del pecho de Seto, lo que extrañó aún más al rubio, el de ojos azules asintió y tras limpiar una inexistente lagrima en su mejilla le sujetó la mano.

_Podría ser; te parece bien que terminemos esta velada en un lugar más cómodo

A Joey Wheller se le secó la boca, porque la mirada que el CEO de Kaiba Korp le dedicó no era más que puro fuego, y de sentir su mano suavemente a recibir un suave apretón en ella, su corazón comenzó a palpitar acelerado, como si de pronto corriera una maratón. Sin palabras, asintió y mientras el metre les obsequiaba con su agradecimiento por la visita, y Seto indicaba que cargaran todo a su cuenta, ambos enfilaron a la puerta, dónde su auto ya se encontraba listo para partir.

Tuvo que desprenderse de la calidez de Seto para abordar el auto, pero al momento de cerrar las puertas, el castaño le sujeto nuevamente y con cuidado llevó su mano a los labios, rosando sutilmente sus nudillos, un gesto que, a pesar de lo estereotipado, le alteró los nervios.

Se imaginó que lo llevaría a la mansión, y a pesar de que nunca le soltó la mano, el castaño era muy habilidoso al volante, cuando enfilaron a su barrio, cerca de su departamento, presionó la mano que le sujetaba, y buscó la mirada del otro.

_Mokuba está en casa, supuse que no sería lo adecuado.

_Seto…

Afirmó al aire, mientras miraba el parabrisas mancharse por pequeñas gotas de agua, en breve el cielo encapotado y borrascoso, dejó caer una ligera lluvia sobre la ciudad, y a notar por los relámpagos amenazaba con convertirse en tormenta.

_también pensé que, si te arrepentías en el camino, al menos no saldrías a pelearte con nadie.

Y ahí estaba, la previsión hecha carne que era Seto Kaiba, sonrió resignado que el castaño no podía dejar de ser quien era, asintió y cuando bajaron del auto, fue él quien le tomó la mano al darle el encuentro, el más alto se inclinó a recibir un beso en los labios, para después ser tironeado por Joey a su casa, en el camino el rubio le confesó aquello que Seto sospechaba desde aquella ocasión que escuchara a su hermano y al rubio discutir.

_quizá no sea tan raro para ti escuchar esto, pero llevo años esperando por ti.

Y Seto de improviso, sintió que ese no era su lugar; que por alguna razón estaba a punto de rebasar un límite que le alejaría del rubio sin remedio alguno.

Joey, con el corazón acelerado y las tripas ensortijadas, jaló de la mano al castaño hasta el umbral de su puerta, tenían toda la noche para aclarar lo que sea que estuviera pasando por la cabeza del castaño, por sus acciones, se encontraba pletórico, al fin, al fin se había ganado el corazón de Seto, al fin se había hecho presente en su vida al grado que el castaño quisiera compartir su alcoba. Le besó con hambre, con el deseo reprimido de años de espera, y aun así se sintió ausente; porque a pesar de su anhelo, esos besos no se sentían suyos.

Un relámpago iluminó el pasillo y las llaves en sus manos se tornaron torpes por la anticipación, tenía que pensar claramente en todo, pero las manos de Seto ahora rodeándole la cintura le hacían imposible pensar en un mañana. Se restregó a su contacto, cuando giró sobre sí mismo para encontrarse con los labios de Seto una visión le hizo retroceder asustado.

Al otro lado de la calle, cerca del sitio donde aparcaran el auto de su acompañante, una figura vestida en negro miraba la entrada a su departamento, y a pesar de la distancia creyó ver el destello de unos preciosos ojos azules que lloraban; Mokuba le miraba empapado y suplicante desde el sitio.

Parpadeando buscó la cara de Seto, y sus ojos, esos ojos de los cuales vivió enamorado por años, con los que soñaba en sus noches solitarias, los que tanto amaba. Y sin embargo se encontró con que su mirada le parecía menos azul, menos viva, mucho más fría de lo que sus recuerdos parecían evocar en memorias febriles.  

_¿Ocurre algo?

Cuestiono el paladín del dragón blanco, al notar sus dudas, ante la negativa del rubio y su asalto subsecuente prefirió empujarlo al interior de la habitación, después de todo “esa” cita tenía “ese” objetivo, y al parecer, todo saldría de acuerdo al plan. Saboreo los labios de Joey, suaves y carnosos, presionó sus caderas contra las propias, disfrutó sentir sus sexos y las manos callosas del otro hombre hurgar bajo su camisa.

Mokuba había tomado su motocicleta, y con la única protección de su casco corrió al departamento de Joey, a medio camino un oficial de tránsito le detuvo, por no portar el equipo de protección adecuado para su vehículo y a pesar de lo mucho que el oficial quiso obligarlo, el moreno no dejó su motocicleta al cuidado del hombre. Tenía prisa, tras recibir su notificación y multa, enfiló al departamento. Cuando llegó y tocó la puerta nadie le atendió, esperaba que, a pesar de sus experiencias pasadas, el rubio siguiera dejando su llave de emergencia en el lugar de siempre.

Pero no fue así, buscó por todos lados en la maseta del corredor, pero salvo el hueco dejado por el llavero en otras ocasiones, no había forma de entrar al sitio, sintió su estómago encogerse cuando a lo lejos le pareció ver a Joey camino al parque, aún estaba a tiempo, Seto no había llegado.

Corrió tras él lo más que pudo, cuando al fin, dio alcance a su objetivo, se percató que estaba equivocado, el hombre era un vecino del complejo de departamentos, y lo que creyó era la rubia cabeza de su cachorro, era una capucha que el sujeto usara como protección a una posible tormenta.

Caminó de regreso, maldiciendo su falta de reacción, pensando que Seto no habría salido esa tarde, si él le hubiera dicho que estaba dispuesto a pelear por Joey, que el rubio le había dado una oportunidad de luchar por sus afectos; pensando en aquello, comenzó la lluvia. Primero ligera, unas gotas por aquí, y otras por allá, como exploradoras suicidas que avisaban sobre lo terrible de la tormenta a la que precedían. Cuando vislumbró el auto de su hermano en el estacionamiento, se encontraba aterido de frio, y temblaba por el agua que escurría por toda su ropa. Pero a pesar del riesgo de una pulmonía, no se iría, no podía dejarle el camino libre a su hermano, no esta vez.

Al ver a Joey bajar del auto y tomar la mano de Seto, sintió su estómago reducirse al tamaño de un grano de arroz, y a pesar de su determinación, moverse era un poco menos que imposible, tropezando, enfiló hacia la pareja, cayendo al suelo tembloroso. De nada le valían sus entrenamientos, su resistencia en ese momento era inexistente, y a pesar de su voluntad, su cuerpo parecía no querer moverse. Vio como Joey tiraba de su hermano y le besaba con voracidad, con el ansia que a él nunca le fue dada, con el gusto de entregarse a quien se desea.

Le siguió con la mirada, cuando se perdieron en el pasillo de las escaleras, intuyendo el momento en que aparecerían en la segunda planta, casi como si contara sus pasos, ambos hombres aparecieron casi con perfecta sincronía, y al notar a Seto abrazando a su rubio por la espalda, es que pudo incorporarse, clavando sus ojos en la cabeza rubia que maniobraba en la puerta mientras su trasero se pegaba a las caderas de su hermano.

Quiso irse, quería largarse antes de ver la puerta abrirse, de ver desaparecer a las dos personas que más amaba en el mundo, fundidas en un abrazo pasional; pero como buen masoquista, se quedó ahí, observando el cuerpo más bajo, el hombre que había sido suyo, al que sin remedio amaba y seguiría amando, así se casara con Seto.

“Mírame, voltea amor mío, mírame Joey, y podré entregarte gustoso a Seto”

Imploraba mientras tragándose su dolor vío a Joey girarse, y por un segundo efímero, pensó que sus ojos se unieron, que sus miradas se encontraron, a pesar de la lluvia, a pesar de Seto, a pesar del dolor de su alma, Joey Wheller le había visto, ahí bajo la lluvia.

Joey cerró la puerta, abrazándose aun a su cita, manoseándole con ansias desesperadas, tratando de quitarse de la mente el dolor que vío en los ojos de Mokuba. Logró quitarse la cazadora, Seto abandonó el abrigo y la camisa estaba dejando su torso para ir al suelo, giraron y terminó derribando al castaño sobre su sofá.

Entre manoseos y tirones, también se deshizo de su camisa y comenzaba a abrir sus pantalones, cuando giró la mirada a la ventana.

Al cerrarse la puerta, sintió romperse su corazón, y sin saberlo dejó libre un grito que llevaba aguardando en su garganta desde hace mucho tiempo, dejó libres las lágrimas de rabia que contenía cada que pensaba en Joey y Seto juntos. Temblando se levantó para irse del lugar, no tenía por qué quedarse, todo estaba perdido, girando el edificio se percató de lo que aun pasaba en el departamento del rubio, podía ver con algo de dificultad los cuerpos de dos personas mientras se despojaban de lo que traían encima; quiso reírse de lo irónico de aquello, ¿Por qué nunca se le habría ocurrido poseer a Joey en esa ventana? 

Elevó su mirada al lugar, implorando por verlo una última vez y entonces: apareció.

El rubio no supo que lo impulsó a hacerlo, se apartó un momento de Seto, quería cerrar las cortinas, de pronto todo el calor que le había inundado el cuerpo se tornó en escalofríos que recorrieron cada centímetro de su piel. Mokuba le miraba bajo la lluvia, completamente empapado, y viéndose como el ser más miserable del mundo.

Sin importar la distancia, sin importar la lluvia o el vapor de la moribunda pasión, el moreno le obsequiaba un cuadro enternecedor. Sus ojos azules, diferentes y únicos de los del hombre que ahora se incorporaba en el sofá, le hacían una declaración que odiaba tener que admitir como recíproca, moviendo únicamente los labios, Mokuba le obsequió dos palabras.

“TE AMO”

Notas finales:

Nos vemos la proxima semana. 


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