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Fictober 2019 [KHR] [1827] por 1827kratSN

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Era culpa de todos esos herbívoros, era culpa de los monstruos que intentaban derrotarlo para obtener un título superior, era culpa de la ambición ajena, era culpa de la idiotez de un cazador. Todo era culpa de aquel castaño. No había otra explicación. Porque él era perfecto y poderoso, pero ahora se vio derrotado por algo tan simple como la añoranza.

Quisieron cazarlo como si fuera cualquier monstruo débil y sin chiste, pero él les demostró que era un ser eterno que no tenía debilidades. Los mordió hasta la muerte y tomó como prisionero a aquel castaño que se creía en derecho de llamarse “cazador de monstruos”. Sonrió prepotente al tener en una de sus celdas al que debería ser su principal enemigo. Se jactó de un triunfo más.

 

—¿Usted no se siente solo viviendo aquí?

 

Aún recuerda la pregunta, y su negativa absoluta. Aún recuerda cómo esa mirada intentaba traspasar sus murallas. Y por, sobre todo, aún recuerda la aceptación para que aquel humano saliera de la celda para ayudar con las labores domésticas del castillo a cambio de algo de comer en cada día.

No supo cuánto tiempo pasó con aquel castaño en sus dominios, porque para él el tiempo era relativo, era inmortal después de todo y no se preocupaba por los años que se pasaran entre sus dedos sin que lo notase. Se acostumbró a aquella presencia de cabellos revoltosos, mirada brillante y risitas escondidas.

Pero Tsuna se había ido y ahora en él caía algo parecido a un dolor intolerable que le recorría el pecho, la espalda y la garganta. Beber sangre ya no le producía siquiera satisfacción, porque después de haber probado un poquito, apenas unas gotas de la esencia de aquel castaño, algo cambió.

 

—Maldito herbívoro —bufó molesto antes de recorrer los pasillos oscurecidos hacia su cuarto.

 

Y un día, con sus sensibles sentidos, detectó algo. Lo enfrentó sin perder tiempo, admirando ante sí esa figura que rondaba en sus sueños diurnos, y su nariz picó por el sabor lejano de la sangre que recorría ese menudo cuerpo.

 

—¡Vine a derrotarlo!

—Jamás podrás hacerlo —rodó los ojos.

—Tiene un ego demasiado alto, señor Hibarin —rio divertido antes de dejar su teatrito para acercarse al mayor.

—¿Cómo osas irte sin avisar y regresar así nada más? Eres mi esclavo.

—¿Me extrañó? —sonrió.

—No.

 

Tsuna rio entre dientes, pero decidió negar. Mostró entonces lo que llevaba en su maleta y sonrió. Era un pajarito con el ala vendada y un pequeño erizo con la nariz roja. Había encontrado a esos dos pequeños heridos y tuvo que recorrer las tierras del vampiro Hibarin y las suyas buscando alguien que curara animales, había tardado más de lo pensado, pero regresó en cuanto pudo.

Volvió al que consideraba el hogar del vampiro más poderoso, pero solitario. Regresó a los dominios del monstruo que necesitaba de su ayuda. Sonrió ante la mirada azulada y amenazante del monstruo que suponía debía cazar.

Tsuna se consideraba a sí mismo un idiota por sentir algo parecido a la dulzura por aquel ser que podía matarlo para saciar un hambre desmedida, pero también se sentía dichoso al ser considerado alguien importante en la vida de Hibarin.

 


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