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Recuérdame por Na Na

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Los días que le siguieron a la pelea fueron algo tensos. JinKi no le hablaba más que lo necesario, pero no era cortante. Si JongHyun se acercaba preguntando algo, o necesitando de alguna cosa, el mayor lo atendía con una fría amabilidad que incomodaba al escritor. No obstante, no se quejaba. Era bastante obvio que el alto continuaba molesto con él, y aunque había intentado arreglar las cosas, le había sido complicado, porque siempre lo interrumpía, o simplemente le decía que no quería hablar. 

El sábado fue otra historia. 

JinKi hizo el desayuno para los dos, y antes de que terminaran de comer, en medio de un silencio frío e incómodo, le dijo que saldrían. 

—¿Adónde? 

—Te enseñaré a tomar buses —replicó escueto. 

JongHyun asintió, se ofreció a lavar los platos, y salieron tan pronto se vistió. 

Había un paradero a unas tres cuadras de donde vivían, por lo que caminaron. Todavía era de mañana por lo que no había demasiada gente alrededor, a pesar de que el clima estaba fresco, perfecto para un paseo. JongHyun pensó que era una pena no poder disfrutar del clima de manera plena. JinKi llevaba un ritmo más rápido que el de una caminata, pero menos frenético del de alguien que tiene cosas que hacer. Caminaban uno al lado del otro, pero a una distancia prudente, lo suficiente como para no chocar hombros, o rozar manos. JongHyun se había asegurado de ello. 

Al llegar, estaban solo los dos, pero la tensión que había entre ellos había disminuido un poco. Eso haría más llevadera la aventura. 

JinKi le informó que primero le enseñaría a ir al hospital. Tomaron dos buses de diferente color, con JongHyun mirando a los alrededores para no perderse. El mayor también le indicaba sitios específicos para que los usara de referencia, sobre todo la parada en la que debían hacer trasbordo. 

Al llegar a la del hospital, el mayor lo hizo caminar media cuadra más, y llegaron al edificio, mas no entraron. 

El publicista le enseñó cómo regresar a casa, de ahí a la editorial, a la cual tampoco entraron, y a la casa de KiBum. JongHyun se sorprendía que también le enseñara esa dirección, y tal parecía lo había cuestionado con la mirada, porque JinKi le dijo que, como se estaba apoyando en él, lo mejor era que supiera dónde vivía. 

Al llegar a la parada en la que debía quedarse, su corazón empezó a latir fuerte, y fue mucho peor cuando pudo divisar la casa del diseñador. El publicista lo miró de reojo, pero no comentó nada; guardó las manos en los bolsillos de su pantalón y avanzó en un silencio que le comía el alma de lo incómodo que le estaba resultando estar así. 

Suspiró cuando estuvo frente a la puerta del diseñador, y evitó ver a JongHyun; sabía que el menor tendría los ojos brillantes, tal vez hasta sonreía. Agachó la mirada antes de informar que debían regresar. 

—¿No pasaremos a saludar? 

La pregunta lo congeló y lo lastimó a niveles que no creyó posibles porque, según él, ya había tenido suficiente, pero parecía que no. Respondió con una negativa y enfiló calle abajo para poder regresar al paradero. 

—Pero yo creí que... 

—KiBum y Minho salen todos los sábados —explicó, la respuesta cargada de un veneno involuntario, y continuó caminando. 

Una punzada de dolor cruzó el pecho del menor al escuchar esas palabras. Le dolía saber que el diseñador tenía pareja, porque significaba que, realmente, lo había olvidado. Se preguntaba cómo lo había hecho, y hasta le pediría que le dijera, porque parecía que él no lo había logrado después de tantos años. 

Siguió a JinKi en silencio, unos pasos más atrás. El mayor se veía seguro, y hasta calmado, y se sorprendía por ello. Suspiró lo más bajo que pudo, y se paró a su lado en completo silencio. 

—Dime cómo nos regresamos. 

Parpadeó y miró a JinKi; veía hacia al frente, con una expresión seria mas no tensa. Quiso estudiar su perfil, pero el mayor se giró de pronto, haciéndolo dar un respingo y desvió la mirada, de prisa. Titubeó un poco, pero le dijo cómo hacerlo. El castaño asintió una vez, regresó su vista al frente y le explicó que sería su guía. JongHyun asintió. 

El camino a casa fue en un silencio ligeramente incómodo. Ambos deseaban acabar con él, pero JinKi esperaba que fuera JongHyun quién lo hiciera, y éste no sabía cómo hacerlo. 

Llegaron a casa, cada quien metido en sus pensamientos. El mayor no podía más con toda esa situación, creía que ya había sido demasiada indiferencia con JongHyun y que debía acabar con ello. Dejó que entrara primero, y se dijo que cuando lo hiciera le propondría pedir comida, pero el menor ingresó pronto y fue hacia la habitación, dándole tiempo a hacer nada. Suspiró apesadumbrado. Nada estaba saliendo bien. Estuvo por ir hacia la cocina cuando el sonido del timbre lo detuvo. Al abrir halló a TaeYeon del otro lado, sonriéndole ampliamente. No pudo más que elevar los labios en un penoso intento de ser una sonrisa. 

 —JinKi, hola. —Hizo una venia que fue correspondida por el aludido—. Vine a invitarlos a almorzar antes pero no los encontré. 

—Salimos —fue lo único que contestó. 

La mujer asintió varias veces, tratando de no sentirse molesta con el tono cortante que había usado al responderle. 

—Bueno... —Juntó sus manos y recuperó su sonrisa y entusiasmo—. Ya que están aquí, ¿por qué no vienen? Ya todo está listo. 

El mayor no pareció muy convencido, y estuvo por negarse, pero tan pronto la idea llegó a su mente fue reemplazada por otra: tal vez, con la intervención de la mujer, las cosas entre ellos mejorarían un poco. Y se librarían de cocinar. 

—Claro. —Asintió y sonrió un poco más animado—. Le diré a JongHyun e iremos. 

—De acuerdo. —Se hicieron otra venia y JinKi cerró la puerta. 

El rubio estaba saliendo de la habitación cuándo le preguntó quién había sido.  

—TaeYeon. —JongHyun lo miró confundido—. Nuestra vecina, la chica que estaba en el hospital. 

JongHyun la recordó en seguida. No la había visto desde ese día, ya hacía casi dos semanas. Preguntó el motivo por el cual llamaba, y el mayor le indicó que los había invitado a almorzar. El rubio sonrió entusiasmado ya que no esperaría para comer. Toda la aventura de la mañana lo había dejado hambriento. Se encaminaron juntos hacia el departamento de al frente, con JinKi por delante. Cuando lo mujer abrió, los recibió con una sonrisa alegre y cálida que le resultó imposible a JongHyun no corresponder. 

TaeYeon hizo lo mejor que pudo para poder contagiar a JinKi algo de entusiasmo, pero el hombre tenía cara de pocos amigos, y aunque no sabía el motivo podía intuir que era por JongHyun. Había una rara tensión entre ellos, además de que parecían andar en puntitas alrededor del otro. Ella haría lo posible para hacer que las cosas mejoraran, se los debía. 

El escritor revisó el lugar de manera disimulada, pero no pudo evitar comentar que ella sí tenía comedor. La dueña de casa rio entre dientes y asintió. 

—Mi cocina es más pequeña que la de ustedes, por eso hay posibilidad para un comedor. 

JongHyun asintió y miró a JinKi, cuestionando por qué la cocina de ellos era más grande. No se lo había parecido antes, pero si la comparaba con la de TaeYeon, al menos desde dónde la veía, realmente lucía más pequeña que la de ellos. 

—Cuando vimos el departamento, antes de comprarlo, no te gustó lo estrecha que era la cocina así que sugeriste que la agrandáramos. Te pregunté si estaba bien que no tuviéramos comedor, pero dijiste que tendríamos una barra a cambio. —JinKi se encogió de hombros—. Lo hicimos. 

El menor elevó las cejas. 

—Siempre quise una barra, pero no creí que sacrificaría el comedor —comentó. 

TaeYeon notó lo incómodo que se veía JinKi, por lo que riò entre dientes y luego los apresuró a sentarse. Ambos hombres pudieron notar el humo que salía de algunos platos de acompañamientos, y sonrieron complacidos ante el olor de toda esa comida. 

—¿Lo preparaste tú sola? —quiso saber el publicista. La mujer asintió. 

JinKi rio entre dientes, divertido. 

—TaeYeon tomó un curso de cocina durante tres meses —contó JinKi a JongHyun, olvidando por un momento que estaba molesto y que no le hablaba—. Siempre que regresaba, tenía un nuevo corte en las manos. 

El rubio sonrió divertido. 

—JinKi ah viendo eso no fue capaz de ayudarme —comentó la mujer sirviendo el arroz y sentándose con ellos. Tomó los palillos y estuvo por decirles que disfrutaran cuando recordó las botellas de soju en el refrigerador. 

—Yo voy por ellas —anunció JongHyun levantándose. Se detuvo a medio camino y los miró, la sorpresa era clara en sus ojos—. Espera, ¿JinKi ah? ¿Eres mayor a JinKi ssi? 

El aludido se tensó al escuchar el honorífico, y la mujer entonces cayó en cuenta de por qué lucían incómodos el uno con el otro. Desde que los conocía, jamás había escuchado ese honorífico hacia JinKi por parte de JongHyun. Incluso si era una broma, usaba “goon”, incluso “hyung”, éste último dicho con cariño muchas de las veces. Miró de reojo al publicista, quién se concentró en la comida, como si no hubiera escuchado nada. TaeYeon regresó su mirada hacia JongHyun, sonriéndole y asintiendo. 

JongHyun había sido cuidadoso de no usar honoríficos con el mayor después de la discusión que habían tenido; tal como hacía al inicio, solo se acercaba, pidiendo de favor o hablando con un tono suave, pero en ese momento no pudo evitarlo. Le dio un rápido vistazo al publicista, pero se apresuró por las bebidas. 

—Pareces menor, TaeYeon ssi. —Lo hizo a propósito, para darle entender a JinKi que no solo con él era formal, pero no estaba seguro de si había funcionado. 

La mujer sonrió incómoda, pero trató de que eso no cambiara el ambiente alegre que quería crear en ese momento, por lo que le pidió que tan solo la llamara por el nombre, y empezó a hablar de trivialidades. Eso pareció calmar las cosas, porque JinKi interactuó, y la tensión se fue perdiendo. En algún punto, se estaba riendo por un comentario que había hecho ella, y se sintió bien de verlos relajados. 

—¿Cómo nos conocimos? —preguntó el rubio a la mujer luego de un rato. TaeYeon miró a JinKi, curiosa. 

—¿No le has contado? 

El publicista negó con la cabeza, mirándola. 

—No hemos hablado mucho esta semana, y lo poco que hemos hablado ha sido para aclarar sus dudas sobre nuestra relación. He querido que conozca a los demás por cuenta propia. 

Mentía, TaeYeon lo sabía, pero no dijo nada. Tan solo asintió, y miró de nuevo hacia el rubio. Le contó que se habían conocido cuando ella se mudó, que él la ayudó con las cajas de la mudanza cuando se encontraron en el pasillo. 

—En la noche, ambos vinieron a darme la bienvenida. 

—Aunque más bien te llevamos para dártela —intervino JinKi, sonriendo alegre. Esas habían sido buenas memorias que guardaba con amor. Le gustaba que JongHyun fuera amable con los vecinos. 

—No entiendo. 

JinKi lo miró, sin perder la sonrisa, sus ojos llenos de melancolía. 

—Sugeriste llevarla a casa a cenar, porque dijiste que a lo mejor no tendría nada en lo que cocinar, y le dimos así la bienvenida. 

La mujer asintió y se puso de pie, alegando que quería más soju, pero se levantó a posta, viendo que entre ambos había una extraña aura que no quería interrumpir. Al regresar, los vio sonriéndose entre ellos. 

—¿Qué tan amigos somos? —cuestionó el menor. 

—Muy amigos —comentó JinKi—. Han firmado sus obras mutuamente. 

JongHyun frunció el ceño, todavía mirando al castaño. 

—¿A qué te refieres? 

—Has firmado tus libros para mí —respondió la mujer, sentándose de nuevo—, incluso escribiste una dedicatoria en el más reciente de ellos. Y yo he firmado mis comics para ti. 

El rubio parpadeó mirándola de lleno. 

—¿Tú haces comics?  

TaeYeon asintió alegre. 

—Tienes mis tres comics publicados y sigues el webtoon en el que trabajo. 

—Y es muy buena —acotó JinKi. La mujer le sonrió agradecida y apenada. 

—¿Puedo ver los libros? —preguntó JongHyun. 

La mujer asintió. 

—Puedes llevártelos si gustas, pero no olvides devolvérmelos. 

                                                          

***

  

JinKi entró a la habitación, secando su cabello con una toalla. JongHyun levantó la mirada y vio al mayor. Le sonrió y levantó el libro que TaeYeon le había dado. 

—Aún no creo que yo haya escrito todo esto —comentó, dejando el objeto de nuevo en la cama y suspirando—. Nos llevábamos muy bien. 

JinKi sonrió. 

—Eran muy cercanos. Debo admitir que a veces me daba celos verlos juntos —confesó riendo entre dientes, sentándose al frente. 

El rubio sonrió, entre divertido y triste. Suspiró pesado y miró de nuevo la dedicatoria. 

—¿Cómo pude olvidar siete años de mi vida? —murmuró acariciando las letras escritas a mano—. ¿Cuándo recuperaré esas memorias? ¿Y las recuperaré? 

—Lo harás. —JinKi quiso tomar las manos del menor, pero en vez de eso hizo puños. Sabía que no debía, y ya le había quedado claro que debía acercarse de a poco—. Debemos creer que lo harás pronto. 

No puedo seguir lejos de ti, Jjong. 

—Eso espero —musitó antes de suspirar. 

Cerró los libros y los dejó en el buró de su lado de la cama. JinKi sabía que eso era una señal, y se levantó. 

—Trabajaré un poco antes de dormir —informó, teniendo la atención del menor sobre él—. Dormiré en el futón, de todas formas. 

JongHyun desvió la mirada y asintió. El publicista no supo qué hacer, así que decidió que lo mejor era salir pronto. Dejó la toalla en el toallero y antes de abandonar la habitación, el rubio habló. 

—No te desveles mucho. 

JinKi se sintió feliz, como si fuera un adolescente que se regocijaba por notar que le importaba, aunque fuera un poco, a la otra persona. Luego, se sintió estúpido, y después patético. 

—No lo haré. Que descanses. 

No lo miró, porque sabía que podría ver la tristeza en sus ojos, y cerró la puerta tras él. Dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo que el alma se le iba con él. ¿Ya cuántas veces había suspirado en el día? ¿Y en la semana? Tan solo habían pasado cinco días y para JinKi había sido una eternidad. 

Fregó su rostro en un intento por eliminar la tensión en su cuerpo, pero no fue muy útil. Caminó hacia la sala, sentándose frente a los papeles que descansaban en la mesa ratona, sabiendo que debía hacer un reporte, pero no podía concentrarse. 

Se fue a dormir poco después, estirando el futón que TaeYeon le había prestado. Poco antes de que se fueran, la mujer lo interceptó y habló con él. Le preguntó por su mano, pero él se rehúso a hablarle de eso. La mayor suspiró, le dijo que también era su amiga y que podía confiar en ella. Él le sonrió y le dijo que la manera de ayudarlo, al menos en ese momento, era ayudando a JongHyun. 

—Siempre me dio envidia eso —comentó la mujer. 

—¿Qué cosa? 

—El amor que le profesas, muchas veces con palabras simples, pero bastante claras. 

JinKi se tensó en seguida. ¿De qué le servía eso si JongHyun no le correspondía? Para cambiar de tema, preguntó si tenía un futón; le explicó que dormía en el sofá porque no quería incomodar al menor. Ella le replicó una afirmación y fue a buscarlo. 

—Cuentan conmigo —dijo al despedirlos en la puerta. 

JinKi tan solo asintió, pero internamente le había agradecido en todos los idiomas que sabía. 

 

***

 

JongHyun estaba pendiente de las paradas y los edificios a su alrededor porque no estaba entre sus planes perderse de nuevo. Iba a casa de KiBum. Le había enviado un mensaje la noche anterior diciendo que necesitaba hablar con él de algo importante y el diseñador respondió que no tendría problema a recibirlo. 

Después del almuerzo con TaeYeon, las cosas con JinKi habían mejorado bastante. Aunque aún usaba honoríficos, trataba de llamarlo solo por su nombre. Si eran pareja, antes también debió llamarlo así por lo que le pareció correcto. Además, veía menos tenso al publicista cuando lo llamaba solo por su nombre. La semana que había pasado se habían vuelto un poco más cercanos, aunque no como antes. JinKi se arriesgó a invitarlo a salir, diciendo que lo llevaría a un parque temático al que solían ir. Sabía que estaban mayores para eso, pero nunca se era lo suficientemente grande para un poco de adrenalina. Mucho menos en San Valentín. 

JongHyun sabía que eso era una cita, sobre todo por lo atento que había sido el mayor. Le había comprado dulces, le había comprado todo lo que quiso, y lo hizo reír tanto que, para el final del día, al menor le dolían las mejillas. No logró recordar nada, pero se divirtió tanto que le agradeció a JinKi por haberlo invitado. 

—No tienes nada que agradecer, lo hago con mucho gusto —respondió el castaño. El escritor no supo qué contestar, ya que JinKi lo miró con un rostro lleno de amor. Tan solo le sonrió y lo apresuró a salir del lugar. 

La noche caía y ambos se sentían hambrientos, así que el escritor le propuso invitarlo a un plato de ramyun. Preguntó, mitad broma mitad en serio, si tenían un lugar predilecto para comerlo. El castaño negó y le indicó que había un restaurante cercano al que podrían ir y pedir un plato. JongHyun estaba entusiasmado, y disfrutaba de los edificios alrededor al igual que las tiendas y negocios en ellos. Vio que debían pasar por una cafetería con terraza y observó las patas de las mesas, hechas de metal forjado en diseños. Fue así como reparó en una mujer con lágrimas en sus mejillas. No estaba sola, frente a ella había un hombre. Tuvieron que pasar al lado de ellos, pero JinKi, o los ignoró o no los vio. 

—Entonces creo que lo mejor será que terminemos —dijo la chica. 

Tan pronto ella terminó de hablar, un recuerdo llegó a la mente de JongHyun. Era de KiBum, sentado frente a él en una cafetería, a plena luz de día. Y sus labios pronunciaban lo mismo que la chica hacía unos segundos. 

Se detuvo y parpadeó, sorprendido, atrayendo la atención de JinKi, quien lo miró con el ceño fruncido y preocupado. 

—¿Está todo bien? 

JongHyun lo miró. Un recuerdo de esos siete años pasados había regresado a él. ¡Estaba recuperando la memoria! Quiso decirle, contarle que había recordado algo, pero tal vez al mayor no le gustaría oírlo porque se trataba de KiBum. Se mordió la lengua, queriendo reprimir algo de su emoción, y asintió con una suave sonrisa. 

—Sí, solo me dolió un poco la cabeza. 

La preocupación en el rostro del mayor se acentuó. 

—¿Estás bien? ¿No quieres ir a casa? 

JongHyun negó con la cabeza y le pidió que le indicara el camino hacia el restaurante porque se estaba muriendo de hambre y quería comer pronto. La preocupación en JinKi no desapareció hasta que tuvieron la comida frente a ellos, y tan pronto pudo, le envió un mensaje a KiBum. 

Cuando llegó a la casa del menor, su corazón latía rápido contra sus costillas, no sabía si por el hecho de verlo, o por saber la verdad. Fue recibido por SoHee y eso lo ayudó a calmarse un poco. 

—El señor KiBum lo espera en su taller, por favor, pase. 

JongHyun hizo una venia y subió. Caminó despacio, temiendo lo que le deparaba. Conocer lo que realmente había sucedido cuando terminó con KiBum era algo para lo que no estaba preparado, pero debía afrontarlo de todas formas. Dio unos cuantos golpes en la puerta abierta y asomó la cabeza por la habitación.  

—Hola. 

KiBum estaba de espaldas a él, concentrado en un maniquí. Le estaba añadiendo pedazos de tela, supuso que partes de una prenda, ajustándolos entre ellos con los alfileres que tenía en la boca. Al escuchar su saludo se giró, le sonrió como pudo y le hizo señales de que entrara. El mayor así lo hizo y se acercó a su lado. Podía ver las telas de dos colores cortadas en el tablero blanco que el diseñador usaba, y había un cuaderno de bocetos en él. 

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó el menor sin dejar de hacer lo que hacía. 

JongHyun miró el maniquí, comparándolo con el dibujo. 

—¿Debe quedar como este? —señaló el dibujo. KB le dio una rápida ojeada y asintió. 

El escritor se enfocó en el dibujo, notando los colores que llevaba, las formas de la prenda, incluso las texturas de las telas. Era una blusa que se veía fácil de hacer, pero por los muchos pedazos de tela ajustados con alfileres que llevaba el maniquí, podía decir que no lo era. 

—Hyung, ¿de qué quieres hablar? —apresuró KiBum mientras le daba la vuelta al maniquí y tomaba más partes de tela del tablero. Se había prometido a sí mismo no pasar mucho tiempo con JongHyun mientras el hombre no recordara nada, por respeto a ambos y por sus respectivas parejas. Sobre todo, por JinKi.  

El rubio dejó escapar aire por su boca, aun mirando el dibujo. 

—Ayer recordé algo —empezó. 

KiBum asintió y se alejó del maniquí para verlo; ya estaba tomando algo de forma. 

—Y supongo que yo aparezco en el recuerdo, de otro modo no estarías aquí, ¿verdad? —preguntó sin mirarlo. 

—Sí. —Complementó su respuesta con un asentimiento de cabeza—. Es de nosotros. 

JongHyun se mantuvo callado, esperando que KiBum reaccionara por haber dicho nosotros, pero el menor seguía concentrado en su pieza. Se quedaron algunos segundos en silencio. El escritor tenía un nudo en la garganta, todavía con miedo de saber la verdad; el diseñador, curiosidad. 

—¿Y qué fue? 

Al rubio siempre le había gustado ver el rostro de KiBum cuando estaba inundado de curiosidad. Sus ojos brillaban de expectación y su boca se fruncía, casi haciendo un puchero. El mayor tuvo ganas de tocarlo y elevó una mano para acunar su rostro. Al notar las intenciones de JongHyun, y ver la expresión tierna de su cara, el alto retrocedió un paso. 

—Hyung —dijo con seriedad—, hoy no puedo charlar contigo como antes porque tengo mucho trabajo y acepté verte porque dijiste que era importante lo que ibas a decirme y solo veo que le das largas al asunto. Así que, por favor, dime qué fue lo que recordaste. 

JongHyun bajó su mano, abatido, pero sin darlo a notar. 

—Recordé cuando me terminaste —replicó con dureza. 

KiBum rió, profundo en su pecho, causando que el hombre frente a él arrugara el ceño. Estuvo por preguntar qué era lo gracioso, cuando el otro se le adelantó. 

—Querido, yo no te terminé. —KiBum caminó hacia un lado de tablero, tomando más alfileres de una caja de plástico—. Propuse la idea, sí, pero terminamos en mutuo acuerdo. —Se encogió de hombros regresando al lado del maniquí y de JongHyun—. Supongo que recordaste solo una parte de esa conversación. 

El diseñador se quedó mirando a JongHyun un momento, antes de continuar con su diseño. El rubio, en cambio, rascó su oreja, tratando de entender lo que estaba sucediendo. El recuerdo le decía una cosa, pero KiBum le contaba algo completamente diferente. 

JongHyun suspiró. Estaba confundido. 

—¿Puedes contarme cómo fue? —pidió, atrayendo la atención de KiBum sobre él, de nuevo. 

El alto asintió. Dejó todo de lado y lo guio hacia la mesa cercana al balcón. Corría un viento fresco, y algo de él no les caería mal a ninguno de los dos. Se sentó cruzando las piernas, meditando las palabras que le diría. No estaba seguro de cómo empezar, pero lo que sí sabía era que no le mentiría. 

—Recuerdo que me citaste a una cafetería, la que quedaba en la universidad. No te veías muy alegre, ni yo, a decir verdad. —Rio entre dientes, pero no por diversión, sino por nostalgia. Suspiró profundo y miró hacia afuera—. Dijiste que nuestra relación ya no era como antes... 

—¿Yo? —interrumpió JongHyun señalándose.  

El diseñador asintió, mordiendo su labio. 

—Sí, tú. Yo concordé contigo, y llegamos a la conclusión que ya no había nada que hacer entre nosotros porque ya lo habíamos intentado antes. 

—¿Cómo lo intentamos? 

KiBum miró a JongHyun a los ojos, y pudo ver en ellos la confusión, el dolor, la incertidumbre, e incluso algo de dolor. Se estaba lastimando al creer que todavía lo amaba y saber que, en realidad, ya ninguno lo hacía. 

Se acomodó mejor en la silla, sabiendo que sería una conversación más larga de lo que esperaba. 

Le dijo que, al notar que las cosas se estaban enfriando, empezaron a tener citas de nuevo, esperando que eso reavivara la relación; que los primeros días había funcionado un poco, pero luego todo regresó a cómo era antes, dejando que la monotonía los engullera y acabara con el amor que se tenían. No querían dejarlo todo de lado, como si nunca hubiera pasado, así que lucharon una vez más. 

—Para aquel entonces, teníamos ya unas semanas sin vernos, y ya te habías cambiado de facultad. Mensajes, llamadas, regalos, nada fue suficiente, y al final supimos que lo mejor era terminar. 

—¿Así nada más? 

KiBum sonrió triste, mirando a la mesa, ensimismándose. 

—No, no así nada más. Antes de tomar la decisión final, nos tomó algún tiempo pensarla. Creo que ninguno quería lastimar al otro, pero ya lo estábamos haciendo. —Suspiró y lo miró de nuevo—. Ese día, el de la cafetería, propusiste que continuáramos como amigos, pero inevitablemente nos alejamos y dejamos de hablar. 

—¿Cuánto?   

KiBum hizo una mueca, pensando. 

—Como año y medio —respondió, asintiendo varias veces—. Para cuando volvimos a hablarnos, ambos teníamos pareja. 

JongHyun desvió la mirada hacia el cielo. Estaba azul, y despejado, tan contraria a su mente. Lo que KiBum le decía era todo lo que había temido cuando había empezado su relación con él, dejar que la monotonía acabara con ellos. Después de todo, había dejado que sucediera, pero no entendía cómo. Él estaba seguro de aún amar a KiBum, ¿cómo es que había dejado de quererlo? 

—Te daré un poco de tiempo, hyung —anunció KiBum, levantándose—. Haré que te suban un té. 

El mayor asintió con una suave sonrisa, todavía procesando la nueva información. 

 

***

 

JinKi había llegado temprano al departamento. Se había salido una hora antes del trabajo, esperando poder salir con JongHyun esa noche. Le propondría ir al cine y luego a cenar, o bien podía ser, al contrario. Sonrió ante la idea de salir de nuevo con el menor y entró al departamento, esperando encontrarlo leyendo. 

Lo halló cocinando. 

JongHyun, al regresar de la casa de KiBum, tenía mucho en lo que pensar. Tenía una extraña sensación de pesar en el pecho, y la mente vuelta un caos. Había muchas cosas que no podía entender, sobre todo el hecho de que su relación con KiBum se terminara, y por monotonía. Recordaba que ambos habían acordado en no dejar que ella acabara con el amor que se tenían. Se conocían desde el instituto, congeniaron al instante, se conocían el uno al otro mejor de lo que ellos mismos lo hacían, ¿qué había pasado para que todo se esfumara? ¿Había sido su culpa? ¿Acaso él dejó que todo se apagara? De haber sido así, supuso que KiBum se lo hubiera dicho. El menor no era de aquellos que mentirían para tapar una verdad dolorosa, lo sabía. 

No resolvería nada si continuaba ahogándose en esos pensamientos por lo que empezó a cocinar. No era muy bueno, pero se sorprendió al notar que sus manos recordaban muchas cosas a la hora de preparar comida. Tal vez, él también había tomado un curso de cocina. O JinKi le había enseñado. El mayor tenía una buena sazón, JongHyun no iba a negarlo, y le gustaba que hiciera los platillos que a él le gustaban. 

JinKi saludó al menor una vez que dejó todo en la sala y se acercó a la cocina para ver lo que el menor preparaba. 

—Yo planeaba llevarte a cenar —confesó JinKi, apoyándose en la barra. 

El menor le sonrió, dándole una rápida mirada. 

—Lo lamento, tuve ganas de cocinar. 

En realidad, no era eso, pero tampoco quería contarle al mayor la verdad. A veces, ocuparse en otra cosa, ayudaba a pensar con claridad. 

—Pues, podemos ir a cine después —comentó casual JinKi, como quien no quiere la cosa. 

La sonrisa de JongHyun se ensanchó más debido al tono que JinKi había usado. Lo miró sin perder la sonrisa y asintió. 

—Vayamos al cine después. 

La sonrisa que JinKi le regaló lo hizo olvidarse de sus problemas por un momento. 

Notas finales:

Gracias por leer!

Nos vemos el miércoles


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