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Si estás tan fielmente enamorado por Kalilair

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Notas del capitulo:

¡Espero que disfrutéis de la historia! Me encantaría ver vuestros comentarios <3

Capítulo 2:

 

    Kichiro tenía el corazón roto en mil pedazos. Toda una semana pensando estratégicamente cómo dirigirse al nuevo alumno que tanto le gustaba para que cuando se presentara la oportunidad lo rechazara de manera tan rápida y abrupta. No podía entender qué había hecho mal ni por qué su compañero lo había despachado tan fríamente con lo amable que había sido. Debía tener sus razones, quiso pensar.

 

    Se encontraba en la habitación de casa, mandando mensajes a su amiga Michi por el móvil, pidiéndole consejo y consuelo. Esta le decía que no le diera demasiada importancia, ya que seguramente aquel chico fuera un poco raro y no quería relacionarse con alguien como él; teñido y con pintas de gamberrillo. Pero Kichiro no iba a darse por vencido, incluso si eso hacía que faltase a la petición del moreno. Decidido, pensó en cómo volver a tener una excusa de relacionarse con él en el descanso del día siguiente. No podía quitárselo de la cabeza.

 

    Durante la clase no paró de estar pendiente de él; siempre mirando por la ventana o hacia el libro con expresión neutra. Le daba pena que tuviera el pelo tan largo y desaliñado, pues sus ojos eran absolutamente preciosos. Se llevó algún que otro reglazo de los profesores por estar donde no le tocaba, pero le dio igual. Cuando sonó el timbre, ya estaba listo para levantarse y ver de qué manera abordaba al muchacho.

 

Tsubasa ordenó sus cosas tranquilamente y se dirigió hacia afuera. Kichiro estiró el cuello y se dispuso a seguirlo, pero entonces lo abordó Michi.

 

- Oye, ¿estás bien? Todos los mensajes que me has mandado desde ayer tenían emojis de caritas tristes -elevó una ceja, viendo que nuevamente su amigo no le estaba prestando la debida atención-. ¡Kichiro!

 

- ¡Ah, Michi! ¿No ves que estaba intentando seguir a Tsubasa? -se asomó afuera del aula, pero no lo pudo ver por ninguna parte-. Genial, se ha esfumado -resopló.

 

- ¿Te estás escuchando? Suenas a acosador que lo flipas -torció los labios, cabreándose por segundos-. ¡Como sigas así yo también te voy a mandar a paseo, que lo sepas!

 

- Perdona, no quería hacerte el vacío. Es que quería saber a dónde iba durante el descanso… -se dejó caer en su silla, algo desesperanzado.

 

- Oye, si él te pidió que no le hablaras más deberías dejarlo así. Debe tener alguna razón de peso, no parece mal chico.

 

- Sí, lo sé, pero… -jugueteó con los pulgares, agachando el rostro-. Es que no puedo parar de pensar en él, ¿sabes? -rio para sí-. Deben de ser las hormonas.

 

- ¿Te estás llamando salido? -rio la chica-. Anda, no estés así. Ya encontrarás la oportunidad de acercarte a él en algún momento. Cuando te conozca nunca más le dejarás escapar -puso los ojos en blanco.

 

La joven se quedó hablando con él un rato para distraerlo y luego se lo llevó a la zona de máquinas para tomar una bebida y así hacer el descanso más ameno. Los próximos días los pasarían de manera similar a aquella.

 

    Un día mientras estaban en gimnasia, la situación se puso tensa mientras jugaban al balón prisionero entre clases. Como no podía ser de otra forma, Yuuto se coronó líder de la clase contraria, por lo que él llevaba el control de la pelota la mayoría de las veces… y una de esas veces fue a parar a la cara de Tsubasa, quien recibió un balonazo que hizo que le sangrara la nariz. El moreno se tambaleó un poco y se apoyó en los brazos de Kichiro, quien había ido rauda en su ayuda.

 

- ¿Estás bien? -se preocupó, sintiendo su corazón bailar por estar en contacto directo con él.

 

- Me he mareado un poco… ¿Te importaría acompañarme a la enfermería? -no sabía quién le estaba sujetando, pero se sintió en el aprieto de pedir ayuda si no quería que la situación fuera a peor.

 

- ¡Yuuto, eres un puto bruto! -le gritó al chico de pelo largo. Este le sacó el dedo. Sabiendo que seguirle el juego solo iba a ser peor, renunció a ello y puso rumbo a la enfermería.

 

  Para sorpresa de nadie, la enfermera estaba ausente de su puesto, por lo que Kichiro dejó a Tsubasa sentado en una de las camillas y fue en busca de una gasa o algo con lo que limpiar la sangre que le salía. Tras dar con ello, volvió rápidamente a su lado, sentándose a su vera y ayudándole a colocarse el apósito de manera que lo ayudara a cortar la hemorragia.

 

- Siempre acabas sangrando por la nariz -rio de forma suave, sin levantar demasiado la voz. Era como si tuviera cierto miedo a que le reconociera y volviera a pedirle que no se le acercara.

 

- Con lo pequeña que la tengo… -el muchacho comprobó que seguía sangrando y dejó que la gasa continuara absorbiendo.

 

  Se hizo el silencio durante lo que pareció una eternidad. Kichiro observaba ensimismado al moreno, fijándose en cada detalle que captaban sus pupilas. Su pelo semilargo y del color del ónice, su piel pálida, sus ojos ensoñadores e incluso su olor lo atraían de una manera que no podía controlar. Poco a poco se fue acercando a él más y más, casi rozando su cabello con los labios.

 

- ¿Qué estás…? -Tsubasa giró el rostro ligeramente para mirarlo, dándose cuenta de lo cerca que lo tenía.

 

- Yo, esto…

 

El rubio fue a retirarse, pero en vez de eso resbaló torpemente e hizo caer al joven sobre la camilla, apoyándose con las manos rápidamente para no darse de bruces con él. Sus ojos abiertos de par en par estaban posados sobre las pupilas cenicientas del otro; conectados. Totalmente paralizado por no saber cómo reaccionar, una gota de sudor resbaló desde la sien de Kichiro hasta la mejilla de Tsubasa. El color rojo teñía la parte baja de su nariz, ya que la gasa se había caído hacia un lado y ya no cortaba la sangre que le resbalaba. Él tampoco parecía saber qué hacer, porque estaba completamente inmóvil y con los labios semiabiertos, como a punto de decir algo pero demasiado alterado para hacerlo.

 

- Amatsu, yo… -el grandullón se aproximó incluso un poco más a él, pero antes de que pudiera ocurrir nada más, fueron sobresaltados por la voz de la enfermera.

 

- ¡Perdonad! Siempre tardo demasiado en tomarme el café -rio la amable señora-. ¿En qué os puedo ayudar?

 

- Él… -el rubio estaba rojo como un tomate-. B-Bueno, estábamos jugando y… -se sentía patético.

 

- ¡Vaya por Dios! Ahora mismo lo arreglamos -al ver su aspecto fue directa al botiquín a por sus utensilios.

 

- Bueno, yo me voy ya -se metió las manos en los bolsillos, apartándose de Tsubasa y saliendo de allí por patas.

 

    Kichiro se estuvo sintiendo raro durante todo el día. Una sensación de hormigueo no paraba de recorrer su espina y la punta de sus dedos cada vez que recordaba lo cerca que había estado de Tsubasa; casi a punto de besarlo. Él ya se había dado su primer beso con una chica el año pasado, e incluso había mantenido relaciones, pero la sensación de ardor en su pecho no había sido nada similar a lo que sentía ahora por un simple aliento del moreno.

 

Tenía que distraerse de alguna manera, por lo que esa misma tarde tras acabar los deberes se dirigió a la casa de Michi, no demasiado lejos de la suya. Los padres de la chica lo trataban como a un hijo, por lo que lo recibieron con sus típicas muestras de cariño y le indicaron que ella estaba en su habitación; en el piso de arriba. Al subir escuchó voces, así que supo que no estaba sola.

 

- Está rarísimo últimamente, te lo digo en serio -decía ella-. No le quita ojitos a ese chico nuevo.

 

- Siempre pensando con la parte de abajo este Kichi -hablaba una voz masculina.

 

-Como sigáis hablando pensaré con los puños -refunfuñó el chico al entrar en la habitación-. Veo que has invitado a Shou también -se cruzó de brazos.

 

- ¡Hola, Kichi! -su amigo se levantó y le dio un empujón amistoso-. Así que te has enamorado del nuevo, ¿eh? Joder, me pongo enfermo una semana y pasa todo esto.

 

- Tampoco te has perdido gran cosa -se mofó Michi.

 

- ¡Porque lo digas tú! -el rubio se sentó junto a su amigo.

 

    Shouhei, o Shou, como sus amigos lo llamaban, era el tercer integrante de la pandilla de Kichiro y Michi. Era un chico algo enfermizo; débil de salud. Llevaba el pelo algo corto por detrás mientras que por delante; más largo, se lo arreglaba con cera para que resaltaran más sus puntas teñidas de azul celeste. Había tenido problemas en la escuela por llevarlo así, pero su personalidad fuerte le hizo mantenerse en sus trece.

 

- A ver, ¿entonces qué te pasa con ese chico? -indagó el que era el menor del grupo.

 

- Pues que me gusta -se rascó la nuca-. Creo.

 

- ¿Que crees? ¡Si estás coladito por él! -Michi tan sincera como siempre.

 

- Pero me dijo que no me acercara más a él -suspiró-. No tengo posibilidades.

 

- ¿Te dijo que no te acercaras a él? -se extrañó Shouhei-. ¿A cuento de qué?

 

- No lo sé. Me lo dijo con una especie de sonrisa triste y fría… Como si estuviera sufriendo al pronunciar esas palabras -contestó pensativo.

 

- ¿Crees que le pasó algo en su anterior instituto? Quizá no tenga nada que ver contigo.

 

- Es posible -se encogió de hombros el rubio-. Me gustaría tanto saber qué es lo que piensa realmente… Saber cómo puedo acercarme a él.

 

   Michi y Shouhei intercambiaron miradas.

 

- Bueno, si tanto quieres estar con él te podemos ayudar -se hizo la remolona.

 

- Hay muchas coincidencias en este mundo -el chico celeste cruzó las manos tras la nuca.

 

- ¿De qué habláis? -el macarrilla se aproximó aún más a ellos dos, sentados todos en corro.

 

- Pues que podemos planear alguna triquiñuela para que estéis juntos aunque sea un rato -sonrió Michi-. Así ya veremos si le sueltas un poco la lengua.

 

- ¿Me ayudaríais? -su tono de voz se volvió más agudo; feliz. Casi parecía un perrito moviendo la cola.

 

- Con tal de que dejes de babear en clase un rato -la castaña hizo un gesto desenfadado con la mano.

 

- ¡Gracias, sois los mejores! -abrazó a ambos a la vez.

 

- ¡Quieto, Hércules! -rio Shouhei-. Que me espachurras -rio, quitándose a su amigo de encima.

 

- Mañana hay gimnasia al mediodía -recalcó Michi-. Será el momento perfecto.

 

- Me sabe mal por él -comenzaba a arrepentirse Kichiro-.¿Qué pensáis hacer exactamente?

 

- Nada malo -Michi miró hacia otro lado-. Solo dejaros a solas un rato para que charléis.

 

    Al día siguiente Tsubasa se presentó tarde a clase, lo que hizo que casi se le congelara el corazón a Kichiro por pensar que no iba a venir. Quería verlo. Aquel día parecía algo más nervioso que de costumbre, por lo que el grandullón se preocupó por él.

 

    A la hora de gimnasia los dejaron practicar deporte libremente. Michi incitó a Kichiro a que se le acercara al moreno para conversar, cosa que normalmente se le daría bien a alguien extrovertido como él, pero que en esas circunstancias le parecía difícil debido al carácter del otro. Al final no consiguió nada más que saludarlo y comentar alguna frase que otra sobre el tiempo, por lo que su amiga dio por perdida la oportunidad. Sin embargo, más tarde el profesor mandó a la clase a recoger el equipamiento y llamó a los dos chicos a que llevaran lo que restaba hasta el almacén deportivo. Se cargaron con lo correspondiente y entraron al almacén a colocar las cosas, pero justo cuando iban a salir de allí, la puerta se cerró de golpe y se escucharon risas desde fuera.

 

- ¡Que paséis un feliz recreo! -era la voz de Yuuto, acompañada de los comentarios de sus compañeros lameculos.

 

- ¡Eh! -Kichiro trató de abrirla de nuevo, pero los macarras la habían encajado-. ¡Dejadnos salir! -aporreó el frío metal de la puerta.

 

- Tendremos que esperar hasta que vengan los de la clase siguiente -Tsubasa se dejó caer sobre una colchoneta apoyada en el suelo.

 

- Qué remedio… -el grandullón echó un vistazo al otro chico y notó cómo se le saltaba un latido. Estaban completamente solos y encerrados y eso podía dar lugar a cualquier cosa-. Malditos capullos…

 

    Sin tener más donde sentarse, Kichiro se dejó caer en la colchoneta junto al nuevo alumno, quien miraba hacia un lado en silencio. Aquel parecía un buen momento para conocerlo mejor y preguntar cualquier cosa con tal de escuchar su linda voz, pero el ambiente era tan tenso que podría cortarse con un cuchillo y Kichiro apenas se atrevía a dar el primer paso. Pensó en Michi, pero estaba seguro de que ella supondría que no volvían a clase porque estaban charlando o intimando de alguna u otra forma. Habría estado bien que ella lo hubiera ido a buscar como siempre en vez de darle intimidad por una vez.

 

- ¿Estás bien? -el moreno parecía distante, por lo que Kichiro estaba preocupado-. Desde esta mañana has estado como más nervioso de lo habitual…

 

- Sí, es que… -frunció los labios-. Bueno, son cosas mías -de nuevo estaba a la defensiva.

 

- ¿Quieres hablar de ello? -el alto todavía tenía la esperanza de que confiara en él.

 

- Bueno, es que es un día algo triste -se abrazó las rodillas-. Perdí a alguien querido hace un mes.

 

- Oh… -no se esperaba semejante confesión-. Lo siento mucho, de verdad -se rascó la nuca, sin saber muy bien qué decir o qué hacer-. ¿Puedo…?

 

- No hace falta que intentes consolarme -se encogió de hombros el muchacho-. No es tu culpa ni puedes hacer nada para cambiarlo.

 

- Puede que perdieras a alguien… pero ahora estoy yo aquí, no estás solo -le sonrió de forma tierna, esperando que sus palabras le ayudasen.

 

    Para su sorpresa, Tsubasa se echó a reír con timidez.

 

- Te pareces bastante a él -cerró los ojos, como recordando momentos pasados-. Siempre estando por todo el mundo.

 

- ¡Claro! Ahora somos amigos, podemos divertirnos y hablar y confiar el uno en el otro para lo que haga falta -esperaba que no estuviera tomándose demasiadas libertades con aquellas palabras.

 

- Sé que fui cruel al decirte que no te volvieras a acercar a mí -el moreno dejó caer la barbilla sobre sus rodillas-. No estuvo bien, perdona.

 

- No, no te disculpes -se apuró en decir Kichiro-. Estoy seguro de que tuviste algún motivo -el corazón le latía con frenesí.

 

- La verdad es que sí -suspiró-. Lo cierto es que te dije eso porque tengo miedo a hacer amigos -no subía la mirada en ningún momento-. De salir herido otra vez.

 

- ¿Otra vez? -Kichiro sabía que estaba llegando al fondo de algo; Tsubasa le estaba revelando algo muy íntimo-. ¿Qué te…?

 

    Ambos dieron un respingo cuando la pesada puerta del almacén chirrió y se abrió, dando paso a los rayos de luz que venían de fuera. Era el profesor de la siguiente clase y les echó una mirada poco amistosa.

 

- ¿Se puede saber qué hacéis aquí, piltrafas? -bufó, esperando una explicación.

 

- Nos quedamos encerrados sin querer -se apresuró en mentir Kichiro, queriendo proteger a Tsubasa.

 

- ¿Sin querer? Hay que ver, esta juventud de hoy en día con sus tonterías y sus jueguecitos… -seguía farfullando entre dientes.

 

- ¡Gracias por abrir la puerta! Nosotros volvemos a clase -cogió al moreno de la mano y lo hizo levantarse, queriendo marcharse cuanto antes.

 

    Kichiro sujetaba gentilmente la mano de Tsubasa, quien lo seguía algo por detrás sin dejar de mirarle, sin dejar de pensar en que era todo amabilidad y buen corazón en aquel muchacho de apariencia algo burda. Estaba empezando a sentir algo por él y aquello podía ser muy peligroso; no quería acabar dolido como la última vez que se encariñó con alguien. Debía ir con pies de plomo. ¿Pero cómo hacer caso omiso a su corazón, el cual ahora latía con más fuerza que nunca? ¿Cómo ignorar el calor que la mano de Kichiro estaba dando a la suya? Por alguna razón aquel chico le estaba atrayendo irremediablemente y un torrente de sentimientos inundaba su pecho; vacío desde hacía un mes.

 

    Cuando llegaron a clase todas las miradas se posaron en ellos y Michi le levantó los pulgares a Kichiro en símbolo de victoria, pero el profesor no parecía tan ilusionado con aquella aparición. El docente se giró hacia ellos y habló con voz alta y clara.

 

- Souta, Amatsu: castigados después de las clases. Os toca quedaros limpiando el aula junto a Haruki Yuuto.


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