Los seres débiles siempre encuentran la muerte de una manera repentina a manos de aquellos que los superan; tienes que ser fuerte para el mundo o hacerte a un lado para que peleen tus batallas. Admirar a otros, cuyo trabajo consiste en proteger al vulnerable: generalmente son las masas, mis admiradores, conocedores de mi sonrisa arrebatadora e increíble presencia. Actuación y perfecta imagen. Es lo que necesitamos los héroes dentro de la Asociación, excepto él.
Los incapaces deben entender que lo más prudente es alejarse de mi camino. Todos pueden derrumbarse a mis pies, pero él no parece entender la importancia que tiene en la intimidad de mi hogar; quizá nunca se ha cuestionado cuánto vale para que yo lo tenga a mi lado todas las noches, lo deje tocarme e incluso me mire a los ojos más tiempo del permitido.
Idiota, idiota, maldito seas.
Debo calmarme, no es un lugar para perder el control. Su cuerpo está frente a mí, me está quitando todo verlo de esta manera, es tan doloroso. Deseo destruir estos sentimientos, enojarme lo suficiente con Suiryū para dejarlo tendido en la cama de un hospital herido, con los huesos rotos y la cara de idiota sorprendido cuando sepa que soy feliz alejándome de él, pero no puedo. Es posible que escuche esa molesta voz suya susurrando por las noches, en el día buscando su presencia entre el cumulo de gente que quiere mi autógrafo sin ningún rastro de él entre ellos.
Es un escenario que he imaginado más de una vez, ¿él lo hace? Él gran Amai Mask, indefenso ante su propia imaginación. Que ironía tener estos sentimientos.
"Tú puedes sentir más de lo que crees, incluso estoy seguro que la intensidad de eso te consumiría lentamente." Su voz juguetona, su sonrisa y el toque de su mano ese día debieron marcarme para siempre. Sentí una amenaza latente crecer. Es un hombre peligroso, aterrador.
Quieto, mi corazón se ha quedado quieto, escuche a la gente murmurar que no es tan fuerte, no después del incidente con la Asociación de monstruos que lo cambio todo.
Eres el resultado de un accidente y yo el daño colateral; tú eres la calidez de una primavera derritiendo el invierno apelmazado en mi corazón, crecen flores, huele a vida. Y no son tus detalles, no son los lirios de cada mañana en mi mesa de noche, no son tus notas de promesas vacías. Porque estás aquí, inconsciente. Eres tú con el toque amable sobre mis hombros, tus labios en cualquier parte de mi cuerpo. Eres como el sol con toda su magia acogedora.
Me levantó, la hora de visita termina, debo respetar las reglas. Tengo la necesidad de inclinarme para besar su frente suavemente, he susurrado las palabras desde el fondo de mis miedos:
—Si te alejas de mí siento que no puedo protegerte.
Seguir con la rutina. No debo despertar a los otros pacientes, debo desaparecer discretamente.
Mañana volveré cuando los sedantes hayan hecho efecto, lo arrullen y pueda colarme en la habitación a besarle las mejillas mientras acaricio su piel morena, recordando los viajes pasados a tierras donde parece que el sol nunca deja lo alto del cielo. Admitirme que lo amo es un paso del no retorno para el que no estoy listo. Temo su muerte y las consecuencias sobre mí.