Muy temprano por la mañana puedo comenzar con mi entrenamiento a través de las cómodas calles; calentamiento, salir a correr, al gimnasio, todo para mejorar mi velocidad y fuerza. Cualquier cosa para ser un héroe. Soy digno, lo sé, puedo sentir el cansancio y agotamiento justo en el momento que me exijo más y más.
Estoy en una simple misión con un equipo completo de otros héroes. Me cuesta respirar; otra vez he sido superado. No puedo recordar la cantidad de ocasiones que he sido salvado ¿voy por buen camino? Rendirse no es una opción, me levantó con la pierna rota, quizás; estoy sangrando, mi ropa húmeda y el intenso olor metálico me dicen que no es solo una herida, sino varias esparcidas por todo mi cuerpo. La adrenalina no me deja sentir el dolor de nada. Fluye, bombea y me impulsa para seguir en pie.
Uno, dos, tres. Nada. Un golpe contrario atina a mi hombro. Mi equipo. Los tengo que proteger. Por favor, no me abandones ahora…
Obscuro. Todo ha quedado sumido en las más profundas tinieblas; la sensación de impotencia aflorara al despertar. El dolor físico pasará, pero yo, en el fondo de mis pensamientos… Es otra historia.
La morfina hace un buen trabajo, me deja quieto en el mismo lugar, aunque desee no podré salir de esta cama, rodeado del aroma desinfectante sé que mi ubicación actual es un hospital. Mis sentidos perciben las voces, captando apenas algunas frases. Sí, todos somos héroes de clase A. Sí, fuimos vencidos por una amenaza se supone sabemos manejar. ¡Paren!
—Oh… Has despertado — ¿Quién? —. No puedes engañarme, abre los ojos, lindo.
¿Quién?
La imagen borrosa de un hombre es lo primero que mis ojos captan. Lo conozco, Puri Puri Prisioner, 17° rango S. No entiendo las razones para que esté tan tranquilo sentado a mi lado, desvió la mirada, él debió salvarme, a mí, al resto. Tan inútiles podemos resultar si hay una variante en el combate.
—Debo asumir que usted nos salvó…
—Llegue como una fuerza de apoyo —. Así que es verdad. Tuve que ser rescatado, de nuevo. Mis manos se vuelven puños con las sábanas sin importar el dolor en los huesos —. Lo hiciste bien.
—Pero no lo suficiente ¡Puedo ser más fuerte!
La frustración se apodera de mí, siento una peculiar picazón en los ojos; quiero llorar. Debo parecerle una patética figura, pero es importante para mí. No para de mirarme, no quiero saber si es lastima lo que me encontrare en sus ojos si me atrevo a enfrentarlo a la cara. Esto solo debe significar tomar toda mi terquedad para esforzarme al máximo, sin dejar de tocar mis límites por más dolorosos que sean.
—Lo eres —. Dos simples palabras y puedo respirar de nuevo más tranquilo. He entendido bien, pero intento mirarlo —. Eres fuerte y guapo. Casi te matan y estabas al frente de todo el desastre que se creó. Puedes ser más fuerte, de eso no hay duda. Y… quiero verlo.
Tan simple, con una sonrisa de orgullo, así me ha regresado la tranquilidad, porque un superior cree en mí. No ha dicho ninguna palabra hiriente, ni ha hecho la diferencia entre los dos. Se levanta, tengo que agradecer, pero es él quién me coloca los anteojos haciendo morir cualquier palabra en mi boca, deben ser nuevos.
—Estaré esperando para trabajar juntos.
La despedida perfecta, como si dejara una promesa de encontrarnos de nuevo; hora de pensar en las mañanas que vienen, los kilómetros que recorreré a paso firme a un camino donde al final está él.