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FICTOBER AOKAGA 2019 por Majo Walles

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29. CONEJO

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Si había algo que todos los miembros de la familia Kagami tenían en claro, es que todos habían encontrado, por lo menos una vez en la vida, a Daiki y Taiga en situación para mayores de edad.

Leo vivió con ello toda su adolescencia y juventud. No se arrepentiría nunca de la decisión que tomó hace más de veinte años, cuando veía a su papá en coma y la esperanza de que Aomine Daiki le despertara. En ese tiempo no sabía nada del hombre más que su nombre, fue una sorpresa el dar con él, fue una aventura el conocerlo y fue un ir y venir de risas durante toda la vida. Pero sí, había visto a sus padres en situaciones vergonzosas más de las que le gustaría admitir.

Aun recordaba la vez que, por estar ebrio llegando a casa, se equivocó de puerta y los vio en la cama en un lio de sabanas y gimiendo como animales. Dios era grande y sólo por eso permitió que la mayoría de esa escena fuera eliminada por el alcohol. No gracias, sabía muy bien como tenían sexo los hombres como par querer haber visto eso en sus padres.

Terry fue un caso aislado, una vez y gracias a que era demasiado menor no recordaba con detalles la situación, porque en su inocencia el creyó que sus padres jugaban, pero no, ahora de adulto sabía que su padres estaba dándole a su papá por detrás en la cocina y él había llegado a la sala y podía ver como su padre empujaba a papá por detrás. Menos mal que era una cocina americana y no vio más que la parte de arriba. Recuerda que esa vez, muerto de vergüenza, Taiga le había pasado por arriba del mueble divisorio unas galletas que tenía a mano y lo había mandado a ver televisión a la sala.

Himeko no alcanzó a ver nada muy avanzado, pero si recordaba que vio a sus abuelos en la mesa de la sala, Daiki estaba entre las piernas de su esposo y se besaban con desesperación. Ahora entendía que posiblemente les cortó el momento, porqué luego Taiga se la llevó a jugar a la plaza mientras Daiki arreglaba un poco la casa.

Incluso Arata y Tezuka habían visto a sus suegros en poses comprometedoras.

Arata había ido por Terry un domingo en la mañana y Taiga había corrido a abrirle la puerta, casi arrojaba a su hijo a los brazos de su novio y cerró la puerta. Los jóvenes arrancaron cuando el sonido de un cuerpo contra la puerta y una sarta de obscenidades eran escuchados al otro lado.

Tezuka en cambio vio, directamente, como sus suegros cogían. Pero el no diría nunca eso, por que seguramente todos los demás pedirían detalles, por mucho que criticaran, eran todos unos chismosos.

De verdad Aomine Daiki y Kagami Taiga eran como los conejos. No les importaba nada. Cuando ellos querían coger, cogían y si no, pregúntenles ahora, que habían mandado a toda su familia a pasear cuando una conversación de lo más normal se había puesto medio candente.

No cambiarían nunca.

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FIN


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