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Fictober 2019 [KHR] [1827] por 1827kratSN

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Lo conoció un día en el que decidió pisar tierras humanas. Casualidad o destino, no lo sabía. Solo se centró en aquel par de iris color marrón que destellaban pureza, dulzura e ingenuidad. No había conocido un humano con esas características, jamás. De bonita sonrisa, piel algo bronceada, cabello alborotado que se desordenaba constantemente con la brisa, de manos firmes, pero suaves al tacto. Cuánto admiró en silencio a ese humano que tropezó con él.

 

—¿Está usted bien?

—Sí —fue lo único que respondió antes de dar una disculpa con su cabeza.

—¿Puedo hacerle una pregunta algo indiscreta? —esos labios temblaron casi al final, y no supo si eran por el frío o los nervios

—Dime.

—¿Por qué está descalzo?

 

Mala costumbre o simplemente un hábito, Kyoya no sabía, por eso se miró los pies y verificó lo dicho por el castaño. Y es que era raro estar en plena calle, con todas las personas vestidas de traje debido a que cursaban sus vidas humanas en trabajos mediocres, y él con ropa simple y sin zapatos. Hizo una mueca, no era necesario para él tener esos cuidados porque era un dios inmortal e inmune a las enfermedades, pero aun así no pudo evitar aceptar la ayuda que le fue ofrecida por aquel desconocido.

Compartieron un chocolate, el castaño le facilitó unos zapatos que compraron en una tienda cualquiera, siguió en una plática amena mientras aquel chico que no superaba los veinticinco años le contaba parte de sus problemas, y Kyoya no pudo hacer más que cederle un abrazo para reconfortarlo. Quién diría que, con aquella simple acción, desencadenaría un caos total. Porque incumplió una norma dada por los de su clase, y le obligarían a separarse de su pequeño tesoro.

 

—¿Por qué debes irte? —jamás quiso ver esas lágrimas, pero no tuvo opción.

—Debo cuidarte.

—Jamás me dirás la verdad —lo miró con tristeza—, pero está bien. Debes tener tus razones, Kyoya.

—Hay una cosa —le susurró al acariciarle las mejillas—. Mira el cielo cada noche.

—¿Para qué?

—Busca una localidad alejada de las luces y mira al cielo —cerró los ojos—, es la única forma que tengo de comunicarme contigo.

—¿De qué hablas?

—Te amo —selló esa despedida con un beso largo y tierno, acariciando esas mejillas, y memorizando ese aroma.

 

Tuvo que volver al sitio sagrado donde los dioses reposaban, alejados de la humanidad, observando para actuar si fuese necesario. Kyoya odiaba esa pasividad, por eso se escapaba al mundo humano, pero incumplió una de las reglas y ahora no podía discutir. Se quedó en su sitio sobre las nubes, aislado de sus hermanos, entreteniéndose con algo que solo él podía hacer.

Cada noche, consciente de que Tsuna buscaba respuestas en el vasto cielo despejado, él usó su poder para mover las estrellas a su antojo. Formó una constelación inicial, simple, dulce. Con un conjunto de estrellas plasmó una sonrisa brillante, y usando el espejo de su hermana vio la reacción del castaño humano quien lloraba en silencio, solo, añorando un regreso.

Al siguiente día forjó un corazón, al tercero asemejó a un abanico, al cuarto elaboró un león, y los siguientes siguió jugando con las estrellas como simple diversión. Se comunicó así con su humano, declarándole el amor que le tenía, y así siguió hasta el día en el que su hermana le trasmitió la noticia.

 

—Los humanos son seres efímeros.

—Lo sé.

—Lo olvidarás con el tiempo.

—No lo creo.

 

Porque aquel chico sencillo, lo fue todo para él.

 


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