1. PARAISO
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-Daiki, más fuerte -decía Taiga, sosteniéndose de la cabecera de la cama, sintiendo como el pene de su esposo lo estaba taladrando, literalmente.
Daiki casi rumiaba en su cuerpo, penetrando con fuerza y mordiendo el cuello de su pareja, sus caderas se golpeaban con fuerza y el sonido de la cama podría sentirse por toda la casa, por los mismo había aprovechado que Leo estaba de viaje por la universidad y que Tetsuya quería sacar a comprar ropa a Terry. Había asaltado a su esposo en cuanto este puso un pie en la casa y le había arrancado la ropa casi con furia. Taiga no alcanzó a entender lo que pasaba hasta que estuvo de espaldas en la cama, con su esposo entre sus piernas desnudas y siendo penetrado con rapidez.
-Oh, Dios, esto es de verdad el paraíso -dijo Daiki apretando con más fuerza las caderas de su pelirrojo. -Espera, Daiki, duele -dijo sintiendo el escozor en la zona anal.
-Demonios -Daiki respiro profundo, sin salir del cuerpo de Taiga, pero manteniéndose quieto, estaba haciendo daño a su pareja y no era la idea, ambos tenían que disfrutarlo, pero estaba comportándose como un cretino.
-Eso, tranquilo -dijo Taiga respirando agitado, abrazando el cuerpo de su esposo y dejando caer las piernas a los costados de este, acarició el cabello un poco largo de Daiki y giró su rostro para besarlo, lento y profundo.
-Demonios, estoy tan caliente.
-Yo también, pero no podemos perder la cabeza -dijo ya más tranquilo, sintiendo como su corazón se calmaba-. Ya no tenemos veinte años, Daiki.
-Lo sé -dijo abrazándolo con fuerza, meneando las caderas un poco más lento, sacando su pene de la entrada de Taiga para entrar nuevamente. Y es que era cierto, ya estaban en sus cuarenta, pero seguían tan fogosos como antes. Daiki siempre le decía que tenían que recuperar el tiempo perdido. Eran quince años los que estuvieron separados.
-Ey -le llamó Taiga para que lo viera a los ojos-. Te amo.
-No hagas eso -dijo sosteniendo las mejillas de su esposo-,vas a hacer que pierda la razón otra vez.
-Si la pierdes te traeré de vuelta -dijo tomando impulso para girarse y quedar sentado sobre las caderas de su esposo, un logro el que el pene de Daiki no saliera… ni se quebrara por la maniobra.
-Yo también te amo, pelirrojo -dijo atrayéndolo a su pecho, sintiendo como Taiga era quien llevaba ahora el ritmo, uno pausado, pero caliente.
Taiga se enderezó para poner las manos sobre el pecho de Daiki para luego flexionar las rodillas.
-Dame tus manos -le dijo a Daiki quien obedeció enseguida, entonces junto sus manos- no me dejes caer, amor -dijo antes de sostenerse de las manos para empezar a subir y bajar las caderas, penetrándose con ese duro miembro que ahora iba más adentro que antes.
-Eso es, bebé -dijo Daiki cerrando los ojos, sintiendo como esas cálidas paredes le envolvían.
Taiga sonrió de lado, le gustaba ver la cara de Daiki envuelta en placer, pro que sabía que lo disfrutaba tanto como él.
Puede que con los años ya no tenían tanto sexo como antes, pero podía decir que era su pequeño paraíso, uno que no visitaban muy a menudo, pero cuando lo hacían, lo disfrutaban al máximo.
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Fin