31. CEMENTERIO
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La vida había sido buena con ellos, luego de reencontrarse. Quizás ellos mismo se dieron el tiempo que les faltó al perder quince años juntos, y quisieron recuperarlo a concho.
Daiki pensaba que su familia era la más hermosa que podía existir.
Al final del día había tenido dos hermosos hijos, que le habían llenado de dicha con cinco nietos maravillosos. Alegres y vivaces.
Luego de un par de años dejaron la casa en la ciudad, Taiga dejó la empresa y él la estación de policía. Ambos se jubilaron y se fueron a la granja que compraron con el anhelo de alejarse del ajetreo del gigante de cemento. Y lo lograron.
Pasaron por altos y bajos, como toda pareja. Peleas tontas que terminaba con los dos en la cama.
Habían tenido la mejor de las vidas sexuales, por que a pesar de que el mundo se guiara mucho veces entre las sabanas, no había nada mejor que hacerlo con la persona que amaba.
Daiki caminaba despacio, disfrutando el paisaje, a lo lejos un cementerio le hizo estremecer.
-Te hecho tanto de menos, Taiga -dijo mirando sus manos arrugadas por el paso de los años.
Ya tenía sesenta y cinco años.
Quería estar con su pelirrojo. Quería abrasarlo. Quería besarlo. Quería decirle cuanto le amaba.
El celular en su bolsillo sonó y el nombre en la pantalla le hizo sonreír con melancolía. Estaba muerto.
-Alo…
-¡Una hora para ir por aceite, maldito bastardo!
-Taiga, no me grites -dijo divertido mientras seguía caminando.
-Eres tú quien quería papas fritas caseras, pero no, debías tenerme esperando toda la maldita tarde.
-No es mi culpa que Tormenta negra botara ese estante de la alacena.
-Pues estoy a dos segundos que agarrar a tu maldito caballo y hacerlo carne seca -decía Taiga por el celular, mientras miraba a la distancia, sin divisar al idiota de Taiga- ¿Por dónde vienes?
-Ya voy por el cementerio -dijo sabiendo lo que venía, por que sí, se fue por otro camino y tomó una siesta en el pasto, lo que ahora lo tenía a casi quince minutos de distancia de su casa.
-¡Aprovecha y cábate una fosa, idiota! -gritó al colgar el celular, si que tenía un bastardo por esposo.
Daiki sonrió de lado, amaba a Taiga, amaba sus arranques, amaba cuando hacían el amor, amaba cuando disfrutaban de sus nietos, amaba cuando lo amaba. Lo seguiría amando hasta el final de los días, y si no se apresuraba con el maldito aceite, ese día sería pronto.
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Fin
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N/A: Muchas gracias, infinitas gracias a todos los que leyeron esta secuela de Drabble, los amo de verdad, no saben lo feliz que fui al leer todos sus comentarios.
Como siempre, esperen muchas cosas de mi parte, pro que se viene el 2020 y con ello muchos más escritos.
Para los que pedían algo de Leo y Tezuka les tengo unos cuantos drabble también que subiré a mediados de noviembre cuando recupere la movilidad de mis dedos.
Un beso
Majo