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Fictober 2019 [KHR] [1827] por 1827kratSN

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—No la toques —no sabían cuántas veces escucharon eso.

—Solo quiero cargar a la princesa —se quejó Mukuro.

—Hikaru no debe ser tocada por tus manos.

—¿Quieres pelear, ave-kun? —sujetó su tridente.

—Claro.

 

Tsuna solía reír por ese comportamiento, le parecía tierno de cierta forma, pero era su nuevo reto a superar. Porque si no lograba que Kyoya dejara esa actitud sobreprotectora con sus hijos, en el futuro sería peor, y quería que tanto Hikaru como Sora tuvieran una vida lo más normal posible. Pero por ahora solo disfrutaría de aquella imagen paternal en silencio.

Aunque si causaban mucho desorden, tendría que golpearles la cabeza o congelarlos por tres días para que aprendieran. Porque nadie se metía con la amada mansión de su madre, no señor, tenía que estar perfecta para cualquier visita imprevista de la castaña que adoraba mimar a sus nietos.

 

—Bienvenido —Kyoya daba suaves palmaditas en la espalda de su hijo—, Tsunayoshi.

—Me detectaste desde el inicio, ¿verdad? —sonrió antes de ingresar al cuarto.

 

Tsuna acarició la carita de su pequeño Sora antes de besarle la frente, después sonrió ante el beso que Kyoya le dio, y al final cargó a su pequeña Hikaru que se hallaba despierta, mirando a su alrededor con interés. Era la familia que tanto deseó tener, y a la que se encargó de retratar en decenas de fotografías con las que forjó un pequeño libro, cuyo empastado estaba hecho de cuero y detalles en oro. Le pareció lindo hacerlo.

 

—Traje algo —Tsuna recostó a sus bebés en la cuna—, y creo que les va a gustar.

 

Eran dos pequeños pijamas, ambos asemejando a un león, incluso tenían las orejitas. No pudo evitar comprarlos cuando los vio en la estantería de una tienda. Adoraba traerle algo a sus hijos cuando tenía oportunidad, mucho más si había pasado demasiado ocupado como para pasar tiempo con su pequeños a la hora en la que se hallaban despiertos.

A veces desearía no ser el jefe de Vongola solo para pasar todo el día con aquel par de angelitos.

 

—Te amo tanto —susurró Tsuna al cargar a Hikaru en brazos—, a ti y a tu hermano.

—Ellos lo saben, no te preocupes —Sora mordía su nuevo pijama, tirando de este con curiosidad.

—Papá Tsuna les promete que cuando termine con los líos en Francia —besó la mejilla de su hija y después la de Sora—, pasará al menos dos días seguidos con ustedes —rio al sentir las manos de su hija en su rostro.

—Se ponen inquietos cuando no te ven por largo tiempo —Kyoya limpiaba los dedos que Sora se chupaba.

—No puedo evitar esto —se quejó.

—Solo… guarda tiempo para ellos.

—Lo haré —sonrió—. Es una promesa.

 

Tsuna tenía a su cargo un imperio demasiado grande, pero lo abandonaría con tal de ver crecer a sus hijos día con día. Lamentablemente no podía hacerlo, así que coordinaba lo mejor que podía sus obligaciones con sus deseos, y Kyoya hacía igual. Aquel azabache sabía cómo organizar su horario para no alejarse demasiado tiempo de sus dos pequeños, y si no le era posible, Kusakabe se quedaba en su lugar para cuidar estrictamente a los herederos. Lo que conllevaba a que aquella crianza sobreprotectora no se aplacara.

 

—Yo también tengo una promesa.

—¿Cuál es? —Tsuna miró con interés a Kyoya, quien ahora cargaba a Hikaru.

—Jamás dejaré que me alejen de ellos —sonrió ante las risitas de su pequeña que jugaba con la solapa de su traje—. Quien quiera apartarlos de mi lado, tendrá que hacerlo sobre mi cadáver.

 

Tsuna podía notar el aura negra que rodeó a Kyoya cuando hizo esa promesa. Apretó los labios. No sabía si reír nerviosamente o golpearlo fuerte para que dejara esa tonta promesa. Hizo ambos, porque ahora tenía en claro que no debía retrasar más sus acciones.

Tenía que hacerle entender a Hibari Kyoya que sus hijos algún día crecerían, tendrían que ser independientes, y no podrían alejar a todos los que lo rodeaban porque ¡no sería normal!

 

 


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