No existen las mañanas comunes con Saitama-sensei. Él, de entre todos los seres humanos respira con una increíble tranquilidad, nadie puede estar más en paz a pesar de las amenazas constantes. Nunca conocí a nadie tan admirable en todos los aspectos; puedes mirarlo de lejos como un extraño que parece un loco, un despreocupado ciudadano promedio. Sin embargo, es más que eso, es el más fuerte que todos.
A veces pienso preguntarle si acaso caminar entre los más débiles no le remueve algo muy dentro. Puedo escuchar su respuesta, tan clara, serena e inmediata "No, ¿de qué hablas?"
Debe estar acostumbrado a mis observaciones sobre su persona, desde que se levanta a tomar el desayuno, el ocio; solo las llamadas de la asociación me separaran de poder analizar aquello de lo que carezco por veinticuatro horas completas; aunque siempre está cerca para rescatarme. Todos tienen una venda muy gruesa en los ojos para no notar al hombre promedio, al calvo con capa, héroe presente en los peligros más extremos.
Otra amenaza que piensan podemos manejar, es un nivel Dios y mandan a los mejores guerreros al frente, pero falta uno, aunque no lo sepan, aunque no tenga el grado ni el reconocimiento yo sé la verdad y tengo la necesidad de llamarlo; quizá de esa manera el brillo de su mirada, el tono de su voz y su persona entera pueda llenarse de la emoción que tanto desea, de la aventura más extraordinaria y la pelea definitiva.
No es extraño que no pudiera controlarlo, ni siquiera sentí la velocidad de los golpes, fue un instante de distracción, como muchos otros errores, los que me llevan al mismo desenlace. No temo a la muerte y acepto mi aniquilación si con ello salvo a otro, pero el sacrificio y papel de mártir se me niega cuando escucho su voz… llamarme.
—¡Oye, Genos! Sólo espera un momento, pronto volveremos a casa.
Cierro los ojos con tranquilidad, escuchó acciones por parte de mi sensei, es su puño estrellándose contra el monstruo. Demasiado fácil.
—¿Quieres que te lleve con Kuseno? —. Su mano amable acaricia mi cabello, es difícil verlo con el daño en una parte de mi cara. El miedo termina rápido cuando él está cerca.
—No es necesario, Sensei.
—Descuida. Todo está tranquilo. Dime donde vive. Llevaré todas tus partes… si logro encontrarlas en este desastre…
Se mueve entre los escombros por las partes robóticas mutiladas. No son importantes, pueden reemplazarse, pero él siempre insiste en que todo eso debe volver conmigo y el Dr. Kuseno. Muchas cosas no tienen sentido, por ejemplo, la necesidad misma de sentir algo cuando me toma en sus brazos. Soy consciente de todo lo que él es…
—¡Sensei!
—Wow, Genos, no es necesario que grites ¿qué pasa? ¿Me desvíe?
Niego con seguridad, ladea la cabeza. Su mirada hace que algo dentro de mí, quizás el núcleo de poder se acelere en su marcha.
No solo estás lleno de poder, sino de una increíble bondad.
—Nada... Va bien.
¿Desde cuándo yo me acobardo a las palabras? ¿Qué he hecho? He caído lentamente y sin darme cuenta en la necesidad humana, cuando yo sólo soy piezas, cuando lo único que me motivaba era la venganza; estoy hundido en sentimientos cálidos y angustiantes. Por favor, los ciborgs no aman.